Capítulo Ocho: Hojas de Otoño
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"Querido Yuuri:
No tengo mucho que contarte, las clases son aburridas como la mierda y si no fuera por Otabek de seguro me quedaría dormido.
¿Has escuchado eso que dicen? Sobre qué alguna gente es buena en cosas que no le gustan.
Por ejemplo, tú engordas fácil y lo odias. Yo odio toda esta maldita carrera, pero los cursos me son relativamente fáciles.
Al menos sé que de los pocos exámenes que he tenido en este inicio, me ha ido a la perfección. Aunque como resultado, mi abuelo no deja de decirme que es porque "lo llevo en la sangre", pero yo sé que es porque de seguro me lleva adoctrinando sin que me de cuenta.
Pero ya es mucho hablar de mí, aunque sé que te encantar leer mis correos~
¿Qué tal te ha ido? Espero que bien, según me indicaste en el último correo, si bien se te ha complicado un poco, me aseguraste que lo estabas llevando bien.
(Ánimo, que ya vas en el segundo trimestre... creo. No entiendo como funcionan las clases en Japón).
Espero que sea cierto, o sino no dudaré en viajar a Japón para darte un golpe en la cabeza.
Ah, sobre la universidad. No es tan horrible como creí... es peor. Dicen que la universidad es genial porque estás con gente con tus mismos gustos pero para mí, que estoy casi literalmente obligado, todo el mundo en mi clase se me hace desesperante.
Si hubiera un incendio en el salón, creeme que no me tomaría la molestia de encender la palanca de incendios.
Con cada día que transcurre, me convenzo de que todos son las versiones jóvenes de los adultos que me encuentro en las reuniones de mi abuelo. Y ni hablar de las chicas y los omegas. Mila parece una santa en comparación a todas esas arpías.
"¿Yuri quieres almorzar con nosotras?" "¿Por qué tan serio?" "¿Tú pareja no se molesta si te pido tu correo?"
Matenme. Como si fueran tan estúpidas como para no entender las primeras cinco negativas.
Sin embargo, no todo es tan horrible. La orquesta es realmente increíble.
Hoy por fin me ascendieron a primer violín. ¡Ya era hora! Fue genial ver la cara de envidia de los otros primeros violines, se estaban creyendo mucho y necesitaba bajarlos de su nube.
Ah, y sobre la receta que enviaste el otro día, se la entregué a tu madre. Me invitó a cenar esa misma noche, pero se hace extraño si no estás tú. Digo, es raro poder repetirme de plato sin culpa de tenerte al lado mirándome como si te estuviera traicionando.
Da igual, espero que la estés pasando bien. Noviembre está empezando y ya verás que es pan comido~
PD: Recuerda que si algún grupo de idiotas te jode, puedes decirle a Viktor.
2PD: Y si Viktor no te ayuda, seré yo quien vaya a patearle el trasero a esos idiotas.
Atentamente, Yuri"
Revisó un par de veces el mensaje antes de apretar enviar. No quería terminar diciendo algo sin sentido por darse prisa y acabar dándole material de burlas a Yuuri.
Ya había tenido mucho de eso la última vez.
Miró la hora en su computadora y eran las seis de la tarde, haciendo cuentas de seguro Yuuri ya debería estar durmiendo, así que leería el correo a la mañana siguiente. Con una sonrisa imposible de ocultar, Yuri soltó un suspiró y abandonó la computadora. Ya que se conoce bien y sabe que si sigue allí haciendo quién sabe qué cosa, la ansiedad en espera de una respuesta solo iría en aumento.
Estos últimos meses sin Yuuri han sido extraños. Yuri piensa en eso a menudo, cada vez que extraña a su amigo, de hecho. Tal vez porque ahora pasa más tiempo a solas en casa, sin Mila incluso. O tal vez porque ahora debe tratar con más gente, quién sabe, y tiene más material de comparación.
Los primeros meses fueron sin duda alguna lo más complicados. Fue tiempo de darse cuenta de la importancia que había adquirido Yuuri en su cotidianidad. La sensación de despertar y saber que no sería él quien le acompañara en el desayuno o quien le trajera ropa limpia, era bastante desolador. Ya no tendría con quien pasear durante la tarde por el jardín, así como tampoco tenía con quién hablar durante horas los fines de semana.
En resumidas cuentas, sus primeros meses fueron el volverse a acostumbrar a la soledad. Una más turbia, una más irónica. Yuuri se había ido mientras él gastaba su tiempo preparando el exámen para la academia. Más para pasar tiempo qué porque realmente le importara, después de todo, sabía que aunque entregará un exámen nulo, lo iban a aceptar.
Una soledad en la que conocía a más gente y más gente le buscaba, pero en la que se hallaba lejos de quienes realmente le importaban. Maestros especializados en ramos y cursos que le entregarían en la universidad, que intentaban hacerle un tipo de "introducción" para que no le fuera tan difícil acostumbrarse. O sea, una basura.
Joder, si hasta extrañaba a Mila jalándole las mejillas y revolviendole el cabello. Pero cuatro horas de viaje eran realmente agotadoras y Yuri tampoco tenía muchas ganas de gastar dinero en un vuelo de avión.
Sin embargo, a pesar de las adversidades, era usual que mínimo una vez a la semana visitara a su hermana. Mila siempre lo recibía con los brazos abiertos, añorando su visita mientras su esposa se concentraba en sus estudios y la finanzas (a medias) de la empresa familiar.
En ese tiempo, Yuri descubrió lo mucho que a Mila le llamaba la atención la administración de empresas y la facilidad con la que ella comprendía todo lo que él le explicaba.
"Estudio por mi cuenta en mis ratos libres" respondía ella con una sonrisa, y él no se sentía capaz de seguir preguntando.
Si tan solo fuera tan fácil cambiar de lugar.
Al final optó por quedarse un par de semanas junto a Mila, por mucho que su abuelo le regañó, debido a que tendría que cambiar de tutores a unos que vivieran en esa zona con tal de que Yuri no perdiera ninguna clase.
Si bien acompañado las clases eran más llevaderas, la compañía de su hermana no se comparaba a la de su mejor amigo.
Claro, se enviaban correos con Yuuri. Pero no era lo mismo. Yuuri tenía clases y además un horario estricto en el cual se le permitía usar la computadora. Sin olvidar que en muchas ocasiones dichos horarios no coincidían.
La universidad no era mucho mejor, en realidad todos le valían mierda en un inicio. El apellido Plisetsky era reconocido, no era de los más prestigiosos en esos grupos, pero de que tenía un gran peso, lo tenía. Conseguir grupos de estudio los primeros días no era difícil, ya que usualmente la gente le insistía por hacer trabajos grupales con él y obviamente, Yuri no rechazaba una oportunidad por más que le irritara la gente con la que tenía que tratar.
Si bien en un inicio creyó que el hecho de aprender de gente que amaba dicha carrera, sería capaz de convencerlo de que no era tan malo, descubrió a la mala manera que las clases lo aburrían de una manera mortal.
Lo único rescatable de toda esa situación, era que ahora participaba en una orquesta. No era lo que esperaba cuando niño, pero nada cambiaba el hecho de que se sentía realizado al poder tocar entre tantas personas talentosas. No más talentosas que él, pensaba para sus adentros cada vez que entraba al enorme salón con su estuche de violín al hombro.
En la prueba de admisión a la orquesta, dejó atónito al director y dicha preferencia se manifestó a lo largo de las semanas. Lo tenían en la mira y Yuri disfrutaba la atención.
Adoraba que lo tomaran en cuenta por algo que amaba hacer. Le inflaba el pecho con orgullo y sentimientos de altivez.
Después de esas primeras semanas llegó el momento en que conoció a Otabek. O mejor dicho, fue él quien conoció a Yuri.
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La primera vez que vio a Yuri fue luego de su audición para acceder a la orquesta. Tenía curiosidad por saber quién, aparte de él, sería nuevo en el grupo. Aunque sinceramente, no tenía demasiadas expectativas. Y no es porque otros instrumentos no le llamaran la atención, es que todos le brindaban exactamente la misma imagen.
Nadie erraba notas, todos seguían la melodía al pie de la letra, casi como si no fueran humanos los que se hallaban sobre el escenarios. Así fue con todos y cada uno, excepto Yuri Plisetsky.
Supo que una de las mejores decisiones que tomó en ese momento fue ser el único que, luego de su audición, que quedó a observar a los demás.
Cuando Yuri entró, escuchó un balbuceo entre los maestros de la orquesta. Bueno, mejor dicho el director, más el representante principal de cada familia de instrumentos. Otabek no pudo distinguir mucho de lo que hablaban, solo algunas bromas sobre el siguiente chico. Poco después, se enteró del por qué.
Lo reconoció apenas entró, el cabello corto y de un rubio demasiado claro. Ojos de un tono que se debatía entre verde y azul. Pero por sobre todo, esa mirada profunda y llena de una energía que a Otabek le llamaba la atención cada vez que cruzaban miradas en clases.
Era extraño, era como si estuviera molesto con todo el mundo, pero nunca lo había visto explotar.
Y, cuando subió al escenario, Otabek creyó que ese chico no era con el que tenía que compartir clases.
Altivo, orgulloso, confiado y con una actitud que dejaba en claro que sabía que es lo que quería y lo que iba a hacer en ese momento. Yuri estaba determinado a pasar esa prueba y Otabek quería verlo. Mucho más cuando llegó el momento de la audición.
—Yuri Plisetsky, ¿está seguro de que no quiere una melodía más fácil? —preguntó el director, como si intentara disuadir al chico de la pieza con la que quería presentarse. Casi como si le diera lástima ver lo que sucedería cuando la pieza le quedara grande.
—Si fuera fácil, no sería divertido —respondió con sencillez y Otabek juró que era la primera vez que lo vio sonreír.
Tomó la posición adecuada e hizo señas al pianista para que le diera el pie de entrada a la melodía.
Beka se inclinó un poco hacia adelante sobre su asiento.
Apenas el arco tocó las cuerdas todos supieron que habían subestimado a Yuri Plisetsky de una manera abismal.
"La Ronde des Lutins"
https://youtu.be/CD_MCPsDGg0
La danza de los duendes de Bazzini, nombrada así ya que través de un tempo bastante rápido y diferentes técnicas trata de entregar la imagen de pequeños duendes bailando y jugueteando sin descanso, en una melodía lúdica y montando una escena fantástica.
Todo el auditorio se hallaba en silencio, sin poder articular una palabra ante la relevación del joven Plisetsky, quien ejecutaba la pieza con una pasión que Otabek jamás había visto en su vida.
La mano ascendía y descendía con rapidez a lo largo del diapasón, mientra que la otra surcaba las cuerdas en un juguetón vaivén, siendo acompañada en todo momento por el piano.
Yuri hacía honor a la idea principal de la canción, sonriendo y dirigiendo miradas pícaras a su pequeña audiencia, moviéndose un poco en su lugar al compás de la nota. Dejando en claro lo mucho que lo divertía todo eso.
Conforme la música fluía, él fluía con ella. La sentía vibrando en su sangre, siendo parte de su espíritu. Le hervía el corazón y sentía las mejillas calientes.
Porque Yuri amaba el violín más que nada y esta era la primera oportunidad en su vida de poder tocar frente a alguien que pudiera reconocer su talento.
Otabek lo veía y lo sentía, como si pequeños duendes invisibles jugueteaban a su lado y lo invitaran a bailar con él. Pasos rápidos y sonrisas irreales. La magia flotando en el ambiente. Parecía que se encontraba en otro lugar, en un escenario enorme, de esos de gran renombre, escuchando a algún intérprete famoso. No estando en una simple audición.
¿Qué diablos hacía Yuri Plisetsky estudiando negocios y administración?
Sin duda alguna, fueron los mejores cinco minutos que había tenido hace mucho tiempo. Antes de darse cuenta, estaba con la boca abierta, apoyándose en el respaldo de uno de los asientos de la primera fila, deseando estar más cerca de la música.
No podía quitarle la vista de encima, era un tipo de sueño vívido. Y al parecer, él no era el único bajo el encanto del violín de Plisetsky.
Cuando acabó, Otabek no pudo contener las ganas de ponerse de pie y aplaudir, aún conmocionado por aquella interpretación, casi deseando que hubiera durado más tiempo.
Y para sorpresa de todos, el director fue la segunda persona que rompió en aplausos, ovacionando y felicitando a Yuri. Y Otabek está seguro de que hubiera preguntado más cosas si es que no fuera porque aún había gente esperando para rendir su audición.
Ese fue el primer paso para que él quisiera conocer más a Yuri.
Otabek siempre se consideró una persona directa, ya que a su parecer los rodeos nunca llegaban a nada.
Así que simplemente esperó a los resultados de las inscripciones, más por él que por Yuri, ya que era claro que este último habría quedado seleccionado, para acercarse a compartir un par de palabras.
Sorprendió a Yuri, cabe decir, aunque su intervención para iniciar una conversación fue mucho más amena para el chico que las que solía tener con otros compañeros de grado. Debido más que nada a que Otabek inició la conversación con un tema que a ambos realmente les atraía; la música.
Lo primero en decir, con el riesgo de sonar lambiscón, fue que su audición lo dejó sin palabras y que nunca esperaría ver tanto talento en un lugar donde no enseñan precisamente música. Y por primera vez, también, escuchó a Yuri hablar sin esa entonación a la defensiva o molesta.
Cuando se le acercó a la hora del almuerzo, evitando al grupo de chicas y omegas que siempre le hacía seguidilla, supo que iban a llevarse muy bien.
❆
A Yuri le agradaba Otabek, era diferente a todos los otros chicos y chicas de su clase que habían buscado interactuar con él.
Otabek era genial en varios aspectos y portaba características que a Yuri le gustaban. Como el hecho de que no hablaba todo el tiempo de qué era lo que haría cuando se graduara alardeando de la gran empresa que tendría en sus manos, así como tampoco intentará indagar en su vida privada. Otabek sabía apreciar lo que era el silencio, en vez de llenar sus tímpanos con conversaciones molestas y banales que no llegaban a ningún lado.
Otabek, a su parecer, era alguien honesto consigo mismo y con los demás.
Al inicios, sus charlas no profundizaban en la vida del otro, como si ambos estuvieran tanteando terreno de alguna manera. Viendo qué cosas era mejor guardarse y cuales otras no importaría revelar. Mientras tanto, se remitían a comentar del día a día y sobre como Otabek descubrió que Yuri solía dormir en clases, tomando como misión principal el mantenerlo despierto.
Empezaron a trabajar en conjunto, ya que si bien Yuri se dormía en clases o le aburría terriblemente, entendía todo bastante bien. Otabek era el que tenía más problemas, teniendo en cuenta que su educación inicial no fue tan buena. Lograron formar una buena retroalimentación, obteniendo como resultado que ambos pasaran bien sus exámenes, trabajos y demás.
Otabek descubrió, al cabo de un tiempo, que Yuri no estudiaba allí por cuenta propia. Sino debido a que todos los Plisetsky habían estudiado allí desde que se fundó la universidad, su familia tenía estrechas relaciones con los directores, por lo tanto el hacer unos movimientos para que ingresara antes no fue difícil.
Por otra parte, a Yuri ya de por sí le había llamado la atención que Otabek fuera el único beta estudiando allí, pero descubrió que el motivo decisivo por el que la gente solía evitarlo, era porque mantenía la reputación de la mayoría de los alumnos con beca. "Alguien de nivel bajo, pero con un jodido puntaje excelente". Pero no podían estar más equivocados respecto a su situación.
El padre biológico de Otabek era conocido por poseer una famosa empresa automotriz en Italia. Su madre se embarazó de él cuando era joven, siendo la segunda pareja omega, que lamentablemente le dió un hijo beta. Poco después del parto, su padre biológico buscó acoplarse con una pareja que por fin le otorgó un hijo alfa. Mientras que Otabek y su madre regresaron a Kazajistán, donde ella encontró un hombre beta que la quiso a pesar de todo y fue un padre para Otabek.
De esa unión, Otabek tuvo a sus cinco hermanas menores. Una de doce, otra de seis y las trillizas que llegaron al mundo el año pasado, siendo su principal motivo para ingresar a estudiar.
Los problemas salieron a la luz a inicio de ese año, cuando el padre biológico de Otabek descubrió que su hijo (alfa) en realidad era nacido de una infidelidad con un beta. Siempre dudó, pero prefirió hacer caso omiso hasta que lo escuchó de los labios de su mujer, bajo la presión de su hijo al querer saber quién era su verdadero padre.
Ya no tenía a quién dejarle su empresa, no estaba en facultades de concebir otro hijo, por lo cual, su primera opción fue recurrir a Otabek. Que si bien era beta, al menos era hombre y no era omega. Lo mejor que "tenía a mano", esa era su visión y Otabek sabía cómo pensaba su padre biológico, por lo cual su primer pensamiento fue brindar una negativa.
Sin embargo, un sentimiento de responsabilidad y retribución lo impulsaron a aceptar la proposición de su padre. Si él llegaba a ser el nuevo dueño de la compañía, sería capaz de darle una mejor vida a su familia, mucho más de lo que podría hacer siendo un simple beta. Negándose al apoyo monetario de su padre biológico, Otabek ingresó a la universidad.
A falta de un heredero, es necesario otro, el mantra de vida de Yuri y Otabek. Si ellos hubieran sabido lo parecido que eran en el fondo, quizás hubiera sido más cercanos desde los primeros días. Pero desde luego, es difícil ventilar ese tipo de asuntos familiares.
Aún no era el momento adecuado, aún no se conocían tanto. Yuri aún no se sentía preparado para hablar de Viktor, así que se reducía a decir que su abuelo lo obligó porque era el único heredero. Así como Otabek no quería mencionar a Marcello (su padre biológico) y se centraba en decir que solo quería darle la mejor vida posible a sus hermanas y a sus padres, que ya demasiado se esforzaban con tantos hijos.
Sin embargo, Yuri no tenía ningún problema en contarles sus tristes aventuras cuando su hermana recién casada lo secuestraba, ya sea para chismear que es lo que ocurría en casa o para pasar el rato con él mientras Sara se encargaba de las cosas familiares. Así como también le contaba a Mila del nuevo chico con el que había comenzado a llevarse.
"Se oye como alguien simpático" mencionó Mila en una ocasión, luego de oír a su hermanito.
"Es genial a su manera" respondió Yuri, llevando el piroshky que su hermana había preparado, a su boca.
"¿Como Yuuri?" interrogó ella, entrecerrando los ojos y con una intención que Yuri no percibio del todo "buena".
"No, es diferente" declaró con un poco de comida en la boca, para luego seguir comiendo ignorando el tema deliberadamente.
Yuri no pensaba mucho en la respuesta, solo sabía que era esa y punto.
Yuuri era muy diferente a Otabek, aún si varias otras cosas se sentían igual.
❀
—A ti te llueven los alfas, siendo que tienes rostro de niño bueno —canturreó Phichit desde su cama. Se hallaba con la cabeza colgando desde el borde, boca arriba.
Estaba dispuesto a soltar una risa cuando una almohada lo golpeó en el rostro e irónicamente no se trataba de Seung. Yuuri lo miraba con el ceño fruncido, más en notable bochorno que enojado realmente. Era divertido, si tuviera su cámara instantánea a mano, de seguro le sacaba una fotografía para enseñarle cómo se ponía su rostro cuando tocaban esos temas.
—¿Por qué no mejor te callas? Ugh, sabes que no es así —respondía Yuuri, casi ofendido. Ya que siempre era la misma discusión con Phichit cuando este regresaba de la computadora, luego de haber leído algún correo de Yuri.
Mucho trabajo le había costado convencer en un inicio que ese chico de nombre similar con el que compartía correos todas las semanas, no era su novio. Ni siquiera era un pretendiente o un interés romántico. Aunque a su parecer, explicar que Yuri solo era su mejor amigo sólo agravó las cosas, porque en respuesta a todo, Phichit solo lo molestaba más y más, queriendo picarlo por su propia diversión. No era una burla en un plan malvado, Yuuri lo sabía y por eso nunca llegaba a enojarse, pero debía admitir que era más de lo que su -fácil de avergonzar- personalidad, le permitía.
—Pichit —Lo llamó Seung, en un tono algo cansado. O mejor dicho, el tono de "Phichit, tienes dieciocho años, madura por favor". Aunque la única respuesta del aludido fue sacarle la lengua, acomodarse mejor para sentarse en la cama e ir junto a Yuuri.
—Dios, Yuuri, juntarte tanto con Seung te ha vuelto un poco amargado~ —comentó con una sonrisa, antes de empujarlo suavemente con su hombro.
—Es mejor que volverse un niñito niñito crecido como tú —replicó Seung con tranquilidad, aunque su entrecejo un poco arrugado demostraba que el comentario lo había tocado.
Entonces Yuuri suspiraba, ya más tranquilo. Luego de meses, ya podía deducir de manera infalible cuando ese par iba a comenzar con sus discusiones, que se le hacían adorablemente infantiles. Era divertido observarlos y ver cómo Phichit trataba de usarlo a su favor, aunque Yuuri declarara completa neutralidad.
Era una pareja simpatica y los únicos con los que Yuuri se relacionaba tan cercanamente.
¿Quién dijo que los omegas no intimidaban? Los otros omegas becados eran realmente temibles al parecer de Yuuri, como si pudieran asesinarlo con una simple mirada o alguna palabra. Así que mejor se abstenía de relacionarse con ellos, además de que estos preferían la compañía de sus respectivos alfas en la academia.
Con los betas, tenía una relación cordial, hablando durante clases cuando se pedía hacer cosas grupales y ese tipo de cosas, pero más allá de las formalidades de compañeros no había nada. Por lo cual se puede deducir que pasaba todos los días junto a Phichit y Seung, agradeciendo que fueran amables e hicieran su integración a un país desconocido más amena.
Ellos también eran extranjeros. Phichit se había mudado con su hermana mayor hace un par de años, al igual que Seung con sus padres. Según Yuuri se enteró después, ambos se habían conocido por mera casualidad cuando el perro de Seung se escapó al pasearlo y no encontró mejor prospecto, para lanzarse encima, que Phichit.
Seung, sin tener idea de cuantas cuadras había recorrido en búsqueda de su mascota, terminó, según sus propias palabras, "en las garras de un filipino que al parecer no tenía nada mejor que hacer".
"Entre omegas, nos cuidamos". Al menos era lo que Phichit siempre repetía, por algo no dudó en ayudar al chico con acento extraño (no tanto como el suyo), a regresar a casa. Y desde entonces, irónica e irreversiblemente, se habían hecho terriblemente cercanos.
Antes de darse cuenta, Phichit ya estaba haciéndole una llave a Seung, quien se quejaba inútilmente y alegaba que apenas lo liberara iba a asesinarlo. Por lo cual decidió que lo mejor era darles un tiempo "a solas". Tomó una chaqueta del perchero y decidió salir
Era fin de semana, así que podía darse el lujo de gastar su tiempo libre en lo que quisiera en vez de arreglarse por las clases.
La edificación, además de ser arquitectónicamente preciosa, era enorme. Con muchos pabellones, salones, pasillos y escaleras. Con razón era tan difícil conseguir un cupo para estudiar allí. En los alrededores estaban las viviendas estudiantiles para los alumnos (motivo por el cual debían ser inscripciones con cupos limitados) y cerca de este, las viviendas de los maestros.
Había un hermoso camino que iniciaba la entrada principal del terreno y se bifurcaba en dirección a la academia y a las residencias. A Yuuri le encantaba pasear por allí, debido a que el camino estaba decorado, a los costados, por enormes árboles de cerezo.
No había mucha gente, la mayoría ocupaba el fin de semana para salir a pasear a la ciudad, para estar con sus familias o pasar un rato con sus parejas, así que la tranquilidad le sentaba realmente bien.
Una pequeña punzada de nostalgia agitó su pecho al pensar en lo mucho que esto se parecía a cuando él paseaba con Yura en los jardines de la mansión Plisetsky. A veces comiendo piroshkis o simplemente hablando de cualquier cosa mientras se empujaban con los hombros en un vaivén divertido.
Esbozaba una pequeña sonrisa mientras una enorme fuerza lo lanzó directamente al piso, casi dándole un infarto y haciéndole perder sus gafas. Abría la boca para soltar un quejido cuando una lengua babosa empezó a lamerle la mejillas, logrando que lo que hasta unos instantes era desconcierto se volviera alegría.
—¡Makkachin! —exclamó alegremente, aun sin poder ver bien al enorme caniche que tenía encima, palpándole la cabeza con las manos en un intento de apartarla para poder ponerse nuevamente de pie.
—Se nota que le gustas mucho —comentó una voz familiar, mientras una silueta borrosa le devolvía sus gafas y le sujetaba de la mano, como todo un caballero, para ayudarle a ponerse de pie.
Entonces la sonrisa de Yuuri se hizo más grande y un suspiro de alivio brotó de sus labios.
—Viktor~ ya te estaba echando de menos.
❆❀❆❀❆❀❆❀❆❀
It's been so long~
Antes que nada, hi~ espero que hayan estado bien en esta larga ausencia (?). Supongo que ya me acostumbré a los tomates por demorare en actualizar, pero miren el lado bueno, al menos no dejo el fanfic en hiatus asdada.
Debo decir que este capítulo me llegó a sacar canas por lo mucho que me costó escribir ;/////; Literal, estuve un buen par de semanas sentada, mirándolo y sin saber como avanzarlo, aún si tenía las escenas planeadas y toda esa shit. Además de que tenía otras preocupaciones personales que ocupaban mis pensamientos y no dejaban espacio para seguir el fic, lo siento </3
¡Muchas muchas muchas gracias por los más de 19K en vistas y los 2.4Kde votos <3 !
Les agradezco profundamente a quienes no han abandonado este fic que actualiza lento~ <3 mucho lob ;////;
Sobre el capítulo:
La canción que toca Yuri, me declaro culpable, simplemente me encanta y no podía esperar para ponerla en el fic (ojalá yo tocara violín así de chido weh) <3 Más adelante Yuri explicará el porqué la eligió.
Pero aun más importante y otro de los motivos que me complicaron la vida, fue la introducción de Otabek en la trama. Créanme, él es muy necesario y lo tenía previsto desde el inicio del fic, pero no hallaba la forma correcta (las palabras) de darle pie de entrada.
Y pss, eso, espero que lo disfrutaran <3
PD: Amo a Seung Y Phichit, me dan viiida <3
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