Capítulo 14
—¿Y qué le dijiste? —preguntó, ansiosa por saber todos los detalles.
—Nada, tu amiga no nos dejó solos ni un segundo. —Alan se pasó una mano por los rizos, echándolos hacia atrás—. Aaron actuó como si no nos conociéramos.
Alan había llamado a Keily y le contó que Rose era prima de Aaron. Ella no le creyó a la primera, pensaba que jugaba, y fue a su casa para que le explicara los acontecimientos con lujos y detalles.
—Ese tipo está más loco que nunca. —Acortó la distancia y tomó su cara con ambas manos—. Necesito que tengas cuidado, Kei. Si algo te llegara a pasar, yo me muero.
Sus miradas se entrelazaron, las dos reflejaban preocupación y anhelo.
—Ten cuidado tú también —susurró ella—. Aaron hará lo que sea para vengarse de ustedes.
—Ese maldito es un cobarde. Si fuera tan peligroso, hace tiempo nos hubiese enfrentado.
—Debe estar elaborando algún plan macabro de ataque. —Alan asintió y pegó su frente con la de ella.
—Vuelve conmigo, preciosa. Dame una oportunidad, por favor. —Agachó más la cabeza y rozó sus labios. Keily, por su parte, cerró los ojos.
Se besaron con dulzura. Ella llevó las manos a su cuello y acarició el pelo de su nuca. Alan la levantó e hizo que rodeara su cintura con las piernas. Dio algunos pasos, quedando Keily entre su cuerpo y la pared.
Un ruido proveniente de la puerta explotó la burbuja que habían creado. Alan maldijo entre dientes, aun así, la bajó y se dirigió a abrir.
Tres hombres corpulentos entraron con violencia, como si fueran los dueños del lugar.
—¿Qué hacen aquí? —preguntó Alan tenso. Miró con temor cómo los tipos recorrían cada rincón de la casa hasta que se fijaron en Keily.
Un escalofrío recorrió la espalda de Keily y el corazón le empezó a latir a mil por hora. Alan se posicionó delante de ella, cortando el contacto visual de esos hombres con su cuerpo.
—Busco a Gian —dijo el cabecilla, poniendo toda su atención en Alan ahora—. Ese malnacido cree que puede jugar conmigo.
—No está aquí, Anton. Largo de mi casa.
Alan apretó los puños cuando el aludido trató de mirar por encima de él hacia Keily.
—¿Es cosa de familia su buen gusto por las mujeres? —preguntó y se carcajeó, haciendo que los otros rieran también.
Alan tensó tanto la mandíbula que era probable que se le quebrara.
—¡Tu hermano me engañó! —gritó de repente y sacó un arma; los otros tipos lo imitaron—. Apenas me dio la mitad del dinero cuando fui muy explícito al decirle que tenía que pagarme todo.
Keily se quedó de piedra al entender que esos eran los hombres de lo que habló Charlotte.
—Dime cuánto te debe y yo mismo te lo daré. Tengo unos ahorros. —La voz de Alan salió desesperada—. Por favor —rogó, consciente de que las cosas podrían salir muy mal.
Keily se abrazó a su espalda, temblando como una hoja. Entrelazó las manos con las de él. Anton sonrió con malicia.
—Tú no entiendes nada. Ya no quiero el dinero. —Tan pronto dijo eso, golpeó a Alan en la frente con la pistola, el cual cayó al piso cubriéndose la cara.
—¡Alaaaaan!
El grito desgarrador retumbó en las cuatro paredes de esa casa. Keily intentó ayudarlo, pero unas manos grandes la atraparon por la cintura.
—Tranquila, rubita, de ti depende que él viva por unas horas más —susurró en su oído Anton.
Esas palabras le provocaron asco y le dieron ganas de vomitar.
Los dos tipos patearon a Alan, haciendo que se retuerza en el piso. Los alaridos de parte de Keily se intensificaron, la desesperación era asfixiante.
—No lo golpeen más, por favor —lloró de impotencia al ver cómo él trataba de pelear con ellos.
Anton les hizo una seña y ellos dejaron de atacarlo.
—Levántenlo —ordenó—. Que vea cómo disfruto a su noviecita antes de matarla. —Los ojos de Keily se abrieron en demasía.
Los tipos obedecieron, lo que permitió que Alan la mirara.
—No le hagas nada —rogó con dificultad. Le sangraba la boca y la nariz—. Ella no tiene nada que ver con Gian.
—Luego que acabe con ella, te eliminaré a ti también. El bastardo de tu hermano va a pagar por haberse burlado de mí. —Rio tal cual un desquiciado—. La jugada me salió mucho mejor. — Apuntó a Keily con el arma—. Quítate la ropa.
Ella parpadeó varias veces y negó con la cabeza. Esperaba que eso fuera una pesadilla.
—Quítate la ropa o tu maldito novio se muere. —Miró a Alan y este le susurró que no lo hiciera. Sus ojos suplicantes la hicieron llorar más—. Kevin, dispárale al maldito.
—¡No! —gritó desesperada—. Lo haré, pero no le hagan daño.
Anton sonrió satisfecho.
—Vamos, muñeca. Muéstrame lo que tienes.
Con manos temblorosas, fue soltando uno a uno los botones de su blusa. Alan se retorcía entre las manos de los tipos que lo sujetaban de los brazos.
—No lo hagas, Anton. ¡Te voy a matar si la tocas!
Esas palabras resonaron en la mente de Keily como un eco. Cuando soltó todos los botones, se quedó paralizada.
—Retira la prenda, chiquilla. —La orden provocó que saltara en su lugar—. No me hagas perder la paciencia.
Keily se quitó la blusa entre sollozos, quedando solo en sostén. Agachó la mirada, avergonzada, solo Alan la había visto así.
—Rayos —dijo Anton, mordiéndose los labios.
Alan vociferaba para que la dejara en paz. Ella, por su parte, mantenía la mirada hacia abajo.
—¡Mírame, perra! —Anton le levantó la cara bruscamente—. Eres una preciosura.
Sus ojos bajaron del rostro al pecho Keily. Extendió la mano y ella se encogió por instinto por la anticipación. Sin embargo, el toque no llegó. Él agarró el anillo de Willy, que colgaba de su cuello, y se lo arrebató. El cordón se rompió en el proceso. Después de examinarlo por unos segundos, Anton se lo encajó en el dedo.
—Eso es mío —dijo Keily con voz temblorosa cuando vio que le había quedado a la perfección.
—Debe ser muy costoso, me lo quedo.
Ella se abalanzó sobre el tipo en un intento de recuperarlo.
—Dame eso, es de él —lloró desconsolada.
El vacío se abrió paso en su pecho. Ese anillo significaba mucho para ella.
Anton la estampó en la pared, apretando su cuello. Varios disparos opacaron el bullicio. La cara de él se distorsionó a causa del dolor y cayó al piso, emitiendo un ruido seco. Gian se encontraba en la puerta con un arma en mano. Los otros reaccionaron y uno de ellos le tiroteó a Alan, después emprendieron la huida.
Un grito desgarrador se escapó de la garganta de Keily. Corrió hacia él y se arrodilló cuando se desplomó en el piso. Gian fue a su lado en un santiamén.
—Alan, no —Lo tocó por todas partes, frenético— ¡Llama a una ambulancia!
Ella estaba en un trance que la había inhibido. Marcó los números en su celular sin darse cuenta. Gian trataba de parar la sangre que salía del pecho de su hermano mientras le suplicaba que resistiera. El corazón de Keily dejó de latir cuando Alan rompió el contacto visual y cerró sus hermosos ojos.
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