CAPÍTULO 26

Remobía los cereales con la cuchara mientras su mente divagaba por la conversación que había tenido con sus... con la pareja que deseaba adoptarlo.

Ya había pasado una semana, una maldita semana y aun no se lo sacaba de la cabeza. ¿De verdad iba a irse? ¿Enserio no tenía opción? Aunque fueran biológicamente familiares, él también debía tener derecho a decidir. ¡Y más teniendo su edad! ¡Era lo suficientemente consciente como para saber lo que quería y tomar sus propias decisiones!

Suspiró frustrado sin dejar de dar vueltas a las bolitas marrones sobre la leche que ni siquiera había provado todavía.

Sus hermanos, que lo observaban preocupados, se miraron sincronizados y devolvieron la vista al menor.

-- Luffy...

El aludido alzó la vista sorprendido, dándose cuenta de su distracción en el momento en que notó el tono preocupado del pecoso.

Sonrió ampliamente apartando los temores de su mente. Ya tendría tiempo de preocuparse de esos temas más tarde. ¡Ese día era para disfrutar, se celebraba su fiesta favorita! ¡No podía deprimirse en un día así!

-- ¿Chicos os pintareis la cara de barniz este año o tendré que volver a embarraros yo? -- Comentó burlón eludiendo el tema que sus hermanos pretendían sacar.

-- ¡Ni se te ocurra! ¡El año pasado acabé peor que el hombre del saco! ¡Pareciera como si hubiera salido de la mina! -- Exclamó Sabo frustrado.

Ambos los otros dos estallaron en carcajadas al recordarlo.

-- Sí, eso fue épico. Todos se te quedaban mirando por la calle. -- Rió el pecoso. -- Como si nunca hubieran visto a un extraterrestre tan raro.

-- ¿Me estás llamando extraterrestre?-- Lo miró desafiante.

-- Nooo, sólo digo que cuando te barnizas la cara se te nota más que no eres de este planeta.

Mientras los mayores comenzaban una nueva pelea el más joven empezó a desternillarse de la risa. Desde luego sus hermanos sabían como alegrarle el día, o en ese caso la mañana.

****

Tras finalizar las tres primeras y tediosas clases al fin llegó el recreo, después del cual tendrían las tres últimas clases libres para celebrar el magosto.

-- ¡Bien, libertad! -- Exclamó Usopp extasiado cerrando el libro de matemáticas de un manotazo.

-- ¡Castañas! ¡Vamos a comer castañas! ¡Me muero de hambre!

-- Pero Luffy, aun no estarán hech...

-- ¡Vamos! ¡Aparte tenemos que felicitar a Zoro que aun no lo hemos visto en todo el día!

Echó a correr fuera del aula sin preocuparse siquiera de guardar sus cosas. Su amigo se apresuró a seguirlo.

Fueron hasta el piso de abajo para alcanzar la cafetería y acto seguido salieron a fuera recibiendo de saludo una fría ráfaga de viento en la cara.

El olor a humo y castañas asadas impregnaba la zona haciendo rugir las tripas del moreno.

-- ¿Ves? Ya están asando las castañas. ¡Vamos!

Echó a correr de nuevo para coger del montón, que había en una esquina, un cucurucho hecho con papel de periódico. Y se puso cerca de la hoguera a esperar que remataran.

-- ¡Luffy, que bien que estás aquí! ¡Anda ven a ayudarnos!

El aludido asintió feliz ante la petición del profesor y, tras dejar el cucurucho a un lado, se apresuró a coger un guante especial, para no quemarse las manos, y un palo largo para remover las brasas que asaban las castañas.

Como todos los años hacía, ya estaba acostumbrado. Se había vuelto una costumbre el ayudar con las castañas. A parte tenía sus ventajas, ya que siempre se llevaba un botín para él solo.

Al cabo de un rato ya se encontraban rodeados de los alumnos que le plantaban los cucuruchos lo más cerca posible para que se los llenaran de castañas.

Con los ojos llorosos y escocidos por el humo y las manos ya medio chamuscadas, ya que los guantes no eran eficientes al 100%, se dispuso con gran maña a rellenar todos los cucuruchos.

-- Hay que ver. No se como te las apañas, pero siempre acabas pringando con el trabajo duro. -- Sonrió su amiga de cabellos cobrizos.

-- Bueno, es divertido.

Cogió su cucurucho sin pensarlo y le metió un buen puñado de castañas bien hechas.

-- Gracias.

-- ¿Y los demás?

-- No sé, hace un rato estaba con ellos, pero ya desaparecieron. Ahora voy a buscarlos. Termina pronto y ven con nosotros.

-- En cuanto remate esta tanda voy. Y vete ya que te va a dar algo como sigas tragando tanto humo.

El último comentario lo hizo riendo ya que la muchacha trataba seguido de apartarse del humareda que la atacaba provocándole ataques de tos y el insufrible escozor de ojos.

-- Sí, mejor me largo ya. Hasta luego Lu.

Se apresuró a salir de allí atosigada y recordándose que probablemente tendría que ducharse nada más llegar a casa, pues ya apestaba a humo y solo había pasado un rato en la fila para rellenar su cucurucho.

Rato más tarde, terminada la primera tandada de castañas y recién puestas la segunda, Luffy se asió de los guantes y cogió su cucurucho, ya lleno al tope, para ir a buscar a sus amigos.

Quizá volvería al chollo cuando las castañas estuvieran más hechas, pero de momento también tenía que disfrutar de la fiesta.

En sus manos aparte llevaba una piedra de barniz, aun bastante caliente, que había cogido de las brasas para jugar a las pintadas con sus amigos.

Divisó la cabellera verde del cumpleañero de ese día y enseguida divisó al resto a su lado.

Echó una carrera hasta alcanzarlos y le revolvió el pelo al primero para molestarlo.

-- ¡Feliz cumple!

-- Tsk.

El aludido se cruzó de brazos molesto. Como siempre las felicitaciones y las celebraciones no eran su fuerte, ni mucho menos.

-- Amargado, ni en tu cumple te puedes mostrar un poco alegre. -- Protestó el moreno frustrado.

-- Déjalo Luffy, es idiota.

-- ¿Qué has dicho cejas de remolino?

-- ¡Lo que olles Marimo amargado!

Antes de que empezaran la disputa ya habían sido premiados con los imponentes puños de Nami.

-- ¡No empecéis!

-- Chicoos, tengo barniiiz. -- Canturreó alegre mostrando la piedra negra y algo humeante.

-- Oh cielos.

-- ¡A por el cumpleañero!

Antes de que se quisiera dar cuenta el peliverde se encontraba sujeto con las manos a la espalda por el imbécil de su hermano.

-- ¡Maldito canalla, sueltame!

-- ¡Luffy píntalo ahora! ¡Que se me va a escapar!

-- ¡¿Qué soy?! ¡¿Un perro?! -- Exclamó el otro mosqueado por como hablaba el rubio.

-- En tal caso un animal salvaje, ya que los perros domesticos no suelen escapar. -- Aclaró el otro. -- ¡Luffy, chicos, apuraos!

Los mencionados, que ya tenían cada uno un trozo del barniz, se dispusieron a pintarle la cara al chico que se removía inquieto no deseando acabar con el rostro embarrado como hacía todos los años.

Finalmente logró zafarse de su agarre y acto seguido arrebató un trozo del carbón a uno de sus amigos para disponerse a contraatacar por su azaña.

Una vez todos completamente embarrados fueron a buscar a Ace y Sabo, por petición de Luffy. Este deseaba gastarles la jugarreta que les había prometido en el desayuno.

-- ¡Oh mirad, allí está Torao! ¡Hola Torao!

El aludido lo miró de reojo y trató de hacer como que no lo había visto mientras se alejaba lo más posible. No quería que le pintaran la cara y estaba claro que si se acercaba a esa pandilla de locos iba a acabar peor que un payaso mal maquillado.

-- ¡Que se escapa! ¡No lo dejéis huir!

Echaron a correr a su encuentro con lo que el aludido también corrió por patas alterado. Recorrieron toda la cafetería, el gimnasio y la planta central siendo enseguida el punto de atención de los demás alumnos y profesores.

-- ¡No tienes escapatoria!

Law, que se encontraba acorralado ante una pared a su espalda, divisó la que podía ser su salvación y señaló detrás de las espaldas de los chicos.

-- ¡Mirad, Ace y Sabo están allí! ¿No queréis ir a pintarlos como hacéis siempre?

-- ¡Es cierto! ¡Ace, Sabo!

Mientras corría el moreno se embarnizó bien las manos y antes de darle tiempo a sus hermanos se las restregó en la cara dejándolos negros de carbón.

-- ¡Maldito imbécil! ¡¿Se puede saber que haces?!

-- ¡Ya os advertí de que lo haría! ¡El que avisa no es traidor! -- Estalló en carcajadas.

-- Sí, pero ya lo teníamos previsto.

-- ¿Eh?

-- ¡Ahora Sabo!

El rubio amarró a Luffy para que no se moviera ni mucho menos escapara, a la par que Ace se le acercó con un tiz negro con el que comenzó a hacerle dibujos ridículos en la cara: un mostacho, unas cejas inclinadas y unos remolinos en los mofletes.

Todos estallaron en carcajadas al verlo.

-- La venganza es dulce. -- Carcajeó el pecoso.

-- Puaj, sabe Dios que me dibujaste.

-- Estás precioso, eso es lo importante. -- La burla se denotaba en las palabras del rubio que no contenía la risa.

-- ¡Vamos a por Torao que se ha escapado!

****

-- Entonces este domingo a las 8:00 a.m. quedamos en el parque forestal.

Todos asintieron de acuerdo tras haber hablado a fondo sobre la fiesta sorpresa que le iban a montar a su amigo.

Se habían reunido todos tras dejar al último con el ahora nuevo extraterrestre del día: Law.

-- Vale, pues allí nos vemos. Luffy tu traes las castañas acuerdate.

-- No problemo.

-- Usopp tú traes el carbón, no te olvides que sino haber con que asamos. Sanji tu la tarta, el sake y te ocupas también de que el idiota no se entere de nada. Yo traeré los platos y cubiertos de plástico y también los periódicos y el resto de las bebidas normales.

Todos asintieron de acuerdo dispuestos a cumplir con sus cometidos para prepararle a su amigo una buena fiesta de cumpleaños relacionada con la gran festividad que, aunque no le gustara admitirlo, sabían que le encantaba.

****

Los jóvenes llegaron a casa tan risueños como siempre. Tras dejar sus cosas en su habitación bajaron corriendo a la cocina para sentarse a comer.

Makino no tardó en servirles la comida mientras los miraba contenta. Pero negó con la cabeza antes de que pudieran siquiera probar bocado.

-- Antes de comer corred a lavaros las manos y la cara, que parecéis espantajos.

-- ¡Somos los fantasmas del Halloween! -- Rió Luffy.

-- Los fantasmas tiene la piel pálida no negra, Luffy. -- Sonrió la mujer devolviéndole el pelo.

-- A parte con esas pintas que tú llevas lo último que pareces es un fantasma. -- Carcajeó el pecoso.

La mujer hizo una mueca al oler el aire.

-- Dios atufais a humo, sobre todo tú Luffy. ¿Volviste a ayudar con el asado de las castañas?

-- Sip.

-- Después de comer daros todos una buena ducha y echad la ropa a lavar.

-- Vale. -- Respondieron todos al unísono.

Tras incorporarse de sus sitios y correr al baño a lavarse la cara y las manos, se apresuraron a comer.

Aunque a los más pequeños y al rubio mayor les costó un poco, ya que estaban empachados de castañas y no tenían el estómago tan hondo como los otros dos que comían a despajo como si no hubiera un mañana.

-- ¿Enserio no estáis empachados después de todo lo que comisteis ya? ¿Cómo podéis seguir con hambre?

-- Tampoco comimos tanto.

Sabo abrió los ojos como platos ante la respuesta del moreno menor.

-- ¡Pero si os comisteis 8 cucuruchos enteros cada uno!

-- Pues eso, no es tanto. -- Lo acompañó el pecoso.

El alterado parpadeó antes de negar con la cabeza. Esos idiotas no tenían remedio.

-- ¡Pues yo gané en la carrera de sacos!
-- Y yo en el juego de tira de la comba!

Ambos niños rieron divertidos mientras eran elogiados por sus pequeños logros.

La estancia se llenó de anécdotas y carcajadas por los sucesos de la mañana. Tanto que a Luffy no le costó olvidarse por completo de su problema.

Pero ese problema, para su desgracia, aun seguía intacto y dispuesto a crecer como no tomara medidas pronto.

****

Hei, capítulo especial por el cumpleaños de Zoro y al mismo tiempo por el magosto (festividad que se celebra aquí para celebrar la llegada del otoño/invierno) Aunque llego tarde ya que fue ayer, pero bueh XD.

Espero que os guste, y pronto haré el siguiente. ^-^

Bye.























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