27 | Revuelo

Tras unas rondas más de juego, Raphael y Sabrina abandonan el departamento sin brindar mayor explicación de a dónde se dirigen. Por mi parte, me da igual a donde sea que hayan ido, pero no puedo decir lo mismo de Nadine, ni mucho menos de Nadia, aunque ella al menos no muestra signos de querer enterarse, a diferencia de la nueva.

—¿Deberíamos esperar a Raphael? —pregunta una vez que estamos todos reunidos en la sala de nuevo.

—Creo que no —Ralph se encarga de contestarle al ver que nadie más se iba a molestar en hacerlo—. Sabiendo a donde fue, sé que se tardará.

Se hace silencio por unos instantes en los que empiezo a cuestionarme mentalmente a dónde se habrá ido. No es que me importe mucho, pero siento que Nadia sabe algo, pues desde que regresó de la cocina, luego de que ambos cerebritos se hayan ido, desapareció el brillo en sus ojos.

—¿Y a dónde fue?

Nuevamente nadie habla, ni siquiera Ralph. Pareciera como si no supiera qué responder o, mejor dicho, como si no supiera si debería hacerlo o no. Exasperado, Boward toma la palabra.

—No veo por qué no tengas que decirlo —afirma, mirando a Ralph, como si la conclusión fuera obvia—. Raph nunca nos pidió que no dijéramos a dónde iba.

—Tienes razón.

—Querida audiencia —Boward hace un ademán de estar sosteniendo un micrófono con su mano como si fuera un presentador o algo parecido—, ya que nadie va a seguir jugando si no respondemos la pregunta que todos se mueren por saber, les digo desde ahora que Raph se fue a ver a su novia de la infancia.

Por inercia, mi vista se traslada hacia la expresión de Nadia, que sorprendentemente se mantiene neutral. Parece como ida, ningún asomo de tristeza se refleja en su rostro. Para restarle importancia a lo que acaba de escuchar, intento hacer una broma, quitándole crédito a lo mencionado por Boward. Es decir, siento que es casi imposible que Raphael tenga novia, no tiene sentido siendo tan serio e insípido con la gente.

—¿Desde cuándo alguien como Thompson tiene novia? —me burlo.

—¿No me escuchaste, cariño? Dije desde la infancia.

Mi mal humor regresa a mí al escuchar la particular manera en que Boward acaba de llamarme, sobre todo por la reacción de Ralph y Nadine que nos observan divertidos con la situación.

—Vuelve a llamarme así y te dejaré sin descendencia.

—No te metas con mis futuros hijos —responde, mostrándose indignado y protegiendo su parte delantera con las manos.

—Por favor, como si hubiera alguien que quisiera reproducirse contigo.

La expresión indignada se acentúa aún más en su rostro cuando Ralph y Nadine se ríen de mi comentario.

—¿Tú qué sabes? —contraataca—. Al menos, a diferencia de ti, no pienso vivir una vida célibe.

—¿Quién dice que quiero vivir de esa manera?

—Pues, viéndote, no creo que tengas otro camino.

Sé que lo dice porque, según él, odio a la población masculina mundial hasta el punto de no querer relacionarme con nadie del género opuesto y preferir dedicarme al celibato, pero no es así. Mi problema es con él y solo con él. Claro que no me molesto en explicárselo y le dedico mi expresión más sombría posible.

—Cállate.

—Cállame —pide sosteniéndome la mirada e inclinándose un poco hasta donde estoy.

Un "uh" proveniente de Ralph y Nadine hace que ambos giremos al mismo tiempo en dirección a ellos, dándonos cuenta de que estábamos teniendo espectadores en esta absurda discusión. Por un segundo, me siento avergonzada de que los dos hayan escuchado la insinuación de Boward, porque no quiero que piensen que tenemos ese nivel de confianza como para compartir ese tipo de comentarios. Es Boward el que disfruta molestándome diciendo esa clase de cosas, y no es la primera vez que dice algo así.

Me aclaro la garganta y pienso en una respuesta.

—Se me ocurre una muy buena manera, ¿qué tal mi puño en tu cara?

—Bueno, suficiente —nos corta Ralph, poniéndose de pie—. ¿Qué tal si hacemos karaoke?

La idea me suena interesante, vendría bien para revivir esta reunión casi muerta, por lo que animo a Nadia a unirse para que se distraiga de todo lo anterior. Ella accede y, unos minutos después, estoy cantando junto a ella y a Nadine el tema "Unstoppable" de Sia a todo pulmón mientras los chicos esperan su turno. La nueva se toma muy en serio su papel e incluso hace la nota alta del último pre coro, y debo admitir que lo hace muy bien. Yo me encargo del coro, disfrutando de la canción. Nadia se encarga de las estrofas.

Cuando finalmente es el turno de los chicos, nos hacemos a un lado para que puedan elegir entre ambos la canción de su preferencia. Entre ellos se toman un momento para debatir lo que cantarán; finalmente, se deciden por una llamada "Try Hard" de 5 Seconds Of Summer.

Ralph empieza cantando la primera estrofa y cuando están por llegar al coro, Boward se encarga de mostrarnos sus dotes para el canto que, al parecer, tenía bien ocultas.

"It's obvious she's so out of reach and I'm finding it hard 'cause she makes me feel, makes me feel like I try, like I try, like I'm trying too hard, 'cause I'm not being me and it's getting me down that she makes me think, makes me think that I try, that I try, that I'm trying too hard again."

Nadine y Nadia les hacen barras a medida que continúan con la canción, pero inexplicablemente yo me siento incómoda y no puedo disfrutar mucho del karaoke, pues Boward no deja de mirarme cada vez que canta el coro, sobre todo en el penúltimo coro donde solo se escucha su voz y no la música de fondo. Me resulta bastante extraño e intento mirar a cualquier otra parte.

No sé qué es lo que se propone, pero me molesta.

—¿Estamos acaso en un programa de confesiones? —se pregunta Nadine cuando la canción concluye, por lo que todos ríen, incluyendo a Nadia que no ha ignorado el detalle mencionado. Stephen se encoge de hombros y le resta importancia.

De pronto se me hace el doble de incómodo mirarlo.

—¿Deberíamos pedir pizza?

Cambio de tema rápidamente para evitar incomodarme más de lo que ya me siento.

Si hablamos de comida, la primera persona que se muestra a favor de ordenar pizza es Nadine. Luego se suman los demás y ello es suficiente para realizar el pedido. Entre todos colaboramos para poder pagar y nos mantenemos viendo televisión esperando al repartidor. Nadia se sienta a mi costado con la intención de distraerse con el programa de comedia que Ralph ha colocado, sin embargo, siento que nuevamente la expresión seria regresa a su semblante y la noto extraña, pensativa. Estoy por preguntarle qué es lo que le pasa, pero parece tan sumida en sus pensamientos que no me escucha a la primera.

En ese momento, alguien llama a la puerta, todos suponemos que es el repartidor con las pizzas.

—¿Nadia? —Trono los dedos delante de su cara para llamar su atención—. ¿Puedes ir a abrir la puerta? Creo que es el repartidor que viene con las pizzas.

Le hago entrega del dinero recaudado para que pueda pagar por el pedido. Ella se pone de pie y se dirige hacia la entrada. Una vez que sale de la sala, Ralph se dirige a mí. Parece un poco preocupado.

—¿Qué le pasa a Valiente?

Vaya, al parecer no es el único que ha notado lo extraña que está.

—Me pregunto lo mismo, pero creo que tiene que ver con... —Dejo la frase a medias, porque es evidente a quién me refiero. Solo alguien en este mundo podría hacer que el humor de Nadia decaiga tan drásticamente, y ese alguien se marchó hoy sin despedirse siquiera, considerando que también es el cumpleaños de Nadia. No le tuvo ni un poco de consideración.

—Pero Raph no le hizo nada a tu amiga —intercede Boward a favor de su amigo.

—Eso ni tú ni yo lo sabemos.

Tengo la ligera sospecha de que algo pasó entre ambos cuando se quedaron solos.

—Créeme que Raph jamás se atrevería a...

Boward se interrumpe a sí mismo cuando todos escuchamos unas voces provenir de la entrada. Es Nadia, suena como si estuviera llorando. Inmediatamente me levanto y me dirijo hacia la puerta, encontrando a mi amiga apoyada en el pecho de Thompson, sollozando. Creo saber lo que acaba de pasar y es obvio quién es el causante de todo esto, por lo que, sin pensarlo, le doy un empellón al idiota de Thompson y conduzco a Nadia hacia la salida sin mediar palabra.

—Estoy bien —dice ella mientras caminamos al ascensor, pero sé que no es verdad.

—No lo estás.

Veo que Nadine viene con nosotras.

—Lo lamento, solo quería saber cómo estaba Nad.

Una vez que ingresamos al elevador, Nadia se seca el rostro frente al espejo del interior. Su nariz y su cara están rojas, también sus ojos.

—Se acabó, yo... —hace una pausa para secar otra lágrima—. Yo me rindo.

—¿Qué fue lo que pasó?

Nadia y yo miramos a Nadine en cuanto pregunta lo obvio. Ella se calla al ver la desaprobación en mi mirada. Luego, se hace a un lado para que las personas que llamaron al ascensor en pisos inferiores también se puedan adentrar en él. Nos mantenemos en silencio lo que resta del camino. Una vez que llegamos al primer piso, pido un taxi para Nadia y para mí, pero en vez de ir a su casa, le indico que al chofer que nos lleve a la mía. Nadine se despide de nosotras cuando nos marchamos.

En el trayecto, Nadia se mantiene en silencio mirando por la ventana. Ya no está llorando, pero sé que sigue lastimada. No queriendo echarle más limón a la herida, evito preguntar detalles. Debo esperar a que ella se sienta lista para poder hablar de lo que sucedió.

—Le dije que me gusta —confiesa de pronto, sin mirarme—. Fui una estúpida más que le confesó sus sentimientos, ahora soy un número más en la lista de rechazadas.

A mi mente vienen recuerdos de las veces que ambas escuchamos cómo otras chicas se le confesaron en el pasado. Al igual que Boward, Thompson siempre rechazó a todas.

No encuentro qué decirle a modo de consuelo. Brindar frases de aliento se me da fatal.

—Es él quien se pierde de una buena chica como tú —comento luego de un rato.

—Por un momento pensé que él... Cuando me besó, yo en verdad pensé que él...

—¿Ese idiota se atrevió a besarte?

Mi grito asusta incluso hasta al chofer, pues por poco y salimos volando por el parabrisas ante la súbita manera en que frena el taxi. A través del retrovisor, me disculpo con la mirada e intento calmarme, pero eso me resulta casi imposible. Si lo hubiera sabido antes, le habría dado un buen escarmiento a ese tarado sabelotodo por jugar con los sentimientos de Nadia, porque eso es lo que ha estado haciendo. Sé que él sabe muy bien lo que ella siente, es demasiado evidente.

—Un beso no significa nada —responde casi susurrando.

Sé que para ella significó todo.

Evito hablar porque sé que, en este momento, estoy enojada y eso no es muy conveniente que digamos, por lo que solo me limito a acomodar el cabello de su frente y a darle ánimos con pequeñas palmadas en el brazo. Es todo cuanto puedo hacer por ahora.

Aproximadamente veinte minutos después el taxi se detiene frente a mi casa. Al bajarnos, saco mis llaves y conduzco a Nadia hasta mi habitación en silencio. Quentin nos encuentra mientras subimos las escaleras, pero antes de que se le ocurra hacer algún comentario saludando a Nadia, le cubro la boca y le pido a ella que se adelante. Apenas veo que se adentra en mi habitación, me dirijo a él.

—Hoy no está de humor, por favor, no la molestes —le pido señalándolo.

—Qué mala fama me das, sabes que tu amiga me cae muy bien.

—A ti te caen bien todas las mujeres.

—En especial Lía, belleza de mujer —comenta insertándose en su papel de idiota enamorado. Suelto una risa sarcástica.

—Claro, lo que digas. Por favor, asegúrate de que nadie entre en mi habitación.

—Sí, señora —responde haciendo un gesto de militar con una mano a la altura de su frente. Me rio y regreso con Nadia. Parece que esa pequeña conversación con Quentin ha logrado quitarme el mal humor que traía, pero eso no significa que no quiera golpear a Thompson por ser tan idiota.

Al entrar en mi habitación, encuentro a Nadia sentada sobre mi cama. Se ve un poco mejor a como estaba hace media hora.

—¿Cómo te sientes?

—Mejor, lamento haberte preocupado, solo tenía que dejar salir todo lo que traía guardado.

—Descuida, sé que podrás superar todo esto. Yo estaré contigo.

Creo que es la primera vez que le digo algo como eso, e independientemente de que no esté acostumbrada a recibir y dar muestras de afecto, ella sabe que le tengo mucho aprecio. Es mi mejor amiga después de todo.

—Gracias, Ale —dice antes de abrazarme, buscando consuelo. Nuevamente le doy alguna palmaditas en la espalda mientras le doy ánimos. Aunque en este momento esté sumida en una profunda tristeza, sé que se repondrá.

Pero esto no se va a quedar así.

***

El primer lunes sin tener que ir a la escuela me da los buenos días cuando la luz de afuera se adentra en mi habitación a través de las ventanas. Me desperezo en mi cama y busco cobijarme entre mis sábanas otra vez para seguir durmiendo si es posible hasta que empiece mi turno en el trabajo, pero entonces unos toques en mi puerta terminan por obligarme a abrir los ojos.

—Ale, ¿estás despierta?

Quentin me hace la pregunta desde el pasillo. Articulo un "no" aún con mi cara pegada a la almohada esperando que entienda y me deje seguir durmiendo; algo que, por supuesto, no hace. Al contrario, sin esperar mayor respuesta, se adentra en mi habitación como si fuera la suya propia. Eso hace que me ponga de pie lista para echarlo a patadas.

—Déjame dormir —pido, lanzándole una de mis almohadas.

—Pero, Erizo, mamá dice que bajes a desayunar.

Compruebo la hora en mi reloj de pulsera sobre la mesa de noche. No pasan de las 8:00 am. Tiene que estar bromeando.

—Mira, dile a tu mamá que... —Él me observa con una ceja levanta, retándome a continuar, pues sabe que jamás diría algo como "dile a tu mamá que no deseo desayunar y que, si sabe que estoy de vacaciones, no te mande a levantarme tan temprano", pues Estela no se merece dicho trato. En lugar de eso, solo me queda decir una cosa—: Dile que ya bajo.

Una vez que Quentin abandona mi habitación, vuelvo a lanzarme sobre mi cama. Segundos después, me levanto y me dispongo a asearme para bajar. Una vez en el comedor, saludo a los señores Wells y me acomodo en la mesa al lado de Quentin, que se encuentra untando mermelada en su tostada. Por debajo de la mesa le doy un suave pisotón a modo de venganza por haberme despertado. Él me lo devuelve.

—¿Cómo amaneciste hoy, Alessita?

La pregunta de la señora Wells me distrae.

—Bien, gracias.

Luego de eso, me dispongo a comer en silencio. Finalmente, Quentin se despide y sale de la casa para dirigirse a su escuela. Yo sigo mordiendo mi tostada sin prestar mayor atención a las dos persona que se encuentran frente a mí.

—Ale, mi esposo y yo queríamos hablar contigo sobre esto desde hace unos días —me dice Estela de pronto, cuando solo quedamos los tres solos—, pero no encontrábamos el momento adecuado.

Soy consciente de eso, principalmente se debe a que en las mañanas las paso en la escuela y parte de la tarde y noche trabajo, llego a casa tan cansada que a veces ni siquiera me detengo en el comedor para cenar. Por ello, trago el sorbo de jugo de naranja que acabo de tomar para poder responder.

—Sí, ¿de qué se trata?

—Williams se comunicó con nosotros, nos puso al día respecto al caso de tu padre. Tiene noticias... y no muy alentadoras.

Percibo un asomo de preocupación en el semblante de ambos, y no sé si es por la gravedad de la noticia o porque teman que mi reacción sea la peor.

—Pero a mí no me dijo nada —rebato, alarmándome.

De repente me embarga la misma sensación de siempre, aquella que me dificulta la respiración, como si me oprimieran el pecho.

—Nos comentó que consideró necesario hablarlo con alguien adulto, está al tanto de que somos tus apoderados. Él no quería que...

—¿Cuál es la noticia que les dio? —interrumpo.

—El testigo del que te habló Williams se negó a testificar la verdad de los hechos —informa el señor Wells—. Sin su declaración como testigo, las probabilidades de que tu padre salga en libertad dentro de poco son casi nulas. Sospechamos que la empresa se anticipó a que sería contactado y le ofreció algo a cambio de seguir manteniendo su silencio, pues obtuvimos imágenes de cuestionables reuniones entre el CEO de T&W y el testigo.

Esto no puede estar pasando.

Quince minutos después estoy caminando con prisa hacia las instalaciones de la empresa T&W dispuesta a cualquiera cosa con tal de que se me conceda la oportunidad de hablar con el CEO. Por lo que he investigado, sigue siendo la misma persona que estaba a cargo cuando se realizó la injusta acusación contra mi padre. Eso es, 5 minutos serían suficientes para que se entere de que se metió con la familia equivocada. Percibo mi vista borrosa, pero es rabia lo que siento en este momento.

Cuando cruzo la pista y subo con celeridad los escalones que me llevan hacia la entrada del edificio, pretendiendo irrumpir abruptamente en la empresa, dos hombres de seguridad se interponen en mi camino, sospechando de mis intenciones. Con un rápido movimiento, los esquivo, pero no me percato de que hay uno más que me sostiene de un brazo, impidiéndome el paso. A él se suma uno de los primeros que me sostiene del otro brazo mientras me llevan hacia la acera como si fuera una criminal. Trato de soltarme, pero son más fuertes que yo.

—¡Déjenme, necesito hablar con el CEO! —grito mientras pataleo e intento liberarme—. ¡Alguien dígale a ese cobarde que dé la cara y deje de esconderse detrás de su personal de seguridad!

—Cálmate, niña. Será mejor que no regreses por aquí.

La advertencia de uno de los hombres solo me enfurece más. La furia que siento es tanta que logro liberar uno de mis brazos, algo que ninguno de ellos se esperaba, y de esa manera empujo al que se atrevió a amenazarme. Aunque no consigo hacer que caiga, como me habría gustado, mi acción hace que trastabille, quedando en ridículo. Al ver lo que he hecho, su compañero ejerce presión en mi brazo hasta el punto de lastimarme, por lo que intento soltarme del todo.

—¡Suéltame!

El hombre se ríe y no me hace caso.

—Te dije que me...

—Te dijo que la sueltes.

La firme voz que le da la orden al hombre que me tiene sujetada no es una que esperaba escuchar, y me toma por sorpresa, poniéndome en alerta. Tampoco esperaba que el hombre me soltara al instante y se mostrara avergonzado de haber sido descubierto realizando tan cobarde acto.

Definitivamente Stephen Boward siempre se aparece en los momentos menos oportunos.

•••

Omg, ¿pero qué está pasando aquí? Pues ya se enterarán en los próximos capítulos de por qué Stephen estaba ahí, aunque no es tan difícil adivinar. 7u7

Bueno, y muchas gracias por leer. <3

Consideren este capítulo como un regalo de cumpleaños a mí misma (aunque ya haya pasado, ok?).

Sean felices. ^^

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