25 | El otro
A pesar de que Nadine ya ha expresado el castigo para Raph y para Alessa, ninguno de los dos hace el mínimo intento por obedecer, solo se limitan a mantenerse en silencio. Ignoro lo que estarán pensando, aunque el gesto que me dedica la gruñona me hace saber con anticipación cuál será su respuesta. Apostaría mi mesada a que va a salir con uno de sus característicos comentarios.
—Ni muerta pienso besar al baboso que me hizo caer.
Ahí está. No esperaba menos de ella.
—Ni yo pienso dejarme besar por una gruñona como tú —arguyo, cruzándome de brazos—. De mejores cosas me he perdido.
Agrego la última frase con la única intención de molestarla, y lo mejor es que funciona. Ella me muestra su puño y a mí me divierte verla fruncir el ceño.
—Si serás...
—¿Quieres demostrarme que me equivoco? —finjo sorpresa. Mientras espero su respuesta, mis ojos se desvían hacia sus labios, pero recapacito en ese instante y levanto la mirada.
—Por supuesto que te equivocas.
Ella ignora el sentido de mi pregunta, por lo que sigo provocándola.
—Mi querida Alessa, te besaría para demostrarte de lo que te pierdes, pero temo que te enamores de mí —expreso, poniendo mi mejor cara de pesar ante tal escenario. Escucho las risas de los demás ante mi broma, pero Alessa, en cambio, me observa como si quisiera ahorcarme.
Le sonrío con arrogancia.
—No me digas. Preferiría besar el inodoro de un baño público antes que a ti.
Como Alessa eleva la voz, ello parece sacar del trance a Raph y a Nadia, que se mantuvieron en silencio todo este tiempo. Él tampoco parece muy animado a cumplir con el castigo, a pesar de que eso incluye tener que besar a la pelirroja. Supongo que es porque hay mucha gente aquí presente.
—Bueno, si no cumplen el castigo tendrán que hacerlo entre ustedes.
Alessa y Raph se miran en ese momento, y las muecas que se dedican se me hacen muy cómicas. Es evidente que tampoco aceptarán esa opción.
—¿No se puede cambiar?
—De acuerdo, par de niños —se rinde Nadine, un poco impaciente por seguir con el juego—. El beso que deben darle a la persona de su izquierda puede ser en la mejilla.
Le sonrío a Alessa al ver que ella también me mira, seguramente pensando lo mismo que yo. Por su lado, Raph termina dándole un beso a la pelirroja para librarse de una vez de la obligación, pero ella obvio que no se lo esperaba y abre los ojos de la sorpresa. No sabía que una persona se podía poner tan roja. Me distraigo por un segundo observando su reacción, al igual que los demás, pero el comentario de Alessa me hace volver a la realidad.
—Ni en los labios, ni en la mejilla, ni en ninguna parte —advierte. Su intransigencia hace que Ralph la abuchee en son de broma, pero a Alessa no le hace nada de gracia.
Entonces me doy cuenta de que me está rechazando indirectamente frente a todos. Claro que eso no se puede quedar así.
—Apoyo eso, nunca se sabe cuántos gérmenes pueden transmitirse a través de un beso, por más que sea en la mejilla —comento—. Quiero evitar contagios.
—¿Qué dijiste? ¿Insinúas que te puedo contagiar de algo?
La pelirroja detiene a Alessa antes de que se pueda terminar de abalanzar sobre mí.
—Está bien, por esta vez lo dejaré pasar, pero si les vuelve a tocar, tendrán que cumplir con su castigo sin excepciones.
Hago un gesto afirmativo con la cabeza solo para quitarme de encima la obligación. Alessa hace lo mismo.
Luego de su advertencia, Nadine me cede el turno. Todos me observan expectantes, pero yo solo pregunto lo primero que se me viene a la cabeza.
—¿Quién creen que sea la persona más inteligente?
Alessa, Raph y yo señalamos a Nadine. Los otros tres; Nadia, Nadine y Ralph señalan a Raph. Como ha sido un empate, ambos deben someterse al castigo. Sonrío maliciosamente al ver que ahora puedo imponerle uno a la persona que inició todo esto.
—Vaya, ahora me encargaré de asignarles un castigo —me trueno los dedos y pienso en algo para molestarlos, hasta que se me ocurre el castigo perfecto—: Ambos tendrán que estar de la mano lo que resta del juego.
Siento que Raph me observa disgustado por el castigo impuesto, pero yo me hago el desentendido evitando mirarlo, sabiendo de antemano lo que me espera. A pesar de que esperaba que mi castigo incomodara a la nueva, parece haber sido, en vez de eso, un premio. Más que dispuesta, observa sonriente a Raph.
—Pero Nadia está a su lado —objeta, dando a entender que la pelirroja está impidiéndole cumplir con lo estipulado, ya que para hacerlo debe sentarse a su costado.
—Pelirroja, si no te molesta...
Le digo la frase a medias esperando que entienda a lo que me refiero. Ella se tarda unos segundos pero termina retirándose e intercambiando su lugar con Nadine. Raph y ella se toman de la mano, y yo me río por la evidente cara de incomodidad de este último.
—Se ven tan adorables juntos —bromeo—. ¿Quién iba a pensarlo de los dos cerebritos del salón?
El grupo entero ríe conmigo, a excepción, por supuesto, de Alessa y su amiga. Y también de Raph.
—Si me disculpan, necesito ir al baño.
El repentino anuncio de Nadia hace que nos quedemos en silencio un momento. Levantándose torpemente, se aleja del grupo con dirección al baño. Ralph la observa como si supiera que algo le pasa, pero antes de que pueda levantarse él también para ir en su búsqueda, les anuncio a todos que deberíamos jugar otra cosa. Apenas Raph escucha eso, él y la nueva se sueltan.
—¿Qué sugieres que juguemos ahora? —me pregunta Nadine.
Observo que Raph mira discretamente el camino por el que la pelirroja se marchó. Ello hace que me distraiga un poco, uniendo las piezas de lo sucedido.
—No sé, ¿tú qué opinas, Raph?
Le hago la pregunta para llamar su atención, y cuando me mira, le indico con la mirada que puede irse sin problemas. Él parece entenderme, porque se levanta de su asiento en ese instante.
—¿Yo? Ahora vuelvo.
Sin decir más, se marcha de la sala.
—¿Qué está pasando aquí? —pregunta Nadine con curiosidad—. ¿Tienen algo esos dos? ¿Son pareja en secreto? Oh, por Dios. ¿Están saliendo o...?
Alessa le coloca una nuez en la boca a Nadine para callarla y que deje de hacer tantas preguntas. Ralph se ríe por esta acción, mientras que Nadine se avergüenza un poco, al darse cuenta de que estaba haciendo muchas preguntas que, en realidad, no le incumbe saber.
—¿Por qué Nadia habría de salir con alguien tan aburrido como Thompson? —comenta Alessa con malicia, como respuesta a las preguntas de la nueva—. De igual manera, si fuera así, yo lo sabría.
—Oye, tu amiga tampoco es la más inteligente de la clase.
Defiendo a Raph de ese comentario tan cruel y a Alessa parece hacerle gracia la seriedad con la que lo hago. Pero, obviamente, nunca se ríe por algo que digo, al menos frente a mí.
—Aún no han dicho qué jugaremos —Nadine se cruza de brazos.
Por un momento reina el silencio mientras pensamos en algo. A mí no se me ocurre nada.
—Ya sé, podemos jugar esto mientras esperamos a Raph y a Valiente, pero debo decir que este juego es solo para gente valiente.
Ralph es quien habla.
—Entonces, Alessa, entenderé si no quieres jugar —le digo a la gruñona.
—Tú cállate —Ella me da un codazo y se dirige a Ralph—. ¿De qué se trata?
—Trata sobre no parpadear. Debes mirar fijamente a tu adversario, y el primero en parpadear será el perdedor.
Tan sencillo como eso. Me aclaro la garganta y dejo entrever que es pan comido. En serio, es lo más fácil del mundo.
—Steph, tú te enfrentarás a Alessa.
—¿Por qué con él? —pregunta ella.
—¿Por qué con ella? —contraataco yo.
Ralph nos observa con una ceja enarcada.
—¿Se tienen miedo o qué?
—Claro que no —afirmamos ella y yo casi a la vez.
Observo a Alessa y trato de alejar cualquier pensamiento irrelevante de mi cabeza. Es solo mirar a una chica a los ojos, no debería ser complicado. Solo que... no es cualquier chica.
—Empiecen, por favor.
Me giro para quedar frente a Alessa. Ella hace lo mismo y quedamos cara a cara. Contrariamente a lo que dije hace un momento, no me resulta nada fácil mirarla a los ojos durante tanto tiempo, incluso vacilo un poco y no hay cuando me decida para empezar. Nadine y Ralph me apremian al ver que me estoy tardando, pero yo sigo sin lograr concentrarme. Finalmente, Alessa se harta de mis dilaciones y sostiene mi rostro con sus manos para que la mire a los ojos.
Está dispuesta a ganarme y no le importa lo que tenga que hacer para conseguirlo.
Esta acción suya sorprende a todos, pero en especial a mí. Estamos muy cerca, más cerca de lo que alguna vez hemos estado. Sus ojos me observan con una expresión neutral y yo trato de hacer lo mismo, queriendo cumplir con el reto de no parpadear. Mientras la observo, no puedo evitar preguntarme si ella se sentirá tan nerviosa como yo en este momento. Si es que mi cercanía le provocará algo, como parece provocarme a mí. No obstante, no tengo tiempo de preguntar. Conozco de antemano su respuesta.
En medio del juego, me quedo tan asombrado y concentrado en contemplar su rostro, que olvido que estamos jugando y, al final, termino parpadeando.
Maldita sea.
—¡Perdiste!
Apenas se oye el veredicto de Ralph, Alessa me suelta con la brusquedad que la caracteriza. Me sonríe victoriosa, jactándose de haber ganado y yo me siento como un idiota por haber perdido en algo tan sencillo.
¿Qué demonios me pasa?
—Me dejé ganar, claro está.
—Sí, claro. —La gruñona no se traga mi mentira.
Luego de eso es el turno de Ralph y Nadine, donde Ralph resulta ganador. Él también se burla de mí por haber perdido, pero yo reitero que me dejé ganar para no quedar mal. Por supuesto, ninguno se lo cree, pero no me importa.
Unos minutos después, cuando Raph y la pelirroja ya han regresado, los padres de Raph y Ralph llegan al departamento con el pastel de cumpleaños y demás bocaditos. Entre los cuatro invitados que somos, ayudamos a acomodar la mesa para que los cumpleañeros puedan sentarse y apagar las velas. Claro que Raph no parece muy entusiasmado con la idea, pero la señora Kat los obliga a colocarse el gorro de cono antes de empezar a cantar. No desaprovecho la oportunidad de sacarles fotos para burlarme más adelante.
Después de que todos degustamos el pastel, el señor Jacob y la señora Kat se dirigen a sus habitaciones para que aprovechemos nuestro "tiempo entre jóvenes" sin ninguna interrupción. Sentados en la sala, todos nos quedamos en silencio un momento pensando qué más podríamos hacer. Mientras cada uno de nosotros idea algo, Raph descruza sus brazos e informa que irá a cambiarse la sudadera que lleva puesta, pues Ralph se encargó de ensuciarla de pastel. Antes de que podamos acordar la siguiente actividad, mi celular vibra en mi bolsillo. Compruebo que es un mensaje de Sabrina indicando que ya está viniendo y preguntando si hay chocolates.
"No, pero te los podría comprar, si quieres."
"Steph, tú siempre tan lindo <3 Ya sabes los que me gustan."
—Iré a comprar, ¿vienen?
—¡Sí! —Nadine es la primera en apuntarse, levantándose de un salto de su asiento. Ralph también acepta. Al principio, Alessa se muestra reacia a ir con nosotros, pero termina uniéndose solo tras asegurar que la reunión está más aburrida que la clase de gimnasia.
—Pelirroja, ¿vienes?
Al escucharme, ella se acomoda sobre el sillón, ignorándome.
—Déjala, yo le traeré algo —informa la gruñona.
Obedezco y camino hacia la salida. Minutos después, los cuatro salimos del departamento dejando a la pelirroja durmiendo y a Raph en su habitación.
***
—Piedra, papel o tijera.
Elijo papel y Nadine elige piedra.
—¡Perdiste! Ahora pagarás por todos —declaro mientras caminamos hacia la tienda más cercana.
—No es justo.
—Claro que sí, eso fue lo que acordamos.
La nueva hace un puchero, mostrándose en desacuerdo con el resultado. Como estoy de buen humor, accedo a jugar nuevamente.
—Está bien, te daré otra oportuni...
—Por mí no te preocupes, Nadine —interfiere la gruñona—. Yo pagaré lo mío.
—Le quitas lo divertido a la vida —la acuso.
Ella, como siempre, me ignora y se adelanta caminando con dirección a la tienda sin esperarnos. Ralph y Nadine se ríen por la cara que pongo al ver que, en verdad, le encanta dejarme con la palabra en la boca y no le importa ni me tiene la mínima consideración. Realmente la actitud de Alessa me provoca mucha curiosidad y me resulta imposible no brindarle mi atención cuando la tengo delante. Es muy gruñona, casi parece no tener emociones positivas. Es cierto que me entretiene meterme con ella, pero también espero en el fondo que su opinión sobre mí mejore, pues sé que actualmente soy la última persona que pondría en su lista de personas favoritas.
—Va a resultarte muy difícil —me dice Ralph, como si me hubiese estado leyendo la mente—. Me parece que te detesta.
—¿De qué hablas? Es mi enemiga.
Me sorprende que incluso Nadine pone cara de que no me cree.
Al igual que Alessa, apresuro el paso para caminar solo y no tener que escuchar sus comentarios. No voy a perder mi tiempo desmintiendo esa absurda insinuación.
Al llegar a la tienda, encuentro a Alessa hablando con un chico desconocido a quien, sorprendentemente le sonríe y parecen estar conversando muy amigables. Me quedo observándolos por pura curiosidad e incluso me froto los ojos, porque no pensé que ella podría sonreírle así a una persona del sexo masculino. Pensaba que le tenía una guerra declarada a los chicos, pero ahora veo que el problema soy yo. Siempre he sido yo.
Debido a que, convenientemente, se encuentran cerca de la caja, intento ignorar la escena y concentrarme en pagar el chocolate de Sabrina y la chatarra que elegí para mí. En cuanto me acerco, el chico con el que ella estaba hablando se calla y me observa. Trato de fingir que no me doy cuenta mientras paso mi tarjeta por el POS y escucho lo que la cajera me dice acerca de una promoción de la tienda, pero el tipo lo hace tan evidente que me desconcentra y me veo en la obligación de devolverle la mirada con mi mejor expresión de "¿qué demonios me ves?". Sin embargo, mi acción no provoca la reacción de intimidación esperada, ya que lo que recibo es una sonrisa arrogante de su parte antes de pasar su brazo por el hombro de Alessa hasta rodearla.
Parece pensar que lo que hace me molesta, cuando claramente no es así. De hecho, no es necesario que yo haga algo ante tal movimiento. Alessa odia las muestras de cariño, de seguro en este momento lo aparta de un empujón. Me rio imaginando la cara que pondrá al ser rechazado.
Para mi sorpresa, eso no sucede. Alessa no hace el mínimo intento por apartarlo, al contrario, se empieza a reír cuando el tipo empieza a decirle cosas al oído. ¿Quién se supone que es él que puede acercarse a ella sin temor a ser hecho picadillo?
Le echo una mirada desafiante sin poder evitarlo.
—Sí, definitivamente va a resultarte difícil —afirma Ralph, que está detrás de mí en la cola esperando para poder pagar, mientras apoya su brazo en mi hombro, mirando en dirección de ambos.
Aparto mi hombro y dejo su brazo en el aire. Nadine se burla de él, o de mí, en realidad no lo sé.
Ralph está completamente equivocado.
No es como que ella me interese de esa manera. No podría ser tan masoquista.
•••
No sé ustedes, pero yo no le creo, jsjsjs.
¿Quién será la persona que estaba con Ale? La respuesta es súper sencilla. ;)
A todo esto, ¡feliz Año Nuevo atrasado! <3 No me odien, no he dejado abandonada la historia, solo ando mega ocupada con el trabajo y la universidad, aun así, prometo retomar esta historia. :D
Espero que no se hayan olvidado de Ale y Stephen, ni de mí :c (aunque no los culparía xd).
Nos leemos en el siguiente capítulo. ^^
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top