OS, S: Zemblanity; YoonMin

Fecha de publicación original: 20 OCT 30
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20:00

Zemblanity, en español: zemblanidad, es lo opuesto a serendipia. Indica el descubrimiento de algo que preferiríamos no saber.

💀   2014 PALABRAS   💀

La primera vez que lo vi fue al inicio del semestre pasado y lo primero que pensé fue que era un bicho raro. Las pocas veces que llegué a verle, él estaba solo. Parecía que vivía en su burbuja, ajeno a su exterior. Después de un tiempo empezó a causarme curiosidad. Mi interés iría aumentando con el paso de los días. Traté de hablarle muchas veces y él siempre pasaba de mí con su mirada inexpresiva. Se convirtió en un misterio que quería develar.

Rumores no tardaron en formarse. Lo que causaba más especulación era el hecho de que nadie había oído su voz. La creencia popular era que él era mudo, pero eso no se había comprobado. En todo este tiempo, tampoco se le había visto tener algún amigo cercano; ni siquiera un conocido. Los maestros investigaron acerca de él. Aparentemente hablaron con su tutor legal y el chico solo era reservado, muy reservado.

Quise saber su nombre, pero preguntarle no era opción. No hablaría después de todo. Luego estaba preguntarle a una persona de su salón de clases, descarté eso también. Sería extraño que alguien ajeno pregunte por el chico raro. Podrían pensar mal de mi y ese no era el plan. Entonces esperé con impaciencia y deseé que para el año siguiente él estuviera en mi clase. Debo decir que el universo me escuchó. Fue entonces cuando supe su nombre: Min YoonGi. Tres sílabas que fueron como música para mis oídos.

Era interesante ver al chico de mirada felina. Cuando el maestro pasaba lista él ni siquiera levantaba la mano. Ni una mirada. Era bueno para mantenerse encerrado en su burbuja. Al principio llamaban su nombre tres veces hasta que algún comedido decía que si estaba. Después solo veían a su asiento y marcaban su asistencia.

Mi plan empezó cuando hubo el primer trabajo en parejas. La maestra dejó que sea por afinidad. En principio, y lo habitual, era que mi pareja fuera TaeHyung, pero esa vez no. Por lo visto nadie quería hacer pareja con alguien que no hablaba. Eso implicaba todo un reto. Hasta yo lo sabía y, aún así, lo escogí. Él no objetó; de hecho parecía que ni se enteró. Ese día en la tarde supe que estaba más atento a su exterior de lo que todos creíamos. Lo vi acercarse en mi dirección. Pensé que pasaría de largo hasta la salida, pero se detuvo a unos pasos de mí. Con una lentitud inhumana levantó su cabeza y clavó su mirada en la mía.

―Iremos a mi casa mañana, Park. ―Y entonces oí su aterciopelada voz por primera vez.

No esperó respuesta y se alejó. Me pellizqué y abofeteé un par de veces para comprobar que no estaba soñando. La escena pareció tan irreal. Sentía que de contarle a alguien, seguro no me creerían y pensarían que enloquecí. Así que guardé el momento para mí.

Al día siguiente él me llevó consigo. Vivía en una zona que indicaba que el dinero no era algo que le faltara. Estuve ahí por horas, incluso oscureció. Pensé que tal vez podría ver a sus padres, pero no llegaron nunca. Él se veía impaciente, como si quisiera que me fuera pronto, pero no decía nada. Pocas palabras salieron de su boca, solo decía cosas puntuales y necesarias. A pesar de eso, acabamos el trabajo en tres días. En principio me apenó, pues no podría estar más tiempo con YoonGi. Me despedí ese día pensando que sería el fin.

El día después él se acercó a mí, tomándome por sorpresa. Me invitó de nuevo a su casa. Se volvió habitual visitarle. Por los siguientes meses construimos una amistad; una amistad que deseaba diera un paso más. Lo misterioso de aquel chico y lo bueno que era conmigo hizo que, en contra de cualquier pronóstico, me empezara a gustar.

Lloré el día que me di cuenta. En mi cabeza él no gustaría de mi tanto como yo gustaba de él. No podía hacer nada al respecto, así que solo me resigné. La amistad se mantuvo y las preguntas empezaron a llegar. Nadie entendía cómo me había acercado al chico que nunca habían oído hablar. Así pasó la primera mitad del año.

Durante las vacaciones de verano, planeé alejarme y eliminar mis sentimientos. Iría de viaje a Busan para visitar a mi familia y volvería como un Park JiMin totalmente renovado. Era un plan redondo, pero no lo efectué.

El último día del semestre estaba en la casa de YoonGi, como era habitual. Y de pronto soltó una bomba para mí. Causó euforia en mi interior y encendió una chispa de esperanza.

―Estemos juntos todo el verano, JiMin.

Así, mi plan cambió rotundamente. Esos meses me quedé en su casa. Poco a poco conseguía que dijera más y que expresara más. No como si lo sacara de su burbuja, más bien como si yo me metiera en ella. Por fuera y para la vista del resto, él seguía siendo el mismo que conocieron desde el primer día.

Cuando llegué con mis maletas a la casa del chico extraño, me recibió con bastante felicidad. Estaba sonriendo y era la primera vez que lo veía hacerlo. Su sonrisa era demasiado hermosa. Me dijo que hiciera lo que quisiera y que comiera lo que se me antojara. Aún así, como todo, siempre hay un pero. Hubo algo en lo que hizo especial hincapié:

―Por nada del mundo puedes bajar al sótano, ¿entendiste?

Como cualquiera, me dio curiosidad el porqué. Un par de veces intenté bajar para ver, pero YoonGi siempre aparecía y me apartaba del lugar. Al paso de los días lo olvidé y me concentré más en disfrutar del verano con la persona que me gustaba. Eso valía más que lo que sea que hubiera ahí abajo.

El verano pasó y empezó el último semestre antes de terminar el bachillerato. Los días pasaban con prisa y el avance que conseguí con YoonGi me ponía feliz. Aunque intentaba gustarle, simplemente pensaba más en estar con él la mayor parte de tiempo posible. Logré que riera con frecuencia, pero eso solo sucedía cuando estaba conmigo y sólo conmigo. Me sentía especial.

Un día, de camino a su casa, él se detuvo y llamó mi nombre. Los primeros segundos pensé que no era él, porque estábamos en la calle. Vi alrededor y noté que no había nadie más que nosotros. Estaba unos pasos al frente suyo. Di la vuelta y me encontré con sus ojos mirándome. Respondí a su llamado y él solo sonrió. Negó con la cabeza y luego siguió avanzando hasta su casa. No entendí nada y mi mente daba vueltas al momento.

Comimos, vimos televisión y jugamos videojuegos. Las horas volaron y la noche había caído. Era momento de irse. Me despedí de aquel chico y él me escoltó hasta la salida. Él estaba parado bajo el umbral y yo solo veía su rostro, tan hermoso. Me despedí una última vez, pero antes de poder dar la vuelta, él se acercó y me besó.

―Ten una linda noche. ―Sonrió y entró en su casa cerrando la puerta detrás de sí.

Todo parecía tan irreal. Desde el momento que lo vi por primera vez, sentí que mi vida se volvió un sueño. Cada momento y cada palabra, todo parecía algo ficticio. Se veía tan bien que era imposible que fuera verdadero. Me pellizqué y abofeteé como la primera vez que me habló, pero la sonrisa que tenía dibujada no se borró. Era real. También le gustaba a Min YoonGi.

Los últimos meses estuvimos juntos todo el tiempo. Incluso hubo días que me quedé a dormir en su casa. Mis padres ya confiaban en él y parecía que todo tendría un final feliz. Nunca habría imaginado todo lo que sucedería después de que él llegara al mismo instituto en el que estaba.

Las clases terminaron. Nos graduamos. Estábamos listos para salir al mundo. Nuestro cascarón empezaba a romperse. YoonGi tuvo la idea de celebrar con una cena en su casa. Dijo que vistiera elegante y que preparara mis papilas gustativas para el manjar de esa noche. Me emocionaba tanto la idea.

Al caer el sol vestía mi mejor traje. Miré por la ventana de mi habitación y pude distinguir el cielo estrellado junto con la brillante luna llena. Respiré profundamente y comprobé la hora en mi reloj de muñeca. Era momento de ir a la casa de YoonGi. Anhelaba que esa noche nuestra relación se hiciera oficial. Quería poder alardear de él.

Tomé un taxi que me dejó frente a la señorial casa. Un gato negro cruzó frente a mí, era tan tierno. Toqué la puerta y un YoonGi vestido en traje me recibió. Al entrar vi que el fuego de la chimenea estaba encendido. En ese invierno eso era realmente acogedor. Él me guió hasta el comedor y luego entró a la cocina. Minutos después salió con dos platillos. Parecía carne. Dejó uno frente a mi y el otro lo puso frente a él después de sentarse al otro extremo de la mesa.

Comimos y conversamos. Disfruté cada bocado de la comida. Fue tan sabrosa. Seguro ese corte valía una fortuna. Su textura también era bastante particular. En mi vida nunca había probado algo similar.

―¿Te gustó la cena? ―inquirió una vez que habíamos acabado.

―Si, estuvo bastante deliciosa.

―¿Te enseño mi secreto? ―Sonrió. Se levantó y fue hasta mí. Tomó mi mano y empezó a tirar de mí hasta las escaleras que daban al sótano―. Todo está ahí abajo.

Empezó a bajar mientras yo iba detrás. Abrió una puerta y me dijo que avanzara primero. Él se quedó en la entrada viéndome atentamente. Apretó un botón y una luz iluminó el centro de la habitación. Había una mesa llena de muchos cuchillos. La variedad era impresionante. Después una luz más se encendió. Era otra mesa con un cubreplatos metálico.

―Acércate y devela el secreto de un platillo tan exquisito. ―Hizo un ademán con la mano mientras sonreía.

Hice lo que dijo y quedé horrorizado ante tal escena. Una cabeza en una bandeja era lo que estaba ahí. Los ojos de esa persona estaban abiertos y no tenían ningún brillo. Un grito ahogado salió de mi garganta. Entonces todas las luces del lugar se encendieron revelando una escena aún más grotesca. Paredes llenas de sangre y cuerpos desmembrados colgando del techo. Tragué con pesadez. ¿Acaso eso era lo que comí?

―La carne humana tiene un buen sabor, ¿no? ―Di una vuelta rápida para ver su cara. Sonreía de manera psicópata y seguía bloqueando la puerta―. No me veas así. ―Ladeó la cabeza―. Lo disfrutaste.

―¡Eso era porque no sabía que estaba comiendo! ―Empezaba a sentir náuseas. Mi vista se volvía borrosa.

―No tengas prisa. ―Caí al suelo de rodillas y él se acercó a mi―. Aún falta el postre.

Tomó mi mano y me guió hasta una silla que estaba en el lugar. Me obligó a sentarme ahí y me amarró con fuerza con unas cuerdas.

―¡Estás loco! ¡Déjame ir! ―Trataba de moverme para liberarme.

―Ten cuidado. ―Su voz era tan calmada―. No sería bueno que te hicieras heridas por tratar de huir. ―Terminó de ajustar todas las cuerdas. Se acercó a centímetros de mí―. Solo quiero saber cuál es el gusto de tu carne. Estoy seguro que va a ser un manjar mejor que todos los que ya he probado. 

Eliminó la distancia y me besó. Había deseado sentir sus labios tanto tiempo y ahora me asqueaban por completo. No tenía fuerza para gritar o para forcejear más. Me sentía tan débil.

―¿Qué fue lo que me diste? ―dije casi en un susurro. Una lágrima salió de mi ojo izquierdo.

―Oh, descuida, cariño. ―Acarició mi mejilla. Su tacto era frío―. Solo dormirás un par de horas. Me quiero divertir un poco contigo antes de probarte. ―Enseñó una sonrisa ladina.

Después de eso todo se volvió negro. Estaba a su completa merced. Deseé profundamente nunca haber tratado de acercarme a él. Descubrí algo que hubiera preferido ignorar y me arrepentí por completo.

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