El Secuentro

Corría con desesperación, el aire le comenzaba a faltar pero no podía parar tenía que seguir corriendo por su vida. Sus pies se movían automáticamente, sin rumbo fijo, solo sabía que tenía que escapar, no le importaba a donde.

El asfalto le lastimaba las plantas de los pies con cada paso, tenia rato que se había descalzado, ¿Cómo correr con tacones altos? No lo pensó dos veces, con desesperación se las quito y emprendió carrera con las zapatillas en la mano, no tenia opciones, no podía parar, porque la seguían y estaban cada vez más cerca.

El estomago le dolía por el esfuerzo y sudaba copiosamente, era un sudor frio impregnado de pánico. Podía escuchar el latido de su corazón retumbar hasta sus oídos y su garganta seca, jadeaba tratando de llevar aire a sus pulmones, pero cada vez le causaba más dificultad. Sin poder resistir mas recargo su espalda en la pared de un callejón y con rapidez sopeso sus opciones.

Agazapada dentro de un contenedor de basura, se quedo inmóvil, tratando de controlar su respiración y no hacer ningún ruido, para no ser descubierta. Los escucho pasar de largo, las pisadas fuertes y ruidosas le daban a entender que eran varios, demasiados para ella sola y mas sin tener la manera de defenderse.

El olor era insoportable, rodeada de basura y comida descompuesta, no le importo arruinar ya por completo su vestido, pero como preocuparse por esas banalidades en una situación como esa. Tenía la adrenalina al tope en su sistema, todos sus sentidos estaban alerta, a la espera del menor ruido para salir de nuevo corriendo de ser necesario.

Cuando escucho los pasos alejarse abrió con cuidado la tapa de contenedor, salió con cuidado para evitar hacer cualquier ruido. Tuvo que saltar una maya de alambre para saliera de aquel oscuro callejón por la parte trasera, temiendo que la vieran si salía por donde había entrado.

Su vestido estaba ya hecho girones, olía asqueroso y sus zapatillas habían terminado en el fondo de la basura.

Aun cuando ya no se escuchaban los pasos siguiéndola de cerca, así como las voces, no perdió tiempo y siguió corriendo hacia la salida de aquel pueblo, el asfalto había quedado atrás hacia varias calles a sus espaldas, ahora el camino era de pura terracería, las filosas piedras se le clavaban en los pies haciéndola sangrar, pero eso no la iba a detener, aun no estaba a salvo.

Si tan solo tuviera su varita, pensaba con agobio, pero no era así, estaba sola y desprotegida con mortífagos siguiéndole los pasos. Prefirió salirse del camino, así seria mas difícil que dieran con ella, pero fuera de la seguridad del sendero el lugar se volvía mas inhóspito, lleno de vegetación. Escucho a lo lejos el correr de agua, pensó de inmediato que necesitaba que perdieran su rastro era la única forma de despistarlos lo suficiente para tener una oportunidad de salir viva.

Sus piernas ya estaban acalambradas de tanto correr, al pasar a toda prisa entre los arboles le había provocado varios raspones, había resbalado un par de veces, por lo que sus rodillas estaba heridas. Estaba dejando un rastro muy evidente de sangre por donde pasaba, sus pies lastimados sangraban también, por lo que esperaba pronto llegar al rio, de otra manera pronto darían con ella, y eso significaba su fin.

Estaba a solo un metro de llegar a la orilla de un ancho rio cuando escucho a sus espaldas los gritos avisando que la habían encontrado, estaba perdida, podía jurar que su corazón se detuvo en ese instante.

Giro con terror para ver a sus perseguidores, todos vestidos de negro con sus caras cubiertas por mascaras estaban a pocos metros. Uno se atrevió a mostrar su rostro, deseaba que viera la satisfacción gravada en su rostro al saberla acorralada.

La chica enmudeció al verlo, lo creía muerto, ahogo un grito con su mano, se sabía perdida, estaba en sus manos y sabia cual sería su suerte, si tan solo tuviera su varita, pensó de nuevo, pero ya era tarde y su suerte se había acabado ¿Oh no?

Con ese último pensamiento giro su rostro de nuevo y vio el rio, su corriente embravecida de agua helada, ¿Qué tan profundo seria? Ella nunca fue muy buena nadadora y a juzgar por la apariencia adentrarse en esas gélidas aguas era una sentencia de muerte ¿Pero ahora porque se preocupaba? Si de cualquier forma moriría.

Ese fue el punto decisivo, era definitivo que esa noche moriría, fuera cual fuera la decisión que tomara el desenlace seria el mismo.

Fijo sus ojos caramelo en el rostro del mortio que se acercaba con una sonrisa arrogante, sus ojos negros como la misma noche eran temibles, estaban hechos de puro odio, dio un par de pasos para acercarse a ella e hizo una mueca de asco al ver el estado en el que estaba. Los demás solo esperaban a sus espaldas con varita en mano, por la orden final.

Pero la chica ya había tomado una determinación.

Moriría sí, pero al menos ella tomaría esa última decisión, la forma de morir la elegiría ella. Lo miro directo a los ojos alejando el miedo que había sentido y con dignidad se irguió levantando la barbilla en señal de desafío, en sus pupilas se podía leer la determinación, porque aun en el último minuto era su elección entregarse a la muerte a su manera.

Quien viera el rostro de aquella mujer sin prestar atención a su vestimenta podría decir que el orgullo que destilaba aquella postura era propio de la realeza, de alguien poderoso que no teme a nada, su vista altiva y serena libre de temor, mostraba valor y orgullo.

Esa actitud en la chica desespero al mortio que se acerco un paso mas con el ceño fruncido, pensando en cual era la razón por la que esa mujer aun estando acorralada y a su merced, se mostrara altanera y soberbia, como si supiera algo que él desconocía.

Lo comprendió un minuto después cuando la vio sonreír y lanzarse sin miedo a la corriente del rio, sin perder la sonrisa.

Encolerizado lanzo varios hechizos mas con lo agitado de las aguas no dio en el blanco, maldijo por lo bajo y ordeno seguir la corriente del rio hasta dar con la chica, o mejor dicho no descansarían hasta encontrar el cuerpo inerte de esta, porque no tenía oportunidad de sobrevivir.

La chica manoteaba con todas sus fuerzas para salir a flote, pero la corriente la arrastraba con fuerza, hundiéndola de vez en cuando y haciendo que chocara con algunas rocas. El agua estaba helada como había imaginado y tenía todo el cuerpo entumecido, pensaba que si no moría ahogada, lo haría por hipotermia.

Con desesperación intentaba sostenerse de alguna piedra o de las raíces de los arboles que se asomaban en las orillas del rio, pero le parecía imposible, poco a poco las fuerzas la abandonaban, estaba débil y cansada después de todo lo que había pasado, pero se negaba en dejarse morir tan fácil mente, después de todo ella era una Gryffindor y eso le bastaba para saber que tenía que ser valiente y decidida.

Su garganta le dolía, al igual que cada parte de su cuerpo, ya había trabado demasiada agua y no lograba sostenerse lo suficiente para salir de las gélidas aguas, pero seguía intentando sin suerte lograr aferrarse a algo. La vista comenzaba a fallarle y su mente se nublaba a cada minuto, lo había intentado todo y nada funciono.

-Sin tan solo tuviera mi varita. -Pensó y acompañada a ese último pensamiento vio los rostros de Harry y Ron sonriendo, antes de impactarse con fuerza contra una roca que le abrió la cabeza, tiñendo el agua de sangre.

Todo se volvió negro a su alrededor y sin esperanzas dejo que la oscuridad y el agua la devoraran.

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Lejos de ahí, Harry y Ron la buscaban con desesperación. Tres días antes había terminado la guerra e ingenuamente habían creído que todo había acabado por fin, cuan equivocados estaban cuando en plenos funerales un grupo de cinco mortífagos habían atacado en medio de la ceremonia.

Pero siendo tan pocos no eran estúpidos, su fin era vengarse y que mejor manera de buscar exterminar al trió de oro. Y vieron su oportunidad cuando Harry y Ron protegían a los demás dejando a Hermione combatir sola.

La chica era muy hábil, pero nada pudo hacer cuando la acorralaron, no se hubiera dado por vencida de no ser porque uno de los mortios había tomado de rehén a un pequeño niño, haciendo que entregara su varita y así lo hizo.

Se desaparecieron del lugar a penas tuvieron en su poder a la chica, aparecieron en un pueblo muggle, llegaron a una casa que había sido su escondite y donde pensaban torturarla un poco antes de matarla, para después enviar su cuerpo sin vida a sus amiguitos.

Pero fue uno de los mortíferos mas inexpertos el que pensó que sin varita la chica no era peligrosa, intento violarla, pero recibió una fuerte patada en salva sea la parte, haciendo que se doblara del dolor.

La chica salió por la ventana y se descolgó por el tubo del desagüe, empezando así su carrera por las calles del pueblo. No podía gritar o pedir ayuda porque sabía que los mortífagos no se tocarían el corazón para matar simples muggles, por lo que solo intento alejarse y perderse entre las calles para ganar tiempo.

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Parecían leones enjaulados, Ron estaba derrumbado en una silla con el rostro enterrado entre sus manos, no podía ocultar su desesperación, se habían llevado a su Hermione y no sabía la suerte que correría en garras de esos desalmados, solo pensarlo le causaba escalofríos y un dolor indescriptible. Si se atrevía a tocarla los mataría con sus propias manos. Harry no estaba mucho mejor caminada de un lado a otro en la sala de cuartel de la orden del Fénix lleno de impotencia golpeo varias veces la pared causándose daño en los nudillos.

Ginny se había levantado del sillón donde estaba para acercarse al pelinegro para intentar calmarlo, pero no se lo permitía. No lograba encontrar consuelo en los brazos de la chica que amaba, no podía apartar de su mente a su mejor amiga, a su hermana.

-¿Qué no es suficiente por todo lo que hemos pasado? -Pregunto al aire -¿Para que ahora se la lleven a ella? -Se dejo caer vencido, se sentía culpable, de alguna manera creía que todo era su culpa.

Ya habían perdido muchos amigos y seres queridos en la guerra, pero perderla a ella después de que pensaron que la pesadilla ya había terminado, no lo soportaba. Abatido lloraba en silencio apretando con fuerza sus puños, ignorando el dolor de sus nudillos lastimados.

Ginni se incoo a su lado y lo abrazo tratando de consolarlo, ella también lloraba.

Impotencia, desesperación, angustia era un poco de lo que todos sentían es esos momentos, no sabían si volverían a ver a Hermione con vida, no sabían la suerte que corría en esos momentos.

El ministerio se había movilizado en realizar la búsqueda, grupo de aurores peinaban varias zonas, pero era casi imposible saber donde se ocultaban los pocos mortíferos que habían logrado escapar en la guerra.

-Solo queda esperar. -Era lo único que había dicho el ministro haciendo que la sangre de Harry hirviera de furia.

-¿Qué demonios vamos a esperar? Que la regresen en pedazos como si nada.

-Entiendo su preocupación, pero no podemos hacer más.

-El que parece no entiende es usted, no estamos hablando de cualquier persona, estamos hablando de Hermione Granger. Como se atreve a decir que solo queda esperar, de no ser por ella el mundo mágico seguiría en manos de Voldemord. Me importa una mierda si están haciendo su mejor esfuerzo, eso no es suficiente. -Dijo Harry colérico y Ginny a su lado lo sujeto del brazo para calmarlo.

El ministro ya no contesto nada, entendía muy bien el sentimiento de chico.

Harry y Ron, así como el resto de la orden y los miembros del ejército de Dumbledor también participaban de manera activa en las pesquisas e investigaciones para dar con el paradero de Hermione. En los interrogatorios y juicios de los Mortifagos se ofrecía beneficios a cambio de información sobre los escondites de se habían utilizado con anterioridad con la esperanza de que alguno de ellos facilitara la localización de la chica.

Pasaban los días y con ellos las esperanzas de encontrarla con vida cada vez eran menos.

Los padres de Hermione ni siquiera recordaban que tuvieran una hija, seguían en Australia con sus identidades falsas desconociendo la angustia de sus amigos por no encontrarla. La chica se había empeñado en no ir al encuentro de sus padres hasta que no terminaran los funerales, deseaba estar tranquila cuando se reencontrara con ellos, para poder hacer que todo volviera a la normalidad, pero no había tenido el tiempo de hacerlo. Pero Harry y Ron pensaban que eso fue lo mejor considerando la desaparición de su amiga, sería peor para sus padres no saber nada sobre la suerte que había corrido la chica.

Algunos días se preguntaban si no era mejor saberla muerta a vivir con la angustia de no saber cómo se encontraba, si sufría o si la lastimaban, solo imaginarlo era peor para ellos, al menos si supieran que Hermione ya descansaba en paz el dolor y el calvario que vivían no sería tan duro y terriblemente devastador que no saber por lo que le estaba pasando a manos de los mortífagos.

Los días pasaron sin sentirlos, las semanas se convirtieron en nada y dieron paso a meses de completa preocupación, ocho largos meses habían pasado ya desde el día en que secuestraron a Hermione y el ministerio había avisado que se suspendería la búsqueda, no podían seguir invirtiendo recursos en una causa perdida, sin embargo, dos chicos jamás se darían por vencidos, así estuviera muerta como tanto se había especulado, ellos darían con su cuerpo, se lo debían, mucho había hecho siempre Hermione por protegerlos y apoyarlos para darse por vencidos. Así se les fuera la vida en ello la encontrarían.

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Sentada en uno de los escalones de manera de una rustica casa en medio del bosque estaba una chica de largos cabellos negros con mirada extraviada, en su mano tenía una flor silvestre que desojaba distraída con la mente muy lejos de ahí. Solo la voz de su abuela logro despertarla de su ensoñación.

-Vamos Nuria despierta, ayúdame que no ves que mis viejos huesos ya me duelen y no puedo sola con tanta carga. -Le reprendió la anciana de blancos cabellos y baja estatura que llevaba en sus brazos un par de leños para la chimenea.

La chica se paró de inmediato avergonzada y corrió al encuentro de la anciana liberándola de su carga. La figura de la chica era esbelta, su rostro de bellas facciones, pero solo sus ojos lucían vacios por alguna razón.

-Lo siento abuela. -Se disculpo apenada

La anciana suspiro resignada siempre era los mismo con su nieta, siempre parecía estar entre nubes, pero como culparla era joven y bonita y estaban en medio del bosque sin compañía, que mas podía hacer la podre, si no vivir en su mundo de fantasía.

-No importa Nuria, anda vamos a preparar la comida. -Le pidió y la chica sonrió.

Se adentraron en la pequeña casa hecha de madera y comenzaron con la preparación de una sencilla pero apetecible comida.

Nuria levanto los platos después de comer y se asomo a la ventana, no sabía porque pero siempre sentía que alguien la llamaba, que había un vacio en su interior pero no sabía porque, debía ser feliz en la tranquilidad del bosque y en compañía de su abuela que la quería tanto, de hecho de alguna forma lo era, pero por algún motivo se sentía incompleta.

Su abuela la observaba desde su mecedora con tristeza, presentía que era lo que le faltaba a su nieta, sabía que su amor no le era suficiente y que el tiempo de contarle la historia había llegado.

-Nuria. -Le llamo y la chica se giro para observarla. -Ven aquí siéntate conmigo tengo una historia que contarte. -Le dijo con una sonrisa triste.

-Te escucho. -Respondió amable la muchacha acomodándose en una vieja silla a un lado de la anciana.

-Pequeña te quiero tanto que no puedo seguirte viendo así, debes de saber que yo no soy tu abuela y tu nombre no es el de Nuria. -Dijo la anciana mientras se le partía el corazón al tener que confesarle la verdad, porque aun cuando no fuera su sangre amaba a aquella jovencita como si fuera de su sangre.

La muchacha no alcanzaba a comprender las palabras de la anciana, si no era quien pensaba quién demonios era ella y que así ahí.

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