Buscando las luces
Sobria luz rojiza del atardecer bañaba el agua del puerto de Barcelona. Los sonidos de tumulto y cabalgata se alejaban de donde estaba, dando por terminada la jornada ante la posibilidad de tormenta próxima.
Hacía tiempo que no tomaba un descanso; a Perxitaa le urgía desalojar toda su zona portuaria y regresar a casa. Entre hambre y amargo agotamiento, tal vez estaba siendo más rudo de lo que le gustaría. El dolor de sus cienes estaba comandando su habla e, inconscientemente, acabó siendo brusco con más de uno de sus descargadores que terminaban de liberar los barcos arribados de ese día.
La oscuridad se cernía rápidamente entre las calles, poco o nada quedaba por hacer más que dar una última revisión. Lo normal es que alguien como él le encargara ese tipo de trabajo a alguien más, pero prefería ocuparse él mismo para invertir su tiempo en otra cosa que no fuera dar vueltas en el salón o por sus jardines.
Viendo lo oscuro del puerto, apenas salvado por la tenue lumbrera de una luna menguante, se intrigó de la delicada luz rojiza de una flama a lo lejano. A lado de esta, una figura humilde retozaba con calma sobre los pedruscos del suelo, cerca del muro del gran puerto de desembarque pronto a terminar su construcción.
Se acercó guiado por la luz, agobiado por el largo día pero dispuesto a dejar libre su zona. No podía dejar a nadie en el sitio, más aún cuando todavía quedaban un par de pendientes en un último barco a medio cargar que saldría a primera hora mañana.
Sus pasos fueron pesados, un tanto obstinados por el hambre que arremetía. Fue mala decisión no comer, ahora las prisas eran su portavoz cuando de un grito llamó al sujeto. Mirándole fijamente, le vio girar su cabeza con lentitud, entrecerrando los ojos. Conforme se acercó, se dio cuenta de sus pintas: Un campesino sucio, muy seguramente recién salido del campo por la cantidad de tierra en sus manos. Frunció el ceño.
—Esta es zona de desembarque, un campesino no tiene nada que hacer aquí, retírate.
Sonó rudo, pero afortunadamente para su propia consciencia no faltó al respeto. Odiaría tener que recordar más tarde si le llegó a insultar sin motivo.
—En un rato más me retiraré, no debería haber problema —fue la calmada respuesta.
Perxitaa admitió que se crispó casi en la misma medida que quedó impactado por esa respuesta. Antes, como parte de sus obligaciones antes de que ahora estuviera a cargo de los barcos de envío, dio muchas vueltas por los campos de cultivo de su familia. Los campesinos si bien en su mayoría eran tranquilos, normalmente eran muy sumisos y obedientes al verle. El que este chico campesino se negara le descuadró.
—Escucha. Tienes que retirarte de aquí ahora.
—¿Cuál es la prisa, si me permite? —de nuevo la acompasada voz de ese campesino, que ya no le miraba siquiera.
—Porque yo te lo estoy diciendo, retírate del puerto.
La luz apenas era suficiente, pero Perxitaa pudo definir un gesto cansino en su rostro. El campesino suspiró largamente, reacomodándose en su sitio.
—¿Cuál es la autoridad? —preguntó.
—Un burgués.
Declaró de la manera firme que su dolor de cabeza guió. Puede que un poco desdeñoso, pero lo normal era que un campesino sólo hiciera caso ante la voz de un burgués y lo único que quería era sacarlo de allí e irse tranquilo de una vez por todas.
—¿Y qué tiene que sea usted un Burgués?
Resonó un poco más fuerte de lo que admitiría esa pregunta. Sosegada, fue tan sincera y simple como para neutralizar sus neuronas. Le miró un poco más sin mediar respuesta y, tal vez porque se había quedado callado, fue que el campesino ahora le miró. Pudo definir en sus facciones lo afilado de sus ojos con el contra luz de la flama de lo que ahora notaba era una vela en el suelo y la disimulada intriga del arco de sus cejas.
No recordaba cuando fue la última vez que miró a alguien tan intensamente, pero claro que no sería con un campesino. Ahora, lo que creía impensable estaba ocurriendo, en su vida esto jamás había ocurrido.
—¿Pasa algo? Solo he preguntado si cuál es la importancia de que usted sea un Burgués ahora mismo. Sólo estoy aquí, sin molestar a nadie.
—Los campesinos no contradicen a los burgueses —respondió en automático, sin pensar. Tan monótono y natural como si fuera una letanía aprendida de memoria.
El campesino sentado en el suelo sólo se rió, supuso que de él.
—¿Qué es gracioso? —preguntó. No fue agresivo, fue verdadera intriga. No comprendía el comportamiento de este chico ni por qué no se comportaba de manera normal.
—Que pienses que por ser Burgués puedes sacarme de donde quieras —fue la amarga respuesta. Ácida, un poco dolorosa y resonaba más en su consciencia por el suave gruñido en su tono de voz.
Fue una cosa que para cualquier Burgués acomodado sería escandaloso. Alguien precisamente como Perxitaa, que gozaba de todo en su afortunada vida que la familia y el destino le concedió. Una vida laboriosa y de inversión de su padre orilló a lo que era él hoy: Alguien con la clase suficiente según todos sus conocidos burgueses y muchos nobles con los que pudo hablar.
Un burgués bien acomodado tenía mucho derecho, codearse incluso con los nobles y por supuesto rango por encima de cualquier campesino. Todos lo sabían.
—¿No es lo normal que así sea? —preguntó en voz tersa, con genuina inocencia. Tal vez un poco amonestado al escuchar por primera vez un pensamiento distinto.
Un pensamiento que alguna vez tuvo, pero que por la doctrina de su familia y todos sus allegados omitió. Lo normal, lo normal; rango, clase y dinero. Esas eran las voces que siempre le dijeron que era un Burgués, que tenía poder por encima de cualquier trabajador o simple obrero.
De hecho, un Burgués no debería tener este tipo de conversación. Ese campesino fácilmente se metería en líos con su familia por el simple hecho de haberle respondido la primera vez. Un campesino normal se hubiera marchado tan solo al verle acercarse.
El campesino le miró intrigado.
—Pues lo normal, sí que es. No te diré que no, pero... Bueno, me has pillado —sonrió.
Era una sonrisa tímida, con un pequeño resoplido entre dientes mientras apartaba la mirada. Parecía sorprendido y con ello, sumaban dos los confundidos en ese sitio.
—Entonces ya no entiendo, ¿por qué no hiciste caso? —preguntó, más como un niño contrariado.
—Porque me parece absurdo que sólo por un rango piensen los burgueses, nobles, quien sea, pueden pisotear a los demás —fue su respuesta clara y sin titubeo.
Perxitaa le miró. Guardó en su cabeza esa respuesta y la dejó absorber, enfatizando en el temple de este campesino. Encontró en él la silueta de los aristócratas que en ocasiones llegaban a su casa, invitados por sus padres para sus largas reuniones con vino y biscochos.
Sinceramente, esa respuesta le había gustado mucho. Algo dentro suyo se identificó con tal idea tan anticlimática para su tipo de vida.
—Pero las clases son las clases. Niveles.
—Ya, y están bien. Cada quien tiene lo que tiene, pero tampoco hay que ser grosero. Deberían tratar a todos con el mismo respeto. No a alguien que tiene un poco menos que tú lo tratarás como una alimaña.
—Hay que tratarlo como alguien igual a ti —afirmó antes que seguir preguntando, seguro de hacia dónde se dirigía.
Hubo un silencio repentino. El campesino miró al Burgués con total atención. Su mirada se acentuaba y en el reflejo contrario encontró un brillo de curiosidad y comprensión, bajo iluminación un poco caótica y tenue pues solo una vela les dejaba diferenciarse.
—Exacto —dijo en una exhalación, viendo al Burgués de vibrante cabello rojizo sentarse a su diestra, sólo separados por la porta vela.
Perxitaa suspiró, llevándose una mano a la nuca y balanceándose un poco para acomodar sus piernas.
—Lamento haberte tratado así antes... —comentó—, he tenido un día largo y tengo hambre.
El campesino dio un respingo, captando su atención. Le vio darse la vuelta a su izquierda, sacando un cesto con un par de hogazas de pan.
—Toma.
—No hace falta —intentó rechazar.
El campesino le observó, evaluándolo. Estaba considerando la naturaleza de su negación.
Cualquiera pensaría que se debería al simple hecho de no tomar algo de un campesino, pero en realidad el primer pensamiento de Perxitaa fue no quitarle de comer a alguien que probablemente estuvo trabajando mucho por obtenerlo. Aunque el campesino no supiera con precisión sus ideas, pudo verlo en la sinceridad de su rostro. Entonces, suavizó su gesto con amabilidad.
—Insisto. —El campesino le dedicó una cándida sonrisa.
Perxitaa miró en esa expresión ternura, un sentimiento que para él siempre sería bienvenido, pues rara vez miraba tal cosa fuera de su familia. Tomó una hogaza de pan, por su rigidez supo que ya debería llevar un par de horas.
Sonrió, y ni siquiera supo por qué estaba sonriendo. Era tan extraña esa situación para él, conviviendo con alguien más fuera de un ambiente brillante como lo eran las fiestas a las que asistía su familia. No estaba rodeado de gente, ni tenía la necesidad de saludar a nadie. Estaba sentado con alguien más que con honestidad se quedaba a su lado, ofreciéndole algo de comer.
—Soy Auron.
El campesino le tomó por sorpresa en medio de su discernimiento.
—Perxitaa —respondió.
Incluso se olvidó de sus protocolos de presentación. Después de detenerse en ese detalle, resolvió que no tenían sentido; no al menos en ese momento.
—Si te soy sincero, me sorprende que tan fácil me escucharas. —dijo Auron, mirándole con curiosidad.
—¿No debería? —Dio un primer bocado a su hogaza de pan.
—No dije eso. —Resopló—. Digo, los Burgueses que conozco son muy... tratando de mantenerse arriba, ¿me explico?
—¿Los que conoces?
—Los que he visto.
—Pues no te contradigo. —Se hundió en hombros.
Auron le miró con curiosidad.
—¿Cómo?
Perxitaa terminó de masticar, soltando un bufido fastidiado.
—A la mayoría le dices algo de venir al puerto y hasta parece que los has insultado; es decir, los jóvenes más que nada, los que nacieron con todo esto construido. Yo soy el único loco que le gusta hacer esto.
Hizo un largo ademán, mostrando todo el puerto.
—Esto y los campos de cultivo, todo ya estaba y ellos solo van a fiestas mientras los trabajadores están todos los días aquí y allá. Ellos no quieren saber lo que cuesta. Mis padres incluso no querían que viniera aquí.
—Pero quisiste hacerlo. —Auron sonrió amplio, acercándose.
—Quise, quise... Había cosas que no me gustaban, todo muy... indiferente. —bajó el tono de su voz, dubitativo—. De hecho... creo que hoy fui muy rudo.
—A la siguiente almuerza algo —rió con suavidad—. Hasta los burgueses se enojan cuando tienen hambre, ¿eh?
Una delicada risa, bajita, airosa; se robó por completo su atención. Auron estaba tranquilo a su lado y Perxitaa trató de recordar una sola vez en que pudiera hablar tan tranquilamente así con un campesino, o incluso poder hacerlo con alguien con la misma ligereza que sentía ahora.
—¿Te parece normal hablar con un burgués? —cuestionó. Más que nada para resolverse a sí mismo.
Si bien algo que no ocurría era que distintas clases tan fácilmente hablaran, al menos en estos estratos con un campesino. Si bien no solo era la cuestión de que él como burgués rompiera la costumbre, también era el campesino que estaba dispuesto a cooperar. Sin mirarle como un ser distinto.
—Tanto como que ambos somos personas.
Algo tan sencillo, realmente significó más de lo que cualquiera creería.
Hablaron durante horas sobre sus ideas y el mundo que lentamente crecía. El advenimiento de pensamientos revolucionarios, desde que más novedades del nuevo mundo llegaban, nuevas historias, los viajes, el surgimiento de cosas que lentamente ocupaban parte de la realidad.
Perxitaa se intrigó mucho por la manera en la que Auron criticaba tan duramente la sociedad. Las clases, los tiempos, las formas de pensar. Sobre todo, los tratos y las actitudes: si había algo que sin duda encontró Perxitaa en Auron, fue que detestaba que las personas aprovecharan un poder o influencia en perjuicio de alguien más en vez de ayudar.
—Si pueden unirse los países, también deberían unirse las personas —dijo en medio de una amplia resolución sobre la manera en que las personas y sus clases actuaban—. Yo no comprendo porque se encierran así. Nunca se preguntaron nada y de pronto, cuando hay tantas oportunidades de pensar diferente, siguen sin esforzarse en usar la cabeza. Tan sólo... si tan sólo quisieran comprender y usar la razón para actuar.
Un fuego interno surgió en Perxitaa, conforme escuchaba a Auron hablar sobre la manera en la que las personas caen más abajo en una escalonada adversidad y las decisiones de aquellos cuya opinión resuena: realeza, nobleza, aristocracia. Las decisiones basadas en impulsos, cuales niños.
Sonaba a sabiduría. Y por primera vez en su vida, Perxitaa olvidó su acomodada vida, su trabajo y el sitio donde estaba. Se dio cuenta que, en ese momento, sólo eran dos personas hablando, sin clase social. El viento de la playa golpeó la ropa de ambos, casi alcanzando la luz de la vela que Auron cuidaba con delicadeza y recelo —graciosamente usando el sombrero de su vestimenta burgués que le prestó honestamente y sin pensar—.
Auron sonreía, reía con transparencia, comentaba con libertad y, sobre todo, trataba a Perxitaa como un igual, tal cual si vivieran en un mundo donde no existía la clase social. Auron se volvió su amigo en un momento.
Eso era también impactante para Auron, que tan fácil y de pronto conociera a alguien que le comprendiera y tan fácil concordara con sus ideas. Llevaba mucho tiempo rondando por la vida, trabajando a su ritmo y estilo y escapando al puerto, tratando de respirar y hablar consigo mismo.
Hoy eso había cambiado y no podía pedir más que eso, pues era aquello que, aunque quisiera, no pensaba que fuera a suceder algún día. En esa situación, Auron comprendió que no todo era igual en las clases altas. Aún había un poco de pasajes agradables, como este chico tan bueno que había encontrado por obra de la casualidad.
Se liberó como había querido hacer hace mucho, con el plus de que a Perxitaa el burgués no le importó en lo más mínimo cómo lucía. Ignoraba incluso el desgaste de sus prendas y lo sucio de su forma. Sus manos llenas de tierra se hondeaban sin pena en sus ademanes, exclamando con fuerza y riendo sin pena.
¿Qué era el sentirse identificado? Pues justo eso, en ese instante en que lo miró a los ojos y supo que había algo distinto en ellos: El entendimiento, alguien dispuesto a escuchar.
—Hay que publicarlo.
—¿Qué? —preguntó por inercia, pensando escuchar mal.
—Que todo lo que me has dicho hay que publicarlo, ¡se lo llevaré a los aristócratas!
—¿Estás loco?
—¡Estoy muy loco!
Le miró sorprendido, incrédulo como poco. Miró cada facción del rostro ajeno que apenas podía vislumbrar con la pobre iluminación y siguió viendo la sinceridad en él. Lentamente la emoción ciñó su semblante y una sonrisa boba e ilusionada se apoderó de su gesto y mirada. Auron realmente se emocionó con esa respuesta.
—¡No, no! ¡Estamos locos! ¡Tú por la idea y yo porque voy a hacerte caso!
Auron no supo cómo, pero acabó corriendo de la mano con Perxitaa. Iban rápido a un destino incierto, en medio de callejuelas hasta llegar a un escondido rincón. Se asustó, por supuesto, pero víctima de la esperanza dejó pasar lo extraño de su ruta y observó con renovada emoción cómo Perxitaa le pedía silencio con un dedo en los labios, abriéndole una puerta en el costado de una casa en el fondo de un callejón.
—Una imprenta. —Apreció la gran maquinaria, iluminada por Perxitaa y, a su vez, iluminando su propia mirada.
Perxitaa parecía extasiado, lleno de energía. Como si quisiera comenzar a usar esa máquina en ese preciso instante reflejando todas sus ideas compartidas en apenas la primera noche de conocerse.
Auron miró sin gesto, acercándose a la máquina. Era la primera vez que veía una y la intriga bañaba su curiosidad de niño. Perxitaa dudó al verle sin reacción.
—¿Aun quieres que...?
Auron se giró al instante.
—¿Cuándo vamos a comenzar? —preguntó melódico, casi como un canario. Perxitaa volvió a sonreír amplio, riendo en un tono agudo y contagiándole.
—¿Mañana? —propuso.
—¿Mañana?
—Sí... ¿no?
—¿No?... Sí.
—Pues claro.
—Pues es un hecho.
—Pues tenemos un trato.
—Pues te veo mañana.
—Pues a primera hora.
—Pues yo traigo el pan.
—Pues tráelo fresco, tío. —Perxitaa se descojonó.
Auron también rió, más que feliz.
Imprimieron juntos varias notas, hicieron pruebas y mientras tanto, conversaron largo y tendido durante todas las horas que invirtieron en ello. Perxitaa con cada día que pasaba sentía que conocía más a Auron a pesar de nunca preguntarle nada. Auron, mientras tanto, bañaba de bromas todo y conforme sentía más naturalidad y confianza, llegaron puntos en que incluso se despidieron con abrazos y sus sonrisas se volvieron más dulces que al principio.
Eran los días transcurriendo, la fuerza de la comprensión e identificar que compartían mente en muchos aspectos y sentidos. Podían liberarse sin pena, encerrados en la imprenta donde, para ellos, las clases sociales ni siquiera existían.
Estaban muy nerviosos el día en que Perxitaa dijo que era momento de ir frente a los aristócratas. Si ellos entendían lo que ellos querían decir, entonces tenían oportunidad de llegar más lejos, de darse a entender y, con suerte, cambiar realmente algo.
Auron le sonrió más ese día, riendo cuando le preguntó si le acompañaría.
—¿Estás loco? ¿Yo, un campesino, en esas fiestas?
—Pero... Auron, todo lo que hemos escrito.
—Y mucho que nos lucimos. No te preocupes, estaré contigo.
—Pues ven conmigo —insistió por décima vez, tomándole de los brazos con delicadeza.
Acarició con la yema de sus dedos sus hombros, queriendo subir sus manos hasta sus mejillas. Se resistió en ese momento. No quería sobrepasar barreras cuando apenas Auron demostraba algo de afecto con él.
—Iré contigo, te alcanzo luego.
Perxitaa llevaba días planeando el momento en que reflexionaran de estos temas, llevando en mano el artículo definitivo que habían logrado armar. Un pequeño libro lleno de reflexiones, en donde se combinaban las ideas de ambos en un compás que sintieron el descubrimiento de algo más, tal vez el inicio de algo nuevo.
—¿Cómo entrarás? —dijo frunciendo las cejas, angustiado. No quería llevarse todo el crédito. Conocía a la clase acomodada, a él lo escucharían por ser burgués, pero si no iba Auron todo el crédito sería suyo y se negaba a dejar a Auron olvidado, cuando su trabajo estaba allí tanto como el suyo.
Auron esbozó esa risa que Perxitaa cada día gustaba más de escuchar. Le miró fijamente, impactando con sus ojos azules en la sobriedad de los cafés que siempre, con su sosegada expresión, lograban calmarle.
—Baja un poco el rostro, por favor.
Perxitaa le miró extrañado, pero hizo caso. Un suave beso se depositó en su frente.
—Eso yo lo arreglo. —Acarició su rostro con calma, dejándole estático y ensimismado, aprovechando para dejarle el marrón. Estaban a un par de horas de comenzar la fiesta.
Perxitaa le injurió de muchas formas, acariciando las cosquillas de su frente con una sonrisa.
Llegado el momento, se situó en el salón. Todos estaban allí y, de pronto, por la puerta apareció Auron. Estaba vestido de manera ostentosa, como todo un noble. Se acercó a él no terminando de creer lo que veía. Auron al verle, le sonrió amplio.
—¿Auron? —dijo en un hilo.
—¡Sorpresa! —le susurró en medio del pequeño tumulto de todos los nobles, burgueses y aristócratas conversando—. Quería tomarte desprevenido.
—¡¿Eres un noble?!
—A su servicio —respondió para soltarse a reír; la misma risa suave, como un resoplo sereno.
—Pudiste decirme antes —recriminó, entre indignado y sorprendido, pues muchas veces le vio trabajar realmente en la tierra, no estaba entendiendo nada—. Te vi en el campo, si eres noble, ¿qué haces arando el campo?
—Oye, no juzgues mis pasatiempos y prepárate, que en un rato nos toca hablar.
—Un noble de mierda.
—Un burgués de mierda.
—Me gustas.
Auron le miró sorprendido. Perxitaa, como la primera vez que fueron a la imprenta, le miró inseguro.
—Tú también me gustas... pero eso lo hablaremos luego con un vino, ¿vale?
—Yo llevo el pan.
—Pero tráelo sin tierra.
Rieron al unísono, extrañados de su propia forma de ser. Perxitaa hondeó en sus manos su pequeño libro a exponer, mostrándoselo a Auron. El tema central no era más que el simple pensamiento de cambiar la forma de pensar, y encaminarse hacia algo más: Conocer, descubrir y entender.
"Buscando las luces"
"Disipar las tinieblas de la ignorancia de la humanidad mediante las luces del conocimiento y la razón"
—J. Pérez Uruñuela
Escrito el 11 de octubre 2020.
Publicado en Wattpad el 14 de junio 2022.
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