Capítulo 20
Narra Esther
Habían pasado algunas semanas desde nuestras vacaciones en la playa, y la vida había vuelto a su ritmo habitual, pero la relación con Santiago solo se hacía más fuerte. Esa tarde, mientras estábamos en mi taller —él, distraído con un cuaderno donde garabateaba algo que no podía descifrar, y yo revisando los detalles finales de un diseño—, recordé algo que había olvidado mencionarle.
—¡Santi! —dije, levantando la mirada de los bocetos.
—¿Mmm? —respondió sin apartar los ojos de su cuaderno, con esa media sonrisa que siempre me derrite.
—Dentro de un mes es el cumpleaños de los mellizos de Shane. ¿Te acuerdas?
Finalmente levantó la vista, arqueando una ceja. —Sí lo tengo pendiente.
Me reí, dejando el lápiz a un lado. —El tiempo vuela. Están organizando una fiesta enorme, y estamos invitados. Shane me dijo que va a ser en su casa, con juegos, comida, y.... ya sabes cómo son mis hermanos y primos, es seguro que habrá algún detalle extravagante.
Santiago se echó hacia atrás en la silla, con una sonrisa cálida. —¿Estás emocionada?
—¡Muchísimo! —admití, mientras recogía algunas telas del suelo—. No veo a los mellizos desde Navidad. Están enormes según las fotos. Y bueno, ya sabes lo mucho que quiero a Azul, Shane y toda su familia.
—Espero poder conocerlos esta vez—bromeó Santiago, recordando una vez que cada que planeamos algo para ver a Shane sucedía algo que se lo impide.
—Seguro. —Reímos juntos, y durante unos minutos todo parecía ligero, como siempre cuando estábamos juntos.
Sin embargo, cuando la fecha se acercó, Santiago recibió una llamada que, aunque esperaba, deseaba que no ocurriera tan pronto.
Esa noche, mientras cenábamos en la pequeña mesa de mi departamento, lo vi distraído con su teléfono. No podía evitar notar el ligero fruncimiento en su ceño. Dejé el tenedor a un lado y lo observé.
—¿Pasa algo? —pregunté con cuidado.
Él dejó el teléfono boca abajo sobre la mesa y suspiró, pasando una mano por su cabello. —Esther, me acaban de enviar una pista importante. Algo que he estado buscando desde hace meses.
Mi corazón se encogió, porque sabía lo que eso significaba. —¿Qué tan lejos está?
—Argentina. —Su voz era baja, casi como si le doliera decirlo.
—Pero... eso es justo el fin de semana del cumpleaños de los gemelos, ¿no? —No quería sonar egoísta, pero la decepción era inevitable.
—Lo sé. —Se inclinó hacia adelante, tomando mis manos entre las suyas—. Odio faltar a algo que sé que es importante para ti, pero no puedo ignorar esto.
Bajé la mirada, intentando procesar. Quería ir con él, estar a su lado en lo que fuera que estuviera buscando, pero también sabía que mi presencia en la fiesta significaba mucho para Shane y su familia.
—Quisiera ir contigo —dije al fin, con la voz apenas audible.
—Lo sé. —Santiago apretó mis manos, su mirada llena de comprensión y cariño—. Pero escucha, esto es algo que necesito hacer solo. Además, Shane, Azul y los gemelos te quieren ahí. Tú eres parte de su familia, y no quiero que te pierdas ese momento por mí.
Lo miré en silencio, debatiéndome entre el deseo de acompañarlo y la necesidad de aceptar su decisión. Finalmente, asentí.
—Está bien, pero prométeme que te cuidarás.
—Siempre —respondió con una sonrisa pequeña, inclinándose para besarme la frente.
Cambié el tema para no quedarnos atrapados en la tristeza, y le hablé del desfile que estaba planeando.
—Por cierto, dentro de tres meses es el gran desfile. ¿Recuerdas? —dije, intentando sonar emocionada.
—¿Cómo olvidarlo? —respondió con un destello de orgullo en su voz.
—Un patrocinador importante está invirtiendo en mi marca, y gracias a eso podré mostrar mis diseños a más personas. Es mi oportunidad para dar un gran salto, Santi.
—Y voy a estar ahí, te lo prometo —dijo con firmeza. Su tono no dejaba lugar a dudas, y sus ojos me miraban como si quisiera grabar esa promesa en mi alma.
Lo abracé con fuerza, sintiendo que, a pesar de las dificultades y las distancias, nuestro vínculo seguía siendo inquebrantable.
Esa noche, mientras nos acostábamos juntos, sentí que no importaban las decisiones difíciles o las ausencias momentáneas. Lo que compartíamos era más grande que cualquier obstáculo.
—Te amo, Santiago —murmuré, apoyando mi cabeza en su pecho.
—Y yo a ti, Esther. Más de lo que puedo decir con palabras.
Nos quedamos en silencio, escuchando nuestras respiraciones mezclarse. Sabíamos que el camino no sería fácil, pero también sabíamos que, mientras estuviéramos juntos, encontraríamos la manera de superar cualquier cosa.
Los días pasaban volando mientras me sumergía de lleno en los preparativos para el desfile. Era mi sueño hecho realidad, pero también un reto enorme. Desde la selección final de las telas hasta los últimos ajustes en los diseños, mi taller parecía un torbellino de actividad. Había modelos que llegaban para las pruebas, llamadas constantes con el patrocinador, y correos interminables con los organizadores.
Sin embargo, en medio de todo, la ausencia de Santiago era como un vacío constante. Aunque hablábamos cada noche, sus mensajes y su voz no eran suficientes. Lo extrañaba más de lo que quería admitir.
Fue una tarde particularmente ocupada cuando recibí su mensaje.
"Estoy en casa. ¿A qué hora te veo?"
Me quedé mirando la pantalla, sintiendo cómo mi corazón daba un vuelco. Estaba de vuelta. Santiago había regresado.
Dejé todo a un lado, incluso los bocetos que debía revisar para el día siguiente, y salí apresurada de mi taller. Cuando llegué a su departamento, apenas había llamado a la puerta cuando esta se abrió.
Allí estaba, con su típica expresión tranquila, pero con un brillo en los ojos que me hizo sonreír. Sin pensarlo, me lancé a sus brazos, rodeándolo con fuerza.
—Te extrañé tanto —murmuré contra su cuello, inhalando su olor familiar.
—Yo también te extrañé, Esther —respondió, su voz profunda y llena de emoción.
Nos quedamos así, abrazados, como si el tiempo hubiera dejado de existir. Finalmente, me aparté lo suficiente para mirarlo a los ojos, acariciando su rostro con mis manos.
—¿Cómo te fue? —pregunté, aunque en ese momento lo único que quería era besarlo.
—Te lo contaré todo más tarde —dijo, con una sonrisa que parecía esconder mil historias—. Pero ahora mismo, solo quiero estar contigo.
No necesitó decir más. Lo besé, un beso lleno de todo lo que había contenido durante su ausencia: amor, deseo, y una necesidad desesperada de sentirlo cerca. Sus manos encontraron mi cintura, y pronto estábamos en su habitación, olvidando el mundo exterior.
Cada beso, cada caricia, cada susurro era un recordatorio de lo que compartíamos. Hacer el amor con Santiago siempre había sido especial, pero esa noche fue diferente. Había algo en su intensidad, en la forma en que me miraba, que hacía que todo se sintiera más profundo, más real.
Después, mientras descansábamos entrelazados bajo las sábanas, me giré para mirarlo.
—Prometiste que estarías en el desfile —le recordé, trazando círculos en su pecho con mi dedo.
—Y lo estaré. Nada me lo impedirá esta vez.
Su seguridad me hizo sonreír, pero no pude evitar preocuparme. Santiago llevaba una vida llena de misterios, y aunque nunca me excluía por completo, había partes de su mundo que no podía compartir conmigo.
—Quiero que sepas que estoy aquí para ti, Santiago. Siempre.
Él me abrazó con fuerza, besando mi frente. —Lo sé, Esther. Y eso significa más de lo que puedes imaginar.
Esa noche, mientras dormíamos abrazados, sentí una paz que hacía semanas no experimentaba. Él estaba de vuelta, y por ahora, eso era todo lo que necesitaba. Con Santiago a mi lado, podía enfrentar cualquier cosa, incluso los nervios y las expectativas del desfile que se acercaba rápidamente.
Narra Santiago
La tarde era fresca, con una brisa ligera que anunciaba el inicio de la primavera. Al estacionar frente a la casa de los padres de Esther, me detuve un momento para contemplar el escenario. Era una casa acogedora, de esas que respiran amor y calor familiar. Me sentí cómodo, pero también un poco nervioso. Esta era una ocasión especial: una comida organizada para celebrar el próximo desfile de Esther, su gran sueño hecho realidad.
Entré con una botella de vino bajo el brazo, un pequeño gesto para agradecer la invitación. Apenas crucé la puerta, la risa y las conversaciones animadas llenaron mis oídos.
—¡Santiago! —La voz de Casper, uno de los hermanos de Esther, fue lo primero que escuché antes de que me lanzara un abrazo.
—¡Hey, Casper! —Le devolví el gesto, riendo.
Jazlynn, la prima de Esther, apareció detrás de él con una sonrisa traviesa. —Estábamos apostando si llegarías antes que Luther. Perdiste.
—¿Apostando contra mí? —bromeé—. Debería sentirme ofendido.
—Siempre llegas antes, así que era una apuesta fácil —respondió con un encogimiento de hombros.
Me guiaron hacia la sala, donde los padres de Esther, Rebeca y Carlos, me recibieron con abrazos cálidos. Habían sido increíblemente acogedores conmigo desde el principio, y cada vez que nos veíamos, me hacían sentir como uno más de la familia.
—Santiago, qué bueno verte —dijo Rebeca, sonriendo—. ¿Qué tal el viaje?
—Sin complicaciones, gracias. ¿En qué puedo ayudar? —pregunté, mirando hacia la cocina, donde el aroma a comida casera llenaba el aire.
—Nada de ayudar hoy. Eres un invitado. —Carlos me dio una palmada en el hombro antes de señalar hacia el comedor—. Ve a relajarte con los demás.
En el comedor, encontré a los primos de Esther. James, siempre con esa actitud despreocupada, estaba contando una anécdota que tenía a Jordán y Charlie riendo a carcajadas.
—¡Santiago! —exclamó James al verme—. Ven, justo hablábamos de la última vez que Adler intentó cocinar.
—Déjame adivinar, ¿terminó en desastre? —pregunté, tomando asiento junto a ellos.
—¡Por supuesto! —Charlie respondió entre risas—. Literalmente, nadie se atreve a comer lo que hace. Es muy bueno como abogado, pero como cocinero deja mucho que desear.
La conversación fluyó con naturalidad. Era fácil llevarse bien con ellos; tenían esa mezcla de humor y cariño que hacía que todo se sintiera ligero. Me sentí cómodo compartiendo historias y escuchando las suyas.
Unos minutos después, Esther apareció, radiante como siempre. Su vestido azul claro resaltaba su piel, y su sonrisa iluminaba la habitación. Cuando nuestros ojos se encontraron, el resto del mundo pareció desvanecerse.
—¿Te están tratando bien? —me preguntó mientras se inclinaba para darme un beso en la mejilla.
—Demasiado bien. Creo que me estoy acostumbrando.
Esther rió antes de ser llamada por Rebeca para revisar algo en la cocina. Mientras tanto, conocí a los tíos de Esther: Valentina y Charlie. Ellos habían llegado temprano y estaban sentados en un rincón conversando entre ellos.
—Así que tú eres Santiago —dijo Valentina, estudiándome con curiosidad cuando me acerqué para saludar.
—El mismo. Es un placer conocerlos por fin. Esther siempre habla maravillas de ustedes.
—Y nosotros hemos oído mucho sobre ti también —añadió Charlie, estrechando mi mano con fuerza—. ¿Es cierto que la has estad ayudando en el taller?
—Algo así. Aunque Esther lo hizo prácticamente todo. Solo estaba ahí para apoyar.
Ellos sonrieron, claramente aprobándome, aunque Valentina parecía seguir evaluándome en silencio. Era evidente que eran protectores con Esther, y no podía culparlos por ello.
Pasaron unas horas entre risas, comida deliciosa y conversaciones animadas. Luther llegaría más tarde junto con Bryson, quienes tenían un pendiente que hacer. Por otra parte, Zabdiel y su esposa están en algún evento de la galería, por lo que pasarían mas tarde. Shane y su familia, tampoco habían llegado, pero llegarían en algún momento.
Al final de la tarde, mientras todos se acomodaban en el patio para brindar por el éxito de Esther, sentí una mano en mi brazo. Era Rebeca, quien me miraba con una mezcla de seriedad y calidez.
—Santiago, quiero agradecerte por cómo cuidas de Esther. Sabemos que tu vida no es sencilla, pero es evidente cuánto la amas. Eso significa mucho para nosotros.
—Es fácil cuidarla. Esther es increíble —respondí, sintiendo el peso de sus palabras.
—Sí, lo es. Y tú también pareces serlo.
El brindis fue emotivo, con palabras de aliento y orgullo por Esther. Cuando llegó mi turno de hablar, me levanté, levantando mi copa.
—A Esther, por demostrar que los sueños se cumplen cuando se trabaja duro y se cree en ellos. Eres una inspiración para todos nosotros.
Sus ojos brillaron, y cuando me senté, tomó mi mano bajo la mesa, apretándola con fuerza.
NOTA: Queridos fantasmitas lectores tengo a bien anunciarles, que esta historia le faltan pocos capítulos. Gracias a que en mi trabajo tuve tiempo de ajuste, y tengo las tardes y noches para escribir he podido avanzar completando los cap, solo faltando editar algunos detalles, de mod que quiero proponer algo si gustan. Quieren un maratón de últimos capítulos aunque sean 8 o menos, o lo seguimos subiendo por días? Comenten sus respuestas.
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