Prólogo: Bucky tiene una pesadilla así que le ayudas a tranquilizarse.

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Era tarde por la noche.

Afuera llovía y se podía escuchar como las gotas de la fuerte lluvia golpeaban contra las ventanas.

El Soldado del Invierno logró infiltrarse en la gran mansión sin problema alguno. Ya tenía experiencia evitando trampas, cámaras de seguridad, derribó a los guardaespaldas y luego se dirigió a la habitación principal donde se encontraba su objetivo.

Subió las escaleras lentamente para no despertar a nadie.

Una vez llegó, encontró a la pareja durmiendo en su cama matrimonial.

El soldado sacó su pistola y le quitó el seguro, al mismo tiempo que ambos se despertaban y se sentaban asustados en la cama.

–E-e-espera. Podemos solucionar esto, pero por favor no nos mates. S-solo te pido eso.–Le dijo el hombro poniendo su brazo ante su esposa que estaba comenzando a llorar.

–Por favor no hagas esto, tenemos hijos. Te lo suplico...–Sollozó sin dejar de ver al soldado que no paraba de apuntar su arma hacia ellos.

–Hail Hydra.–Fue lo único que les dijo antes de disparar dos veces su arma hacia ellos, dándoles a cada uno en la cabeza, matándolos al instante.

El soldado bajó el arma y escuchó tras de él un sonido de sorpresa.

Al voltearse, vio a una niña de no más de cinco años y un adolescente de quince.

《Sin testigos, soldado》

Las palabras de su superior se reprodujeron en su cabeza de forma automática.

El adolescente se puso frente a su hermana una vez el soldado levantó el arma, apuntando hacia ellos.

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–¡BUCKY!–Le gritaste nuevamente y sacudiéndolo con fuerza donde estaban los dos recostados en el suelo de la pequeña sala de estar del departamento que compartían.

Bucky se sentó de golpe, respirando agitado y con un sudor frío recorriéndole todo el cuerpo.

Las pesadillas eran algo común entre ustedes.

Tal vez una ex Widow del Red Room y el ex Soldado del Invierno formando una pareja no era la mejor idea de todas, pero Bucky y tú se amaban, y se ayudaban mutuamente.

–James...–Pusiste tu mano en su hombro y Bucky rápidamente te apretó la muñeca instintivamente con su mano izquierda con fuerza.–Hey... tranquilo... soy yo, tu muñeca... ya puedes soltarme...–Le hablaste suavemente, posando tu otra mano en la suya que te tenía apretada para que te soltara.

Al darse cuenta de lo que estaba haciendo, Bucky te soltó con suavidad, tratando de alejarse ligeramente de ti con miedo a lastimarte.

–L-lo siento... yo... yo no...–Habló confundido, viendo a su alrededor como si aún estuviera intentando asimilar donde estaba.

–No, no, no, hey... James, está bien. No me lastimaste.–Pusiste tu mano derecha en su espalda y con la otra tomaste la suya izquierda.

Ambos se quedaron por un rato en silencio, mientras Bucky aún salía de su pesadilla y buscaba tranquilizarse con tu ayuda.

Una vez ya estuvo más calmado, te recostaste otra vez en el suelo apoyando tu cabeza en la almohada y haciendo que él se recostara contigo, dejándole esconder su rostro en tú cuello mientras se abrazaban.

–¿Mejor?–Le preguntaste con voz dulce, besando su cabeza y enredando tus piernas con las suyas.

Bucky soltó un suspiro tembloroso, abrazándote aún más fuerte pero a la vez con mucho cuidado.

–¿Quieres hablar de tu pesadilla?–Volviste a preguntar con cuidado, acariciando su espalda y cabeza.

–Soñé con los niños otra vez...–Susurró con voz temblorosa, apretando los ojos mientras lágrimas salían y se aferraba aún más a ti.

Ambos se habían sincerado con el otro acerca de sus pasados, las cosas que hicieron, o más bien las que les forzaron a hacer. Y en general acerca de todo. Así que conocían sus pesadillas e historias a la perfección.

–Está bien.–Besaste su cabeza y le hablaste en voz baja, acariciando donde alcanzabas para ayudarle a dormir.–No tenemos que hablar de eso si no quieres.

–Gracias...–Susurró dejando un pequeño beso en tu cuello, tratando de quedar imposiblemente más cerca de ti.

Tu te quedaste despierta hasta que Bucky se durmió en caso de que no se sintiera bien, y una vez te aseguraste de que ya se había vuelto a dormir, también cerraste los ojos, sin soltarlo ni moverte de tu posición.