Epílogo
Playlist:
Brother —kodaline/ To build a home —the cinematic orchesta/ Ghost town —radical face/ Next to me —sleeping at last/ I have made mistakes –The Oh hellos/ Simple man –cover by Jensen Ackles/ Small hands –radical face/ You'll be in my heart -Phill Collins
10 años después
Travis se acomodó la chaqueta negra del traje frente al espejo y se metió la camisa blanca dentro de los pantalones. Miró el reloj: eran las 11:32 a.m. Dentro de veinte minutos debería estar en la iglesia si no quería llegar tarde. Pensó en telefonear a Sean una última vez, pero habían acordado encontrarse allí, y era probable que ya hubiera salido. Tal vez podría llamar a Karen, solo para escuchar su voz, pero debía estar atareada en el restaurante.
La casa parecía demasiado silenciosa y vacía ahora que su padre no estaba dando vueltas por ahí; de todas formas, tampoco había podido moverse mucho ese último tiempo. Travis había vuelto a la casa familiar ese último mes para cuidar de él (aunque nunca había estado muy lejos e iba casi todos los días para ayudar), ya que apenas podía salir de la cama por el dolor que sentía. Los médicos lo habían diagnosticado con cirrosis hepática y le habían recomendado una internación, pero Regan se había negado. Falleció un mes después, pocas horas después de que Travis lo llevara de urgencia al hospital.
Esa misma tarde, Travis llamó a su hermano, y se permitió llorar por la pérdida. Sean no sintió gran cosa por la muerte de su padre, hasta casi soltó un "ya era hora", pero prefirió quedarse callado y consolar a Travis tanto como estuviera a su mano.
Ahora Sean estaba en la puerta de la iglesia, cambiando su peso de pierna incómodamente. Eran un día solado y caluroso, sentía que el nudo de la corbata negra le apretaba como una soga. Necesitaba un cigarrillo ya. Las campanas en la torre sonaron sobre su cabeza y se preguntó por qué Travis aún no había llegado. Aunque la muerte de su padre no le causaba exactamente tristeza, tampoco estaba tan feliz de verlo en un ataúd. No habían tenido la mejor relación padre-hijo, pero ya no deseaba la muerte a nadie. No había mucha gente en la iglesia, Regan nunca había sido muy amigable, pero eso no quitaba el hecho de que se acercaran a darle su pésame a Sean.
Nancy le tocó el brazo para devolverlo a la realidad, y Sean se sobresaltó.
—Tranquilo, ya llegará —le dijo en voz baja.
Ella tenía puesto un vestido negro ajustado hasta la rodilla y casi no llevaba maquillaje, pero estaba preciosa. Sean le sonrió; no podía esperar para que ese hermoso rostro fuera la primera cosa que viera cuando se despertaba, pero habían acordado ir con calma luego de que él había ido a buscarla. Hacía dos años que Nancy se había graduado como médica, y ahora estaba haciendo la residencia mientras Sean iba por su cuarto año de arquitectura. No era lo mismo que la carpintería, pero era lo más parecido que podía hacer con cinco dedos menos.
Como si lo hubiera invocado, Travis estacionó su auto frente a la iglesia y Sean le hizo una seña a Nancy para que lo esperaba mientras él bajó las escaleras de piedra para reunirse con su hermano.
Había ojeras debajo de los ojos de Travis y tenía los hombros caídos cuando salió del vehículo. El corazón de Sean se estrujó y lo atrajo hacia sí para abrazarlo. Travis lo correspondió y se apoyó en su hermano. Lo había extrañado más de lo que pensaba: hacía alrededor de un mes que no se veían. A Travis le dolía admitir que cada vez lo echaba más de menos.
Sean le rodeó los hombros cuando se separaron y lo escoltó hasta la iglesia.
—¿Cómo estás?
Era una pregunta banal, pero Travis sabía que Sean se lo preguntaba con toda honestidad. Tan solo suspiró. El otro asintió.
—¿Y Karen?
Karen y Travis estaban saliendo hacía poco más de seis meses. Travis estaba segura de que Karen era un ángel, porque jamás había visto a una mujer tan hermosa, bondadosa y llena de fuego. Tenía un niño, Calvin, de seis años que se quedaba solo la mayor parte del tiempo ya que el jefe de Karen la explotaba en el restaurante como si fuera un animal. Travis se quedaba con el niño siempre que podía y habían logrado formar un lindo vínculo.
—Con Calvin —respondió—. Quiso venir pero le dije que hacía falta. Tal vez pase por allá más tarde.
Llegaron hasta las puertas de la iglesia y Nancy se acercó a abrazarlo con una sonrisa triste. Travis la rodeó con fuerza.
—Siento tanto tu pérdida, Trav —le dijo al oído.
—Gracias, Nancy —contestó cuando se soltaron—. Pero estoy convencido de que ahora está en paz al fin.
Sean señaló con la cabeza al interior de la parroquia.
—Será mejor que entremos. Ya están todos sentados.
Nancy tomó la mano de Sean e ingresaron al templo con Travis unos pasos por detrás, observándolos. Luego de que Sean había vuelto de la guerra, Nancy había sido un gran apoyo, tanto para él como para Travis, pero Sean se negaba a volver a estar juntos. Estaba perdido y no sabía su propósito en la Tierra, no se reconocía cuando se miraba al espejo, por lo que tuvo que tomarse un tiempo alejado de todo para encontrarse a sí mismo, a pesar de que ese proceso llevó años y seguía en vigencia en menor medida. La guerra había terminado hacía cinco años y el país pudo recuperar gran parte de las tierras que habían sido invadidas, pero en las mentes de los soldados y familias la lucha sería eterna.
Los tres se sentaron en la primera fila de bancos. Las pocas personas que había apenas llenaban cinco bancos. El cura se paró detrás del altar e hizo la señal de la cruz en un gesto solemne. El ataúd abierto descansaba frente a él junto a una corona de flores blancas. Travis había visto el cuerpo de su padre dos veces: cuando lo había identificado en el hospital y cuando había hecho los trámites con la funeraria. Esas dos veces habían sido más que suficientes.
La misa dio comienzo y duró cuarenta minutos. El padre hizo alusión a la dura vida de Regan Clarkson, quien había perdido a su esposa y se había hecho cargo de dos pequeños, a los que le había dado todo el amor que tenía. Sean tuvo que contenerse para no reír a carcajadas. Finalmente, le dio la bendición y aseguró que ahora podría reunirse con su amada Colette. Sean pudo ver que Travis tenía los puños tan apretados que los nudillos estaban blancos, por lo que le tomó la mano y le dio un apretón. Travis se lo agradeció en silencio.
Al terminar la ceremonia, Sean (a regañadientes y con dificultad), Travis, Jim y un primo lejano, el cual Sean no podía recordar el nombre, cargaron el ataúd de pino hasta el coche funerario para llevarlo hasta el cementerio. Sean le pidió a Nancy que siguiera la procesión sola así él podría ir en el mismo auto que su hermano, que lo necesitaba más que nunca. El trayecto no duró más de diez minutos ya que el cementerio estaba cerca, pero el silencio pesaba como plomo. Sean podía ver lo mal que Travis estaba por como apretaba los puños al volante, pero no encontraba las palabras adecuadas para decirle. ¿Que sentía su dolor? Sean no sentía dolor, ni siquiera sabía qué era el conjunto de emociones que se revolvían en su interior.
Regan Clarkson fue enterrado en el cementerio del pueblo, junto a su esposa. Su lápida rezaba "amado amigo, esposo y padre", aunque muchos de los presentes no podían decir lo mismo. Antes del descenso, en un momento de compasión, Sean se quitó el collar de su madre, el cual nunca le había devuelto a Travis y siempre llevaba puesto, y lo dejó sobre el ataúd bajo la mirada sorprendida de su hermano.
Poco a poco los invitados se fueron despidiendo con un último abrazo y su pésame (Sean notó que muy pocos tenían lágrimas en los ojos) hasta que sólo quedaron Travis, Nancy y él. El mayor no apartaba la mirada de la tierra recién removida.
—Necesito un momento a solas —musitó Travis.
Sean lo miró preocupado. Asintió y se alejó un con Nancy para dejarle su espacio.
—¿Crees que estará bien? —preguntó ella con el ceño fruncido cuando estuvieron lo suficientemente lejos.
Sean suspiró y miró a su alrededor. Allí donde observaba había alguna lápida y, por ende, algún muerto. El cementerio siempre le daba escalofríos y no le traía los más gratos recuerdos. Volvió a centrar su atención en Nancy para no ver los nombres en las piedras.
—Honestamente no lo sé. No tuvimos mucho tiempo para hablar. Tal vez me quede unos días para hacerle compañía...
—Pero ¿y la universidad?
—Llamaré para avisar que mi padre murió. Ellos entenderán.
Nancy asintió y le tomó la mano.
—¿Y tú cómo estás? —preguntó con voz más dulce.
Sean lo pensó unos momentos. Había estado tan concentrado en el dolor de su hermano que no se había detenido a pensar en sí mismo.
—Es extraño, ¿sabes? Siento pena por él. —Clavó el muñón y la mano en los bolsillos—. Murió como vivió: en el alcohol. Y es un poco triste porque no estoy seguro de que alguien lo haya querido realmente después de mamá. Travis siempre contaba que antes, cuando eran ellos tres, Regan era alguien completamente distinto. —Sean cambió su peso de pierna—. Supongo que por eso se descargó contra mí.
—Pero no fue tu culpa.
—No, no, lo sé —se apresuró a decir—. Y no justifico. Pero entiendo por qué hacía lo que hacía.
Travis apareció detrás de ellos con la cabeza gacha para ocultar los ojos rojos. Llevaba el saco colgado del brazo y la corbata desatada.
—Creo que ya es hora de irnos —dijo con la voz un poco ronca.
—Lo mejor será que les dé unas horas a solas —comentó Nancy.
Travis le sonrió en agradecimiento. Ella le dio un beso en los labios a Sean y un corto abrazo a Travis para luego marcharse hasta su auto.
—Vayamos a casa —anunció Travis con una naturalidad que les sorprendió a ambos.
Caminaron con tranquilidad hasta el auto. A pesar de que cada vez eran menos las ocasiones en las que se juntaban, reunirse les traía paz a ambos. Como si estuvieran con su otra mitad. A veces Sean tenía ganas de poner un pedacito de Travis en el estante de su escritorio para poder calmarse cuando tenía algún examen especial o cuando las pesadillas lo atormentaban y no había nadie allí para calmarlo.
Sean estaba cada vez más nervioso a medida que se acercaban a la granja familiar. No había puesto un pie en ella desde hacía diez años, cuando Regan lo había echado para siempre. Travis podía ver por el rabillo del ojo como Sean se removía en su asiento.
Estacionaron dentro de la propiedad y dio un ligero salto al bajar, levantando polvo y manchándose el comienzo de los pantalones. Sean bajó con más cuidado, examinando a su alrededor con lentitud. Era como volver en el tiempo: todo seguía igual. La única evidencia de que los años habían pasado eran que Bob ya no estaba, sino que había otro perro color dorado, que se acercó a Travis meneando la cola. Pasaron cerca de la casita y Sean contuvo la respiración al ver que le faltaban dos tablas al techo y la puerta había desaparecido.
Entraron a la casa; Sean pudo notar que habían cambiado la puerta principal. Hacía calor por culpa de las ventanas cerradas, por lo que Sean se aflojó el nudo de la corbata, se desabrochó el primer botón de la camisa y dejó la chaqueta en el respaldo de la una de las sillas. Travis fue hasta la cocina y el otro se quedó parado en el marco de la entrada, incómodo.
—No tengo que invitarte a pasar —comentó Travis sirviendo agua—. Es tu casa también.
En realidad no. Había dejado de ser su cada desde hacía mucho tiempo, si es que alguna vez lo había sido. Ahora tenía su propia casa cerca de la universidad, que había comprado con el subsidio del Estado, pero el lugar se sentía demasiado vacío.
—Es extraño volver aquí —comentó al final.
—Me imagino —respondió Travis, tomando una cerveza de la heladera para él y ofreciéndole el vaso de agua.
Sean no creía que él se imaginara las sensaciones que pasan por el cuerpo de Sean en aquel momento. Era como revivir todos aquellos malos momentos de la infancia donde había pasado encogido para pasar desapercibido ante los borrachos ojos de su padre, y aun así él lo encontraba y lo castigaba por cosas que él no entendía. Era volver a sentir aquellos abrazos que Travis le daba para que dejara de llorar por las noches y las risas que había tenido con Nancy debajo de la mesa que usaban como casita cuando Regan se iba y ella podía entrar sin problemas.
Caminaron fuera de la casa y se sentaron en los escalones de madera del porche, que crujieron bajo su peso. Sean lo miró de la mala manera cuando Travis le dio el primer trago a su cerveza, pero él no lo vio. En cambio, Sean dejó el vaso a medio beber a su lado, sacó un encendedor y una caja de cigarrillos del fondo de su bolsillo trasero y encendió uno. Travis levantó una ceja.
—Si tú puedes beber, yo puedo fumar —le replicó Sean con la colilla entre los labios. Guardó el encendedor y le dio una calada.
Se quedaron en un cómodo silencio durante unos minutos. Sean inspiró profundamente y se llenó el olor a verano, recordando cuando corrían con espadas de madera y manchando sus pocas ropas con tierra. Cerró los ojos para disfrutar del sol en el rostro.
—Supongo que ahora todo esto será tuyo, ¿eh? —señaló Sean.
—Supongo. —Travis se encogió de hombros con despreocupación—. Tal vez la venda, no lo sé. Estoy cómodo donde estoy. A menos que tú quieras...
Travis se detuvo a sí mismo, aunque ambos sabían que iba a decir. "A menos que tú quieras volver, podemos quedarnos los dos aquí. Ya pensaremos en lo demás". Desde aquella fatídica noche Travis mantuvo limpia la habitación de Sean con la esperanza de que su padre se retractara y él pudiera volver a casa, pero Regan jamás había vuelto a mencionar la escena, y limpiar la habitación de su hermano se había convertido en parte de la rutina. Además, Sean no quería volver. Desde que había llegado estaba intentando ignorar la falsa presencia de Regan a su espalda, que sentía como un molesto reflejo y le hacía poner los pelos de punta. Y estaba la universidad y Nancy. Y Travis ahora tenía a Karen y Calvin. Las cosas ya no eran tan fáciles.
Travis suspiró y se frotó las cienes. Tenía tan solo treinta y seis años, pero parecía tener veinte años más sobre sus hombros. Había arrugas alrededor de sus ojos y tenía la piel curtida por el trabajo duro bajo el sol. Sean sintió pena por él.
—Es extraño saber que papá ya no está. O sea, que realmente ya no está aquí. Que jamás lo volveremos a ver en esta vida. —Travis apoyó los codos sobre las rodillas—. ¿Crees de verdad que está con mamá allá arriba, que los dos son felices?
—Regan creía en el Cielo, así que espero que ahora pueda estar con mamá.
Travis asintió.
—Últimamente estuve recordando los viejos tiempos mientras cuidaba a Calvin—Travis no lo miraba mientras hablaba—. Pero los buenos tiempos, cuando jugábamos aquí juntos, o te ayudaba a reparar algo. Cuando tenían ambas manos. —Sean rió entre dientes y lo golpeó en el hombro. Travis sonrió—. No quería ponerme melancólico, pero realmente los extraño. A nosotros, quiero decir. Cuando las cosas parecían fáciles. Y miraba a Calvin y me recordaba un poco a ti. Es un niño precioso y muy curioso, no tiene miedo a nada. Y me podía ver a mí mismo cuidándote para que no toques las herramientas de papá cuando te alejabas gateando mientras él quería meter cosas en los enchufes. Karen podría matarme si se entera de que casi lo logra. —Ambos rieron y Travis hizo una pausa antes de continuar—: Quiero tener mis propios hijos con Karen, Dios sabe que es la mujer más hermosa y salvaje que conocí.
—Justo lo opuesto a ti.
—Justo lo opuesto a mí. —Travis sonrió. Le dio un último trago a la cerveza y la movió entre las manos—. No quiero cometer los mismos errores que papá, y eso me da miedo.
Sean aplastó la colilla con el pie y le tocó el hombro.
—Oye, no lo harás. Aquí estoy yo, ¿no? Vivito y coleando.
Travis bufó.
—Por poco.
Sean tomó la cruz de Josh con dos dedos y apoyó la cabeza en la columna a su izquierda.
—Creo que desde que volví con Nancy nunca tuve la oportunidad de decirle lo mucho que la amo.
—Deberías hacerlo. Nunca se sabe el tiempo que nos queda.
—Ese mismo consejo se puede aplicar a ti también, hermano —le reprochó Sean.
Travis rió y negó con la cabeza. Tras un momento, lo miró y posó una mano en su hombro.
—Dime que vendrás de vez en cuando, Grandulón. Quieras o no, aquí todavía tienes un hogar, ¿sí?
Sean le devolvió la sonrisa.
—Lo sé.
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