Parte Once

[Jungkook]

El ruido del bar era ensordecedor, pero no más que la risa de Hani resonando justo en mi oído mientras intentaba, con muy poco éxito, mantenerla en pie.

Estaba completamente borracha, tambaleándose como si sus piernas se hubieran olvidado de cómo funcionar. Me pasé una mano por el cabello, suspirando con frustración mientras trataba de no perder el equilibrio yo también.

—¡Jungkook! —gritó Hani, arrastrando mi nombre con una mezcla de queja y risa—. ¡Eres tan... tan... tan tonto!

Sonreí a medias, tratando de que no se notara lo preocupado que estaba por ella. Hani no había demostrado ser buena manejando el alcohol, y hoy se había pasado de la raya.

Intentaba sostenerla de la cintura para que no se cayera, pero ella seguía moviéndose como una muñeca desarticulada, balanceándose de un lado a otro mientras seguía riéndose de algo que solo ella entendía.

—Hani, por favor, intenta caminar recto —le dije, tirando de su brazo suavemente para guiarla hacia la salida del bar—. Vamos, necesito sacarte de aquí antes de que decidas que bailar sobre la mesa es una buena idea.

—¡Bailar sobre la mesa! —repitió ella, con los ojos muy abiertos y brillando con una peligrosa chispa de entusiasmo—. ¡Sí, vamos a bailar!

Antes de que pudiera detenerla, Hani se soltó de mi agarre y trató de subir a la mesa más cercana, solo para terminar golpeándose la espinilla y derramando su bebida sobre su vestido.

Solté un bufido entre risas, luchando por mantener la compostura mientras la bajaba de allí. La gente a nuestro alrededor comenzaba a mirarnos con curiosidad, pero a Hani no parecía importarle en lo absoluto.

—Jungkook... ¿Por qué nunca... nunca me dejas divertirme? —balbuceó, apoyándose pesadamente en mi hombro mientras yo intentaba mantener la calma.

—Créeme, Hani, estoy intentando salvarte de ti misma —le respondí, sujetándola más fuerte cuando casi se desploma al intentar dar un paso adelante.

—¡Yo no necesito que nadie me salve! —protestó, inflando las mejillas como una niña caprichosa. Su cabello estaba hecho un desastre, y sus mejillas estaban sonrojadas por el alcohol—. ¡Yo soy... soy... una independiente... mujer independiente...!

La carcajada se me escapó sin remedio. Había algo enternecedor en ver a Hani en este estado, aunque fuera un completo desastre. Aun así, tenía que sacarla de aquí antes de que hiciera algo realmente peligroso o que la seguridad del lugar decidiera intervenir.

Finalmente, logré convencerla de salir, aunque no fue sin otra serie de desventuras en las que casi tiró un par de vasos y empujó a un tipo que tuvo la mala suerte de estar en su camino.

Logré sacarla a la calle, donde el aire fresco de la noche nos envolvió, y por un momento pensé que eso podría calmarla. Pero Hani estaba en su propio mundo.

—¿Sabes qué? —dijo de repente, deteniéndose de golpe y mirándome con una expresión seria, aunque sus ojos seguían desenfocados—. ¡Eres muy guapo, Jungkook! ¡Y un idiota! ¡Un guapo idiota!

Me detuve, sorprendido por sus palabras. Esta versión de Hani, sin filtros ni restricciones, era completamente impredecible.

—Gracias, supongo —dije, riendo suavemente mientras la guiaba hacia la dirección de mi apartamento. Era la opción más cercana, y claramente ella no estaba en condiciones de llegar a su casa sola.

—¡No! No gracias, ¡nunca gracias! —gritó, tropezando nuevamente y haciendo que ambos casi nos fuéramos al suelo—. ¿Por qué todos los hombres son unos… unos... idiotas?

—No lo sé, Hani, pero apuesto a que nos lo vas a decir —le respondí con paciencia, tratando de mantenerla en pie mientras caminábamos.

El camino hacia mi apartamento fue una serie de intentos fallidos de caminar en línea recta y risas descontroladas de Hani. Sus comentarios no tenían sentido, iban desde lo filosófico a lo completamente absurdo.

Había una mezcla de sinceridad brutal y tonterías que solo podía entender alguien tan borracho como ella.

Finalmente llegamos a mi edificio, y mientras la ayudaba a subir las escaleras, Hani se aferró a mi brazo con una fuerza sorprendente.

—Jungkook... tú... —comenzó, mirándome fijamente con una intensidad que no había esperado—. ¿Por qué no puedes ser como... como…?

—¿Como quién, Hani? —pregunté suavemente, aunque no estaba seguro de querer la respuesta.

—Como... ¡como nadie! —dijo finalmente, soltando otra risa mientras se tambaleaba hacia adelante, obligándome a sostenerla con más fuerza—. ¡Porque todos son unos idiotas!

Rodé los ojos, pero no pude evitar sonreír. Absurda, divertida, Hani. Una combinación explosiva que, pese a todo, me hacía querer protegerla.

Llegamos a la puerta de mi apartamento, y mientras buscaba las llaves en mi bolsillo, noté que alguien estaba apoyado contra la pared al lado de la puerta. Jimin. Alzó la vista cuando nos vio y su expresión cambió rápidamente de indiferencia a sorpresa al vernos.

—¿Qué demonios…? —Jimin comenzó, pero su voz se apagó cuando Hani, con los ojos medio cerrados y una sonrisa de borracha, lo señaló con un dedo tambaleante.

—¡Jimin! —gritó, como si acabara de ganar la lotería al verlo—. ¡Eres... tú... tú eres…!

—¿Qué haces aquí, Jimin? —pregunté, intentando mantener la situación bajo control mientras sujetaba a Hani con más firmeza.

—Estaba esperando a que regresaras —respondió Jimin, mirándome con una mezcla de desconcierto y algo que no podía identificar del todo. Sus ojos se desviaron hacia Hani, y vi cómo la preocupación comenzaba a asentarse en su rostro.

Pero Hani no estaba lista para ser ignorada. Se acercó a Jimin, o más bien, intentó hacerlo mientras seguía tambaleándose, y antes de que pudiera detenerla, comenzó a hablar de nuevo, esta vez dirigiéndose a él con una franqueza que nunca le había visto.

—¡Jimin, tú... tú! —balbuceó, con su dedo todavía apuntando hacia él—. ¿Por qué... me dijiste... todo eso... ayer? —Su voz estaba cargada de confusión y un poco de enojo, aunque claramente no podía concentrarse lo suficiente para formar una frase coherente—. ¡No... no deberías haberme dicho eso! ¡Me hiciste sentir... sentir… cosas! —exclamó, como si fuera la mayor traición de todas.

Jimin se quedó inmóvil, su rostro palideciendo mientras la escuchaba. Podía ver cómo intentaba mantenerse calmado, pero la sorpresa y el desconcierto eran demasiado evidentes.

—Hani, creo que estás confundida —comenzó a decir, tratando de ser paciente mientras se acercaba un paso para sostenerla, pero ella se apartó bruscamente, perdiendo momentáneamente el equilibrio hasta que la sujeté.

—¡No, no, no! —exclamó, agitando su dedo en el aire—. ¡Yo no estoy confundida! ¡Tú... tú estás confundido, Jimin! —Soltó una risa amarga y volvió a mirarlo, esta vez con una seriedad inesperada—. No puedes… no puedes decirme esas cosas y luego actuar como si no importaran, ¿entiendes? ¡No es justo!

El silencio que siguió a sus palabras fue tan pesado que parecía que todo el pasillo se había congelado. Miré a Jimin, y por un segundo, pareció tan vulnerable como nunca lo había visto. Sus ojos se encontraron con los míos y hubo un momento incómodo en el que ninguno de los dos supo qué decir.

—Hani, estás borracha —dijo finalmente Jimin, tratando de suavizar el golpe—. No sabes lo que dices.

Pero Hani no estaba dispuesta a dar marcha atrás. Se giró hacia mí, con los ojos vidriosos y una determinación que casi parecía valiente.

—Jungkook... —murmuró, ahora aferrándose a mi brazo nuevamente—. Llévame lejos de aquí. No quiero... no quiero escuchar más.

Jimin me miró, y pude ver la súplica en sus ojos, como si esperara que yo pudiera controlar la situación de alguna manera. Pero no había mucho que pudiera hacer en ese momento. Hani había dicho lo que tenía que decir, incluso si estaba completamente borracha y no lo recordaría en la mañana.

Sin decir nada más, abrí la puerta de mi apartamento y la llevé adentro, cerrándola detrás de nosotros. Jimin se quedó fuera, mirándonos irse con una mezcla de dolor y confusión.

Ayudé a Hani a sentarse en el sofá, mientras se tambaleaba y murmuraba cosas ininteligibles. Parecía agotada, como si toda la energía que había mostrado minutos antes se hubiera desvanecido de golpe. Se desplomó en los cojines y cerró los ojos, su respiración tornándose más lenta y profunda.

—¿Estás bien? —le pregunté, aunque sabía que probablemente no me escuchaba. Hani solo murmuró algo que no logré entender, y se acomodó de lado, acurrucándose como un gato cansado.

La miré por un momento, asegurándome de que realmente estaba dormida antes de dejar escapar un largo suspiro. Me pasé una mano por el cabello, intentando ordenar mis pensamientos. Todo había pasado tan rápido que apenas había tenido tiempo de procesarlo.

Jimin seguía afuera, y yo sabía que eventualmente tendría que enfrentar esa conversación, pero por ahora, mi prioridad era asegurarme de que Hani estuviera bien.

Me agaché junto al sofá, observándola mientras respiraba tranquilamente, perdida en un sueño profundo. A pesar de todo, no pude evitar sonreír al verla así; incluso en su estado más desastroso, Hani tenía una forma de hacer que el caos pareciera casi entrañable.

Me quedé un rato a su lado, asegurándome de que estuviera cómoda antes de levantarme finalmente. Las palabras de Hani seguían resonando en mi cabeza, mezclándose con la mirada de Jimin y todo lo que no habíamos dicho. Cerré los ojos por un momento, dejando que el silencio del apartamento se asentara a mi alrededor.

Había sido una noche larga, y sabía que las cosas no serían menos complicadas en la mañana. Pero por ahora, lo único que podía mirar era la expresión tierna de Hani balbuceando cosas sin sentido en sueños.

Y no pude evitar sentirme diferente luego de todo esto.

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