26 | «Trago o beso»
Luego de que los Thompson se dirigen a su habitación para darnos algo de espacio, el ambiente se torna bastante aburrido. Empiezo a arrepentirme de haber aceptado venir a este lugar, no porque se trate del cumpleaños de Nadia, sino por las personas con las que ha decidido compartir este día. No debería quejarme, lo sé, es su decisión cómo y en dónde organiza su día especial, pero no me gusta rodearme de gente que no pertenece a mi círculo amical o con quienes no tengo la confianza suficiente como para poder entablar una conversación interesante. Además, ¿desde cuándo se volvió tan cercana a los dos miembros de El Triángulo?
Entiendo que Raphael se haya vuelto, de alguna manera, cercano para ella por el tiempo que pasaron juntos mientras se ayudaban mutuamente, pero no podría decir lo mismo de Boward, pues ellos no solían interactuar tan a menudo y tanto él como Sabrina eran los más reacios a interactuar con gente que no perteneciera a su círculo. Lo que más me incomoda de todo es que las nuevas amistades de Nadia me hayan alcanzado a mí también, y que Stephen me considere alguien a quien puede hablar y fastidiar cada vez que se le da la gana.
Desearía poder seguir siendo invisible ante sus ojos, así me ahorraría de escuchar sus comentarios y su molesta voz más tiempo del que puedo soportar.
Mientras me voy quejando mentalmente, el silencio que inunda la sala se ve interrumpido cuando Boward abre la boca.
—Iré a comprar, ¿vienen? —pregunta, mirando su celular.
—¡Sí!
Está de más decir que Nadine es quien acepta ir primero antes de que alguno de nosotros pueda responder, incluso parece haber recuperado la energía perdida con tan solo una pregunta. A ella se le suma Ralphale, que también se apunta para acompañar a Boward como si fuera la mejor de las ideas. Cuando me miran a mí esperando mi respuesta, me cruzo de brazos para hacerles saber de antemano que no me interesa ir con ellos. Sin embargo, pronto reparo en la sobredosis de aburrimiento que estoy experimentando desde hace bastante rato, y termino concluyendo que un poco de aire no me vendría mal.
—Bueno, solo porque esta reunión está más aburrida que la clase de Gimnasia.
Boward niega con la cabeza y se ríe al escucharme. Luego, se dirige a Nadia, que está sentada a mi costado.
—Pelirroja, ¿vienes?
Ella pasa de él y se recuesta en el sillón.
—Déjala, yo le traeré algo —le digo en su nombre.
Boward obedece y se encamina hacia la puerta junto a Nadine y Ralph, que ya se han colocado sus abrigos debido al frío del exterior.
—Saldré a comprar un rato —le informo a Nadia mientras acomodo mi capucha—. ¿Quieres que te traiga algo?
—No, gracias.
—Está bien, ya vuelvo.
Una vez que estamos afuera, Boward comenta acerca de la tienda más cercana que queda a tres cuadras del condominio, por lo que nos dirigimos hacia allá en medio de una insustancial charla entre esos tres en la que no intervengo, ni hago el esfuerzo de integrarme. Y no porque tenga algo en contra de ellos, sino porque no me apetece hablar.
De un momento a otro, entre los tres empiezan a debatir sobre quién va a pagar por lo que vayamos a comprar y, para ello, determinan jugar piedra, papel o tijera. El primer enfrentamiento se da entre Boward y Ralph, en donde el primero resulta vencedor por sobre el segundo, esto ocasiona que, al final, se enfrentan Boward y Nadine.
Solo por esta vez me pongo del lado de la nueva.
—Piedra, papel o tijera.
Lamentablemente, eso no sirve de nada, pues Boward le gana.
—¡Perdiste! Ahora pagarás por todos —exclama con aires de victoria.
—No es justo.
Nadine se cruza de brazos.
—Claro que sí, eso fue lo que acordamos.
Al parecer, Boward se compadece de ella, pues está a punto de decirle que pueden tener la revancha, sin embargo, yo me adelanto y me dirijo a ella antes de que él pueda terminar la oración.
—Por mí no te preocupes, Nadine —le aseguro—. Yo pagaré lo mío.
—Le quitas lo divertido a la vida —me reprocha Boward con desaprobación.
Ignoro su comentario y sigo de frente sin esperarlos. Una vez que me alejo de los demás y llego sola hasta la tienda, me siento más tranquila. Me dispongo entonces a buscar qué comprar justo cuando veo un rostro conocido, que se queda quieto al ver que lo estoy observando.
—¿Y tú qué haces aquí?
La persona frente a mí deja de comer el brownie que acaba de comprar. Lo hace de una manera muy cómica, tengo que admitirlo.
—¿Así es como saludas a tu mejor amigo? —pregunta, aún con la boca llena.
Ruedo los ojos. Realmente no esperaba cruzarme con Quentin aquí, ya que no estamos cerca de casa, ni tampoco veo a Lia revoloteando a su alrededor, así que dudo mucho que ella sea el principal motivo de habérmelo encontrado.
—No, pero en serio, ¿qué haces aquí?
—Vine a visitar a unos amigos y me ofrecí a comprar algunas bebidas para nuestra tarde de juegos.
—Vaya, qué mal momento para encontrarnos... —murmuro, para mí misma. Ahora solo falta que lleguen los demás, Boward incluido, y Quentin arme erradas conclusiones sobre nosotros. Como que estamos en una cita doble o algo por el estilo. En el peor de los casos, se burlaría de mí. Y en el mejor... No, no hay mejor. Quentin me conoce muy bien y sabe que es imposible que yo salga con alguien con la finalidad de mantener una relación sentimental. Sé que si algún día cambio de opinión, él se alegraría por mí, pero sus felicitaciones vendrían con ciertas burlas de su parte.
Tal como yo me burlé de él por ser rechazado por Lia en un comienzo.
—¡Te escuché!
Quentin termina su brownie casi de un bocado y me pide, fingiendo seriedad, que explique detalladamente en menos de 5 palabras el motivo de mi comentario tan cruel, según él.
—Cállate —le ordeno, pero no puedo evitar reírme de su expresión indignada.
—¿Viniste sola?
—Bueno, pues... —¿Será una buena oportunidad para mentir? Quizá en vez de mentir, pueda omitir cierta información—. Pasa que estaba en un cumpleaños y...
Mientras pienso en agregar algo más para sonar casual, Boward no tiene mejor momento que ahora para acercarse a la caja cerca a nosotros con la intención de pagar por sus productos. Quentin sigue mi mirada y termina descubriendo su presencia.
—No me digas que... —Empieza, pero se cubre la boca al no poder creer la tontería que seguramente está pensando—. Yo sabía que algo pasaba ahí.
Le hago una seña para que hable más bajo.
—Te equivocas, no pasa nada entre nosotros.
—Claro, y a mí Lia me hizo caso a la primera —susurra en mi oído, obedeciendo mi petición.
Me rio.
Quentin se queda callado un momento y observa atentamente a Boward mientras este es atendido por la cajera de la tienda. Me cruzo de brazos al igual que él, pero intento hacer que se detenga, porque incluso a mí me incomodaría que me estén observando con tanta intensidad.
—Deja de mirarlo.
—Un momento. Solo quiero probar una cosa.
—¿A qué te refieres?
Justo en ese instante, Boward levanta la mirada, enfrentando a Quentin. Este, en vez de amilanarse por el hecho de ser descubierto, le sonríe desafiante y coloca su brazo por sobre mis hombros, acercándome más a él. Intento apartarlo disimuladamente, pero Quentin me pide que no lo haga. Al ver esto, Boward se sorprende un momento, pero luego comienza a reírse sin motivo alguno.
Me mantengo entre los brazos de mi mejor amigo sin decir nada, hasta que Boward deja de reírse. Sin decir algo, se aleja de donde estamos, cediéndole el turno a Ralphale para que sea atendido por la cajera. Una vez que se gira, me suelto de Quentin.
—¿Se puede saber qué estás tramando?
—Tengo mis sospechas. ¿Por qué no me lo presentas?
—¿Sospechas de qué? Y, sobre presentártelo, no creo que...
Antes de poder decirle que no me corresponde presentarlos, puesto que Boward no es amigo mío, Quentin se me adelanta y lo hace por sí solo.
—Hola, soy Quentin —se presenta él a sí mismo, acercándose a Boward. Este se mantiene en silencio observando la mano que mi mejor amigo le estrecha, sin intenciones de corresponder el saludo—. Soy el mejor amigo de Ale.
Al escuchar eso, me parece notar que la expresión de Boward cambia y por fin le estrecha la mano a Quentin.
—Stephen Boward, soy... —En ese momento, él me mira, quizá tratando de definir nuestra inexistente relación—... podría decirse que un "conocido" de Alessa.
«Archienemigo» habría quedado mejor.
—¿Alessa?
—Ah, es así como me llama desde que nos conocemos.
Doy mi explicación haciendo notar el disgusto que el apodo me provoca.
—Suena bien —comenta Quentin—. ¿Debería llamarte así yo también?
—No —responde Boward al instante.
Quentin y yo lo miramos.
—Ale, ¿te acuerdas de Alex?
No entiendo a qué se debe el repentino cambio de tema, pero termino respondiendo a su pregunta.
—¿Tu estrafalario mejor amigo?
—Así es, hoy me estuvo preguntando mucho por ti. Quiere saber si estás libre este fin de semana.
Levanto un ceja para recordarle que lo último que me interesaría ahora es salir con alguno de sus inmaduros amigos.
—El pobre Alex no sabe lo que le espera —comenta Boward con ironía dándole un sorbo a su bebida.
Nuevamente, Quentin y yo lo observamos retándolo a que repita lo que ha dicho. Él no lo hace y se aleja de nosotros para encaminarse junto con Ralphale y Nadine de regreso al departamento de los Thompson.
—¿Se puede saber por qué tenías que decir eso frente a Boward de entre todas las personas? —le recrimino a Quentin cuando nos quedamos solos.
—Quería comprobar algo.
—¿Comprobar qué?
—Mira, Ale, puede que me esté equivocando al afirmar esto, pero creo que el tal Stephen no te ve como una simple conocida.
—Claro que no lo hace, él me ve como la fuente diaria de su diversión, como una enemiga, alguien de quien debe vengarse por haber expuesto parte del contenido de su diario a media escuela en el comedor.
Y por rehusarme a devolverle su diario. Son muchos motivos por los que nos llevamos mal.
—Creo que no nos estamos entendiendo...
—¿A qué te refieres?
—¿Será posible que... le gustes?
Me rio de la absurda suposición.
—Eso es imposible. Ya te lo dije, él no me soporta, ni yo a él. El sentimiento de antipatía es recíproco.
Quentin me mira como si no me creyera y yo le doy un codazo para que deje de molestarme, mientras le aseguro que lo que sea que se esté imaginando no es cierto, pues lo último que haría Boward sería verme de la manera en el que él cree. Es algo totalmente fuera de lugar, algo que nunca ocurriría. Como no consigo convencerlo de que en verdad no sucede nada, al final, me despido de él y me dirijo de regreso al departamento junto a los que, por alguna razón, me estuvieron esperando afuera de la tienda en vez de irse por cuenta.
Algo que no les agradezco, por supuesto.
—¿Ese era tu novio?
Cómo no, la nueva empieza una vez más con sus inoportunas preguntas.
—No.
—Oh —suena decepcionada—, pero eso no quita que se vieran lindos juntos.
¿Está loca? Quentin y yo somos como hermano. Antes de que yo pueda responder algo a eso, es Boward quien se me adelanta.
—Creo que a alguien le hacen falta unos lentes —le dice a la nueva de manera sarcástica.
Sin ánimos de dirigirle la palabra, me mantengo en silencio hasta que llegamos a la entrada del condominio. Mi nivel de buen humor se mantiene decreciendo a cada segundo que pasa y termina por acabarse cuando diviso a la patosa de Sabrina esperando el ascensor en el primer piso. Tan solo viéndola me doy cuenta de que el ambiente medianamente pasable del cumpleaños acaba de arruinarse. Sabrina es tan antipática que no dudo que eche todo a perder.
—Steph, ¿compraste mis chocolates?
El ya mencionado le enseña una caja de estos.
—¡Eres el mejor!
Luego de eso, la recién llegada saluda a Ralph con un abrazo mientras que a Nadine y a mí apenas y nos dedica una sonrisa forzada. Asimismo, le pregunta a Boward sobre lo que hemos estado haciendo hasta ahora. Ruedo los ojos mientras subimos el ascensor en medio de un incómodo silencio. Ni Ralph ni la nueva dicen algo, lo cual, tratándose de la última sí me sorprende.
Soy la primera en salir del ascensor apenas llegamos al piso número once. Detrás de mí viene Nadine y luego Ralph. Sabrina y Boward son los últimos en salir y los que se mantienen más alejados de nosotros mientras conversan entre ellos. Es Ralph quien nos abre la puerta para que podamos ingresar a su departamento con las cosas que hemos comprado. No pasan ni cinco segundos cuando de pronto la bruja se abre paso, haciéndonos a un lado a Nadine y a mí, para poder acercarse a donde está el cumpleañero al que todavía no ha saludado.
Desde su posición, Nadia me invita a sentarme a su lado, algo que hago con mucho gusto aprovechando la ocasión perfecta para devolverle el empujón a Sabrina.
—¡Feliz cumpleaños, Raph! —Dios, la voz de la patosa es tan chillona que estoy por levantarme y marcharme del lugar. Sin embargo, Nadia empieza a hablarme de temas que no se relacionan en nada uno con otro, que solo hacen que el sentido sea casi nulo.
—¿Estás bien? —le pregunto al notarla extraña. Ella asiente y gira su vista hacia donde se encuentran Raphael y Sabrina, aún inmersos en su charla, sin tomar atención a lo que sucede a su alrededor.
Entrecierro los ojos sospechando de que algo sucede, algo que no me está diciendo.
—Compramos bebidas y papitas, sírvanse —Boward interrumpe mis elucubraciones cuando se acerca con una fuente llena de papitas que posteriormente coloca en la pequeña mesa que está en medio de la sala, frente al televisor. Luego, se sienta en el mueble que está delante de nosotras. Ralphale se acomoda a su lado y pone un tema de conversación bastante común como lo es la vida escolar en nuestra escuela.
Nadia responde con monosílabos al igual que yo, pero eso en mí es normal, no en ella. A pesar de que está actuando de manera extraña, la dejo estar y me dedico a comer los bocaditos de la mesa en silencio. De pronto, luego de que Sabrina haya hecho un escándalo mostrándole el regalo que le compró a Raphael, ambos se unen al grupo. Ella, sobre todo, intenta amenizar el ambiente sugiriendo que juguemos al típico juego de «trago o beso».
—No bebemos alcohol —objeta Ralph.
—Usemos vino, es más decente.
Unos segundos después, aparece nuevamente en la sala con una botella de vino tinto que trajo de la cocina, muy probablemente sin autorización de los señores Thompson. Para el giro, quedan en usar una de las botellas vacías de las bebidas que Ralph y Nadine compraron. Todos nos posicionamos en un círculo en medio de la sala.
Para ahorrarme la molestia de tener que esperar que me asignen un turno, sostengo la botella e indico que yo empezaré. Nadie se opone. Sin mucha emoción, giro la botella. Esta da vueltas, pasando por todos los presentes hasta terminar apuntando a... maldición.
Antes muerta que besar a Boward.
Elijo beber el trago de vino, por supuesto. El juego continúa con Ralph girando la botella y librándose del castigo de tener que besar su propio hermano bebiendo un trago de vino. Todos ríen, menos el que iba a recibir el beso en cuestión. Después es el turno de Sabrina, quien decide beber vino también antes que besar a Nadine. Cuando es el turno de ella, su tiro apunta en la dirección de Raphael. Para sorpresa de todos, en especial de Nadia, ella elige besarlo. Un apenas perceptible pico es todo cuando logra darle.
Pasado un rato, en el turno de Boward, la botella termina apuntando directamente hacia mí. Maldigo en voz baja, pero pronto siento alivio, porque sé que él tampoco aceptaría besarme. Sin embargo, veo que me observa serio mientras se inclina como si fuera a hacerlo. Se supone que esta vez no debería oponerme a cumplir con las reglas del juego, puesto que en el anterior que jugamos me negué a obedecer, pero me da igual, no puedo permitir que Boward me bese. Cuando logro reaccionar y lo miro desconcertada, él sonríe y se aparta, sirviéndose un poco de vino para librarse de tener que hacer lo que pensé que haría.
—Hoy no, Alessa —susurra casi en mi oído como si yo hubiera estado esperando que lo hiciera.
Idiota.
—Ni hoy ni nunca.
—¿No has oído hablar del dicho que dice «nunca digas nunca»?
Intento arrimarme un poco para no tenerlo tan cerca y no escuchar tan claro lo que me dice.
—Eso no aplica en este caso —niego, mirando a los demás mientras siguen con el juego—. Estoy segura de que nunca te besaría.
—Bueno, eso no significa que no pueda ser al revés.
¿Qué se supone que...? No quiero enterarme.
Harta de sus comentarios, le doy un codazo para ver si así se calla.
•••
Wuuu, hola. Han pasado casi 3 meses desde la última vez que actualicé esta historia, pero por fin estoy de vacaciones, por lo que espero poder continuarla y no tardarme tanto. Si hay alguien que todavía la lee, solo quiero decirle gracias por aguantarme. <3
Cada estrellita es un "amiga, date cuenta" para Ale.
Es que en la vida soy Ale entendiendo indirectas jskdjsjs no la culpo.
Gracias por leer hasta aquí.
Con mucho cariño, Michi.
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