IV - Beso

Llegó el lunes, y el fin de la tranquilidad de Jisung. Se había levantado con el pie izquierdo porque sabía que Minho tomaría represalias por haber declinado la invitación a desayunar. Aun no podía creer que le hubiera mandado esa foto, o dicho que estaba duro por pensar en él; es decir, ¿qué ganaba con ponerlo tan nervioso? ¿Qué ganaba con darle una idea equivocada?

A pesar de todo, no le tenía miedo. Dejando a un lado su actitud acosadora, Jisung no lo podía rechazar. Durante el fin de semana pensó seriamente si había algo malo en creer que la personalidad de Minho era, en un modo retorcido, agradable. Si, por supuesto que era malo, era una locura, por todos los dioses.

Entró a la oficina puntual para enfocarse a terminar de organizar documentos a gusto antes de que llegara el rubio a interrumpirlo o reñirlo. Tenía media hora para respirar y trabajar en silencio.

Una hora. Nada.

Hora y media. Ni rastro de Minho.

Dos horas. Acababa de darse cuenta que el aire acondicionado producía un ruido molesto.

Esto tenía que ser una jodida broma. ¿No había ido a trabajar? Jisung soltó las carpetas y asomó la cabeza hacia la oficina adjunta, pero no, ni un alma aparecía por ahí. Revisó su teléfono: cero mensajes y cero llamadas perdidas. Tomó la agenda para revisar si tenían alguna junta empresarial en otro piso. Nada. ¿Se habría tomado el día libre? ¿Quizá pescó un resfriado? Hey, hey, un segundo... ¿por qué se preocupaba por él? ¿Por qué estaba mirando su puerta cada cinco minutos esperando que apareciera?

— Contrólate, Jisung. — dijo al aire, sentándose. — Si falta a la oficina es bajo su responsabilidad. Al fin y al cabo es su empresa.

Estaba a punto de tirar la preocupación por la borda hasta que escuchó el timbre de su celular. Efectivamente, se trataba de Minho.

— ¿Si?

— Jisung.

— Ah... — se había quedado pasmado. Después de estar pensando en el toda la mañana, ahora se congelaba. — Buen día, Minho.

— Buen día. Hey, ¿tienes los informes del departamento de administración? Estoy en una junta y necesito esos datos.

— Woah, espera, ¿una junta? No me ha contactado nadie para solicitar cita en el itinerario.

— Lo sé. Organicé una esta mañana.

Jisung sintió un balde de agua fría en el pecho. Ciertamente Minho no solía ser discreto con sus pedidos o decisiones, pero desde que había empezado a trabajar con él, hace más de un mes, siempre preguntaba por sus horarios y entre los dos acomodaban las visitas empresariales; preguntaba tantas veces sobre sus actividades programadas que llegó a ser molesto. Prácticamente dependía de la agenda de Jisung. ¿Quería decir que lo había excluido de sus planes para la semana?

— Sí, en seguida te los llevo. — respondió cabizbajo. — ¿Estás en el quinto piso?

— No, en realidad estoy al otro lado de la ciudad con Hyunjin, pero estoy algo corto de tiempo. Mándame los archivos por correo, ¿quieres?

一 Ok...

— Gracias.

Le sorprendía lo tranquilo que se escuchaba al otro lado del auricular. — ¿Minho? Entonces nos vemos mañana, supongo.

Hubo un pequeño silencio y un sonido de copas de cristal chocando en el fondo. — Sí, sobre eso... Probablemente tenga que venir con Hyunjin el resto de la semana.

— ¿Entonces me presento allá mañana?

— No, no, no Jisung. Escucha, iré yo solo, vale. Hyunjin y yo pensamos hacer un gran negocio y aprovechar que se acerca el New York Fashion Week para promocionar ambas empresas y ser parte del staff. Si vienes, me distraeré mucho.

— Pero, ¿estás seguro?

— Considéralo unas pequeñas vacaciones.

No le dio tiempo de despedirse. Había colgado sin darle más detalles, ¿cómo se suponía que iba a organizar algo con el Fashion Week si el cojonudo no tenía los pantalones para explicárselo? Era su asistente, su mano derecha, su confidente y un montón de cosas más que siempre le decía. ¡Que le había mandado una foto de su erección el fin de semana, joder! ¿Y no le tenía confianza para este encargo?

"Si va a dejarme de lado, se puede ir mucho al carajo" pensó Jisung regresando a su oficina para acabar la papelería faltante.

Tal cual le dijo Minho, lo que restó de la semana no hubo rastro suyo en la oficina, tampoco por vía electrónica, escrita, por señales de humo. En fin, el área presidencial era un reverendo cementerio. Jisung era la única alma que se aparecía por ahí. A decir verdad, poca gente pasaba por ahí durante horario laboral, y era sumamente aburrido.

Era viernes y Jisung pensaba que volvería a estar en otra rutina llena de café expreso, papeleo interminable, más café expreso, un descanso de media hora para el almuerzo, más administración taladra cabezas, ir al sanitario, acomodar su oficina y finalmente prepararse para salir. Sí, eso pensaba, pero cambió de opinión al escuchar que la chapa de su oficina sonaba. Faltaban cinco minutos para firmar su salida.

— Oh, Jisung, pensaba que te habías ido.

Ahí estaba. El hijo de la gran puta Lee estaba en el marco de la puerta, cruzado de brazos y mirándolo despreocupadamente. Después de haberse ausentado toda la semana, con una explicación menos explícita, dejándolo con todos los jefes de departamento vueltos locos sin poder consultar su opinión, tratándolo como un cero a la izquierda y preocupándolo sin remordimientos, se atrevía a presentarse con actitud de malagradecido.

Estaba enojado, pero en el fondo, feliz de verlo. ¿En serio estaba feliz?

— Estaba por irme. —respondió, caminando a lado del rubio con la intención de abandonar la oficina. Sentía una tensión insoportable. — Avísame si te veo el lunes o tendrás otras reuniones espontáneas.

— Alto ahí. — lo detuvo con su mano sobre el hombro al pie de la puerta. — Creo que no estás dispuesto a seguirme el paso.

— ¿De qué hablas?

— Bueno, estuve ausente toda la semana. Esperaba que me mantuvieras informado sobre lo que sucediera en la empresa.

— Nunca llamaste.

— Yo soy el jefe. Marcar no es mi trabajo.

Jisung palideció porque, en cierto modo, tenía razón. Intentó hacerse a un lado y salió de su oficina. No tenía excusas para darle la cara, pero antes de poder abrir la puerta, la enorme mano del rubio se lo impidio, cerrándola.

— No vamos a salir de aquí hasta que me expliques el motivo de no haber recibido notificaciones tuyas. — exigio. — Te vuelvo a preguntar, ¿vas a seguirme el paso?

— Es tu culpa. — mencionó en un susurro inaudible.

— ¿Disculpa?

— Es tu culpa, Minho. — respondió mirándolo a los ojos. — No me hablaste sobre el proyecto que pensabas firmar para el Fashion Week, prohibiéndome estar ahí. ¿Qué se supone que debía hacer? Tú mismo acabas de decir que eres el jefe y debo obedecer tus instrucciones. ¿Eso me hace responsable? ¿Yo tengo la culpa de las decisiones que tomas?

El rubio rodó los ojos y recargó su brazo por completo en la pared, apretó su puente nasal con los dedos pulgar e índice, exasperado. Bueno, oficialmente estaban teniendo su primera pelea.

— ¿Por qué no simplemente admites que no te gusta tenerme alrededor? — preguntó. — Es obvio que mi presencia te incomoda mucho y te hice un favor yendo con Hyunjin estos días.

Jisung enarcó una ceja, sorprendido. Todo se remontaba al disgusto del fin de semana entonces. Pero eso solo era por morbo, o eso suponía; si le mandaba fotos, enviando invitaciones inapropiadas que solo lograban sonrojarlo. Esto rayaba en lo ridículo porque Minho había hecho un berrinche de la nada, y lo peor es que tenía la idea errónea; porque no detestaba su presencia, de verdad era grato trabajar con el rubio, a pesar de sus asegunes. Como compañero de trabajo era magnífico, en serio.

— ¿Es porque no acepté desayunar contigo el domingo? — se aventuró a preguntar.

— Un desayuno rechazado no es la cuestión, fue el modo en el que ni siquiera te esforzaste por preguntarme lo que estaba planeando para esta semana, y al final lo he hecho todo yo.

— Pero la foto y los mensajes... Me sentía demasiado incómodo y enojado. No quería verte el lunes y me sentí aliviado porque tuve tiempo para reflexionar, pero el resto de la semana que no he sabido de ti...

— A ver, no me estás entendiendo. — interrumpió Minho, tomándolo del brazo para ir a su escritorio, tomar asiento frente a frente y continuar: — que te sintieras incómodo por lo que hice el fin de semana es independiente de nuestro verdadero trabajo. ¿Estás consciente que esto no se puede dar a capricho? El proyecto del Fashion Week lo discutí con Hyunjin el lunes y pensaba comentarte todo el plan, pero sacaste conclusiones antes de tiempo y no se te ocurrió preguntarme nada después del martes. Ni un mensaje para enterarte de las acciones que teníamos previstas para la semana. Nada... ¿Todavía crees que lo digo de dientes para afuera solo por lo del desayuno?

Por primera vez, Jisung notó un semblante furioso en su jefe, uno verdadero que lo sacó de su zona de confort y lo preocupó. Había permitido que sus emociones se mezclaran con las responsabilidades que desempeñaba como asistente, algo inaceptable en un inglés de modales impecables. En su defensa quería responderle que las actitudes del rubio no eran nada profesionales en la oficina cuando lo acosaba, pero, era el jefe. El maldito jefe. Hacía lo que se le diera la gana.

— Estoy enojado, Jisung. Enojado porque eres mi asistente y eres excelente en lo que haces, pero esta semana me abandonaste, sabiendo que el proyecto tenía que resolverse, sin que yo tenga que decirte qué tienes que hacer — aunque su tono era neutro, sus ojos reflejaban cierto rencor. — Durante el fin de semana soy un pervertido, acosador, maníaco o todo lo que quieras, pero mi papel de jefe créeme que me lo tomo muy en serio.

Jisung bajó la cabeza, apenado. Bien que mal, tenía razón. El acosador de su jefe tenía razón. La actitud hacia el trabajo había sido inmadura de su parte, y aunque sabía que Minho no tenía derecho alguno de acosarlo al trabajar, le reconocía que sus roces y frases jamás habían impedido un desempeño laboral adecuado, porque cuando Jisung estaba verdaderamente ocupado, no lo molestaba. Ahora el inglés había metido la pata.

— ¿Estoy despedido? — preguntó con miedo.

Minho guardó silencio. Es decir, ¿de verdad estaba considerando la opción? No, no podía ser. Es que, no era el miedo de no encontrar trabajo, sino de perder una gran oportunidad para aprender de Minho. Sí, no podía creer que el rubio le proporcionaba experiencias laborales inusualmente enriquecedoras, y por eso no quería abandonar ese lugar. Admiraba al hombre.

— Convénceme de no hacerlo. — dijo cruzándose de brazos sobre la silla.

Claramente eso lo puso nervioso. Jisung empezó a tocarse los nudillos, quitarse el sudor de la frente y carraspear un poco. — Yo me porté muy inmaduro y me gustaría demostrar que no soy así. Sé cómo ser un profesional, sé cómo separar mis emociones, aunque tú tengas actitudes algo morbosas. Además debo estar ahí como apoyo...

— No, así no. Es demasiado fácil con palabras. Demuéstralo.

— Pero solo podría demostrarlo trabajando.

— Piensa, Jisung. El trabajo es una prioridad, pero pelea por tu puesto. — hizo la observación, inclinándose hacia él. — Me conoces, sabes qué hacer para persuadirme.

Persuasión. Vaya lío en que se había metido.

Jisung pensó un buen rato, pero estaba en un callejón sin salida. Sus argumentos eran su mejor arma, pero Minho no quería palabras; quería acciones. Encima de todo persuadir a un pilar como él era una tarea difícil. No parecía que fuera a moverse de la silla y continuaba observándolo reprobatoriamente, esperando que descifrara todo por su cuenta.

El inglés repasó la petición de Minho. Era un juego de palabras. No quería parecer imprudente en lo que hiciera, así que probó con ofrecerle un apretón de manos, extendiendo su diestra. Minho solo la tomó con suavidad y le besó los nudillos, que provocó un sonrojo extremo en Jisung.

— Buen intento, pero necesito más. — dijo Minho sonriendo de lado.

Jisung suspiró. Así que algo más. Bueno, la única pista que el rubio estaba complacido con el contacto entre los dos. ¿No habría inventado todo el drama solo para besarle los nudillos? No, y aunque así fuera, no tenía otra opción. Ese rubio era más listo de lo que parecía.

Con algo de temor, Jisung posó su mano sobre el brazo del otro apretando su bíceps. Su corazón latía fuerte, estaba hiperventilando porque estaba más cerca del rostro del australiano. Era arriesgado para él, pero quien no arriesga no gana. Lentamente su nariz hizo contacto con la nariz de Minho y Jisung permaneció un momento así. Estaba extremadamente nervioso, pero no hallaba coraje.

— Hazlo Jisung. — pidió el rubio con un tono tan dulce y galante, que pensó que se derretiría.

— Si lo hago, ¿conservaré mi trabajo?

— El trabajo no iba a quitártelo. — confesó, y antes de que Jisung pudiera alejarse por la sorpresa, lo sostuvo de la nuca y lo mantuvo cerca. — No huyas.

— Pero...

— Hazlo. No lo repetiré una tercera vez.

Jisung no supo si fue el modo de pedirlo, o el modo de tomarlo de la nuca, o el tono tan roto y suplicante de su voz, pero llegó a emocionarse. Su corazón se aceleró tanto que olvidó el acoso de semanas anteriores, decidiéndose a concluir un beso. Juntó sus labios con Minho, primero lento, después abriéndolos, degustando el sabor a whisky escocés que había tomado una hora antes; cielos, le gustaba. Poco a poco Minho metió su lengua para contagiarle pasión y dejarlo sin aliento, violándole la boca. Y vaya violación.

Se separaron todavía excitados de lo que acababa de suceder.

— Te veo el lunes. —pronunció Minho. — Buen chico, Jisung.

¡Y ahí seguía la puñetera frase!

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