Capítulo 5
Narra Esther
Hoy estoy en casa de Shane, viendo a los gemelos mientras juegan y ríen. No puedo evitar sonreír al verlos. Son una fuerza de vida tan pura, tan llena de inocencia, y me recuerdan lo bonito que puede ser compartir tu vida con alguien que amas. Azul está en la cocina preparando unos bocadillos, y Shane me lanza esa mirada divertida, como si aún no pudiera creer que es padre. Hay una tranquilidad en su hogar que me hace sentir a gusto, un sentido de pertenencia que hace que, por un momento, olvide las preocupaciones y el peso de vivir por mi cuenta.
Aún me estoy acostumbrando a la soledad de mi nuevo apartamento. Me gusta, es cierto, pero a veces extraño el ruido de una casa llena, aunque hace mucho tiempo mis hermanos fueron dejando el nido como le llama mi madre, sin embargo, siempre han estado en el medio, aunque duerman en otro lado. Estoy ensimismada en mis pensamientos cuando escucho la puerta. Miro hacia atrás y veo a Bryson, uno de mis hermanos mayores, entrando con su sonrisa fácil dirigida hacia mí, ya que pocas personas lo hacen desplegar una sonrisa, y esa mirada protectora que no puede evitar tener cada vez que me ve.
—Hermanita, ¿cómo estás? — me pregunta, dándome un abrazo rápido.
Le cuento un poco de cómo van las cosas en la tienda y de los planes que tengo para la próxima temporada. Él escucha con atención, asintiendo, aunque estoy segura de que me está evaluando, como siempre, asegurándose de que estoy bien.
Después de un rato, Bryson anuncia que tiene que irse y me ofrece llevarme a mi apartamento. Acepto, y pronto estamos en su coche, recorriendo las calles iluminadas de Atlanta.
—¿Te está yendo bien sola? — me pregunta, mirándome de reojo mientras conduce. Sé que está preocupado, además de la paranoia de un policía si me permiten agregar, y aunque he escuchado esa pregunta mil veces, la calidez en su voz me hace sonreír.
—Sí, Bryson, me está yendo bien, — le respondo, tratando de sonar segura. —Es... diferente. Pero me gusta. Estoy aprendiendo a hacer las cosas por mi cuenta, a depender de mí misma.
Él asiente, pero noto la ligera preocupación en su mirada. —Sabes que, si necesitas algo, solo tienes que llamarme. Estamos aquí para ti, Esther. Eres nuestra princesa y solo queremos cuidar de ti.
Asiento, agradecida, aunque parte de mí quiere que confíen en que puedo manejarlo.
—Lo sé, Bryson. Y lo agradezco. Pero esta vez quiero hacerlo a mi manera, tomar mis propias decisiones sin la sombra de todos ustedes sobre mí.
Él sonríe suavemente, sin discutir, y sé que me entiende. Porque, al final del día, mis hermanos solo quieren lo mejor para mí. Y aunque todavía me cuesta encontrar ese equilibrio entre aceptar su apoyo y vivir mi vida, sé que estoy dando los pasos correctos hacia mi independencia.
Cuando llegamos a mi apartamento, me despido de Bryson con un abrazo. Entro, cierro la puerta, y respiro hondo en la tranquilidad de mi espacio. Atlanta siempre ha sido mi hogar, y, aunque estoy sola, siento que esta ciudad me da la fuerza que necesito para avanzar. Tal vez aún no he encontrado el amor que sueño, pero he encontrado algo más importante: a mí misma.
Narra Santiago
Me cuesta describir esta sensación. Es como si llevara una carga que no puedo ver, un peso invisible que me aplasta el pecho cada vez que inhalo. Aún no sé quién soy, pero a veces siento que mi cuerpo lo sabe. Son esos momentos en que mi mente se queda en blanco, cuando mis pies me guían solos, casi como si alguien más los moviera, y yo solo estoy... presente.
Hoy, mientras caminaba por las calles de Ciudad de México, experimenté una tristeza tan profunda que me detuve a media cuadra. La gente pasaba a mi alrededor, rostros borrosos, voces ahogadas en el bullicio de la ciudad. No sabía por qué, pero el dolor en el pecho era real, como si estuviera de luto. No por alguien más, sino por mí.
Me apoyé contra una pared, tratando de recuperar el aliento, y en ese instante, imágenes fugaces comenzaron a destellar en mi cabeza. Un par de ojos, un abrazo que nunca recibí, una palabra susurrada en el viento. No hay contexto, nada que me diga de dónde vienen estos fragmentos. Pero siento el vacío, y sé que antes tenía algo, algo que ahora me falta.
Es extraño cómo el cuerpo recuerda lo que la mente no quiere aceptar. Me pregunto si el dolor que siento es la sombra de algo que he perdido, si tal vez este vacío es un recuerdo en sí mismo. ¿Es posible que me haya olvidado de alguien? ¿De algo que amaba?
De repente, la idea de averiguar mi pasado se vuelve inevitable, casi urgente. He estado intentando dejar atrás las preguntas, empezar de cero sin mirar atrás, como si el accidente que borró mi memoria también me hubiera dado una página en blanco. Pero esa página no está vacía. Está llena de marcas que ni siquiera puedo leer.
¿Y si mi pasado es oscuro? ¿Y si trae consigo un peligro que no estoy preparado para enfrentar? No sé a qué le temo más, si a descubrir quién fui, o a aceptar que tal vez no me guste lo que encuentre. Pero una cosa está clara: no puedo seguir ignorando estos sentimientos, esta tristeza sin rostro que me persigue cada vez que cierro los ojos.
Decido, ahí mismo, en esa acera rodeado de desconocidos, que voy a investigar.
Unas horas más tarde.
Llego a la casa hogar, un edificio de paredes desgastadas y ventanas altas. Es uno de esos lugares que parecen atrapados en el tiempo, con ecos de voces y risas que alguna vez llenaron los pasillos. Los recuerdos borrosos que tengo no coinciden con nada en particular, pero hay algo en este lugar que me resulta familiar, como si alguna parte de mí estuviera conectada a él.
La policía en Serbia me dijo que, después del accidente, encontraron rastros que indicaban que pasé un tiempo aquí. Me dijeron que fui adoptado a temprana edad, que posiblemente esta casa hogar sería el primer lugar donde encontraría respuestas.
Cruzo la recepción, donde una trabajadora me ofrece una pequeña sonrisa de bienvenida. No es mucho, pero esa amabilidad me reconforta en medio de tanta incertidumbre. Me piden que espere, así que tomo asiento y observo el lugar mientras una persona del equipo busca en sus registros, revisando archivos y tecleando en una computadora antigua. Los minutos pasan, y mis pensamientos giran en círculos. Cada vez que parece que estoy a punto de descubrir algo, la pista se desvanece, como si mi pasado estuviera decidido a esconderse de mí.
Después de un rato, un hombre de aspecto serio, que parece ser el encargado, se me acerca con una expresión de desconcierto.
—Señor... lamento decirle que no hay ningún registro de usted en nuestro sistema. No figura ni con el nombre actual ni con el que posiblemente tuvo en el pasado, — me dice con una mezcla de lástima y curiosidad.
—¿Cómo es posible? —, murmuro, tratando de entender lo que esto significa. Me habían dicho que fui adoptado desde aquí, que este era el primer paso en mi historia, pero ahora parece que es solo un callejón sin salida. Aún confundido, me levanto, sin saber si sentirme aliviado o más perdido.
—Sin embargo..., —añade el encargado después de una breve pausa. —Encontramos algo extraño. Hay una nota en uno de los archivos de adopción sin completar. Parece ser un caso especial. Según esa nota, se contactó a una familia en Atlanta, quienes dijeron que eran tus padres biológicos. Es posible que la información haya sido transferida a Estados Unidos.
Mis ojos se abren con sorpresa. ¿Mis padres biológicos en Atlanta? No sé si esto es una pista sólida o simplemente otro espejismo, pero debo seguirla.
Agradezco al encargado y, en cuanto salgo de la casa hogar, marco el número del Dr. Noah Brown. Él y su esposa han sido mi única familia desde el accidente, el único apoyo que tengo mientras me reconstruyo pieza a pieza.
—¿Doctor? —pregunto cuando responde al otro lado de la línea. —Encontré algo, aunque todavía no entiendo mucho. Al parecer, mi familia biológica es de Atlanta.
Él se queda en silencio un segundo, y en su pausa siento la misma mezcla de emoción y precaución que hay en mí.
—Santiago, esto es un avance. Es lo que hemos estado esperando. Si tienes que ir a Atlanta para seguir con la investigación, hazlo. Amy y yo te apoyamos.
—Gracias, doctor. No sé cuánto tiempo me llevará, pero voy a ir. Necesito saber quién soy.
Cuelgo y respiro profundamente, asimilando la idea. Atlanta... Un lugar del que no sé nada y que, de algún modo, podría ser el hogar que nunca recordé. Aunque todavía no tengo un rostro, ni un nombre, ni una historia completa, algo en mi interior se activa. Esto es lo más cerca que he estado de mi verdad, y no pienso dar marcha atrás.
Nota: Hola, disculpen la demora. Comencé a trabajar otra vez, y es demasiado demandante. Pero en el momento que pueda estaré subiendo cap. Y esta es una historia muy cargada para mi, y estoy tratando de no perder el hilo.
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