17 | La charla del primer beso
De milagro, Boward no se aparece en mi trabajo en todo el día con la intención de ponerme en aprietos de nuevo o crear alguna situación indeseada. Sin embargo, a pesar de que no ha venido hoy, eso no quita que no me haya dejado trabajar en paz aun si presentarse físicamente con su molesta sonrisa e inusual aura bromista.
La incertidumbre por no saber si es que se le iba a ocurrir presentarse o no, me imposibilitó de estar tranquila durante todo mi horario. No hubo un momento en que no mirara a mi alrededor para cerciorarme de que no estaba cerca, es que es increíble. Tanta fue mi distracción que en más de una ocasión, mis compañeras de trabajo, en especial Mary, me preguntaron si es que algo pasaba conmigo o si estaba esperando a alguien. Quise exclamar que sí a lo primero, que todo se debía a cierta persona a la que erróneamente han tildado de "ángel" cuando en realidad es todo lo contrario, porque nunca se cansa de fastidiarme y provocarme; quise exponerles lo que pienso de él para hacerles reconsiderar su opinión sobre alguien que no conocen.
Al final, me contuve.
Sigo pensando que lo mejor es que no sepan nada. Quejarme sobre Boward solo significaría una cosa a oídos de ellas, serían capaces de pedirme que las presente ante él como si tuviéramos la confianza suficiente para hacerlo, ello es motivo suficiente para obligarme a responder negativamente y continuar con mi trabajo.
Estando a unos minutos de acabar mi turno, veo a Quentin acercarse hacia donde estoy. Lo saludo moviendo mis labios sin emitir ningún ruido para que Saw, si es que se le ocurre venir por aquí, no tergiverse nada y diga que estoy holgazaneando. Ella es tan odiosa, que una simple conversación en horario de trabajo supondría una amonestación. Claro, teniendo ahora dos strikes, no me conviene ganarme otro más o me uniré al porcentaje de gente desempleada del país.
Si pierdo el trabajo por algo tan absurdo, iré a tirarme de la Aguja Espacial.
Con disimulo, Quentin le echa una rápida mirada a Lia, que le sonríe desde su posición, pero evita distraerse, ya que está atendiendo a unos clientes en la caja. Mi amigo finge estar revisando unos productos de los estantes, como decidiéndose cuál comprar, y todo para poder observar a su chica desde el mejor ángulo. No pienso quedarme a sujetarles las velas en caso de que decidan irse juntos, por lo que planeo escaparme de ellos sin decir nada. De todos modos, no creo que Quentin, estando tan embobado como lo veo, llegue a notarlo.
Reviso mi reloj deseando que los minutos pasen más rápido. He estado de pie desde que mi turno comenzó, necesito sentarme, por lo menos, cinco minutos. O toda una vida.
Apenas el reloj marca las 7 de la noche, me dirijo hacia el vestidor para quitarme el uniforme y salir. Como sea, mis ganas de sentarme pueden esperar, porque no me pienso quedar más tiempo aquí. Después de arreglarme y recoger mis cosas, marco mi hora de salida y camino por el pasillo lista para marcharme. No obstante, alguien frustra mi plan de escabullirme sin ser notada.
—Ale, ¿por qué ya no nos esperas para irnos juntas? —pregunta Kate, que sale de los vestidores detrás de mí, acompañada de las demás chicas. Entre ellas, Lia.
—Ah, es que...
No puedo idear un mentira en los pocos segundos que me permiten explicarme, pues no contaba con que me iban a notar.
—¿Es por Mary? —intercede Lia.
—No, solo estoy cansada.
Del trabajo.
De la escuela.
De la vida.
De todo.
—Pero hoy saldremos a celebrar que Lia por fin está saliendo con alguien.
—Y no con cualquiera, al final de cuentas resultó ser tu hermanito —añade Jane—. Anda, vamos.
Como me tomo unos segundos buscando una manera amable de rechazar la oferta, Mary me toma de los hombros y con las demás me conduce a las afueras del centro comercial sin darme tiempo a negarme. Quentin me sonríe a manera de saludo en cuanto me ve y no falta mucho para que Lia y él estén comiéndose la boca delante de todas.
Evito poner cara de sorpresa, a pesar de que eso no me lo esperaba. ¿Dónde quedó lo de ir de a pocos, eh? Ruedo los ojos negando con la cabeza.
—¿Qué tal si vamos al cine?
La propuesta es lanzada por Kate para evitar la incomodidad que nos ronda al ser claramente las que sobramos.
—Antes podríamos ir a comer todos juntos —sugiere Jane.
Me mantengo en silencio mientras se lo piensan.
—¡Sí! —grita Mary finalmente, más emocionada que la nueva pareja en cuestión—. ¿Qué dices, Ale?
—Me parece fantástico —ironizo. Desafortunadamente, nadie lo nota.
—Yo pago por todos.
Mis compañeras acceden de inmediato, soltando grititos como si fueran niñas pequeñas.
—¿Tú de dónde tienes dinero? —interrogo a Quentin en voz baja, apartándolo a un lado mientras las chicas proponen restaurantes a los que podríamos ir a cenar.
—Mis padres me adelantaron la mesada.
—¿Estás mal de la cabeza? No puedes gastarte todo el dinero en nosotras por una absurda celebración.
—No seas amargada y disfruta conmigo de esta reunión tan importante para mí, ¿sí? —pide, presionando con sus dos dedos índices cada lado de mis mejillas para obligarme a sonreír.
Me aparto dando un paso hacia atrás.
—Que conste que te lo advertí, si va a haber comida gratis puedo hacer una excepción.
Quentin sonríe y volvemos al grupo con las demás.
Durante el tiempo que esperamos para que nos atiendan, estando ya sentados en una mesa del restaurante elegido, me dedico a observar mi celular para mantenerme al margen del juego de confesiones que convienen en jugar. Me apetece muy poco integrarme.
Reviso mis redes sociales, intentando encontrar algo que llame mi atención y me distraiga. Nada parece funcionar.
O eso pienso hasta que...
"¿Está Stephen Boward saliendo con alguien?"
Al mismo estilo de Dispatch, solo que en este caso no se trata de una celebridad, la publicación en el grupo de la escuela está acompañada de algunas fotos en las que se ve a Boward caminando de espaldas con una chica. Cosas como el posible rostro de ella y la cercanía que guardan ambos son tema de conversación en la descripción del sugestivo post, que leo solamente para tener una excusa y no estar tomando atención a lo que conversan en la mesa.
Traigo a mi mente el recuerdo de mi casual encuentro con Boward y aquella chica fuera de la cafetería, luego de mi reunión con Williams. Si bien, él dijo que no estaba saliendo con nadie, no podría asegurar que eso sea cierto.
Me tomo la molestia de leer los comentarios y me encuentro con puras inmaduras quejándose de que alguien tenga la oportunidad de tener toda la atención de Boward, diciendo que se sienten traicionadas, casi dando a entender que consideran a Stephen como de su propiedad. Absurdo. Otras más sensatas mencionan que la noticia podría no ser cierta, y que la chica podría tratarse de un familiar suyo.
En ese momento recuerdo las palabras de Boward cuando intentó decirme que la tal «Bon Bon», o como sea que la llamó, no era quién yo creía. Probablemente sea cierto y ella sea su hermana.
—¿Y tú Ale? —Estoy tan concentrada en el tema de conversación del post que ni siquiera sé a qué viene la pregunta.
—¿Yo qué?
—¿Irías a una cita a ciegas?
—Afortunadamente, la vista me va perfectamente bien.
Todos ríen. No entiendo el motivo, no he dicho ningún chiste.
—Eres tan graciosa —comenta Kate entre risas.
No presto mucha atención porque sigo leyendo comentarios.
—¿Qué te tiene tan distraída? —Aparto la pantalla de mi celular cuando Mary intenta husmear en lo que estoy viendo.
—Nada.
Apago la pantalla de inmediato para evitar que vea tan siquiera que se trata de un post sobre su "Ángel Desterrado".
—Ale, ¿qué te sucede? Estás más fría de lo normal. —Se queja ella cuando la voy arrimando poco a poco de regreso hacia su sitio—. ¿Hicimos algo que te molestó?
—No.
—Entonces habla con nosotros, no has dejado de mirar el celular desde que llegamos.
Ruedo los ojos.
—Está bien.
—Te decíamos, ¿irías a una cita a ciegas?
¿Cómo es que llegaron a ese tema de conversación si empezaron hablando de los platillos que ofrece este restaurante?
—No —puntualizo.
—¿Por qué no?
—Simple —declaro sin titubeos—; no me interesa conocer ni salir con nadie.
Hay un breve silencio que se rompe cuando el bobo enamorado —quiero decir, Quentin— comienza a hablar.
—Te estás guardando para S...
¡Cómo se atreva a mencionarlo!
Le doy un pisotón por debajo de la mesa para que cierre la boca.
—¿Dijiste algo, Quen? —cuestiona Lia, un poco confundida.
—Decía que se está guardando para es...perar al indicado, a eso me refería.
—Claro, pero no le haría daño experimentar.
Como si quisiera hacerlo.
—¿Todas aquí ya dieron su primer beso? —pregunta Jane de pronto para ahondar más en el tema.
Pienso que no es necesario ser tan inteligente para darse cuenta de mi inexperiencia. Es tan evidente la respuesta que me evito la molestia de responder y dejo que ellas hablen primero.
—¡Por supuesto! Mi primer beso fue a los catorce años.
—¡El mío también! —Se emociona Jane chocando sus palmas con las de Kate.
Mary duda un poco antes de responder la pregunta, pues se muestra algo tímida, pero termina diciendo solamente que sí tuvo su primer beso cuando estaba en primaria, sin dar mayor detalle. Admito que esa repentina timidez me sorprende.
—Yo también —se une Lia al escucharla—, cuando tenía siete u ocho años en un juego que hicimos entre mis compañeros y yo. Fue horrible y nada memorable.
—A partir de ahora, me encargaré de que todos sean memorables —recita Quentin dándole un corto y rápido beso que hace que mis otras compañeras del trabajo empiecen a soltar los típicos «aww» y a hacerles la seña del corazón.
Dios, ¿desde cuando Quentin se volvió tan cursi?
—Solo faltas tú, Ale.
Me tomo un segundo para pensar en si es que un beso robado que un mocoso me dio en la mejilla cuando tenía cinco años cuenta como el tipo de primer beso que se menciona en situaciones como estas. Supongo que no, todas han mencionado experiencias que incluyen roce de labios y no pienso contar esa historia tan absurda e infantil.
—No —respondo.
—Ahora tengo mucha curiosidad por saber quién será el afortunado. —Al comentario de Lia se suman las risas y los "yo también" de los demás, que al parecer no tienen mejor cosa que hacer que andar interesándose por vidas ajenas.
Vuelvo a rodar los ojos, sacando nuevamente mi celular para distraerme.
Al desbloquear la pantalla lo primero que aparece es el rostro de Boward que forma parte de las imágenes del post que estaba leyendo. De inmediato deslizo la pantalla para no ver su molesta cara. Suficiente con tener que cruzarme con él todos los días en las mañanas.
Un rato después llegan con nuestras órdenes. Por mi parte disfruto de la comida en silencio, mientras que los demás en la mesa siguen hablando y riendo entre ellos. En ocasiones intentan integrarme a la conversación, pero me muestro tan reacia y puntual en mis respuestas hasta que dejan de hacerlo. Definitivamente soy la aguafiestas del grupo.
Terminada la comida salimos del recinto. Yo, enfocada en mi celular; los demás, comentando sobre la comida y preguntando la próxima vez que nos reuniremos. Asiento cada vez que me piden mi opinión solo porque sé que si me niego me pedirán una explicación o motivo y no tengo ganas de dar ninguno.
Estando ya en el paradero, cada quien se va por su lado hasta que solo quedamos Quentin, Lia y yo.
—Alessy, lo siento. —Se disculpa Quentin de pronto y no entiendo el porqué—. Debo llevar a Lia a su casa.
Oh, por eso era.
—No tienes por qué explicarme, puedo irme en bus.
No me molesta su decisión, de hecho, comprendo bien sus motivos e incluso es mucho mejor para mí regresar en un bus donde puedo ir cómodamente sentada escuchando música, que en su moto donde tengo que sostenerme de él para no caerme.
—Prometo que te recompensaré.
—Ve con cuidado, Ale —Lia se pone el casco que normalmente uso yo y se acomoda detrás de Quentin—. Nos vemos mañana en el trabajo.
Hago un amago de despedida con la mano hasta que se marchan.
* * *
El anuncio de las Olimpiadas Matemáticas ocupa casi toda la fachada de la escuela y es lo primero que mis ojos captan al acercarme. A un lado, el afiche del Campeonato de Lacrosse y la presentación de mi equipo de porristas apenas es visible, dejando en claro las preferencias y poca imparcialidad del centro educativo.
—Qué injusto —expreso mi desaprobación en voz alta mientras camino hacia la entrada de la escuela.
—Pienso lo mismo —concuerda alguien aproximándose para igualar mi paso—. Nos dejan de lado como siempre.
Es Boward.
Él va a participar en el juego de Lacrosse del día de mañana y le tengo preparada la primera parte de mi venganza para cuando dé el discurso de presentación. Por ello, lo observo con malicia.
—Dios, ¿qué fue esa mirada? —se pregunta y yo me alejo, con ganas de reírme por su reacción—. Me dio escalofríos.
No respondo a su comentario y sigo avanzando hasta llegar al salón. Él acomoda sus cosas en el asiento de mi derecha y luego se dirige hacia donde está Sabrina, retocando su maquillaje mientras se mira al espejo. Yo me mantengo en mi lugar hasta que llega el profesor y empieza la primera clase del día. En toda la lección, Boward se mantiene atento y participativo. Pero claro, lo hace cada vez que yo participo primero, como si estuviera compitiendo conmigo para ver quién es el mejor.
Lo cual es un poco innecesario porque él está en el segundo puesto de la clase, mientras que yo voy en el sexto. He mejorado mucho, ya me falta poco para alcanzarlo y superarlo.
Solo cuando suena el timbre del receso me permito recostarme y descansar un poco la vista. Unos minutos después me levanto para estirarme, encontrando a Nadia de pie frente al mural en el que informan de los próximos eventos que se van a llevar a cabo en nuestra escuela. Sigo su mirada comprobando que tiene toda su atención centrada en aquel que habla de las Olimpiadas Matemáticas al que irá acompañada de Thompson.
—Así que la roca con cerebro y tú van a irse juntos —digo acercándome y, con intenciones de molestarla, agrego—: Tú no te rindes, ¿eh?
—Sabes bien que no fue mi idea —contraataca—. Además, no soy la única que no se rinde. ¿O acaso Stephen ya se rindió contigo?
Aquel comentario se lleva consigo mi buen humor, trayéndome recuerdos del ya mencionado.
—Ah, no me hables de ese tarado. Aún no acepta ser mi esclavo, resultó muy digno el muy idiota —expreso, disgustada por no haber logrado mi objetivo—. Tampoco me ha devuelto la pulsera que me quitó, resulta que ahora es él quien la usa en todo momento como si fuera de su propiedad.
Nadia me escucha en silencio sin saber muy bien qué opinar de todo. Sé que desde el principio no estuvo de acuerdo con mis acciones en contra de Boward, pero es demasiado tarde como para dar marcha atrás.
—Tal vez esté planeando algo.
—No sería el único. ¿Ya te dije lo que pienso decir en mi discurso de presentación del equipo?
—Ale, no lo hagas —pide ella, casi susurrando, consciente de que ello puede terminar muy mal. Incluso yo lo sé, pero creo que vale la pena el intento a menos que Boward me devuelva mi pulsera el día de hoy, lo cual es poco probable.
Si bien no está en contra de Boward, tampoco se muestra muy dispuesta a participar en mi venganza. Entonces recuerdo lo que encontré anoche mientras hojeaba el diario de Stephen, un dibujo extraño y un poco cursi, el cual imprimí para poder enseñárselo a ella y que me diera su opinión. Fiel a su personalidad de vez en cuando torpe, ella fija sus ojos en la parte posterior de la hoja. Le indico entonces que es en el reverso.
—¿Ya lo viste? Desde niño era cursi.
Ella me lo extiende de regreso.
—Es muy tierno —expresa ella, con una expresión como si acabara de ver una obra de arte, en vez de un dibujo infantil.
—Por Dios, Nadia, eres desesperantemente benévola —me horrorizo al ver que ve todo desde una perspectiva positiva—. Pero no importa, al menos, estás de mi lado.
—Claro, somos mejores amigas.
Hace un amago de darme un abrazo con claras intenciones de molestarme, por lo que coloco un dedo en su frente para apartarla.
—Ya, no empieces con sentimentalismos.
Ella se ríe por mi brusquedad. Yo hago lo mismo. En ese momento, se anuncia del fin del receso y cada una regresa a su sitio.
* * *
Llega el tan esperado día del Campeonato de Lacrosse junto a la presentación de animadoras, es decir, mi equipo. Hoy no hay clases y todos los alumnos están dispersos por los salones y pasillos de la escuela esperando que empiece el evento para poder espectar el juego de hoy. Midtown se enfrenta a una escuela rival vecina con la que no nos llevamos tan bien, y es muy importante para nosotros ganar a como dé lugar. Mi equipo se encarga de hacer barras y animar a nuestros jugadores representantes. Todo bien hasta ahí, pero eso también incluye a cierto castaño insoportable.
Ya con el uniforme puesto, me dirijo hacia el gimnasio de la escuela. Antes de salir al campo de juego donde tendremos que hacer nuestra presentación y barras para el equipo que representa nuestra escuela, las demás porristas y yo convenimos en hacer un calentamiento antes de un último ensayo para que todo quede perfecto. Sidney, tan diligente como siempre, lidera el grupo, haciendo ejercicios delante de nosotras para que todas la sigamos, pero yo me alejo un poco para practicar el split frontal sin interrumpir a las demás.
Antes de eso, hago un par de sentadillas para preparar de antemano los músculos de mis piernas y no lastimarme al estirarlos. En el proceso, escucho que alguien se aproxima por el lado contrario a donde estamos.
—Uff. —Esa persona suelta un silbido, ocasionando que me gire al instante con cierto recelo—. Había olvidado lo bien que te queda el uniforme de porrista.
Solo una persona arriesgaría su vida al soltar ese comentario frente a mí: Stephen Boward.
•••
Oh. Por. Dios.
Sí, está sucediendo.
¡Michi está de vuelta! Comeback oficial hoy 25/05/2022.
Sé que ha pasado bastante tiempo desde que actualicé esta historia y voy a resumirles el porqué: empecé a trabajar mientras estudiaba. Puede sonar sencillo, pero ambas tareas consumían mi tiempo por completo. La situación no fue fácil, sin embargo, ahora ando de vacaciones de la universidad (aunque sigo trabajando), así que, sabiendo que son muchas las personitas que quieren seguir leyendo esta historia, sumado a que yo también extrañaba actualizar, aquí tienen el capítulo 17 de esta historia.
Se me hizo un poco extenso, por lo que decidí continuar lo que sigue en el siguiente capítulo (que también ya estoy escribiendo).
¡Denle mucho amor y la bienvenida a este capítulo votando y comentando!
Saludos, Michi.
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