CAPÍTULO 29

El sonido de la puerta principal al ser cerrada llamó su atención. Se había quedado tirado en el sofá, hablando con Nami, que ni cuenta se dio de la hora que era hasta ese momento. Las 2:00 a.m, hacía rato que los demás se habían acostado.

-- ¿Pero tú aquí? ¿Aun sigues despierto?

El aludido se giró sobre el sofá para ver al pecoso con su expresión de "Yo nunca he roto un plato."

-- No me pongas esa cara de inocente. ¿Mañana no tienes que madrugar para preparar la fiesta de tu amigo?

-- Jej, es que se me fue la hora.

Se rascó la nuca nervioso mientras veía al otro dejar la cazadora en el perchero sin quitarle su expresión de entre graciosa y severa.

-- Que desastre. Como sigas así vamos buenos contigo.

-- ¡Mira quien habla! ¡El que se desaparece del mundo y vuelve a las tantas de la noche!

Ace soltó una fuerte carcajada y se tapó la boca al instante dándose cuenta del ruido que hacía.

-- Bueno vamos a dormir ya, estoy reventado y tú mañana madrugas.

Dio vuelta para subir las escaleras y a Luffy no se le pudo pasar por alto su medio tambaleó y alguna que otra de las pequeñas muecas que hacía. Tuvo que aguantar una carcajada tapándose la boca con las manos. Oh, el karma le "fastidiaba" bien a su hermano.

Se apresuró a ir detrás suya entrando a la habitación como un resorte dándole completamente igual el poder despertar al rubio.

El último se removió inquieto en la cama y alzó la vista legañosa a los dos recién llegados. Miró la hora en su reloj de muñeca y abrió los ojos como platos.

-- ¿Se puede saber que hacéis despiertos a estas horas?

-- Me quedé entretenido con el móvil abajo y Ace acaba de llegar ahora.

El pecoso se desplomó en la cama del más joven y allí mismo se quedó frito roncando como un oso.

-- ¡Olle tú! ¡Que esa es mi cama!

-- Vah, que desastre de gente. -- El rubio se dio vuelta arremujándose más en sus mantas.

-- ¡Ace! ¡Despierta y vete a tu cama maldito! ¡Ace!

-- ¡Luffy por amor de Dios deja de gritar! -- Exclamó Sabo frustrado.

-- ¡Pero es que Ace está en mi cama!

-- ¡Pues sube a la litera de arriba! ¡Pero callate ya!

-- Jo, esa cama es más incómoda.

-- ¡Callate ya impertinente!

Suspiró frustrado mientras subía las escaleras y se derrumbó en la cama. Incómodo, realmente incómodo era ese colchón. ¿Cómo podía dormir ahí su hermano sin acabar con mil agujetas a la mañana?

Costosamente logró conciliar el sueño, pero lo logró finalmente.

****

-- ¡Despierta!

El chico calló con estrépito al suelo y se dio de lleno en la cara. Soltó un fuerte bramido sentándose sobre el parqué para llevarse las manos a la nariz. Las vio manchadas de sangre y suspiró. Por eso no le gustaba dormir en la litera, siempre se mataba y se hacía daño.

-- ¡Animal! ¿Acaso quieres matarme? ¡Mira, me sangra la nariz!

-- Vamos ya a desayunar que ya son las 11:00. -- Le recriminó el rubio saliendo de la habitación.

-- Voy... Agh, mira que despertarme así un domingo por la... -- Abrió los ojos como platos y se llevó las manos a la cabeza al recordar algo importante. -- ¡Oh mierda! ¡Oh mierda! ¡Nami me va a matar!

Se levantó como un resorte y corrió escaleras abajo con dirección a la puerta principal. Sabo al verlo lo encaró desconcertado.

-- ¿Pero a donde vas?

-- ¡Quedé con los chicos a las 8:00 para preparar el cumple de Zoro! ¡Llego 3 horas tarde! ¡Nami me va a quemar vivo!

-- Ya bueno, ya te advertí ayer de que te acostaras temprano, pero como siempre a Sabo ni se le escucha... -- Suspiró. -- ¡A ver alma de Dios! ¿Se puede saber a donde vas a ir tú en pijama? ¡Vístete primero y piensa lo que haces, Despiste!

Fue entonces cuando Luffy se dio cuenta de que estaba a punto de salir a la calle con la ropa de dormir.

-- ¡Oh mierda!

Volvió sobre sus pasos apresurándose a entrar de vuelta al cuarto para cambiarse de ropa.

Hizo tanto ruido que hasta logró despertar al pecoso que ni siquiera se había inmutado cuando minutos antes se había caído de la litera.

-- ¿Se puede saber por qué hacéis tanto escándalo?

-- ¡Porque tengo prisa! ¡Nami me va a colgar de un árbol! ¡Mierda, el pantalón no entra! ¡¿Por qué no entra?! ¡Si antes necesitaba hasta cinturón!

-- Parece que has engordado un poco.

Rió el mayor incorporándose para ver como el otro trataba, sin éxito, de ajustarse los pantalones.

-- ¡No te rías! ¡No tiene gracia!

-- Olle, que en realidad eso es bueno. Ya pensaba que tendríamos que llevarte al médico a ver como diablos es que comes a mil y no engordas una mierda.

-- ¡Joo, que son los únicos pantalones que me quedan limpios!

El chico comenzó a dar saltos, cual niño pequeño llevado por la desesperación.

-- Pues me pongo los de ayer y a la mierda.

Se dirigió entonces a la silla donde estaba toda la ropa sucia apelotonada, de él y del pecoso.

-- ¿Enserio? Ayer no te duchaste, apestarán a sudor.

-- ¡Pues los de antes de ayer! 

-- Esos apesatarán a humo, a parte ¿No los habías echado a lavar?

-- ¡Mierda para ti Ace! ¡Joder!

Empezó a sacar toda la ropa de la silla buscando algún pantalón lo suficientemente decente como para poder ponerlo sin llamar la atención. En el progreso sacó una camiseta que estuvo a punto de tirar al suelo con el resto, pero se detuvo al reconocerla. La estiró en sus manos para contemplarla y miró a su hermano atónito.

-- ¿No crees que es un poco grande hasta para ti? -- Dijo como si no supiera a quien pertenecía realmente la prenda, para disimular su asombro más que nada.

El pecoso se puso nervioso al instante.
-- Amm... Es que el otro día en gimnasia se me olvidó llevar camisa de recambio y, como salí pingando de sudor como para volver a usar la misma, Marco me prestó la suya.

Él mismo se sorprendió al haber conseguido realizar una mentira tan convincente en un minuto de tiempo. Cuando quería era un crack de la improvisación.

-- Wou, ya me habría gustado verte paseándote por el insti con esta pedazo camiseta kilométrica. -- Rió realmente con ganas. -- Bueno, sigamos con la búsqueda.

Tiró la camiseta con el resto de prendas y siguió revolviendo hasta encontrar unos vaqueros que no le parecieron estar en tan mal estado, concretamente esos eran ya del lunes.

-- Un poco de desodorante y listo.

-- Que guarro eres.

-- Meh, que más dará. -- Se encogió de hombros poniéndose al fin los pantalones.

-- ¡Bien! Ahora la camiseta.

-- Bueno. Esto aun va para rato. -- Rió el otro.

****

Apoyó la bici en una de las numerosas mesas de piedra que adornaban esa parte del monte y se apresuró a ir a reencontrarse con sus amigos.

No tardó en divisar las a lo lejos las guirnaldas y los globos. Corrió hasta el lugar y a medida que se acercaba más aminoró el paso temerario de la reprimenda que le iba a tocar.

Nami le iba a hacer entender el cabreo o molestia que todos llevarían encima, con su puño. Que aunque por una parte no fuera más que un simple golpe que ni lo inmutaba, por otra muy distinta dolía como los mil demonios.

Al fin llegó y el primero en divisarlo fue Usopp quien se acercó a él enseguida. Los demás seguían absortos en su tarea por lo que ni lo notaron. La pelirroja, sin embargo, no se veía por ninguna parte.

-- ¡Llegas tarde! ¿Se puede saber dónde te habías metido?

-- Me quedé dormido. -- Se rascó la nuca nervioso.

-- ¡Te mandé tropecientos mensajes y llamadas! ¡¿Tú no miras el móvil o qué?!

-- Pues ahora que lo dices creo que me lo dejé cargando en la mesilla de noche... -- Murmuró poniéndose nervioso mientras rebuscaba el aparato en los bolsillos de su chaqueta y pantalón. -- Emm... ¡Mierda! ¡Esto me pasa por ir a las carreras!

-- Bueno que más da, deja ya eso y ven a ayudarnos. ¡Tenemos un lío impresionante montado y la "matriarca" del grupo no da venido para poner esto en orden!

-- ¿La matriarca del grupo?

-- ¡Nami, hostia, Nami! ¡La maldita niña no da venido y esto es un puto caos sin ella!

Fue entonces cuando Luffy se percató de que en realidad, más que estar haciendo las tareas, lo que estaban haciendo los chicos era simplemente el loco.

Estaban haciendo el idiota. Uno cantando a todo pulmón con su violín, otro dando vueltas hablando de forma enamorada con un árbol, otro bailando de forma extraña y perturbadora y el más pequeño tratando de huir del músico y el bailarín que trataban de unirlo al "concierto".

-- Amm... ¡Yo también quiero!

Dispuesto a ir con los demás se apresuró a correr, pero fue detenido por su amigo de cabellos rizos quien lo agarró de la manga del cuello y lo tiró al suelo.

-- ¡Y una mierda! ¡Era lo que me faltaba! ¡Ya hay demasiado caos y no tenemos casi nada montado, como para que te unas a destruir más!

-- Aghhh, joo cuando quieres eres un bruto. -- Protestó el joven sobándose el trasero.

Se incorporó algo molesto y se percató de la falta de alguien más.

-- ¿Y Robin?

-- Mandó un mensaje por el grupo avisándonos de que no podía venir. Vendrá al mediodía, después de comer y antes de que traigamos a Zoro, para ver que todo estea bien y ayudar si aun falta algo que organizar. ¡¿Por qué no lees los mensajes?!

Su amigo y compañero iba a responder, pero fue interrumpido por el grito de furia proveniente de quien ya bien conocían.

-- ¡¿Se puede saber que está pasando aquí?! ¡Malditos vagos! ¡La única vez que llego impuntual y os quedais sin hacer nada!

Ambos chicos se giraron alarmados a ver a la muchacha de cabellos cobrizos. Usopp tenía muchas cosas pensadas para recriminarle, pero en ese momento al verla se mordió la lengua. Luffy sin embargo, tan valiente como idiota, no se cortó un pelo.

-- ¿Por qué has tardado tanto? ¡Todo esto es un caos sin ti aquí!

-- ¡Tú calla que también llegaste tarde! ¡Te vi hace unos minutos subiendo la cuesta en bici! -- Le dio un fuerte coscorrón en la cabeza. -- ¡Así que no me eches a mi la bronca!

Al alzar la vista para replicar, el joven pudo percibir las enormes ojeras que adornaban sus ojos. Casi podrían hacer competencia con las de Law de tan marcadas que se veían.

-- Olle... ¿Domiste bien por la noche?

-- ¡¿Tú que crees?! ¡Me entretuviste con tus chorradas hasta las 2:00 de la mañana!

-- ¡¿Que yo te entretuve?! ¡Pero si tú hablabas como un loro!

-- En tal caso será escribía... ¡Y eso no es verdad! ¡Me muero de sueño, no puedo con mi maldita alma del insomnio, y todo por tu culpa!

-- ¡Anda y que te den, maldita maniática!

-- ¡¿Qué me has llamado?! ¡Mono sin cerebro!

-- ¡Bruja!

-- ¡Imbécil degenerado de mierda!

-- Oe, oe, tranquilos chicos...

El joven de cabellos rizos y oscuros trató de calmarlos e interrumpir la pelea, pero solo consiguió que en un momento dado ambos lo derribaran de un golpe certero y siguieran con su ridícula disputa.

Al final la mañana pasó con un loco enamorado de un árbol, un músico cantando del alma como el mismo diablo, un peliazul bailando de forma pervertida y achuchando a un pobre renito temeroso, y por último un par de amigos discutiendo a pleno pulmón hasta quedar afónicos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top