Brother's Jealousy

—¡Ah, Malleus! ¿Otra vez te has escapado de palacio?

—... ¿Por qué ese bicho sigue aquí? ¿Aún no te has hartado de esa cosa?

Lilia acomodó entre sus brazos al pequeño bebé de pelo plateado y le dijo:

—No escuches, Silver, no lo dice en serio.

—Llevas seis meses jugando a "Mamás y Papás" con ese bicho. ¿Aún no se te ha pasado el capricho?—dijo Malleus mientras cruzaba los brazos sobre el pecho.

—Malleus, esto no es un capricho, por más que lo digas tú—Lilia sonrió mientras acariciaba una de las mejillas del bebé—. Es algo serio.

Malleus rodó los ojos, claramente molesto. Seguidamente, olisqueó el aire, notando un fuerte olor.

—¿Se está quemando algo?

Lilia ladeó la cabeza antes de olfatear él también, para después, abrir los ojos como platos y exclamar:

—¡La comida!

El ex general dejó al bebé sobre la mecedora del salón y desapareció por la puerta de la cocina mientras exclamaba:

—¡Vigílalo un momento, por favor!

Antes de que Malleus pudiera quejarse, Lilia ya había cerrado la puerta de la cocina, y seguramente, se encontraría apagando el fuego y llenando de agua la comida quemada. Una mueca de repugnancia se dibujó en los labios del príncipe antes de mirar al bebé, que lo miraba con curiosidad mientras movía los labios hacia delante y atrás, moviendo así el chupete que tenía en la boca.

Malleus alzó una ceja antes de mover una mano, ponerla en posición de garra y gruñir, simulando ser una bestia. Silver no se inmutó, permaneció impasible y mirando al mayor. Malleus se acercó al bebé y repitió el movimiento, pero con ambas manos y con un gruñido mayor, únicamente logrando que el bebé riera y alzara las manos arriba y abajo, contento.

—¿Por qué te ríes? Soy un monstruo feroz, doy miedo. Roar—susurró Malleus, tratando una vez más de infligir temor en Silver.

El bebé, sin embargo, extendió sus manitas hacia Malleus, tratando de alcanzarlo, por lo que el príncipe retrocedió, asqueado.

—Te odio, bichito—susurró el príncipe, cruzando de nuevo los brazos sobre el pecho.

Lilia abrió entonces la puerta de la cocina, dejando ver que tenía la cara llena de hollín.

—He salvado una parte de la comida. Listo—el ex general hizo una gesto de sacudirse las manos la una con la otra antes de acercarse a Silver y tomarlo de nuevo en brazos—. Papá ha salvado la comida, pequeño.

Silver sonrió y se abrazó al pecho del adulto, que acarició su espalda con cuidado.

—¿Papá? ¿En serio?—Malleus alzó de nuevo una ceja.

—Bueno, lo estoy criando yo, así que soy como su papá. ¿Verdad que sí, Silver?—Lilia miró al bebé, quien como respuesta, dio la vuelta a su chupete con la lengua, haciendo reír al adulto—. Me tomaré eso como un sí—después, se giró hacia Malleus y añadió—: Así que ahora, es como si fuera tu hermanito.

Malleus entreabrió los labios con sorpresa antes de chasquear la lengua y decir:

—Yo no comparto sangre con ese bicho. No es mi hermano.

—Vas a caer tarde o temprano~—canturreó el ex general mientras mecía a Silver con sus brazos.

—Me voy de vuelta al palacio. Paso de tener que estar soportando esto—contestó Malleus, dirigiéndose a la puerta de la casa.

—¡Di adiós, Silver!—Lilia tomó uno de los bracitos de Silver con cuidado, haciendo que agitara la mano.

Malleus se dio la vuelta unos segundos para mirar a la criatura, para después, poner de nuevo los ojos en blanco y salir de la casa, cerrando la puerta detrás de él.

—Bueno, ya se ha ido. Ahora toca comer, pequeño—dijo Lilia mientras recostaba de nuevo a Silver en su pecho, haciendo que el bebé apoyara el mentón en su hombro.

Mientras el adulto lo cargaba hasta la cocina, Silver miró con sus grandes ojos de aurora cómo Malleus se alejaba de la casa, lo que hizo que el bebé extendiera su manita, como si intentara atraparlo, y gorjeara, como pidiendo que esa persona que no era su padre volviera.

*

—¿Aún?

La siguiente vez que Malleus volvió, se encontró a Lilia jugando con Silver en el suelo con unos caballos y caballeros tallados en madera y muñecas hechas de paja y hojas de los árboles.

—Ah, hola. Ahora soy una damisela en apuros que espera ser salvada por el caballero en su brillante armadura, ¿verdad, Silver?—dijo Lilia, a lo que el bebé respondió moviendo uno de los caballitos de madera.

El príncipe se mordió el labio inferior, ocultando una risa, antes de cerrar la puerta a sus espaldas y agacharse junto al adulto.

—¿De dónde has sacado esos muñecos?—preguntó, borrando el atisbo de sonrisa de sus labios.

—Los he hecho yo. Impresionante, ¿cierto? Tienen articulaciones móviles y todo—respondió Lilia, moviendo la muñeca que tenía en su mano derecha hacia Silver y después, decir con falsete—: "Oh, Caballero de Luz, sálvame de la temible bestia que me tiene prisionera".

Silver gorjeó, contento, antes de alzar el caballito con el caballero en el lomo y moverlo en dirección a la muñeca de paja.

—Están muy bien hechos, pero no diría lo mismo en cuanto a talla se refiere—comentó Malleus, frunciendo el ceño.

—¿Y eso lo dices porque...?

—La madera de las figuras tiene un par de hebras sueltas, lo que puede llevar a que tú o el bicho os clavéis astillas al agarrar las figuras.

—No es cierto, lo dices por envidia—bromeó Lilia.

—Tengo razón—Malleus miró al bebé, que asintió mientras aplaudía—. ¿Ves? El bicho me da la razón.

Lilia rio antes de ponerse en pie, dirigirse a un mueble, abrir un cajón y sacar una lima, para después, extendérsela a Malleus.

—Pues lima la madera, a ver si consigues quitarle las astillas.

Malleus frunció el ceño y tomó la lima antes de arrebatarle el caballito a Silver y comenzar a limar asperezas para quitarle las posibles astillas al juguete. De tanto en tanto, alzaba un poco la vista para mirar al bebé, quien, si bien al principio parecía que iba a llorar porque le habían quitado su caballito, ahora miraba con curiosidad la tarea que Malleus realizaba.

—Hala, bicho, aquí tienes—dijo el príncipe antes de extenderle el juguete al bebé, que aplaudió antes de tomarlo con sus manos y montar sobre él a la princesa hecha de paja.

El hada alzó ambas cejas antes de coger el resto de juguetes de madera y limarlos como había hecho anteriormente con el caballito. En apenas cinco minutos, el resto de figuras estaban listas, y ahora, ni Silver ni Lilia correrían peligro al tocarlas.

Hablando de Lilia, el ex general sonreía desde la mecedora en la que se había sentado, con las piernas pegadas al pecho.

—Vaya, pues es verdad que tenían astillas. Muchas gracias, Malleus, tu hermanito ya no sufrirá por clavarse una—dijo mientras apoyaba la barbilla sobre las rodillas.

Al escuchar eso, Malleus frunció de nuevo el ceño, se puso en pie y tras dejar la lima sobre la mesa, salió de la cabaña, decidido a volver a su castillo.

Mientras, Silver frunció las cejas en un gesto apenado, mirando la puerta cerrada por la que había salido el príncipe.

—Ya, ya, Silver, ya sabemos que lo echas de menos—Lilia suspiró al mismo tiempo que se ponía en pie y se acercaba a su hijo, agachándose a su lado.

El bebé frunció los labios y gorjeó mientras tomaba entre sus manos la figura del caballero, para después, señalar la puerta.

—¿Qué intentas decirme? ¿Que Malleus es el caballero en brillante armadura?—Silver negó antes de tomar la muñeca de la princesa y juntar ambos, para después, señalar la figura de la bestia—. Niño, ¿qué quieres que...? Oh, ¿quieres que haga una muñeca de Malleus?

Silver respondió dejando las muñecas en el suelo y llevando sus dedos índice a su frente mientras sonreía.

—No tienes ni un año y ya eres muy listo—Lilia sonrió mientras tomaba en brazos a su hijo y se dirigía con él a la sala en la que guardaba la madera con la que tallaba sus muñecos.

*

Cuando Malleus volvió la siguiente vez, se encontró con que la casa estaba en total silencio, por lo que andó con cautela tras cerrar la puerta.

Vio a Lilia durmiendo en la mecedora, con las piernas cubiertas con una manta. A su lado, en una cuna, Silver tenía los ojos abiertos y las manos extendidas hacia arriba, ansiando que alguien lo tomara en brazos.

Malleus se acercó en silencio, esperando que el niño se asustara al verle, pero al contrario de lo que pensó, Silver sonrió al verlo y gorjeó, contento.

—Lilia me dijo que dormías mucho, ¿por qué siempre estás despierto cada vez que vengo?—susurró el hada mientras hacía una mueca de asco.

Silver rodó sobre sí mismo para apoyar sus manitas en el colchón de la cuna, para después, sentarse sobre el mismo y alzar sus manos hacia Malleus.

—No te pienso tomar en brazos, bicho. Qué asco—susurró Malleus, negando varias veces con la cabeza. Sin embargo, pensó en la posibilidad de que el bebé llorara por no ser tomado en brazos y despertara a Lilia, por lo que se resignó, suspiró, y tomó al niño entre sus brazos.

Silver se sorprendió al notar cómo era cargado por unas manos algo frías, pero no se disgustó, sino que volvió a sonreír y se apoyó en el pecho del hada. Después se aferró a los hombros de Malleus, obligándole a agachar la cabeza, para después, tocarle los cuernos con las manos y acariciarlos, como notando lo preciados que eran para el príncipe.

—¿Que estás...?—Malleus se interrumpió a sí mismo cuando notó a Silver pasando sus manos por sus orejas, tocando con los dedos la punta de sus orejas.

Después, Silver gorjeó y se acurrucó en el pecho de Malleus, generándole al príncipe una especie de sensación de calor reconfortante. El bebé cerró los ojos, con la intención de quedarse dormido.

Malleus entreabrió los labios y posó una de sus manos sobre el cabello plateado del bebé, que se aferraba a sus ropas. El príncipe agachó un poco la cabeza y en un susurro, comenzó a tararear una nana:

Umm, umm. Entonan las aves y dejan oír su canción, y en sus trinos se dicen: "Te quiero, te adoro con el corazón"—Silver alzó un poco la cabeza al escuchar la voz de Malleus cantarle una nana, pero después bostezó, y con una sonrisa, se volvió a acurrucar en los brazos del hada—. Quisiera un alguien que pueda escuchar mi cantar y responda...

Malleus se detuvo un instante al notar cómo el bebé comenzaba a respirar con más calma. El hada relajó su mirada, se inclinó sobre la cuna y continuó en una voz aún más baja mientras dejaba a Silver sobre la misma:

"Te quiero, te adoro". Y venga amoroso a por mí.

El príncipe observó a Silver durante unos segundos, notando cómo ya había caído rendido. Malleus se inclinó de nuevo sobre la cuna y tapó a Silver con la manta que había a sus pies, asegurándose de que el bebé estuviera bien cubierto.

Malleus alzó ambas cejas al ver la sonrisa que se acababa de dibujar en los labios del pequeño, lo que hizo que la sensación de calor en su pecho se generara de nuevo. El hada llevó una mano hacia el cuerpo del infante, pero la detuvo a medio camino. Frunciendo los labios, la apartó rápidamente y con el mismo sigilo con el que había entrado, se fue de la cabaña.

Sin embargo, en el interior de la casa, Lilia sonreía mientras abría un poco los ojos, habiendo sido testigo de lo que el príncipe había hecho.

*

Desde hacía un par de meses, se había hecho costumbre que Malleus viniera de vez en cuando a visitar a Lilia y que, "a regañadientes", se uniera a él en su cuidado a Silver. Si bien el príncipe decía que lo hacía por el ex general, éste intuía que, realmente, Malleus comenzaba a encariñarse con el bebé al igual que Silver lo había hecho con él hacía bastante tiempo.

Uno de esos días, Malleus se encontraba trenzando con unos alicates una minúscula corona de ramitas para la muñeca de la princesa mientras Lilia limpiaba la boca de Silver, habiendo terminado de darle de comer.

—No me puedo creer que al bicho no le haya dado una indigestión—comentó Malleus tras coronar a la princesa y dejar los alicates a un lado.

—¿Una indigestión? ¿Por mi comida? Pero si a Silver le gusta, no creo que esté tan mala. Aunque no sé por qué hoy ha comido poco...—dijo el ex general, girándose a ver al príncipe. Éste miró al bebé, que presentaba una mueca de asco, lo que hizo que se aguantara una risa.

Lilia se acercó a Malleus y dejó a Silver en el suelo, para después, dirigirse a la sala en la que creaba los muñecos para el bebé.

El príncipe miró al humano, que le sonreía mientras tomaba entre sus manos la muñeca de la princesa, recién coronada.

—¿Te gusta la corona?—preguntó el príncipe mientras Silver asentía—. Bien, porque si no te gustaba, te haría cosquillas una y otra vez hasta que te hartes.

Silver rio y Malleus no pudo evitar sonreír internamente. El príncipe se aseguró de que Lilia no miraba o estaba cerca y sacó de su bolsillo un pañuelo de seda, en el que había guardado algunas raíces comestibles que había tomado de la cocina de palacio.

—Son pequeñas y están blandas, así que deberían valer para alguien de tu edad. Se desharán en en cuanto las tengas en la boca—susurró el hada antes de acercarse a Silver y extenderle una de las raíces, en dirección a sus labios.

El bebé ladeó la cabeza, confuso, por lo que Malleus puso los ojos en blanco, y resignado, tomó a Silver por las axilas, lo sentó en su regazo y con cuidado, le abrió la boca y le dio de comer una de las raíces.

Silver miró a Malleus mientras pasaba la raíz de un lado a otro en su boca, pero sonrió al notar un sabor agradable en la boca, para después, tragar el alimento ya deshecho.

El príncipe tomó otra raíz y repitió la acción con el bebé mientras le decía:

—Si tengo que dejar que sobrevivas a base de la comida de Lilia, no vas a llegar ni a los cinco años, bicho. Pero que conste que esto lo hago por él, no por ti: me sigues cayendo mal

El bebé rio antes de abrir la boca para recibir otra raíz y aplaudir.

—Ah, ¿por fin estás llevándote bien con Silver?—Lilia se acercó a Malleus, con las manos a la espalda.

El hada ocultó rápidamente el pañuelo —sin nada que envolver, pues Silver ya se había terminado las raíces— y respondió mientras dejaba al bebé en el suelo:

—No, sólo quería ver algo que tenía en el pelo, y desde lejos no lo veía bien.

Lilia hizo un ruido de asentimiento antes de agacharse al lado del bebé y decirle:

—Silver, ¿le damos a Malleus su figurita?

Silver aplaudió y tomó entre sus manos un objeto que el ex general le había extendido. Después, el pequeño se giró hacia Malleus y dejó ante él una figurita de madera.

Malleus alzó una ceja y tomó la figurita, dándose cuenta que era una pequeña versión de él mismo; con sus cuernos y todo.

—¿Y esto?—preguntó.

—Silver quería que te hiciera una muñequita—respondió Lilia.

—Es imposible que el bicho te haya dicho eso.

—Pero es cierto. Cuando te fuiste una de esas veces en las que venías enfurruñado a visitarnos, Silver me indicó que quería que te hiciéramos una muñequita. ¿Verdad que sí, Silver?—Lilia se giró a ver al bebé, que asintió varias veces.

Malleus frunció el ceño antes de mirar la muñeca y contestar:

—Ah. Muy bonita—después, se puso en pie y se la guardó en el bolsillo del pantalón, para luego añadir—: Me voy ya.

—¿Eh? ¿Así tan repentinamente?—preguntó Lilia, pero Malleus ya se había marchado por la puerta.

Sin embargo, mientras el príncipe caminaba de vuelta a su castillo, se sacó la muñeca del bolsillo y la contempló de nuevo. Esbozó una mueca antes de guardársela en un bolsillo oculto de su chaqueta, cerca del corazón, y seguir caminando.

*

—¿Qué haces? Qué asco—comentó Malleus.

—¿Ahora besar a tu hijo es asqueroso?—preguntó Lilia mientras hacia una mueca y alzaba a Silver por las axilas, haciendo que el bebé riera de nuevo.

Malleus frunció el ceño y miró a Silver, con sus mejillas sonrosadas y una sonrisa amplia de oreja a oreja. El bebé humano aplaudió varias veces antes de que Lilia se lo acercara al rostro y le besara la frente, provocando que Silver riera una vez más.

—Cuando yo era pequeño no me mimabas tanto, ¿recuerdas?—dijo Malleus mientras avanzaba en dirección a Lilia.

—Ya, pero era porque me repudiabas. Nunca querías un beso o un abrazo—contestó el ex general mientras alzaba de nuevo a Silver en el aire y repetía la acción varias veces, como haciendo el amago de dejar caer al niño pero sin soltarlo realmente.

El príncipe frunció los labios, pues aunque no era mentira, tampoco era la pura verdad: cuando era pequeño, rechazaba esas muestras de afecto porque pensaba que Lilia se estaba pasando con las mismas, así que terminó pidiéndole que parara. Sin embargo, no esperaba que el general parara de verdad, lo que al final hizo que Malleus se guardara para sí mismo que seguía queriendo recibir cariño.

Malleus salió de sus pensamientos al escuchar reír a Silver, y movido por los celos provocados por aquel recuerdo del pasado, alzó la cabeza y dijo:

—Si lo mimas mucho, te va a salir muy blando el bicho.

—Malleus, es un bebé, y además, humano: obviamente voy a mimarlo en sus primeros años, y cuando tenga edad de sujetar una espada, comenzaré a ser un poco más duro—respondió Lilia, mirándolo—. Mientras tanto, seguirá siendo mi rabanito—añadió con un tono más suave, haciendo que el bebé gorjeara.

—¿Rabanito?—susurró el príncipe antes de sacudir la cabeza y decir—: ¿Y cómo va a sujetar una espada si ni siquiera sabe caminar?

—Ya aprenderá; no debería tardar mucho, de todas formas.

Malleus bufó, enfadado, y siguió diciendo:

—De verdad, considero que deberías ignorarlo un poco para que descubra la dureza de este mundo.

—¿Ignorarlo siendo un bebé? ¿Estás mal de la cabeza?—bromeó Lilia mientras fruncía el ceño.

—Recuerdo que a veces me lo hacías a mí para acostumbrarme, y mira lo bien que he salido.

—Oh, sí, hecho una bola de celos, mírate.

Al escuchar cómo Lilia había descubierto lo que sentía, Malleus frunció el ceño y apretó los puños mientras exclamaba:

—¿Y cómo quieres que esté si lo único que tienes en la cabeza es a esa bestia? Llevo visitándote dos meses seguidos sin faltar ni un sólo día, y lo único que te importa es ese bebé humano.

—Estás hablando de MI hijo—recalcó el ex general mientras dejaba a Silver en el suelo, sobre la alfombra—. Y si lo tengo en la cabeza, es porque aún es muy pequeño como para que lo entrene o "enseñe la dureza del mundo".

—Ese bebé no es tu hijo, es una mascota que recogiste por pena y que no quieres soltar—respondió el príncipe.

Lilia abrió los ojos como platos antes de fruncir el ceño y alzar la voz:

—¡Serás insolente! ¿Cómo te atreves a hablar así de mi hijo y en mi casa? ¡Que seas el príncipe no te da derecho a hablarle así a tu "hermano"!

—¡Ese bicho no es mi hermano!

—¡Sí lo es, aunque sea de sentimiento! ¡Te crié a ti y te cuidé muy bien, así que no sé por qué tienes celos de un bebé! ¡De un bebé, Malleus! ¡De un bebé que es mi hijo! ¡Y si vas a seguir insultándolo así sólo porque tienes unos estúpidos celos, entonces vete de esta casa y no te atrevas a pisarla de nuevo!

Malleus entreabrió los labios con sorpresa al escuchar cómo Lilia lo estaba echando de la casa, para después, fruncir el ceño de nuevo y gritar:

—¡Bien! ¡Quédate con ese bicho, y con esta cabaña cochambrosa y con tus estúpidas figuritas!—el príncipe sacó la figura de madera que Lilia había tallado para él hacía un par de días y la lanzó sobre el suelo con fuerza, haciendo que una de las piernas se desprendiera de la figura. Después, salió de la casa por la puerta abierta, dando grandes zancadas.

Lilia suspiró antes de musitar:

—Nada, Silver: otra vez tú y yo solos. Prepararé algo de comer para que se nos pase el disgusto—acto seguido, se adentró en la cocina, dejando en el salón al bebé.

Mientras las hadas se habían estado peleando, Silver había sido testigo de toda la pelea, incluida la ruptura de la figurita al caer contra el suelo.

Al ver que Malleus se alejaba, el bebé sollozó, tratando de llamar su atención, mientras se aferraba al marco de la puerta y hacía fuerza.

El príncipe frunció el ceño al escuchar el llanto del bebé, y cuando lo estuvo escuchando durante un corto lapso de tiempo, frunció los labios y vociferó mientras se daba la vuelta:

—¡Si tantos mimos le haces, entonces haz que se calle! ¡Acúnalo entre tus brazos y...!—sin embargo, las palabras murieron en su garganta al ver a Silver.

El bebé se había puesto en pie y había intentado dar unos pasos hacia él, con tan mala suerte de caer al suelo a los pocos pasos. Sin embargo, el bebé se volvió a poner en pie y lo intentó de nuevo mientras seguía llorando en silencio; quería llegar a Malleus e impedir que se marchara.

—¡Silver!—gritó Malleus, conmovido, antes de correr hacia el pequeño y tomarlo entre sus brazos.

Silver rompió a llorar al sentir al hada rodearlo de manera protectora y se aferró a la ropa de la zona de los hombros del príncipe.

Lilia se encontraba de pie, en la entrada de la cocina, y con los ojos como platos.

—Ha dado... sus primeros pasos—susurró antes de soltar el cucharón y correr hacia Malleus y Silver.

El príncipe acariciaba la espalda del bebé para tranquilizarlo mientras fruncía los labios, sintiéndose culpable. Ese bebé había tratado de ser su amigo en repetidas ocasiones, había tratado de hacer que le sonriera, había querido hacerle un regalo... y él lo había despreciado todo, e incluso lo había insultado.

Si bien anteriormente había actuado mal movido por los celos que sentía hacia el pequeño por quitarle a la persona más cercana a él, quien lo había criado, lo cierto es que hacía tiempo que sentía que no podía odiarlo más.

—Lo siento, Silver, lo siento—susurró el hada, disculpándose con el bebé—. He sido un idiota. Con lo bueno que has sido conmigo... y yo siendo tan ruin...

El bebé se separó un poco de Malleus, y al verlo a punto de llorar, tomó las mejillas del hada y las apretó levemente entre sus pequeñas manos, queriendo hacerle sonreír. El príncipe alzó la mirada, encontrándose con una sonrisa del pequeño acompañada de sus ojos brillantes por las lágrimas.

—¿Podrías perdonarme por ser un idiota, bichito?—susurró, esbozando una sonrisa que hizo que Silver se sorprendiera—. ¿Perdonarías a esta hada idiota?

—"Sí, al fin y al cabo, uno no puede controlar lo de ser idiota"—escuchó decir a alguien con falsete.

Ladeó la cabeza, encontrándose con Lilia frente a él. El ex general sonreía con labios temblorosos, quizá debido a la emoción de haber visto a su hijo caminar.

—Eso ha dolido—bromeó Malleus mientras le tendía el bebé al mayor.

Éste tomó entre sus brazos a su hijo y lo meció un poco, logrando adormecerlo. Sin embargo, el pequeño se mantenía aferrado con una mano a la ropa de Malleus, no queriendo que se fuera.

—Siento haber roto la muñeca, Lilia—dijo el príncipe.

—Podemos arreglarla con un poco de magia, no te preocupes: se puede solucionar—contestó Lilia mientras acariciaba el pelo plateado de Silver—. Y yo, al igual que Silver, te perdono por insultarme.

Malleus frunció los labios en una mueca para evitar que sus labios temblaran de nuevo y entró de nuevo en la casa junto al hada y al bebé, que sonrió al ver cómo su hermano mayor volvía con ellos.

*

3895 palabras.

Se suponía que este era un regalo de cumpleaños para Kagayaki--Hikari-Nyx aparte del cap. de Anastasia, pero se me pasó bastante porque no me venía nada y tenía que planificarlo todo antes de escribirlo.

Perdonad si las personalidades no son parecidas al canon, aún voy por el Episodio de Savanaclaw y lo único que sé de las personalidades de Lilia y Malleus son las escenas que tienen en Heartslabyul y Savanaclaw y de los spoilers que he leído/visto. Pero tenía que escribir este shot, así que...

Ah, la forma de actuar de Malleus con Silver está basado en algo relacionado con ambos; es bastante notorio, si te fijas, y más con el "bestia/bicho".

Bueno, Hika, disfruta del shot aunque ya no sea por tu cumple, y espero que el resto también lo disfrute <3

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