CAPÍTULO 22

-- ¿Y bien?

Ambos muchachos se quedaron viendo a su hermano menor el cual ya estaba tumbado en su cama.

-- ¿Y bien qué?

-- ¿No nos vas a decir por qué faltaste a la Radio?

El chico abrió los ojos como platos y se giró a verlos sorprendido.

-- ¿Cómo lo sabéis?

-- Nos lo contó un pajarito.

-- Los pájaros no hablan Ace, deberías dejar las drogas. -- Comentó el menor con sorna recibiendo un cojinazo.

-- Pero mira que sois imbéciles. -- Sonrió Sabo. -- Amanda llamó por teléfono informando de que te las habías pirado de la Radio en cuanto te dejó unos minutos solo en la sala de espera. También dijo que ayer no fuiste.

-- Así que fue la bruja que llamó. -- Soltó una carcajada. -- Bueno pues la próxima vez que llame podéis decirle que aun sigo vivo.

Sus hermanos estallaron con él en carcajadas y tras calmarse lo volvieron a mirar serios.

-- Ahora enserio Luffy, ¿por qué no fuiste a la Radio? Además, me he fijado en que ayer y hoy has estado muy raro y ausente... ¿Ha pasado algo?

-- No, bueno sí. Que gran parte del instituto se burla de mi por ser supuestamente gay y hace un par de horas me acabo de enterar de que le gusto a Nami. -- Dijo como si fuera lo más normal del mundo.

Ace en un movimiento brusco se calló de la cama mientras el rubio echaba un grito de sorpresa.

-- ¿Y lo dices como si no fuera nada? -- Exclamaron los dos a la vez exaltados.

Luffy se encogió de hombros pues no veía el problema, sus asuntos ya los había zanjado con su amiga. Ya no tenia de que preocuparse.

-- Haber, lo de los rumores de que eres gay ya los sabíamos, obviamente, solo jodería que llendo al mismo recinto escolar que tú no nos enteraramos de las cosas. Pero 1. no es algo para tomárselo tan así, tan a la ligera, y 2. ¿Enserio te enteraste aun ahora del enamoramiento de la zanahoria? -- Exclamó el pecoso.

-- No entiendo ¿Qué problema hay? ¡Y sí Ace, me enteré aun ahora!

-- ¡Pues el problema es que no puedes dejar que la gente te moleste por ser homosexual Luffy! ¡No es nada malo, no te lo mere...! -- Exclamó el rubio siendo interrumpido.

-- ¡Hay, narices! ¿Por qué hablas como si de verdad fuera gay?

-- ¿Acaso no lo eres?

-- ¡No! ¡Joder no! ¡No tengo nada en contra con los homosexuales, pero yo no lo soy!

-- Entiendo que para ti esto puede ser algo difícil de asimilar y más si la gente...

-- ¡Sabo! ¿Tú me estás escuchando? ¡Ace, a que tu sabes que yo no soy gay!

El aludido estaba desternillándose de la risa, aun tirado en el suelo por su anterior caída de la litera, al escuchar la conversación de sus hermanos.

-- Haber, sí es cierto que eres una completa nenaza, llorica y demasiado sentimental como para considerarte un macho. Pero es más que obvio que a ti te gustan las mujeres. Sabo, que se le nota a leguas por la cara que pone cada que mira una chica guapa.

-- ¿Ves? -- Calló entonces en la cuenta de lo que Ace había dicho y se giró a verlo molesto. -- ¡Olle! ¿Cómo que nenaza y llorica?

-- Yo solo digo que en último caso de que...

-- Sabo, ¿por qué no llamas a Koala para ir al cine o a dar una vuelta mañana? Porque creo que lo necesitas.

-- Ya veré... ¡Olle no me cambies de tema!

-- ¡No te he cambiado de tema!

-- ¡Sí lo has hecho!

Las carcajadas del pecoso volvieron a hacerse presentes sacando de quicio a sus hermanos.

-- ¡Tú, maldito! ¡Deja de reírte! -- Exclamaron a la vez propinándole un golpe en cada lado de la cabeza.

-- ¡Ahh! ¡Hijos de...!

-- ¡Ni se te ocurra acabar la frase!

Todos se giraron alarmados a ver la puerta en la que se encontraba el propietario de la voz que lo había interrumpido.

-- A...a...abuelo. -- Tartamudearon al unísono.

-- ¿Se puede saber que hacéis levantados a estas horas? ¡Y para colmo haciendo escándalo!

-- Mañana no tenemos que madrugar. -- Murmuró Luffy.

-- ¡Me da igual! -- Golpe en la cabeza. -- ¡Vuestros hermanos pequeños están durmiendo!

-- ¡Olle viejo, deja de tratarnos como si aun fuéramos unos críos! ¡Sabo y yo estamos a punto de cumplir los 18!

-- ¡Y precisamente debería daros vergüenza ser tan irresponsables a vuestra edad! ¡Si seguís así ¿qué haréis cuando cumpláis la mayoría de edad y tengáis que iros a vivir por vuestra cuenta?! ¡No durareis ni dos días ahí afuera!

-- ¡Somos lo suficientemente responsables para cuidar de nosotros mismos fuera de este recinto!

Ambos abuelo y nieto empezaron a alzar cada vez más la voz discutiendo por todo.

Sabo y Luffy se miraron y sin necesidad de palabras tomaron la decisión de salir del cuarto sin ser vistos. No querían ser partícipes en la guerra que se estaban labrando esos dos locos.

Bajaron al salón y se sentaron en el sofá con pesar.

-- Bueno, ¿Entonces Nami se te declaró... o te lo dijo otra persona?

-- Se declaró.

-- ¿Y qué le dijiste?

-- La verdad. No me gusta, la quiero mucho, prácticamente es como una hermana para mi, pero no estoy enamorado de ella.

-- Lo suponía.

-- ¿Enserio? Porque el otro día no decías lo mismo.

-- Es Ace el que piensa que estás por Nami no yo. Y eso me recuerda a que me debe 10 pavos por ganar la apuesta.

-- Ahh. Espera, ¿Apostasteis por saber si estaba o no enamorado de mi amiga? -- Exclamó mirándolo despectivo.

-- Puede. -- Suspiró al ver a su hermano de brazos cruzados. -- Vale sí, apostamos por eso y he ganado. El chulo con pecas me debe 10€.

-- ¿Por qué no me sorprende? -- Suspiró el menor.

-- Porque somos tus hermanos, y nos conocemos desde hace mucho. -- Se giró a verlo de nuevo esta vez serio. -- Olle Luffy... ¿Te lo has pensado ya?

El chico lo miró sin comprender.

-- Ya sabes, a Ace y a mi nos queda poco tiempo aquí.

-- Sabo... Os voy a echar mucho de menos, pero... ¿Cambiar de escuela, dejar a los niños, a mis amigos...? Se que lo haré cuando yo también cumpla la mayoría de edad, pero para eso aun quedan 2 años... Creo que prefiero quedarme aquí y luego ya buscaré algún lugar donde hospedarme cuando valla a hacer mi ciclo.

-- Entonces ya tomaste tu decisión.

-- No es la mejor que he tomado, pero es lo único que se me ocurre. Haga lo que haga perderé algo así que, aunque suene mal, prefiero despedirme de dos seres queridos por un tiempo que de todo un pueblo de amigos.

-- Luffy no necesito que me des explicaciones, sinceramente esperaba que dijeras eso. Es lo más correcto. -- Suspiró. -- A veces se me olvida que ya no eres un crío del que tenga que preocuparme por sus actos.

Le revolvió el oscuro cabello a lo que su hermano sonrió.

-- Aun así os echaré de menos. -- Se inclinó acurrucando su cabeza en las piernas del rubio. -- Creo que esos imbéciles no van a parar hasta unas cuantas horas así que... Buenas noches Sabo.

-- Buenas noches mocoso.

________

Los llantos del bebé eran insoportables. El bebé pelirrojo, ese que tanto lo atormentaba en sueños, aparecía de nuevo ante sus ojos.

Todo estaba oscuro, se sentían los sonidos de explosiones, disparos, perros ladrando, los gritos de la gente asustada, los llantos de los niños desconsolados... Y entre ellos estaba él, o más bien ella, un bebé de cabellos cobrizos llorando desconsolado ante tanto tormento.

Se dio cuenta entonces de que él estaba corriendo. Sus pequeños pies descalzos pisaban el duro suelo de cemento y granito acercándose al infante con desespero.

Los soldados aparecieron, le pisaban los talones. Tenía dos opciones: o seguir adelante, coger al bebé y seguir corriendo en línea recta con el gran riesgo de recibir más de una bala, o dejar al infante a merced de la muerte y desviar su carrera por la esquina de un callejón para, con un poco de suerte, lograr despistar a los hombres.

Sus piernas siguieron avanzando e hicieron giro al llegar a la esquina. Ya estaba, había condenado al bebé para salvar su propia vida. ¿Sería eso un gesto egoísta? Solo tenía 6 años y ya sentía el arrepentimiento.

La suerte le acompañaba, pues los hombres dejaron de avistarlo y siguieron recto. Pero el fuerte sonido de un disparo seguido del torpe y seco frenazo de los incesantes llantos del bebé le indicó lo peor. Ya estaba, lo habían matado y él no había hecho nada por ayudarlo.

Todo cambió, a su alrededor todo se volvió blanco y al fondo de esa extraña y luminosa estancia se encontraba ese bebé sonriendo y en su mano sostenía algo: Un billete de 50€.

***

Se incorporó sobresaltado y soltando un grito al mismo tiempo.

Se llevó las manos a la cara y se dio cuenta de que estaba llorando. Había sido tan real... Después de tantos años su subconsciente aun lo atormentaba con eso...

-- ¡Luffy! -- Se giró para ver a sus hermanos en la puerta del salón. -- ¿Luffy estás bien? Estabas gritando. ¿Y por qué lloras?

-- No os preocupéis, solo tuve una pesadilla, nada importante.

Mientes peor que Usopp. Se reprendió a sí mismo al percatarse de las expresiones nada convencidas de sus hermanos.

-- Sea como sea, ya era hora de que te levantaras. Estaba a punto de echarte un vaso de agua fría en la cara. -- Sonrió Ace con sorna enseñando el vaso que traía en la mano. -- Va, ¿pero que demonios?

Y sin previo aviso se acercó corriendo y le tiró el agua a su hermano.

-- ¡Serás hijo de...! ¡Ace, vuelve aquí!

El aludido ya había escapado escaleras arriba y no tardó en ser perseguido por el moreno menor.

______

Se removía las manos con gran nerviosismo manteniendo la cabeza gacha mientras notaba la mirada de su cuidadora sobre él.

Había acudido a ella para finalmente tomar responsabilidad de sus actos y librarse de su mala conciencia, pero no era fácil.

No era el miedo a ser castigado, ni mucho menos, era el simple hecho de la decepción que se llevaría con él la mujer al descubrir la verdad.

-- ¿Qué pasa Luffy? ¿Qué era eso tan importante que querías contarme?

Aspiró aire y empezó a mover las manos todavía más nervioso si eso era posible.

-- Yo... yo... yo... El... el Lunes... -- Tomó aire y cogió valor para soltarlo todo de un tirón de una maldita vez. -- El Lunes en el bar cogí 45€ de la caja registradora. Sin... sin permiso, obviamente.

Suspiró. Ya estaba, ya lo había dicho. Levantó la vista con nerviosismo y se sorprendió al ver la agradable sonrisa que le mostraba su cuidadora. No parecía enfadada.

-- Hay Luffy, pensé que tardarías más en decírmelo. Ya lo sabía.

Le revolvió el pelo dejándolo estático.

-- ¿Q...que quieres decir?

-- Al tomar las cuentas de todo a la noche me di cuenta de que faltaba algo de dinero y al interrogar a tus hermanos me quedó claro que ellos no fueron.

-- ¿Y por qué no me lo recriminaste?

-- Porque estaba esperando a que tú asumieras la responsabilidad. Una vez más me has demostrado que a pesar de todo puedo confiar en ti. -- Sonrió más ampliamente dejándolo aun más sorprendido. -- Te estás haciendo mayor mi niño.

A veces nisiquiera comprendía los actos tan bondadosos y la enorme paciencia de esa mujer.

Sonrió enormemente y se tiro a sus brazos.

-- Esto no significa que te vallas a librar de un castigo.

-- Lo se.

No le importaba, los castigos de Makino no eran muy hallá. Probablemente solo le mandaría ayudarla en el bar ese fin de semana y nada más.

Se sentía aliviado, se había quitado un gran peso de encima. Ahora sí podía decir que tenía todos sus problemas resueltos.
______

El móvil en la mesilla comenzó a vibrar y no tardó en cogerlo para mirar los mensajes. Se trataba de Nami.

Hermanita cobriza <3: Luffy esta tarde te apetece quedar? Podríamos llamar a los chicos para ir a dar una vuelta y avisamos también a Phaedra.
Hermanita cobriza <3: Es que sino me voy a aburrir en casa estando yo sola.

Luffy: Lo siento, no puedo. Estoy castigado. Tengo que ayudar a Makino en el bar esta tarde y mañana también.

Hermanita cobriza <3: Que has hecho ya?

Se lo pensó un momento. Si le decía la verdad se enfadaría con él, pero no podía mentirle, no a ella. Era su amiga de mejor confianza, eso era algo que no había cambiado en lo absoluto.

Luffy: ¿Te acuerdas de los 50€ que te di el martes?

Hermanita cobriza <3: Sí. Hermanita cobriza <3: ¿De donde los sacaste?!

Luffy: Mangué 45 de la caja registradora del bar, los otros 5 eran mios.

Hermanita cobriza <3: ¿Que hiciste que?! ¡Te dije que no te metieras en problemas por mi culpa! ¿Por qué siempre haces lo mismo?!

Luffy: ¿Qué más dará? Lo hecho hecho está.

Hermanita cobriza <3: ¿Y cuando Makino se enteró no te echó mucha bronca?

Luffy: Fui yo quien se lo dijo y no, no me echó bronca. Incluso me dijo que había hecho bien al asumir mi responsabilidad y decírselo.

Hermanita Cobriza <3: ¿Y aún así te castigó?

Luffy: Nami robar es delito, hasta yo se que no me podría ir de rositas igualmente.
Luffy: Pero bueno, trabajar en el bar de Makino también es divertido. Conoces gente nueva y maja, te encuentras con un montón de conocidos y de vez en cuando te puedes escabullir a la cocina y mangar un poco de comida XD.

Hermanita Cobriza <3: ¡Tú solo piensas en comer!

Luffy: La comida es comida. La comida es amorrrr <3__<3

Nami: :'D no cambiarás nunca.

Luffy: No XD

Hermanita Cobriza <3: Por ciertooo, aun tenemos que ver lo del cumple de Zoro que ya es la semana que viene.

Luffy: Es el domingo de la semana que viene ¿no?

Hermanita Cobriza <3: , pero hay que ir viéndolo ya, tu mismo dijiste que querías darle una sorpresa como todos los años así que hay que prepararlo bien para que no se cosque de nada.

Luffy: Ese tío tiene más despiste encima que yo incluso, así que no creo que sea difícil.

Hermanita Cobriza <3: Que malo :'D Pero lamento decirte que ambos sois igual de subnormales XD.

Luffy: Vete a pastar!

Hermanita Cobriza <3: Bueno tengo que dejar ya el móvil que sino Nojiko me va a aniquilar por no ayudarla a poner la mesa. Chauus.

Luffy: Adiiuu.

______

El chico corría de un lado para otro. Al parecer ese día la gente se había animado a ir a tomar algo al bar de Makino porque estaba a rebosar y allí no daban a basto con tan sólo 3 empleados.

Para su suerte pronto serían 4 pues se había enterado de que como castigo por todo el rollo de su desaparición Ririko había mandado a Kid a trabajar al bar de Makino también.

-- ¡Ei camarero, otra cerveza!

-- ¡Ei mocoso llevo esperando aquí media hora! ¿Cuándo vas a venir a atenderme?

-- ¡Luffy traeme otra tapa!

El muchacho se llevó las manos a la cabeza. Esto era un desastre. Al ser el único camarero del lugar toda la atención de los clientes iba hacia él y ante tanta gente que iba y venía no podía con todo a la vez. Sintió que le explotaría la cabeza.

-- ¡Ya voy, ya voy!

Volvió rápidamente a la barra y cogió una botella de cerveza poniéndola en la bandeja, acto seguido fue a la cocina a por una de los platitos que se encontraban en la mesa para servir a los clientes y por último un paño y una libreta.

Corrió a servir todo y fue a atender a aquel que tanto se quejaba de su tardanza.

-- Perdone el retraso señor, es que con tanta gente no doy a basto. -- Sonrió amablemente y acto seguido cogió la agenda y el boli que llevaba en el bolsillo del pantalón. -- ¿Qué desea?

-- Traeme una caña.

-- ¿Quiere también una tapita? Tenemos garbanzos, arroz, calamares y tortilla.

-- Traeme una de garbanzos.

-- Enseguida.

Salió escopeteado de vuelta a la barra.

Visualizó a más gente entrando por la puerta y suspiró. Ese día iba a acabar reventado de estrés.

Uno de los hombres que entraron se dirigió a la barra y lo reconoció al instante.

-- ¿Señor Crocodile que le pongo?

-- Una caña por favor.

-- Enseguida.

Cogió un vaso y se dirigió a la manecilla de donde salía el líquido anaranjado y espeso.

-- Aquí tiene.

Tras entregárselo se apresuró a llenar otro y coger un pincho para entregárselo al cliente indicado.

-- Qué raro tu por aquí un sábado ¿no? Pensaba que solo trabajabas los lunes.

El muchacho que había vuelto con más pedidos dirigió la vista al nuevo cliente.

-- ¡Señor Doflamingo! -- Exclamó sonriente. -- Pues ya ves, hoy me tocó.

-- A que adivino, estás castigado por hacer alguna de tus burradas. -- Soltó una carcajada ante la afirmación del joven. -- Ponme una copa de vino.

-- Enseguida.

-- ¡Ei mocoso! ¿Donde está la guapa camarera que nos atendía siempre?

El muchacho ignoró por completa la pregunta del viejo borracho que hablaba.

-- ¿Y qué? ¿Aun no pillaste novia?

-- No pienso en esas cosas.

-- A tu edad yo ya era un ligón igual que tu madre, aunque se nota que tú sales a tu padre.

-- No los conocí así que no puedo opinar. -- Sonrió siguiendo con su trabajo.

La verdad era que ese tema lo ponía algo nervioso, pero no iba a denotarlo en esos momentos estando en el trabajo. Quizá más tarde hablara con el hombre de plumas rosas para pedirle que no le volviera a sacar el tema.

Más clientes entraron y se apresuró a hacer los pedidos.

Se sorprendió al ver a una pareja con una pequeña niña de no más de 6 años. En un bar como ese lo más normal era ver sólo borrachos o viejos bebedores.

-- Buenas tardes, ¿que les sirvo?

-- Ui, ¿no eres un poco joven para trabajar aquí? -- La mujer lo miró algo sorprendida.

De seguro le estaría echando 12 o 13 años, todos los desconocidos lo hacían al aparentar menos edad de la que en realidad tenía.

-- No se crea, voy a cumplir los 16 dentro de poco y además solo estoy aquí ayudando a mi tía.

-- Oh, pues aparentas menos.

-- Bueno, si no les importa, tenemos mucha clientela así que ¿podrían decirme ya lo que quieren tomar?

-- Por supuesto. Para mi una Coca Cola.

-- A mi traeme una cerveza. -- Murmuró el hombre.

-- ¿Y para la peque?

-- Pues... Hay, ¿Tonio y la niña?

Ambos padres se giraron alarmados en busca de la pequeña desaparecida.

Con un simple giro de cabeza Luffy enseguida la divisó jugando en el pequeño rincón donde se encontraban los juguetes de Apis.

-- Está allí jugando, no se preocupen, los juguetes son de mi hermana así que no le importara prestarlos un rato.

-- Está bien, traele un Colacao.

-- Enseguida.

Se apresuró a volver a la barra y casi se cae al suelo del susto al ver al pelirrojo limpiando la encimera con un paño.

-- Hay que ver como cambias cuando estás aquí. -- Comentó el recién llegado sorprendido.

-- ¿Y qué te esperabas? No voy a tratar mal a los clientes ni a comportarme como un crío tampoco delante de ellos. No se tú, pero nosotros vivimos más del dinero de este local que del que nos da la Xunta que es una mierda. -- Suspiró el moreno. -- Por cierto, el paño que estás usando es el que utilizamos para limpiar el baño, concretamente el bater.

Soltó una carcajada ante la cara de espanto que puso su amigo el cual soltó enseguida el trapo asqueado.

-- Anda deja eso y ven a ayudarme que yo solo de camarero ya no puedo más. ¡Me va a explotar la cabeza!

-- ¿Y qué se supone que tengo que hacer?

-- Coger una agenda y un boli y apuntar los comandos de la gente. No es difícil.

Se dispuso a preparar la leche de la niña mientras su compañero se dirigía hacia los clientes.

-- ¡Y se amable! -- Exclamó para que lo ollera.

-- ¡Lo intentaré!

Acabará armándola fijo. Suspiró para si.

Acabó su trabajo y volvió a la mesa de antes con todo lo pedido.

-- Olle muchacho, tú eres de aquí ¿verdad?

-- Sí señora. Ustedes no ¿verdad?

Ya se había percatado hacía rato que esa familia debía ser turista pues en ese pueblo se conocían prácticamente todos y a ellos no los había visto en la vida.

-- No, solo hemos venido de turismo y porque queríamos aumentar nuestra familia. -- A la mujer se la veía bastante entusiasmada. -- Nos hemos enterado de que por aquí hay un recinto de adopción. ¿Tú sabes algo?

El chico abrió los ojos como platos y se le iluminó la cara.

-- Sí, se llama Aldeas Infantiles y es un recinto compuesto por muchas casas pequeñas donde residen los niños huérfanos. Yo también soy residente allí. -- Sonrió más ampliamente. -- ¿Por qué? ¿Desean adoptar un niño?

Se le notaba a leguas su entusiasmo, pero es que hacía tanto que la gente había dejado la idea de la adopción que oír eso era una maravilla. Miles de los niños pequeños que se encontraban en Aldeas deseaban con su alma tener un nuevo hogar y una familia.

-- Sí, nos haría mucha ilusión cuidar de otro pequeño más.

-- Esperen un momento, enseguida vuelvo.

Salió corriendo a la cocina en busca de su cuidadora y la encontró lavando la loza.

-- ¡Makino!

-- Bueno, ¿qué has hecho ya? -- Suspiró sin girarse.

-- De momento nada, pero hay una familia ahí afuera que me ha estado hablando sobre la adopción y Aldeas. Deberías hablar con ellos para explicarles un poco todo ¿no?

La mujer se giró a verlo sorprendida y luego sonrió. A veces le sorprendía la determinación que podía coger ese mocoso despistado.

-- Está bien, ocupate tú de la loza. Y no rompas ningún plato.

Entusiasmado el joven asintió y se puso a ello.

-- ¿Qué mesa es?

Se quedó un momento pensativo.

-- Creo que la 5, aunque no estoy seguro. Es la única pareja joven del lugar así que se reconocen fácil.

-- Vale.

Cogió el estropajo y un plato y ante la alegría que lo embargaba la torpeza se hizo presente. En un movimiento brusco con el codo arrastró el paño en el que se encontraban todos los platos y vasos sucios. Nada más chocar contra el suelo se hicieron añicos.

-- ¡Mierda!

Escuchó una carcajada a su espalda y se giró para ver al cocinero.

-- Ya tardabas en armarla mocoso.

-- ¡Cállate! ¡Ahora sí que la he hecho buena!

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