CAPÍTULO 19

Salió del recinto lo más rápido que pudo nada más tocar la sirena. Estaba arto, no quería oír más las burlas tanto mal intencionadas como de simple cachondeo de sus compañeros.

Al llegar al portal pudo ver a su grupo de amigos esperándolo para ir al Baratie a comer y acto seguido a La Radio, como hacían todos los jueves y viernes.

Sin embargo ese día no tenía ganas de nada y mucho menos de estar con sus amigos, concretamente con la pelirroja y el moreno de cabello rizo.

Paso de largo ante sus ojos sin inmutarse siquiera ante su mirada desconcertada.

-- ¿Luffy a donde vas? Es jueves, toca comer en el Baratie como siempre.

Se giró para verlos algo desanimado.

-- No tengo ganas, no voy a comer hoy con vosotros ni iré a la Radio, lo siento chicos.

Y tras decir eso volvió a girarse para seguir su camino.

-- ¿Le habrá pasado algo? -- Preguntó el rubio algo preocupado.

-- Probablemente sea por las burlas que andan a hacer de él. Ya sabéis, lo de que ahora resulta que es gay.

El peliverde fulminó con la mirada a la pelirroja ante el comentario certero de su amigo.

Ella tragó saliva y desvió la vista sin decir nada. Se merecía su desprecio, o eso era lo que ella suponía. A fin de cuentas les había jodido la asistencia a él y al moreno que acaba de irse.

______

El chico contempló el inmenso mar mientras notaba como el agua salpicaba su ropa al chocar contra las rocas. El fuerte viento chocaba contra su cara despejándola de cualquier mechón rebelde que quisiera colarse en sus ojos.

Se sentía tranquilo, relajado. Este sitio era su lugar favorito y al que siempre acudía cuando se encontraba mal o necesitaba pensar.

Aspiró el gélido y salado aroma del mar y suspiró. ¿Como podía importarle tanto el simple hecho de que la broma de su amiga le hubiera causado esa absurda mala reputación? Después de todos los líos en los que lo había metido este era sin duda alguna el más leve, y sin embargo el que más le molestaba.

Aunque lo que más lo destrozaba no eran las burlas de los demás, eso le traía sin cuidado pues ya estaba acostumbrado a que lo judgaran mal por estar comportándose siempre como un niño pequeño, y mas nunca le había llegado a importar ese hecho. Sin embargo lo que lo carcomía era que había sido su amiga la que había causado todo esto y por mucho que tratara de buscarle una explicación razonable para poder perdonarla no la encontraba.

Era tan frustrante.
No quería perder a una amiga tan especial para él, pero como siguiera así la cosa no le quedaría más remedio que mandarla a la mierda y pedirle que lo dejara en paz. Básicamente ya se estaba empezando a artar de tener que meterse siempre en problemas por su culpa.

Observó como las olas se hacían cada vez más grandes y chocaban cada vez más cerca de donde se encontraba. En cualquier momento una ola lo arrollaría y lo mandaría de un tirón a la gélida agua salada.

Se incorporó suspirando y empezó a escalar las rocas posicionándose más arriba de donde se encontraba asegurándose de que de momento el agua no alcanzaría esa altura.

Se encontraba en una especie de acantilado compuesto por rocas fáciles de escalar, claro que el peligro de tropezar, caer y romperse la cabeza era alto, pero eso era lo que menos le preocupaba. Llevaba llendo a ese lugar desde que era un crío de 10 años, no se iba a preocupar ahora por algo que podría haberle pasado hace tiempo y en innumerables ocasiones.

-- ¿Disfrutándo de la vista?

El chico alzó la cabeza para ver a las alturas de todo a la joven muchacha de numerosas pecas plantada en lo alto del acantilado, donde aun crecía la hierba en el suelo.

-- Phaedra, ¿Qué estás haciendo tú aquí?

La joven sonrió y con cuidado saltó logrando aterrizar en una de las rocas, luego poco a poco empezó a descender por ellas hasta llegar a donde se encontraba su amigo.

-- Te seguí. Parecías triste y quería saber el motivo.

-- ¿Eres una acosadora o algo? -- Se burló el joven.

La muchacha soltó una pequeña carcajada y se sentó a su lado acomodándose más en el lugar.

-- La vista es preciosa desde aquí.

El joven moreno asintió pero no dijo nada.

-- Cuéntame, ¿qué te pasa?

Suspiró y sin apartar la mirada de las olas del mar comenzó a hablar.

-- Supongo que ya te habrás enterado de los falsos rumores hacia mi persona.

La joven asintió.

-- Pues todo fue a causa de Nami. Ella... ella quiso gastarnos una broma a Zoro y a mi, pero había un cotilla cerca y lo escuchó todo, y a raíz de eso empezó a divulgar cosas estúpidas.

-- Sí, me enteré de eso. ¿Y cual es el problema?

-- ¿Cómo que cual es el problema? ¿Acaso no es ovbio? Por culpa de Nami estoy metido en este follón.

Se llevó las manos a la cara cansado.

-- ¿Seguro que es todo por su culpa? Porque por la forma en la que me los has descrito yo diría que el mayor culpable es el cotilla que divulgó todo sin razón alguna.

-- Sí pero...

-- Mira Luffy, apenas te conozco, pero puedo deducir que la aprecias mucho. ¿Enserio quieres deshacer vuestra amistad por una tontería así?

-- ¡Claro que no!

-- ¿Entonces?

-- Es que no es solo eso. Ella lleva comportándose muy raro desde hace ya unos meses y ahora aun más desde que apareciste tú y te uniste al grupo. ¡No lo entiendo!

Para sorpresa del muchacho su amiga soltó una fuerte carcajada que lo desencajó.

-- ¿Pero enserio no te has dado cuenta? ¡Tío estás ciego! ¡Si hasta yo me he percatado por los celos que me tiene!

-- ¿Qué?

-- Da igual, déjalo, yo no soy quien para decirte la verdad sobre sus sentimientos, eso es decisión suya. -- Sonrió. -- Tú simplemente piensa en que tienes una muy buena amiga Luffy. Nami te quiere mucho, se nota por su forma de tratarte, te aprecia bastante. Y también se le ve realmente arrepentida. Creo que deberías perdonarla y dejar pasar toda esta mierda en lugar de martillearla más de lo que ya lo hace ella misma.

-- Quizá tengas razón. -- Se giró a verla sonriente y se tiró a sus brazos para estrecharla en un fuerte abrazo. -- Gracias Pecosa.

Una vez se separaron la muchacha sonrió al recordar algo.

-- Es verdad. ¿Como es que ahora sabes pronunciar mi nombre? -- Lo miró entrecerrando los ojos.

El chico se llevó la mano a la nuca para rascarsela en un acto nervioso.

-- Emmm... bueno... simplemente me gusta poner motes graciosos a la gente y por eso a veces finjo que no se pronunciar su nombre.

La pecosa como reacción soltó una fuerte carcajada.

-- Eres terrible.

Y siguió riendo mientras se inclinaba levemente para atrás de forma inconsciente. El chico no eludió ese acto.

-- ¡Pecosa ten cuidado que te vas ca...!

Demasiado tarde, la joven calló de espaldas y por suerte o milagro no chocó contra ninguna roca, pero se zambulló en el mar con estrépito.

El moreno se levantó exaltado mirando hacia abajo, buscándola con la mirada. No salía.

-- Mierda, mierda, mierda.

Sabia que tenía que saltar a buscarla, pero el simple hecho de intentar meterse en el mar ya le daba pavor.

Desde un terrible suceso que le había ocurrido en ese frío y salado agua cuando era pequeño, le había cogido un terrible pánico a la natación en sí y aun más si se trataba del mar. Le gustaba verlo, sí, pero de ahí a adentrarse en él eran cosas muy distintas.

Aparte, a causa de esto no sabia nadar, se dio cuenta entonces.

Empezó a descender por las rocas hasta llegar al punto donde las olas chocaban contra estas.

Quizá si se metía en el agua sin soltarse de las rocas no pasaría nada.

No te lo crees ni . Su subconsciente no ayudaba mucho con sus nada alentadores comentarios.

Se dejó caer sobre el agua helada sin soltarse en ningún momento de las rocas.

-- ¿Y ahora que hago?

Estaba indeciso. No podía ver bajo el agua ya que esta escocería sus ojos y lo cegaría a causa de la sal, tampoco podía soltarse y bucear puesto que directamente no sabía nadar.

-- Hay por Dios, ¡Phaedra!-- Gritó a todo pulmón aun a sabiendas de que era imposible que lo escuchara. -- Bueno, pues a la mierda.

Hizo de tripas corazón y metió la cabeza bajo el agua abriendo los ojos. Estos no tardaron en escocerle, pero aguantó y pudo ver a su amiga enganchada por la ropa a unas rocas. Estaba inconsciente y de su cuerpo emanaba sangre. Al parecer sí se había herido en la caída.

Luffy sacó la cabeza un momento para coger aire y luego volvió a sumergirse.

Como pudo sin soltarse en ningún momento de su agarre, el joven fue descendiendo hasta llegar a la altura de la muchacha. De un simple tirón rasgó la prenda que la mantenía presa a las rocas y tiró de su muñeca arrastrándola de vuelta a la superficie con él.

En cuanto alcanzó el aire de nuevo se las apañó para sacarla como pudo del agua y apollarla en una de las rocas que más equilibrada y estable parecía.

Acto seguido salió él y antes que nada se fijó en si su amiga se encontraba bien. No respiraba.

Recordó entonces las clases básicas de primeros auxilios que le había impartido el padre de Law por si algún día le surgía ese caso.

Así que sin más espera llevó sus manos a su pecho posicionándolas una encima de la otra e hizo presión simulando el latido de su corazón.

Después de varios intentos la muchacha tosió escupiendo agua y él suspiró aliviado. Se tumbó a su lado jadeando por el cansancio, el escozor de ojos y el alivio que sentía al saber que había salvado a su amiga.

Nadie le creería si les contara esto.

-- Joder. ¿Por qué todas las locuras posibles en la vida me pasan a mi? -- Suspiró y soltó una carcajada.

Sin duda alguna esa había sido una extraña y abrumadora experiencia.

Se giró para ver a la muchacha que reposaba junto a él en el duro suelo inconsciente y suspiro. Eso había estado cerca.

______

La joven abrió los ojos con pesar y se llevó la mano a la cabeza incorporándose con dificultad.

-- ¿Qué a pasado?

-- Te caíste del acantilado y yo te salvé. Has estado una hora inconsciente.

La muchacha se giró para verlo sorprendida.

-- ¿Enserio? ¿Y sigo viva?

Se revisó a si misma pudiendo percibir los numerosos rascazos que adornaban sus piernas y sus manos, también la camiseta rasgada y bajo esta más rascazos. Sin embargo a parte de eso no parecía tener ningún hueso roto ni ninguna contusión grave.

-- Joder, soy una máquina inmatable. -- Murmuró y soltó una carcajada que enseguida fue acompañada por la de su amigo.

-- Lo que tienes es una suerte sorprendente. Realmente pensé que te morirías.

-- JA, no soy tan fácil de matar. -- Volvió a bajar la mirada para ver su sujetador a la vista a causa de la camiseta desaliñada. -- Olle ¿no te da vergüenza verme en ropa interior?

Esta vez se veía algo molesta.

-- ¿Por qué? Si se te ve como cuando usáis biquini. Además tú no tienes nada que enseñar, Nami y Robin las tienen más grandes. -- Lo último lo dijo con un punto de burla y picardía.

-- ¡Serás cabrón!

La muchacha le propinó una colleja y cuando pretendía darle otra el chico la agarró de las muñecas empezando así un forcejeo con ella.

A poco estuvieron de matarse otra vez del acantilado para abajo, pero lograron recuperar el equilibrio y se soltaron para respirar exhaustos de la pequeña y graciosas pelea.

-- Bueno, ¿que te parece si volvemos a casa? Seguimos empapados, tengo frío y tu estás tiritando.

La joven asintió al percatarse de que sus dientes castañeteaban un poco.

Tras escalar las rocas hasta llegar al suelo donde la hierba florecía, se miraron y sonrieron a la vez.

-- ¿Tu casa está muy lejos?

-- Hombre, lejos no está, pero no llevo las llaves encima y dudo que a estas horas halla alguien para abrirme. Mi hermana seguramente estará con el enano en el parque y mi tío trabajando.

-- Bueno, entonces vallamos a Aldeas que tampoco está lejos y allí siempre hay alguien.

Sin más emprendieron rumbo al lugar y tras media hora de caminata al fin llegaron a su destino.

-- Joder, decías que estaba cerca. ¿Para ti que es cerca? -- Suspiró la muchacha exhausta.

El joven por su parte solo soltó una carcajada. Una ráfaga de viento los puso a tiritar de nuevo a los dos y el chico se apresuró a abrir el portal para acto seguido dirigirse a su casa.

-- Dios mio, esto es enorme. ¿Cuantas casas hay aquí?

La muchacha observó todo con gran asombro.

-- 50 en total. Este es uno de los recintos más grandes de Aldeas en todo el país. Y con lógica, puesto que tuvieron que aumentarlo tras la masacre de la guerra.

Llamó a la puerta de su hogar y esperó a que le abrieran.

-- Pues valla si lo aumentaron. Joder, es inmenso.

-- Luffy, ¿pero que te ha pasado?

El aludido alzó la vista para ver a su cuidadora mirándolo preocupada.

-- Estás todo empapado, y tu amiga también. -- Se percató entonces de la presencia de su compañera. -- Anda pasad que vais a coger un resfriado.

Nada más entrar vieron a Ace saliendo de la cocina con el móvil en la mano.

-- ¿Quien vino Makino?

Al alzar la vista del aparato casi se le salen los ojos de las orbitas.

-- ¡Armai! ¿Pero que os ha pasado? -- Exclamó extasiado al verlos con la ropa empapada.

-- Estábamos charlando en el acantilado y esta torpe se echó hacia atrás y se despeñó, casi se ahoga y tuve que salvarla. Creeme, no fue fácil.

-- Ya claro, ahora enserio. ¿Qué os pasó?

-- ¡Te lo acabo de decir!

-- Luffy que no me chupo el dedo, por Dios. ¿Enserio quieres que me crea que te metiste al agua sabiendo el pánico que le tienes? ¡Si a poco más no te metes ni a la ducha!

La joven abrió los ojos como platos y se giró a ver sorprendida a su amigo el cual estaba rojo como un tomate por la vergüenza.

-- Tampoco hacia falta ser tan directo. -- Murmuró.

-- ¿Te da pánico el agua?

-- Solo un poco.

-- Solo un poco. -- El mayor de los tres soltó una carcajada. -- Aun me acuerdo del año pasado en la piscina de Law. El muy parvo resbaló y calló dentro y no sabes el escándalo que montó para que lo sacáramos de allí, se puso histérico y a poco más hubo que llevarlo al psiquiátrico. Quizá deberíamos haberlo hecho después de todo.

-- ¡Vete a la mierda! -- Exclamó el moreno menor ya molesto.

Mientras su compañera reía por lo bajo con una mano tapando su boca intentando no mostrar su risa.

-- Y en otra ocasión, también el año pasado, cuando fuimos a la playa y por pura gracia decidimos gastarle una broma. Entre Sabo y yo lo lanzamos al mar y no veas como se puso. En cuanto fui a su rescate se abrazó a mi cual koala mientras lloriqueaba como una niña.

-- ¡Ya vale! ¿No?

-- Y cuando...

Antes de que pudiera continuar el menor lo agarró de la muñeca y tiró de él para acabar empujándolo hacia la salida.

-- ¡Lárgate de aquí!

-- No veas como se puso cuando lo llevamos al acuario que se calló a la piscina de las focas y... -- Continuó el pecoso sin inmutarse.

-- ¡Oh por Dios, cállate ya!

Abrió la puerta con potencia y le dio un fuerte empujón hacia afuera.

-- ¡Vete a casa de Marco a romperle la cabeza! ¡Y déjanos en paz!

Y sin más le cerró la puerta en las narices. Aun pudo escuchar las carcajadas de su hermano detrás de la puerta, pero ya no le dio más importancia.

Se sacudió las manos y volvió al pasillo frente a la cocina y las escaleras con Phaedra.

-- Problema resuelto. ¿De qué estábamos hablando?

-- De lo bien que te lo pasabas con tus hermanos en el agua el verano pasado. -- Comentó sarcástica aguantando la risa.

-- JA JA que graciosa.

-- Aun así hay algo que no entiendo.

-- ¿Qué?

-- Si tanto pánico te da el agua, ¿cómo diantres es que te tiraste al mar a salvarme?

-- Primero, no me tiré. No estoy tan loco como para saltar desde tanta altura y con rocas por medio, bajé con cuidado y me sumergí con moderación. Y segundo, ¡Como que no te iba a dejar morir! ¿Estamos locos o qué?

-- Tú un poco.

-- Gracias, ya lo sabia.

Ambos se miraron y se echaron a reír.

-- Querida esto es lo más de tu talla que he podido encontrar. Espero que no te quede muy grande.

Ambos alzaron la vista para ver a Makino que acababa de llegar con unas prendas de ropa en las manos.

-- ¡Y tú, alma de Dios, sube a cambiarte de ropa antes de que cojas un resfriado! -- Exclamó entonces viendo a Luffy severa por su imprudencia.

El aludido no tardó en asentir y subir a su cuarto corriendo a cambiarse de muda.

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