Capítulo 13

—¡Quiero respuestas! —gritó Jack mientras recorría con la mirada a cada uno de los presentes—. No pienso seguir viviendo en medio de ladrones.

Justin, Zoe, Josh, Marian, Charlotte y Keily se encontraban sentados. No se atrevían a mover un músculo por la ira que emanaba el mayor de los Brown. Nancy, en cambio, estaba parada con los brazos cruzados.

—¿Ahora qué sucedió? —preguntó Josh aburrido.

—Alguien sacó dinero de mi caja fuerte y Carol me aseguró que no fue ella.

Un escalofrío recorrió la espalda de Keily. «Dios mío, ya se dio cuenta». Posó la vista sobre Charlotte, quien lucía tensa y atemorizada.

—Vamos, Zoe. —Justin se levantó y le tendió una mano a su hermana—. Esto no nos concierne. —La aludida se paró y se acercó a Jack.

—Nos vemos luego, tío. No te enojes tanto, te van a salir arrugas.

Le dio un beso en la mejilla y él asintió, enternecido. En esas circunstancias, ella era la única que podía hacer eso. Jack era débil con su sobrina.

Cuando los hermanos salieron de la sala, él les dedicó de nuevo su mirada acusatoria a los que quedaron.

—¿Todo este drama por dos centavos? Tienes mucho dinero, eso no te va a llevar a la quiebra —Charlotte rompió el silencio.

—¿Dos centavos? Tomaron el dinero de un terreno que vendí. —La señaló con el índice—. Si me entero de que fuiste tú...

—No fui yo —lo interrumpió, fingiendo ofensa—. Sería incapaz, papá.

La ira se fue apoderando de Keily poco a poco. Se preguntaba en sus adentros cómo su hermana podía ser tan cínica. Jack resopló antes de retirarse, farfullando.

—Quizás lo dejó en otro sitio y no lo recuerda —dijo Nancy, negando con la cabeza. Josh se levantó y miró a Keily de reojo.

—¿Podemos hablar, Kei?

Marian hizo una mueca de desagrado que no pasó desapercibida por ellos y se marchó. Nancy y Charlotte también se fueron, dejándolos solos.

—¿Qué te hizo Ricci para que estés así por él? —preguntó, recordando la manera en que ella sufría.

Ante el silencio, buscó en su rostro alguna respuesta. Keily negó varias veces. Ella tampoco sabía por qué lo amaba tanto.

Josh no indagó más. Se trató de convencer de que debía tomar la distancia por el bien de todos. No quería echar por tierra la confianza de Jack que, a puras penas, había recuperado.

Keily subió las escaleras y se dirigió a la puerta de Charlotte. Tocó y cuando ella abrió, frunció el ceño.

—¿Qué quieres?

Charlotte se mostró fastidiada, ya era costumbre su mal humor. Keily estaba convencida de que eso lo provocaba Gian.

Entró sin permiso, ganándose una mirada de muerte de parte de su hermana.

—Dile la verdad a mi papá.

—¿Estás loca? Me va a matar si se entera, y a Gian también.

Keily inhaló y exhaló para calmar el enojo.

—¿Qué pretendes? ¿No lo piensas devolver? —preguntó asombrada por su desfachatez.

—No puedo decirle, Keily. No entiendes —alegó desesperada. La conciencia la estaba matando.

—Si no le dices tú, lo haré yo —sentenció Keily—. Tienes hasta mañana.

—¡No puedes hacerme esto! —Charlotte lloriqueó y la agarró del brazo para que no saliera del cuarto—. Siempre quieres actuar como una santa, como si fueras la más correcta. En mi caso hubieses hecho lo mismo.

—Claro que no, pudiste pedirlo. Papá no te negaría nada, eres su hija favorita.

—No, Keily. Él cambió mucho conmigo. —Sus ojos reflejaron angustia y aflicción—. Papá me dejó de querer hace mucho tiempo.

Keily la abrazó con fuerza cuando empezó a sollozar.

—Él te ama más que a nada —la consoló, acariciando su pelo—. Solo se siente mal porque cree que te has escapado de sus manos.

Charlotte se separó y se limpió las mejillas.

—Si se entera que estoy con Gian, me va a odiar. No puedo decirle que tomé ese dinero. Se va a decepcionar más de mí, si eso es posible.

Keily se sintió entre la espada y la pared.

—Me quedaré callada, aunque lo mejor es que te sinceres con él. Habla, estoy segura de que, aunque se enoje, te perdonará.

—Prometo decirle, pero dame tiempo.

Keily asintió y salió de la habitación hecha un mar de sentimientos encontrados.

***

Alan terminó de vestirse, se roció colonia y arregló el pelo que ahora estaba más largo. Los rizos le caían por la frente y trató de acomodarlos peinándolos por los lados. Esa noche saldría con Rose, la amiga de Keily. Ella se había encargado de avisarle con tiempo.

Alan aún no concebía que había aceptado una locura así, pero era obvio que no podía negarle nada a esa chica cuando sus ojos lo miraron de la forma que lo hicieron. Estaba acabado, Keily lograría lo que sea que se propusiera.

Tomó la billetera y el celular y salió del cuarto.

En la sala se encontraba Gian, besando a una pelirroja muy delgada. ¿Es que no dejaría de llevar chicas a la casa?

Carraspeó y se separaron. Gian lo miró sonriente mientras la chica desvió el rostro apenada.

—Pensé que ya te habías ido —dijo con cinismo.

—Y no perdiste tiempo. —La voz de Alan fue ruda, lo que hizo que él riera más.

—Sabes como soy. —Levantó los brazos en señal de rendición—. Eva, este es mi hermanito Alan.

El aludido entornó los ojos al escuchar cómo se refirió a él.

—Mucho gusto. —Ella le dio la mano y la tomó por cortesía. Se disculpó y jaló a su hermano hacia la cocina.

—¿Qué pasó con Charlotte? —susurró para que solo él lo escuchara. Gian levantó una ceja.

—¿Qué pasó con qué? —Fingió inocencia y las ganas de golpearlo invadieron a Alan.

—Creí que estabas con ella —reprochó, remarcando cada palabra.

—Lo de nosotros no es nada serio. ¿Por qué crees que no tengo novia? Me aburre estar con una sola mujer.

Alan lo miró como si le hubiese crecido otra cabeza. Las esperanzas que tenía de que al fin Gian se había enamorado, se esfumaron. Solo era un cobarde que se aprovechaba de cada situación, Keily estaba en lo cierto.

—Eres increíble —dijo y salió, cerrando la puerta más fuerte de lo que quería.

Revisó la dirección de Rose, que Keily le había enviado por mensaje, y se dirigió a su casa.

Rose lo miró como si fuera la octava maravilla del mundo cuando abrió la puerta. Su cara estaba tan roja que Alan temió que le diera algo en cualquier momento. Ella alisó su vestido, nerviosa, y caminó hacia el auto.

Alan resopló y se preparó mentalmente para soportar las siguientes horas. Le abrió la puerta del copiloto y escuchó un gracias apenas audible de parte de ella. Tardó varios segundos en subir porque no paraba de darle vueltas a cómo debería actuar.

La llevó al cine y vieron una película romántica a petición de Rose. Sintió el celular vibrar, era un mensaje de Keily.

[Espero que te estés portando bien].

Lo leyó varias veces. No tenía idea de a qué se refería.

[¿Qué pretendes con esto? ¿Quieres que la ilusione sin sentido o qué?].

Escribía disimuladamente, esperando que el brillo de la pantalla no molestara a nadie. Keily tardó en contestar.

[Haz que se sienta bien].

Alan resopló con fastidio. Quería irse a casa.

La película terminó, luego de una eternidad para él, y la llevó a un puesto de comida para cenar. Rose no había dicho nada, solo asentía a algunas preguntas.

—¿Tienes novia? —cuestionó de repente, rompiendo el incómodo momento. Alan pensó por un momento y negó con la cabeza—. Es que vi que mensajeabas hace rato. Además, me invitaste a salir y no has hecho los típicos movimientos para ligar.

Alan se quedó sin palabras. Eso fue un error después de todo.

—Me gusta otra chica...

—Keily, ¿verdad? —lo interrumpió y él asintió despacio.

—¿Tanto se nota?

—Sí, hacen una linda pareja. Son muy bonitos los dos —dijo con tristeza y él se sintió horrible.

—Rose, eres una chica hermosa. Ya verás que encontrarás al indicado que se va a volver loco por ti.

—¿Hace mucho conoces a Keily? —cambió el tema.

—Sí, éramos novios. Terminamos por mi estupidez —se sinceró con ella.

—Saliste conmigo porque ella te lo pidió, ¿cierto?

—No te enojes con ella, no lo hizo con malas intenciones.

—Lo sé. Fue noble de su parte, aunque muy estúpido. —Concordó con ella y rieron al unísono.

—Qué vergüenza —dijo, cubriendo su cara—. Lamento que tuvieras que salir conmigo.

—No, no. Lo he pasado bien. —Tomó el menú que aún no habían visto—. ¿Qué te parece si pedimos hamburguesas?

Los ojos de Rose se iluminaron. Luego de que cenaron, Alan la llevó a casa. Ella suspiró cuando vio un vehículo parqueado.

—Mi primo está aquí —informó—. Es mejor que te vayas, él es muy sobreprotector.

—Tranquila. —Salió del auto y la ayudó a bajar—. Solo somos amigos.

Caminaron hacia la entrada y la puerta se abrió de repente. Alan hizo contacto visual con el tipo y se paralizó como si hubiese visto un fantasma. Aaron sonrió, burlesco, mientras Rose lo abrazaba.

—¿Se conocen? —preguntó ella al ver la batalla de miradas que tenían los dos hombres.

—No, prima, pero será un placer. 

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