Capítulo 9
Narra Esther
La relación con Santiago había evolucionado de una forma que no esperaba. Lo que empezó como un acto de bondad hacia un desconocido se convirtió en una conexión profunda. Había algo en su presencia que calmaba mi espíritu, como si la tormenta constante de mi mente encontrara un puerto seguro cuando él estaba cerca. Sin embargo, también me inquietaba lo fácil que me había acostumbrado a su compañía.
Ese día, mientras trabajábamos juntos en el taller, no podía ignorar la sensación de que algo rondaba por su mente. Santiago estaba más callado que de costumbre, sus movimientos mecánicos mientras organizaban las telas que había cortado.
—¿Todo bien? —le pregunté, apoyándome en la mesa de trabajo.
Él levantó la mirada, sorprendido por mi pregunta. Por un momento, pareció debatirse entre decirme la verdad o mantener sus pensamientos para sí mismo. Finalmente, soltó un suspiro.
—Es mi pasado, siento que ya no tengo nada que buscar. Pero todas las noches me inquieta el pensamiento que estoy dejando cosas importantes atrás. —Comentó, mientras podía ver como si un gran peso se desprendiera de sus hombros— Además, de que siento que estaba envuelto en peligros.
Lo observé en silencio, dejando que las palabras flotaran entre nosotros. Era evidente que Santiago estaba luchando contra algo que no podía entender del todo, una batalla entre los recuerdos fragmentados y la incertidumbre del presente.
—Quizás, encontrar esas respuestas no se trata solo de cerrar capítulos —argumenté con suavidad—, sino de saber quién eres, completo, sin sombras que te persigan.
Santiago bajó la mirada, sus dedos jugando distraídamente con un retazo de tela en la mesa. No supe si mis palabras lo consolaban o si simplemente añadían más a su carga.
—A veces pienso que es mejor no recordar —admitió después de un momento—. Pero entonces, hay algo dentro de mí que no me deja en paz, como si necesitara saberlo, aunque duela.
Sin pensarlo, di un paso hacia él y coloqué mi mano sobre la suya. Fue un gesto pequeño, pero lo sentí importante. Quería que supiera que, sin importar lo que decidiera, yo estaría allí.
—No tienes que hacerlo solo —le dije, mirando directamente a sus ojos marrones claros que parecían llevar el peso del mundo—. Si decides buscar esas respuestas, estoy aquí para acompañarte.
Una sonrisa fugaz cruzó su rostro, casi imperceptible, pero lo suficiente para aliviar un poco la tensión en el aire.
—Gracias, Esther. —Su voz era apenas un murmullo, pero cargada de sinceridad.
El resto del día pasó en una especie de calma tensa. Santiago parecía más enfocado en su trabajo, y yo intenté no presionarlo más, aunque mi mente seguía regresando a nuestra conversación. Sentía una mezcla de preocupación y esperanza; preocupación porque sabía que el camino que él estaba considerando no sería fácil, y esperanza porque, de alguna manera, nuestra conexión parecía más fuerte que nunca.
Esa noche, mientras cerraba el taller, me encontré pensando en lo que significaba todo esto. Santiago había traído un cambio inesperado a mi vida, y aunque al principio no lo había buscado, ahora no podía imaginar mi mundo sin él. Me asustaba lo mucho que estaba empezando a importarme, pero al mismo tiempo, había una parte de mí que quería protegerlo, ayudarlo a encontrar esa paz que tanto buscaba.
Quizás, en el proceso, también podría encontrar un poco de paz para mí misma.
—Nunca es demasiado tarde —respondí con firmeza dentro de mis pensamientos. —Si tienes la oportunidad de estar ahí, deberías tomarla. Aunque sea solo para ti, para no quedarte con preguntas sin respuesta.
Narra Santiago
Había llegado el momento de enfrentar algo que había postergado durante demasiado tiempo. Decidí visitar a los Brown, mis nuevos padres adoptivos. Ellos habían sido un pilar en mi vida desde que me encontraron tras el accidente, pero sabía que necesitaba compartir con ellos mis hallazgos y también hablarles de Esther.
El doctor Brown me recibió en la puerta de su cálida casa de acogida mientras hacen su voluntariado, con una sonrisa serena y una mano firme en mi hombro.
—Es bueno verte, hijo. Pasa, Amy está en la sala esperando.
La señora Brown, con su energía maternal, me abrazó tan pronto entré. Había algo en su abrazo que siempre lograba calmar mi ansiedad.
Nos sentamos en la sala, con una taza de café caliente frente a cada uno. Tomé aire profundamente antes de comenzar.
—He estado investigando mi pasado como ya saben —comencé, mirando sus rostros atentos—. Viajé a México, al lugar donde crecí, pero no encontré nada concluyente. También fui a Atlanta, donde tuve algunos recuerdos fugaces, pero todo sigue siendo un rompecabezas incompleto.
El doctor Brown asintió, cruzando las manos frente a él.
—Eso debe ser frustrante, Santiago. Pero lo importante es que estás avanzando, aunque sea poco a poco. Cada pieza cuenta.
Amy tomó mi mano con suavidad.
—Querido, no importa cuál sea tu pasado, siempre tendrás un hogar con nosotros. Pero si esto es importante para ti, estaremos contigo en cada paso del camino.
Sus palabras me llenaron de gratitud, pero también sentía la necesidad de compartir algo más.
—Hay alguien más —dije, observando sus reacciones—. Su nombre es Esther. Ella ha sido una gran amiga y apoyo durante todo este tiempo. Trabaja en su taller de moda, y ha hecho mucho por ayudarme a encontrar mi lugar.
Amy sonrió, con un brillo cómplice en los ojos.
—¿Una amiga especial, tal vez?
Me ruboricé ligeramente, pero asentí.
—Es... especial, sí. Me ha hecho sentir que puedo construir algo nuevo, aunque todavía no esté seguro de todo.
El doctor Brown intercambió una mirada significativa con Amy antes de hablar.
—Santiago, está claro que esta mujer es importante para ti. Si te hace sentir así, entonces vale la pena cuidarla y permitir que forme parte de tu vida.
Pasamos el resto de la tarde hablando, no solo de mis hallazgos, sino también de mis planes para el futuro. Por primera vez en mucho tiempo, sentía que tenía claridad sobre lo que quería: construir algo con Esther y seguir adelante con el apoyo de los Brown, mi nueva familia.
Al despedirme para irme a dormir, Amy me abrazó de nuevo.
—Estamos orgullosos de ti, Santiago. Nunca olvides que no estás solo.
Esa noche, mientras descansaba en la habitación, sentía que algo había cambiado dentro de mí. Había encontrado no solo un camino, sino también una razón para seguir recorriéndolo.
Narra Esther
Cuando Santiago regresó al taller unos días después, algo en él había cambiado. Había una ligereza en su mirada, como si hubiera dejado parte de su carga atrás. No quiso entrar en detalles sobre su visita, y no lo presioné. Sabía que me lo contaría cuando estuviera listo.
Mientras trabajábamos juntos esa tarde, me encontré mirándolo más de la cuenta. Había algo en la forma en que sus manos se movían con precisión, en su sonrisa fugaz cuando lograba algo bien, que me hacía sentir cosas que no quería admitir.
—¿En qué piensas? —preguntó de repente, atrapándome desprevenida. Su voz rompió la concentración que había logrado en el diseño frente a mí.
—Nada importante —mentí rápidamente, impidiendo su mirada y fingiendo interés en la tela que tenía frente a mí. Pero algo dentro de mí me empujó a no quedarme callada esta vez. Después de unos segundos de silencio, añadí—: En realidad, estaba pensando en que deberías contratar un detective privado o un investigador. Tal vez podrías revisar si hay algo en el lugar donde tuviste el accidente que te ayudará a recordar.
Santiago frunció el ceño, claramente sorprendido por mi sugerencia.
— ¿Pistas en el lugar del accidente? —repitió, como si estuviera sopesando la idea por primera vez. Sus dedos tamborileaban sobre la mesa, un hábito que había notado cuando estaba profundamente pensativo.
—Sí, puede sonar un poco descabellado, pero es posible que haya algo allí que se haya pasado por alto. Quizás detalles que te conecten con tu vida antes de... bueno, de perder la memoria. —Mi voz sonaba más entusiasta de lo que esperaba, y sentí que mis palabras lo estaban motivando.
—No sé... —dijo, encogiéndose de hombros. Sus ojos se perdieron en un punto indeterminado, como si estuviera visualizando el lugar del accidente en su mente. —Es solo es un bosque aislado. Ya lo visité una vez, pero no encontré nada relevante.
—¿Y si esta vez no vas solo? —sugerí, con un atisbo de duda, pero decidió a animarlo. —Tal vez con la ayuda de un profesional podrás descubrir algo que pasó desapercibido. A veces, otra perspectiva hace la diferencia.
Santiago me miró con una mezcla de gratitud y curiosidad. Sus ojos oscuros eran un mar de emociones difíciles de leer, pero sentí que estaba considerando seriamente mi propuesta.
—No quiero arrastrarte a esto, Esther —dijo finalmente, su tono lleno de una preocupación que no esperaba. —Ya me has ayudado mucho, más de lo que podrías imaginar.
—No estoy diciendo que lo haga por ti, —respondí, intentando sonar más despreocupada de lo que realmente me sentía. —Pero, Santiago, si hay una mínima posibilidad de que encuentres algo que te ayude, vale la pena intentarlo. Además... bueno, creo que todos merecemos saber de dónde venimos, incluso si las respuestas no son fáciles.
Santiago se quedó en silencio por un momento. Luego avance lentamente, como si acabara de tomar una decisión.
—Tienes razón. Buscaré a alguien que pueda ayudarme. Tal vez sea hora de enfrentar lo que sea que esté esperando ahí fuera.
Una leve sonrisa cruzó su rostro, y no pude evitar devolverle el gesto. Había algo en esa chispa de determinación en su mirada que me hacía sentir que estaba dando un paso importante, y en el fondo, me alegraba ser parte de su viaje.
Al día siguiente, Santiago mencionó que había contactado con el doctor Brown para obtener más orientación. La conversación que habíamos tenido fue un catalizador que encendió en él un nuevo deseo de descubrir la verdad, y aunque aún había incertidumbre, por primera vez parecía dispuesto a enfrentarse a los fantasmas de su pasado.
Y aunque intenté mantener la distancia emocional, no podía evitar sentirme profundamente conectado con su lucha. No sabía cómo terminaría todo esto, pero algo me decía que sería un camino que cambiaría nuestras vidas para siempre.
Y en ese momento, me di cuenta de que estaba jugando con fuego. Santiago se había convertido en algo más que un amigo, y no estaba segura de cómo manejar lo que sentía.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top