Parte Tres

Los siguientes días fueron un total martirio tanto mentalmente como físicamente.

Junto al equipo del señor Park, nuestro equipo trabajaba constantemente en esta colaboración entre las dos empresas. Mi jefe en Seúl llamaba todos los días para pedir detalles y obviamente, le enviaba todo lo que se hacía o cambiaba.

El señor Jimin no dejaba ni siquiera que tuviéramos tiempo para el almuerzo, lo cual, me parece muy injusto. Somos seres humanos y justo ahora mi estómago pide a gritos algo de comer debido a que no me dio tiempo desayunar al levantarme más tarde de lo habitual por quedarme toda la noche haciendo un reporte.

En serio, esto va a matarme.

Decidida a que mis compañeros de equipo, y yo por supuesto, pudiéramos comer, me encaminé hacia la imponente oficina de Jimin. Él me iba a escuchar, claro que si.

Jimin no era un jefe que se dejara llevar por emociones o sentimientos de compasión. Su único objetivo era la eficiencia y la perfección por lo que, sinceramente, me daba algo de miedo enfrentarlo.

Golpeé la puerta con una mezcla de nervios y determinación. Un "pase" sonó desde el interior y entré. Jimin estaba sentado frente a su enorme escritorio, estudiando unos planos, su mirada concentrada. Su oficina era tan imponente como él, llena de detalles elegantes y minimalistas, un reflejo de su personalidad: fría, eficiente y un tanto distante.

—Señor Park —comencé, con una sonrisa forzada. Sentía la presión de la mirada de Jimin sobre mí, como si pudiera leer mis pensamientos. —No sé si ha notado que…

—Entiendo que están trabajando duro, señorita Lee —interrumpió Jimin, sin levantar la vista de los planos—. Pero esto es un proyecto prioritario, y necesitamos que todos estén en el mismo canal.

—Claro, pero... —tragando saliva, me atreví a continuar—... también necesitamos comer. No podemos trabajar sin descanso.

Jimin finalmente levantó la vista, con una mueca de incredulidad. —No se preocupe, señorita Lee. Se le entregará su almuerzo a la hora adecuada.

—No es eso, señor —dije, tratando de mantener la calma—. Yo quería…

—Estoy seguro de que usted tiene mucho que hacer, señorita Lee. Puede volver a su puesto.

Sus palabras me dejaron congelada. Su tono era cortante, autoritario. La sensación de frustración se apoderó de mí. No iba a permitir que me tratara como a una simple empleada.

—Con todo respeto, señor Park —dije, con la voz más firme que pude, desafiando su mirada—. Estoy hablando de todo el equipo, no solo de mí. Necesitamos un descanso, un tiempo para comer.

Jimin me observó por un momento, una expresión difícil de descifrar en su rostro. Después, respiró hondo y dijo:

—Está bien. Tengan un breve descanso para almorzar. Pero regresen en treinta minutos. El tiempo es oro.

—Treinta minutos no es suficiente, señor —respondí, desafiando a Jimin con su mirada—. La comida no es un lujo, es una necesidad para que todos trabajemos con la mayor eficacia. Necesitamos tiempo para recargar energías para luego volver con la máxima concentración a la oficina.

Jimin se levantó de su silla, acercándose a mi persona. Su mirada era fría, penetrante.

—Entiendo su punto de vista, Hani —dijo Jimin, menos formal, con un tono de voz que transmitía una mezcla de irritación y fascinación—. Pero las prioridades del proyecto son claras. El tiempo es un recurso escaso, y cada minuto cuenta.

Me mantuvo firme, sin retroceder ante los ojos de Jimin.

—El tiempo es importante, pero también lo es el bienestar del equipo, señor. Sin energía, la productividad se ve afectada.

Park se quedó en silencio, observándome. Su rostro era impasible, pero en sus ojos había un brillo de interés.

¡Llámenme loca, pero se ve jodidamente atractivo!

—Treinta minutos, Hani. No más que eso —fue su última decisión antes de voltearse a su escritorio.

Mi rostro en estos momentos posiblemente estaba echando humo como un tren de lo furiosa que me sentía.

¿Pero qué se cree este tipo?

Tu jefe, querida.

Respondió mi subconsciente como si le hubiese preguntado.

La tensión en la habitación era palpable, como si el aire se hubiera vuelto denso y cargado de electricidad. Jimin, con su mirada desafiante y esa sonrisa que desdibujaba los límites entre la burla y la arrogancia, me estaba llevando al límite. Mis manos, apretadas a los costados, ardían de rabia, y podía sentir cómo mi corazón latía con fuerza en mi pecho.

—¿Se va a quedar parada todo el día ahí? —preguntó, sus palabras deslizándose como un cuchillo afilado.

¡Este hombre me está volviendo loca!

Pensé, mientras la frustración se convertía en una especie de fuego interno que amenazaba con consumir mi autocontrol. No podía creer que alguien tan inteligente y capaz estuviera tan ciego ante lo más básico: la humanidad de su equipo.

—No concibo que nos quedemos sin comer. Renuncio a esto. Ahora mismo llamaré al señor Kim —dije con firmeza, decidida a no dejar que su actitud me intimidara más.

Pero el muy maldito sonrió, como si disfrutara del espectáculo.

—Puedes llamarlo. —Su tono era casi juguetón, como si estuviera desafiándome a dar el siguiente paso.

La ira burbujeaba en mi interior mientras lo observaba. ¿Cómo podía ser tan insensible? Era un líder, sí, pero también debía ser un ser humano. La imagen del señor Kim, nuestro director general, apareció en mi mente como una posible salvación, pero también sabía que eso podría tener consecuencias. Sin embargo, no podía quedarme de brazos cruzados mientras Jimin trataba a todos como piezas de un juego ajedrez.

—¿Sabes qué? —dije, sin formalidades, acercándome un poco más a su escritorio—. Tal vez deberías salir de tu burbuja de cristal y ver cómo están las cosas aquí abajo. El trabajo no es solo números y plazos; somos personas con necesidades.

Jimin arqueó una ceja, claramente intrigado por mi desafío. Su mirada se volvió más intensa, como si estuviera sopesando mis palabras. La atmósfera entre nosotros se volvió aún más tensa; la chispa que había sentido antes ahora se convertía en un fuego abrasador.

—¿Y qué propones? —preguntó, cruzando los brazos sobre su pecho. Su postura era defensiva, pero había un destello de respeto en su mirada. Tal vez le gustaba este nuevo lado de mí.

—Propongo que tomemos un breve descanso para almorzar. No es solo un capricho; es esencial para mantener nuestra productividad y creatividad. Si sigues presionando sin dar espacio a tu equipo, terminarás por conseguir lo contrario: agotamiento y resentimiento.

Jimin me miró fijamente, como si estuviera intentando descifrar mis intenciones. La tensión entre nosotros crecía, un tira y afloja entre la autoridad y la rebeldía. Era un juego peligroso, y podía sentir cómo la adrenalina corría por mis venas.

—¿Y si te digo que no tengo tiempo para eso? —replicó él, su voz terca y firme.

—¿Y si te digo que sin nosotros no tendrás nada que dirigir? —respondí, sin poder contenerme. El desafío en mi mirada se reflejaba en la suya; ambos éramos guerreros en este campo de batalla corporativo.

El silencio se instaló entre nosotros durante unos segundos que parecieron eternos. Era un duelo de voluntades, una danza peligrosa donde cada uno intentaba no ceder terreno. Su mirada era intensa, casi hipnótica; podía sentir la presión acumulándose en el aire a nuestro alrededor.

Finalmente, Jimin rompió el silencio. —Tienes agallas, Hani. Te lo reconozco. Pero esto no es un juego.

—Lo sé —respondí con sinceridad—. Pero tampoco se trata de convertirnos en máquinas sin alma. Si quieres que este proyecto sea exitoso, debes cuidar de tu equipo.

Un destello de sorpresa cruzó su rostro por un breve momento antes de que su expresión se endureciera nuevamente. Era evidente que estaba luchando con sus propios demonios internos: el deseo de ser un líder exitoso y la necesidad de ser humano.

—Si te doy este almuerzo —dijo lentamente—, debes trabajar con doble esfuerzo por tus compañeros. Te quedarás hasta tarde en la oficina y vendrás conmigo a las cenas de trabajo.

Abrí mi boca de la impresión.

¿Pero cómo se atreve?

La incredulidad me recorrió como un escalofrío. La propuesta de Jimin era una mezcla de desafío y control, y mi sangre comenzó a hervir. Me mantuve firme, sintiendo cómo la rabia y la frustración se entrelazaban con una extraña atracción hacia él.

—¿Usted quién se cree para darme ese tipo de órdenes? —repetí, tratando de mantener la voz serena, aunque sabía que mi tono había sido más agudo de lo que pretendía.

Jimin no se inmutó. Su mirada se volvió más intensa, casi desafiadora, y podía ver cómo su mente trabajaba a toda velocidad, pensando mis palabras y su respuesta. La atmósfera entre nosotros era un campo de batalla donde cada palabra era un disparo y cada mirada, una estrategia.

—Soy el líder de todo esto —respondió finalmente, su voz profunda y segura—. Y tú eres parte de esto. Si quieres que te tome en serio, debes demostrar que estás dispuesta a esforzarte tanto como yo.

Su desafío me hizo hervir por dentro. ¿Acaso pensaba que podía manipularme así?

—No necesito que me digas cómo trabajar —repliqué. Las palabras se deslizaban entre nosotros como cuchillos afilados, y podía ver cómo sus ojos se iluminaban con una mezcla de admiración y provocación.

—Tal vez no lo necesites —dijo, acercándose un poco más—, pero parece que no entiendes tu posición aquí. ¿Quieres llamar a Namjoon? Llámalo y verás cómo mañana a primera hora estás de vuelta a Seúl. ¿Eso es lo que quieres, Hani?

Pensé sus palabras. Estar aquí era una oportunidad única y el señor Kim había confiando en mi para esto. Estaba entre la espada y la pared. Les exigencias de Jimin me hacían estresarme y el trabajar aquí no estaba funcionando para nada.

El silencio se instaló nuevamente entre nosotros, cargado de tensión. Era un tira y afloja constante; cada uno intentando ganar terreno mientras el otro se negaba a ceder. En ese momento, sentí cómo la frustración comenzaba a transformarse en algo más intenso, algo que no podía ignorar.

Finalmente, Jimin rompió el silencio con una sonrisa torcida que parecía desafiarme aún más. —Eres más difícil de lo que pensé. Pero eso me gusta.

Mis mejillas se sonrojaron involuntariamente ante su comentario. ¿Qué estaba diciendo? ¿Acaso estaba bromeando? La confusión me invadió mientras trataba de mantener la compostura.

—Mire señor, yo.. —me interrumpe.

—Treinta minutos, Hani. Y esta discusión acabó. No quiero escucharte más —sentenció y supe que ya no tenía nada que hacer ante él. —Y otra cosa, Lee. Ya que tuviste la valentía suficiente como para venir a mi oficina a desafiarme, tienes que acompañarme a una cena con unos empresarios importantes. No quiero peros ni excusas. Te paso a recoger a las siete y media de la tarde, ni un minuto más, ni un minuto menos —abrí mi boca para protestar pero él prosiguió. —Y vístete decente, Hani. No es cualquier cena —pestañeé incrédula.

¿Estaba criticando mi manera de vestir?

¡Estaba usando mis mejores prendas!

Salí de esa oficina casi maldiciendo hasta a mi propia madre y pasando al lado del idiota de Jeon, quien me observó con su ceño fruncido.

¡Maldito Jungkook! ¡Maldito Jimin! ¡Maldito Namjoon por enviarme a esta maldita ciudad!

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En serio odio a Jimin 😠😠😠
¿Qué les pareció?👀
Espero que lo hayan disfrutado bellezas!😘
¿Qué pasará en esa cena? 🤔
Esto se va poniendo interesante genteeeee😏😏

learmy01

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