VII - Malentendido

¿Dahyun? ¿Quién era ella?

Jisung frunció el ceño porque parecía que Minho había centrado su atención total en la llamada, incluso se había alejado un poco de él.

— Ah, en serio.. No, pero estoy muy ocupado... Lee's si... ¿Te parece si te devuelvo la llamada en la tarde, al salir de trabajar?... Sí, también yo... Ok, hasta luego.

La conversación había sido corta, pero fue suficiente para que Jisung cruzara los brazos y mirara con cierto desdén al rubio.

— ¿Qué te pasó? Parece como si nos hubieran descubierto teniendo sexo en la oficina.

Minho suspiró y volteó hacia el otro. Había sido el peor momento para tomar esa llamada. — Hablaba con Dahyun — respondió escuetamente.

— Ah, ¿y Dahyun es...?

— Mi ex esposa.

Joder.

A la mierda.

Qué cabrón.

Jisung hizo una mueca de sorpresa, sin poder creer lo que acababa de escuchar, como si toda la relación del último mes y medio se quebrara en milésimas, dejándolo como un perfecto idiota en todo esto. Aunque esa tal Dahyun era la "ex", no evitaba sentir que su corazón se estrujara. Muchas parejas divorciadas seguían en contacto, y con mayor razón si habían hijos de por medio. Un segundo, ¿Minho tenía hijos? Ahora la posibilidad era muy palpable, aunque jamás le platicó sobre ellos... Bueno, ¿qué esperaba? El solo era un asistente. Una diversión pasajera. Debió entenderlo desde un principio.

Estaba apenado, con el cuerpo encogido, y con suma vergüenza había comenzado a arreglar su pantalón y camisa. Era obvio que no deseaba tener contacto con Minho.

El rubio miraba atónito su teléfono, ensimismado en la sorpresa. Jisung ladeó el rostro, indignado, pero sin montar un numerito de celos, aunque los sentía; demonios, claro que estaba celoso. Celoso y cansado.

— Creo que estarás ocupado. Me iré a casa — avisó antes de tomar su portafolio, su abrigo, pasar su mano para peinar su cabello y mirar una vez más a Minho.

A pesar de ser un shock tremendo, el rubio aterrizó en la realidad al ver la intención de Jisung saliendo de la oficina. Apretó los labios y los puños para alcanzarlo antes de que cruzara la otra habitación, deteniéndolo justo en el marco de la puerta.

— Ella no significa nada para mí ahora. Cortamos comunicación hace años. — fue lo primero que pudo decir.

— Déjalo, Minho. No es como si fuéramos pareja — contestó Jisung con un dolor que nunca había experimentado recorriendo su espalda.

Cierto, pero Minho debía impedir que tuviera una mala impresión porque... Es que... ¿Cómo resistirse a Jisung? Entre juego y juego, había encontrado una grata compañía, un confidente, un hombre ejemplar y, a grandes rasgos, perfecto. Todas las ocasiones que había insistido en estar cerca o hablarle con cualquier excusa eran producto de algo más que solo atracción.

— Porque no he tenido oportunidad de pedírtelo. — confesó, tomando una de sus manos.

— Mentiroso. — porque algo en su corazón estaba roto, y aunque no fuera un motivo sólido, Jisung tenía esa daga de no pertenecer al círculo de Minho, de no ser más que un empleado. Soltó su mano del agarre del rubio y respiró hondo. — Y si no hay más comentarios respecto a los proyectos pendientes, me gustaría retirarme. Con permiso, señor Lee.

Minho pudo salir tras él, pudo detenerlo y explicarle sobre su antiguo matrimonio, pudo pedirle que no lo rechazara, o pedirle que se quedara por ser su jefe, pero no halló el coraje ni la autoridad para imponer sus deseos. Observó desde su oficina que Jisung salía del edificio y tuvo, por primera vez, ganas de llorar.

¿Eso significaba que el inglés se había enterrado bajo su piel sin darse cuenta? Sonrió ante la conclusión. Tal vez no fue su intención que su juego se saliera de las manos. No era cuestión de posición jerárquica; se trataba de algo tan fuerte, que debía admitir que acosar a Jisung fue una decisión estúpida, pero benéfica. Era complicado porque nunca creyó que ese hombre le robara el aliento.

Llamada entrante: número desconocido.

No hubo necesidad de preguntas, la combinación de números era inequívoca.

Minho tomó la llamada. Otro momento oportuno para enterarse de cosas que jodieron su día.

— Te dije que devolvería la llamada en la tarde. — dijo, sentado en la silla presidencial.

— Lo sé, pero necesitaba hablar contigo, en serio.

— No hemos conversado en... ¿Ocho, diez años? Dijiste que ya no teníamos nada que discutir cuando me fui de Australia.

— Recuerdo lo que dije. — se escuchaba su respiración nerviosa al otro de la línea. — Me enteré que estarás de host en el New York Fashion Week; yo también iré. Me preguntaba si podríamos salir para, ya sabes, hablar sobre nosotros, sobre lo que pasó.

Hyunjin estaba revisando los últimos estados de cuenta mientras bebía una copa de champagne junto a Lee Félix, su actual pareja, en la mesa principal de la casa.

— ¿Iremos al New York Fashion Week? — preguntó el rubio, sin despegar su vista de la hoja llena de números, encerrando cifras con su bolígrafo rojo.

— No es necesaria la pregunta, cariño. Claro que iremos — respondió Hyunjin. — Es el primer año que Lee's es el proveedor principal. Tenemos que presentarnos en caso de que metan la pata.

Suspiró, bebiendo de su copa. — Sigo sin entender cómo Lee es amigo tuyo.

— Oh, estábamos en un bar en Ohio. El pobre no tenía idea de que era un bar gay...

— No, mejor no me cuentes. No quiero escucharlo.

— De hecho, fue muy gracioso cuando le propuse ir al hotel para un polvazo.

Félix cerró los ojos, arrepentido enormemente de preguntarle. Lo irónico era que todavía no se convencía de haber aceptado ser su pareja cinco años después; es decir, no se había dado cuenta a qué buena hora se enamoró del excéntrico moreno.

El teléfono de pared timbró.

— ¿Diga? — respondió Hyunjin. — Oh, mi amigo, justo estábamos hablando de ti... Por supuesto, pasa.

Hyunjin apretó el botón para abrir automáticamente el portón principal. No era muy ortodoxo vivir en una mansión de solo treinta habitaciones, pero prefería ser humilde ante los colegas que lo visitaban, incluso se conformaba con tener tres mayordomos, diez mucamas y otros trabaiadores que mantuvieran en buen estado su vivienda.

Lee Minho entró a la magnífica sala, saludando a la pareja. Tenía un semblante preocupado.

— Uh, si no te conociera diría que viste un fantasma — comentó Hyunjin.

— Casi — respondió tomando asiento y pasando su mano por su cabello.

— Pediré que te traigan algo de beber — argumentó Félix, yendo a la cocina para su pedido.

El australiano suspiró, dejando caer su cabeza sobre la caoba, frustrado. En serio, creía que el día no podía ir peor.

Hyunjin estaba cruzado de brazos. — Ehm... ¿Y bien? ¿Me cuentas, Minhot?

— Agh, por los dioses, Hyunjin. No estoy de humor — respondió el otro sin abandonar su posición contra la mesa. — Jisung me odia.

— ¿A ti? Nah, imposible. Con tu temperamento tan discreto y nada salvaje, ¿coooómo crees? — el tinte sarcástico era su estilo, pero también le preocupaba que el chico estuviera atormentándose, y que... ¿Qué? ¿Qué Jisung lo odia?

Hyunjin dejó de lado su papelería y frunció el ceño. Se colocó una mano en el pecho, indignado, y le dio un golpe en la cabeza al hombre.

— ¡Agh!, ¿a qué viene eso, maldición? — se quejó, sobando la parte posterior.

— Para ver si espabilas y te sacudes las telarañas que tienes en esa cabezota rubia, Barbie —dijo, rodando los ojos. — Tenías un trabajo, Lee, uno solo, y lo echas al lastre por tus calenturas. ¿Qué le hiciste? ¿Le tocaste el trasero, lo besaste en el baño? Oh, no.. Le robaste su pudín.

— ¿Qué? — ahora oficialmente no tenía sentido haber ido a pedirle consejo a ese hombre. —¿Pudín? No. ¿Qué caraj-, qué tiene que ver?

— Nunca he visto otra persona tan fanática del pudín.

Minho suspiró exasperado. Golpeó su frente repetidas veces en la mesa antes de decidirse a contarle el problema entero al mayor. — Estaba a punto de decirle a Jisung mis sentimientos por él.

— Así que tienes sentimientos.

— ¿Quién tiene sentimientos? — preguntó Félix al llegar a la estancia con un vaso de whisky, entregándoselo al otro.

— Yo... Gracias...

A decir verdad no tenía idea de qué hacer o decir. Hyunjin no era de mucha ayuda en temas serios, pero era el único con quien contaba para desahogarse, además que Jisung era conocido suyo, ex empleado. Torció el labio, fastidiado. La situación se salió de las manos en dos segundos, y en otro momento hubiera sabido cómo reaccionar para detener a Jisung, pero se paralizó. Haber descubierto que sus sentimientos no eran superficiales, lo habían dejado fuera de la jugada y la imagen de seguridad de macho alfa.

Apretó los puños y bebió de un solo trago el whisky. — Dahyun llamó en la tarde. — informó para el asombro de ambos hombres que conocían su pasado.

— Joder — dijeron al unísono.

— ...Mientras Jisung y yo estábamos besándonos.

— Jooooder.

Hubo un silencio para procesar la situación. Quizá fuera solo un nombre, pero la imagen de Dahyun evocaba años de resignación y borracheras que Minho había padecido. Hyunjin conocía mejor que nadie aquella faceta de desesperación; de lo mierda que se sentía Minho por no ser lo suficientemente bueno para ella, por enterarse que sus tres años de matrimonio eran mentira cuando ella solicitó el divorcio. De todo, la parte menos terrible era que no habían concebido. De lo contrario, sepan los dioses qué tan horrible hubiera sido la herida para Minho. Por eso que resonara el condenado nombre era un mal presagio, que se volviera a aparecer era reabrir aquella cicatriz para el fortachón.

— ¿Jisung sabe quién es ella? — preguntó el moreno.

— Traté de explicarle, pero salió de la oficina sin decir más — dijo Minho apretando su puente nasal.

— Pero, bueno, dices que tienes sentimientos por Jisung. No debería suponer un problema que ella te marque... Porque tienes claro lo que sientes por Han, ¿verdad?

— Sí, joder, pero Dahyun vendrá para el Fashion Week.

— ¡¿Perdón?! — Félix por poco se atraganta con su bebida, tosiendo para respirar mejor mientras Hyunjin lo palmeaba en la espalda.

— ¿Y queeeeé? — reclamó el mayor, rodando los ojos. — Ok, Dahyun es tu ex ¿y qué?; va a estar en el mismo evento donde tú eres una especie anfitrión ¿y qué?; probablemente quiera volver a hablar contigo luego de diez años ¿y qué?; lo más importante para ti es tener una postura profesional, explicarle a Jisung y boom, asunto arreglado.

Sonaba más sencillo decirlo que hacerlo. Para esa hora, el australiano ya le había enviado más de veinte mensajes a Jisung para hablar con él, hasta que recapacitó el plan: nada le impedía ir a su casa para explicarle qué había pasado con Dahyun; además, si sus sentimientos no eran ilusión, debía ser fácil hablarle con la verdad. No es como si cometiera un delito al responder las llamadas de la mujer, pero entendía la postura de Jisung al respecto, sobretodo porque llevaban poco tiempo conociéndose. Sí, era un adulto lleno de orgullo que no le tenía miedo a hacer locuras.

— Sí, es cierto — respondió levantándose de la mesa. — Debo hablar con Jisung... Iré a su
casa.

— ¿Qué? No, no, yo no dije que hicieras eso.

— Pero es mi oportunidad, no tendrá otra alternativa más que oír la historia completa.

— Lee, son casi las siete de la tarde. Hora del té para los ingleses. ¿Sabes qué falta de educación es interrumpir su hora del té?

— Bueno, tendré que correr el riesgo.

Salió de la mansión, formulando un plan mientras subía a su carro. Si Jisung sentía un
mínimo de aprecio por él, era hora de averiguarlo.

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