Capítulo 10


Narra Santiago

La carretera serpenteaba hacia el bosque de Bocjin en Belgrado, y con cada curva, una sensación de familiaridad me invadía como una sombra que se desplaza lentamente al amanecer. Esther iba a mi lado, su silencio era un bálsamo que me mantenía enfocado mientras el investigador privado conducía delante de nosotros. Al llegar al lugar del accidente, todo parecía terriblemente ordinario: una carretera bordeada de árboles altos, el aire frío cargado de un silencio opresivo. Pero para mí, ese lugar escondía las claves de una vida que apenas podía recordar.

Mientras el investigador examinaba el terreno, me quedé junto a Esther, observando cada detalle. Unas marcas borrosas en la carretera, pedazos de vidrio mezclados con tierra; Pequeñas señales de que algo había ocurrido allí, algo que había cambiado mi vida para siempre. Mi mente comenzó a llenarse de un cosquilleo inquietante. Cerré los ojos, buscando algo, cualquier cosa que pudiera recordar.

Entonces sucedió.

Una imagen se formó en mi mente, nítida como un relámpago que atraviesa el cielo oscuro. Me vi a mí mismo, más joven, más decidido. Estaba rodeado de personas cuyas caras eran borrosas, pero la intensidad de su presencia era innegable. Una voz grave resonó en mi cabeza, dándome instrucciones claras: "Tienes que asegurarte de que el paquete llegue a destino, pase lo que pase. Es una misión de alto riesgo. No confíes en nadie más".

Luego, otro destello: estábamos en un lugar desconocido, quizás un almacén o una base clandestina. Todo era rápido, caótico. Recuerdo una sensación de urgencia, como si el tiempo se estuviera agotando. Alguien gritó algo que no entendí, seguido de un estruendo ensordecedor y un destello de luz blanca que lo consumió todo.

Abrí los ojos de golpe, jadeando. Mis rodillas golpearon el suelo antes de que pudiera sostenerme. Esther estaba junto a mí en un instante, su mano firme en mi brazo.

—¿Estás bien? —su voz estaba cargada de preocupación, y aunque asentí, sentí que las palabras no bastaban para explicar lo que acababa de experimentar.

—Un recuerdo —logré decir, mi respiración aún irregular. —Estaba en una misión... peligrosa. Creo que... creo que estaba en algo grande, algo importante.

El investigador nos observa desde la distancia, aparentemente ajeno a mi colapso, mientras continuaba inspeccionando el área. Pero yo sabía que no encontraría nada más. Todo lo que necesitaba estaba dentro de mí, y poco a poco, comenzaba a emerger.

Esa noche, de vuelta en el apartamento, me senté en mi habitación, repasando los fragmentos del recuerdo. La imagen de mis compañeros, aunque borrosa, me perseguía. Sentía un extraño vínculo con ellos, pero también una sensación de peligro latente. ¿Quiénes eran? ¿Seguirían vivos? Y lo más importante, ¿por qué me habían encomendado esa misión?

Llamé al doctor Brown y le conté todo. Su respuesta fue meticulosa y calmada, como siempre.

—Santiago, lo que describe suena como un operativo encubierto. Si realmente estabas involucrado en algo así, es posible que haya personas que no quieran que recuerdes. Debemos proceder con precaución.

—¿Crees que está en peligro?

Sabía la respuesta. Había ese sentido de amenaza desde el instante en que desperté sin recuerdos.

—Es una posibilidad que no podemos ignorar —respondió el doctor Brown tras una breve pausa. —Si hay algo que estas personas temen que recuerdes, es probable que estén vigilando tus movimientos. Pero no estás solo en esto, Santiago. Esther y yo estamos contigo.

Colgué la llamada con un peso aún mayor en el pecho. No solo estaba enfrentando un pasado que apenas recordaba, sino que ese pasado podía traer consecuencias reales y peligrosas al presente. Miré la pequeña mesa donde había dejado los documentos del investigador. No eran muchos, pero representaban un primer paso. El problema era decidir si dar el siguiente.

Al día siguiente, mientras trabajábamos en el taller, Esther se acercó con un café en la mano y esa mirada serena que siempre lograba calmarme.

—¿Qué te dijo el doctor Brown? —preguntó con cautela, sentándose junto a mí.

Le conté todo, incluso mis miedos sobre las personas que podrían estar involucradas y las implicaciones de seguir investigando. Esther me escuchó en silencio, sus ojos fijos en mí, sin interrumpir ni una sola vez.

Cuando terminó, tomó un sorbo de su café y habló con la misma firmeza que siempre admiraba en ella.

—Santiago, entiendo que tengas miedo, pero detenerte ahora no hará que desaparezca. Si hay algo que estas personas no quieren que recuerdes, significa que tu memoria es importante. Tal vez incluso vital.

Su confianza era contagiosa, y por un momento, sentí que podía enfrentar cualquier cosa.

—¿Y si lo que descubro es demasiado? —pregunté en voz baja, más para mí mismo que para ella.

—Entonces no lo enfrentarás solo. Yo estoy aquí, y el doctor Brown y Amy también. No tienes que cargar con esto por tu cuenta.

Sus palabras me dieron el valor para tomar una decisión. Esa misma noche llamé al investigador privado y le pedí que profundizara más en las pistas relacionadas con mi misión, mi vida anterior y cualquier conexión que pudiera.

Narra Esther

Cuando Santiago me contó que había llamado al investigador privado, intenté no mostrar lo que sentía. Sabía que necesitaba respuestas, pero también me preocupaba lo que pudiera encontrar. Había algo en su determinación que me llenaba de admiración, pero también de un miedo latente. No quería que este viaje al pasado terminara hiriéndolo más de lo que ya lo había hecho. Además, de ese miedo latente de que él tenga alguien en su vida y al final, lo que estoy sintiendo se quede unilateral.

Cuando recibió la primera llamada del investigador, Santiago estaba conmigo en el taller. Ya habíamos regresado de Serbia, mi familia no tenía idea de por qué había viajado, para ellos solo era turismo. No quería alarmarlos, puesto que el pasado de Santiago parecía ser muy peligroso.

La expresión de su rostro cambió drásticamente, y supe que algo importante había ocurrido. Me quedé en silencio mientras él hablaba, tratando de escuchar lo que pudiera sin ser indiscreta.

—Encontré algo —dijo finalmente, colgando la llamada. Había un peso en sus palabras que me hizo sentir que el aire se volvía más denso.

—¿Qué pasa? —pregunté, acercándome.

—Hay un hombre. Viktor Petrovic. Podría saber algo sobre mi pasado. Vive en las afueras de Paris.

Mi corazón dio un vuelco. Paris no solo estaba lejos, sino que también sonaba como el tipo de lugar donde los secretos no se desenterraban sin consecuencias.

—Si vas, yo voy contigo —dije, sin dudarlo un segundo.

Santiago intentó protestar, pero lo miré directamente a los ojos. Sabía que no cambiaría de opinión, y él también. Desde el principio había estado con él en esto, y no pensaba dejarlo solo ahora.

---

El viaje fue tenso. Había una quietud extraña en Santiago mientras conducíamos por las carreteras que nos llevaban hacia la casa de Viktor. Yo también estaba nerviosa, pero intentaba no demostrarlo. Había algo en la idea de enfrentarnos a alguien que conocía su pasado que me ponía los pelos de punta. ¿Y si este hombre no quería hablar? ¿Y si todo esto terminaba en algo peligroso?

La casa estaba en una zona rural, rodeada de campos y una arboleda tan densa que parecía un muro natural. Al llegar, me bajé del coche junto a Santiago y sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Tocó la puerta, y un hombre mayor abrió. Su cabello gris y su mirada astuta me dieron la impresión de alguien que siempre estaba calculando.

—¿Quién eres? —preguntó en serbio, su tono cargado de desconfianza. A pesar, de estar en París.

Santiago le respondió en el mismo idioma. Apenas entendí algunas palabras, pero capté el nombre del "Proyecto Mentis Labyrinthus:". El hombre pareció congelarse por un momento, y luego nos hizo entrar rápidamente.

El interior de la casa era sencillo, pero no había nada ordinario en ella. Mapas y documentos cubrían las paredes, como si hubiera estado trabajando en algo importante durante años. Viktor nos indicó que nos sentáramos, y después de observarnos detenidamente, comenzó a hablar en inglés.

—No esperaba que alguien del pasado viniera a buscarme, mucho menos tú —dijo, mirando a Santiago.

—¿Qué sabes de mí? —preguntó Santiago, su voz firme, pero con un toque de ansiedad.

Viktor suspiró antes de responder.

—Eras uno de los mejores. Tenías una habilidad especial para infiltrarte donde otros no podían. Pero algo salió mal. Hubo traición, caos... y luego, el accidente. La última vez que supe de ti, pensé que estabas muerto.

Vi cómo las manos de Santiago temblaban ligeramente. Quise tomar su mano, darle apoyo, pero sabía que necesitaba concentrarse.

—¿Qué era el Proyecto Mentis Labyrinthus? —preguntó.

Viktor se inclinó hacia adelante, como si las palabras que estaba a punto de decir fueran un secreto demasiado peligroso.

—Era un experimento que estaba en auge, por lo que te asignaron en esta misión. Un intento de controlar la información crítica mediante operativos como tú. La agencia para la cual trabajas es muy importante internacionalmente, reclutan los mejores. Cuando surgen situaciones peligrosas para los gobiernos o estados de un país, normalmente localizan la agencia secreta. Así es como llegaste a ese proyecto, para buscar las pruebas y poder destruirlo. Pero el proyecto era más oscuro de lo que imaginaban. Usaban personas, sus mentes, como bancos de datos vivientes. Tú fuiste uno de ellos, Santiago.

Sentí que el aire abandonaba la habitación. Santiago estaba pálido, y sus labios apenas se movieron cuando preguntó:

—¿Qué quieres decir?

—Tu memoria no está perdida, solo está bloqueada —respondió Viktor, con un deje de pesar en su voz. —El accidente pudo haber sido un intento de borrar lo que sabías o eliminarte, pero algo quedó intacto. Y ahora que recuerdas partes de ello, es probable que los responsables también lo sepan.

Mi corazón se aceleró al escuchar esas palabras. ¿Quiénes eran estos responsables? ¿Y hasta dónde llegarían para proteger sus secretos?

Santiago respiró profundamente antes de formular su última pregunta.

—Si lo que dices es cierto, ¿cómo puedo recuperarlo todo?

Viktor lo miró fijamente, como si estuviera evaluando si podía confiar en nosotros. Después de un largo silencio, finalmente respondió.

—Hay formas, pero ninguna es segura. Si decides continuar, debes estar listo para enfrentarte a cosas que podrían ser demasiado grandes para manejar solo.

Miré a Santiago y encontré en sus ojos la misma determinación que había visto desde el principio. Sabía que no iba a detenerse, y yo estaría a su lado, pase lo que pase.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top