Capítulo Seis: El Frío de la Ausencia
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Odiaba tantas cosas en ese momento. Mientras viajaba en el asiento trasero del auto y asentía de mala gana a todo lo que decía mi abuelo, sentía ganas de estrangular algo.
Odiaba el ser el maldito heredero de la familia, el tener que encargarme de todo cuando mi abuelo decidiera retirarse o cuando la edad no le dejara seguir con el negocio familiar.
Odiaba que él lo supiera y que sin mi permiso me arrastrara como a un bolso de viaje junto con él, en uno de sus usuales viajes de negocio. Ni siquiera pidió mi opinión y, al escuchar mis quejas, sólo se limitó a soltar un "lo hago por tu bien" definitivo. Porque para él soy lo suficientemente adulto para comenzar a aprender cómo llevar la empresa, pero no lo suficientemente maduro como para tener derecho a quejarme y negarme. Una mierda, sinceramente.
Cada vez me sentía menos como una persona y más como un tipo de pieza de ajedrez.
Bueno, debo admitirlo, si bien detestaba todo el asunto con mi abuelo y ahora debía aguantarme las ganas de arrancarme el cabello mientras estábamos en Novosibirsk, en otra situación lo hubiera soportado mejor.
Pero no.
No se le había ocurrido nada mejor que tomarse ese viaje de dos semanas justo cuando llegaba el momento del cumpleaños de Yuuri.
Sí, así es. Por culpa de mi abuelo me había perdido el primer cumpleaños de Yuuri del cual sí podía participar libremente y eso me hacía sentir como un ser humano horrible.
Como un amigo terrible.
Si bien Yuuri me había dicho antes de mi partida que todo estaba bien y él no estaba en lo absoluto molesto, yo tenía al bichito de la disconformidad picandome la consciencia.
¿Por qué tenía que perderme una fecha tan importante para él, siendo que era una persona importante para mí?
"Es hora de que te cortes el cabello nuevamente, Yuratchka".
Y una mierda.
¿Es que acaso esto podría ser peor?
Si ya era normal que él fuera un poco exigente por cómo debía vestirme, ahora estaba como un desquiciado. Me había comprado un montón de ropa nueva y casi me daba la impresión de que le saldría una úlcera cada vez que yo demostraba mis intenciones de querer usar alguna de mis prendas al estilo animal-print.
Aunque eso podría relacionarse con que en este pseudo viaje de negocios él me había presentado a varios socios, que según él eran "fundamentales". Y por irónico que parezca, no me dejaba hablarles. Ambos teníamos claro que yo no tenía ni la más remota intención de mostrarme agradable en una situación que, poco más, me hacía querer darme un tiro.
En especial porque estos últimos días, andaba mucho más irritable de lo usual. Y para que yo mismo pudiera darme cuenta de ello, debía ser muy grave.
Ya tenía una idea de que tenía un humor del demonio según palabras de mis cercanos, pero yo nunca le había dado demasiada importancia.
"Bueno o malo, me vale mierda. Es mi humor y punto". Me repetía constantemente y siempre fue una buena excusa.
Pero ahora era capaz de darme cuenta que mis comentarios eran cada vez más crueles. Así como mis actitudes se volvieron más bruscas. Y, desde luego, era otra de las cosas que odiaba.
¿Qué estaba sucediendo conmigo?
Recordaba que tan solo hace un par de mañanas había lanzado la bandeja de desayuno contra la pared del motel cuando me enteré que había entrado alguien a limpiar mi cuarto. Bueno, tenía sentido teniendo en cuenta que dormía hasta luego de medio día y yo nunca fui mucho de los quehaceres hogareños.
Pero el hecho de que esa mujer entrara en mi cuarto, sin mi permiso, me puso mucho más furioso que todas las veces que Mila entraba a molestarme cuando descansaba. Literalmente, le enseñé los colmillos y le gruñí como nunca antes lo había hecho, alejándola aterrorizada.
Desde luego, un par de horas después mi abuelo le dio una jugosa propina para compensar el mal rato sucedido y ella pareció superarlo a la perfección. Yo no me disculpé, algo dentro de mí me impedía retractarme de mis acciones.
Yuuri, si me vieras ahora, ¿qué tan decepcionado estarías?
Me da igual que mi abuelo me castigue, y en realidad nunca me importó lo que otros opinaran.
Pero si se trata de ti, soy un verdadero cobarde. No quiero convertirme en alguien que se pueda ganar tu odio. O peor, alguien que te sea absolutamente indiferente. Ese sentimiento de arruinarlo todo contigo es tan desolador.
Cuando llegamos al hotel de nuevo, luego de otro viaje, me percaté de que al día siguiente era el cumpleaños de Yuuri. No lo pensé mucho, pero cuando escuche las doce campanadas del reloj, tomé el teléfono junto a mi cama y empecé a marcar.
❀
Siempre pensé que cumplir dieciocho sería horrible. Más que nada porque me sonaba demasiado a un tipo de paradoja.
Tenía la edad legal para ser "libre", pero seguía siendo un omega que, ahora más que nunca, necesitaba una pareja.
No me preocupaba por eso.
Bueno, tal vez un poco. No por el hecho de sentir que "necesitaba" alguien con quien tener hijos y que me mantuviera toda mi vida, claro que no.
Lo que realmente me llamaba la atención es que, durante mis dieciocho años de vida, jamás llegué a llamar la atención de nadie.
Y no estaba resentido con el mundo por ello, no es como si quisiera quejarme con quien me envió al mundo y decirle "oye, ¿no pudiste hacerme un poco más querible?". Yo no soy así y me esfuerzo por nunca serlo. Pero ahora sé que todo el mundo tiene los ojos puestos sobre mí, como en ninguna otra ocasión.
Porque claro, un omega de diciocho años, soltero y sin proposiciones, es como un objeto que no cumple su misión en el grupo.
Puedo tolerar bien esos comentarios, ahora más que nunca gracias a Yura, sin embargo no puedo dejar de preguntarme qué va a suceder cuando él se vaya.
Quizás no fuera porque conseguiría una pareja, ya que Yuri me ha dejado más que claro que él no está interesado en esas cosas aún. Así que la situación de Yuko junto a sus hijas no se puede repetir.
Pero soy consciente de que algún día él tendrá que administrar la empresa Plisetsky.
Sus viajes de negocios se volverían usuales, como el que ahora realizaba. Su tiempo en casa se consumiría en reuniones y administrar quién sabe qué cosas junto a sus socios.
Mientras yo seguiría siendo un simple omega que solo puede trabajar en su mansión, cuando sus padres estén demasiado viejos.
Me removí en mi cama, inquieto. Observé de reojo el reloj en mi pared y pude notar que aún faltaba poco más de hora y media para que fuera oficialmente mi cumpleaños. Y contrario a lo usual, me entristecía un poco.
Porque si yo crecía, significa que Yuri también crecía. Y una enorme parte de mí no quería que eso sucediera. No quería separarme de él.
Puedo ser un poco egoísta cuando lo quiero, ya me he negado a ese tipo de cosas muchas veces. Y estoy seguro que no es un egoísmo malo querer pasar más tiempo con él, comiendo Piroshkis y escuchando los divertidos comentarios molestos que hacía sobre su familia o sobre su día.
Y es que en realidad, estaba aterrado de regresar a ser el Yuuri que él conoció. Ese que tenía dos amigos. Ese que se desplomaba por comentarios crueles. Ese que tenía que esconderse a llorar cuando las cosas le dolían demasiado y no deseaba agobiar a sus padres con problemas infantiles.
Ese Yuuri que se sentía solo.
Ese Yuuri que había encontrado compañía y compresión en Yura.
No, no me volví dependiente de Yuri. Dependiente sería algo similar a que yo lo necesito en mi vida para poder vivirla, pero yo viví por mi cuenta durante varios años. Lo que sucede con él, es que realmente prefiero vivir la vida a su lado. De la forma que él me enseñó. Con esos sentimientos dulces y cálidos que Yuri me provoca.
No iba a negarlo, pero me gustaba sentir que él me quería. Y esto se debía a que, de esa manera, no me avergonzaba de saber que yo también le tenía cariño.
No me importaría nunca conseguir un esposo o una esposa que me mantuviera, si podrían permitirme seguir siendo amigo suyo.
Las relaciones personales, la amistad, ese tipo de cosas son difíciles y requieren un esfuerzo continuo por ambas partes para mantenerlas vivas. Y yo me sentía tan feliz poniendo de mi parte en mantener mi amistad con Yuri. Claro, él también ponía de su parte a su manera. Como cuando miraba de mala manera a quienes nos veían mal cuando estábamos juntos. O la manera en que me regañaba cuando yo no me sentía lo suficientemente genial para ser su amigo.
Así era su afecto. Algo brusco y muy inmaduro. Pero era bonito y se sentía bien. Eso es todo lo que debe importar, ¿cierto?
Entonces comencé a preguntarme cómo hubiera sido estar junto a él para mi cumpleaños. De seguro hubiera sido muy vergonzoso, algo me dice que mi madre no hubiera tardado en contarle anécdotas vergonzosas. Aún más de las cuales le contaba cuando él se escapaba a nuestra casa los fines de semana.
Siento mi rostro arder de tan solo recordar que ella le comentó que de cariño, a los once años, me decían "cerdito". Bueno, al menos algo bueno que hizo la pubertad fue distribuir un poco mejor la grasa corporal.
Si iba a encargarme de ayudar en una mansión, lo mejor sería estar en forma.
Cuando observé el reloj nuevamente, ya iban a dar las doce. Me avergoncé de mi manera de perderme en mis pensamientos. Soy bueno divagando, quién lo diría.
Iba quitándome las gafas para dejarlas sobre la mesita de noche. Tenía una ganas terribles de ocultarme entre las mantas de mi cama, como si eso pudiera protegerme del avance del tiempo.
Y en eso estaba cuando mi madre golpeó la puerta de mi cuarto, poco antes de entrar.
"Yuuri, tienes una llamada de Yura".
De pronto, sentí como si este cumpleaños fuera especialmente dulce.
❀ ❆
Un "feliz cumpleaños", totalmente atropellado, fue lo primero que Yuuri escuchó al dar señales de prestar atención a la otra persona en el teléfono.
Agradeció que su madre dejara el salón para regresar a su cuarto y darle un poco de privacidad al contestar la llamada.
No pudo evitar lanzar una pequeña risa al notar el tono nervioso de Yuri. Algo le decía que no era mucho de realizar llamadas de cumpleaños.
—Gracias, creo que es la sorpresa más agradable que llevo en el día —agradeció con sinceridad y una sonrisa adornando sus labios.
—Yuuri, no seas idiota. El día lleva apenas unos minutos —Si bien era un regaño, Yuuri no pudo más que suspirar aliviado al notar que había roto el hielo.
—Técnicamente aún es de noche —respondió con simpleza, esperando lograr su cometido.
Yuri chasqueó la lengua con molestia y Yuuri no pudo sino pensar en lo bien que conocía el funcionamiento del chico.
"¿Estaría arrugando la nariz con molestia en ese momento?" se preguntaba internamente.
Efectivamente, Yuri se sentía completamente ofendido por caer en sus bromas nuevamente.
¿Cuándo se había vuelto tan confianzudo? Mejor no pensar en ello.
—¿Y qué tal han estado las cosas sin mí? —preguntó Yura, tratando de cambiar de tema—. A que debes estar comiendo piroshkis de katsudon por dos, "cerdito".
Escuchó un quejido desde el otro lado y pudo adivinar que Yuuri contenía un gritito de pura pena. Al menos sabía que llamarlo así era el as bajo su manga.
—Aunque no me creas, no lo estoy haciendo. Pero cabe destacar que mamá dijo que preparará eso para el almuerzo.
Un murmullo que no alcanzó a entender brotó desde el auricular. Se sintió estremecer un poco cuando escuchó un gruñido más grave de lo usual.
¿Ese fue Yuri?
Demonios, casi le daba la sensación de que cuando lo volviera a ver mediría dos metros o algo así.
—Pues cuando regrese tenemos que comer los dos juntos, o sino considérate despedido como mi niñero —proclamó molesto, pero más que nada, ofendido.
La señora Katsuki lo había traicionado. Sabía lo mucho que le gustaba el platillo y se le ocurrió hacerlo justo cuando él no iba. Pero como obviamente no podía enojarse con ella, se desquitaba con su hijo.
—Pues bueno, despídeme como tu niñero —Yuri estaba a punto de gritarle un molesto "¡Pues bien!" cuando Yuuri se le adelantó con un "pero no puedes despedirme de ser tu amigo".
—Touché —respondió, enarcando una ceja, y observó de reojo la bufanda que Yuuri le regaló, descansando en el respaldo del sofá del cuarto.
Se hizo un pequeño silencio, en el que ninguno tenía muy en claro que decir. Al menos no lo consideraban necesario.
Saber que el otro estaba del otro lado del teléfono, escuchándolo, prestandole atención, preocupándose por su presencia; eso era lo único que importaba.
—¿Cómo están las cosas allí? Estabas muy molesto cuando nos despedimos y sé que es imposible pedirte que no lo estés, pero me gustaría saber si mejorar... —Fue interrumpido en ese momento. Yuri hablaba con un tono terriblemente irritado y él estaba seguro de que debía estar haciendo sus expresiones típicas de molestia.
—Todo es una mierda. Mi abuelo está enloquecido, no para de decirme cada puto segundo qué es lo que debo hacer y qué es lo que no. Me obliga a cambiarme de ropa por la que él quiere, me lleva de un lado a otro en sus viajes sin preguntarme o dejarme salir del hotel. ¿Puedes creer que no he podido recorrer la ciudad solo ni una sola vez? Creo que si pudiera, me diría hasta cómo ir al baño. Además de que todo el tiempo siento que quiere decirme algo, pero no lo suelta y cambia de tema. Es desesperante —Si tuviera que compararlo con algo en ese momento, Yuri de seguro era un volcán haciendo erupción. Yuuri se preguntaba si su amigo respiraba entre cada oración que soltaba—. Y peor: me obligó a cortarme el cabello de nuevo. Lo poco que había crecido se fue a la mierda.
—Yura —lo llamó con suavidad, tratando de consolarlo. Al parecer lo estaba pasando terrible, al menos desde los estándares que tenía—. A veces, la gente quiere que hagamos cosas que creen, nos hacen bien y ayudan, aún si no lo sentimos así. Y eso se debe a que nos quieren y es su manera de demostrarlo. Ojo, no te digo que lo aceptes ni mucho menos que lo apoyo, solo te pido que intentes comprenderlo un poco y no creas que tu abuelo te odia o algo así.
Desde el otro lado del teléfono, Yuri soltó un suspiro bastante afligido. Si bien que Yuuri dijera eso hacía que él pudiera intentar aceptarlo con mayor facilidad, no terminaba de convencerle.
Y Yuuri, en ese momento, tenía una ganas terribles de cruzar el país para darle un fuerte abrazo y decirle que todo estaba bien. Que estaba a su lado. Que todo iba a mejorar.
—Además, sabes que me gusta mucho más tu cabello corto. Así se ven mejor tus expresiones —soltó con timidez, recriminándose inmediatamente por haber sonado como un estúpido. ¿Qué funcionaba tan mal en su cabeza como para creer que eso lo animaría?—. Yuri... —susurró nervioso, al notar el silencio desde el otro lado.
Lo que no sabía es que, del otro lado, había un Yuri avergonzado como nunca antes en su vida, sintiendo la cara arder como en pocas ocasiones y cubriendo su boca con la palma de la mano solo por la impresión.
—Te extraño mucho —dijo Yura, en un tono que él jamás había imaginado escucharle.
Antes de poderle responder, había colgado el teléfono con fuerza, causándole un sobresalto.
Ahora era él quien sentía hasta las orejas ponérsele de color rojo, sin saber muy bien cómo expresar la radiante felicidad que comenzaba a expandirse en su pecho.
"Yo también".
Colgó con suavidad y se dirigió a la cama, con el corazón latiendo con fuerza y una dulce sonrisa en el rostro. Sin saber que, a varios kilómetros, Yuri golpeaba su cabeza contra una almohada sintiéndose completamente estúpido.
Estúpido, feliz y por sobre todo, aliviado. Sentía que había soltado más cosas de las que tenía planeadas. O mejor dicho, más de las que él era consciente.
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"¡Te odio! ¡Mierda! ¿Por qué intentas controlar todo en mi vida?"
"Es por tu propio beneficio, Yuri. Cuando termines tu carrera verás que..."
"¡Oh, claro! Todo es por mi puto beneficio. Dejar a Yuuri en su cumpleaños es por mi beneficio, cambiar todo mi guardarropas es por mi beneficio, obligarme a entrar a estudiar negocios un puto año antes de lo previsto, solo porque moviste influencias, ¡también es para mi beneficio!"
Nikolai ya no era el joven alfa de hace un par de años, pero no pensaba permitir que su nieto le gritara como si se tratara de un beta cualquiera. Y como en pocas ocasiones, usó su tono de voz alfa para obligarle a callar.
Recibió un gruñido de vuelta, junto a una mirada furiosa.
—Me lo agradecerás en un par de años —Recogió el panfleto que hace apenas unos minutos había entregado y, con una brusquedad causada por la frustración y el cansancio, se lo volvió a dar a Yuri.
Apenas cerró la puerta, Yuri pudo sentir que volvía a respirar luego de la orden dada. No dudó en ojear nuevamente el panfleto para romperlo con rabia. Luego se fue a echar a la cama a destruir una de las almohadas con los colmillos. Daba igual, su abuelo pagaría por ella.
No era posible que empezara sus estudios antes, debía haber algún tipo de ley que lo impidiera.
Chasqueó la lengua, molesto, y lanzó un gruñido mientras se cubría el rostro con ambas manos. Daba igual que hubiera una ley, de seguro su abuelo también sería capaz de mover influencias para evadirla.
En unos meses entraría a la universidad, poco después de cumplir diecisiete.
Nada más de vaguear en lo que su institutriz no estaba. No más escuchar música y jugar con nieve mientras sus maestros privados no llegaban.
No más horas practicando violín.
No más tardes pasando el rato con Yuuri.
Y con estas dos últimas cosas, sentía como si le arrancaran una parte del alma.
Infló el pecho y con pasos ruidosos comenzó a desordenar su armario y cualquier lugar que tuviera cosas suyas. Al cabo de unos diez minutos, su maleta estaba a punto de explotar, al igual que su dueño.
Lo había decidido, iba a huir. Iba a abandonar el hotel de mierda, tomaría el dinero que había traído con él, tomaría un boleto a casa y luego de tomar todos sus ahorros vería si podía arrendar un lugar por un tiempo.
Luego vería que hacer.
Se asoma por la ventana, abriendola y nota que el frío del invierno cercano se hace presente. Suspira profundo y, tomando su maleta por la manilla, pasa cerca del sofá en búsqueda de algo con que abrigarse.
Su chaqueta de animal print favorita, unos guantes negros sin dedos y por último la bufanda de Yuuri.
Yuuri.
"Vete a la mierda, Yuuri. Me jodes aunque no estés aquí". Maldijo mentalmente al darse cuenta de que había algo que lo detenía.
La maldita voz de su consciencia que, irónicamente, también era la de su mejor amigo.
"A veces, la gente quiere que hagamos cosas que creen, nos hacen bien y ayudan, aún si no lo sentimos así. Y eso se debe a que nos quieren y es su manera de demostrarlo".
Se mordió la lengua hasta que le dolió, e incluso se infringió una pequeña herida. Juraría que sus caninos estaban más afilados de lo usual. Debía pensar con la cabeza fría y manifestar su ímpetu de otra manera.
Tal vez Yuuri tenía razón, como en tantas otras ocasiones. Si bien su abuelo lo estaba demostrando de una manera realmente terrible, viéndolo desde otro punto de vista, estaba haciendo algo que le "beneficiaba". Empezar a estudiar antes era tener ventaja sobre otros al terminar antes.
Además, su abuelo nunca había hecho algo para perjudicarlo. Nunca había intentado lastimarlo, a pesar de que esto se terminaba dando de todas formas.
¿Y a quién diablos engañaba? Yura adoraba a su abuelo de la misma manera que a Mila. Y con ambos lo manifestaba de la misma manera. Siendo huraño y altanero.
Soltó el pomo y luego dejó la maleta de lado. Su mirada barrió el piso del cuarto en busca de los pedazos del panfleto. Se demoró un buen rato juntandolos para leer mejor lo que decía. Y si bien con cada palabra se sentía más atrapado en toda esta situación, debía intentar ver el lado bueno de las cosas. O al menos pensar en que su abuelo no había hecho todo por azares.
Y no fue así.
"... Nuestra institución cuenta con su propia orquesta de reconocimiento a nivel nacional..."
—Abuelo —dijo casi en un suspiro, casi con un nudo formándose en su garganta.
No importaba cuánto intentara actuar como si fuera un adulto, ahora mismo tenía ganas de llorar y no terminaba de entender por qué. Quería palabras de aliento y alguien con quien descargar la amalgama de sentimientos que le estaban perforando el pecho.
Entonces regresó, ese sentimiento que tanto le aterró en su infancia.
La soledad.
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"Calor. Tiene mucho calor."
—No sé cómo no lo ví venir. Bueno, mi Yura siempre ha tenido un carácter terrible, pero creí que en este viaje solo lo era porque estaba molesto —Nikolai está preocupado, se limpia el sudor de la frente con un pañuelo mientras mira con lástima las mordidas en su mano libre.
"Morder. Sus colmillos son más afilados de lo usual y le molestan.
Desea enterrarlos."
—No se preocupe, señor Plisetsky. Mickey era exactamente igual en su primer celo —comenta con frescura, tratando de alivianar el ambiente.
Ambos dan un salto de sorpresa cuando un golpe seco hace que la puerta frente a la cual están, tiemble. Sara golpea la puerta con un pie, mientras que su firme voz de alfa ordena un "cálmate".
"Gruñe y lanza gritos molestos que ni él termina de entender.
Es como si no tuviera control sobre sí mismo.Como si estuviera viendo la escena desde el papel del espectador".
—Tiene el pésimo hábito de nunca esconder que está molesto. Por eso le pedí usar supresores de aroma durante el viaje —Nikolai se lamenta. Tan ocupado estaba de que sus socios de negocios no se sintieran ofendidos, que no se percató de lo que estaba pasando su nieto.
Yuri ya era un hombrecito.
"Está tan molesto. Irritado. Estresado.
Camina de un lado a otro en ese cuarto, como si se tratara de un tigre enjaulado.Se siente como uno."
—Señor, usted esté tranquilo. Aquí estará bien, ¿de acuerdo? Solo será un día y luego de su reunión podrá venir por él y tendrán "la charla" —Sara le da un pequeño codazo mientras le guiña el ojo y Nikolai se permite una pequeña sonrisa. Al menos sabe que dejó a su nieta en las manos de una buena alfa.
—Eres un ángel —le agradece, sosteniendo las manos de las chica con suavidad y estrechandolas. Mientras que Sara solo sonríe. No hay nada que agradecer, después de todo, ella ya siente a ese pequeño tigrillo gruñón como otro hermanito.
Quiere arrancarse la nariz. Todos los aromas son tan intensos y claros que se siente mareado.
Reconoce el aroma de Sara tras la puerta, junto al de su abuelo.Se siente arder en molestia, en desesperación por gritarles.Son alfas. Están cerca de su "territorio" y él no lo quiere así.
Él no quiere esa sensación desesperante y asfixiante que es el celo. Quiere cosas, pero no sabe qué, y eso le molesta.
Los instintos se muestran a flor de piel y eso lo hace sentirse tan poco... él.
Se abalanza sobre una almohada del pequeño sofá en la cama, la aplasta, le gruñe, la muerde y la golpea. Porque huele a otro alfa y eso lo llena de furia.
Ya que ahora todo lo hace sentirse amenazado, por lo cual atacar es la única alternativa.
❆
Japón.
Los orígenes de su familia se hallaban en aquel país donde el sol nace.
Japón era el primer lugar del mundo al que quería viajar siendo niño. Deseo impulsado por las historias que sus padres le relataban a la hora de la cena y por la genuina curiosidad que puede tener alguien de conocer sus raíces.
Lo deseó tanto tiempo en el pasado, y se resignó tanto también.
Por eso, ahora era incapaz de saber qué hacer con el boleto de avión, el pasaporte y los demás papeles que le entregaron sus padres como regalo de cumpleaños.
¿Cómo había llegado tan lejos?
La mañana de su cumpleaños fue agradable, su madre lo dejó dormir hasta tarde, luego le preparó un baño caliente y le cocinó su desayuno favorito.
Había pedido el día libre y por orden de la señorita Mila, que se hallaba de pasada en la mansión, se le permitió. En realidad, ella había ido específicamente a la mansión por motivo del cumpleaños de Yuuri.
Apenas lo vio, no pudo sino felicitarlo como si se tratara de un amigo de toda la vida.
Lamentablemente ella, al igual que su hermano, no podía darse el lujo de acompañarlo en la velada. Asuntos importantes con la familia de su prometida. Sin embargo, prometió darle el mejor regalo de su vida cuando se reencontraran.
Yuuri agradeció con una sonrisa en sus labios, tratando de ocultar el nerviosismo por la efusividad de Mila.
No estaba acostumbrado a ello. Se despidió con un beso en la mejilla y le susurró que no se sintiera mal por la ausencia de su hermano menor.
Yuuri rió. No es como si hubiera estado pensando en eso la noche anterior.
Bueno, en realidad sí.
A la hora de la comida llegaron Takeshi junto a Yuko. El vientre abultado de esta última señalaba descaradamente el tercer mes de embarazo. Ambos traían un regalo y Yuuri no pudo sino sentirse nervioso cuando vio las miradas cómplices que todo el mundo se dirigía.
¿Acaso él no estaba enterado de algo?
Un juego de utensilios de cocina bastante completo y que, para el horror de la consciencia de Yuuri, se veía caro. Mientras que el otro regalo tenía un tema no muy distante: ropa de cocinero. Un juego de delantales y guantes.
Fue entonces cuando sus padres le entregaron una pequeña caja y pudo ver que nadie contenía su emoción por verle abrirla. Había algo muy extraño.
—¿Beca? —preguntó apenas salió del shock y comenzaba a revisar los papeles que venían junto a los boletos.
Por el derecho y el revés, los leyó y los releyó. Y solo una palabra quedaba en su cabeza.
"Becado".
Al ver el rostro confuso de su hijo, Hiroko no pudo sino intervenir y explicarle todo correctamente.
Minako era la nieta menor de un amigo del abuelo materno de Yuuri. Y su madre era una buena amiga de Hiroko, aun si la mayoría de su amistad se llevó a cabo solo por cartas. Según lo que su madre le contaba, Yuuri comenzó a creer que el mundo sí era un lugar pequeño. Esto debido a que Minako asistía a la misma academia que Viktor, por lo cual, hasta que lo desheredaron, ella solía visitar la mansión. Ella solía entregar los presentes entre su propia madre y Hiroko.
Minako era una bailarina fantástica, por lo cual no dudaron en recurrir a ella con el papel de maestra de danza en la academia Hirosaki. Dicha academia era reconocida por su excelencia y calidad en cocina, danza, pintura y música.
Yuuri escuchaba atentamente a su madre, comenzando a tomar el hilo de a dónde quería llegar con todo eso. Desde luego que él conocía aquella academía, cualquier persona que estuviera mínimamente interesada en el área de la gastronomía reconocía el nombre.
Pero...
— Mamá, estoy completamente seguro de que en esa academia solo se aceptan alfas —dijo casi en un murmuro, algo entristecido y a la espera de que su madre notara su error. Porque Yuuri era un omega y entre sus tantas privaciones estaba esa.
— De hecho, hijo, eso es lo increíble —Hiroko sostuvo las manos de su hijo entre las suyas, mirándole con la ilusión iluminando su mirada. Yuuri solo no podía seguir desanimado cuando su madre actuaba así —. Como programa de inclusión, se permitirá entrar a 20 betas y cinco omegas. Y bueno...
Hiroko rió con nerviosismo y un pequeño rubor de emoción. Mientras Yuko se abrazaba al brazo de su esposo intentando contener la emoción de ver lo que sucedía con su amigo.
Era un orgullo y un honor para todos el ver que Yuuri podía estudiar algo así. Era un buen chico, nacido en una clase "lamentable". Por eso todo lo bueno que le ocurriera era cien por ciento merecido.
— La señorita Plisetsky intervino con su primo para darte esa posibilidad —. Fue entonces cuando la frase de Mila hace un rato, resonó en su cabeza. "El mejor regalo de tu vida". —No es la carrera completa, es un año intensivo para los omega y los betas, con el fin de ver si pueden seguir el ritmo e integrarse bien, pero aún así Yuuri. Es una oportunidad maravi...
Hiroko dejó de hablar al notar las lágrimas bajando por las mejillas de su hijo como tantas veces antes. Pero lejos de preocuparse, lo miró con ternura y extendió sus brazos para que este pudiera abrazarla.
Ese niño se formó en su vientre, por eso le era fácil distinguir lágrimas de tristeza, felicidad, emoción, miedo, o todas juntas. Como en esta ocasión.
Era un sollozo bajo, escondiendo su rostro en el pecho de su madre mientras jalaba la tela de su ropa.
Una beca. Una academia. Gastronomía. Japón. Viajar.
Sus padres.
— Pero, ¿y qué harán cuando me vaya? Necesitan mi ayuda, y no podría abandonarlos.
Se quejó inútilmente, mientras ambos le acariciaban la cabeza como al niño pequeño que llegaba llorando cuando le decían gordo. Su Yuuri no cambiaba en ciertos detalles.
Entonces la afirmación del millón.
— Solo será a partir de abril. Ya verás como nos las ingeniamos un año a solas.
Yuuri se calmó un poco, entonces recibió un fuerte abrazo de Tadashi, que casi le rompe las costillas. Luego uno por parte de Yuko y todas las bendiciones posibles de la pareja. Que obviamente estaba enterada de todo y por eso eligieron tales regalos.
Se sentía como en una conspiración.
Había guardado la pequeña caja en su regazo, cuando su madre fue a la cocina a buscar el katsudon. Fue mientras lo servía, que Yuuri tuvo una epifanía, sintiéndose el peor amigo de todo el mundo.
"Yuri".
Estaría sin Yuri todo un año.
Le quedaba menos de medio año para estar juntos.
¿Qué diría? No podía abandonarlo así como así. No ahora con todos los problemas que estaba teniendo con su abuelo.
De la nada sintió ganas de llorar de nuevo.
¿Por qué tenía que ser un bebé llorón? ¿Por qué le dolía tanto, si hace tan poco estaba feliz?
¿Por qué sentía que ese iba a ser un paso decisivo para su relación?
¿Por qué sentía como si el corazón se le estuviera rompiendo?
❀ ❆
Yuri llegó dos días antes de la boda de Sara y Mila. Si bien habían planeado casarse en invierno, según el pronóstico sería una época especialmente fría en Rusia, por lo cual prefirieron no arriesgar a los invitados a un potencial resfrío.
Y desde que llegó, Yuri no demostraba intenciones de querer ver a Yuuri. Mientras que Yuuri actuaba de la misma manera con él.
— ¿Se pelearon? —preguntaba Mila a su hermanito, al verlo probarse el traje de "padrino" y arreglarse el cabello sin ayuda de Yuuri.
— No. Es otra cosa...—respondía Yuuri a Yuko, cuando esta le preguntó por qué no estaba junto a Yuri hablando de la boda venidera.
Era extraño, ninguno parecía molesto por el comportamiento del otro. Más bien, lo preferían así.
Había un cierto temor a lo que deberían hablar. Porque encontrarse significa que dentro de un tiempo deberían decirse adiós. ¿Y cómo le iban explicar eso al otro?
El miedo a una reacción negativa. Más que a la molestia, a la decepción. Ambos sentían que con su partida traicionaban al otro. Y con ello el lindo lazo que habían formado.
Sin embargo, en el caso de Yuri había otro aspecto más importante. Todo en él se sentía diferente desde su celo. El aroma fuerte y maduro de un alfa en edad de formar una familia. La voz ligeramente más ronca. Incluso juraría que había crecido un par de centímetros.
¿Qué pensaría Yuuri si lo viera así?
¿Le tendría miedo como los omegas en el hotel?
¿Lo vería como una bestia tal y como pasó con su abuelo?
Habían tantas dudas entre ambos. Y ni siquiera sabían de dónde salían todas. Tal vez en el fondo sabían, o al menos creían, que estaban a punto de perder una de las cosas más valiosas en sus vidas.
A una de las personas más valiosas en sus vidas.
Yuri aprovechaba de pasar tiempo con su hermana, aunque tuviera que aguantar el mal humor de una novia estresada. Después de todo, una vez estuvieran casadas, el tiempo de Mila en casa se reduciría considerablemente debido a que esta tendría su propio hogar.
Un escalofrío le recorrió la espalda al imaginarse con sobrinos el próximo año. Digamos que Yuri no estaba muy de humor para ser tío. Simplemente no les gustaban los niños, porque el único con el que había tratado durante toda su vida fue él mismo y era mucho más que consciente que no era el ejemplo ideal. Y por supuesto, la paternidad era algo que veía con recelo.
¿Cómo ser un buen padre si él apenas conoció al suyo?
Al menos Mila pudo pasar más tiempo con su madre.
Observó cómo algunas sirvientas terminaban de ayudarle a acomodar el velo y él se encargó de ayudarle con un prendedor en el cabello.
"Ojo por ojo y diente por diente" en conmemoración a la escena de Mila y Yuri al momento de peinar a este para la boda de Georgi.
— Nuestros padres estarían orgullosos de ti —comentó Yuri, casi en un susurro.
No había pensado mucho antes de soltar la frase, fue algo que simplemente le nació. Se percató del peso de sus palabras ya cuando su hermana lo envolvía entre sus brazos.
— Gracias, Yura —le hubiera besado la mejilla si no fuera porque necesitaba guardar ese lápiz labial para la otra novia. — ¿Cuándo te volviste tan lindo?
— Que asco, Mila. No digas estupideces o creeré que con tanto respirar tus feromonas me volví como tú —dijo, poco antes de fingir un escalofrío mientras arrugaba la nariz en señal de molestia.
Aunque esto, obviamente, solo causaba mayor ternura en su hermana mayor. Mila no pudo evitar pensar en lo lindo y emocionante que sería el matrimonio de su hermanito si es que no terminaba como un soltero millonario que viviera con sus treinta y siete gatos.
Lamentablemente esta última opción era bastante probable, teniendo en cuenta sus gustos, o bueno, la mayoría de sus gustos excepto uno.
Y ella se dejaba guiar por su instinto femenino para echar todas sus apuestas a que este último "gusto" podría triunfar en la vida de su hermanito.
Mientras tanto, Hiroko y Yuko no podían dejar de pensar en lo guapo que Yuuri se veía con su traje. Su hogar poseía un ligero aroma a flores de cerezo, debido a las feromonas nerviosas y alarmadas del chico al no poder lidiar con tantos halagos y bromas, no solo de su madre y su amiga.
Y no solo de ellas, entre los sirvientes había empezado a correr el rumor de que el mismísimo chico omega que hace un año había entregado un espectáculo lamentable en la cena de la señorita Plisetsky hace un año, ahora era uno de los invitados de honor del señorito Plisetsky.
Ya muchas miradas maliciosas había recibido Yuuri cuando, en la mañana, un auto enviado por Mila fue a dejarlo hasta la iglesia donde se realizaría la ceremonia. Si bien estaba sinceramente alegre y emocionado por el compromiso de su amiga, su ánimo no subía del todo, debido a que aún no podía hablar con Yura tal y como lo deseaba.
¿Estaría este enojado por el silencio que se había impuesto?
No podía dejar de pensar en eso, y su desconfianza aumentaba en cien por ciento cada vez que su mirada se encontraba con la de Yuri y ambos terminaban apartándola hacia otra dirección.
Yuuri se sentó junto a la esposa de Georgi, Sasha, en la iglesia. A pesar de que compartieron poco tiempo durante la boda, pudo comprobar que era una chica realmente agradable y amable, que pareció notar que algo no andaba bien con él y, luego de que la boda terminara, fue quien le ofreció sentarse junto a ellos en la velada.
Cuando fue a felicitar a Mila y a Sara, no pudo sino sentir un nudo en el pecho cuando Yuri desapareció de su vista.
"Como si estuviera evitándome".
Y vaya que a Yuri le dolía evitarlo. Pero lo sabía. Estaba seguro de que apenas estuviera junto a Yuuri, este se percataría de su aroma diferente. Temía contarle lo de su abuelo, lo de la universidad, ya que por culpa de la rabia -y tristeza- podía liberar feromonas que, de algún modo u otro, terminarían intimidándolo.
Tampoco sería para siempre. Solo durante algunos días, o tal vez semanas, cuando aprendiera a controlarse mejor y estuviera seguro de que su naturaleza no podría intervenir en su relación con Yuuri.
"Los alfas y los omegas no pueden ser amigos."
Sacudió la cabeza con molestia al ser atacado por ese pensamiento cuando la limosina regresaba a su hogar para culminar la celebración.
Pero la duda seguía asaltándolo. ¿Eran este tipo de situaciones las que dictaminaban la complejidad de una simple amistad entre ambas razas?
¿Por qué todo tenía que cambiar de esa manera?
O mejor formulado.
¿En serio era necesario que todo cambiara?
Al parecer, solo había una manera de saberlo y esa era precisamente a la que más le rehuía.
Debía hablarlo con Yuuri.
"Ya tuviste tu primer celo. Eres un adulto. Así que deja de ser un idiota, tómate tu papel como tal y aborda tus problemas de manera directa".
Y lo hubiera hecho apenas regresaron a la mansión, si no fuera porque no encontró a Yuuri en ningún lado.
El problema radicaba en que Yuuri tenía la cabeza en las nubes estos últimos días. Por lo cual había olvidado el regalo que preparó para las novias.
¿Pero cómo podía pensar claramente en lo que hacía, si tantas cosas habían cambiado de un momento a otro?
Su relación con Yuri, era un ejemplo de ese cambio ya que desde esa llamada no habían vuelto a intercambiar palabras, y lo hacía temer qué tanta influencia habría tenido aquella acción en realción a su actual distanciamiento. En parte, él buscaba alejarse, pero mientras más pensaba en el tema, más se daba cuenta también que Yuri tampoco hacía nada para cambiar eso.
¿En serio habría hecho tan mal en esa ocasión?
Por otro lado, estaba el hecho de que dentro de unos meses viajaría a Japón. Algo realmente impactante en su vida, teniendo en cuenta que lo más lejos que había viajado de su casa fue a la boda de Georgi y Sasha. E inclusive en ese momento, Yuri estaba junto a él.
¿Cómo demonios lo haría para vivir lejos de su familia, sus recientes amigos y su zona de comfort?
Y por último, todo el estrés que le causaba la boda de Mila. No tanto por ella, sino por cómo reaccionaban los otros sirvientes. Ahora, sin Yuri a su lado, podía volver a sentir con claridad las miradas juzgadoras y los chismes crueles.
Sería un tonto si no se diera cuenta de lo importante que era Yura para él, así como también estaría ciego si no se diera cuenta de que la única forma de arreglar su estado anímico y apartar inseguridades, era hablando todo con él.
El regalo descansaba sobre su mesita de noche, haciéndolo sentir un completo idiota por olvidarlo.
"Siento que olvido algo importante" pensó, mientras estaba saliendo.
Buscó un abrigo que ponerse encima y una bufanda para más tarde. Se quejaba de su naturaleza omega que lo hacía más susceptible a las heladas; si no se cuidaba, de seguro cogería un resfriado.
Y lo último que deseaba era fiebre y tener que quedarse en cama.
Ya que eso significaba aún más tiempo sin poder aclarar las cosas con Yuri.
No más, ya había pospuesto las cosas por mucho tiempo.
❀
—¿Estás bien? —le pregunté a Georgi, alargándole una servilleta luego de escuchar su décimo estornudo en lo que iba de la cena.
— Creo que necesito una aspirina —respondió, poco antes de sorberse la nariz—. Todo gracias a que a cierta señorita se le olvidó traer su abrigo.
El día estaba terriblemente helado, considerando que aún no era invierno y que la mañana había estado agradable. Y según lo que me había comentado Sasha, eso fue lo que la impulsó a no llevar su abrigo a la cena. Cosa de lo que se arrepentía, debido a que al inicio de la cena, el salón estaba bastante frío.
— Anda, yo te dije que podía estar perfectamente sin un abrigo y fuiste tú quien insistió en querer ser un caballero —insistió Sasha a su esposo, en un tono un poco de reproche y otro poco de burla—. Además, con tantas personas, la temperatura seguirá en aumento. De hecho, estoy segura que hace un poco de calor.
— Claro. Lo siento por amar demasiado a mi esposa y ahora estarme congelando a pesar de que "hace calor"—respondió Georgi, con el pañuelo aún en la nariz.
Era normal que para los alfas los cambios de temperatura no fueran tan fuertes como para los betas o, peor aún, los omegas. Pero algo me decía que en esta ocasión, Georgi se había confiado y ahora estaba "pagando".
El pobre ni siquiera había podido tomarle sabor a la comida y no dejó de lamentarse por ello durante toda la cena.
— Yo también te amo —correspondió ella entre risas—. Prometo que yo personalmente te cuidaré al llegar a casa.
Se acercaron un poco para compartir un beso y la sensación de estarme volviendo un mal tercio se hizo presente. Aunque teniendo en cuenta que casi toda la gente con la que entablo amistad termina en pareja, tendré que acostumbrarme.
— Creo que yo pediré un poco de agua —comenté con algo de timidez, haciendo que ambos novios se ruborizaran de vergüenza. Al parecer habían olvidado que yo seguía de pie junto a ellos.
Ambos se disculparon al mismo tiempo por haberme incomodado. Me di un poco de valor para tranquilizarlos, diciendo que era mejor que tuvieran su momento como pareja. Después de todo ya habían hecho mucho por mí permitiéndome no quedar solo durante la cena o la ceremonia en la iglesia. Era mi momento de retribuirles.
Además, yo aún necesitaba buscar alguna ocasión para encontrarme con Yura. El salón estaba más lleno que cuando se presentó a Mila en sociedad, por lo cual era muy difícil encontrarlo entre otras tantas cabezas rubias.
Tal vez un vaso de agua antes me haría enfriar un poco la cabeza. Con todo el movimiento y los grupos formándose, la temperatura subía y yo me sentía un poco sofocado. Y digamos que la gente mirándome mal tampoco ayudaba demasiado.
Vi a uno de los camareros acercándose con algunas copas con agua; pude reconocer que no era alcohol debido a que el tamaño de las copas era inferior al de los otros tragos. En resumidas cuentas, el "menú infantil".
Se detuvo ante una pareja de niñas junto a mí, ofreciéndole lo que había en la bandeja, obviamente no dudé en acercarme a tomar una copa. Grave error.
Lo recordaba, Andriev era uno de nuestros vecinos y no uno al que yo le cayera precisamente bien. Y su mueca de disgusto ante mi amago de tomar agua, desató esa maldad que existe en los corazones de las personas. Esa que solo sale cuando no hay nadie más prestando atención.
O sea, la que yo había presenciado durante toda mi infancia.
¿Cómo fui tan ingenuo para olvidar su existencia?
— Que seas la mascotita que adoptaron los señoritos Plisetsky no te da derecho a actuar como si valieras lo suficiente, omega —escupió las palabras con una sonrisa que no calzaba en lo absoluto con lo que decía—. Ten un poco de respeto por tus padres y vuelve a esconderte en la cocina.
"Guardar apariencias".
"Los omegas solo sirven para tener bebés" "Deberías dejar que un alfa te follara y así te quedarías en casa" "Vas a morir solo porque no eres un buen partido para nadie" "Solo un omega tonto y llorón". Eran cosas que había escuchado toda mi vida.
Me sentí pequeño nuevamente, como si se estuviera repitiendo lo ocurrido hace un año. Cuando habían tratado tan mal al Yuuri que también "a su manera" estaba haciendo su presentación en sociedad.
Fue cuando Andriev se iba que recaí en un detalle bastante importante.
Yo ya no era el Yuuri del pasado.
¿Iba a actuar como si todo lo que me había enseñado Yuri sobre confianza en mí mismo no hubiera pasado nunca? ¿Qué clase de justicia era esa para mi amigo?
Valor, Yuuri. Valorarte y ser valiente.
Tomé aire e inflé el pecho, dirigiéndome a Andriev.
Yo no era la mascota de los Plisetsky, era su amigo.
Golpeé su hombro y él se volteó con una sonrisa que rápidamente se transformó en una mueca de confusión. Como si esperara encontrarse a alguien más en vez de al hijo de los Katsuki que había amedrentado hace un par de segundos.
Yo no era alguien sin valor, lo poseía solo por el hecho de ser quién era.
—Se me olvidó tomar mi copa —le indiqué confiado, como si la charla de hace un rato no hubiera ocurrido. Antes de que respondiera, tomé la copa y me retiré agradeciéndole.
Y aun si "solo era un omega". Aun si todo el mundo decía que nunca nadie iba a quererme o si solo por ser omega sentían que no merecía respeto.
Daba igual.
Yo me quería. Yo me respetaba. Y gracias a mis nuevos amigos, Yura por sobre todos, descubrí que eso era lo más importante.
Bebí todo el contenido de la copa de un trago. A pesar de que el calor apabullante seguía allí, tenía tantas ganas de hablarle a Yuri.
Quería agradecerle. Quería estar con él, arreglar las cosas y que todo volviera a ser como antes.
Me movilizaba a través del salón, buscando acercarme a la salida trasera. Si algo sabía de Yuri, era que no le gustaba mucho relacionarse con la "élite". Por lo cual, estar lo más lejos posible de todos era su plan de siempre.
Mientras me movía entre las personas, más miradas molestas sentía en mi dirección.
El pecho me apretaba.
Podía notar en las expresiones de las personas con las cuales me topaba, que mi presencia no era especialmente bien recibida.
Me sentía algo sofocado.
Por el tono de sus voces, los comentarios sobre mi persona no podían ser muy positivos que digamos. Sin embargo, algo me impedía prestarles especial atención o retenerlos en mi cabeza.
La cabeza comenzaba a darme vueltas, a pesar de que ya no estaba rodeado de tantas personas conforme me acercaba a la salida trasera.
Choqué contra un tipo, pero en vez de empujarme, me sostuvo con firmeza del brazo durante algunos momentos antes de negar con la cabeza y soltarme con una mueca de asco. Hasta ese momento había visto tantas muecas diferentes en dirección a mi persona: asco, desprecio, lástima, molestia, vergüenza, desagrado. Sin embargo, la expresión de ese tipo, en aquel momento antes de que yo saliera casi corriendo por la puerta trasera...
Tenía tanto calor.
Fue de deseo.
Ese chico era un alfa. Así como, me acababa de percatar, yo era un omega entrando en celo.
"Siento que olvido algo importante"
— Los supresores —susurré horrorizado.
❆
Había pasado cerca de un año desde la fiesta en la que conocí a Yuuri. Que si muchas cosas habían cambiado, era cierto, pero también habían varias cosas que se mantenían.
Por ejemplo, mi odio hacia los eventos sociales.
La cena estuvo deliciosa, aunque para mi mala suerte tuve que sentarme en la larga mesa de las novias. Del lado de Mila, estaba mi abuelo y luego yo. Mientras que del lado de Sara estaban sus padres y su hermano menor.
Debido a mi "tan importante" puesto como hermano menor de la celebrada, tuve que quedarme junto a ella durante toda la cena. Sí, la comida estaba deliciosa, pero sentía que me iba a dar un ataque si seguía sonriéndole a la gente que se acercaba.
Otro comentario sobre lo "guapo" que me veía al sonreír y juro que me iba a dar diarrea. Sin embargo, yo no era tan cretino como para amargarle la boda a Mila, así que lo mínimo que podía hacer por ella era no incomodar a quienes la venían a felicitar.
Luego de la cena, se dio el vals nupcial. Las mesas de los invitados estaban agrupadas por todos los bordes del salón, de modo que la pista quedara vacía para que la gente pudiera charlar, caminar, comer algunos canapés, beber tragos y otras cosas.
Era en esa ocasión en la que yo usualmente me escabullía a mi cuarto, debido al aburrimiento.
Pero hoy no era así.
No importaba cuánto quisiera ver a Yuuri y explicarle todo, seguía siendo la boda de Mila. Si me pedía bailar con las familiares de Sara, lo haría. Si mi abuelo me pedía sentarme con él un rato para hablar de cuando Mila era "tan solo una pequeñita que caía entre sus brazos", lo haría.
Desde luego, ese ataque de responsabilidad no duró mucho.
Todo se comenzó a volver terriblemente incómodo cuando un montón de ancianas comenzaron a interrogarme sobre cuándo llegaría el momento en que yo me casara.
Si bien yo siempre recibía ese tipo de comentarios, ahora siendo el único Plisetsky soltero en la familia, era el blanco ideal. Más que en todos mis años anteriores.
"¿Te gustan las chicas o los chicos omegas?".
"Mi hija es beta, pero tiene un sentido maternal que supera al de una omega".
"Mi niño es todo un caballero, será el perfecto amo de casa".
"¿Cuántos niños quiere tener?".
"¿No está usted en una relación, cierto?".
Y la respuesta a todas esas preguntas era un rotundo "jódanse". Que obviamente no decía, solo me excusaba diciendo que aún no cumplía la mayoría de edad y que esperaba concentrarme en mis estudios.
Había usado esa excusa desde los catorce años y todavía funcionaba. No sabía si eran muy idiotas, muy ingenuas o simplemente estaban desesperadas. Quizás las tres juntas, cosa que no hacía sino producirme una mezcla de gracia e irritación.
Pero al menos con ellas fuera, podía concentrarme plenamente en lo que había estado ocupando mi mente toda la velada: encontrar a Yuuri.
Según lo que vi en la Iglesia, estaba con Georgi y Sasha. Y al menos me fue fácil encontrar a ese par; el desgraciado había estado estornudando durante toda la cena. Aunque debo advertir que fue divertido cuando lo hizo durante el brindis de Mickey, este último sí que se irritó.
Me pregunto si algún día terminará de superar por completo el casamiento de su hermana mayor.
Sin embargo, cuando me los encontré, para mi sorpresa no había ningún Yuuri a su lado.
—¿No está contigo? Qué raro —comentó Georgi, una vez les pregunté por el paradero de Yuuri—. Cuando se fue, creímos que iba a verte.
— Pero es un alivio, por un momento pensé que estaban peleados —no sé qué tipo de mirada le habré dirigido, pero Sasha comenzó a defenderse inmediatamente. Como si supiera que era un comentario desatinado —. Digo, ¿quién soy yo para meterme en sus asuntos? Es solo que en nuestra boda ustedes bailaron tan bonito durante el vals, que deseaba verlos hacerlo de nuevo.
Sí. Comentó una estupidez, pero he de admitir que la idea tampoco sonaba tan mal.
Me despedí con un "tal vez lo hagamos luego", para seguir buscándolo.
Ya había recorrido el salón por completo y fue cuando llegaba a la salida que lo noté.
No podía ser cierto.
Sentí como si mis piernas fueran de plomo y no pudiera dar otro paso. Pasé saliva, arrugando el entrecejo mientras trataba de convencerme de que estaba equivocado. Empezaba a respirar por la boca.
Miré de un lado a otro, escuchaba comentarios y al parecer no era solo mi imaginación. Y tuve miedo, no lo niego. Me trago un poco mi orgullo y acepto que lo tuve que pensar bien al momento de inhalar profundamente por la nariz.
Allí estaba todavía, ese rastro de aroma a flores de cerezo.
Dulce, tan dulce.
No estoy seguro de en qué momento mis piernas reaccionaron y me guiaron por inercia a la siga de ese aroma. Ese camino dulce que me producía un cosquilleo agradable en la nariz. Y un picor extraño a lo largo de todo el cuerpo.
Relamí mis dientes, sintiendo cómo mis colmillos se extendían un poco.
"Cuando veas un omega en celo, vas a sentir una sensación similar a querer devorarlo".
Caminaba a través de los pasillos, reconociendo las enormes puertas, los cuadros y las decoraciones. Como si por arte de magia estuviera volviendo en el tiempo a la noche en la que conocí a Yuuri. Sin embargo, ahora no era a Nieve a quien perseguía, sino a esa entidad etérea que me recordaba al primer día de primavera.
Me estaba hundiendo en un océano compuesto de árboles de cerezo en flor.
El tiempo corría de una manera extraña, como si me resbalara en la piel. Como si en ese punto de mi vida solo existiera ese aroma dulce y embriagante que me llamaba. No pensaba bien, era difícil centrar mis pensamientos en otra cosa.
¿Esto era realmente el instinto? ¿Era este el cambio real que causó el primer celo en mí?
Aún seguía allí, esa parte consciente de mi cabeza. Mi conciencia me llamaba a gritos para que regresara a tierra, para que me alejara. Para que no me sumiera en la identidad que icaracterizaba a mi raza.
Porque en el fondo era un niñito aterrado de sí mismo y de lo que podía ser capaz de hacerle a una persona que quería mucho.
Y mierda, era tan difícil decir que no. Era tan duro crecer y darme cuenta que me estaba transformando en lo que quería evitar.
No era un idiota, tampoco una criaturita inocente. Tenía más que claro que todo el tiempo, en todo el mundo, se estaban dando casos de omegas marcados a la fuerza por entrar en celo cerca de un alfa cualquiera.
Cuando desperté de mi ensimismamiento, estaba frente al cuarto en el que conocí a Yuuri. Él se hallaba sollozando en la misma posición, fetal, pero en vez de alimentar a Nieve solo abrazaba sus rodillas y escondía su rostro.
El aroma era pesado, sentía cómo las manos me empezaban a picar solo de nerviosismo.
De ansiedad, de desesperación. Yo no era así. Yo no quería ser así.
Di un paso dentro del cuarto, la luz iluminaba el pasillo y noté cómo mi silueta cubría el cuerpo de Yuuri.
Notó mi presencia y cuando alzó la mirada sentía como si algo en mi interior se estuviera cayendo a pedazos.
"No me mires, por favor" salió entre tartamudeos de sus labios, mientras intentaba cubrirse con ambas manos. Era como escuchar un avecita herida con un ala rota. Era obvio que Yuuri no se podía poner de pie; tengo entendido por experiencia con mi hermana que, en su punto cúspide, los omegas tienen dificultades controlando sus cuerpos.
De hecho, era sorprendente que Yuuri fuera capaz de formular una oración coherente.
Me acerqué a él con un paso trémulo, podía notarlo temblar y sentía el oleaje de feromonas transmitiendo sus emociones.
Sentía que iba a perder la maldita cabeza, si ya antes me costaba lidiar con mi olfato más desarrollado, ahora creía que podía enloquecer.
Me puse de cuclillas ante él y pude percatarme de cómo su cuerpo temblaba. El cuarto estaba congelado, los omegas en celo tienen fiebre pero padecen de un frío que los incita a buscar el calor de un alfa.
Alargué mi mano en su dirección. Yo sabía que debido a su estado era mucho más consciente de todo lo que sucedía a su alrededor, al menos en lo correspondiente a un alfa. Alfa que en ese caso, era yo.
No me di cuenta de en qué momento mi respiración se tornó tan agitada. Mis colmillos molestaban de una manera terrible.
"Muerde. Toma. Arrebata. Posee"
Su mejilla ardía en el momento en que la acaricié. Estaba cubierta por una fina capa de sudor y de lágrimas. La expresión de sufrimiento de Yuuri es algo que jamás podré borrar de mi mente.
Y lo comprendía tan bien. Él también estaba odiando con toda su alma su instinto y lo que su clase le estaba obligando a hacer.
Escuché mi nombre. En un tono de petición. De súplica y de perdón.
De miedo y de vergüenza.
Lo sentí tan bien como podía notar todas las emociones cargadas con fuerza en el ambiente.
— Es hora de ir a casa, Yuuri —declaré, con la mejor sonrisa que tenía. Una que le inspirara confianza. Que le dijera que todo iría bien. Porque ese era mi plan, que todo fuera a la perfección.
Antes de que él terminara de entender lo que sucedía, lo cubrí con el saco que llevaba puesto. Sabía que esto solo sería más complicado para ambos conforme más contacto tuviéramos.
Cargué a Yuuri con algo de dificultad, sin embargo, mucha menos que aquella vez en la boda de Georgi. Algo bueno debió haberme traído el celo.
Cada paso era una tortura. Mi cuerpo me recriminaba continuamente que no estaba haciendo lo correcto.
Pero ese día, yo había comprendido algo importante sobre lo que realmente significaba ser un alfa, al menos para mí.
Yo era Yuri Plisetsky. Tenía dieciséis años y quería ser un intérprete de violín famoso en vez del próximo dueño de la empresa familiar. Los negocios se me hacían tan jodidamente aburridos.
Decía odiar a mi hermana y mi abuelo, aunque en realidad no fuera cierto. Y si bien, no lo demostrara, también seguía extrañando condenadamente a mis padres. En el fondo, tampoco terminaba de odiar a Viktor.
Me gustaba comer piroshkis de katsudon y salir a pasear durante todo el día. Mi carácter es tildado de "difícil", aunque lo más acertado es decir que es una mierda.
Tengo el cabello rubio, ojos turquesas, piel blanca y al parecer, ahora mido lo mismo que Yuuri.
Y por último, soy un alfa.
Todo eso es Yuri Plisetski, todo eso soy yo y aún mucho más. Alguien que quiere a Yuuri como no ha querido a nadie en mucho tiempo, debido a que es el primer mejor amigo que tiene en su maldita vida.
Pero, por sobre todas esas cosas, en este momento, soy solo un chico que desea proteger a su mejor amigo más que nada en el mundo. Y eso es lo que haré.
Porque el omega en celo que hay entre mis brazos, no es Yuuri.
Yuuri es la persona más maravillosa que he conocido en mi desgraciada vida. Es amable, considerado, divertido, agradable, siempre se preocupa por todos a su alrededor más que por él mismo. Es algo torpe y muchas veces se deja derrumbar por cosas que no valen la pena. Su carácter es tan diferente al mío, y eso me parece genial. Todo de él me parece increíble. Tiene el cabello negro, ojos marrones y aunque no quiera aceptarlo, tiene una sonrisa bonita. Posee una familia que lo adora y amigos que se preocupan por él.
Yuuri Katsuki es mi mejor amigo.
Yuuri también es un omega.
Yuuri es mi mejor amigo, entró en celo y necesita ayuda. Porque, joder, eso es lo que hacen los mejores amigos. Se ayudan y se cuidan. Él me ayudó de tantas maneras que ni siquiera puedo enumerarlas, porque no terminaría.
No éramos un alfa y un omega que por desgracia se hicieron mejores amigos. Éramos mejores amigos y además de todo eso, éramos un alfa y un omega.
Porque una estúpida clase no definiría lo que somos como personas. Solo somos personas y ya. No puedo entender por qué a esta sociedad de mierda le cuesta tanto notar eso.
Lo dejé con sus padres sin que nadie de la fiesta se enterara más de la situación.
Ellos se deshicieron en palabras de agradecimiento, mientras se encargaban de llevarlo a su cuarto y de buscar las tabletas de supresores.
"Eres un buen niño, Yura"
Creo que por esta vez, me siento orgulloso de escucharlo.
Regresé a mi cuarto y entré directo a la ducha, queriéndome quitar el aroma de Yuuri de encima.
Sintiendo como si todo hubiera sido un sueño o mi cerebro jugándome una broma. Pero allí seguía el aroma a cerezos en flor, recordándome que fue real.
Que yo realmente fui capaz de vencer a mis instintos.
Entonces, luego de mucho tiempo, sentía las lágrimas descender por mis mejillas.
"Me volviste un maldito bebé llorón como tú, Yuuri" pensé, mientras una sonrisa victoriosa se había formado en mis labios.
Por primera vez, sentí que pude luchar contra el destino que se me había impuesto por ser un alfa.
Yuuri me había liberado.
Sentía como si ese eterno invierno, que me mantuvo prisionero toda la vida, hubiera llegado a su fin.
❀ ❆❀ ❆❀ ❆❀ ❆
(La canción me inspiró por eso la pongo ;///;)
Bieeeen. Supongo que este ha sido el capítulo más largo y es momento de todas las explicaciones (?)
Este es el capítulo final de la primera parte de mi fanfic y siento necesario hacer largas estas partes. Para quienes no estén familiarizados con mi estilo, yo suelo separar los fanfics en partes que me ayudan a llevar la trama xD. La primera parte (capítulos cero al seis) se llama "Invierno" y creo que se explicaría porque la mayoría de los títulos tienen que ver con cosas de la estación :'B.
Otra cosa, sé que hay muchas variaciones del celo alfa o de cómo son. En el caso de Yuri (los alfas de mi fic en general), tiene los caninos algo afilados por naturaleza, pero en su celo sus otros dientes también adquieren una forma más...¿canina? con el fin de darle mejor mordida al omega. Y también para gruñir y enseñar los dientes como los canes.
Como habrán notado, en la casa de Sara no había un omega, por lo cuál, Yuri solo sentía el estrés del celo de manera "territorial". Celo alfa: Marcar territorio, marcar omega. No hay omega, solo marcar territorio.
También tengo la idea que los alfas son como cachorritos (?) o sea,que en un punto son pequeñitos y luego ¡bam! son enormes xD. Digo, maduran mucho mejor~ así que sí, Yuri si era capaz de cargar a Yuuri ;V;
Si tienen más dudas sobre el capítulo, no duden en decirmelas~
Ahora lo importante...
¡Muchas, muchas, muchas, muchísimas gracias por todos los votos, los comentarios y las leídas! Los loveo mucho a todos ustedes y que gusten de lo que escribo <3
Nunca creí llegar tan lejos con el fanfic xD es como "¿Cómo agarré tanto vuelo?", ya que cuando lo hice tenía la idea de "bueno, no debo ser la única que quiere un fic así ¿por qué no publicarlo?".
Gracias a todos por su apoyo <3
Por cierto, se está llevando a cabo un concurso, el "YuYu awards" del cual yo estoy participando y se ve chido <3 No es por votos, es por calificación del jurado, así que si tienen un fic de la ship, no duden en entrar ~
Menciones especiales(?)
@xio158 por mandarme ánimo cuando la U me chupaba la vida.
A mis lindas betas~ @AuroraMinami @JabhiiWasTaken @34BaumKuchen43 a quienes acoso para ver si la narración va bien o si hay ooc asda.
@PaulinaIbaez6 porque me hizo un dibujo bien mono para la Yuruuri week
Hay mucha gente más que siempre me vota y me comenta ;v; pero no puedo recordar tantos usuarios, lo siento :c sepan que los amo <3
Perdón por los errores ortográficos, pero tengan piedad, son como 21 páginas xD
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