Pain

Los actos descritos a continuación no incitan de

ninguna manera a ser replicados, si estás pasando por

algo similiar, pide ayuda. No estás sola


Han pasado unos días y Mina se rehusa a dejar a Jeongyeon sola. Ambas llevan días sin tocar el agua de la regadera y sin comer, mucho menos dormir. Están siendo consumidas por culpa de los pensamientos de la mayor.

—Deja de intentarlo, Mina. —dice Jeongyeon, con la esperanza de que está vez Mina la escuche. —Vive tu vida.

—¿Quieres mango? —pregunta Mina evadiendo lo que Jeongyeon le acaba de decir. —Puedo picar un poco para ti, yo sé que te gusta mucho.

—Está bien.

Mina lo ha reflexionado mucho, se está cansando de todo esto. Ve a Jeongyeon llorar todos los días y ya no puede hacer nada, ni siquiera quiere acercarse a ella en ocasiones, la situación es demasiado sofocante.

La japonesa va al refrigerador y ve que no tienen muchas cosas, hace días no salen del apartamento que comparten y las cosas se están terminando, tiene que salir.

Camina al cuarto donde está Jeongyeon mirando por la ventana, al parecer es un día soleado. —Amor, iré a comprar un poco de alimentos.

Jeongyeon alza su cabeza, una apertura, una oportunidad.

—Te amo, estaré aquí cuando regreses. —dice Jeongyeon levantándose de la ventana, va hacía a ella y la abraza.

—Yo también te amo, siempre lo he hecho. —responde MIna mientras la abraza con fuerza, no puede retenerla más, está sufriendo aquí.

—Te estaré esperando, gracias por la vida que me regalaste estos años, no tengo como pagarte. —Jeongyeon toma su cara y besa sus labios con amor y ternura, saboreando del tacto que la mantuvo viva por tanto tiempo, apreciando el calor de la mujer más ha amado en su vida.

—Ya vengo. —dice Mina cuando se separan, caminan a la entrada del apartamento y la japonesa se pone su calzado antes de abrir la puerta, voltea hacía dentro del apartamento y sabe que nada volverá a ser igual para cuando regrese. —Te amo. — la japonesa mira los ojos café que tanto ama.

—Te amo también.

Mina cierra la puerta.

—Perdón —Jeongyeon dice en un susurro antes de volver a la habitación. Toma un pequeño reproductor de música y empieza a sonar "Claro de Luna" el piano lento y agonizante describe cómo se siente en este momento.

Va hacía un pequeño almacén, en una caja hay herramientas básicas y material. Toma una cuerda gruesa y larga. Vuelve a su habitación y prepara todo. Con manos temblorosas y las mejillas llenas de lágrimas comienza a preparar la cuerda.

Toma un extremo y deja un espacio, alrededor de la unión de las partes de la cuerda, da tres vueltas y lo sobrante lo pasa por debajo, ajusta y queda lista. Sube al buró que está del lado de su cama y queda cerca del tubo donde se sostiene la cortina de la ventana donde antes estaba mirando.

Ella piensa en sus padres. Ella piensa en su infancia.

Jeongyeon piensa en su hermana mayor. Piensa cuando la quería y la respetaba.

Ella piensa en sus amigas. Ella piensa en Jihyo, en sus ojos grandes y brillosos. Piensa en cuántas veces la apoyó y le dio la mano.

Pone la cuerda alrededor de su cuello y después hace un nudo al tubo de metal empotrado en la pared.

Ella piensa en Mina. Ella piensa en sus ojos cafés y sus manos delgadas, en sus besos con sabor a miel.

Ella piensa en sí misma. Ella piensa que nunca fue del todo feliz.

Ahora lo será.

Da un paso hacía delante, ya no hay mueble, solo hay dolor alrededor de su cuello, siento la lengua tensa y dura. Cierra los ojos y los abre lentamente.

Ella ve por última vez en su mente el rostro de Mina.

La cajera se pregunta porqué la linda japonesa no ha parado de llegar en cuanto entró al supermercado, lleva lo de siempre. —Serían cuarenta dólares. —Mina saca dinero de su bolsillo y paga, necesita volver a casa.

—Que tenga buena tarde. —Mina no responde los deseos de la cajera y camina a casa con pesadez, con tristeza en su pecho. Ella sabe lo que va a encontrar. Pero así lo decidió, por su bien y el de Jeongyeon. Ya no valía la pena hacerla sufrir así.

Al llegar al apartamento algo se siente diferente incluso antes de abrir la puerta, cierra los ojos y respira profundo. —Amor, ya llegué. —dice con susurro, esperando que Jeongyeon haya cambiado de opinión.

No hay ruido.

Camina hacia la habitación con lentitud, la puerta entreabierta, sus ojos captan la figura flotante a un lado de la ventana. La bolsa del supermercado cae al suelo estruendosamente, sus manos van a su boca y las lágrimas salen una tras otra.

Jeongyeon está ahí.

Está ahí, pero sin vida.

Mina se acerca con pasos lentos, las manos temblando y todo su cuerpo con un dolor que no puede describir, llega donde están sus pies y los abraza con fuerza. Su llanto se convierte en gritos y sus gritos en lamentos.

—No, no, no. — dice una y otra vez. —Ya estoy aquí, amor mío estoy contigo. —Mina habla entre llanto, sube al buro y con cuidado desata la cuerda al mismo tiempo que sostiene el cuerpo de la que alguna vez fue su prometida.

Cuando intenta bajar, cae y el cuerpo inerte cae con ella, aún siente su calor. —Perdón, perdón. —Mina no puede más, abraza a Jeongyeon y llora aún más mientras besa su cara hinchada y morada.

Se queda un rato así, cuando decide que es suficiente. Llama a la policía, cuando llegan y se llevan el cuerpo, algo en Mina cambia. Su prometida siendo envuleta en una sabana blanca, va rumbo a la morgue.

—¿Dónde estaba usted cuando sucedió? —una mujer de cabello negro y corto pregunta.

—En el supermercado.

La ronda de preguntas sigue, los ojos de Mina bailan de un lado a otro, no puede concentrarse. Está vez el dolor es paralizante. Los oficiales dejan su casa y se encuentra sola. Cuando llega una de sus mejores amigas y la abraza con fuerza, Mina se derrumba.

Ella no sabe si podrá superarlo algún día. —Mina, toma un poco de agua. —Sana le pide, preocupada por su amiga. Mina no ha dejado de llorar.

No puede.

Siente nauseas.

Vomita.

Esa noche, Mina cierra los ojos y recuerda a Jeongyeon unos años atrás, tenía el cabello corto y castaño, recuerda la primera vez que la vio, en la cochera de aquella casa. Recuerda la primera vez que la abrazó y sintió protección. Recuerda la vez que la besó y sintió amor.

Recuerda lo que hace unos días le pidió y sintió un dolor ardiente.

-

Escribo esto desde un dolor que no puedo describir, muchas veces ya no quiero seguir y pequeñas cosas me hacen seguir. Espero les haya gustado está pequeña historia.

Diganme que les pareció.

No están solas (os) busquen ayuda. 

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