Buscando a alguien
Hace cinco horas estaba tranquilamente echada en el sofá con el pijama puesto, unas chocolatinas que se derretían en mis manos, y anime josei en el televisor (reproducido desde el móvil, estas tecnologías son unas maravillas).
Contrastando en lo más absoluto, ahora me encuentro en un bar de citas a ciegas, con un vestido y manos temblorosas, que ahora me sujeta una de las camareras para llevarme a mi mesa.
—No tengas miedo, yo te voy guiando.
La verdad es que hoy no me sentía con ganas de hacer lo de siempre, es decir, nada. Todo el verano encerrada, viendo series, no haciendo nada productivo, sin trabajo....Tampoco tengo amigos para ir a la playa, y de todos modos, tampoco me gusta la playa. Tengo ciertos complejos, hay mucha gente y además, nunca entendí qué necesidad tienen todos de extenderse bajo el sol para ponerse moreno. Menudo tópico absurdo, no tiene sentido. Yo prefiero descubrir sitios nuevos, hacer actividades nuevas. Hasta hace unas horas podría decir: "Pff, ¿y quién soy yo para decir eso?", sin embargo, después de que una fuerza invisible me pinchara en el cerebro para decidirme a pedir una reserva y venir a este sitio, estoy en mi derecho de decir que soy lo suficientemente valiente.
—Ya estamos aquí. Ahora te aparto la silla y...ya puedes sentarte.—Me siento, y la señorita me arrima a la mesa.— ¡Disfrutad!
Y es que lo estoy flipando. Porque puedo decir sobre seguro que no soy una chica de hacer estas cosas, siempre me escudo en que la vida no me ha tratado bien mientras sigo mirando al techo de mi piso en alquiler (pagado por mis padres). Pero ahora, ¡mírame! Estoy en un restaurante con los ojos vendados, ¡y enfrente de mí hay un hombre que no conozco!
—¡Hola, soy Antonio! Te daría un beso, pero puede que un ojo tuyo acabe mal...—me saluda, riendo.
Es simpático, divertido. Vamos, ¡TÚ PUEDES CHICA!
—Eh...Hola. Miriam—mi voz es tan débil que parece que me sale del culo y me riño mentalmente por ello.— Es la primera vez que estoy en un sitio así, estoy tela de nerviosa, perdona si me comporto raro o algo...— Esta vez, la voz ha cobrado su tono natural, quizá iba muy rápida, pero estoy contenta.
—No te preocupes, yo igual. Estaba en casa aburrido, no sabía qué hacer y he cogido y he llamado aquí. Todo muy extraño, ja,ja.
—¡Yo también! Me ha pasado igual.
—Hola, ¿vais bien? ¿Qué les sirvo?
La aguda voz de la camarera ha aparecido de pronto entre la de nosotros dos y ha hecho que me sobresaltara.
—Coño, creía que eras tú— le digo a Antonio tronchada de risa. Él también se ríe a carcajada limpia. No sé qué expresión tendrá la camarera ahora.
—Y yo digo: ¿qué le ha pasado a la voz a esta de repente?— dice Antonio. Somos igualmente estúpidos.
—Vaya, ¡que alegría reina el ambiente!— suelta la camarera. Probablemente esté incómoda.
—Perdone—se disculpa mi cita—, yo tomaré un vino tinto.
—Yo solo un zumo de piña— digo.
—Ahora mismo llegan.
Ya sin la que sobra, Antonio me dice con aire desenfadado:
—Un zumo, ¿en serio?
—Sí, no soy de bebidas con gas...Tampoco bebo alcohol.
—¡Ostras!
Y se calla. ¿Me toca a mí seguir la conversación? A ver, voy a probar.
—¿Y qué edad tienes?
—Veinticinco, ¿y tú?
—Veintiuno.
—Te diría algo como "Oh, más jovencita", pero en realidad creo que no es para tanto; es un comentario que sobra.
No sé muy bien qué ha querido decir...
—Ya...La verdadera edad está en la mente.
—Exacto.
Uf, acerté.
—¿Qué fue lo que te hizo llamar a este sitio?—me pregunta.
—Pues...ya te lo he dicho, estaba aburrida y...llamé. Emm...Un impulso por conocer gente, ya que no tengo muchos amigos.
Ninguno.
—¿No?—dice con aire asombrado— Pues yo tengo muchos. Me falta la chica de mis sueños a mi lado.
Siento ruido en nuestra mesa.
—La bebida, ¿vale?— avisa la camarera.— ¿Os leo la carta?
—Vale— digo, y después de citárnosla entera (seguramente la carta tendría una sola hoja, es comprensible), me pido una ensalada césar y champiñones en salsa. Antonio, al igual que con mi zumo, se extraña de mi comanda. Él ha pedido un filete de ternera. Ug, su comida es un punto en desafavor...Aunque no puedo ponerme tiquismiquis con una persona que podría llegar a ser mi amiga después de un par de años sin nadie con quien contar.
—¿Qué te gusta hacer, Miriam? ¿Practicas algún deporte?
—Si el sofing existiera, entonces sí...—no se ríe.— Pues me gusta ver películas, series, animes, también leo de vez en cuando...
—¿Animes?—pronuncia exageradamente.
—Sí, son dibujitos japoneses...
—Sé lo que son— me corta.— ¿En serio ves eso?
—Eh...Sí, ¿qué pasa?
—Entonces no me extraña que no tengas amigos, mujer.
¿Hola? ¿A ti qué te ocurre?
—Em...¿y eso qué tiene que ver?
—Ya sabes, la gente que está en el mundillo japonés suele ser demasiado rara.
—Ah...Yo me considero normal, pero bueno. Es como otra cosa cualquiera que podrías ver en la televisión.
—¡Anda ya! Si eso no lo entiende ni su madre.
—Oye, ¿te gusta el fútbol?— suelto de sopetón.
—Hombre, ¡pues claro! ¡Como a cualquiera!
—Entonces podemos comparar: me parece más enriquezedor ver anime (historias cargadas de lo que a ti más te apetezca, que te aportan cultura japonesa, aprendizaje de lengua extranjera, emoción, empatía e intriga), antes que ver fútbol, que no es otra cosa que un deporte demasiado sobrevalorado en el que hay que dar patadas a una pelota, el cual provoca odio hacia personas que no conoces (el equipo contrario y sus aficionados), peleas y mal ejemplos innecesarios en las calles, sentimientos trogloditas de admiración hacia personajes que se hacen ricos a tu costa, y que incluso es capaz de romper lazos familiares, como yo he podido comprobar en mi propia casa. No digo que debas ver anime antes que fútbol. Solo digo que si ves fútbol, no infravalores el anime. Ya está. Ah, y otra cosa más. No sabes nada de mi vida, así que no digas que no tengo amigos solo porque me gusta ver anime.
—Anda, anda. ¿Te has oído?
Y mientras sigue diciendo cosas que él cree que son argumentos válidos, soy yo la que no lo oye a él, porque, despacio para no hacer ruido, me he levantado, me he dado la vuelta, me he quitado la venda de los ojos en el más sentido literal, y me he ido sin mirar atrás. En la barra, pagué la cuenta a pesar de no haber comido, y me marché.
No. No tengo ninguna necesidad de aguantar más de esto. Salgo para sonreír, no para tener el rostro cabizbajo como siempre mientras me dicen que soy rarita y por eso no tengo amigos con todo el derecho como del que sabe más. Puede que mi reacción haya sido exagerada, pero fui a conocer y a sincerarme con alguien, y esto pasa cuando soy sincera y me muestro tal como soy (con un precioso y sencillo vestido azul a añadir): que me desprecian.
A la mierda, cojo el autobús y me vuelvo a mi casa. Entro en mi pijama, pongo el aire acondicionado, me hago una buena ensalada, me tiro en el sofá con ella, y me sigo viendo el anime que tengo que terminar. Eso es lo que haré.
No. NOP. ¿Por qué? ¿Por qué mierda me están saliendo lágrimas? ¡Joder! Esto es lo que faltaba...
Y algo choca frontalmente conmigo. Y caigo al suelo.
—¡Ah!— exclamo cuando mi trasero choca con el duro cemento.
—¡Perdóname! ¿Estás bien...?
El chico se calla cuando alzo mi mirada hacia su rostro. Puede que se haya percatado de mis lágrimas. Genial. A pesar de mis ojos húmedos, yo puedo ver algo en él que también me llama la atención. Lleva una camiseta de Death Note.
El tipo se agacha a mi altura, y me mira extrañado.
—Oye, ¿qué te pasa?— sabe que no le contestaré a esa pregunta, por eso ni se molesta en hacer una pausa y me sigue hablando—Vamos a levantarte de aquí.
Pasa su brazo por debajo de mi hombro y me ayuda a incorporarme. Yo sigo cabizbaja, estoy muerta de la vergüenza.
—Tranquila.
Es demasiado atento con alguien que no conoce. ¿Eso es ser amable?
Entonces llega el autobús.
—¿Vas a cogerlo?
Asiento.
—Bien.
Él no deja de sujetarme cuando los dos entramos y nos sentamos juntos. No hay mucha gente en el vehículo.
—Perdona que te haya caído al suelo, había visto desde el fondo de la calle el autobús y me puse a correr, porque si no lo iba a perder.
—Gracias...por levantarme—le digo susurrante, ¡no se me ocurría otra cosa de decir! Y en verdad, le estoy agradecida.
Y cuando sus labios me sonríen, me dejo llevar. Le cuento lo que me ha pasado, hasta esos detallitos como que no tengo amigos.
Y las estrellas de la noche se curvaron también para sonreírme.
Israel me invitó a cenar a su casa, él se encargó de prepararlo todo para simular que estábamos en un restaurante (en el que sirven comida instantánea), y después vimos una película anime en su televisor de plasma, una mezcla de acción, ciencia ficción y romance.
A las doce y media, él me llevó a mi casa. No en su coche, porque no tiene, solo me acompañó en el autobús y se despidió en mi parada. Él insistió en esperar solitario la media hora de vuelta a la parada de su casa.
¿Soy algo atrevida con los desconocidos después de no haberme relacionado con nadie de este modo en años? Sí. Pero me ha salido bien.
Tengo su número de móvil. Tengo un grupo de Whatsapp con él y sus amigos.
Hoy, me ha ocurrido un milagro.
Tengo un amigo.
Y tendré más amigos.
Ahora sonrío yo.
Fin.🌠
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top