Extra

Israel es mi novio desde hace seis meses. Nos va muy bien, nos queremos. Es la primera vez que me siento enamorada. Esto no se puede comparar a nada, es una felicidad inmensa.

Ahora estamos en la feria de Sevilla. A nosotros no nos gusta, pero Juanma, Pepi y Marsha insistieron mucho en hacer el viaje. Así que el grupo entero, conformado por siete personas, acabamos en Sevilla. Algunos disfrutando, y otros, como en mi caso, sufriendo un poco. ¿Por qué? Por el calorcito húmedo insoportable que hace aquí, por el bullicio, por ver cómo explotan a los caballos...No me gusta la feria, la veo ridícula. Israel igual. Pero a Pepi y a Marsha se les ve tan contentas marcándose las palmas...Ellas querían que viniera el grupo entero, así que no había más opciones. Son las únicas que lucen vestido de gitana, Paula y yo hemos pasado. Para empezar, no tengo ni traje. No obstante, he escogido un buen conjunto para divinear por ahí, e Israel ya se ha encargado de decirme lo guapa que estoy. Eso es solo lo que importa.

—¡Vamos Miriam sal a bailar, que tu lo haces fenomenal, tu cuerpo se mueve como una palmera, suave suave su-su suave!

¿Qué? Noo, a mí bailecitos no, que me muero. Dichosas Pepi y Marsha. Espera que Juanma les sigue la corriente.

—¿Qué estáis haciendo? ¡A mí dejadme en paz!— replico entre risas.

—¡Vengaa!—grita Pepi— ¡Que todavía no te he visto bailar ni una vez!

—¿Y piensas que en todo el medio de la feria sí?

—Déjala Pepi— le dice mi novio suave. Pepi y Marsha ya están ebrias, seguramente tema que formen espectáculo. Quiero decir, más todavía.

—¿De verdad hemos tenido que venir hasta aquí solo para que se emborrachen como cada finde? Para esto les ponemos unas sevillanas en la cochera del Juanma y que se lo pasen pipa allí, y me ahorro gastarme el dinero.

El que ha hablado es Nico, el mejor amigo de Israel. Suele ir de negro, como en esta ocasión.

—Pf, ya ves tío, ¿qué se le va a hacer?— comenta mi novio pacíficamente.

Acabamos sentándonos en unos bancos que afortunadamente estaban desocupados.

Ojú que mareo...— dice Marsha llevándose una mano a la frente, sentada.

Yo, de pie, contemplo de frente a las dos borrachas. La verdad es que dan pena, pero no son las únicas que están así en toda la feria. Siento que alguna de las dos va a desfallecer en cualquier momento y yo ya he escuchado a la ambulancia dos veces, por lo que no me extrañaría que sonara una tercera vez. Normalmente los demás solemos controlar cuantos cubatas beben, pero en una ocasión las dos fueron al baño (eso es lo que ellas dicen), y cuando volvieron estaban para el arrastre.

—Voy a ir a por agua—sentencio.

Mientras voy hacia el kiosko más cercano, maldigo a esas dos. Los demás estamos preocupados por ellas de verdad, y les complacemos en todo, como con el capricho de querer venir a la feria. ¡Y pasan un kilo! Son buena gente, las primeras en molestarse en idear un cumpleaños sorpresa para mí. El único problema que tienen es el control sobre la bebida.

Como estaba mirando hacia abajo mientras estaba concentrada en mis pensamientos, choco con alguien (como es normal debido a toda la gente que hay). Pero eso no es lo malo. Lo malo es que me estampa un helado en toda la cara.

Yo ahogo una exclamación, y el tipo se echa una mano a la boca. Lo miro, y parece que se va a partir de risa en cualquier momento. Pues para mí no tiene nada de divertido, por muy graciosa que esté mi cara ahora.

—Oh, no sabes cuánto lo siento.

—No te preocupes, soy yo la que no miraba.

El hombre saca un pañuelo, pero en vez de dármelo para que me limpie sola, me coje de la barbilla y empieza a limpiarme él. Me quedo estática, no sé cómo reaccionar.

—Siento mancharte esa cara tan preciosa, criatura. Eres realmente guapa, ¿lo sabes?

Entonces, su voz en algún punto me  resulta conocida.

Esbozo una sonrisa y le doy las gracias tímidamente. En realidad quiero que se vaya ya.

—Puedo comprarte yo un helado si quieres para compensártelo, ¿qué ibas a pedir?

—Oh, no hace falta, en serio. Muchas gracias.

Termina de frotarme el pañuelo por la cara.

—Que sí, insisto, mujer.

Dios, ahora sí que me suena la voz.

—¿Vienes sola?— pregunta.

Por pura estrategia, le digo que sí.

—Vaya, con lo guapa que eres y no tienes a nadie para que te acompañe. Te puedes venir conmigo y con mis amigos, si quieres, ¿eh? Soy Antonio.

Antonio...Antonio...¡Lo sabía! ¡Es él! ¡El del día en que conocí a Israel! El de la cita a ciegas...Finalmente, he podido ponerle cara, aunque tampoco me interesaba especialmente. Ya lo dejé claro en su día.

Actúo lo más tímida e inocente-con-intenciones que puedo.

—Bueno...¿No te parezco algo rara?

—¿Rara? ¡Por Dios! ¡Si eres de las más hermosas que se han visto, chiquilla! Ven, vamos con los compa', verás como te dicen lo mismo— me agarra por la cintura y empieza a arrastrarme hacia donde él quiere.—¿Cuál es tu nombre, dulzura?

Sonrío.

—Miriam.

—Un nombre muy bonito, sí señor.

Dejo de sonreír. ¡No se acuerda...! Antes de que me lleve más a su terreno, decido terminar con esto.

—Será mejor que pares porque yo no te gusto, soy muy rara para ti. Veo anime, y esas cosas...Se lo dije a un tipo una vez en una cita a ciegas.

Se para en seco. Deja de agarrarme y me planta toda su mirada perpléjica. Vaya, por fin...

—No me jodas.

—Sip.

Me señala con el dedo.

—¿Tú...? ¿Tu eres aquella de la cita a ciegas...?

—Si no lo fuera, no te hubiera soltado nada.

—Me dejaste plantado. Hablando solo como un loco. Es la primera vez que me pasa...— dice mientras alza las manos al cielo. Parecía que iba a decir más cosas, pero se paró.

—Vaya por Dios—digo con evidente sarcasmo.

—Te sentó mal lo que te dije ¿eh?

Vale, claramente me acaba de mirar ahora a las tetas, y eso que no llevo escote.

—¡Pero eso no tiene que importarte, mujer! ¡No lo dije con mala intención, no le des vueltas! Ay que ver, ¡que tontita eres...!—junta sus manos en forma de oración hacia mí.— Perdón, si eso te hace sentir mejor. Ven, que ahora sí que nos lo vamos a pasar bien y nos vamos a conocer mejor.

—Ay, lo siento, pero es que en realidad no he venido sola...

—Si, claro. La que no tenía amigos. Invéntate otra excusa, anda— vuelve a agarrarme por la cintura.— Vámonos.

—Estás molestando a Miriam— suena una voz a nuestras espaldas.

Antonio se gira, lo que hace que yo gire también porque me tiene agarrada.

—¿Y tú quién eres?

—Mi novio—contesto yo.

Israel sonríe, y yo también. Antonio me suelta la cintura, contrariado.

—¿Tu novio?

Me planto al lado de Israel, y le propino un beso en los labios.

—Mi novio. Así que, suerte buscando a la chica de tus sueños...

El tipo se queda unos segundos paralizado, mirándonos, hasta que reacciona bruscamente.

—¡Que os den por el culo!

Y se fue para, espero, no volver a verlo más. Ahora que lo pienso, nunca nos dijimos de dónde éramos. Tal vez él viva en Sevilla.

—Tienes un poco de nata en la nariz. ¿Estás bien?— me dice Israel y me pasa el dedo por la nariz. Nuestros rostros están separados por muy poco.

—Estoy bien. Que fuerte, ¿eh?

—Yo lo llamaría destino.

—Yo lo llamo Karma.

Y con todo lo bueno y lo malo en su sitio, Israel y yo nos cogemos de las manos para volver con el grupo.

Tengo que darle las gracias a Antonio a pesar de todo, porque si él no me hubiera herido, no tendría ahora a estos grandes amigos. Y sobre todo, no conocer a Israel habría sido fatal para mi vida.

Fin.🌠

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