Parte Ocho
—¿Quieres venir a beber con nosotros después del trabajo? —Nabi, mi compañera de trabajo y miembro del equipo enviado desde Seúl por el señor Namjoon, me preguntaba con entusiasmo.
—No lo sé, tenemos mucho que hacer —respondí, haciendo una mueca de tristeza. La verdad es que necesitaba una noche de fiesta y desahogo, pero no estaba segura de si podía permitírmelo.
—Oh, vamos Hani. Será divertido. Además, irán algunos chicos que son de aquí de Busan. Podrías conocer a alguien interesante —me dijo con una sonrisa pícara, y yo rodé los ojos, riendo ante su insistencia.
Nabi se había convertido en una amiga bastante única. Era extrovertida, vibrante y siempre llena de energía positiva. Aunque nos conocíamos desde nuestros días en Kim's Magazine, nos habíamos acercado mucho más desde que trabajábamos juntas en Urban Park Construction.
—El señor Park me tiene atrapada, Nabi. Recuerda que, por tus treinta minutos de almuerzo, tengo que trabajar hasta tarde —hice un puchero para subrayar mi punto. Nabi asintió, algo desanimada, pero su expresión cambió repentinamente, como si se le hubiera ocurrido una idea brillante.
—Dile que te sientes enferma, muy enferma, y que necesitas descansar en casa —sugirió con un gesto exagerado, imitando a alguien que está realmente enfermo. Me reí ante tal ocurrencia.
—Nabi, Jimin no es tan ingenuo como para tragarse eso.
—Solo inténtalo, pero ven conmigo por favor —dijo, poniendo una carita de perrito abandonado que era imposible de ignorar. Suspiré, resignada.
—Está bien. Te diré luego qué me dice. Nos vemos —me despedí, y ella asintió con una sonrisa de satisfacción.
Caminé hacia la oficina del señor Jimin con la determinación de hablar con él sobre mi situación. Sabía que no sería fácil persuadirlo, pero el deseo de disfrutar de una noche fuera de la oficina me motivaba.
Al llegar a la oficina del señor Jimin, respiré hondo antes de abrir la puerta. El señor Park estaba sentado detrás de su gran escritorio, concentrado en su ordenador.
—Hola, señor —dije con una sonrisa forzada, tratando de sonar natural.
—Hola, Hani. ¿Qué sucede? —preguntó sin levantar la vista de la pantalla.
—Eh, quería hablar con usted sobre algo... personal. ¿Tiene un momento? —me acerqué un poco más a su escritorio.
—Que no sea muy largo. Habla —dijo finalmente, levantando la vista. Fruncí mi ceño ante su indiferencia.
—Bueno, la verdad es que no me siento muy bien... —comencé, adoptando una expresión de incomodidad y cansancio. Hice una pausa para añadir un toque de dramatismo—. Creo que podría estar viniendo una gripe o algo así. Me siento bastante débil y con fiebre.
Jimin frunció el ceño, observándome con atención. Me llevó un esfuerzo considerable mantener la expresión de enfermedad y no reírme.
—¿Estás segura de que estás bien? —preguntó, su preocupación evidente—. Deberías ir a la enfermería de aquí si te sientes tan mal —abrí mis ojos. ¿En serio quería que siguiera trabajando aún estando supuestamente enferma?
Pero que idiota es este hombre.
—Sí, lo sé, pero también me preocupa no poder descansar bien aquí en la oficina. Creo que sería mejor si me fuera a casa para recuperarme, señor —dije, intentando sonar lo más convincente posible.
Jimin asintió lentamente, aunque no sin cierta duda. La preocupación en su rostro no se desvaneció del todo, pero parecía aceptar mi justificación.
—Está bien, Hani. Si te sientes tan mal, creo que es mejor que vayas a tu casa y te cuides. No quiero que te pongas peor. ¿Necesitas que avise a alguien para que te cubran?
—No, no es necesario —respondí rápidamente, aliviada—. Solo me iré y descansaré. Gracias, señor Jimin.
—Cuídate y descansa —dijo él mientras yo me dirigía hacia la puerta—. No olvides ir al médico si no te sientes mejor pronto.
Salí de su oficina, conteniendo la risa hasta que estuve a solas en el pasillo. La parte más difícil había sido hacer que creyera mi historia, pero al menos había salido bien. Ahora solo faltaba cumplir con la promesa hecha a Nabi.
Con una sonrisa de triunfo, me dirigí a mi escritorio, recogí mis cosas y me preparé para salir. Mientras me dirigía a la salida, pensé en lo divertida que sería la noche con Nabi y los demás.
Me imaginé ya disfrutando de una buena bebida y riendo con nuevos amigos. La idea de estar en la fiesta me animaba a pesar del esfuerzo para mantener mi farsa.
Finalmente, me encontré con Nabi en la entrada, esperándome con una sonrisa emocionada.
—¡Lo lograste! —dijo, abrazándome—. ¡Vamos!
Nos dirigimos rápidamente hacia un bar. Mientras nos acercábamos, no pude evitar sentir una mezcla de alivio y emoción. Por fin, había conseguido una noche libre, aunque fuera con un pequeño engaño.
Al llegar al bar, el bullicio y las luces tenues nos envolvieron, creando un ambiente perfecto para dejar atrás las preocupaciones.
La música vibraba en el aire, y las risas resonaban a nuestro alrededor mientras caminábamos hacia la barra. Sentí cómo la tensión del día se desvanecía poco a poco, reemplazada por la anticipación de una noche sin límites.
Nabi, siempre la más animada, fue la primera en pedir una ronda de tragos. Yo seguí su ejemplo, optando por algo fuerte, algo que me ayudara a desconectar de la realidad.
Tomé un sorbo, y el ardor del alcohol recorrió mi garganta, enviando una oleada de calidez por todo mi cuerpo.
Con el paso de los minutos, el bar comenzó a llenarse, y nos encontramos rodeadas de un grupo animado. Las risas se hicieron más fuertes, las conversaciones más relajadas, y las rondas de bebidas no tardaron en fluir con facilidad.
Me sumergí en el momento, permitiendo que el alcohol hiciera su trabajo, desinhibiendo mis pensamientos y emociones. Las preocupaciones sobre el trabajo, sobre Jimin, todo se desvaneció en la niebla del olvido.
Nabi y yo bailamos con desenfreno, sin importarnos quién nos viera o lo que pensaran. La música nos envolvía, y en ese momento, no había nada más que el ritmo y la alegría de estar rodeada de personas que compartían la misma energía.
Me estaba riendo de un chiste que me había contado un chico que acababa de conocer y mis ojos casi se salen cuando vi a mi querido jefe Jimin caminando hacia mí.
Mi corazón se detuvo y la sangre se me heló. ¿Qué demonios hacía él aquí? Sentí un pánico repentino, como si el mundo se cerrara sobre mí. No podía enfrentarme a él, no ahora.
El impulso de huir fue inmediato. Sin pensarlo, di la vuelta rápidamente, intentando mezclarme con la multitud y desaparecer antes de que él pudiera acercarse.
Pero antes de que pudiera moverme más, sentí una presencia a mi lado. Jimin ya estaba allí, su expresión implacable y severa.
—Hani —su voz cortó el aire, fría y llena de autoridad.
Mis manos temblaban mientras lo miraba. No tenía escapatoria.
—¿Qué haces aquí? —logré murmurar, mi voz casi ahogada por el miedo.
—Eso debería preguntártelo yo —replicó, su tono cargado de enojo—. Te has estado divirtiendo mucho, por lo que veo.
El tono sarcástico en su voz fue suficiente para encender una chispa en mi interior, una chispa alimentada por el alcohol y la frustración acumulada.
—¿Y qué si lo hago? —respondí con una osadía que no sabía que tenía—. No eres mi dueño, Jimin.
Él pareció sorprendido por mi arrebato. Su rostro se endureció aún más, pero pude ver la tormenta de emociones que se agitaba detrás de sus ojos.
—Cuidado con lo que dices, Hani —espetó—. Estás cruzando la línea. No voy a tolerar este comportamiento. Podría despedirte aquí mismo.
Las palabras "despedirte aquí mismo" retumbaron en mi mente, pero lejos de asustarme, solo avivaron mi rabia.
—¡Hazlo! —le grité—. ¡Despídeme! ¡Sería un alivio no tener que soportarte más!
El alcohol hace maravillas con las personas y en este instante, estaba a punto de hacerme regresar a Seúl en menos de lo que canta un gallo.
Jimin dio un paso hacia mí, sus ojos llameando con una mezcla de furia y confusión. Pero antes de que pudiera responder, el mundo comenzó a girar a mi alrededor.
El suelo pareció moverse bajo mis pies y una neblina oscura comenzó a nublar mi visión. Traté de mantenerme firme, de no perder el control, pero fue inútil. Mis rodillas cedieron y todo se volvió negro.
Efectivamente, por segunda vez en esta ciudad, me desmayé.
La última cosa que recuerdo antes de perder la consciencia fue el sonido de mi nombre en los labios de Jimin, un sonido que se mezcló con la música distante y las voces que se desvanecían a mi alrededor.
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Abrí los ojos lentamente, sintiendo una confusión total. La oscuridad afuera me indicó que aún era de noche. Pero algo estaba terriblemente mal. Todo era distinto.
La música que retumbaba en mis oídos, el bullicio de la gente, el caos del bar... todo había desaparecido. Miré a mi alrededor con la mente todavía nublada, intentando comprender mi entorno. No estaba en mi casa, y claramente, tampoco en el bar.
Sentí la suavidad del lugar en el que me encontraba. Era cálido, cómodo, acogedor. Mientras mi vista se aclaraba, reconocí el apartamento. Era el de mi jefe. Un escalofrío recorrió mi espalda al darme cuenta de dónde estaba. ¿Cómo había llegado aquí?
Un movimiento al otro lado de la habitación captó mi atención. Jimin estaba allí, sentado en una silla junto a mi cama, con la espalda recta y las manos entrelazadas. Su mirada estaba fija en mí, pero algo en su expresión me perturbó.
No era el Jimin que conocía. Había algo distinto en sus ojos, una mezcla de emociones que nunca antes había visto en él. Parecía enojado, pero también había algo más... ¿preocupación? ¿Arrepentimiento? No lograba descifrarlo.
—¿Qué... qué pasó? —pregunté con un hilo de voz, notando lo ronca y débil que sonaba.
—Te desmayaste —respondió él, su tono mucho más suave de lo que esperaba. A pesar de la calma en sus palabras, sentí un peso en el aire, una tensión que me resultaba casi tangible.
Las emociones se agolpaban en mi mente, confundiéndome aún más. Intenté enfocarme en él, tratando de entender lo que había ocurrido. Jimin tenía un cigarro entre sus dedos, y lo encendió con una calma que contrastaba con la tormenta interna que seguramente estaba experimentando. Se levantó con movimientos fluidos y se acercó a la ventana, dándome la espalda mientras exhalaba el humo lentamente.
—Yo... —intenté decir algo, cualquier cosa, pero la vergüenza me envolvía, recordando las palabras que le había dicho antes de todo esto. Me sentí vulnerable, expuesta, y las palabras se atoraron en mi garganta.
Jimin, de pie frente a la ventana, parecía perdido en sus pensamientos mientras observaba el mundo exterior. El humo de su cigarro se desvanecía en el aire, creando una atmósfera irreal. Era en ese momento, bajo la tenue luz de la habitación, cuando me di cuenta de lo bien que se veía, incluso en medio de esa tensión.
Él me observó en silencio, esperando que continuara, pero yo estaba demasiado confundida y avergonzada. Al ver que no iba a decir nada más, se giró lentamente hacia mí y se quedó a un lado de la cama, su mirada intensa clavándose en la mía.
—Así que estabas enferma —dijo con calma, su voz profunda resonando en la habitación mientras tomaba otra calada de su cigarro, manteniendo una compostura que me hizo sentir aún más pequeña.
—S-sí, bueno, yo... solo un poco, quizás... —intenté justificarme, pero las palabras se me escapaban. Maldije mi incapacidad para articular lo que realmente quería decir en ese momento.
—Eres valiente con el alcohol en tu sistema, pero ahora no me estás desafiando —su afirmación me hizo sentir un nudo en el estómago. Comencé a juguetear nerviosamente con mis dedos, incapaz de sostener su mirada. —Me mentiste, Hani.
Su voz, aunque baja, llevaba un peso que me hizo morderme el labio con nerviosismo.
—N-no fue...
—No quiero excusas. Me mentiste. ¿Por qué? —preguntó, su mirada perforando la mía. Me sentí diminuta ante él, como si todo lo que había intentado ocultar quedara expuesto bajo su escrutinio.
—Quería salir. Es todo —admití finalmente, sintiendo que era inútil seguir mintiendo. La verdad escapó de mis labios, una verdad que no quería admitir ni siquiera a mí misma.
Jimin soltó una risa corta, sin humor, que resonó en la habitación como un eco frío.
—¿Querías salir cuando estamos en momentos tan complicados como estos, Lee Ha Ni? ¿Acaso no tienes prioridades? —cada palabra era como una estocada, cada pregunta se clavaba en mi pecho con el peso de su furia contenida. Tiró el cigarro al suelo y lo aplastó con el pie, su gesto cargado de frustración.
—Sé muy bien cuáles son mis prioridades, señor. Pero llevo dos semanas trabajando sin descanso, sin un solo respiro. No he tenido la oportunidad de conocer Busan. Me sentía como una esclava —solté, sintiendo cómo las lágrimas empezaban a acumularse en mis ojos, a punto de desbordarse.
—Tuviste la oportunidad de conocer Busan el primer día con Jungkook, ¿o no, Hani? —su voz, aunque calmada, llevaba un matiz de algo que me desconcertó. ¿Eran celos lo que percibía en sus palabras, o me estaba volviendo loca?
—¡Solo fui a un bar ese día! ¿Qué demonios le importa a usted eso? —estallé, incapaz de contener la rabia que se había estado acumulando.
—Ese no es el punto. Lo que importa aquí es que mentiste cuando el proyecto no está en sus mejores momentos. ¡Tiraste todo por la borda solo por una noche de alcohol! ¿En qué mierda estaba pensando Namjoon cuando te eligió como su mano derecha? —su frustración era evidente, se pasó la mano por el pelo, claramente agitado.
—Al menos el señor Namjoon es una buena persona. No como usted —dije, sintiendo cómo la rabia comenzaba a dominarme. Jimin comenzó a pasearse por la habitación, intranquilo, como si buscara liberar la tensión que lo consumía.
—Tú sabías cómo eran las cosas aquí. Desde un principio te lo dije, y ahora resulta que mientes para que te deje salir temprano, y encima usas la excusa de estar enferma —negó con la cabeza, como si no pudiera creer lo que estaba escuchando.
—¡¿Y qué le importa a usted si estoy enferma o no?! —grité con impotencia, sintiendo que estaba perdiendo el control de la situación.
—¡Eres mi maldita trabajadora! ¡Por supuesto que me tienes que importar! —su grito resonó en la habitación, pero yo solo pude reír amargamente.
—¡Usted no es capaz de preocuparse por nadie! ¿A quién quiere mentir? —lo desafié, mis palabras llenas de veneno.
—Me preocupé porque estás aquí como parte del equipo de Namjoon, con quien estoy haciendo el mayor proyecto de mi vida —respondió, pero sus palabras sonaban vacías para mí, como si ocultaran algo más profundo.
—¡Eso es mentira! Tú estás mintiendo, Park Ji Min —lo señalé con un dedo, dejando atrás las formalidades, sintiendo cómo la rabia me consumía por completo.
—¡Tú eres la mentirosa aquí! —rebatió con igual intensidad, acercándose a mí, su presencia imponiéndose sobre la mía.
—¡Y usted no tiene el corazón para preocuparse por sus trabajadores! —volví a gritar, mi voz llena de desesperación.
—¡Sí que lo tengo! —exclamó, su voz resonando con una convicción que me hizo dudar, aunque solo por un segundo.
—¿Por qué debería creerle? —pregunté, mi voz temblorosa, pero llena de desafío. Lo vi dudar, un brillo de vulnerabilidad cruzando por sus ojos, y supe que lo que estaba a punto de decir cambiaría todo.
—¡Porque me gustas, Hani! —confesó, sus palabras cayendo sobre mí como un golpe, dejándome sin aliento. —Porque me gustas, maldita sea —repitió, su voz ahora llena de frustración, y yo no pude hacer más que mirarlo con los ojos muy abiertos, sintiendo cómo mi corazón latía desesperadamente en mi pecho.
Le gustaba a Park Ji Min.
Yo le gustaba.
Esto tenía que ser una broma.
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Weeeenas, jejejeje, este capítulo me gustó mucho, espero que les haya gustado también 🤠🥰
Besitos en la cola :3
learmy01
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