EPÍLOGO

EPÍLOGO
Cuando Jack despertó, en la mañana del domingo     quince de Octubre, lo primero con lo que se encontró fue con un hermoso sol veraniego que entraba por la ventana de la habitación de su casa, la misma ventana que él había contemplado tantas y tantas veces al despertar antes de que toda aquella maldita pesadilla comenzara, y que lo hacía sentir feliz.
Lo segundo que vio tras apartar la vista del bello amanecer fue a Melina, vestida con unos pantalones ajustados y un sujetador rojo, quien se hallaba de pie al lado de su cama, y lo miraba con aquellos misteriosos ojos suyos y una sonrisa en el rostro.
-¿Qué... qué sucedió? –preguntó el detective.
-Nada –repuso la joven-. Sólo que logramos que cierto demonio se largara, probablemente para siempre.
Jack sintió una extraña y súbita alegría.
-¿En verdad lo hiciste? –preguntó entonces-. ¿Lograste destruirlo?
Ella negó con la cabeza.
-No, destruirlo no, pero se ha ido, y ambos lo hemos hecho. Es más, si he de ser completamente honesta, debo admitir que tú tienes más méritos por eso que yo.
El detective se incorporó, sentándose sobre la cama.
-Ya veo, aunque aún hay cosas de todo esto que no comprendo, Mel.
-¿Por ejemplo?
-Bueno, no es que importe, pero no logro entender cómo es que lograste matar tan fácilmente a mi abuela, que era una...
-¿Una bruja? –lo ayudó Melina-. Sí, matarla a ella fue mucho más fácil que a Cindy, pero eso fue porque a pesar de ser más vieja, tu abuela era mucho menos poderosa que aquella maldita.
-¿De veras?
Melina asintió.
-Cindy era un monstruo, no un ser humano ambicioso como tu abuela. Donde tu abuela deseaba inmortalidad, Cindy deseaba poder; donde tu abuela pactó con el demonio Kulmir, Cindy le entregó su cuerpo, dejó que la hiciera suya, su mujer, su puta, por así decirlo. ¿Ves la diferencia?
-Creo que sí –repuso Jack-. ¿Y qué hay de lo que ocurrió luego?
-¿Qué –preguntó la joven.
Él se rascó la cabeza, dudoso.
-Bueno, lo que ocurrió cuando tu hechizo y el de Kulmir chocaron. Fui teletransportado a otra parte, ¿sabes? No puedo decir si fue un sueño o no, pero...
-Ah, eso –ella se echó a reír-. No fue un sueño. Lo que te ocurrió fue algo parecido a una proyección astral. Tú querías ayudarme a detener al marqués, y tu espíritu, una parte de ti sobre la que aún no tienes control, reaccionó lanzándose hacia la puerta que separa nuestro mundo del plano demoníaco.
-Guagu –repuso Jack-. No suena como algo que yo podría hacer cuando quiera.
Melina negó con la cabeza.
-No, no puedes. Esta vez lo conseguiste gracias a una poderosísima mezcla de emociones, pero es poco probable que se repita. Claro, con el adiestramiento adecuado tal vez dominarías esa habilidad, pero estás muy viejo para ser formado como mago.
Jack se echó a reír.
-Bueno, no quiero serlo de todos modos. Lo que en verdad me alegra es que esta maldita pesadilla haya terminado por fin. Ahora mi hermana podrá descansar en paz, ¿verdad?
-Sí, así es. Al matar a tu abuela anulamos los efectos del pacto diabólico. También puedes quedarte con la casa, si quieres, y ya no hay ningún motivo para que tus hijas sigan lejos.
-Te lo agradezco mucho, Mel.
-No me lo agradezcas –la pelirroja se acercó a la cama, de manera que los labios del hombre acariciaron su estómago desnudo-. Pero aún hay algo que me gustaría que hiciéramos antes de dar todo esto por acabado. ¿Quieres?
-¿Si quiero? –él la agarró por la cintura, la levantó como si no pesara nada y se recostó nuevamente en la cama, con el cuerpo de la pelirroja sobre el suyo y los labios de ambos casi tocándose-. Es lo que más he querido desde que volvimos a vernos. Ella rio, e iniciaron una larga danza de besos y caricias.
Unas horas más tarde, el misterioso Audi negro que había llegado hacía algunos días al pequeño pueblo de Buenaventura lo abandonaba por una carretera asfaltada, siendo conducido por una bella pelirroja que, sin que nadie lo supiera, había librado aquella pequeña comunidad de un destino vinculado a la voluntad de un maligno demonio. Los lugareños recordarían aquel Octubre como el más sangriento, extraño y escalofriante de sus vidas, pero nada podía hacerse sobre eso, el mundo era como era, no se podía cambiar.
La chica se había marchado un poco después de hacer el amor con Jack, sin despedirse de él, porque algo en su interior le decía que aquella batalla había sido sólo la primera de muchas que librarían juntos, que aquel hombre representaría un papel clave en su vida para poder resolver todos los asuntos inconclusos que aún quedaban en ella.
Claro está, uno de aquellos asuntos, el más importante de todos, era Atali, la amiga perdida de Melina desde hacía más de cincuenta años, desde cuya desaparición, a manos de un marqués demoníaco, Melina había experimentado con todos los hechizos que había podido para hacerla regresar, sin éxito.
Sin embargo, lo que había sucedido el día anterior con la niña muerta había sido un indicio claro de que la hechicera desaparecida se había manifestado de alguna manera en el mundo humano, y aunque Melina desconocía por completo cuál era la manera, éste era un buen augurio.
Ahora que volvía a disponer de tiempo para trabajar, se aplicaría a estudiar lo sucedido, con la esperanza de que sus investigaciones la llevaran hasta el paradero de Atali.
Así, Melina se marchaba, con la satisfacción de una misión cumplida y la promesa de un futuro lleno de cosas por hacer, como la vencedora de una batalla que había parecido imposible de ganar, pero en la que al final habían prevalecido la fe, el amor y la valentía de un hombre muy especial.

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