Capítulo Once: Cuando el verano llegue al final

 ❆ 

—Yuuri siempre ha sido lindo —escucha Yuri y basta esa sola mezcla de palabras para que toda la sangre en su cuerpo empiece a hervir.

No solo es lindo.

Yuuri es dulce y amable. Yuuri tiene una personalidad fuerte bajo toda la gentileza que esconde para el mundo.

Yuuri es increíblemente talentoso y perseverante.

Yuuri es la persona que todos necesitan conocer.

Pero la persona que Yuri desea, nadie más pueda tener tan cerca como lo tiene él.

Es por eso que ahora, en medio de la fiesta de cumpleaños de Yuuri, no puede evitar querer romper el vaso que trae en la mano cuando ve a ese imbécil de Nanami revoloteando alrededor suyo.

La fiesta es en casa de la familia Katsuki, desde luego, por lo cuál Yuri no puede ser el anfitrión que decide qué hacer con un invitado indeseado.

Sabe la historia entre ellos, sabe que se conocieron en el vuelo de avión y que Minami estudia en su barrio universitario, por lo cuál suele visitar a Yuuri en la cafetería: Y lo desprecio completamente.

Cuando ve a Minami dar un golpecito juguetón en la mejilla de Yuuri, sabe que ya ha tenido suficiente.

Sabe lo que es coqueteo, por todos los cielos. Y sabe que está tan enojado que si sigue en ese lugar va a explotar.

Así que toma su chaqueta, da una despedida rápida al matrimonio Katsuki y abandona el lugar.

Avanza por la nieve con zancadas largas, sin importarle acabar con un resfriado por el golpe de frío.

Necesita irse, necesita escapar.

Necesita a...

—¿Yura?

Yuri está en los escalones de entrada a la mansión cuando una preocupada voz tras él lo llama. Quiere avanzar, pero no puede. En su lugar, respira profundo y cuenta hasta diez, como Otabek le ha enseñado. Se voltea tratando de mantener la mejor sonrisa posible.

—Voy a dormir, estoy cansado.

No le da tiempo para responder y sube el resto de los escalones a zancadas.

—¿Estás molesto conmigo? —Escucha a sus espaldas, justo cuando está sacando las llaves para abrir la puerta. Y esa frase...

Es la gota que rebalsa el vaso.

¿Está molesto, de acuerdo?

Está molesto con Minami, por cortejar tan descaradamente a Yuuri. Está enojado por Yuuri, aceptando toda la atención como si nada.

Y por sobre todo...

Está enojado consigo mismo. Porque no puede evitar sentirse como un bastardo.

Está enojado con la forma en que su corazón late descarrilado cada vez que puede estar a solas con Yuuri. Está enojado porque ahora que tiene a Otabek, nota todas las diferencias entre sus sentimientos.

Está enojado porque quiere demasiado a Yuuri.

Está frustrado porque sabe que está enamorado de su mejor amigo, sabiendo que alguien como Yuuri, podría tener al mundo bajo sus pies.

—No...—No quiere agregar nada más, pero tampoco se siente capaz de dar un paso más adelante.

Porque tiene la sensación de que si entra por esa puerta, cierra la puerta tras de él y permite que Yuuri regrese a la fiesta con Minami...

Será darse por vencido.

Sería perder para siempre algo que jamás tuvo. Sería recordarse para siempre cómo pudo al menos haberlo intentado.

¿Y qué si Yuuri encuentra a alguien más? ¿Y qué si se casa con alguien más y tiene cinco hijos? Él ya no es un niño. No puede hacer berrinches infantiles para retener a Yuuri a su lado.

Ya no es un niño y es por eso, quizás, que está madurando.

Yuuri ha cambiado, todo el mundo puede verlo.

Yuuri es feliz y él... No desea nada más en el mundo que verlo sonreír.

Entonces, incluso si ya no es por él, incluso si por alguien más.

¿Quién es él para cuestionarlo?

¿Quién sería él para reprochar algo cuando jamás se atrevía a ser honesto?

Estos sentimientos son tan pesados como un saco de plomo. Es como estar en lo profundo del océano, esperando a que tus pulmones exploten por la compresión.

—¿Sucede algo entonces? —Yuri sale de sus pensamientos cuando la mano del otro chico cae sobre su espalda, acariciandola con una gentileza de la que en serio desea ser digno.

Quiere ser digno de Yuuri más que nada en el mundo.

Quiere que Yuuri lo vea de la misma manera en que él lo ve.

Quiere que Yuuri le permita abrazarlo durante horas y le permita sentir el aroma de la primavera en su cabello.

Quiere que Yuuri haga un nido en su corazón y que jamás lo abandone, que más lo deje vacío.

Quiere que Yuuri lo ame, aún sabiendo que es lo más egoísta que ha podido desear en mucho tiempo.

—Te amo —murmura finalmente, soltando el pomo de la puerta.

Y es como si con ese simple gesto, estuviera soltando muchas cosas más. Como si se hubiera deschecho del abrigo de plomo, como si por fin empezara a flotar hacia la superficie.

Se siente cada vez más ligero.

—¿Disculpa? —escucha la voz de Yuuri temblar detrás suyo y solo entonces, se da el valor para voltearse, apoyando su espalda contra la puerta mientras su mirada no pierde ninguna expresión del rostro ajeno.

La bonita cara de Yuuri es como poesía pura.

—Te amo, Yuuri Katsuki —repite, esta vez con firmeza, dando un paso en frente sin romper el contacto visual.

(Porque sabe que en el momento en que lo haga, todo su valor se vendrá abajo y correrá sin esperar una respuesta).

Yuuri responde con silencio. Solo lo mira, parece contener la respiración, porque juraría que no se mueve ni un centímetro.

Bueno, no lo hace hasta que Yuri avanza otro paso.

—No... —balbucea Yuuri, negando con la cabeza, llevando ambas manos hacia su pecho como si tratara de protegerse de un golpe inexistente hacia su corazón—. No lo haces.

Y trata de sonar firme y trata de verse serio. Pero Yuri no ve disgusto y sabe que debe continuar. Puede permitirse ser rechazado por Yuuri, puede permitirse mantener esto como una amistad, pero santa mierda, no permitirá que Yuuri dude de estos sentimientos que él pasó tantos meses intentando descifrar.

No permitirá que nadie dude sobre lo hay en su corazón... Ni siquiera Yuuri.

Bastan un par de pasos para estar frente a frente con el omega.

—¿Cómo sabes que no lo hago? —pregunta, sonando quizás más brusco de lo requerido.

—Porque solo soy tu amigo —responde Yuuri, mientras mantiene su rincón en alto y ah...

Es tan divertido que se comporte tan seguro de sí mismo en una de las cosas en las que más equivocado está.

(Yuri no puede evitar pensar lo mucho que le gusta cuando el omega se da escuchar. Como ya no se deja intimidar).

—No sé mucho de muchas cosas. —Empieza Yuri, frunciendo el entrecejo mientras mete las manos en sus bolsillos, bajando la mirada solo por un momento, para tomar aire antes de continuar—. No sé cocinar muy bien, no sé preparar cafés deliciosos como tú, no sé bailar en la manera en que lo hace Viktor y solo soy bueno tocando el violín, tan bueno que me volví un solista.

—Yura...—Lo interrumpe el otro, pero no, no se lo va a permitir.

—¡Déjame terminar! —exclama, ya sintiendo como el nerviosismo no puede ser reprimido más y como una grieta en su confienaza empieza a formarse—.No soy bueno en muchas cosas y tengo una personalidad de mierda. Soy duro, soy pesado, soy como una piedra molesta en el zapato de muchas personas, como la nueva cuerda de un violín, dura y que te causa callos...

—Tú no...

Yuri estira su mano y antes de poder pensarlo bien, su dedo índice acaricia los labios del otro para mantenerlo en silencio.

—Pero nunca lo fui para ti.

Retira su mano, queriendo ignorar como un ligero temblor la invade. En lugar de volver a su bolsillo, busca acariciar el antebrazo de Yuuri, intentando que el chico abandone la posición a la ofensiva que ha tomado desde que inició la confesión.

—Yuuri, mierda, tú eres... —Alza la mirada hacia el cielo, como si dentro de su cerebro quisiera buscar las palabras adecuadas. Ojalá pudiera ser un poeta, ojalá pudiera ser tan listo como Yuuri—. Eres como cuando la primavera llega luego del invierno —dice finalmente.

Solo entonces, quizás por el shock, Yuuri baja los brazos y Yuri aprovecha de atrapar su antebrazo para atraerlo hacia la puerta, buscando esconderlo más de la mirada de cualquier fisgón que saliera a buscarlos.

Yuuri se deja guiar, como si no hubiera nada en su cabeza en ese momento.

—Eres como ver las primeras flores surgir en las ramas de los árboles —prosigue Yuri, sintiendo su cara por las comparaciones que solo ha hecho tontamente en su cabeza durante años cada vez que pensaba en el otro chico—. Eres como la primera mañana cálida con un poco de sol. Eres la primera persona que me hizo sentir como si yo también... Pudiera ser alguien que pudiera ser querido. Alguien no tan filoso, alguien no tan distante. Algo que atesorar

Yuuri se siente tenso bajo su mano, la respuesta que abandona sus labios se siente como una puñalada:—Los omegas suele hacer que las personas se sientan...

—¡No es porque seas un omega! —Grita Yuri, sintiendo la adrenalina correr por sus venas y la frustración derramandose de su corazón. No puede controlar la forma en que sus manos suben hasta los hombros de Yuuri, buscando que el otro chico este obligado a mirarlo—. Eres tú. Yuuri, eres tú y siempre has sido tu.

Está desesperado y su voz no puede esconderlo más.—Yuuri, por favor, cree en mí. No me importa qué suceda, pero no puedo soportarlo más. No puedo soportar ver como ese tipo Minami insiste en tener citas contigo, no puedo soportar la forma en que te ve.

—¿Cómo me ve? —pregunta Yuuri, parpadeando con confusión, mientras ladea su cabeza.

Yuri agradece que no se aleje una vez afloja su agarre.

—Él te ve de la misma manera en que yo te veo. —No puede evitar sonreír como un idiota mientras niega con la cabeza, sintiendo que es rídiculo tener que explicarle a esta persona por qué alguien se sentiría siquiera atraído por él—. Maravilloso, radiante, increíble, inteligente, único, él te ve y como yo, él sabe que tú eres simplemente...

"Fantastico" queda en la punta de su lengua, cuando se percata que lágrimas han empezado a rodar por las mejillas del otro chico.

Oh no.

No, no, no.

— ¿Estás llorando? —pregunta, sintiendose como un tonto en el acto. No está ciego, ha hecho llorar a Yuuri. Ha arruinado su cumpleaños, ha arruinado su relación, ha arruinado su vida—. Mierda, mierda, mierda

—No maldigas tanto...—Regaña el otro, mientras seca sus mejillas con el dorso de sus manos.

Solo entonces, Yuri recae en el hecho de que Yuuri no trae su amigo, como si hubiera corrida tras de él sin siquiera preocuparse de él.

Deja que Yuuri calme su llanto mientras se quita el abrigo, usándolo para cubrir al otro. Sabe que los omegas son más sensibles a las bajas temperaturas... Y aún así, Yuuri lo siguió.

Algo cálido atraviesa su corazón como una flecha.

Algo que se siente como fe.

—No me conoces sí me pides eso... —comenta Yuri, cuando nota que por fin las lágrimas han dejado de caer.

—Me amas —susurra Yuuri, mientras sus dedos pálidos se aferran al borde de la prenda que cubre sus hombros y cae por su pecho.

—Sí —responde Yuri, cómo si dijera una de las verdades absolutas del universo. Como si le preguntaron si los planetas giran alrededor del sol, o si al acabar la noche, el sol saldrá de nuevo.

—Yuri Plisetsky, dices que me amas —pregunta nuevamente Yuuri, esta vez, levantando su mirada aún húmeda.

Sus gafas están empañadas. Así que con todo el cuidado del mundo, Yuri se las quita para guardarlas en el bolsillo de la chaqueta que acaba de entregar

—Lo hago.

Nunca creyó que su propia voz podría ser tan suave al decir algo.

El silencio es largo, pero Yuuri permite que el otro inspeccione su rostro. Si busca mentiras o dudas, Yuri está satisfecho al saber que el otro chico no encontrará nada.

—¿Cuándo? —pregunta Yuuri y entonces...

Entonces algo pequeño, diminuto, casi imperceptible, pareciera brillar en esos perfectos ojos marrones.

—Yo... No lo sé. —Yuri es sincero al hablar. Rasca su nuca con vergüenza al percatarse de que debe ser más especifico—. En un inicio, solo fuiste un amigo, luego, fuiste mi mejor amigo y luego conocí a Otabek y me di cuenta de que, hay cosas que no quiero hacer con un mejor amigo.

—¿Qué cosas?

—Quiero tomar tu mano —dice, mientras toma el valor que le queda para atrapar una de las manos de Yuuri, sintiendole terriblemente helada.

—Quieres tomar mi mano —musita Yuuri, mientras baja la mirada al punto de unión.

Yuri traga saliva, sintiendo como si su corazón fuera a explotar en su garganta cuando por fin dice:—Y no soltarla nunca.

Silencio.

—Yuri.

La mano de Yuuri tiembla entre sus dedos, Yuri juraría que va a alejarla y está preparado para ello.

En su lugar, el otro aprieta con firmeza sus dedos.

(Como si estuviera buscando su calor).

—No quiero que tus manos estén frías nunca más —dice, mientras acerca lentamente su rostro al de Yuuri, quién aún no levanta la mirada—. No quiero que me dejes nunca más, no creo poder pasar un día más sin escuchar tu voz.

Cuando acaba, sus frentes están unidas.

Están a finales de otoño... Pero ya el viento sopla con fuerza a estas hora de la noche.

—¿Es en serio?

—¿Por qué no me crees? —susurra, buscando acariciar los delicados dedos de Yuuri entre los suyos, pensando en cómo las yemas están duras por tocar tanto el piano, pensando en cómo lentamente comienzan a entibiarse.

Todo está sintiéndose más cálido, aún si sabe si es solo una ilusión.

—Porque creo que es demasiado bueno para ser cierto y yo... Ya siento que debía agotar mi suerte.

Esa frase va directo a su corazón. Es como el hielo de un río agrietandose, permitiendo finalmente, que la cascada que lleva congelada todo el invierno, puede estallar con fuerza.

Se siente como la perfección.

—Yuuri...

—Siempre pensé que te enamorarías de una chica en tu universidad, de alguien de tu nivel, de alguien... —Yuri observa como las pestañas de Yuuri tiemblan al hablar. No se atreve a verlo llorar nuevamente, así que su primera reacción es usar su mano libre para atraerlo en un firme abrazo, permitiéndole esconder el rostro contra su pecho.

—No pensaste que me enamoraría de ti —dice, sin saber si reír o llorar en ese punto.

—Aún no pienso que te enamoraste de mí —murmura Yuuri contra su pecho. Sin su abrigo solo trae una camisa delgada y juraría que el aliento de Yuuri pareciera atravesarla, dirigiendo las palabras directamente a su enloquecido corazón.

—Pero si fuera así... si lo creyeras. —Yuri esconde su rostro contra la coronilla del otro hombre, hablando tan suave como si su voz fuera de seda. Su nuez de Adán sube y baja antes de hacer la pregunta que tiene en mente desde que Yuuri decidió no alejarse.—¿Qué es lo que harías con mis sentimientos?

Yuuri se encoge en su pecho y eso rompe su corazón.

—¿No es obvio? —dice el otro, con una voz tan pequeña que vien podría ser el silbido del viento.

Pero para Yuri, se escucha como la más magnifica composición de toda la historia.

Se siente como si el sielo hubiera compuesto una melodía que solo él es digno de escuchar.

—Yuuri... Dijiste que tenías amigos allá.

—Lo dije.

—Hay cosas...— Yuri baja la cabeza solo lo suficiente para que su rostro quede a pulgadas del de Yuuri, sin importarle que este desvíe la mirada—. ¿Hay cosas que quieras hacer conmigo... y con ellos no?

Yuuri se mantiene en silencio y finalmente asiente, tras lo que pareciera ser una eternidad.

—Yo... Hay algo que quiero intentar. ¿Me dejarías?

Observa como Yuuri se separa solo lo suficiente para que vea mejor su rostro.

Sus labios están rojos, de seguro estuvo mordiendolos.

—Yuuri, quiero besarte —confiesa y por algún motivo, siente como si la pregunta llevara demasiado tiempo en su cabeza. Como si fuera una espina en su corazón que por fin consigue arrancar—. Si lo odias... confirmaré que no sientes lo mismo que yo.

—¿Y si tú lo odias?

—Significará que no me conozco en lo más mínimo y que sigo siendo un niño estúpido que no sabe nada de sentimientos.

Yuuri sonríe antes de dejar escapar una pequeña risa. Yuuri aún está riendo cuando Yuri se inclina lo suficiente para romper la distancia, besando su frente.

—¿Lo odias? —pregunta, sintiendo como el cuerpo ajeno pareciera relajarse en su abrazo.

Yuuri niega con la cabeza.

Yuri está seguro de que su corazón puede escucharse en todo el terreno.

Así que una vez recibe la confirmación, se inclina nuevamente y besa la mejilla del otro, aún húmeda por las lágrimas.

Se atreve a lamerla con curiosidad, sintiendo el sabor salado y ganandose un pequeño jadeo de sorpresa.

—¿Odias esto? —pregunta, sin poder contener la forma en que jadea contra la mejilla ajena, jurando que puede sentir el color rojo sobre la piel del omega.

Yuuri vuelve a negar con la cabeza, pero su mano suelta la de Yuri y este hace todo el esfuerzo del mundo para no ir tras él.

Porque se prometió que si Yuuri deseaba abandonarlo tras esto... él lo aceptaría.

Es un riesgo que está dispuesto a tomar. Porque si Yuuri en realidad no está seguro, si es demasiada información si se siente presionado, él está dispuesto a...

Sus pensamientos son interrumpidos por los brazos del mayor rodeando su cuello, abrazándolo con gentileza para atraerlo hacia abajo.

—¿Y tú odias esto? —pregunta Yuuri con una voz tan serena que podría calmar una tormenta.

Antes de poder responder, Yuri siente algo tibio contra sus labios.

Dulce.

No la dulzura típica de las flores, no. Tampoco es la dulzura de los postres de la fiesta.

Es la dulzura del primer amor, consumiendolo como si se ahogara en un oceano de agua dulce.

Antes de poder pensarlo, sus manos ya están rodeando con fuerza la cintura de Yuri, buscando romper la distancia entre sus cuerpos, necesitando perderse en aquel tibio cuerpo. Desesperado por presionar sus pechos y saber si el corazón del otro está tan acelerado como el suyo.

Yuri no tiene experiencia besando, pero siente que no puede contener una risa cuando se percata de que Yuuri tampoco.

Son un par de idiotas, piensa, sonriendo cuando sus labios vuelven a unirse. Solo es un choque suave de bocas. Es torpe, pero es jodidamente adictivo.

—No lo odio... —Vuelve a buscar la boca de Yuuri, robándole un beso con un poco más de confianza, con más descaro e instinto. Siente que lo está haciendo un poco mejor, aún si es solo su imaginación.

Sabe que Yuuri quiere decir algo, pero no se lo permite.

Solo lo besa una y otra vez, a veces en la comisura de sus labios, a veces en su mentón, a veces atrapa sus labios abiertos y se estremece cuando siente el calor de su boca.

Lo besa como si hubiera esperado toda su vida para hacerlo.

Lo besa como si hubiera deseado esto desde el primer momento que lo vio entrar por la puerta y reconoció su existencia.

Antes de darse cuenta, no puede separarse de él. Como si la boca del omega se tratara de un imán. Lo besa, da algunas lamidas casuales y no contiene las ganas de mordisquear aunque sea una vez.

Se siente como hambre, como un hombre que jamás ha comido y de la nada, alguien le ofrece un festín.

Las manos en su espalda jalan de su camisa con cada vez más fuerza. Sabe que las piernas de Yuuri empiezan a fallar, porque ahora tiene que sujetar casi todo el peso del omega con sus manos, que sujetan su cintura como si pertenecieran a ella,sintiendo los dedos del otro enterrarse en él como su fuera su chaleco salvavidas.

Yuuri luce... derrotado, cuando se vuelven a separar. Sus ojos teñidos por el color rojo luego de llorar, sus labios algo abultados por el ataque, su respiración agitada y su flequillo desordenado.

Cualquiera podría pensar que el pobre hombre ha sido molestado sin cesar.

Pero Yuri sabe que no le molesta.

Lo sabe porque puede sentir lo fuerte que palpita el corazón de Yuuri contra su pecho.

Boom, boom, boom.

Lo sabe por la forma en que el otro busca acariciar su cabello con cada beso. Cómo presiona su nuca como si nunca quisiera dejarlo ir.

Lo sabe porque Yuuri intenta corresponder y sus dientes chocan y duele, pero aún así, ninguno se atreve a detenerse, como si temieran que al hacerlo, despertarían nuevamente en sus camas a más de mil kilómetros de distancia.

En el mapa, hace un año, la distancia era de dos centímetros.

Ahora, sus cuerpos se encuentran a menos de uno.

Yuri no puede evitar jadear, acompañando la agitada respiración del omega.

El aroma a flores, tan dulces como las que crecen en medio de la primavera, es todo lo que ronda en su cabeza.

—Quiero que vengas conmigo, Yuuri... —murmura finalmente, sintiendose ebrio con el sabor de Yuri en su boca.

—¿A tu casa?

—A mi vida —lo corta con rapidez, antes de inclinarse por otro beso... que Yuuri evita, ofreciendo su mejilla.

—Ya estoy en tu vida —responde con ternura y Yuri puede sentirlo sonreír.

—Y agradezco eso cada segundo de la mía —murmura, antes de seguir besando torpemente su mejilla.

—Yura...

—¿Sí?

—Oh, Yura... —Yuuri por fin voltea su rostro, ambas narices se rozan de tal forma que da cosquilla.

—¿Qué pasa?

—¿En qué momento me enamoré de ti?

—No lo sé yo... —Yuri no puede evitar reír, aún cuando sus ojos se sienten húmedos y debe tomar distancia porque no desea que Yuuri lo note—.Joder... No me importa cuando empezó, solo me importa que no termine.

Yuuri lo observa y sus ojos brillan como si fueran dos ópalos que acaban de ser pulidos:—Solo está empezando.

Yuri traga saliva, recordando que las llaves siguen puestas en la puerta, así que estira su mano para finalmente, abrirla.

Yuuri pareciera dudar antes de dar un paso adelante y Yuri no puede evitar rodar los ojos, conteniendo una risa:—Entra ya... ¿No recuerdas cómo entraste a mi vida con tanta facilidad?

Yuuri suelta un suspiro avergonzado antes de pasar a su lado y entrar a la mansión. Solo cuando cruza a su lado, en medio del ambiente helado de la mansión, Yuri recuerda algo que lo obliga a retener al omega por la muñeca.

—Yuuri, ¿Sabes algo?

—¿Qué cosa?

—Cuando te conocí, pensé que eras como los brotes de invierno...

Yuuri se ve visiblemente incomodo, llevando su mano libre hacia su nuca.

Yuri comprende que está pensando en su aroma, por lo cuál tras cerrar la puerta con su pie a sus espalda, se inclina para abrazar al omega con dulzura, estrechando su cintura con delicadeza.

—¿Sabes por qué? —pregunta contra su oído, notando un ligero temblor contra él.

—¿Por qué?

Yuri se vuelve más valiente que nunca antes, atreviéndose a retirar la mano de Yuuri de su nuca para poder besar el costado de su cuello con libertad.

—Porque son los más escasos... y los más hermosos.

Y basta eso para que Yuuri ceda nuevamente a su abrazo.

Y basta eso para que ambos corazones por fin se derritan.

Y basta eso para que el verano por fin llegue a dónde solo hubo invierno.

Fue complicado, fue difícil, pero no fue imposible.

Así como no es del todo imposible encontrar una flor en medio del invierno.

Así como no es imposible, encontrar el amor verdadero.

Fin.

❀ ❆ ❀ ❆ 

Brotes de Invierno por fin ha acabado. Hace un par de horas, leí un comentario tan dulce que me conmovió hasta el alma y me dio la inspiración para acabar esta historia, así que sin importar los años que pasen, nunca duden en dejarle sus comentarios a las historias que aman.

Me salté muchos detalles y demás, pero la confesión del YuYuu sigue siendo la que imaginé desde el primer momento.

Agradezco mucho la espera. Actualmente estudio en una carrera que amo y retomé la escritura desde cero hace un par de años en otro fandom, en dónde soy mucho más feliz.

A ti, no importa si acabas de encontrar la historia o si has esperado por cuatro años, te doy las gracias y te deseo una prospera y alegre vida.

Con esta historia finalizada, puedo dar por terminada mi vida en esta cuenta.

Letsuko se despide para siempre de esta cuenta.

¿Quién sabe? Quizás me estén leyendo en otro lugar y ni siquiera se han dado cuenta, he cambiado mucho y supongo que quienes leían esta historia también.

Y de corazón, les deseo lo mejor.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top