XX - Final
Víspera de Navidad
Lee's tenía toda la atención de esa fecha especial. Minho había decidido rentar un salón de eventos exclusivo para empleados, socios, clientes recurrentes, amigos y gente en general que estuviera involucrada con que su empresa hubiera tenido el éxito de ese año. La celebración estaba enfocada a Navidad obviamente, pero también era la excusa perfecta para que el nuevo dirigente de la segunda casa de Lee's fuera reconocido y entablara conexiones laborales. Como prometió anunciar, semanas atrás, el elegido entre todos los directivos fue Kim Seokjin. Un joven emprendedor con experiencia media, pero con un increíble potencial. El muchacho era un líder nato y se había ganado varios elogios por parte de Minho, que en conjunto con Jisung, lo veían como un empleado confiable.
Parecía que todo estaba marchando prósperamente.
En la fiesta, todos los invitados iban vestidos de gala, algunos incluso con sus familias enteras. Minho no se había reparado en gastos en organizar un ambiente grato para todos, así que no le sorprendía ver personas de todas edades: desde niños corriendo por todo el salón, adolescentes conociendo el arte de coquetear por primera vez, grupos de jóvenes solteros intentando entablar nuevas relaciones, y entre todo ese mar, sus propios amigos: Félix tomado de la mano con Hyunjin, Jeongin conversando con "S", el estúpido de Christopher Bang soltando carcajadas con ellos, Yunjin tratando de hacer reír a su hija mientras Chaewon la sostenía contra su regazo, sin éxito; y el mejor regalo de todos, Jisung. Lo observaba desde una esquina por el mero placer de contemplar su elegancia, tan impactante como el primer día que vio cruzar la puerta de su oficina.
El inglés estaba sentado junto a la pareja Huh-Kim, fascinado con la pequeña bebé Eunchae, como habían decidido bautizarla. La intrépida niña tenía un mes de edad, pero permanecía atenta al mundo que la rodeaba, con ojos enormes y verdes como los de un felino, heredados de su madre. A pesar de que su padre trataba de llamar su atención, Eunchae no paraba de observar a Jisung, sacudiendo sus manos de vez en cuando hacia él.
— Alguien quiere que tío Jisung la cargue — dijo Chaewon sonriéndole.
— Sigo sin entenderlo. En casa no quiere separarse de mí, pero si salimos a algún sitio parece que no existo — intervino Yunjin resignada.
Jisung expresó su típico "ehehe" mientras los demás circulaban a la bebé. Era un centro de atención de cualquier forma que lo viera. El único que era renuente a convivir directamente era "S", pues su personalidad lo hacía sentir incómodo en medio de muchas personas y su miedo más grande era que al cargar a Eunchae le vomitara su ropa, o la cara.
— Oh, vamos hombre. No seas cobarde — dijo Hyunjin, palmeando la espalda de "S".
— Mírala, es demasiado adorable. Cárgala un minuto, no muerde. — alentó Félix.
Jeongin estaba divirtiéndose de lo lindo con la cara de incomodidad que puso Seungmin al cargar a Eunchae. Considerando que no sabía sostenerla de forma óptima, la pequeña golpeó su frente con su puño cerrado, demandando regresar con alguno de sus progenitores.
Yunjin fue en su rescate, besando una mejilla de su hija. — No te preocupes, el tío "S" sabrá cargarte algún día.
Minho sonreía para sí mismo con la escena, pero mirar a Chris caminando en su dirección lo convirtió en un viejo cascarrabias. Por más que fuera el psiquiatra más talentoso con una tarifa sumamente costosa, seguía sin caerle bien.
Al tenerlo a lado suyo, rodó los ojos. — ¿Qué?
— Deja de ser tan pasivo-agresivo, por todos los dioses — respondió, tomando de su copa de vino blanco. — Si no querías que viniera, ¿para qué me invitas?
Minho lo imitó, parodiando su acento inglés, pero quedó en silencio al observar que Jisung era quien cargaba ahora a Euchae. Aunque no se diera cuenta, su sonrisa iluminaba la sala entera teniendo ese pequeño ser entre sus brazos que pataleaba en señal de alegría. Jisung siempre fue el tío preferido desde el principio.
Recargó su peso sobre el marco de madera donde se hallaba, sin dejar de suspirar. Chris levantó una ceja, encontrando la fuente de tranquilidad del australiano al cruzar el salón.
— ¿Le dirás hoy? — preguntó.
— Tal vez — respondió el rubio metiendo su mano derecha en el bolsillo de su saco. — Quiero que sea especial. Navidad me robaría protagonismo.
— Eres un ególatra de lo peor. La fecha no tiene que ver, solo hazlo. Te ha funcionado ser impulsivo antes.
— Pues aconséjeme señor psiquiatra, señor letrado, señor mil doctorados se burló.
Bang ignoró aquello, como era usual. — Pero, en serio, ¿estás seguro? Aun con todo lo que han pasado juntos, mi opinión profesional y personal es que es demasiado pronto.
Minho se acomodó la corbata y los mechones rubios que caían por su frente. Ya necesitaba un recorte, pero Jisung insistía que se veía adorable y atractivo con cabello largo. Quizá era cierto, o quizá adoraba mucho al inglés para permanecer así.
Caminó en dirección al grupo de amigos, mirando sobre su hombro a Chris para responderle su pregunta: — Olvidas que la prudencia no existe en mi vocabulario.
En parte sí, en parte no. El psiquiatra se encogió de hombros. Necesitaba más alcohol.
El rubio llegó con los demás, saludando efusivamente. No había tenido tiempo de reunirse con ellos después de su discurso de bienvenida a la fiesta, seguido de agradecimientos y un brindis con cada grupo selecto de invitados. Por suerte, no tendría que prestarle más atención a nadie excepto a Jisung.
— ¡Minho, hola! — saludó efusivo Jeongin, estrechando su mano.
— ¿Me perdí de algo? — preguntó el rubio, juntándose con Jisung.
Eunchae seguía en sus brazos y en cuanto lo vio acercarse, arrugó la solapa del inglés, como si intentara decirle "no, Jisung mío". La intrépida hija de Chaewon era celosa con su tío favorito y a pesar de su escaso mes de edad había desarrollado cierta guerra rival con Minho. No era secreto que Minho robara besos a Jisung cada vez que pudiera y aunque en esa gala particular no estaba apto para hacerlo, la bebé lanzaba manotazos cuando se percataba que el australiano apoyaba su mano en el hombro del otro.
— Creo que no le agradas beach boy — señaló Hyunjin. — Te dije que le compraras el oso de felpa en lugar del ridículo collar. No te ha perdonado por eso.
Después del nacimiento, todo el grupo había llevado múltiples regalos como bienvenida a la nueva integrante.
Minho negó con la cabeza mirando fijo a Eunchae, encima del hombro de Jisung. Dejó que ella tomara su dedo meñique mientras trataba de negociar con la mujercita: — Unchae, sé que adoras a tío Jisung, pero tenemos que atender un asunto.
Eunchae bufó, haciendo un puchero y mirándolo con esos ojos enormes. Todavía no hablaba, pero estaba muy seria.
— No señorita, no me hagas esa cara — dijo Minho.
— Ehehe, bueno, ya es suficiente — comentó el inglés, devolviendo la pequeña a brazos de su madre. — No quiero peleas en público.
— ¿Eso significa que ya se retiran? — preguntó Yunjin. — Pero es la fiesta de Lee's y no tengo que recordarte que son los anfitriones.
— Lo sé, pero sólo tomará unos minutos — prometió el rubio, presionando un poco la cintura de Jisung para que lo acompañara al pasillo conjunto al salón.
Caminaron cerca del lobby, codeándose. Minho todavía encontraba difícil no besar a Jisung durante tanto tiempo, pero necesitó controlarse hasta que llegaron al elevador. Aquel salón de fiestas formaba parte de un complejo edificado de varios pisos; ellos se hallaban en el décimo.
Dentro del ascensor, Jisung sintió un dejá vu, rememorando la primera vez que Minho y él tuvieron un acercamiento más íntimo en el restaurante. No pudo evitar sonrojarse pensándolo.
Las puertas se abrieron cuando llegaron al último piso. Minho tomó su mano para dirigirlo hacia la azotea, zigzagueando varios pasillos hasta alcanzar una puerta pesada de metal. ¿Acaso tenía la llave maestra para cada techo de todo Nueva York? pensó Jisung.
Llegaron hasta un enorme balcón con la vista panorámica de la vida nocturna de la gran metrópoli. El aire pegaba frío contra sus rostros y comenzaban a caer copos de nieve, pero incluso con ese clima, Minho estaba complacido. Definitivamente era la mejor época del año si estaba junto al castaño.
— ¿Recuerdas que te conté que suelo pasar Navidad en Australia con mi familia?
Jisung asintió, atento. — Lamento que este año no hayas podido viajar.
— No te preocupes — respondió el rubio, mirando al cielo. — En realidad no he viajado porque mis padres fallecieron. Me da nostalgia regresar a mi ciudad natal.
El dato lo había tomado por sorpresa. A Jisung se le formó un nudo en la garganta, sintiéndose culpable por desentrañar un evento caótico que seguramente Minho no quería recordar justo en ese día de fiesta, mucho menos con los antecedentes de los escándalos del último mes. Sin embargo, el rubio estaba sonriendo genuinamente, incluso se había acercado a él para tomarlo de la cintura.
— Ya pasaron tres años de eso — continuó, presionándolo contra él. — Mi familia está aquí ahora.
Los brazos de Minho lo envolvieron con ternura, su frente descansaba sobre la ajena. Jisung sentía mucha calma cada vez que guardaban silencio y permanecían en contacto. Eran pocas ocasiones que podían compartir lejos del bullicio y miradas ajenas. Solían llegar al apartamento de uno u otro agotados por las jornadas laborales tan intensas, posponiendo sus momentos íntimos en casos muy específicos, pues a ninguno le gustaba dejar pasar una noche sin sentirse conectado al otro. Por eso Jisung aprovechaba aquel momento, cuando entendía que Minho le hablaba a través de una caricia, de un abrazo o un beso.
— ¿Jisung?
— Dime, Minho.
— Cásate conmigo...
Lo había dicho con el impulso que lo caracterizaba, con la esperanza de seguir llenando sus días junto a Jisung. No se separó de él al decirlo; se había dado el coraje suficiente durante toda la noche para semejante hazaña. A decir verdad nunca tuvo tanto miedo de un rechazo como ahora. La mitad del trabajo estaba hecho al preguntarle, pero restaba esperar el mejor escenario. No le importaba que Jisung no contestara en ese momento; con una promesa podría bastarle.
— Quiero hacernos esa promesa — dijo al notar la perplejidad en el rostro del inglés. — Solo para nosotros. Que sin importar cuanto tiempo pase, cuántas peleas tengamos o cuantas dificultades pasen en nuestro camino, vamos a llegar a un altar.
Jisung entreabrió sus labios. No podía creer lo que acababa de pedirle, mucho menos que fuera real lo que pretendía para ellos... ¿No era posible?
Miró directamente los ojos celestes que lo hipnotizaban. Hallaba ánimos y convencimiento extremo. Adoraba a Minho e inconscientemente ya tenía la respuesta a todo eso, solo deseaba no tener miedo. Pero era normal temer ante lo desconocido, a un nuevo nivel en la relación. No habían pasado dos meses desde que se volvieron pareja. ¿Acaso era simple enamoramiento fugaz? ¿No sería una ilusión pasajera? Había oído que la atracción dura seis meses y el resto era historia, por eso varias parejas comenzaban a tener problemas a partir de cumplir un año.
Y él estaba completamente seguro de no querer separarse del australiano.
¿Eso era lo correcto? ¿Confiar tanto y quererlo tanto para estar luchando consigo mismo por aceptar?
Apretó la solapa y trató de calmar su respiración. Con la agitación no había notado que comenzó a lagrimear.
Minho secó su mejilla con suma cautela. — No tienes que responderme ahora.
— Pero quiero hacerlo, Minho — manifestó, apretando los brazos del rubio. — Ya sabes lo que siento por ti, y... No voy a decir que no me tomaste por sorpresa, pero estoy feliz de que lo preguntaras.
— Entonces, ¿qué dices? — preguntó sacando una pequeña caja de terciopelo negro de su bolsillo derecho. — ¿Hacemos esa promesa?
Jisung observó aquel objeto pequeño que en su interior contenía un anillo de oro con pequeñas incrustaciones de esmeraldas. Cuatro en total. La joya en sí misma era un tesoro, pero el significaba que cargaba en su pequeña circunferencia era invaluable. No era una propuesta oficial, sino una promesa de serlo, de que conforme avanzara su relación, Minho llegaría algún día y anunciaría su compromiso de manera pública. ¿Cuánto tardaría en lograrse? Lo ignoraba, pero ahora mismo solo deseaba permanecer en su abrazo.
Le dio la contestación en forma de un beso en los labios, un beso profundo y cargado de destellos en su corazón.
Minho apretó su espalda para no dejarlo ir... Nunca.
Regresaron a la fiesta con miradas cómplices, mismas que no pasaron desapercibidas por sus amigos. Únicamente Jeongin y Chan conocían las intenciones del rubio para esa noche, así que no indagaron en el tema porque se notaba a leguas que Minho había encontrado a su alma gemela.
Hasta era evidente para el más ciego que lo miraba desde otra mesa sonreír, siempre llamando su atención a pesar de tener personas interponiéndose en su camino. Lo buscaba con la mirada en cada oportunidad, le guiñaba el ojo sin percatarse de la felicidad que producía en el otro. Jisung era increíble, un hombre que llegó a su vida en el momento que más lo necesitaba para salvarlo de sí mismo.
Una casualidad del destino se atrevería a decir.
— ¿Le dijiste, verdad? — la voz de Jeongin lo sacó de sus pensamientos. — Ok, ¿no deberías estar con él, en lugar de quedarte parado como bobo, Lee?
— Me gusta mirarlo de lejos, me recuerda a los primeros días que lo conocí.
— Me gustaría saber qué tan loco está para querer casarse contigo.
— ¿Bromeas? — se defendió el australiano. — Yo debería preguntarme por qué no me fijé antes en él.
Jeongin hizo un puchero, dubitativo. — ¿Por cabrón? Debes admitir que masturbar a los empleados nuevos no es el mejor método de conocer pareja.
Minho río por lo bajo. Ciertamente no estaba orgulloso de su comportamiento previo, pero agradecía mucho que Jisung le cambiara el panorama, y para su sorpresa, también quitándole manías que solo conducían a un callejón sin salida. No estaba seguro si todo el éxito de Lee's era mérito suyo por completo. El inglés siempre conseguía terminar proyectos en tiempo récord y era un prodigioso asistente.
— Bueno, él me aguantó el paso por más de tres semanas. Supe que algo especial debía tener — respondió el rubio.
— Uhm... ¿qué tan desesperado estás porque acabe la fiesta?
— Quiero activar la alarma de incendios a propósito para largarme ya — sinceró.
Jeongin levantó una ceja, hizo una inspección del todo el lugar y volvió a mirar a Minho. — Dame cien dólares y lo hago
Minho terminó con un billete menos en su cartera, pero valía totalmente la pena.
"Buen chico, Jisung".
Así empezó su relación. Con una simple frase cargada de morbo.
Jisung se recostó sobre la cama, permitiendo que Minho paseara sus dedos tortuosamente lento, casi rozando la piel de su espalda llena de pecas. El rubio no terminaba de admirar la perfección que envolvía el cuerpo del inglés, siempre perdido entre sus caderas y su boca. Sobraba decir que se desnudaron justo al cerrar la puerta de apartamento.
Besó su hombro y nuca, girándolo de lado para alcanzar sus labios y devorarlo hasta el cansancio, hasta que desgastara cada fibra de su ser. Terminó de girarlo para encararlo, tomando sus manos para colocarlas a cada lado de su cabeza y acercarse para besar su cuello. Jisung se adelantó para jalarlo a través de una cadena de metal de traía colgada y devolverle el gesto, uniendo sus labios como si fuera a respirar a través de ellos.
— Jisung... — susurró Minho, encontrando su lugar en medio de los muslos de su pareja. —
Mírame.
Apenas podía enfocar, pero el inglés logró el cometido, hallando la imagen de Minho besando los nudillos de su mano izquierda para perderse en su pecho y lamer sus pezones. Apenas coordinaba sus suspiros con lo que deseaba hacer. Sus manos se aferraron a las sábanas, su cuerpo respondía ante la lengua que se paseaba encima y buscaba estimularlo como todas las noches.
— Ah, Minho...
— ¿Te gusta?
— Ngh... — era difícil articular vocablo entendible si el rubio se dedicaba a pasar su boca por la longitud de su miembro. — Sí...
Minho poseía una habilidad peculiar de hacerlo delirar antes de la copulación entera, con esa maestría de succionar el falo e inundar la habitación de suspiros.
Esta ocasión la preparación no duró demasiado, pues ambos estaban concentrados en aprovechar al máximo la unión que se avecinaba. Minho apenas cuadró un atisbo de lógica para alargar sus dígitos y probar la estrechez de Jisung antes de consumar lo que se había convertido en necesidad.
— Minho, ngh, hazlo — pidió el inglés a la mitad de la estimulación.
El rubio apoyó su peso en un brazo y ayudado con su diestra dirigió su erección a la entrada. Estaba en su límite de control, así que usó toda esa paciencia para enterrarse con lentitud, asfixiado entre paredes que solo se contraían bajo sus caricias y murmullos.
— Ah, joder... — blasfemó cuando su erección inundó por completo a su compañero. Lo atrajo con insistencia, como si pudiera caerse a pesar de estar recostados en la cama. Buscó sus labios, con las piernas de Jisung envolviéndolo para invitarlo a moverse.
— Te quiero, Jisung, te quiero — repetía contra sus labios.
El castaño se derretía ante sus modos, ante su cadera en vaivén lento contra su cuerpo. Su débil cuerpo con una chispa de euforia y placer que le abrían la puerta de lo infinito que era devolverle aquel sentimiento. Se aferró a su cuello, sin dejar de besar al fortachón, siendo expandido por completo, fluyendo energía entre sus cuerpos, amándose tan fuerte e intenso que Jisung pensaba que estaba cerca de alcanzar la perfección. Porque si estar con Minho tomándolo, haciéndolo suyo y con sus almas conectadas, no era el paraíso, entonces no sabía cómo llamarlo.
— Y yo te quiero... —respondió agónico, en un embestida potente que profería el australiano. Aquel vigor era adictivo.
Minho ahora sujetó las nalgas del otro para enterrarse más profundo, acomodándolo en una posición que le permitía llegar más profundo y admirar su frente llena de perlas de sudor. Succionó su cuello, quedándose mareado por el aroma de esa zona en específico, sin dejar menguar su ritmo de penetraciones. Para él, nunca sería suficiente hacerle el amor al inglés a menos que fuera toda la vida. Otro motivo para casarse con él.
Pronto ambos sintieron el característico choque eléctrico desde la espalda hasta la punta del glande, siendo Jisung el primero en enterrar sus uñas en la espalda del otro y contraerse. Su propia hombría se tenso hasta expulsar el contenido sobre su abdomen. Fue seguido por Minho segundos después, endurecido en el interior del inglés, derramando toda la humedad dentro.
En el último aspaviento del orgasmo, Minho había logrado besar a Jisung, admirándolo todavía en esa mueca de placer combinada con satisfacción. Peinó sus mechones castaños hacia atrás, cayendo encima pero sin llegar a aplastarlo.
Sus respiraciones comenzaban a normalizarse, las fuerzas del rubio regresaron lo suficiente para que pudiera enderezarse y salir de su pareja, tirándose a un costado.
Después de unos minutos, se giró para tomar a Jisung de la cintura y abrazarlo. — Olvidé el condón.
El castaño soltó una risa extremadamente adorable, abriendo los ojos. — A estas alturas me sorprende que tengas la intención de seguir usándolo.
Minho se encogió de hombros, besando la clavícula del otro. — Quizá a ti te gusta que sea natural.
Lo meditó un momento, enredando sus largos dedos en el cabello rubio. — Me ahorraré
comentarios.
Ambos sonrieron entre más plática de alcoba. No tardarían mucho en iniciar otra ronda. Eso lo tenía por seguro Minho.
Pero antes de volver a hacerlo, Jisung se aseguró de que el anillo seguía en su posición.
Sí, el dedo anular izquierdo. Había un sinfin de explicaciones por las que el anillo se coloca ahí, pero la más famosa es que es el único dedo que se conecta directo con el corazón a través de una larga arteria. Si lo analizaba tenía sentido, a pesar de que no era creyente de muchas cosas. Solo ahora entendía la palabra "destino" y su hilo rojo. Quizá Minho y él ya estaban conectados sin saberlo. Lo averiguaría los años siguientes que pasara en su compañía.
Minho besó el anillo y le sonrió de lado.
— Nunca te dije, pero realmente eres un buen chico, Jisung.
El inglés abrió su boca en sorpresa, dándole un golpe inocente en el pectoral, provocando un ataque de besos y risas por parte del rubio, de aquel idiota y persistente rubio.
"Tío Jisung, ojalá estuvieras aquí, te extraño mucho y también al tío Minho, pero más a ti, lo sabes. Quisiera que estuvieran aquí. Las playas de Australia son bellísimas tal cual me contaron."
"Deberíamos venir todos de vacaciones, ¿no? Sería divertido... En fin, prometo viajar a Nueva York para el final de mi semestre, los exámenes me están volviendo loca, pero los aprobaré.
"Oh, tengo el regalo perfecto para ti y tío Minho. Saben que no me perdería por nada la fiesta de su décimo aniversario. Llegaré puntual."
"Les mando un paquete de fotos de mi última aventura con el tío Jeongin y "S", ¿puedes creer que nos tiramos de una tirolesa a más de 200 metros de altura? Y fuimos a practicar alpinismo. ¡Ya casi alcanzo cinta negra en karate también!"
"Es todo, te contaré el resto cuando viaje para allá."
"Con cariño, Eunchae."
Jisung terminó de leer la postal de su adorada sobrina. En tres meses cumpliría los quince años. Recordaba perfecto el día de su nacimiento porque había sido el momento en que se había dado cuenta que amaba a su, ahora, esposo.
— Eunchae dice hola — anunció desde el sofá de la enorme casa donde vivía con Minho hace
diez años.
— ¿Me insultó en la postal? — preguntó el rubio apareciendo con dos tazas de té.
— No, de hecho prometió llegar para nuestra fiesta de aniversario.
— Bueno, estoy progresando — respondió con una sonrisa, sentándose a lado del castaño. —Siempre has sido el favorito y es más celosa contigo.
Jisung sonrió con su lengua entre los dientes. Algunas arrugas surcaban sus parpados y canas comenzaban a invadir sus patillas. Para Minho la suerte era la misma. Sin embargo, a ojos ajenos, parecían no haber envejecido en absoluto. Seguían con la misma energía vibrante como el principio, tan sólida como la chispa que inició su matrimonio, con la misma inocencia que reflejaban los irises de Jisung al pronunciar "acepto" y escuchar lo mismo por parte de Minho. Pura y cristalina como su primera noche juntos como esposos.
El inglés levantó su ceja cuando Minho se acercó para intentar besarle su sien.
— Minho, no vamos a hacerlo durante la hora del té.
El australiano suspiró, pasando su brazo sobre los hombros del castaño. — En diez años nunca hemos interrumpido esta hora, ¿no puede haber una excepción?
— No — sentenció tajante Jisung. — ¿Cuántas veces te lo he repetido? No solo yo, sino Hyunjin: la hora del té es sagrada para los ingleses.
Diez años y seguía sin entender ese bobo fortachón.
Diez años y seguía amando a Jisung tan intensamente como el primer día.
En realidad llevaban quince años de relación: cinco como pareja hasta lograr concretar el matrimonio, que iba viento en popa con éxito hace diez años.
Minho no obtuvo una victoria esa ocasión, pero Jisung no podía negarle un beso en los labios. Nunca se lo había negado en quince años.
Muchísimas gracias por el apoyo que le dieron a la adaptación espero les haya gustado tanto como a mi me gusto adaptarla <3
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