Parte Seis
El apartamento de Jimin seguía igual que como lo recordaba. Claro, solo habían pasado un par de días desde la última vez que estuve aquí, pero la sensación de familiaridad me envolvía al recorrer con la vista su gigante y lujoso espacio. Cada rincón parecía estar diseñado para impresionar, y no podía evitar sentir un leve atisbo de envidia.
Vaya, si que tenía dinero el maldito.
Los grandes ventanales ofrecían una hermosa vista de la ciudad de Busan en la noche, y desde aquí podía distinguir el enorme edificio de Urban Park Construction, imponente y moderno, que se alzaba en el horizonte. La luz de la luna se filtraba a través del cristal, iluminando el apartamento con un brillo cálido que hacía que todo se viera aún más atractivo.
Woa, es realmente increíble.
Las paredes estaban adornadas con pinturas abstractas que parecían contar historias propias, cada una más intrigante que la anterior. En la sala, un enorme televisor dominaba la pared, un aparato que seguramente no encontraría espacio en mi pequeña cueva, a.k.a mi apartamento. Jimin, con una actitud relajada, se quitó la chaqueta, supuse que para estar más cómodo, y me indicó que lo siguiera.
Entramos entonces a una oficina que, aunque un poco más pequeña que la de la empresa, tenía un aire de sofisticación impresionante. Me quedé parada en la entrada, admirando la absurda cantidad de dinero que él había acumulado. Era como si cada objeto en la habitación estuviera cuidadosamente elegido para reflejar su éxito y estilo personal.
—Puedes sentarte, Hani. No parece ser la vergüenza tu principal cualidad —dijo él con un tono burlón y fruncí el ceño ante su comentario.
—Diría que es mi mejor cualidad, señor Jimin —respondí, sentándome en una silla frente al escritorio. La imagen de las numerosas mujeres que probablemente habían estado aquí antes que yo cruzó por mi mente. Sacudí la cabeza, tratando de alejar esos pensamientos inapropiados. Jimin pareció notar mi movimiento y una chispa de curiosidad brilló en sus ojos.
—¿En serio? Pues conmigo no tienes vergüenza entonces —habló mirándome fijamente mientras se acomodaba en su silla justo frente a mí.
—Usted es alguien que me saca de quicio —me sinceré sin rodeos, y él levantó las cejas en sorpresa. Una sonrisa traviesa apareció en sus labios.
—Así que te saco de quicio. Eres impredecible, señorita Lee —dijo, poniendo uno de sus dedos en su barbilla como si estuviera meditando sobre mis palabras.
—Y usted es muy exigente —escupí sin pensarlo dos veces, casi golpeándome mentalmente por recordarme que él era mi jefe en esta ciudad.
—Puedes considerarte con suerte de ser alguien importante para el proyecto; de lo contrario, ya te hubiera despedido, Hani —su voz era intensa y resonante, provocando un escalofrío que recorrió mi espalda. Aclaré mi garganta, intentando recuperar la compostura.
—¿Podemos empezar a trabajar? —pregunté con una mezcla de impaciencia y determinación. La tensión en el aire era palpable, y sabía que era mejor centrarnos en lo profesional.
Él asintió lentamente, su expresión cambiando a una más seria y concentrada.
—Bien —respondió, y así comenzó nuestra sesión de trabajo en aquel lujoso apartamento que parecía tan lejano a mi realidad cotidiana.
Las horas pasaron y con ellas la frustración en mi cuerpo. Algo estaba mal conmigo últimamente. Me cansaba demasiado rápido. Decidí culpar por mi malestar al hermoso ser que leía sin descanso algo en su computadora.
Lo observé por unos instantes.
—Deje de mirar y trabaje más, Lee —su voz me hizo dar un saltito.
Oh genial. Me descubrió mirándolo.
—No lo estaba mirando —me acomodé en el asiento y seguí escribiendo cualquier cosa en unos documentos.
Él otra vez rió.
No pude evitar pensar en que tiene una hermosa sonrisa. De esas que te roban el corazón y el alma.
Concéntrate, Hani.
Mi subconsciente me reprende.
La madrugada llegó y mi cuerpo no podía más del cansancio. Le eché un vistazo a mi jefe, y la siguiente imagen que pude presenciar era digna de recordar para siempre.
Jimin tenía la cabeza recostada en la mesa de escritorio, dormido, con sus labios ligeramente abiertos y una expresión extremadamente tierna. Creí que eso no me importaría, pero mi corazón decía todo lo contrario.
En mi rostro apareció automáticamente una sonrisa. ¿Cómo alguien tan serio y exigente como Jimin podría parecer tan vulnerable dormido? Estiré mi mano hacia su rostro, insegura de mi acción. No sabía lo que estaba haciendo, en realidad no entendía por qué lo hacía, pero acaricié su cabello, sintiendo la suavidad de las hebras.
Abrí mis ojos de repente y alejé mi mano izquierda como si estuviera tocando fuego y me quemara. Me levanté rápidamente y salí a la sala del apartamento de Jimin, con las mejillas sonrojadas.
La confusión y el rubor se entrelazaban en mi interior, recordándome lo que había sucedido momentos antes. La atmósfera en la habitación había cambiado drásticamente, y ahora me sentía como un pez fuera del agua.
Me quedé frente a los ventanales, admirando la vista tan imponente y bonita. Las luces de la ciudad parpadeaban como estrellas caídas, y el murmullo distante del tráfico creaba una melodía suave que contrastaba con el torbellino de mis pensamientos.
Suspiré para calmar mis nervios, intentando deshacerme de la sensación incómoda que había surgido en mí. No sé qué me pasaba, pero definitivamente no lo volvería a hacer.
—Vas a pescar un resfriado. Hace frío aquí afuera —la voz de Park me hizo brincar del susto, interrumpiendo mis pensamientos.
—¡Dios señor! ¿Es necesario asustarme de esa manera? —pregunté, colocando una mano en mi pecho como si intentara controlar un latido acelerado. Siendo sincera, no era él quien me había asustado, sino el rumbo de mis pensamientos inadecuados, esos que no podía dejar de lado.
—¿Es necesario que vuelva a repetir lo que te dije? —bajé mi mano, cambiando mi expresión a una de fastidio. La verdad es que su preocupación era un poco molesta.
—Me gusta la vista. Es todo —le expliqué, intentando sonar más convincente de lo que realmente me sentía.
Jimin se acercó, quedándose justo a mi lado. La cercanía era palpable y, aunque intentaba ignorar que me llamaba la atención, era casi imposible.
—Lo sé. Es impresionante —dijo, mientras sus ojos se perdían en la ciudad. Su tono era reflexivo, casi nostálgico. —Cuando encontré este apartamento no lo pensé dos veces para comprarlo solo por esta vista —continuó, y no pude estar más de acuerdo con él. Si yo tuviera el dinero, tampoco dudaría en adquirir un lugar así.
Su respiración era tranquila, como si estuviera pensando en algo profundo. La curiosidad me llevó a indagar un poco más.
—¿Por qué eres tan serio y exigente la mayor parte del tiempo? Es decir, a veces solo hay que tomar un respiro —pregunté, sintiéndome algo insegura ante su posible reacción.
Se tomó unos segundos para pensar su respuesta, lo que me hizo dudar de si había ido demasiado lejos con mi pregunta.
—Quizás porque trabajé muy duro para levantar el imperio que es hoy Urban Park Construction. Si pierdo la seriedad y la exigencia, puede que mis trabajadores se relajen demasiado y no hagan bien su trabajo —explicó con tranquilidad. Sus palabras resonaron en mí. Tal vez tenía razón, pero yo seguía pensando que era demasiado.
—De todas maneras pienso que es mucho. Tú también necesitas descansar. Mira tu aspecto desarreglado. Te exiges tanto a ti mismo que no te preocupas por lo que es realmente importante: tu salud —le dije con sinceridad, intentando hacerle entrar en razón. Quería que entendiera que su bienestar importaba más que cualquier proyecto.
Me miró con una risita burlona.
—¿Acaso estás criticando mi perfecto físico? —levantó una de sus cejas con un aire juguetón.
Chisté, tratando de ocultar mi sorpresa ante su confianza.
—Ya quisieras ser perfecto —reí nerviosa, sintiendo cómo la tensión se disipaba un poco entre nosotros.
—No lo quiero. Sé que lo soy —respondió con despreocupación, levantando los hombros como si no le importara lo que pensaran los demás.
Y es que, si algo como la perfección existía, Jimin estaba cerca de serlo. Incluso cansado y desarreglado, su belleza era innegable y desarmante.
—Creído —murmuré, sin poder evitar una sonrisa.
—Te escuché —dijo mientras se giraba para sentarse en el sofá frente al gigante televisor.
Me gustaba esta faceta algo más relajada de Jimin. Así era más llevadero y menos intimidante. Fui a sentarme con él, sintiendo cómo la comodidad del sofá nos envolvía. Tenía su cabeza estirada hacia atrás, con sus ojos puestos en el techo. Hice lo mismo, dejando que el silencio nos rodeara por un momento.
—Estoy cansada —confesé, soltando un suspiro que parecía llevarse parte de mi tensión acumulada.
—Entonces duerme, Hani —me sugirió con una suavidad inesperada en su voz.
—No lo sé, siento que si me duermo tú serías capaz de despertarme solo para hablar de trabajo —sonreí de forma juguetona, recordando las veces en las que había insistido en seguir trabajando incluso cuando todos necesitaban un descanso. Lo escuché soltar un bufido de desaprobación.
—No te voy a despertar, lo prometo —dijo y me tomé un momento para girar mi cabeza y encontrarme con su mirada fija en mí. Sus ojos oscuros estaban llenos de una sinceridad que me hizo sentir vulnerable pero también segura a la vez.
El instante se volvió eterno; el mundo exterior parecía desvanecerse mientras nuestras miradas se entrelazaban en un silencio cargado de significados no dichos. En ese momento, entendí que había algo más que curiosidad, algo que iba más allá de mi entendimiento. Pero por ahora, decidí disfrutar de esa conexión sin tener que pensar en lo que mi corazón comenzó a sentir mientras el amanecer nos daba la bienvenida.
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learmy01
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