XVII - Café

Habían pasado dos semanas desde el tema con el Fashion Week y Lee's estaba recibiendo más demandas laborales que nunca. Los pedidos y exigencias por sus productos habían crecido gracias a la publicidad gratis, que superaban en un 34% los pedidos del año pasado, acumulándose a tal punto que Minho pensaba que colapsaría.

Ahora mismo se hallaba en una junta con los demás jefes de departamento para solucionar un tema que no habían previsto: la expansión de la empresa.

Bajo otros términos estarían más tranquilos pero por la superación de exigencia comparado a la producción, Lee's se atrasaría con sus clientes. Minho no había rechazado contratos porque era un periodo crítico de negociaciones y ganancias que, siendo manejadas con sabiduría, triplicarían su capital económico. Por eso la expansión era importante. Todos estaban de acuerdo con eso.

— Las gráficas son magníficas. Nuestros números se están superando como nunca y en un tiempo récord — decía Minho, sentado desde la silla principal. Jisung estaba a lado por supuesto. — Todos estamos de acuerdo que Lee's tendrá más ganancias a partir de ahora. No es necesario que explique los motivos, la prensa ya debió informar lo suficiente sobre el incidente.

Si, el incidente de una loca que casi lo desbanca y arruina su vida por segunda ocasión.

Se levantó para observar con detalle la pantalla que reflejaba las cifras, señalando una barra que indicaba un disparo de 6% en las acciones de la compañía. — Como propietario y director he decidido que Lee's se expandirá. Alguno de ustedes podría tomar el cargo de este movimiento. Lo único que debo dejar en claro es que sea quien sea, no permitiré una negativa.

Una expansión significaba compartir responsabilidades a un nivel directivo, con todos los beneficios que significa ser el segundo jefe de la compañía. No era lo mismo que un socio, porque en ese caso repartirían el capital; Minho no haría algo como eso. El continuaría su legado por cuenta propia siendo legalmente el único propietario con un subordinado de su confianza que dirigiera la segunda casa Lee's.

Pero era suficiente para los coordinadores sentados en la sala de juntas. El dinero era algo sumamente jugoso.

La reunión finalizó con Minho prometiendo que anunciaría al siguiente directivo a más tardar en una semana. Era una decisión difícil de tomar y por eso necesitaba tiempo y
unas vacaciones. Acariciaba la fantasía de irse a alguna playa con Jisung.

— Adelántate a la cafetería de siempre — susurró en el oído del inglés. — Acomodaré unos papeles.

Jisung asintió, girándose para dirigirse a la puerta sintiendo súbitamente una sonora nalgada sobre su glúteo derecho, volteando atónito hacia Minho, que solo le guiñó el ojo.

— ¿Qué pasa, Jisung? — preguntó con suma serenidad.

El inglés se había sonrojado. No era la primera vez que lo nalgueaba en la oficina, pero seguía tomándolo por sorpresa. — N-Nada...

Minho asintió y antes de que Jisung cruzara el umbral del marco de la puerta, susurró:

— Lo siento, no puedo contenerme.

El castaño sonrió para sí mismo dirigiéndose hacia el establecimiento. Una vez en la cafetería ubicada cruzando la calle del edificio de Lee's, tomó la mesa que solían apartar para ellos, pidiendo la misma orden de cada jueves: café americano y cinco donas jumbo para Minho; un capuccino con un flan napolitano para él.

Mientras esperaba el pedido, miró por la ventana a los transeúntes apurados para las compras navideñas, pues la fecha se acercaba apresuradamente. El solía pasar fechas decembrinas con su familia, pero ese año en peculiar deseaba pasarlas junto con su pareja; sin embargo, Minho no le había comentado nada sobre sus itinerarios para esos días. ¿Y si había un evento especial? ¿Qué tal si en la víspera de Noche Buena debían trabajar también? Nunca le pasó por la cabeza, además se conocía muy bien a sí mismo para no alejarse de las responsabilidades como asistente, aun si Minho le otorgaba un periodo vacacional.

Se percató que el australiano entraba al establecimiento, acomodándose la corbata al caminar hacia la mesa donde estaba sentado. La mirada de todas las camareras y clientas en general siempre se posaba sobre él, Jisung no admitiría que le provocaba celos, pero lo importante es que ese hombre le sonreía a él y solo él. Tomó asiento frente suyo como era costumbre y simplemente lo observó. A veces Jisung no podía leer el lenguaje corporal del rubio, pero se cohibía con solo tener su intensa mirada color océano sobre él. Seguía sin acostumbrarse.

Les entregaron su pedido. Minho siempre devoraba cualquier comida que cupiera en sus manos. Ya le había dicho a Jisung que la medida para saber qué cantidad ideal tomar como bocado debía caber en la palma de su mano, de su enorme y amplia mano. Ni siquiera masticaba, engullía como ganso mejor dicho.

De pronto, algo llamó la atención del australiano. Tanto, que dejó sus donas a un lado: era un paparazzi parado en la acerca y observando con una cámara a ellos. ¿Cómo estaba tan seguro que específicamente eran ellos? Por el modo voyerista del sujeto para captar cada movimiento, cada gesto, cada vez que Minho movía discretamente su mano para acariciar la de Jisung. No lo miró directamente, pero tomó cierta precaución.

— Jisung, hay un paparazzi justo afuera de la cafetería — avisó. — No voltees.

— ¿Qué? — de la impresión, el inglés empujo sin querer la taza de café del otro, manchando accidentalmente parte de su saco y camisa. — ¡Oh, lo siento! De verdad, Minho.

— No te preocupes — sonrió de lado, tratando de limpiarse con su servilleta, viendo que una mesera arribaba para ayudarle con el desastre. — Suerte que no estaba hirviendo.

Jisung se había impresionado tanto que olvidó por completo aquel hombrecillo que invadía su privacidad, sin embargo, Minho estaba cuidando su posición porque si los medios de comunicación comenzaban a prestarle más atención ya no tendría un as bajo la manga para quitar cualquier noticia sensacionalista que se les ocurriera. Por lo pronto tenía la publicidad a favor de su compañía, y podría parecer exageración, pero con una sola persona que estuviera exponiendo el pellejo para violar su privacidad, alentaría a otros a hacer lo mismo.

Ambos salieron de la tienda en cuanto pagaron, regresando al edificio para cubrir las demás horas laborales. Por suerte Minho siempre tenía un guardarropa de emergencia en su oficina porque ser el presidente de Lee's ameritaba estar preparado para salir de viaje en cualquier momento. Eso lo aprendió de Hyunjin.

Jisung apuntaba cosas en su tablero, viendo de soslayo cómo el rubio abría la gaveta para elegir una nueva camisa, soltando su corbata y abriendo los botones de la sucia exponiendo su tórax y abdomen sin recato. Es cierto que las interacciones en la oficina no eran nada inocentes, pero verlo tan expuesto y apetecible le daba nervios, sobretodo porque Minho no era estúpido y conocía el poder que tenía sobre él.

— ¿Estás mirando cosas innecesarias, Jisung? — preguntó con sorna.

— No sé de qué hablas.

— Oh... Sí lo sabes.

Mierda, estaba caminando en su dirección con medio cuerpo desnudo. No era momento de distracciones, tenían muchos proyectos por delante que requerían atención, su mente debía ocuparse de acomodar fechas para los clientes que contactaron Lee's, debería estar concentrado en preparar el reporte financiero para el fin de semana, y... Ah... No, que no empezara a tocarlo. No, Minho. No podría resistirse si le daba besos en el cuello. Necesitaba sostenerse contra la pared por culpa de ese australiano y su manía de desfajar su camisa y colar sus manos para acariciar sus pezones y apretarlos, de obligarlo a no gemir cuando bajaba su mano hasta su pantalón para desabrochar el cinturón lentamente.

— Verme aunque sea por un segundo sin camisa, tiene precio — murmuró Minho en la nuca del castaño. — Estamos en la oficina, así que recuerda bajar la voz.

Jisung abrió sus labios, pero no emitió sonido. No podía con el cuerpo de Minho presionándolo contra la pared y sus manos bajándole el pantalón. Los dedos apretando su glúteo derecho dejarían marca. La forma de posesión magnificaba con sus mordidas lo hacía delirar.

— Pero nuestro acuerdo era no tener relaciones aquí. — suplicó en un hilillo de voz.

— Exactamente — corroboró Minho, dejando momentáneamente de consentirlo. Jisung escuchó el tintineo de la hebilla del otro y sintió una imperiosa necesidad de girarse, pero Minho se lo impidió con una mano sobre la espalda. — Hoy voy a cambiar esos términos.

¿Qué? ¿Ahí? ¿En medio de la alfombra?

— De rodillas, Jisung.

Parece que sí.

Minho había tenido una actitud romántica con él las últimas semanas, pero no olvidaba su verdadera naturaleza dominante cuando lo cargaba por toda la sala para poseerlo encima de la mesa, o atrapaba sus muñecas para besarlo, o encerrarse con él al momento de tomar una ducha. Jisung tenía un gusto secreto por esa forma de sometimiento, al menos físico. No era un rollo sadomasoquista, pero la caracterización como su jefe se manifestaba justo así.

Se arrodilló, esperando que Minho lo tocara más. Si se resistía, la oficina completa se enteraba.

— Recuéstate — con el abdomen contra el suelo.

¿Cuál sería el límite de su consciencia teniendo un hombre que lo volvía loco?

Jisung suspiró en cuanto sintió la corpulencia de Minho recostarse encima suyo, sin aplastarlo gracias a la fuerza en sus brazos recargados en la superficie. A juzgar por su sentido del tacto, Minho estaba con los pantalones abajo, sentía su erección en medio de ambos, encendida con cada porción de piel usada para masturbarse. Y él solo podía sucumbir ante sus manos que elevaban su pelvis.

— ¿Qué... haces? — preguntó cuando Minho tiraba de su talón para acercarlo.

— Solo alejarte de la pared, no quiero que tu cabeza se pegue contra ella.

Lograba abochornarlo de tal manera que solo obedeció. Su posición cambió, apoyándose en cuatro y exponiéndose ante el rubio, que solo restregaba su falo contra él, amenazando con entrar.

¿Sin preparación? Debía estar muy excitado para no suplicarle por una. O quizá estaba desesperado por ser tocado, por romper esa regla sobre lo políticamente correcto que esperan de un dueño de una compañía gigante. Es la única habitación que no tiene cámaras de seguridad, Minho es la única persona que puede salir inmune de toda acusación.

El pene del rubio está húmedo gracias al preseminal que ha esparcido a lo largo y ancho del miembro. Jisung no puede gemir, no debe gemir... Pero es casi imposible cuando siente que se entierra. Aprieta el estambre y ruega por no traicionarse con el placer que recorre su cuerpo.

— No gimas, Jisung — le recuerda.

— Eso... ngh... Intento...

— Aún no he empezado a moverme. — se atreve a fastidiarlo de esa manera, de tocarle la espalda baja y por fin empalarlo de un golpe, de hacerlo delirar a niveles insospechados que solo el creador conoce.

Jisung se niega a excitarse. Si se deja llevar por sentir de más, la voz se quebrará y su cuerpo sucumbirá también.

Para su fortuna Minho se percata de aquel detalle, saliendo de él para girarlo y darle un beso en los labios para calmarlo.

— ¿De verdad te cuesta bajar la voz? — pregunta con su mano acomodando sus rizos detrás de la oreja.

— S-Sí... — contesta con un deje de vergüenza.

— Bueno, no es culpa tuya. Tu cuerpo es sumamente sensible.

Jisung abre los ojos de golpe, no creyendo que Minho pudiera señalar ese obvio, pero inusual, hecho. El australiano se limita a sonreír, pero no significaba que va a detenerse a ese punto. No hay razón alguna para resistirse a aquel perfecto inglés.

— Entonces cambiemos la posición — comenta, recostándose ahora él para indicarle a Jisung que se coloque a horcajadas suyas.

Ahí va de nuevo, con sus brillantes ideas. Jisung se siente hipnotizado con su voz, con su manera de hacerlo sonar tan sencillo. Debe serlo, porque se sienta y al dirigir la erección de Minho hacia su interior, se sorprende de ser expandido sin un gemido tan fuerte. Es decir, siente que va a estallar de un momento a otro, pero ver al rubio debajo lo hace sentir más fiero y osado. No dura mucho su victoria con las estocadas que se agolpan dentro, con Minho enterrándose sin tregua, acercándolo por la nuca para besarlo y acallar sus jadeos en el beso, enredando sus lenguas mientras satisface su instinto básico. Le murmura que siempre va a poseerlo.

— ¿Vas a correrte? — pregunta sin recato.

— Sí... Ngh — como odia que lea su mente.

— Te gusta, eh... Sentirme tan adentro, Jisung. Apuesto que deseas que te lo eche en el rostro — el bastardo tiene razón. — Solo pídemelo.

Jisung mueve sus caderas por inercia. Lo quiere, lo desea, el placer se está escapando y transpirando por cada poro de su piel. Su cabeza da vueltas en múltiples direcciones.
Está montando a Minho literalmente. No lo resiste más y se corre con fuerza sobre ambos abdómenes. Minho le ayuda a terminar de correrse y justo cuando trata de reponerse del orgasmo, el rubio lo carga para invertir posiciones.

Cuando se da cuenta, el pene de Minho está a la altura de su cuello. Siente sobre sus labios el semen del australiano. Es una cantidad increíblemente abundante a pesar de haber tenido sexo matutino antes de ir a trabajar. Lo saborea con curiosidad. Es viscoso, de consistencia suave y salado.

Le gusta.

Se gira abrumado por la vergüenza de pensar eso.

Minho lo toma de la mandíbula y vuelve a besarlo.

— Jisung... — lo llama en medio del beso. Es casi una filia que estén compartiendo un contacto así después de que eyaculara en su cara. Le asusta ser tan morboso, o que Minho lo esté volviendo un maníaco.

— La próxima vez te toca correrte en mi rostro.

— Quieres decir esta noche — porque sabe que en cuanto pongan un pie en la casa de Minho, habrá otra ronda.

— Buen chico, Jisung.

Es una confirmación.

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