Capítulo 15
Narra Santiago
El clic constante del teclado y el zumbido suave de mi computadora llenaban el aire del taller de moda de Esther. Había tomado un espacio pequeño, improvisado, pero perfecto para trabajar en mis diseños, mientras era de ayuda en cualquier cosa que me necesitara. Tenía las herramientas que necesitaba, café a un par de pasos y, lo mejor de todo, estaba cerca de Esther.
Este día parecía tranquilo, justo como me gustaba. Hasta que no lo fue.
Un estruendo proveniente de la entrada me hizo levantar la vista. No era algo raro que alguien tocara la puerta, pero la intensidad del golpe me hizo fruncir el ceño.
—¡Esther! —gritó una voz masculina.
Esther pasó frente a la puerta del taller, con una mezcla de sorpresa y resignación en la cara.
—¡Ya va! —respondió mientras abría la puerta.
Lo que ocurrió después fue algo digno de una película. Uno tras otro, seis hombres cruzaron el umbral. Era como si un ejército estuviera entrando en territorio enemigo. Cada uno parecía tener una misión específica, y claramente yo era su objetivo.
No supe si quedarme en el taller o salir a saludar. Antes de que pudiera decidir, Esther se cruzó de brazos, enfrentándolos.
—¿Qué está pasando?
El mayor de ellos, un hombre alto con una postura imponente, habló primero.
—Nosotros deberíamos preguntarte eso —dijo, su tono firme pero no agresivo—. Luther nos dijo que un hombre rondaba tu taller, y luego papá anunció en el chat grupal que tienes novio. ¿Tienes algo que explicarnos?
Oh, genial. Mi presencia había sido reportada como si fuera un fenómeno extraño.
—¿De verdad, Luther? —dijo Esther, mirando a uno de ellos, que levantó las manos con una sonrisa inocente.
—¿Qué? Es información pública. Además, nunca le has presentado a ningún novio a nuestros padres.
Esther suspiró, como si esta escena fuera algo habitual. Luego, se giró hacia mí.
—Bueno, ya que están aquí, les presento a Santiago.
Ahí estaba yo, expuesto a la mirada de seis pares de ojos que parecían evaluarme con intensidad militar. Decidí enfrentarme al desafío y caminé hacia ellos con una sonrisa.
—Hola, mucho gusto. Soy Santiago.
El mayor, que luego supe era Spencer, extendió la mano. Su apretón fue firme, demasiado firme, como si estuviera probando mi resistencia.
—Spencer. Soy el mayor, y me aseguro de que Esther no tome malas decisiones.
Uno tras otro, los demás se presentaron, cada uno con un aire que dejaba claro su rol en esta "misión de inspección".
Adler, el estratega que luego supe que es abogado, tenía una mirada calculadora. Luther, el policía, parecía más relajado, pero sus palabras tenían un filo de advertencia. Casper el genio de la informática sonrió, pero sus preguntas fueron directas: "¿Qué intenciones tienes con mi hermana?" Enger, callado pero intimidante, me escaneó de arriba abajo como si fuera un detective. Y Chester, el ingeniero, el más relajado, ofreció una sonrisa amistosa que, de alguna manera, no aliviaba la tensión.
La sala estaba llena de energía densa, y aunque intenté mantener la calma, podía sentir cada gota de sudor recorriendo mi espalda.
—¿Qué haces, Santiago? —preguntó Adler, con un tono tan serio que casi me hizo reír por los nervios.
—Trabajo en diseño de sitios web —respondí, tratando de sonar lo más tranquilo posible—. Puedo trabajar desde cualquier lugar, lo que me permite estar aquí con Esther.
—¿Desde cualquier lugar? —intervino Luther, levantando una ceja—. Eso suena como que tienes demasiado tiempo libre.
—Más bien, soy eficiente con mi tiempo —respondí, intentando mantener la compostura.
El resto de la tarde fue un huracán de preguntas, bromas y comentarios protectores. Spencer lideraba, pero todos se turnaban para ponerme a prueba. Sin embargo, algo empezó a cambiar cuando Adler preguntó si hay alguien en mi vida y les tuve que contar sobre mi accidente. Entre los chistes y las preguntas incómodas, sentí que la tensión disminuía.
Incluso Luther, que al principio parecía el más desconfiado, se relajó lo suficiente como para bromear conmigo sobre mis habilidades en karaoke cuando Esther mencionó las reuniones familiares.
Cuando finalmente se fueron, Spencer me estrechó la mano una vez más.
—Pareces un buen tipo. Pero aún estaremos observando.
Esther cerró la puerta y se giró hacia mí con una sonrisa divertida.
—¿Siempre son así? —pregunté, soltando un suspiro de alivio.
—Solo cuando quieren intimidar, pero da gracias que no trajeron a mis primos —respondió ella, cruzándose de brazos—. Pero creo que te fue bien.
—¿Con honores otra vez? —dije, sonriendo mientras me inclinaba hacia ella.
—Tal vez —respondió, con una sonrisa traviesa—. Ya veremos cómo te va en el próximo almuerzo familiar.
Reímos juntos mientras el taller volvía a llenarse de tranquilidad, aunque algo me decía que este solo era el principio de mi aventura con su familia.
Narra Esther
Estaba terminando de preparar la cena cuando decidí llamar a mis padres. Necesitaba contarles sobre lo que había sucedido esa tarde en el taller. Al principio me lo tomé con calma, pero a medida que la conversación avanzaba, mis hermanos se hicieron escuchar, y sabía que esto no iba a quedar en una charla simple.
—¡Mamá! ¡Papá! —dije, tomando aire antes de empezar—. Tienen que escuchar lo que hicieron mis hermanos.
Mis padres estaban al otro lado del teléfono, y aunque no podía ver sus rostros, podía escuchar las risas nerviosas al otro lado de la línea.
—¿Qué pasó ahora, Esther? —preguntó mamá, sabiendo que algo extraño debía haber ocurrido.
—Nada serio, solo... bueno, que mis hermanos decidieron sorprenderme en el taller, ¿y saben qué hicieron?
Hubo una pausa. Sabía que estaban esperando la respuesta.
—¿Qué hicieron? —dijo papá, con tono intrigado.
—¡Se aparecieron de la nada! Todos ellos, papá. ¡Todos! Y me dieron una sorpresa... de la manera más ruidosa y descontrolada posible. ¡Era como si hubiera entrado una banda de rock al taller!
—¿Qué? —se oyó la risa de mamá al otro lado—. ¿De verdad?
—Sí —suspiré—. Spencer lideró el ataque, y luego vinieron Adler, Luther, Casper, Enger y Chester. Todos con mil preguntas, querían saber si realmente podía confiar en Santiago. ¡Lo sometieron a un interrogatorio!
—¡Ay, mi madre! —dijo mamá entre risas—. Son como un ejército. Pero, ya sabes como son. Santiago, sabrá como ganárselos.
—Eso ya lo sé, mamá. Estoy bien, pero lo que me preocupa es lo que viene ahora. ¡Mis primos también se metieron en esto!
La línea se quedó en silencio un segundo. Luego, papá, con tono más serio, preguntó:
—¿Qué quieres decir con que tus primos se metieron?
—Sí, papá, porque en cuanto se enteraron, empezaron a llamarme. Querían "validar" la situación, como si fuera un trámite. Me dijeron que, antes de tomar cualquier decisión, necesitan su aprobación. Así que organizaron una cena para "conocerlo".
—¿Una cena? —mamá parecía sorprendida—. Pero, ¿en serio, Esther?
—Sí, pero aquí está la trampa —continué—. La cena será en el restaurante de Shane, y adivinen qué... solo se presentarán hombres. Ninguna mujer.
Hubo un silencio tenso por unos segundos antes de que papá hablara.
—¿Por qué solo hombres?
—Porque, según ellos, tienen que hacer todo "a la vieja escuela", como si las mujeres no tuviéramos nada que aportar. Además, ya les dije que, si yo no voy, Santiago tampoco irá.
—¿Qué? —exclamó mamá—. Pero, ¿qué pasa con la parte de estar tranquilos y no presionar?
—No sé, mamá —dije, haciendo una mueca de frustración—. Ellos piensan que su aprobación es la única que importa. Y lo peor de todo, dicen que, si Santiago no va solo a la cena, no lo tomarán en serio.
La voz de papá sonó firme.
—Esther, solo es una cena.
—¡¿Qué?! —respondí, exasperada—. Si no lo hago, se pondrán aún más tensos. Pero aquí viene lo más interesante... cuando les dije que, si no iba, entonces él no iría, me respondieron que no importa. Lo que importa es que ellos tienen "sus métodos" y que no seré parte de esa cena, porque creen que la "presencia de las mujeres" podría confundir todo.
Había un silencio profundo del otro lado de la línea. Podía imaginarme a mamá sacudiendo la cabeza en desaprobación.
—¿Y qué vas a hacer? —preguntó papá, con tono comprensivo.
—¿Qué puedo hacer, papá? No quiero complicar las cosas más de lo que ya están. Sé que se preocupan por mí, pero no me gusta cómo lo están manejando. Solo quiero que Santiago y yo tengamos espacio para conocernos sin todas esas expectativas.
—¿Sabes qué? —dijo mamá, después de pensarlo un momento—. Los hermanos pueden ser muy protectores, pero tú eres adulta, y tienes derecho a elegir a quién tener en tu vida. No dejes que se interpongan en lo que tú sientas que es lo mejor.
—Gracias, mamá —dije, sintiéndome aliviada por sus palabras—. Aun así, sé que no voy a poder evitar que vengan con sus "pruebas".
—Bueno —dijo papá, con una risa cansada—. Si van a hacer su inspección, que sea en el restaurante de Shane. Al menos sabrás donde estarán. Pero recuerda, Esther, lo que importa es que tú decidas.
Asentí, mirando a Santiago que estaba sentado en el sofá con una expresión de curiosidad.
—Ya veremos qué pasa —respondí, suspirando. Sabía que esta cena sería más de lo que había imaginado, pero también entendía que era una de esas pruebas que los miembros de la familia hacen para proteger a los que quieren. Aunque no podía evitar preguntarme cómo Santiago se sentiría al enfrentarse a todos ellos.
Justo antes de colgar, mamá agregó con un tono de advertencia.
—No te olvides de que, en el fondo, todos te queremos. Y si Santiago es lo que tú necesitas, entonces lo aceptaremos. Solo no dejes que te hagan sentir como si tuvieras que elegir entre tu familia y tu corazón.
Me sentí algo reconfortada al escuchar esas palabras. Sabía que mi familia era complicada, pero también sabía que mi felicidad importaba para ellos. Sin embargo, el hecho de que tuvieran que hacer todo un evento formal solo para "aprobar" a Santiago me daba un poco de miedo. Pero no podía retroceder. Tenía que confiar en mi decisión, y en él.
La cena de Shane estaba a punto de convertirse en todo un espectáculo.
NOTA: ESPERO SUS COMENTARIOS SI QUIEREN SABER SOBRE EL ENCUENTRO.
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