Reencontrando el norte

Ya no dolía con intensidad, pero el sentimiento permanecía firmemente asentado. Cuando se levantaba, desayunaba, lo veía a lo lejos por los pasillos, hasta cuando se bañaba y observaba su cuerpo que en algún momento recibió caricias y besos de su hyung. Trataba de acostumbrarse a vivir con el corazón permanente lastimado.

Al principio, tras dejarse de hablar por semanas fue una especie de agonía imposible. Una sensación de que su pecho se comprimía hasta quitarle el aire. Si la incertidumbre lo mantenía en la angustia molesta, no tener su compañía como una constante superaba los umbrales de la tolerancia.

Jungkook después del primer intento ingenuo de decir "ya resolverán la razón por la que pelearon", desistió luego de la expresión sombría del omega.

Si bien el efecto de anestesia no desaparecía, ya no era tan intenso, suponía que se acostumbró a la dosis. Cerraba los ojos y se dejaba besar. El peor descubrimiento era darse cuenta que pensaba en Yoongi, entonces prefería mantenerlos abiertos, o al menos entrecerrados, para no perder de foco al tierno alfa que estaba dando todo por él.

No quería ser injusto con Jungkook, su dongsaeng que lo tocaba y mimaba con adoración.

A veces se cruzaba con Yoongi en el pasillo, la mirada oscura estaba llena de culpa. ¿Taehyung? Sabía que salían gracias a las benditas-malditas redes sociales —hasta ese momento era su único nexo para saber cómo iba la vida de su amigo—. Lo veía venir, aunque no por eso dejaba de ser menos doloroso.

Yoongi se veía bajito al pararse al lado de Taehyung, era adorable. No hacía falta que se lo detallaran, pero su mente traidora imaginaba a la perfección que era el omega quien varias veces ponía al tierno chico beta afortunado con la cara contra la almohada. Conocía tan bien al mayor que sabía que encontraba un disfrute en ceder y tomar. Lo entendía, era igual, solo que con Jungkook era únicamente ceder.

Y no dejaba de sentirse ajeno cuando eran las manos de Kookie las que bajaban por su pecho o al acomodarse entre sus piernas.

Quería a Yoongi entre sus piernas o sentir los muslos pálidos apretarle los costados.

Amaba a Yoongi y sospechaba que eso seguiría siendo su "siempre" aún si no estaban juntos. Sentimiento caliente como magma al interior de su pecho. Ahora dormido, pero vivo, justo en el centro.

Fue un alivio que su hyung volviera a hablarle. Igual a limpiarse una herida fresca, ardía a montones, pero era necesario si no quería que se infectara. Quería que su amor siguiera sin contaminarse. Alimentarse de todas la memorias bonitas y de sentirse importante todavía para quien consideraba su primer amigo e indispensable compañero.

La mirada de Yoongi no dejaba de transmitirle inmenso cariño bajo una maraña de emociones y sentimientos encontrados.

Yoongi fue quien lo buscó, Jimin ya se había rendido después de esa conversación que determinó el rumbo que tomaría su relación. Apareció una tarde que la señora Min fue a visitar a su madre. Su hyung pudo quedarse en casa, seguir evadiéndolo, pero no, ahí estaba susurrándole un tímido "Hola".

Jimin en medio de un torrente de emociones solo quería decirle "¿y ahora eres tímido después de todo lo que hemos hecho?", pero también contestó un "hola" igual de avergonzado. Imposible no sentirse sonrojar por sus propios pensamientos subidos de tono. Los mismos que dolían ya que pasaron a ser una vivencia inaccesible.

Después siguieron las llamadas telefónicas y conversaciones que en cada ocasión se alargaban, uno, dos, tres,...diez minutos más. Recuperaba un atisbo de esa familiaridad que antes tenían. Retomaron salidas a tomar café y había días sorpresivos en los que Yoongi aparecía en la puerta de su casa con una sonrisa suave diciendo "¿puedo? traje galletas", de esas con relleno de chocolate que tanto le gustaban.

Jungkook no se molestaba cuando con ojitos tristes cancelaba alguna salida debido a que su hyung aparecía por la tarde tras su puerta. Incluso le decía "¿ves que sí lograron solucionar las cosas?", le gustaría poder responder que sí, pero seguía habiendo un espacio vacío de todo eso que tuvieron y ahora Yoongi le negaba. No pasó desapercibido como el mayor se tensaba e involuntariamente retrocedía incómodo al momento que sin notarlo apoyó la mano sobre su muslo.

No perdía el deseo de querer tocarlo todo el tiempo.

Inevitablemente se sintió dolido. No quería seguir lidiando con rechazos, ya era suficiente el esfuerzo que ponía para no estallar como un volcán con todo el afecto que contenía en su interior exclusivamente para ese sujeto de ojos gatunos y expresión asustada.

Guardaba sus ganas para después, para cuando estaba solo con sus pensamientos y fantasías, entonces cerraba los ojos y recreaba todas las escenas antes censuradas, rememoraba las sensaciones táctiles imaginando que no eran sus dedos viajando por su piel, sino los de Yoongi.

Debería sentirse culpable y cuando su mirada se encuentra con la su novio alfa, hasta lo deseaba, pero no podía extirpar un sentimiento tan intenso que ya era parte constituyente de su ser.

Tocarse pensando en Yoongi no tenía nada de incorrecto. Solo una fantasía, un deseo, nada concreto.

Incluso en los molestos días de celo no llamaba a Jungkook, su alfa —pensarlo en esos términos le resultaba tan distante, sospechaba que era porque  todavía en un rinconcito conservaba la noción de que era el omega de Min Yoongi—. Tragaba sus supresores y mientras el calor permanecía pensaba en el omega pálido, hundía los dedos dentro de su cuerpo y se embriagaba del aroma tostado, amargo, cremoso y dulce impregnado en el chaleco olvidado en su casa.

Quería fantasear que su hyung lo hizo a propósito, pensó en él, en sus necesidades y dejó casualmente la prenda sobre su cama.

Luego se sentía tonto por armarse ilusiones cuando Yoongi parecía estar tan bien con su novio beta. Pocas veces le preguntaba, solo cuando amanecía creyendo que era lo suficientemente fuerte para resistir el dolor y la curiosidad se volvía abismal.

Otras veces si había de esas pequeñas señales que agitaban su corazón, como la tarde que descubrió al mayor intentando examinar su cuello con disimulo. ¿Buscaba una marca? Eso jamás iba a pasar. Jimin le ahorró el trabajo exhibiendo la piel suave e impoluta. No había ni siquiera rastros de besos y mordidas temporales.

—El único lazo duradero que quiero es contigo, eso no ha cambiado —confesó en un impulso. Estaba cansado de autocensurarse frente a la persona que ama—. Ni siquiera un poco.

Estaba aún más cansado de pretender que todo siguiera como si nada, como si nunca hubieran entregado sus primeras y más significativas experiencias a las manos del otro.

Habría querido que Yoongi le respondiera con algo más que mejillas rojas y una mirada cargada de miedos y dudas, pero asintió en un movimiento leve y Jimin no sabía cómo interpretar eso.

Tampoco preguntó. Estaba cansado hasta para pedir una respuesta que aliviara su enredo de pensamientos. Entonces la frase hacía eco en su cabeza: —No dejaré de estar a tu lado, no de la forma que... estábamos antes —y le recordaba que tenía que comenzar a tapar con tierra mojada las ilusiones que reencontraba en el camino. Esconderlas, perderlas de vista.

Estaba, y a la vez no, con su hyung. Las señales confusas lo mareaban, pero prefería muchas veces tener eso inestable a no tenerlo en absoluto.

Cabía la posibilidad que Yoongi solo era cariñoso con su amigo de la infancia y Jimin sentía que malinterpretaba y se agarraba de todo cuanto podía para llenar de calidez su corazón como algún tiempo lo estuvo. Esos bonitos días junto a su omega, perezosos echados en una cama y creyendo que estaba haciendo las cosas bien.

Jimin no estaba seguro de nada, salvo del amor que no se consumía y se avivaba con el más mínimo viento.

Menos la noche que su hyung llegó sonriendo a tocar su puerta. Estaba tan desorientado cuando el chico de cabellos decolorados enrolló los brazos alrededor de su cuello cargando todo su liviano peso que simplemente atinó a envolver su cintura y sonreír también. No entendía, pero le gustaba ver esos ojitos entrecerrados y los pequeños dientes alineados en una expresión de pura felicidad.

—Vamos a tu habitación, quiero que seas el primero en saberlo.

Y Jimin no perdía oportunidad de tomar cuanto pudiera, partiendo por su mano para guiarlo por los pasillos que el mayor conocía tan bien como su habitación. Incluso fue a Yoongi al primero que le reveló el escondite secreto de sus caramelos.

Sentados en la cama el menor lo miraba con curiosidad y su hyung continuaba sonriendo.

—Quedé en arquitectura y con beca casi completa.

Primero que su familia. Primero que Taehyung.

Yoongi había pensado en él primero para compartir su felicidad.

Jimin quería llorar de alegría, de nostalgia, sentía que todo se mezclaba uniforme y cerraba su garganta. Decidió que poco le importaba lo que gritara su cabeza cuando lo abrazó apretado y susurró un ahogado "felicitaciones", luchando para que no se quebrara su voz.

Yoongi reía y lo abrazaba con la misma fuerza. Quería fundirse. Quería detener el tiempo. Había echado tanto de menos el calor de un abrazo ceñido.

No sabía quién lo inició, cuál de los dos se acercó primero o si fue un acto de completa sincronía no consciente, pero la sensación blanda y suave de sus labios lo habían paralizado. Un roce tan ligero que apenas notaba la saliva de su hyung humedeciendo su labio inferior. Presionó un poquito, los dedos del otro omega acariciaban su nuca.

Jimin sintió que fue como una gota de agua, la necesitaba, pero era muy poco para lo sediento que estaba.

Fue una excepción, no se repitió en encuentros posteriores. Tampoco cambió el curso de las cosas, al menos entre ellos. Yoongi seguía con Taehyung y lidiando con la aventura de ingresar a la universidad. Jimin continuaba saliendo con Jungkook.

Al menos podía confirmar que su nivel de tolerancia al dolor había aumentado. Después de un beso que lo llenó de ilusiones que fueron desapareciendo de a una. Ahora se atrevía a hacer las preguntas curiosas e indagar detalles: "Cómo empezaron a salir", "qué hicieron en la cita", "qué te gusta de él"...

—¿Cómo es tener sexo con un beta?

—¿Por qué quieres saberlo?

—Curiosidad —intentó sonar normal, aunque le habría gustado agregar "y dolor gratuito también".

—Taehyung no tiene problemas con variar prácticas y posiciones —se encoge de hombros incómodo, no sostuvo la mirada en la suya.

"Yo tampoco los tenía, hyung". Jimin siempre estuvo dispuesto a todo.

—¿Y con un alfa?

—Extraño, bien —se limitó a responder sin entrar en especificaciones.

"Supongo", porque no negaba que podía llegar a disfrutarlo, pero no dejaba de sentirse ajeno, como si se mirara desde afuera. La primera vez que sintió el nudo hincharse en su interior, entró en pánico y todos sus músculos se tensaron. Se suponía que su cuerpo estaba preparado y diseñado para eso, pero fue tan raro, intruso e invasivo. Jungkook lo tranquilizaba llenando de besos su rostro.

Con el tiempo se fue acostumbrado, pero nunca había dejado de percibirlo extraño. Toda la experiencia.

Con Yoongi siempre se sintió tan natural, tan bien, tan cómodo. Mordió su labio inferior, Jimin seguía pensando en su hyung hasta en sus celos.

"¿Llamas a Taehyung cuando estás en celo?" no, no quería saberlo, ya había alcanzado su umbral de tolerancia al dolor.  
  
 
  
  
  
  
  
 
  
  
  
  
  
Su relación con Jimin era nostálgica y rara. Igual a la sensación que producía volver a un lugar luego de años y reconocer lo que seguía intacto y lo que cambió. Su dongsaeng solo cambiaba las tonalidades de su cabello, pero su esencia de persona dulce permanecía.

Permanecía igual que el amor que mantenía encerrado y escondido, pero que al primer descuido se asomaba a marcar acto de presencia frente al omega que olía a caramelo.

Se suponía que debía ser Taehyung, el tierno chico beta que sonreía y lo atrapaba entre sus extremidades largas en quien había intentado volcar afecto. Y sí, le tenía un cariño enorme, disfrutaba sus experiencias con él, pero no podía hacer un punto de comparación con Jimin. Lo que sentía por su amigo omega era una parte de su ser, un órgano vital, no podía extirparlo y asumía que el costo era vivir con ello.

Vivir con sus decisiones, aún cuando se veía sobrepasado por las consecuencias y enredos. A veces se cuestionaba si realmente fue el camino correcto, pero Jimin se veía alegre junto a su alfa, ni aún con los aerosoles dejaba de sentir los aromas mezclados a caramelo y tierra. No quería interferir en aquel futuro tranquilo que le esperaba, formando una adorable familia con preciosos niños que heredarían esas mejillas gorditas y ojos como medias lunas.

Había instantes que se distraía con un poco de dolor imaginando el futuro que le habría gustado darle a Jimin.

—No se trata de darle un futuro como si fuera una cosa, sino de compartirlo, creo que fuiste egoísta, hyung —le dijo Namjoon con su mirada triste y comprensiva.

Apreciaba su sinceridad, pero no lo compartía, no se sentía egoísta por ahorrarle a Jimin una relación llena de presiones externas que terminarían por internalizar, por enturbiar todo ese amor, transformarlo y desvirtuarlo cuando no supieran cómo seguir batallando. Terminar miserables podía ser más fácil de lo parecía.

Su pequeño y adorable dongsaeng que casi se quebró cuando en la academia de baile una profesora criticó con severidad su peso "poco adecuado". Jimin siempre había estado perfecto y le costó tanto convencerlo que no siguiera ridículas dietas, que ningún otro maestro había comentado algo al respecto.

Jimin siempre fue susceptible a las críticas.

Creía que no lograría aguantar el dolor si Jimin se arrepintiera de estar juntos por arrastrarlo a una relación condenada y difícil.

Quería que el chico brillara con todo su talento y no dar razones para hundirlo.

Si con algo se sentía egoísta era al evaluar su relación con Taehyung. Al notar que pese a todos sus intentos por mantener los límites, incluso con el tiempo escaso que le dejaba las largas horas de estudio, Jimin volvía a estar por sobre su novio. Se daba cuenta que sus prioridades no habían cambiado. A tal punto que fue la primera persona en la que pensó cuando publicaron los resultados de la prueba de admisión y la aprobación de las becas. Literalmente corrió a verlo y arrojarse a sus brazos con la felicidad que desbordaba.

No pensó en su familia, no pensó en Taehyung. Solo Jimin.

Y después de tantos meses habiendo rehuido del contacto físico, se encontró a sí mismo envolviendo el labio inferior de su dongsaeng entre los suyos.

Quizás había estado atravesando una seguidilla de errores. No besarlo, no tocarse, volver a besarse, separarse, acercarse...

Por fin le hacía sentido cuando un profesor que dictaba la clase de ética le decía a sus estudiantes que varias veces el camino al infierno estaba pavimentado de buenas intenciones. Pensaba que le daba el espacio a Jimin para retomar un estilo de vida normal, lejos de prejuicios y dificultades, pero sacaba y sumaba cuentas de los daños, incluyendo los colaterales.

Cada vez se convencía más que no existía una elección justa. Cualquiera dolía de una forma u otra.

Y si algo era angustia pura en su pecho, era saber que Jimin estaba triste o sintiéndose roto por dentro. Cuando vio la llamada pasada la medianoche fue razón de preocupación inmediata, dejó a un lado su libro para contestar.

—Jiminnie —dijo con una inflexión suave, ansioso por escucharlo responder.

El "Yoongi hyung" sonó normal, pero a medida que se disculpaba por llamarlo tarde, aún sabiendo que funcionaba como los búhos, y le hablaba sobre pormenores de su día, su voz se iba quebrando, volvía a disculparse porque "estoy un poco más sensible" y "es el estúpido celo".

Yoongi no se cansaba de repetir que no tenía que disculparse y que podía hablar lo que sea con él.

—¿Te hizo algo?

—Soy yo, hyung —y el susurro fue casi inaudible—, lo siento, de seguro debes estar estudiando.

Magnificado o no, con hormonas alborotadas o tranquilas, el dolor era real y no podía desconocer que en el fondo era consciente de su responsabilidad como causante. Jimin no se lo decía directamente, pero así como se armaba enormes complicaciones, las había estado traspasando.

Quería cuidarlo y solamente terminaba lastimándolo.
  
  
  
  
  
 
 
A Jimin nunca le gustaron los días previos y el celo en sí mismo. Llenarse de calor, calambres y sensibilidad a flor de piel. Tomaba supresores, se daba un baño de aerosol y en el último par de veces, se agregaban discusiones con Jungkook debido a que rechazaba su compañía para aquellos días de horror.

—En todo el tiempo que llevamos, nunca me has dejado acompañarte y ayudarte con tus celos —se quejaba el alfa con una expresión dolida.

Negaba una y otra vez, con el pecho apretado, porque ver al chico apenado también lo destrozaba.

No estaba bien, no era justo con Jungkook. No podía pensar en su novio, su alfa. No cuando su mente y su cuerpo coordinaban como una unidad para recordarle a su hyung, su aroma y sus manos cálidas acariciando su piel. Eran días que se refugiaba en sí mismo, se quedaba recogido en su cama y a ratos usaba sus dedos, cerraba los ojos y pensaba en Yoongi.

Estaba cansado de intentar sostener las expectativas que jamás iba a poder cumplir con Jungkook, quien si bien fue a su ritmo en el primer periodo de la relación, poco a poco iba pidiendo más de lo que podía darle.

Jungkook quería casarse, Jimin no.

Jungkook quería cachorros, Jimin no.

Jungkook quería un lazo. Jimin tenía ese derecho exclusivamente reservado para Yoongi, aunque no implicara una explícita marca en el cuello, no cuando estaba forjada en su memoria, cicatrizada con cada recuerdo compartido. Ya estaba la huella que no se podía borrar y era con su omega.

Pensaba cuando estuvieron tan compenetrados que hasta sus celos llegaron a coordinarse. Y ahora estaban tan lejos de eso que le causaba ganas de llorar.

No lo pensó al segundo de coger su teléfono y marcar a su hyung. No miró la hora, no consideró que quizá lo interrumpía. Fue egoísta. Lo extrañaba tanto y la necesidad de escuchar su voz ronca y reconfortante superó cualquier otra cosa.

Escuchó su voz y la angustia pareció aplacarse.

Sonrió un poco, entre triste y resignado, pero no podía prolongar más lo insostenible.
    
   
  
  
  
  
 
  
  
  
  
 
Yoongi inevitablemente se preocupó y al día siguiente esperó terminar el primer bloque de clases para llamarlo, el timbre de espera lo tenía ansioso, hasta que contestó somnoliento y un pequeño gemido perezoso bastó para tranquilizarlo.

—Estaba durmiendo hasta hace poco —dijo bajito, su voz sonaba áspera y congestionada.

—Disfruta los días sin escuela —una sonrisa involuntaria curvó sus labios.

—Lo único bueno de un celo.

Lo acompañó con una risa suave, totalmente de acuerdo. Esos días era su excusa para ahogarse en supresores, algún relajante muscular y dormir hasta olvidarse de su existencia y que el calor quemaba su vientre.

—Yoongi hyung, ¿podemos salir el fin de semana?

—¿Sábado? —El domingo le había prometido a Taehyung que lo acompañaría a una exposición de artes.

—Sábado.

Yoongi imaginaba a Jimin sonriendo un poco al otro lado de la línea.

Quería que fuera sábado, verlo, corroborar que el omega estaba bien. Esas ganas de que los días pasaran rápido, terminaron por hacerle percibir una distorsión del tiempo. Todo parecía excesivamente lento que lo desesperaba.

Fue un alivio verlo con una pequeña sonrisa tranquila en los labios, mejillas llenas y colores sanos en su rostro bonito.

No podía explicarlo, pero algo en Jimin le transmitía una sensación pacífica que se prolongó todas las horas que estuvieron compartiendo entre conversaciones largas, bromas ligeras y risas. Igual a retroceder, las misma calidez llenando su pecho.

"Podríamos estar así siempre". Entonces volvía a calentarse la cabeza con las consecuencias reales e hipotéticas de las decisiones tomadas y las que no.

—No sé si he hecho bien las cosas para nosotros —confesó sincero sosteniendo la taza tibia de café con ambas manos.

Jimin detuvo a medio camino el tenedor con pastel rumbo a su boca. Y negó sin decir nada. Yoongi asintió bebiendo un sorbo de café. En silencio, rozando sus manos cada tantos pasos, acompañó a su dongsaeng a casa.

—Rompí con Jungkook —comentó parado en la puerta y con una expresión de calma—. Casi perdí el norte —finaliza antes de despedirse con un abrazo corto.

Yoongi siguió a Jimin con la vista hasta que la puerta se cerró. Pensaba en lo fuerte que era Jimin y que Namjoon tenía razón, había sido egoísta al subestimarlo, al arrastrarlo en sus propias inseguridades y colocarlas en su dongsaeng que todo el tiempo lo buscó.

Siempre fue más fuerte de lo que podía mirar, estaba sesgado con la idea de protegerlo de todo y todos, imaginando escenarios catastróficos. Quizás era su turno de dejarse cuidar por su omega.

Quería hacer las cosas bien o por lo menos intentarlo.

Jimin también siempre había sido su norte.
 
  
  
  
  
  
 
  
 
  
  
  
Relamió sus labios, estaba nervioso. La espera concentraba la tensión en su estómago y no dejaba de golpear el suelo con la planta del pie al ritmo de la canción que reproducía para drenar las ansias.

El sol se estaba escondiendo y una agradable brisa fresca erizaba su piel, aunque también podía ser efecto de lo deslumbrante que lucía Jimin con la ropa holgada y el cabello desordenado, mirándolo con absoluta sorpresa. 

—Vine por ti —y Yoongi quiso darse una bofetada por lo obvio y torpe de su enunciado.

—La mejor sorpresa de mi semana —Jimin sonrió con ojos cerrados, aunque los abrió de golpe cuando los dedos de Yoongi entrelazaron los suyos. Sus mejillas se calentaron al instante.

El menor apretó la mano de su hyung, asegurándose que el contacto era real. Tibio, un poco húmedo, ambos sudaban. Se sentía plenamente como el adolescente nervioso y enamorado que seguía siendo.

Caminaron en silencio por la calle vacía, el cielo estaba casi oscuro y las farolas iluminaban el rostro avergonzado y sonriente que Yoongi no dejaba de observar atendiendo cada detalle como los tonos rojizos que pintaban hasta sus orejas con argollas, eran diferentes a la de la última vez lo vio.

Todo el trayecto había planificado la forma de decirle, las palabras exactas, aunque tenía un enredo y optó por soltarlo como saliera: —Tampoco podía seguir —sujetó su otra mano, apretándolas con cuidado—, porque siempre eres a quien tuve metido —llevó su palma directo al pecho. Sentía que sus latidos golpeaban con fuerza.

Jimin leía los temores de su hyung como si fuera un libro abierto. También tenía los mismos, pero la tenacidad era una virtud en el omega más joven que estaba determinado a seguir el camino que trazó desde que eran unos niños. No iba a quebrarse, ¿acaso tenía que decirle explícitamente que su intención nunca fue seguir un camino fácil?

—Soy fuerte, hyung, apóyate en mí.

Sí que era fuerte. Yoongi podía verlo con más claridad que nunca.

—No importa que tan difícil sea, pero ¿quieres seguir a mi lado? —agregó Jimin determinado.

Siempre —Yoongi asintió, ignorando todo a su alrededor, recargando su frente contra la de su omega más precioso del universo.

Acortó la distancia hasta encontrarse con sus labios. Un beso lento y Jimin ya podía cerrar los ojos. Yoongi no soltaba sus manos, solo se concentraba el toque ligero de sus bocas y en la envolvente calidez que lo llenaba por dentro.

Quería muchos más besos y días con la constante presencia de Jimin, de nuevo se atrevía a fantasear con un futuro para ambos y juntos. Sería difícil, pero ya no estaba dispuesto a retroceder, porque el tiempo que intentaron seguir otro camino solo terminaba por corroborar que estar sin su dongsaeng dolía aún más.

Habían encontrado su norte de nuevo.

Ambos lo hicieron.
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
Y a medidas que el tiempo pasaba y los meses se convirtieron en años, se convencía que Jimin no mintió cuando dijo que su lazo de tiempo y cariño era más fuerte que cualquiera. Habían enfrentado tanto y al final siempre prevalecía la confianza cimentada y tenían alicientes como noches compartiendo abrazos cálidos al dormir, tardes cocinando juntos y días de lluvia, pereza y tazas de café caliente mientras se turnaban para acomodarse en las piernas ajenas, viendo maratones de películas.

Había tantos detalles en sus rutinas que iban reforzando la relación. Tanto cuidado mutuo, Jimin sacaba en base a insistencia y fuerza a Yoongi del escritorio cuando se obsesionaba con el trabajo, y el mayor de los omegas se aseguraba que el bailarín se alimentara adecuadamente. Se arrastraban mutuamente a la cama para descansar las horas necesarias. Se cobijaban cuando había un mal día y celebraban las ocasiones de éxito.

Los mimos se mantenían como una constante.

Cuando Jimin despertó se le hizo extraño toparse con el otro lado del colchón vacío, su hyung no solía levantarse antes de mediodía un domingo. Se movió con cuidado para no empujar al diminuto perrito café que dormía atravesado sobre una de sus piernas y entre pasos lentos y un bostezo largo hizo una parada por la cocina. La cafetera estaba semi llena y había un vaso de jugo de naranja. La sonrisa se formó amplia, Yoongi lo preparó para él, estaba seguro.

Fue directo a la sala de trabajo de su novio, quien apretaba los labios concentrado revisando uno de sus planos.

—Tan temprano y en pie —Jimin dejó cortos besos y pequeñas mordidas en su nuca.

—¿Quieres marcarme, Jiminnie?

—Ya dejé una marca roja —dijo deslizando un dedo desde su cuello hasta la clavícula—, justo aquí.

—Y aquí —Yoongi tiró de su muñeca e hizo que posara su mano justo donde palpitaba el corazón agitado.

Una sensación cálida hormigueaba en su vientre cada vez que su hyung destilaba cariño en lugar de gruñir por las mañana como solía pasar.

—Vuelve a la cama —le pidió con un puchero, abrazando su pecho.

—Tengo que terminar esto para el lunes, pero mientras antes lo haga mejor —acarició sus manos—, quiero tener la tarde despejada para ti.

—Te amo, Min Yoongi, no te imaginas cuánto.

—Es mutuo —echó la cabeza hacia atrás en una demanda silenciosa para obtener su beso de buenos días y Jimin sonriendo sabía que jamás podría negarle uno. 

Son la dosis necesarias para comenzar bien cualquier mañana.

Así como los besos por las mañana, tenían varios rituales cotidianos que desencadenaban las mismas cosquillas que cuando eran un par de adolescentes. Pequeñas sorpresas, abrazos de bienvenidas, baños de espuma y compartir una copa de vino después de agotadores días de trabajo.

—Olvidé comentarte que mañana vienen nuestros padres a cenar, así que bañaré a Holly.

—Jiminnie, no tortures a nuestro hijo peludo con un baño.

Jimin lo ciñó con más fuerzas y se apoyó sobre sus cabeza, hundiendo la nariz entre las hebras negras. Inspiró el aroma sintético del shampoo mezclado con sus esencias, amargor y dulzor combinados.

—Exageras, hyung, lo hago con amor.

—¿Qué cosa? ¿Bañar a Holly o lo que me hiciste ayer?

Yoongi disfrutó de la risa melodiosa, había perdido la concentración y los planos dejaron de ser importantes.

—Procura no decir eso frente a nuestros padres.

—Ellos ya lo saben todo. 

Los dos todavía se acordaban como entre botellines de cerveza el hermano menor de Jimin desinhibido comenzó a preguntar "cómo funcionan las cosas entre dos omegas", "qué pasa en los celos".  O la señora Min y su mirada insondable que les regaló dos pares de juegos de sábanas. 

No había sido fácil llegar al punto en el que estaban, a sus familias les tomó un buen tiempo digerir la noticia, algunos lo aceptaron más rápido que otros, pero atravesar ese tenso periodo de distancia fue duro para ambos omegas, especialmente en plena formación universitaria rindiendo apenas con las facturas en un departamento pequeño y luchando con un buen rendimiento académico para sostener las becas.

Los cuestionamientos, los "deben estar confundidos", "no esperábamos esto" y los "no debería ser así", fueron acallándose con los meses, otros con los años. Todavía no faltaba quien no cambiaba de parecer, pero Yoongi no pensaba gastar energías esperando que algunos parientes no tan cercanos lo aceptaran.

Ambos tenían amigos que fueron indispensable fuente de apoyo para los días grises y azules, de esos agotadores, que implicaba pelear y defenderse, de sus familias, de sus compañeros, del entorno que los rodeaba en general.

"¿Sales con un omega? ¿No te parece raro?", "ni siquiera puede marcarte", "¿acaso no quieres hijos?".

Los años les enseñaron a filtrar las opiniones relevantes y las absurdas que desechaban sin esfuerzo. No necesitaban mayor marca que las de sus promesas revalidadas día a día. Más fuerte que las miradas reprobatorias, que las diversas interrogantes y los comentarios malintencionados. No necesitaban el permiso, ni la aprobación de nadie para estar juntos más que de ellos mismos, cuyo "siempre" continuaba siendo el norte que no se cansaban de perseguir, guiados por su brújula de cariño inagotable.
 
    
 
  
  
  
 
  
  
  
  
  
  
***
Fin de mes, fin de la historia uwu

Muchas gracias a todas/os/es uds por apoyar esto 💛.
Después de todo un camino de penurias, necesitaba final dulce u.u (soy más fluff que persona).

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