Capítulo 15

El dolor en el cuerpo provocó que se despertara. La falta de sueño y alimentos le estaban pasando factura. Keily se enderezó en el sillón incómodo y puso la vista en Alan. Aún seguía dormido.

Habían pasado cinco días desde aquel incidente que casi se lo arrebataba. Fue un milagro que llegara con vida al hospital. Le tuvieron que hacer una operación de emergencia y Gian le donó su sangre. A él lo arrestaron, pero ayer lo dejaron libre bajo fianza, ya que la versión que dieron fue que Anton y sus hombres entraron a robar y Gian lo mató en defensa propia.

Sí, Keily testificó a su favor por las súplicas de Charlotte y porque Alan nunca le perdonaría si hubiese hecho lo contrario. Pero el resentimiento que sentía por él se había intensificado diez veces más. Por su culpa, Alan estaba postrado en esa cama.

Se acercó a él y escaneó cada uno de los golpes y moretones. Estaba tan pálido que le dieron ganas de llorar de nuevo. Los dos tipos que acompañaban a Anton escaparon, pero Gian juró que los encontraría y terminaría con ellos.

Keily tomó su mano con cuidado y un nudo en la garganta la asfixiaba. Lágrimas cayeron por sus mejillas porque su piel estaba fría.

—Tranquila, él ya está estable. En cualquier momento se despertará —dijo la enfermera que entró. Verificó sus signos vitales y cambió los hidrantes. Keily asintió. Ella la miró con lástima antes de salir.

—Deberías irte a dormir un rato —Gian propuso desde la puerta.

—No me moveré de aquí hasta que despierte.

Zoe le había llevado ropa y ahí se duchaba y comía algo de vez en cuando.

Gian se sentó en una silla cerca de la cama de su hermano. Sus ojos ojerosos lucían apagados. Aunque no lo dijera, y quería hacerse fuerte, sufría mucho. Había actuado muy raro desde lo que pasó. Incluso Charlotte le comentó a Keily que se comportaba como si fuera otra persona. A ella le daba un poco de lástima, Alan era la única familia que tenía y seguro se sentía culpable por lo que sucedió.

—Sé que me odias y no te culpo —rompió el silencio—. Créeme, yo también me odio en estos momentos.

—Ni eso te mereces —respondió entre dientes.

—Por lo menos agradece que por mí no te abusaron salvajemente —espetó con rabia. Ella lo miró de mala manera.

—¡Tú nos metiste en esa situación! Además, ya te salvé de la cárcel. Estamos a mano.

—No lo creo.

Zoe entró, y paró en seco cuando se percató de Gian. Ella le guardaba cierto temor por todas las cosas que decían de él.

—Hola —saludó tímida y él asintió con la cabeza.

Ella avanzó hacia Keily y la alejó de él.

—Kei, tienes que venir conmigo —susurró.

—Ya te dije que me quedaré aquí.

—A Marian se le adelantó el parto.

—¿Qué?

—Conoceremos a nuestro sobrino —Zoe chilló emocionada.

—Ve, yo me quedo con Alan. Cualquier novedad te aviso —se ofreció Gian.

A pesar de la sorpresa, Keily le dio las gracias y salió de ahí con Zoe a toda velocidad.

Cuando llegaron a la clínica, se encontraron con Josh en la sala de espera.

—Ya nació, papá está con ella —avisó emocionado.

Una enfermera las dirigió a la habitación donde ingresaron a Marian. Ella estaba dormida. Parecía cansada y muy pálida. Jack se encontraba de pie, cargando un bultito azul entre sus brazos. Su sonrisa era genuina. Keily nunca lo había visto tan feliz. Ella se acercó y vio al bebé más bello del mundo que tenía sus ojitos cerrados. La piel era clara y una mota de pelo negro le cubría la cabeza. Sus manitas, pequeñas y regordetas, estaban cerradas en puñitos.

Los ojos de Keily se llenaron de lágrimas cuando notó el gran parecido con su hermano.

—Es idéntico a Willy cuando era bebé. —Jack la miró emocionado—. No sabes lo feliz que me hace tener a su hijo en mis brazos.

Carol lo tomó con cuidado y lloró al apreciarlo detalladamente. Fue un momento emotivo. Ellos se convencieron de que la vida los había compensado por haberse llevado a su hijo. Keily también lo creyó así.

***

Alan abrió los ojos lentamente. Escuchó un zumbido en la cabeza que hizo que se sintiera mareado y le dolía el cuerpo. Respirar se le dificultaba y tembló por el frío. Ladeó la cabeza y vio a Gian sentado en una silla, mirando algo en su celular. No se había percatado de que su hermano estaba despierto.

Alan trató de hablar pero salió un pitido por la sequedad en la garganta. Los acontecimientos de lo que pasó con Anton llenaron su mente.

—K-Keily —logró balbucear.

—¿Estás despierto? —Gian se acercó rápidamente. Sintió alivio y alegría.

Entraron varias enfermeras y un doctor que revisaron a Alan e hicieron preguntas que respondió con asentimientos y negando con la cabeza. Le dieron un vaso de agua que tomó desesperado.

—¿Y Keily? —preguntó, decepcionado de no encontrarla ahí.

—Se fue hace unas horas, porque nació su sobrino.

—Oh —dijo y desvió la mirada.

—Ella no te ha dejado solo en estos cinco días, Alan. —Él se sorprendió del tiempo en que estuvo inconsciente—. Ha dormido aquí y come en la cafetería del hospital, cuando lo hacía. —Pausó y suspiró—. Esa chica te ama de verdad. Eres muy afortunado.

Los ojos de Gian reflejaron algo que no supo descifrar. Alan no daba crédito a lo que había dicho. Se sentó con cuidado. El alivio recorrió su sistema al caer en cuenta de que Keily aún lo amaba, tanto como él lo hacía.

—¿Cómo está el chico más guapo del pueblo? —Nina entró con flores en las manos—. Qué alegría verte bien Alan, me tenías muy preocupada. —Puso el ramo en la mesita y se sentó a su lado.

—Nina, él es Gian, mi hermano —los presentó. Ellos se dieron la mano.

—Lo apuesto lo llevan en la sangre, ¿eh? —bromeó y Gian frunció el ceño—. ¿Qué fue lo que te pasó? —preguntó curiosa.

—Se entraron a robar y lo atacaron porque querían abusar de su novia —Gian le respondió de inmediato.

—¿Su novia? —inquirió Nina, confundida—. ¿Volviste con la rubia? —Había cierto reproche en su tono.

Alan no supo qué responderle. Keily aún no lo perdonaba y dudaba que lo hiciera tan pronto.

—Sí —dijo con la esperanza de resolver todo con ella.

—¿Y dónde está?

—Aquí. —Keily entró a la habitación y sonrió cuando vio a Alan. Se abalanzó sobre él, quien hizo una mueca de dolor—. Lo siento, ¿te lastimé? —Él negó con la cabeza. Sus ojos se tornaron brillosos, en cualquier momento se echaría a llorar—. No sabes lo preocupada que estaba —sollozó, abrazándolo con cuidado.

—Ya estoy bien. —Le besó la cabeza y cerró los ojos, disfrutando de su cercanía.

—Vamos, Nina, dejémoslo solos. Necesitan hablar. —Gian se levantó y caminó a la salida. Ella miró fijamente a Alan, luego a Keily. Sin decir nada, salió y cerró la puerta con brusquedad.

A Alan le llevaron comida, y la compartió con Keily. Ella lo puso al tanto de lo que había pasado en esos días: arrestaron a su hermano y lo que inventaron para que lo liberaran. Él le dio las gracias, porque sabía que aborrecía a Gian. Eso lo hizo sentir mal de alguna manera, pero no la culpaba. Él los había metido en demasiados problemas.

También le comentó lo hermoso que era su sobrino y lo mucho que se parecía a William. Alan sonrió al escucharla tan emocionada. Mientras ella seguía su charla, se perdió en su mirada melosa, la nariz, boca y mejillas sonrojadas. Acortó la distancia y la besó en los labios con dulzura. Keily hizo silencio y sus pupilas se entrelazaron.

—Te amo, Kei. No sabes cómo me sentí cuando te vi tan expuesta delante de Anton.

—Todo eso pasó —dijo con una sonrisa para calmarlo—. Creí que te perdería para siempre. —La abrazó, estrechándola en su pecho con cuidado.

—¿Quieres ser mi novia de nuevo? —preguntó en un susurro.

—Claro que sí, tonto. —respondió y se besaron apasionadamente. 

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