OS, H: Somnium; kth
Fecha de publicación original: 20 NOV 15
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Me desperté abruptamente y me senté en un movimiento. Estaba sudando y mi corazón latía muy rápido; casi parecía que podía salirse de su lugar. Mi respiración era semejante a la de aquel que acaba de correr un maratón y tenía una sensación de vacío constante. Restregué mis ojos y pestañeé un par de veces para acostumbrar mi vista a aquella oscuridad únicamente perturbada por los vagos rayos de luz de luna que se colaban por la ventana.
Estiré mi mano hasta tocar aquel pequeño prisma rectangular. Lo tomé y aplasté el botón en su lateral para encender la pantalla. Podía imaginar la hora en base a las veces pasadas, pero aún así quería ver aquellos cuatro números que indicaban el tiempo. Al principio quedé cegado por el brillo, pero pronto aclaré mi vista permitiéndome obtener la información que buscaba. Eran las tres de la mañana. Exactamente la hora habitual. Suspiré pesadamente y me dejé caer de nuevo en la cama. Con mis manos tapé mis ojos y empecé a reproducir el sueño que había tenido en mi mente.
La primera vez que aquellas imágenes generadas por mi cerebro llegaron fue hace un año. Hoy se cumplía el día trescientos sesenta y seis. Me preguntaba porqué seguía soñando con la misma historia una y otra vez. Lo que sucedía provocaba que me sintiera triste y no concebía la razón, ya que es una simple creación falsa. ¿Por qué, siendo falsa, dolía? No hallaba respuesta. Tampoco podía entender porqué era el mismo sueño repitiéndose como un disco rayado. Cuando empezó, sucedía de manera esporádica, pero el último mes había ocurrido a diario y se volvía más claro.
Esa chica llegaba y nos volvíamos amigos. Para mí perspectiva era alguien perfecta, así que, por consiguiente, me empezaba a gustar. La invitaba a salir y ella accedía. Podía ver su hermosa sonrisa y me hacía sonreír con ella. La primera vez que soñé con esa chica, no tenía un rostro definido, sabía que estaba ahí, pero no podía verla con claridad. Con el pasar de las noches, su rostro tomaba forma; esta última vez lo pude ver con tanto detalle que llegué a pensar que era real. Podía ser la cara de una chica que vi alguna vez en la calle, eso sonaba razonable.
Todo parecía verdadero, incluso los sentimientos. Cada uno de ellos estaba ahí. El dolor y el vacío por el final de esa creación falsa también. Un final donde esa chica, que no había recibido un nombre por parte de mi mente, moría. Su vida se iba mientras la sostenía en mis brazos y lloraba de manera desconsolada. La había visto caer desde lo alto de ese edificio de departamentos donde se encontraba el suyo. Su cuerpo impactó contra el pavimento solo a centímetros de mi y su rostro se llenaba de sangre. Era extraño, porque no parecía que ella fuera a hacer algo así. No hubo señales o tal vez no las vi.
¿Por qué ese sueño seguía rondando mi mente cada noche? No era alguien supersticioso, pero empezaba a creer que podía haber una razón detrás. O simplemente podía ser mi cerebro jugandome una mala pasada.
No pude dormir de nuevo. Seguí cubriendo mis ojos hasta que sentí los rayos del alba entrando por mi ventana. El despertador sonó y lo apagué a los segundos. Preparé mi uniforme y me di una ducha larga. El agua tibia recorriendo mi cuerpo se sentía tan relajante. Podía alejar toda esa maraña de pensamientos de mi mente, incluyendo el estrés por el primer día de clases de mi último año. Por fin empezaba el final de aquel tormento.
Me preparé y vestí. En mi reflejo pude notar esas manchas negras bajo mis ojos. Extrañaba poder descansar plácidamente por las noches sin preocuparme de ver morir de nuevo a la misma persona. Ya estaba cansado. Restregué mis ojos y luego bajé a preparar el desayuno para mis padres y mi hermana, quien empezaba su primer año de instituto. Ella no sabía toda la presión por la que tendría que pasar los siguientes tres años. La compadecía.
Comimos en familia entre bromas y risas. Después mamá nos llevó, a mí y a mi hermana, al instituto. Se despidió de ambos y desapareció en el horizonte. Me adentré a aquel caos en busca de los chicos que aún quedaban. Cuatro se graduaron el año pasado y empezaban la universidad. Salieron al mundo. Ahora quedamos tres: JiMin, JungKook y yo. Un año más y también romperíamos nuestro cascarón.
Los encontré fuera de nuestra nueva clase. Me acerqué a saludarlos y después entramos. Escogimos nuestros asientos y seguimos hablando de cualquier cosa que surgiera. El aula se llenaba lentamente haciendo que el ruido dentro creciera. La única manera de conseguir silencio era que llegue nuestro maestro a cargo.
En el momento que esa autoridad puso un pie dentro todos se callaron y sentaron. Logré ver que el asiento junto a mi seguía vacío. Me preguntaba quién sería tan idiota para llegar tarde el primer día. Seguro tendría algún castigo por aquella falta. No le di más importancia ya que el maestro empezó a hablar.
―Bienvenidos a este nuevo año escolar. Espero que se comporten bien o tendremos consecuencias.
―¡Si! ―respondimos todos en coro.
―Bien, antes de dar más indicaciones, les presentaré a su nueva compañera.
El maestro salió un segundo y luego entró seguido de dicha persona. Pude sentir como la sangre abandonaba mi cuerpo y no era para menos. La sorpresa era enorme. El rostro de esa chica era el mismo de la chica de mi sueño. Exactamente iguales. ¿Acaso eso era posible?
―Preséntate ―dijo el maestro haciendo un ademán con la mano. Ella asintió.
―Hola a todos. Me llamo Nam AhRa. Por favor cuiden de mi. ―Hizo una reverencia.
Al erguirse cruzó su mirada con la mía y se sintió como un déjà vu. Todo empezaba a suceder igual que en ese mal sueño. Incluso en el momento que sonrió pude sentir como mi corazón latió sin control siendo que era la primera vez que la veía. La necesidad de querer cuidarla y protegerla crecía. No estaba seguro de que realmente todo fuera a suceder igual a como lo soñé, pero tampoco quería averiguarlo. Me aseguraría de no recrear ese maldito sueño.
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