Capítulo Tres: Los Senderos de la LLuvia


"Invita un amigo si no quieres aburrirte"

Esa fue la grandiosa solución que me dio Mila cuando le indiqué que no tenía ni la más remota gana de acompañarla en su salida con su prometida.

¿Qué iba hacer allí? ¿Tocarles el violín mientras de besuqueaban y tomaban de las manos?

En un principio, iba a ser el hermano de Sara quien las acompañara. Pero luego, la alfa en cuestión analizó mejor todo y se dio cuenta de que llevarlo sería algo problemático para ambas. Así que no tuvo mejor idea que suplicarle -aunque a mí me queda más que claro que "suplicar" no es precisamente lo que haría una alfa"- a mi hermana que me llevara con ellas.

No pude sino aceptar, después de todo, la venganza que tomaría la pelirroja si no accedía era bastante atemorizante. Esa mujer conocía mis debilidades y con el paso de los años me había quedado en claro que no dudaría en exprimirlas.

Luego de eso, ella abandonó mi cuarto y yo no pude hace nada sino dar vueltas por la mansión el resto del día.

Me hubiera gustado estar con Yuuri para quejarme, pero eran esos días del mes en los que él estaba "indispuesto" para cuidarme. Y desde luego, yo no era lo suficientemente ingenuo como para no darme cuenta que "indispuesto" significaba celo.

¿Y cómo no notarlo?

Si a veces me asomaba por el balcón y era capaz de notar un sutil, un ínfimo aroma a cerezos floreciendo, aún si no había un árbol de esos en kilómetros.

Era Yuuri. Nadie parecía notarlo y si lo hacían nadie me lo mencionaba, pero yo tenía claro que ese aroma era suyo.

Era divertido. A veces, en las reuniones de negocios donde todos traían a sus hijos, podía escuchar conversaciones sobre el tema. Impulsadas por el alcohol, pero conversaciones de todas formas. Las charlas le habían dejado clara la idea de que el aroma de un omega en celo encendía el hambre que cada alfa ocultaba en su interior. Un deseo voraz de devorar. Que el aroma de un omega en celo era simplemente irresistible y daban ganas de ensuciarlo, mancharlo, someterlo bajo la esencia propia.

Sin embargo, cuando yo percibía el aroma de Yuuri no sentía ni hambre, ni ninguna de esas cosas.

Al contrario de todo eso, me parecía lindo.

El aroma de flores en un ambiente frío como ese, me parecía realmente precioso.

Esa esencia floral me tranquilizaba. Me hacía sentir a gusto y por algún motivo, no tan solo.

Era tranquilizante, aún si luego sentía un ligero calor en mis mejillas y tenía que cerrar las ventanas. Nada cambiaría mi idea de que Yuuri era el único omega que me agradaba.

Él no me hacía sentir hambre. Era como si me diera esa agradable sensación de haber comido todo luego de haber estado mucho tiempo hambriento.

Sentir como... si ya no necesitara de otras cosas para sentirme bien.


Fue en esos días sin Yuuri, cuando la idea de a quien invitar me comenzó a acosar más y más.

O mejor dicho, la palabra "amigo" fue la que me descolocó por completo.

¿Tenía amigos?

El compromiso de Mila trajo muchos cambios en mi vida. Más de los que yo llegaba a imaginar.

A pesar de lo bruja que fuera conmigo a veces -como una buena hermana mayor- era ella la persona más cercana a mí.

Mila era algo así como mi mejor amiga.

Cuando salía, era con la pelirroja. En nuestras vacaciones, paseábamos juntos ¿Había que bailar en una fiesta? ¡No hay problema! Siempre podríamos buscarnos y bailar entre "accidentales" tropezones en los que nos pisábamos los pies. Para luego tomar asiento y reírnos un poco de ello.

No engaño a nadie. Yo realmente amo a mi hermana.

Ella siempre ha estado conmigo, apoyándome, cuidándome... queriéndome.

Desde las primeras palabras de bebé hasta los insultos hacia su persona los últimos meses.

Bueno, una vez oí decir, que las situaciones de vida o muerte unen estrechamente hasta a perfectos desconocidos.

¿Cómo no iba a sentirme atado a mi hermana, luego de ser los únicos supervivientes a ese accidente de auto que nos separó de nuestros padres?

Entonces la madurez llegaba y Mila se tenía que ir. Cambió las tardes de piano, por salidas a la ciudad con amigas que hizo en las fiestas en la mansión, cuando se aburrió de hablar conmigo y empezaron a enviarme con Georgi.

Sus labios adquirieron los colores de lápices labiales que hacían juego con los nuevos vestidos que compraba.

La había visto como mi hermana durante tantos años, que olvidé que ella también era una mujer. Una prometida.

Eso era ahora y me la estaban arrebatando. No precisamente Sara, si no la diferencia de edades.

Entones lo comprendí.

La idea cruzó por mi mente como un rayo, resonando como un relámpago. A veces las cosas se hacían tan claras de la nada, que me irritaba más el hecho de no notarlo antes en lugar de sentirme alegre de comprenderlo.

Me molestaba la idea de que Yuuri consiguiera pareja, porque significaría que nuevamente, estarían alejando a alguien que se preocupaba por mí.

Y no había nada de egoísta en eso. En el hecho de que me gustara sentirme un poquito de esa manera.

Querido.

Así que tal vez, sí había otra persona aparte de Mila con la que me sintiera a gusto paseando.


— ¿Puedo preguntar otra vez a dónde saldremos? — preguntó Yuuri, mientras apresuraba a ponerse su abrigo tal y como el joven Plisetsky le ordenaba.

— Ya te dije que no sé. Sara quiere sorprender a Mila o algo así, pero como todavía no están casadas tiene que ir alguien acompañándolas — mencionó Yuri, algo molesto. La idea de ver a su hermana en actitudes cursis con su pareja no se le hacía nada atractiva. Así que borrar esa cara de querer matar a alguien, era un lujo que él no se sentía capaz de darse—. Protocolos dinosaurios de mierda.

A pesar del lenguaje "soez" del menor, Yuuri no pudo sino mirarlo con cariño al momento en que lo vio probarse la bufanda roja que le había prestado hace meses.

Estar con el alfa de cabellos rubios, era como ser el guardia de una playa. A veces la marea era baja y el mar estaba tan tranquilo que sentía como si solo fuera una enorme laguna. Otras veces, era tan bravo que entre todos los oleajes temía que llegara a desaparecer cualquier rastro de la costa.

Lo que el omega no sabía, es que al igual que la marea, el temperamento de Yuri también dependía de alguien más. En el caso del alfa, su luna se llamaba Yuuri.

El de ojos marrones no tenía idea de qué vestir, aparte de su ropa usual. Las pocas veces que había salido, fue junto a su madre para comprar cosas que no se pueden conseguir en los terreros. O sea, supresores de celo.

La primera vez que salió, no vio mucho más que la inmaculada sala de un hospital y un doctor que lo trató como si tuviera una enfermedad infecciosa o algo así.

Pero no. Él no tenía ninguna enfermedad, simplemente era un omega en una familia pobre y con un aroma no desarrollado aún.

Aún recordaba con horror su primer celo y lo catastrófico que fue todo. Nunca se había sentido de esa manera, cubierto en sudor, fiebre y sensaciones que desconocía. Fue debido a eso que la dosis de supresores nunca más volvió a escasear, impidiéndole desarrollar uno nuevamente.

Un pensamiento fugaz se cruzó por su mente, y por el rabillo del ojo comenzó a observar el perfil distraído del joven alfa. Quien estaba muy concentrado observando el hogar del omega por primera vez, como para prestarle atención al dueño de casa.

De seguro, esas mismas dudas acomplejaban a Yuri. Si bien el mayor tenía más que claro que las cosas son muy diferentes entre alfas y omegas, la mayoría del tiempo le gustaba pecar. E imaginar que Yuri no era un alfa y que él no era un omega. Que podrían seguir siendo amigos a la larga y llevarse bien.

Que ambos podían fácilmente hablar de las mismas cosas sin que hubiera un tabú de por medio.

Un pequeño rubor se posó en las mejillas de Yuuri cuando el otro chico tomó una fotografía suya de niño, observándola. Al omega no le gustaba esa fotografía, no era un niño muy agraciado en esos años. O al menos eso le dejaba en claro su ex apodo "cerdito", impuesto por los otros niños de las casas circundantes.

Y es que Yuuri, era totalmente consciente de que él no era para nada llamativo. Mucho menos atractivo. Por algo fue él mismo quien suprimió hace varios años el indició de un amor hacia su mejor amiga, a quien ahora veía felizmente comprometida.

No supo en qué momento se quedó solo. El tiempo junto a Yuko se había reducido y él no se sentía cómodo interrumpiendo sus momentos de pareja ahora que estaba a la espera de casarse. Tampoco era como si tuviera muchos amigos, de hecho, no tenía ninguno.

Los días a solas en su hogar, esperando a sus padres, se hicieron más y más largos conforme pasaban los meses. Leer libros o practicar en el viejo piano de la casa. Hacer los quehaceres diarios para que sus padres no tuvieran más trabajo al regresar.

Sin embargo, el tiempo corría y todo se había vuelto monótono. Y no podía sino sentirse culpable por querer ser un poquito egoísta y robarse a una persona querida solo para hablar un rato. Para ahogar aquellos pensamientos densos que lo solían embargar, a base de amenas conversaciones triviales.

Por eso, cuando a pesar de no ser mayor de edad le ofrecieron ayudar en la mansión en una de las fiestas, Yuuri no pudo sino ocultar su alegría y aceptar.

Aceptar a pesar de las burlas.

Aceptar a pesar de los miedos.

Aceptar a pesar del nerviosismo.

Aceptar que necesitaba cualquier cosa que llenara su tiempo, solo para dejar de sentirse tan solo. Tan inútil.

Pero, como una parte de él sospechaba, Yuuri no era tan fuerte. Tenía un corazón susceptible a las palabras y unos ojos que gustaban de conmoverse hasta las lágrimas.

Pensó que sería su final cuando lo vetaron del salón principal, debido al ridículo que había hecho. Que no solo había decepcionado a sus padres, sino, que posiblemente tendría que volver a sus labores diarias hasta finales de año.

Entonces ocurrió...

— ¿Estás listo o no? —la voz ruda del muchacho rubio sacó al de cabellos negros de sus cavilaciones.

Una pequeña sonrisa se posó en sus labios, mientras terminaba de arreglarse y le daba alcancé al menor, quien no pudo más que mirar raro al omega. ¿Por qué sonreía así?

— Listo. ¿Vamos? No creo que la señorita Mila quiera esperar más — le indicó con suavidad, poco antes de adelantársele en salir de la casa.

Yuri le observó alejarse, dirigiéndole una última mirada a la foto que hacía poco había estado sosteniendo. Si bien físicamente no se parecían, esa sonrisa inocentona y dulce en la cara del mayor no había cambiado en lo más mínimo.


❀❄

— ¿El Kremlin? ¿Es en serio? Y yo que creí que vería algo nuevo —se quejó el joven alfa, desde el asiento trasero, mientras se echaba sobre este para poner los pies en el respaldo de su hermana.

Mila, quien iba en el asiento de co-piloto, no se preocupaba en disimular la molestia en sus feromonas cuando su hermanito parloteaba.Ya lo había hablado con Yuri en la mañana. Y es que Sara no vivía en Rusia como ellos y en todas las ocasiones, que tampoco eran muchas, solía ir directamente a la casa que poseían en San Petersburgo. Recién hace unos tres años comenzaron a visitar el país en los veranos e inviernos, así que ella no tuvo tiempo de visitar esos lugares.

Desde luego, su hermano no parecía comprender eso. Amaba al pequeño alfa rubio, pero bien que lograba sacarla de sus casillas. No tenía pelos en la lengua al momento de decir que la pubertad lo volvió un cretino en ciertos aspectos.

Miraba de soslayo a su futura pareja, la conductora, esperando ver una mueca de desagrado. Pero ella parecía realmente entretenida con los comentarios irritantes de Yuratchka y no dudaba en responderle, tratando de molestarte un poco.

— Y finalizaremos el recorrido en la Basílica de San Basilio ¿no te parece bien, hermanito? —la chica de tez morena echó una mirada por el espejo retrovisor, viendo como la cara del rubio se hacía una paleta de colores rojos al escucharla. — Mila dice que está bien que te llame hermanito. Aunque podría seguir llamándote Yuratchka. ¿Qué prefieres tú? —finalizó la pregunta en un tono melindroso.

Aprovechando el semáforo en rojo, dirigió una mirada más larga hacía la pelirroja, quien cubría su boca en un intento de contener la risa y a quién no dudó en regalarle un guiño.

—¿Sabes qué es lo que opino de tu "recorrido" turístico"...? —gruñó Yuri, preparando mentalmente un insulto que dejara callada a la chica alfa, cuando una voz mucho más suave intervino.

— Me parece una encantadora idea, señorita Sara. Si me permite ser honesto, yo tampoco he visitado ninguno de esos lugares —comentó Yuuri con visible vergüenza y una tímida sonrisa adornándole el rostro.

El omega había estado la mayoría del trayecto en silencio y mirando por la ventana. Bien sabía que sus actitudes le dejaban en claro a todos en el auto, que él no era mucho de salir. Así que, en pos de no llamar más la atención, optó solo por escuchar la charla en su mayoría.

Aunque sabía, que si no intervenía ahora, Yuri podía terminar volviendo densa la que sería una bonita tarde.

Se hizo un largo silencio, que logró poner nervioso al omega. Cuando una sincera y fresca risa por parte de la alfa, inundó el auto.

—¡Eres demasiado tierno, Yuuri! Si no fuera porque sé que cumplirás dieciocho, diría que eres incluso menor que Yuratchka —comenzó alegremente, mientras prestaba atención a la calle . Y no te preocupes, puedes tutearme. Claro, a menos que mi novia se ponga celosa.

Para Mila, la intervención de Yuuri no había pasado desapercibida. El niñero de su hermano, realmente estaba haciéndole bien. Así que se sentía lo suficientemente en confianza como para apoyar la idea de Sara. Y no solo eso, también pidió que la tuteara a ella, inclusive si tuvo que pelear un poco con el chico por eso. Yuuri era muy reacio a la idea en un principio, jurando que era una falta de respeto. Y vaya que costó convencerlo de lo opuesto, al menos duró los últimos veinte minutos de viaje.

Mila sentía la mirada penetrante de su hermano sobre ella, pero la ignoró a sabiendas de que eso sería lo mejor. Sin embargo, ya fuera del auto y aprovechando que tenían un minuto a solas con el alfa, no dudó en lanzarle un pequeño comentario que logró encender aún más la llama de molestia en el menor.

"Tranquilo, Yuratchka. Nadie te robará a tu niñero".

Luego de eso, como cuando eran niños, huyó de las maldiciones e insultos del menor. Refugiándose en los brazos de su pareja, quien hasta ese momento, tenía que seguir convenciendo a Yuuri de que tutearla no era nada malo. Al menos, en el país natal de Sara, las cosas no eran tan arcaicas como en Rusia. Así que cuando se llevara a Mila en sus vacaciones, podrían estar todo lo que quisieran a solas sin necesitar a alguien que las "vigilara".

La pelirroja sacó la lengua en dirección a su hermano, burlesca. Pero antes de que este pudiera reaccionar, el mayor de los chicos ya había rodeado el auto para acompañarlo. Bastó que Yuuri pusiera la mano sobre el hombro del rubio, para que este se notara más calmado.

Y es que todo el mundo notaba, el cambio que tenía el alfa desde que Yuuri se hizo cargo de su cuidado. O mejor dicho, desde que empezó a hacerle compañía.

"Uno de sus caprichos más acertados" mencionaba Nikolai de vez en cuando, en esos momentos en que quedaba a solas con su nieta mayor.

Y Mila no podía estar más de acuerdo.


❄❀

—Dios. Pensé que con un abrigo bastaría. ¡Y ahora siento congelado hasta el cerebro! —exclamó Sara, cuando ya llevaban cerca de diez minutos fuera del auto. Si no fuera porque los demás fueran conscientes de que el clima era algo crudo para quienes no estuvieran acostumbrados, de seguro creerían que era una treta para tomar la mano de su omega.

Aunque había que admitir, que a dos de los tres, eso no le importaba en lo más mínimo.

Si bien la época no era la que cargaba con nevazones, era usual que lloviera. El cielo se observaba despejado, pero aun así, el joven alfa tenía una mala sensación. Aunque el hecho de no haber traído paraguas -nadie en el grupo lo trajo realmente- hacía que quisiera convencerse de que solo eran imaginaciones suyas.

Las horas pasaban y el ánimo de grupo se amainaba a la par del aumento de fotografías que Sara tomaba. Yuri parecía haber mejorado su humor y parecía divertirse. Incluso si su expresión de pocos amigos decía lo opuesto, Mila y Yuuri podían reconocer las pequeñas señales que enviaba el alfa. Todas diciendo que se sentía más a gusto de lo que planeaba admitir.

Si bien, Sara no se molestaba en disimular su entusiasmo por la hermosa arquitectura. Yuri podía comprobar como su acompañante también estaba bastante en su mundo mientras observaba todo a su alrededor.

No lo culpaba, más bien, lo comprendía a la perfección. Hace un par de meses habían tenido una charla sobre eso, en la que Yuuri le había confesado que él había salido pocas veces de su hogar. La mayoría de las veces, para ir al doctor o comprar cosas. Así que Yuri podía hacerse una idea de que el omega jamás había visitado estos lugares y la mirada de asombro entremezclada con ilusión en los ojos de Yuuri era prueba más que suficiente.

Le gustaba mirarle de reojo, sin que el omega se diera cuenta. Acomodando la capucha de su chaqueta y escondiendo una sonrisa con su bufanda. Le gustaba el verano, era agradable. Pero el hecho de que ese fuera uno de los días más fríos de la estación también era algo que lo alegraba.

¿De qué otra forma, sino, podría ocultar tantas de las expresiones que no deseaba enseñar ni a su hermana, ni a Sara, ni muchos menos a Yuuri?

El mayor preguntaba cosas y el alfa respondía con confianza. Había paseado por allí tantas veces, que podía reproducir los diálogos de los guías turísticos de memoria. Y no dudaba en hacerlo, la atención que el mayor ponía en él le gustaba demasiado. El hecho de sentirse especial de alguna manera que no fuera solo por ser la próxima cabeza de la familia Plisetsky, era increíble.

Pero, por sobre todas las cosas, sentía que Yuuri no hacía esas cosas por la "obligación" de acompañarlo como niñero. Aunque entre pensamiento y recuerdos, Yuri terminó por sorprenderse al darse cuenta de que no podía distinguir el punto en que la relación con el omega dejó de ser un simple "Niñero y niño".

Era más íntimo y más cercano. Era algo de lo que podía sentirse sinceramente feliz.

—Todo esto es precioso, Yuri —comentó el omega, cuando por fin el grupo decidió sentarse a descansar.

O algo así, Sara se encontraba enseñándole las fotos a Mila, así que los chicos pudieron darse un pequeño momento para ellos también.

—¿Cierto? Al menos ahora sabes de lo que te estabas perdiendo —respondió el rubio en un tono orgulloso, que pudo incluso rondar con lo altivo.

—Bueno, tampoco es como si hubiera podido venir solo o esas cosas —agregó Yuuri, quitándose las gafas para empezar a limpiarlas con un pañuelo que había guardado en su bolsillo —. Ya sabes, no es seguro para un omega viajar solo y tampoco me hubiera gustado arrastrar a mis padres a este tipo de cosas. Y sobre Yuko y su...

—Su prometido. Bueno, a pesar de ser amigos, eso no lo hace menos incómodo ¿no crees? —concluyó Yuri. Bastó un intercambio de miradas para que se notaran en la misma situación. Si el alfa sufría con la idea de estar a solas con su hermana y la pareja de esta, no quería ni imaginarse a Yuuri acompañando a personas con las que no compartía ningún tipo de relación más que amistad.

"Amistad".

La palabra quedó resonando en la cabeza del menor, aun cuando Sara les indicó que era momento de seguir con su recorrido. Nada más bastaba la basílica y todo estaría hecho.

Luego de cruzar la Plaza Roja, lo mejor fue tomar nuevamente un descanso. A diferencia de los alfas, tanto Yuuri como Mila se habían agostado con tanto trajín. En especial la pelirroja, quién comenzaba a dudar de si su cerebro funcionó inteligentemente cuando decidió salir con sus zapatos de tacón favoritos.

"Son encantadores, pero me duelen hasta el alma" había comentado en voz alta.

"No sé si hablar de tus zapatos o de Yuratchka" bromeó su pareja, en afán de animarla. Aprovechando también, que el joven alfa estaba tomando menos atención a sus bromas. O al menos, la ignoraba en vez de responderle.

Debido a eso, se sintió en confianza para hacer un movimiento un poco más audaz.

"Bien chicos, es un lugar muy grande y de seguro Yuuri quiere recorrer mucho más que yo. Así que, Mila y yo empezaremos por otro lado. ¿Nos encontramos en el auto cuando cierre? ¡Perfecto!"

La chica no dio pie a respuestas cuando ya arrastraba a su omega lejos de los chicos, mucho antes de que pudiera terminar de procesar lo que dijo.

Estos se quedaron algunos minutos en silencio, antes de saber muy bien que hacer. En especial porque era la primera vez que quedaban a solas en un espacio abierto. En especial estando fuera de la mansión.

—Es realmente hermosa —fue el mayor quien rompió el silencio. Hablando más para sí, que para el contrario. Embelesado por la panorámica antes sus ojos.

Estando la mayoría de su vida dentro de la mansión llegaba a olvidar que su país o mejor dicho, su ciudad, podía ser tan hermosa.

—Puedo enseñártela, nunca me gustaron los guías —declaró el menor, ofreciéndole su brazo en una invitación de acompañarle.

Yuuri sonrió, encantado, poco antes de tomar el brazo del menor. Haciendo una escena que a ambos le pareció lo suficientemente cómica como para romper la incomodidad con una sincera risa.

Cuando Mila le ofreció ir con Yuuri, el menor nunca se hubiera imaginado que podía pasarla tan bien.


❀❄

No había traído una cámara, así que solo le restaba confiar de su memoria para no olvidar el interior de la catedral. Sintiendo que se abrumaba con tantos detalles preciosos, desde los colores y las formas que adornaban los muros, hasta las representaciones de figuras religiosas pintadas hace siglos. Luego alzaba la mirada, hacia ese techo alto que se veía inalcanzable y sentía como si estuviera en otro mundo.

Mientras, el joven rubio lo miraba de reojo, guardándose sonrisas y lanzando comentarios bromistas. Tal vez para quienes no le conocieran, sonaban hasta burlones, pero Yuuri ya conocía la intención y la agradecía.

Las boleterías ya habían cerrado hace cerca de diez minutos y la hora de regresar al auto se les había venido encima sin que se dieran cuenta. La catedral empezaba a vaciarse y ellos seguían a los otros visitantes.

No habían vuelto a ver a las chicas, aunque era fácil deducir que ellas eran quienes buscaban mayor privacidad. Estaba bien, o al menos eso opinaba el omega, quien percibía cierta tensión en su compañero cada vez que escuchaban voces femeninas cerca y este se volteaba por inercia.

— ¿Preocupado por tu hermana? —preguntó de repente, mientras se acercaban a la salida.

El alfa abrió los ojos de golpe, sintiendo sus mejillas ponerse rojas de golpe.

— ¿Yo? ¿Preocupado por esa vieja bruja? ¡Bah! ¿Por quién me tomas, Yuuri? —entonces llegaba ese teatro de Yuri, al cual el mayor ya estaba tan acostumbrado. Intentó contener la risa ante los infantiles y "sumamente serios" argumentos de Yuri sobre porque estaría mejor si su hermana se perdiera.

— Si tú lo dices —respondió Yuuri, con un tonito de voz que el alfa sintió demasiado burlón.

¿Quién se creía? Nadie ponía en duda la palabra de Yuri Plisetsky así como así.

Si tan solo pudiera ver lo infantil que se veía en ese momento, de seguro se habría irritado más consigo mismo.

Se le adelantó al mayor, con la intención de no tener que verle esa sonrisita socarrona que solía dirigirle cuando se sentían en confianza y no había nadie que mirara feo al omega por actuar de "esa manera". Sin embargo, ya a la salida se percató de las pequeñas gotas decorando el asfalto.

Primero un puñado, luego varias y con más fuerza. Para cuando Yuuri llegó a su lado, todo el suelo estaba cubierto por una fina capa de agua de lluvia.

Las nubes oscurecían el cielo y daba la impresión de ser aún más tarde de lo que era realmente.

El viento se sentía helado y las pequeñas gotas chocaban en las ruborizadas mejillas de ambos chicos. Entonces, con la bufanda hasta la nariz y las manos en los bolsillos, Yuri se permitió soltar un delicado "por la mierda, ya sabía yo que debía traer un puto paraguas".

El omega apoyó la mano sobre su hombro, en actitud consoladora. Entre la gente que aún estaba por allí, Sara y Mila brillaban por su ausencia. De seguro ellas ya estaban a gusto en el auto.

El alfa se percató de cómo el mayor frotaba sus manos con algo de nerviosismo. La punta roja de sus dedos y de su nariz, le indicaba que Yuuri estaba pasando más frío que él. Quizás porque los alfas tendían a ser naturalmente más resistentes que los omegas a ese tipo de clima. Después de todo, deben serlo para poder sobreponerse a la adversidad y poder cuidar mejor a su descendencia.

—Puedo devolverte tu bufanda si quieres —le propuso el menor, escondiendo la mirada en algún lugar del piso. Se sentía demasiado idiota haciendo eso. Según lo estipulado, él era un alfa y no tenía que rendirle cuentas a un omega.

¿Pero no era que hace tiempo Yuuri había dejado de ser solo un omega para Yuri?

—No es necesario. Me gusta pensar que es un regalo de cumpleaños —respondió Yuuri, con una lástima palpable en su voz.

Yuri lo recordaba a la perfección. El celo de Yuuri cayó por los días circundantes a su cumpleaños y no pudo celebrarlo junto a él. Al menos su abuelo tuvo la decencia de no hacer esas fiestas estrepitosas que tanto lo molestaban. Una cena normal con los amigos más cercanos a la familia.

Entonces la palabra amigo volvía a su cabeza y el rubio no se molestaba en disimular su ojo crítico sobre Yuuri.

¿Qué eran precisamente con Yuuri?

Notó al omega morderse el labio inferior. Mientras suspiraba profundamente se concentraba en sus manos. La culpa se sentía extraña, ya que el alfa bien sabía que fue por apurar al mayor que éste último no tuvo tiempo de buscar guantes.

Fue en ese momento, cuando todo lo demás dejó de importar.

No le importaban las miradas de otros. Ni el hecho de que Yuuri solo fuera un sirviente. Tampoco que fuera un omega y que debiera darle igual su incomodidad.

Yuri tomó sus manos entre las suyas, notando como las de Yuuri seguían siendo un poco más grandes. Se las llevó a la boca y comenzó a insuflarles su cálido aliento, al tiempo que las frotaba. Mantenía el ceño fruncido y no miraba directamente el rostro completamente arrebolado del omega, quien aún trataba de formular una frase, demasiado sorprendido por la acción como para hacerlo.

—¿Qué estás haciendo? —la voz le temblaba solo de los nervios y sentía que todo el frío desaparecía, nada más por el bochorno que le causaba la situación. Volteaba de un lado a otro, nervioso. Pero nadie parecía darle importancia a ese detalle.

Entonces su cuerpo lo delató y sus feromonas comenzaron a delatar su nerviosismo. Vio a Yuri arrugar la nariz y observar de reojo su mano desnuda. El alfa aún era muy niño, pero podía reconocer ese tipo de emociones en el aroma de un omega.

El olor de la lluvia cayendo, entrelazado con el sutil aroma a flores de cerezo de Yuuri.

Se sintió transportado a una lluvia de verano sorpresiva en la casa de campo de sus padres. Cuando seguían vivos e insistían en un momento de tranquilidad allí.

—Lo siento —¿Cuántas reglas más planeaba romper con Yuuri? Los alfas, en especial de su posición, no debían disculparse.

Pasó saliva y soltó la mano del omega, quien seguía demasiado tocado por esa situación tan íntima. Y que iba a serlo más apenas el alfa se explicara.

—Mamá. Ella solía hacer eso cuando era un niño ¿sabes? —bufó un poco, dándose cuenta del contexto en el cual estaba abriéndose con un recuerdo tan personal— Cuando hacía frío. Yo siempre solía perder alguno de mis guantes. Así que ella sostenía la mano desnuda y bueno, ya sabes... hacía eso que hice hace poco —declaró finalmente, como si hubiera dado por hecha la explicación que el omega parecía haber pedido hace un par de minutos.

—Gracias —fue lo primero que atinó a decir el mayor, mientras acariciaba sus manos como sintiendo aun el aliento del menor sobre estas.

Iba a agregar algo más, cuando una voz los ensordeció y unas manos se apoyaron en los hombros del rubio.


❄❀

—¡Plisetsky! Casi no te reconocí. No pensé que fueras a salir de tu madriguera algún día —exclamó alegremente una voz madura tras él.

—¿Quién mierda?... —el menor se tragó el resto de las palabras luego de voltearse apartando de un empujón al desconocido —¿Georgi? ¿Qué mierda haces aquí?

Bueno. Eso fue inesperado.

El alfa casi no se reconocía. Tenía un corte de cabello diferente y su voz no era la melancólica que él tenía que aguantar en las fiestas. Aunque al menor no le fue difícil darse cuenta de la razón de sus cambios.

Tras el ruso de cabellos negros, apareció una bonita beta de cabello castaño. Quien no dudó en presentarse amablemente con él y con Yuuri, como la novia del alfa. Yuri enarcó una ceja, escéptico. Al parecer, los milagros existían y esto significaba que ya no tendría que aguantarse los discursos de corazón roto cada vez que se encontraba con el otro.

Tuvieron una charla corta, hasta que la catedral quedó definitivamente cerrada y ellos tuvieron que salir. La novia de Georgi, Sasha, era realmente amable. Se ofreció a darles su paraguas, mientras ella compartiría el suyo con su novio.

Fue Yuuri quien agradeció el gesto con torpeza. Se sentía mucho más en confianza con la chica que con el alfa.

Fue Georgi quien habló la mayoría del tiempo, invitándolo amablemente a la fiesta de compromiso oficial con su novia. Puede que Yuri se aburriera un montón con las fiestas de su propia familia, pero nunca rechazaba la oportunidad de salir de su casa.

Fue cuando se separaban a medio trayecto para llegar al auto con las chicas, que el alfa mayor soltó un comentario que descolocó por completo a los otros dos chicos.

—Puedes llevar a tu novio si quieres, Yuri. Ambos serán muy bien recibidos —le indicó con la mejor intención del mundo. Y supo que algo andaba mal cuando tanto las feromonas del omega como las inmaduras del alfa demostraron absoluto nerviosismo. Al punto que tuvo que retroceder un paso con su novia, ajena a la situación debido a su condición beta.

—¡No somos novios! —gruñó Yuri, prácticamente. Con la cara echa una paleta de colores rojos y las manos hechas puños a sus costados, temblándole.

—¿No?... —preguntó sin mucha seguridad el otro alfa, mirándolo extrañado. Había olvidado lo explosivo que era el heredero de la familia Plisetsky — ¿Entonces?

Y es que Georgi tenía todo el derecho a estar confuso. Era extraño ver a una pareja de alfa y omega en la calle, a solas. Yuuri no parecía ser un simple sirviente, viendo la cercanía que tenía con el rubio. Recordaba el rostro del más alto, pero no podía ponerlo en un lugar. Quizás en alguna de las fiestas de la familia del otro alfa, teniendo en cuenta que era en esos eventos sociales donde solían presentarse los omegas.

Sin embargo, había otra opción. Y esta era que fueran simplemente amigos. Pero claro, esa idea era más descabellada que la otra.

Las amistades entre alfas y omegas eran extrañas. Realmente extrañas. Con facilidad podía hacer una lista de por qué un alfa y un omega no pueden ser simplemente amigos. Desde el hecho de sus papeles en la sociedad hasta el hecho de que tampoco veía a Yuri como alguien muy amistoso. Los alfas buscan otros alfas y los omegas otros omegas.

Georgi lo sabía, Yuri lo sabía y por supuesto que Yuuri también era consciente de eso.

Entonces la mirada del rubio buscó la de su acompañante. Bastaron unos segundos para que en sus hermosos ojos turquesa, toda la situación pareciera aclararse de repente. Y no solo para él, sino que también para el omega, quien no pudo sino sonreír de una manera tan dulce que hasta Sasha se dio cuenta de que entre esos dos acababa de surgir una gran revelación a base de miradas.

Fue el omega quien rompió el silencio, con un valor y una confianza que él nunca se había visto.

—Yuri y yo solo somos amigos —declaró, poco antes de soltar una risa boba de pura alegría. Yuri le acompañó al darse cuenta que le habían robado las palabras de la boca.

Georgi no supo qué diablos pasaba allí, pero tampoco quería darle demasiada importancia. Se disculpó con su error, aun ligeramente extrañado, para luego despedirse al igual que su novia.

Definitivo, Yuri era una caja de sorpresas.

Ambos chicos caminaron en silencio el resto del trayecto, con un conmovedor calor agitándoles el corazón y la sensación de que un pequeño espacio en sus corazones acababa de ser llenado. Ni siquiera el regaño de Mila pudo borrarles esa aura encantadora en la que se hallaban.

Regresaron a casa y la omega pudo notar que había algo raro entre ellos. Como persona carcomida por la curiosidad, quería preguntar. Pero como la hermana de Yuri, conociéndolo toda una vida, supo que lo mejor sería guardarse sus preguntas.

Las gotas de lluvia bajaban por los cristales del auto y el omega no pudo sino seguir el trayecto de su camino con la punta de los dedos. Miró al menor por el rabillo del ojo, notando que este estaba haciendo lo mismo.

Con disimulo se llevó al mano al pecho y palpó su corazón, latiendo fuerte. Sin saber que Yuri se encontraba en el mismo estado.

Cada uno en su mundo, analizaba la situación detenidamente, llegando a la misma conclusión.

Que tuvo que llegar ese otro Yuri a su vida, para que se dieran cuenta de que lo que sus solitarios corazones necesitaban, era un poco de cariño.

Un amigo. Aquello que ambos veían lejano, intocable.

Como si la amistad siempre fuera la llovizna que observaban desde el otro lado de la ventana y que ahora por fin, los había empapado a ambos por igual.

Calándolos hasta los huesos.


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¡Hola por allí! Aquí al habla Letsuko, reportándose luego de ... un mes.

Sí, sé que me querrán lanzar tomates, pero bueno. La inspiración es una desgraciada y estuve con mi otro proyecto, oh. ¿Qué les puedo decir? No iba a escribir forzada o no saldría bonito y ustedes lo notarían XD

Muchas, muchísimas, MUCHAS gracias por leer, votar y comenta la historia, asd. Mucho love para todos, incluso para los fantasmines ;*

Brotes de Invierno es mi primer proyecto omegaverse publicado -cuz adoro del tema- y también un desafío, ya que fue salir de mi zona de confort. O sea, Latin Hetalia. En fin, también se diferencia de mis otros fanfics, porque yo suelo hacer cosas muy largas y todo eso. Sin embargo, este fanfic va a ser mucho más corto.

Solo quiero contar una historia tierna y bonita. Así que no tendrá angst... o al menos no de ese que es mucho sufrimiento por maltrato a los personajes, oh.

No, no sé cuántos capítulos tendrá. Pero su trayectoria está marcada de inicio a fin uvu y ahora que entraré a la universidad, planeo que comprendan que tardaré mucho más en actualizar. En especial teniendo en cuenta que mi fic principal (que fue superado en vistas por este y aún no sé que sentir(¿?) tiene capítulos muchos más largos y más de una parte.

Así que les ruego paciencia nada más, porque no voy a abandonar este fic ;)

Sobre el capítulo, espero que no empiecen las bromas sobre la friendzone o sacaré la tabla... okno. Pero yo soy así, me gustan los romances lentos y que empiecen bien y con una base sólida.

Ah y aparecerá Viktor más adelante.

¡Muchas gracias por leer! Me gustaría saber sus opiniones del capítulo, que partes le gustaron y cositas así uvu


PD: Nunca he visitado Rusia, Moscú. Así que si hay cositas raras en las descripciones, me disculpo de corazón. Sumado con mi manía a decir Basílica... me gusta esa palabra porque se parece a basilisco asdada


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