03 : brother and sister

       LUKE TROPEZÓ CON SUS PROPIOS PIES, ALEX SOSTENIÉNDOLO PARA EVITAR QUE CAYERA. EL CORAZÓN ME LATÍA CON FUERZA Y TEMÍ QUE SALIERA VOLANDO DE MI PECHO, mientras que Reggie, Alex y Julie pasaban sus miradas de mí a Luke, esperando. Yo también esperaba, pues no tenía más nada que decir. Mi garganta se había cerrado y la coherencia ya no existía en mi cabeza, y si abría la boca, algo malo podría pasar.

Luke me miraba y me miraba, sus ojos cafés abiertos de par en par. Durante unos segundos trató de decir algo, pero lo que sea que iba a decir, se lo calló y selló los labios en una línea recta. Ahora era difícil poder leer su rostro, no sabía si estaba sorprendido, molesto o asustado, aunque existía la posibilidad de que se tratase de las tres cosas juntas.

Comenzando a sentirme ansiosa, me pellizqué la palma de mi mano, libre de la cruz y solo con el casete del CD de Sunset Curve en la mano derecha. Tragué en seco, todavía con el nudo en la garganta, pero, por lo menos, el aire ya no se sentía pesado. Inhalé profundamente, esperando poder calmar mis emociones que estaban por todo el lugar, y entre todo eso, empecé a desesperarme.

Quería Luke hiciera algo. No me importaba qué, podía conformarme con lo que sea.

—¿Luke? —dije, y carraspeé al escuchar mi voz ronca. Luke no hizo nada más que parpadear en mi dirección—. ¿Vas a decir algo?

Luke se movió, echándole un vistazo a sus amigos, quizá en busca de apoyo. Alex murmuró algo entre dientes y logré captar algunas palabras de Reggie, forzándolo a hablarme. Le agradecí inmensamente.

Luke volvió a mirarme. El corazón me brincó por enésima vez en la noche, asustado y emocionado al mismo tiempo. Luke abrió la boca, parpadeó varias veces como si estuviera confundido y luego sacudió la cabeza.

—¿Luke...?

Luke me dio la espalda y desapareció.

Literalmente.

Trastabillé, sintiéndome sin aliento de repente. La mano de Julie voló hacia mi cintura, sosteniéndome. No me di cuenta de que volvía a temblar hasta que ella tomó mis manos con una sola e intentó de detener el temblor.

—Eh... nosotros... —Reggie parecía incómodo. Alex no sabía hacia dónde mirar—. Nosotros iremos a ver cómo está, ¿sí?

Su voz suave y compasiva me enfadó. No quería su lastima. Sin embargo, estaba mentalmente exhausta como para molestarme por ello.

Reggie asintió para sí mismo al ver que no respondía y tiró de Alex, pero antes de darnos la espalda y desaparecer como Luke, Alex se soltó y caminó hasta estar frente a mí.

—Para que conste —me dijo, una delicada, pero linda sonrisa iluminando su rostro—, creo que es increíble que seas su hermana. Haremos lo posible para que se dé cuenta, ¿te parece bien?

Los ojos me ardieron, llenándose de lágrimas. No podía hablar, las palabras las tenía enredadas en la lengua y el pinchazo en el corazón se estaba volviendo insoportable, pero asentí con la cabeza, agradeciéndole con los ojos. Alex me regresó el gesto y Reggie también me sonrió, despidiéndose.     

Cuando ambos chicos desaparecen igual que Luke, muy parecido a lo que sería teletransportación en las películas, sentí el cuerpo flojo, así que caminé con piernas débiles hacia el mueble más cercano y Julie me dio una mirada preocupada. La escuché llamando mi nombre, intentando atrapar mi atención, pero yo estaba lejos de salir de mi cascarón.

El mundo continuaba rodando a mi alrededor, el hermano de Julie, Carlos, entró y se burló de ella por estar hablando con fantasmas, pero al verme se calló. Me encogí y agaché la cabeza, haciendo mi mayor esfuerzo para que no se notara que estaba sollozando. Carlos murmuró que la cena estaba lista y me sentí aún peor, pues verdaderamente quería de los espaguetis de los Molina, pero he perdido el apetito.

Julie le dijo algo que no llegué a escuchar y Carlos se fue. Luego ella se arrodilló frente a mí, tomando una de mis manos entre las suyas.

—¿Cómo te encuentras?

Dolida. Confundida. Molesta.

—No lo sé —bufé, sorbiéndome la nariz.

—¿Qué puedo hacer por ti, Amber?

Su tono suave hizo que el corazón se me estrujara más, si es que eso era posible.

—Yo... am... —Aparté los ojos de ella, avergonzada—. No traje dinero y no quiero patinar de regreso a casa.

—Le diré a papá para que...

—¡No! —La detuve antes de que se alejara. Julie abrió la boca, pero hablé primero—. En serio, Juls, no quiero molestar. Con un Uber me basta.

—¿Segura? Papá puede...

Afirmé varias veces, callándola. 

Julie me observó por un rato, pensando, posiblemente dispuesta a objetar, pero luego de un minuto suspiró en rendición y aceptó. Dijo que iría por mis cosas que dejé en su habitación y pediría el Uber después. No me dejó que yo fuese quien buscara mi skate y mi bolso, y salió del estudio antes de que pudiera replicar.

Me hundí en el asiento, ojos cayendo al casete que ahora reposaba sobre mi regazo.

Sunset Curve.

Luke. Mi hermano.

Mi hermano el fantasma.

Ronqué una risa... que se convirtió en un gimoteó.

¿De verdad pasó lo que creo que sucedió? ¿O solo aluciné con conocer el fantasma de mi hermano muerto y sus mejores amigos? En mi cabeza repetí todo lo que acababa de pasar una y mil veces, desde encontrar el CD hasta revelar mi identidad al fantasma que lucía exactamente igual al chico de las fotografías en las repisas de mi casa. Se sentía tan irreal y a su misma vez, tangible. Verdadero.

Sintiéndome pesada, me levanté y caminé hacia la radio, sacando el CD y regresándolo a su paquete. Le perteneció a la madre de Julie, pero yo no lo quería soltar, ni ahora ni nunca.

Pasos se acercaron y yo, pensando que se trataba de Julie, no levanté la mirada. Entonces, otra voz habló.

—Carlos dijo que estabas llorando —Ray Molina, el padre de Julie, me miró preocupado—. ¿Qué pasó? ¿Estás bien?

—Claro que sí, señor.

Ray ladeó la cabeza, arqueando una ceja ante mí.

—¿De verdad crees que eso funcionará conmigo? Tengo una hija como tú, Amber. Ven, hablemos —me hizo un gesto mientras se sentaba en el sofá.

El sofá de Luke.

Rendida, hice lo que me pidió y me senté, cabeza agachada y casete entre las manos.

—¿Qué tienes ahí, eh?

—Lo encontré entre las cosas de su esposa —sonreí un poco—. Aparentemente era una fan de la banda de mi hermano.

—¿Esa era la banda?

Asentí. Luego fruncí el ceño, sintiendo mis ojos arder nuevamente.

—No creí que vería una de estas en mi vida. Mamá había tirado todos los CDS de Luke y su banda, y siempre me ha costado un montón poder encontrar uno. Y luego estoy ayudando a Julie y me tropiezo con esto y...

Cuando las palabras se me enredaron en la boca, el señor Molina me dio un amistoso apretón en el hombro, del tipo que papá me daba inconscientemente mientras leía su periódico un sábado cualquiera.

Dejé que Ray pensara que sufría por otro recuerdo de mi hermano muerto y no que, en realidad, lo conocí y creo que había sido la única y última vez que lo vería. No le dije que, visto de cierta manera, mis sueños han sido pisoteados y me sentía cayendo de la cima de mi montaña, rodando, rasguñándome, sangrando. Ni tampoco le confesé que siempre había querido tener algún recuerdo de Luke que no fuesen los que mamá y papá ya tenían, y ahora que lo había conseguido, estaba destruida.

—Dime —dijo Ray después de un rato—. ¿Cantaba bien, tu hermano?

Me sorbí la nariz, asintiendo.

—Bien, eso es bueno. Hubiera apestado que cantara horrible, ¿no?

Y, sabiendo perfectamente que era intencionado, me reí. El señor Molina me sonrió de vuelta, satisfecho.

Luego viajó una mano hacia el casete y lo empujó levemente hacia mí.

—Quédatelo.

—¿Qué? —susurré, alzando los ojos de golpe.

—Quédatelo, Amber. Has trabajado mucho por esto, te lo mereces.

—Pero era de su...

—Y como ella, eres una fan de la banda. Sé que a que a ella le hubiera gustado que lo tuvieras, sin importar que uno de los miembros era un familiar tuyo o no. La fanaticada se cuida entre sí, ¿no?

Afirmé enseguida, una sonrisa genuina apareciendo en mi rostro. Después, algo insegura, abracé al padre de Julie y él, sorprendido, se rió y me palmeó la espalda.

—Gracias, señor. Significa mucho.

—El placer fue mío, Amber. Ahora —Ray aplaudió—, ¿espaguetis?

Me encogí de hombros.

—Creo que es mejor que vaya a casa. Julie ya fue a pedirme un Uber. Pero quedamos para la próxima, señor. Sabe que por esos espaguetis muevo el mar.

Ray carcajeó.

—Para la próxima, entonces. Pero llamamos a Flynn también porque después me arranca la cabeza.





Julie me dijo que el viaje a casa ya estaba pagado, lo que me hizo sentir como una completa inútil. Podía pagarle al chofer en cuanto llegara, pero la puertorriqueña, testadura como ella sola, no me lo permitió y me abrazó como despedida. De alguna forma, Julie supo que esto era exactamente lo que necesitaba y alargó el abrazo un minuto o dos, murmurando un adiós cuando nos separamos. Me dijo que le mensajeara en cuando llegara y le prometí que así sería.

No me permití pensar en el camino de regreso, así que me obligué a concentrarme en las calles nocturnas de Los Ángeles hasta que entramos en mi vecindad y el chofer aparcó junto a mi casa. Le agradecí y le deseé buenas noches, y mamá y papá me sonrieron al entrar.

Aunque, claro, mamá me detuvo antes de poder refugiarme en mi habitación.

—¿Qué pasó, amor?

Agaché la cabeza, suspirando. Dios, estaba comenzando a hartarme de esto.

Me arrepentí de mis pensamientos en el instante en que cruzaron mi mente. Hablamos de mi madre, mi hermosa y dulce Emily, y nada de lo que ella hacía lo hacía con la intención de hacerme daño. Era una madre y como tal, se preocupaba por mí. Obvio que se daría cuenta de que algo estaba mal conmigo, si ni siquiera la saludé con mi usual beso en su frente.

Volviendo a sentir la pesadez en mi pecho, la encaré, encontrando sus ojos preocupados y llenos de amor a la vez. Sin embargo, papá fue quien notó lo que llevaba en la mano.

—¿Acaso es...? —Papá ahogó una exclamación, ojos abiertos de par en par.

Mamá bajó la mirada y se llevó una mano a la boca, murmurando un sorprendido y débil "oh".

—Amber, amor, ven aquí —me dijo abriendo los brazos para mí, y yo no lo pensé. Dejé que su calor me envolviera—. ¿Dónde lo encontraste? Creí que ya no los vendían.

—Estoy segura que no. Estaba en casa de Julie, en el estudio de su madre. Creo que a ella le gustaba la banda.

Me alejé, pero no lo suficiente como para que los brazos de mamá me soltaran. No quería que lo hiciera, pues me seguía sintiendo cayendo a lo profundo.

—El señor Molina me dejó quedármelo. Solo pude escuchar un poco, pero sonaba bien —alcé el casete y mamá, con dedos temblorosos, lo tomó—. Escucharé el resto después, me gustaría saber el estilo que usaban y... Oh Dios, ¿puedo hacerlo, mamá? ¿Te importa si los escucho? ¿Si lo escucho a él?

—Oh, mi cielo —Mamá volvió a abrazarme, acariciando mi cabello. Yo me aferré a ella—. Claro que sí, amor. Claro que puedes. Oh, Amber, lamento mucho haber tirado los otros, yo... Mi bebé, claro, claro que puedes. Es tu hermano, por supuesto que puedes ponerlo. Explota las bocinas de esta casa si quieres.

Para cuando papá se nos unió, volvía a llorar. Estaba cien por ciento segura que el rímel de esta mañana estaba completamente arruinado.

—Haz lo tuyo, hija, y no te preocupes por nosotros —Papá me besó la sien—. Sabes que para todo lo que te propongas tendrás y tienes nuestro absoluto apoyo, ¿no? —Incapaz de responder, solo asentí. Papá volvió a besar mi sien, y de paso, también besó la de mamá—. Te amamos, Luna, con todo nuestro ser.

Mamá me acarició con más fuerza el cabello, pero no lo suficiente como para que duela.

—Mi luna, mi hija. Te amo.

Una vez más en esta noche, fui arrollada por mil emociones. Me sentía inmensamente agradecida por tener unos padres como los míos, sufría al punto de sangrar por lo mucho que los amaba y me avergonzaba saber que me han dado todo lo que he pedido sin que yo pudiera devolverles el favor. Dios, no los merecía.

No obstante, al mismo tiempo, estaba segura de que no encontraría un sitio que me diera tanto como mi hogar. Aquí yo era feliz, completa, y tenía todo y más de lo que pudiera pedir. Este lugar, bajo este techo, yo me sentía protegida, pues este era mi hogar, mi santuario, y nada ni nadie podrá quitármelo. Nada podía quitarme esto, ni mis padres o mis posesiones.

—Yo también los amo —alcancé a decir, el nudo em mi garganta insoportable a este punto—. Oigan, no cené. ¿Qué hicieron?

—Y así de sencillo destruyes el lindo momento —Papá se separó y mamá se echó a reír, secándose las lágrimas—. En realidad, no hemos cenado. ¿Pizza?

—Pizza.

—Pizza.  

Limpiando mis propias lágrimas, besé a mamá en la mejilla y papá fue a hacer el pedido, sabiendo que el pepperoni era la única pizza que se comía en esta casa. Nada más ni nada menos. Mamá volvió a preguntarme si me encontraba bien y, tras volver a besarla en la mejilla, le dije que sí, sincera esta vez. Murmuré una excusa y fui a mi habitación, cerrando suavemente la puerta.

Cuando me doy la vuelta, Luke estaba sentado sobre mi cama, manos escondidas en los bolsillos de su chaqueta. El skate se me cayó y yo pegué un respingo, tomada por sorpresa.

—¿Luna? —llamó mamá desde afuera—. ¿Todo bien?

Traté de no entrar en pánico.

—Sí, solo fue el skate.

—No te cayó sobre el pie otra vez, ¿no?

—No, mamá, esta vez no.

—Bien, no quiero pies enyesados en esta casa.

Me palmeé la frente.

Oh, mamá.

Entonces, caí en cuenta sobre quién estaba allí conmigo, en mi habitación.

No, su habitación. Era la habitación de Luke.

Mi hermano abrió la boca para decir algo, pero yo, cayendo en cuenta nuevamente de quién era —o qué, más bien—, conecté la bocina bluetooth a mi celular y le di a reproducir a cualquier canción que mi iTunes me recomendaba. Subí el volumen lo suficiente como para que no se escuchara algo aparte de la música, aunque no tan alto para no molestar.

—Ahora sí —dije, regresando mi atención hacia Luke.

—¿Qué es esa cosa? —preguntó él, apuntando al aparato que conecté a mi móvil.

—Es una bocina, pero miniatura. —La tomé y se la mostré, no muy segura de si podría agarrar algo—. No necesita algún cable para conectarse a mi celular, sino señal bluetooth. Aunque sí necesita cargarse porque la batería se le agota y ahí sí se conecta a un cargador.

Luke sonrió.

—Genial.

Al darse cuenta de que lo que hacía, sacudió la cabeza y dejó de sonreír.  Luego, silencio.

No queriendo que se sintiera presionado o algo, le di la espalda y guardé el skate dentro del closet, abrí las ventanas y revisé las tareas que tenía que hacer. Hice una mueca; son muchas.

Entonces...

—No quiero que esto sea incómodo.

Fruncí el ceño, girando sobre mis pies para mirarlo.

—Se volvería incómodo solo si lo haces incómodo.

—Cierto —asintió Luke, luciendo perdido—. Es solo que... estoy procesando, ¿me entiendes? Es... demasiado —Luke le echó un vistazo a la habitación. Luego regresó los ojos a mí—. Todo cambió, ¿no es así?

Supe exactamente a lo que se refería y enseguida ya estaba negando con la cabeza, acercándome para sentarme a su lado.

—No, Luke. Nada cambió. Todo sigue igual que antes —ladeé la cabeza—. Bueno, no lo sé del todo, ¿sabes? No sé cómo eran las cosas antes.

—A eso me refiero. No lo sabes porque no estabas aquí.

Me encogí de hombros, interesándome en mis manos.

—Supongo que no. Tienes razón.

—Aun así —dijo Luke y tuve que alzar los ojos cuando pausó—, algunas cosas siguen igual. —Apuntó con un dedo mi mural de discos—. Esos son míos, ¿no? Y ese peluche tiene nuestra camiseta. Le queda bien, por cierto. Y esa de ahí —Luke señaló un objeto—, esa de ahí es mi guitarra. Mi primera guitarra.

La miré.

Tenía razón. Sí era su primera guitarra. Clásica, con su nombre trazado en el diapasón en marcador blanco, y por la forma siempre pensé que un pequeño Luke lo había escrito, alguien que apenas lograba escribir bien de niño. Estaba algo rayada en el cuerpo y el clavijero estaba magullado, pero aparte de todo eso, el instrumento estaba en perfecto estado.

Y me gustaba así, medio cicatrizada. La hacía perfecta.

Regresé mi atención a Luke y lo vi observando toda la habitación ahora. Sus ojos pasaron del mural de discos a la repisa donde otros más estaban amontonados, el librero y mi mural de fotos, varias con Julie y Flynn y mamá y papá. Frunció el ceño cuando se concentró en el armario, cuyas puertas siempre estaban abiertas, y vio que la mitad de las prendas que colgaban eran sus camisetas y abrigos que guardé y usaba. No pasé por alto como miraba de reojo la propia camiseta de los Beatles que llevaba puesta.

Se levantó de la cama y me sorprendí que el colchón se sintió menos cargado, ahora soportando mi peso. Me pregunté cómo era eso posible, pero me olvidé de ello al ver que Luke se enfocaba en un marco de fotos que estaba sobre mi escritorio junto a mi laptop y algunos libros de la escuela, intencionalmente colocado bajo la lampara para que, una vez la encendiera, la luz iluminara la fotografía y la hiciera resaltar.

Éramos mamá, papá y yo... y Luke. Usé Photoshop para crearla e hice copias para mis padres y dárselos como regalos de navidad. También hice una copia para mí y allí estaba.

Y ahí estaba Luke fantasma observándola.

—La L en tu nombre —murmuró sin mirarme, todavía observando el marco. No la tocó, pero trazó su rostro eternamente sonriente con un dedo.

—¿Sí?

—Es por Luna, ¿no? Tu segundo nombre es Luna.

Parpadeé, tomada por sorpresa.

Y entonces...

—"Sweet dreams, my child, for you are my luna and my stars. Sweet dreams, my cub, for I will be here when you wake up. Sweet dreams, my little shooting star, for you belong with my luna. You are my luna and my stars, my luna and my stars, forever and always."

Me quedé muy quieta en mi lugar, el corazón en la garganta y la cabeza dándome me vueltas. Me tomó un buen tiempo poder encontrar la manera de unir palabras y formar una oración coherente. Una fría sensación me bajó por la espalda completa y la piel se me erizó.

—Esa es...

—La canción de cuna de mamá —Luke por fin se giró a verme y, Dios, cuánto dolor había en su mirada—. Me la cantó cada vez que me iba a dormir, incluso cuando ya era grande. Su mamá se la cantaba a ella de pequeña y siempre le había gustado cómo sonaba la palabra en español que en inglés.

Yo no me sentía respirando. ¿Estaba respirando? ¿Acaso había aire en esta endemoniada habitación?

—Amber Luna Patterson. Ese es tu nombre.

Enderecé la espalda, asintiendo.

—Lo es.

—Siempre me gustó la palabra luna —Luke ladeó la cabeza, apoyándose de mi escritorio con las manos.

Sin poder evitarlo, curvé las comisuras de mis labios en una pequeña sonrisa.

—A mí también me gusta.

—Y te sienta bien. El nombre, digo.

Ahora yo ladeé la cabeza, entrecerrando los ojos. Todavía sonreía.

—¿En serio?

Luke asintió. Juro que noté que trataba de no sonreír.

—En serio —aseguró.

Me dije a mí misma que era estúpido estar tan emocionada. Solo era un nombre. No importaba mucho... ¿o sí?

—Entonces —dijo, volviendo a llamar mi atención. Arqueó una ceja—.¿Hermano y hermana, eh?

Esta vez me permití la emoción. Me permití sentir que regresé a la cima de mi montaña y que mis sueños no fueron pisoteados. Me permití sonreír en grande, tanto que mis ojos se achinaron según noté en mi reflejo del espejo.

—Sí, Luke —murmuré, tratando de ocultar la felicidad—. Hermano y hermana.

Y Luke sonrió, grande y brillante.

Personalmente, de entre todos los capítulos que he hecho en Brother, este definitivamente es uno de mis favoritos. Yo veo a Luke y sé que él no sería del tipo que pelearía con Amber, no cuando ya había perdido tanto y la idea de tener al menos un familiar que pudiese verlo, le bastaba.

Es un pequeño spoiler, pero necesario para que entiendan. Plus, facts.

Confieso que los ojos se me aguaron escribiendo este capítulo. Creo que se lo comenté a alguna de mis amigas y me pidió que le diera un pedacito de lo que escribí, pero lo único que le dije fue que prepara los pañuelos.

Y lo repito, PREPAREN LOS PAÑUELOS. Esta historia incluye demasiadas emociones y va a ser abrumador. Se los juro. No quiero que sea así, pero tengo qué.

Además, ¿Amber y Luke? #SibilingsGoals
Literalmente muero por ese combo.

Ahora, la pequeña canción de cuna no existe. Yo la creé, y como entiendo que deben haber algunos lectores aquí que no saben inglés, aquí de las dejo en español:

« Dulce sueños, hijo mío, pues eres mi luna y mis estrellas. Dulce sueños, mi cachorro, pues estaré justo aquí cuando despiertes. Dulce sueños, mi pequeña estrella fugaz, pues perteneces con mi Luna. Eres mi luna y mis estrellas, mi luna y mis estrellas, por siempre y para siempre. »

Ya sé. Duele. Y es hermosa.

Also, preparen los audífonos porque en el siguiente capítulo cantamos a todo pulmón Bright, ¿me oyen? VAMOS A CANTAR.

Ha sido un placer darles este capítulo, espero que les haya gustado y, a mis lectores FANTASMAS, nada más les digo que a los únicos fantasmas que amo son Luke, Alex y Reggie (Willie y Caleb También). Así que VOTEN y COMENTEN.

Love,

Wolf Queen

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