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Corría con todas sus fuerzas, sentía como las ramas de los arboles arañaban su piel, pero no perdía tiempo en preocuparse por eso, tropezaba en su carrera y se levantaba aun mas apabullada y llena de hematomas y raspones, pero no podía detenerse, tenía que seguir corriendo. No importaba que el costado le doliera de la agitación y que sus piernas temblaran como gelatina, no podía, no debía detenerse.

Sus ojos le ardía y sentía la garganta cerrada y seca, tanto que dolía, su respiración era tan agitada como irregular, apenas conseguía proporcionarle oxigeno a los pulmones, la agitación daba paso a el dolor y el ardor en su pecho.

No sabía cuánto tiempo llevaba corriendo, pero las fuerzas le abandonaban, podía sentir a alguien siguiendo sus pasos, casi la alcanzaba. Tembló ante el panorama de darse por vencida, pero no podía hacerlo, no debía darse por vencida, tenía mucho por que vivir, mucho a que aferrarse.

Dejo de correr cuando estaba delante del rio, giro su rostro acorralada y vio a sus perseguidores, pero todos eran solo marchas negras ante sus ojos, solo era capaz de ver mascaras y un rostro al descubierto, ese rostro mirándola con burla, clavando sus ojos en ella como puñales, sabía que era su fin.

Salto entonces a las gélidas aguas, abandonándose a la muerte, sin miedo, con el valor que le quedaba ella misma estaba decidiendo su manera de morir. Las aguas revueltas la arrastraron, el agua entraba a sus pulmones causándole una tortura, después un golpe en seco y una oscuridad tragándola.

Pero su sueño no se detuvo imágenes llegaban y se iban, un castillo estaba en sus recuerdos, un andén y el expreso, rostros familiares, una familia de pelirrojos, un anciano de un rostro amable y lente de media luna, una gata sobre un escritorio en lo que parecía ser un salón de clases, un hombre enorme con una crecida barba ofreciéndole galletas.

Todo giraba a su alrededor  tan aprisa que se sentía mareada, pero no cerró los ojos, seguían llegando mas y mas recuerdos; dos adultos de rostros afables una mujer con el mismo color de ojos que ella y acompaña de un hombre con su mismo cabello la acompañaban, una lechuza blanca ante ella entregándole regalos, un gato de un extraño color, una enorme biblioteca, el lago negro, Harry montando su escoba, Ron comiendo como troglodita en el gran comedor, y entre todas esas imágenes un jovencito rubio de ojos grises llamándola "sangre sucia".

No se detuvo ese collage de imágenes, recordó la guerra, la sangre, las muertes, sus propios gritos al ser torturada, las lagrimas de todos, las suyas propias, una última batalla y al final se sintió caer en un abismo y despertó sobresaltas.

Su corazón latía con fuerza, tenía la pijama empapada de sudor frio y la boca seca y amarga como si el sabor de esas penas se hubiera quedado atorado en su garganta. Su cabeza le dolía con fuerza, y la herida en su nuca le escocía.  

Agitada y alterada como estaba atino a tomar su varita que había guardado celosamente en el cajo de su cómoda se desapareció de su apartamento con dirección desconocida, solo protegida por la bata.

El timbre de una puerta sonó fuerte quebrantando la tranquilidad de la noche, era demasiado tarde para visitas o quizás demasiado temprano para ello, dependiendo por donde lo vieras, pero eso no era en esos momentos algo demasiado relevante.

Cerrando su bata se encamino escaleras abajo aun adormilado, se golpeo los dedos de su pie con la pata de una mesa y maldijo por lo bajo, estaba lo suficiente molesto por ser interrumpido a esas horas tan impropias,  pero debía ser algo urgente considerando que no apartaban el dedo del timbre y eso le estaba destrozando los oídos.

Encendió las luces antes de abrir la puerta y apenas lo hizo le saltaron encina derribándolo. Solo eso lo hizo espabilar por completo al encontrarse tendido en el piso con el cuerpo de una mujer sobre él, ahorcándolo por lo fuerte con lo que se aferraba con sus brazos al cuello, de no soltarse no podría seguir respirando.

-¿Qué? -Exclamo con sobresalto

Su sorpresa fue mayúscula cuando vio el cabello enmarañado y despeinado de una chica vestida con un pijama rosado, descalza y con una bata sin anudar.

Sobre el tenia a Hermione temblando aferrada a su cuello escondiendo su rostro en su pecho, sabia que lloraba por la humedad en su ropa. Como pudo se enderezo aun con sus brazos enredados aferrados con fuerza a él.

-¿Qué ocurre Hermione? -Le pregunto suavemente levantándose del piso y cargándola con extrema facilidad.

Pero como toda respuesta escuchaba solo sollozos, la acomodo en un sillón, con delicadeza busco su rostro para ver sus ojos y los encontró. Comprendió todo cuando sus ojos verdes chocaron con los color caramelo, ella sonreía y sus ojos brillaban de nuevo con esa lucidez que había perdido por tanto tiempo.

-¡Oh Harry ya recuerdo! -Dijo emocionada con la voz quebrada por las lagrimas.

Una sonrisa se extendió por el rostro del pelinegro y la estrecho en sus brazos lleno de felicidad.

Platicaron largamente sobre su recién recuperada memoria, fue difícil contarle de su secuestro y la persecución que termino con ella siendo tragada por las aguas de un embravecido rio.

Un poco de te acompaño esa charla y cuando los bostezos y el cansancio les estaban venciendo Harry la acompaño a la habitación en esa enorme casa que había pertenecido en el pasado a Sirius Black.

-Espero que estés cómoda.

-Gracias Harry.

-No tienes nada que agradecer. -dijo sonriente.

-Por el contrario, tengo mucho porque darte las gracias. -Se inclino para abrazarlo y beso su mejilla, haciendo que los colores subieran al rostro del chico. -Es por ti que vuelvo a ser la misma.

La cercanía de Hermione lo estaba descontrolando, no ayudaba mucho sentir sus suaves y cálidos labios contra su mejilla, la estrecho con más fuerza en esa urgencia de sentirla, era imposible dominar sus sentimientos, la quería con todas sus fuerzas.

Esos años sin tenerla a su lado, sin saber cómo se encontraba le habían hecho darse cuenta que era mucho más que su mejor amiga, ahora tenía la certeza absoluta de que estaba enamorado de Hermione.

Sus manos sudaban de ansiedad y su corazón amenazaban con salirse de su pecho, esa calidez que transmitía el cuerpo de la castaña lo hacía vibrar de pies a cabeza, tuvo que hacer uso de su fuerza de voluntad para liberarla de sus brazos y no cometer una imprudencia, sabía que tenía que darle tiempo, mas adelante le hablaría de sus sentimientos, por ahora necesitaba descansar.

No podía ser más feliz, Hermione estaba rodeada de todos sus amigos, su fiesta de bienvenida era estupenda por el simple hecho de que sus recuerdos habían retornado a su mente.

Fueron muchos años de vivir a medias, sin saber quién era realmente, y ahora se sentía completa después de armar todo el rompecabezas de su vida, tenia presente a la anciana que la había adoptado como su nieta, no quería olvidarla, le debía su vida y el no haberse dado por vencida.

-Estás segura.

-Si Harry cuanto antes hable con mis padres será mejor, sé que no me recuerdan pero aun así ya es tiempo de que regresen. Además muero por verlos de nuevo.

Hermione esperaba ver llegar a Draco, pero las horas pasaron y el no se presento, se sintió decepcionada pero trato de no pensar mucho en ello, recordando que a pesar de haberlo perdonado, no eran amigos, quizás era mejor asi para todos.

Lo que no sabía la castaña era que la operación de Narcisa se había adelantado y en esos momentos era preparada para llevarla al quirófano.

Una lechuza entro por la ventana abierta con un mensaje para Hermione.

Hermione Granger:

Mi madre pregunta por ti, será operada en media hora.

Draco Malfoy.

En cuanto leyó la carta se levanto apresurada de su asiento.

-Tengo que irme.

-Porque. -Pregunto Ginny y Harry a la vez.

-Le realizaran una cirugía muy delicada a la señora Malfoy  y prometí estar presente.

-Te acompaño. -Se ofreció el pelinegro.

-No es necesario, además estaría mejor que te quedaron con los demás.

-Está bien. -Acepto a regañadientes.

La pelirroja miraba a Harry con un poco de tristeza al ver la manera en que este se desvivía por complacer a Hermione, para sus ojos ese amor que  sentía había sido evidente siempre, no era nada nuevo y aun así resultaba doloroso. No podía culpar a nadie por su desilusión amoroso, en los sentimientos no se manda y ella siempre supo que la quería mucho antes de que Potter fuera capaz de reconocer sus propios sentimientos.

No tardo en llegar al hospital, por petición de Narcisa la dejaron entrar como asistente de enfermería.

-Gracias. -Le dijo la Señora Malfoy al tenerla a su lado.

Hermione le sonrio con dulzura. -Le prometi estar a presente.

-Abusando de tu bondad puedo pedirte un gran favor.

-El que quieras.

-Si llego a morir...

-No diga eso.

-Cabe la posibilidad y créeme Hermione que no temo a morir, solo temo dejar solo a mi hijo, por eso te pido que lo ayudes.

-¿Ayudarlo como?

-No tiene amigos, estaría tranquila de saber que si yo llego a faltarle tendrá al menos una amiga.

-Ya somos amigos, no debe preocuparse por otra cosa que no sea recuperarse pronto.

Narcisa le sonrió con gratitud antes de ser dormida para inicial con la cirugía.

Habían pasado varias horas, Draco estaba en la sala de espera con la cabeza hundida entre sus manos, estaba desesperado por saber cómo se encontraba su madre. Alguien le toco el hombro haciéndolo sobresaltar.

-Deberías descansar un poco.

El rubio no pudo disimular la sorpresa al ver al grupo de personas que habían llegado. Frente a él estaba Harry, Ginny, Luna y Ron.

Ginny sonrió y se sentó a su lado. -Hermione nos conto de tu madre.

-Y a que han venido. -Dijo a la defensiva pensando en que se burlarían de su desgracia.

-Tranquilo. -Contesto seco Harry. -Tu madre me ayudo en el pasado y hemos venido a ver como se encuentra.

Levanto la ceja con incredulidad, como era posible que precisamente ellos mostraran preocupación por la salud de su madre.

-Gracias por venir. -Le dijo luego de no saber que mas decir.

Luna sonrió y se sentó al otro lado del rubio dándole un par de palmaditas en la espalda intentando tranquilizar sus inquietudes. El único que se mantenía alejado era el pelirrojo, quizás para Ron era mas difícil estar ahí, por todo lo pasado, pero a pesar de todo se encontraba presente para apoyar a sus demás amigos.

Draco tenía que admitir que admiraba a esos ex Gryffindor y a la alocada Lovegood que a pesar de todo y sin importar nada, podían mostrar empatía por alguien como él.

-Te aseguro que no has comido nada, ¿Si quieres te acompaño a la cafetería del Hospital? Debes comer algo. -Le pidió la pelirroja.

-No tengo hambre.

-Pues yo si, así que acompáñame, los chicos se quedaran aquí y cualquier cosa nos avisara. -dijo con voz autoritaria sin dejarlo replicar de nuevo.

Harry y Ron aguantaron la risa de ver la manera en que Ginny llevaba a comer a un contrariado Malfoy.

Un par de horas mas y a la sala de espera llegaron el médico y tras de él, una sonriente castaña vestida con el uniforme de enfermera. Las noticias eran excelentes.

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