Capítulo Nueve: La Primavera del Corazón


Mila sale a las prisas de su cuarto, oyendo el teléfono sonar y maldiciendo en voz baja el tener una casa tan grande solo para Sara y ella. Aunque siendo sincera, prefiere eso a tener cerca de diez empleadas que hagan todo por ella. Se aburre fácil sin Sara y quiere hacer cosas para no terminar echando raíces en su sofá.

—Buenos días, residencia Crispino-Plisetsky, ¿algo en que ayudarle? —Se esfuerza en decir todo de un tirón, pero que no se note que sigue jadeando por las prisas.

—¿Mila? Sé que la vida de recién casada es muy agitada, pero si te molesté mientras te divertías con Sara, puedes decirme y llamo más tarde —indicó la voz en el teléfono, con un tono de pena fingida, haciendo que Mila se ruborizara hasta las orejas.

—¡Vitya! —regañó, aun abochornada—. ¿Llamaste para jugarme bromas pesadas o tienes algo serio que decir?

—De acuerdo, de acuerdo, lo siento. Solo vi una oportunidad y la tomé, sabes que te quiero —Desde el otro del telefono, Mila podía imaginarse una sonrisa algo apenada—. Solo te llamaba para hablar de Yuuri.

El ambiente cambió de repente. Mira se reclinó contra la mesa que quedaba cerca del teléfono, en un silencio que dejaba en claro que quería escuchar lo que tenía que decir Vitya.

No estaban haciendo nada malo, cabe mencionar, pero tampoco es como si se viera muy bien lo que hacían. Casi parecían una mezcla de espías y ancianitas chismosas.

Por un lado, Viktor deseaba saber qué tal le iba a Yuri en su vida universitaria, si había hecho amigos o si tenía algunos problemas. Ya que si este último era el tema, Viktor no tendría ningún miramiento al abandonar Japón e ir ver si podía ayudar en algo.

Por otro lado, Mila adoraba a su hermanito por sobre todas las cosas, pero también había desarrollado una bonita amistad con Yuuri durante los meses que estuvo cuidando a Yura mientras ella seguía en la casa. A partir de su propia experiencia, no pudo evitar sentirse algo preocupada luego de mover algunas palancas para que él pudiera ingresar a la academia.

Así que con el fin de deshacerse de cualquier sentimiento de culpa, se telefoneaban continuamente con Viktor para saber si todo iba bien.

Y según Viktor hablaba en esa llamada, todo iba a bien. Al menos hasta el punto final.

—¿Sabes? Mientras paseaba con Makkachin pude observar cómo uno de los chicos que estudiaban danza, sin motivo aparente, empujó a Yuuri cuando este último regresaba a su cuarto con todos los utensilios de cocina. Una suerte que fue en el césped y nada se rompió.

—¿Sin motivo alguno, dices? —preguntó para confirmar, frunciendo el entrecejo.

—Le enseñó a ese chico, tengo una idea de sus horarios y ninguno coincide con Yuuri. Además, Yuuri tampoco es del tipo que se meta en problemas, no resalta en lo absoluto y no da motivos para que alguien haga algo así —prosiguió, con una voz queda, como anilanzo todo—. Y conociendo a los alfas, sé que es lo que buscaba realmente.

Desde el otro lado del telefono, Mila asintió, suspirando finalmente en señal de que comprendía.

"Territorio".

Ambos sabían que todo el mundo tiene un lado estúpido, sin importar si era alfa, beta u omega.

Pero sin lugar a duda, no había algo más molesto que un alfa estúpido.

No era casos aislado y Viktor, en su propio juventud, fue amigo de varios de éstos, que tenían una pésima manera de demostrar que alguien les llamaba la atención.

O sea, los golpes.

Recuerda con disgusto a uno de sus amigos del equipo de rugby, que señalaba que odiaba a la amiga de su hermana y que por eso, cuando iba a su casa y su hermana la dejaba sola, le hacía la vida imposible.

Le jalaba el cabello, le ponía cosas picantes en la comida, la empujaba, la apretaba "sin querer" para dejarle moretones. Decía que nunca tenía problemas, después de todo ella era una beta y él era un alfa.

Sin embargo, cuando le preguntaban sobre la chica, él siempre respondía igual. Que era bastante bonita y agradable.

Pero era una beta. Y él era un alfa. O sea, ella no le podía gustar, así que tenía que buscar otra manera de "marcarla" sin tener que caer en la vergüenza de mostrarse interesado. En otras palabras, los golpes.

Y Viktor suponía, que eso era lo que le ocurrió a Yuuri.

Desde luego, fue solo una vez, Viktor se preocupó de hacerle seguimiento al chico y confirmó que no hubieron más episodios, así que debió ser algo del momento.

Yuuri era un omega soltero, que saldría con un título de una buena academia. Algo que algunos omegas buscaban con el fin de aumentar su valor como "esposas y esposos trofeo". Sin embargo, su apellido no resaltaba, por lo cual una relación con él no sería productiva.

O esa era la conclusión final de Viktor. Aunque desde luego, había una segunda intención en mencionarle eso a Mila.

"¿Cómo crees que reaccionaría Yuri si Yuuri tuviera pareja?"

Quizás se estaba yendo por las ramas, o quizás solo estaba viendo señales donde en realidad no las había.

Pero juraría que cuando hablaba con Yuuri sobre Yura, no podía evitar ver el mismo entusiasmo que Viktor tenía cuando eran tan solo amigos con Chris.

Al principio quiso pasarlo de largo, pero conforme los meses pasaban, la sensación de que allí algo había comenzaba a molestarle.

Así que apenas tuvo la certeza, le comentó la situación a Mila, descubriendo con alegría que él no era el único que pensaba de esa manera.

Y es que Yura y Yuuri, podrían tener sentimientos más fuertes por el otro, más de lo que realmente creían.

No era solo porque él, de alguna manera, se quisiera redimir luego de haberle traído tanto dolor a Yura, claro que no.

Viktor leía las palabras de Yuuri, sus acciones, sus historias, sus anécdotas y comportamientos. Era un chico dulce, era sincero, honesto y esforzado a más no poder. Le gustaba la manera en que se preocupaba por su futuro de una manera más similar al "quiero trabajar y poner mantenerme", que al "quiero casarme y que me mantengan". Pero por sobre todo, le derretía el corazón cuando le comentaba de las veces que hizo reír a Yuri, cómo Viktor solía hacer cuando era más joven.

Desde luego, le gustaría saber por labios de Yuri la opinión que tenía de su amigo, pero debido a que el contacto se cortó y era muy áspero cada vez que se daba, no tenía manera de conocer los detalles de la relación. Por lo cual, su única salvación era Mila.

Y sin saberlo hasta mucho tiempo después, Mila estaba dando los mismos pasos que él. Al parecer estaba en la sangre.

Mila es, tal vez, menos sútil. Pero a su vez, es escurridiza al momento de preguntar para obtener las respuestas que necesita.

Yuuri era su amigo en común, así que era fácil sacarlo a tema cuando se podía.

Era especialmente divertido hablar de él cuando Otabek estaba en casa, ya que este último podía realizar preguntas y Yuri no podía evitar responder. No como a ella, que solía mandarla al demonio.

Y es que Yura parecía un chiquillo hablando de algún famoso cuando se refería a Yuuri. Aunque claro, apenas se daba cuenta, bajaba el tono y fingía que no era así.

Pero las cosas eran muy divertidas, cuando a Mila le daba por retrucar preguntas. Cuando le bajaba la crueldad e iniciaba con sus "¿con quién esconderías un cuerpo, con Otabek o con Yuuri?", "¿De quién prefieres la comida, de Otabek o Yuuri?".

Casi hace explotar a su hermanito cuando le preguntó de cuál de sus amigos preferiría un beso.

Yuri dudó, se quedó quieto y pudo notar que, claramente, la respuesta se presentó en su cabeza. Lamentablemente, su única respuesta fue lanzarle un almohadón del sofá en la cara.

Aunque ella juraría haber visto un pequeño rubor, que bien pudo haber sido solo por el bochorno, pero que ella prefería interpretar "a su manera".

—No sabía que te las dabas de casamentera, Vitya —comentó Mila en un tono burlón, escuchando una risa desde el otro lado del teléfono.

—¿Qué puedo decir? Debo tener algún trabajo cuando los huesos no me den para bailar —respondió en un trono relajado.

Luego de eso, dejaron el tema completamente de lado y se dedicaron a hablar de qué tal les estaba yendo. Ya que el asunto de Yuri fue aclarado rápido, tenían el resto de la tarde para poder hablar de sus vidas. Aunque nunca duraban tanto, la billetera de Viktor le dolía al pensar en la cuenta del télefono.

—¿Estás muy cansada? —preguntó Mila, mientras abrazaba por la cintura a Sara, quien acababa de llegar a su hogar.

—Nunca muy cansada para ti, Mili~ —respondió esta, con una sonrisa en los labios. Le robó un corto beso poco antes ir a sentarse en el sofá.

Los asientos de la sala de juntas en la empresa de su familia eran más duros que una roca, e incluso más incómodos.

Los últimos meses, desde su matrimonio, se habían convertido en una masacre hacia ella por parte de sus parientes.

Tenía una familia amplia, Mamma Crispino tuvo cerca de diez hijos, siendo su padre el mayor y ella la primogénita. Por lo cual, según la tradición, debería cumplir con su lugar a la cabeza de la empresa cuando su padre ya no pudiera seguir.

En sí no era difícil, su padre confiaba ciegamente en ella y eso la hacía sentirse bastante segura de sus capacidad.

El problema radicaba, en todos sus primos y primas. Si bien tenía primos y primas omegas, respecto a alfas ella era la única chica. Lo cual significaba, para muchos, que tenía que estar a prueba para saber si podía desempeñarse bien en su trabajo.

Algo que, en ocasiones como esta, en las que la hacían quedarse en la empresa hasta casi el anochecer, la hacía perder la cabeza. Dudaba del dicho "la sangre es más espesa que el agua".

A veces, se ponía a pensar en que si fuera chico no tendría tantas trabas, pero luego pensaba que no le habría gustado nacer de otra forma. Los obstáculos eran buenos, a pesar de todo, sortearlos le hacía darse cuenta de que estaba hecha de buena madera.

Siente el sillón hundirse a su lado y los brazos de Mila rodeandola la por la cintura mientras le reparte besos en la mejilla. Una sonrisa se apodera de sus labios, mientras frota su mejilla contra la de la chica.

Y es que Mila le hacía la vida tan amena y simple. Ya fuera con sus ocurrencias, la frescura de su ser o con su sola presencia. Sin olvidar el mencionar que Mila la ayudaba con el papeleo que debía llevarse desde la empresa solamente. Era casi como si nunca saliera del trabajo.

De verdad era la mejor persona con la que se pudo topar en la vida. Fue un milagro que Mila siguiera soltera, aunque se sentía un poco profana cunas por ser mayor. E incluso, cabe mencionar, tuvo un poco de miedo de que por ese motivo, Mila no le diera una oportunidad.

Aunque había una cosa que lamentaba, pero que no se atrevía a comentarle a su pareja. Y es que le daba un poco de lástima el ver la separación de la familia Plisetsky.

Si bien podía parecer que la propia familia de Sara era competitiva, en realidad no era así, si se comportan de esa manera es porque todos se preocupaban profundamente del bienestar del legado familiar. Solo bastaba ver lo felices que eran todos en ceremonias grandes, como cumpleaños, matrimonios, bautizos, entre otros.

Mientras que la familia Plisetsky, por dentro, era bastante distanciada. Si bien Sara podría apreciar el cariño entre Mila y Yuri, podía notar la tensión entre ambos y su abuelo, en especial desde la boda. Era una familia marcada por las pérdidas, ya fuera por la de los padres de su pareja o el extraño caso de su primo Viktor, del cual Mila nunca hablaba mucho.

Ese era uno de los motivos principales por el cual no le importaba que Yura se pasara por la casa cuando quisiera, aunque se tardara un poco por la distancia entre ambas ciudades. Animaba a su esposa y al mismo chico a la vez, aunque este siguiera con esa cara épica de dolor de muelas.

Además, los amigos de Yura (muy escasos a su parecer, aunque no le sorprendiera) también le eran agradables.

Yuuri por un lado, parecía ser un omega de buena madera. Le recordaba a alguno de sus múltiples primos menores y creaba en Sara la misma necesidad de molestarlo un poco, con el fin de sacar risas y no disgustos, desde luego.

Por otro lado, estaba ese beta llamado Otabek. Y si antes creía que era difícil establecer conversaciones con Yuri, es porque no había tenido ante ella el desafío de sacarle más que monosílabos a Otabek. Tal vez era ese uno de los detalles que lo hacían llevarse bien con Yuri. Y es que el hermanito de su pareja parecía necesitar eso exactamente, no alguien con quien hablar, sino alguien que lo escuchara y a quien poder escuchar de vuelta.

Recuerda casi con cariño la tercera vez que este curioso personaje llegó a su casa. Mila y Yuri se habían retirado porque el abuelo la había llamado por telefono, así que no había tiempo que desperdiciar y matando dos pajaros de un tiro, ambos decidieron hablar con él.

¿El problema?

Dejaron a Sara junto a Otabek en un incómodo silencio forzado por estar ambos sentados frente a la mesita de centro, bebiendo té.

Los segundos pasaban lentos y tortuosos. Sara juraba que no había situación más incómoda que la primera vez que trató de hacer adelantos amorosos con Mila. Gracias al cielo esta última había tomado las riendas.

Y nuevamente, para su sorpresa, Otabek fue quien tomó la palabra. Y no solo la palabra, sino que también un retrato de Sara junto a todos sus primos durante el cumpleaños de su abuela.

Ese día descubrió que no solo ella tenía una familia grande. Estaba segura de que si hubiera tenido cinco hermanos en vez de uno, tendría la misma expresión facial de Otabek. Aunque si estos tres chiquillos fueran sus hijos, de seguro estaría más que feliz.

—¿Y esa sonrisa a qué viene? —La voz de Mila sacó a Sara de sus pensamientos. Y no fue hasta que se sacudió bien de éstos, fijándose en el rostro curioso de su pareja, que se dio cuenta de lo profundos que eran.

—Pensaba en lo mucho que te amo —canturreó Sara, poco antes de abrazar con fuerza a Mila, besuqueándole la mejilla.

Tal vez tener más de dos hijos sonaba un poco ambicioso y todo un desafío. Pero no creía que fuera mala idea si tenían a su pareja y a ella como sus madres.

—¡Yuri se va a casar conmigo! —gritaba una pequeña niña de cabello negro, jalandole las trenzas a una algo mayor que ella.

—¡Ya te dije que me ama a mí! —respondía la otra, chillando molesta y en un tono tan agudo como irritable.

Yuri observa desesperado a Beka, quien está muy ocupado dándole el biberón a la menor de las trillizas. Así que solo puede encogerse de hombros con lástima e indicarle a sus otras dos hermanas, por milésima vez, que por favor dejen de pelearse por quién se casará con Yuri. A quien tenían arrinconado contra el muro, sentado en una pequeña silla, frente a un igualmente pequeño juego de té sobre una mesita.

Los padres de Otabek había salido a hacer las compras para la familia y preparar algo especial para el invitado. Yuri se sintió halagado en un inicio, pero cuando comenzó a hacerse una idea de lo que realmente significaban "cuiden a las chicas, por favor", deseó haber ido con los padres de "esas pequeñas engendras del demonio".

No lo dejaban en paz ni siquiera por cinco minutos. La única forma de no tenerlas encimandose para atraer su atención era sentándose a tomar el té con ellas.

Ya Beka le había comentado que desde que le habló de él a sus hermanitas, ellas se habían formado la imagen casi de un príncipe "que vive en una mansión, tiene el cabello dorado y ojos como piedras preciosas". Ese era Yuri, el calco de los príncipes de cuentos que Otabek les leía antes de arroparlas a la hora dormir.

Y eso que les había explicado más de un millón de veces (bueno, quizás no tanto, pero así se sentía): que no se iba a casar con ninguna. Que no estaba interesado. Hasta dijo que era alérgico al matrimonio, por si las dudas. Pero no aceptaban excusas, ambas querían casarse con él sin importar nada.

—Les agradas, Sezim y Aiday estaban entusiasmadas con tu visita —comentó Otabek, una vez estuvieron solos en su cuarto, esperando la cena.

—Quieren matarme, como mantis religiosas o algo así —confesó Yuri adolorido, masajeando su nuca luego de haber tenido que cargar a Aiday, la menor.

Por una fracción de segundo, recordó que él solía hacer eso con Viktor y sintió lástima por los hombros de este. Y tan solo por esa fracción, volvió a recordar el cariño que le tenía de una forma tan nítida que parece nunca haberse esfumado.

—A mis padres también les gustas —agregó Otabek, quien aún sonreía ligeramente ante la manera de exagerar todo que tenía Yuri. Mientras se dirigía al equipo de música para poner algo, por suerte sus gustos coincidían.

Yuri estuvo a punto de agregar un "es porque no tienen con quien compararme" a modo de broma, pero antes de que las palabras salieran de su boca, se retractó. Hasta dónde recordaba, Otabek mencionó que no era un chico de amigos cercanos. O sea, sí podía tener muchos conocidos (o al menos así era cuando era más jóven), pero nunca había tenido a alguien suficientemente cercano para llevar a alguien a casa. Por eso mismo le había advertido que su madre, posiblemente, le haría un montón de preguntas.

Y es que Yuri, era una excepción a la regla. Y desde luego, no quería que Otabek malinterpretara su comentario, aunque tampoco sabía muy bien si realmente le ofendería o algo así. A pesar de todos los meses, aún le era difícil descifrar lo que pasaba por la cabeza del kazajo.

—Tienes una familia muy linda, Beka —comentó Yuri, cuando por el rabillo del ojo observó una fotografía sobre la mesita de noche de Beka. Estaba él junto a sus padres y sus dos hermanas. Se veía un poco más joven y al parecer, aún no nacian las trillizas.

No pudo evitar pensar en cómo hubiera sido si sus padres siguieran vivos. Tal vez hubieran tenido otro hijo o hija. Inclusive, tal vez podrían haber tenido otro alfa aún más capacitado que él, para tomar riendas de la empresa familiar.

Pero más que eso, la idea de tener fotos con sus padres y Mila, que no fueran de él siendo muy joven como para recordar todo con claridad, le hacía doler un poco el pecho. Se había acostumbrado tanto a estar a solas con su hermana, o con la pequeña familia de Yuuri, que no había tenido tiempo para pensar en cómo sería una familia amplia.

Si bien ahora, un poquito más maduro, era consciente de que a veces le bajaba una envidia sana al visitar a Yuuri (quién ni siquiera tenía una hermana). El ir a la casa de Beka, con sus padres y sus cinco hermanas, le producía un extraño vació en el corazón.

Ahora que Mila no vivía con él, que Yuuri se hallaba en Japón y que su relación con su abuelo era más tensa, su única salida era pasar el tiempo libre con Otabek. Quien por algún motivo, siempre le dio la impresión de ser alguien tan solitario como él, pero que en momentos como el que estaba viviendo en la actualidad, recordaba que no era así.

Beka se volteó hacia él, observando con una curiosidad bien disimulada. Había descubierto que Yuri era huérfano de la peor manera posible. Un pequeño e inocente comentario como "¿y tus padres, qué hacen?" que había sido contestado con un escueto "estar muertos". El tema se dio por terminado cuando Otabek notó ese tono a la defensiva que Yuri solía sacar con todo el mundo, menos con él.

Por eso, el comentario sobre su familia lo tocó un poco más profundo de lo que debía, tal vez. O simplemente, él lo interpretó con la profundidad que se buscaba.

—Sí, es linda —respondió desinteresadamente, encontrando el casette que buscaba y poniendolo finalmente en el reproductor de música.

La música se hizo escuchar, estridente, inundando cada recóndito lugar del cuarto de Otabek. Aunque a ninguno de los dos parecía molestarle, muy por el contrario. Sentados sobre la alfombra, se acomodaron contra la cama de Otabek, usando el borde de esta como un respaldo.

No tenían muchos planes, a pesar de que el hecho de estar de vacaciones debería ser un sinónimo de lo opuesto. Ese invierno había sido especialmente crudo para el país y de momento, ninguno de los dos tenía energía como para probar su resistencia en una salida.

Además, ya los examenes rendidos antes de salir de vacaciones, habían dejado más que muertos a los chicos. Así que lo mejor que podían hacer, era visitar a Mila y Sara continuamente, cuya casa era más pequeña (a pesar de seguir siendo enorme) y acogedora que la casa de Yuri. Era más divertido ayudar a Mila en la cocina (aunque en realidad fueran Mila y Beka, mientras Yuri observaba), que esperar sentados en una de las mesas grandes de la mansión Plisetsky. Mesa que se veía más larga e incomoda, siendo ellos los únicos dos sentados.

Sin embargo, la casa de Otabek no se comparaba en nada a la suya.

Esta era mucho más pequeña y las ampliaciones realizadas para albergar a la familia creciendo, resaltaban a la vista. Con un patio delantero pequeño y uno trasero más grande, en el cual las hermanitas de Beka tenían una casa de muñecas, el espacio no llenaba ni un tercio de lo que era "la entrada" a la casa de Yuri.

Y a pesar de que la casa de Beka tenía un número inferior de habitantes, seguía sintiendose más habitada que la suya.

Entrecerró los ojos y arrugó el entrecejo, un poco frustrado al darse cuenta de una nueva diferencia entre él y su amigo.

Dirigió la mirada a la ventana de su amigo, observando como la nieve comenzaba a caer de manera grácil, acumulándose copo a copo, en los bordes de esta.

¿Por qué se sentía tan distinto y a la vez, tan nostálgico, a cuando Yuri observaba desde su cuarto?

No hablaban entre ellos, tanto Yuri como Otabek preferían ser participes del silencio. Que a veces, puede decir y dar pie a muchas más cosas que una charla por charlar.

Mientras mira por la ventana, pensando en cómo han cambiado las cosas en los últimos años. Otabek también reflexiona, sobre lo que realmente significa el tener a Yuri junto a él.

Aún no termina de conocerlo y eso está bien. La madre de Beka siempre le decía que nunca se termina de conocer a las personas.

Así que es Otabek quien se preocupa de recopilar fragmento a fragmento, de información que Yuri ventila sobre él. No importa lo casual que sea.

De esta manera, Otabek llegó a la conclusión de que la única persona de su familia con la que Yuri realmente se sentía a gusto, era Mila. Se nota a leguas que adora a su abuelo, pero que al parecer, hay algunas cosas tensas entre ambos. Y por último, está Yuuri, el omega del que Yuri se la pasaba hablando como un enamorado. Si no le avisan, hubiera jurado que había algo más que amistad entre ellos dos.

Lamentablemente, todo lo anteriormente mencionado, había nacido de las propias deducciones de Otabek, porque Yuri no le decía nada de eso en forma directa. Cómo si una parte de él, la que es su amigo, quisiera contarle todas esas cosas, por medio de comentarios casuales. Mientras que otra, aún se niega a abrirse, cortando el tema de inmediato.

Otabek no cree que esas cerraduras son a causa de la falta de confianza en el otro. Sino, porque tanto él como Yuri, aún tienen problemas enfrentando sus propios demonios.

—Somos buenos amigos, ¿no es así, Yuri? —preguntó Otabek de la nada, sacando al aludido de sus pensamientos.

Yuri se lo quedó mirando un rato, poco antes de sonreír confianzudamente.

—Claro, eres de los mejores amigos que he tenido —Ni bien terminó de decir la frase, cuando alguien comenzó a tocar insistentemente la puerta y una voz infantil les amenazaba con que se dieran prisa para bajar a comer.

Otabek bajó primero la escalera, pidiéndole a Yuri si por favor podía apagar el equipo de sonido.

Pero una vez estuvo solo en el cuarto, no pudo evitar bajar la mirada notablemente avergonzado.

No sabía si era pena o culpa, pero había algo que lo incomodaba sobre la respuesta que le dio a Otabek.

Era cierto, era uno de sus mejores amigos, junto con Yuri. Tal vez solo les diera esa catalogación porque eran los únicos, pero le restaba importancia ese detalle.

El problema no era que le hubiera mentido a Otabek sobre su genuino afecto amistoso.

El problema, radica, en que no podía sino sentirse algo confundido. Y es que si ambos eran sus mejores amigos, ¿por qué el cariño que le tenía a Yuuri se sentía tan diferente del que sentía por Otabek?


—Yuuri los prefiere europeos, yo lo sé —declaró Phichit con seriedad, luego de haber meditado un rato.

—¡Phichit! —Yuuri dio un brinco en su lugar, envuelto en mantas sobre el sofá.

—¡No lo negaste! Así que prosigamos, ¿maduros o jovenes? —prosiguió el otro, molestoso.

—¡He dicho que pares! —Si bien desde hace días Yuuri tenía un tono rosado en las mejillas, ahora éstas estaban teñidas de un color rojo casi indecente.

—¿Cuántos años tenía Nikiforov? ¿Veintiseis? —continuó, haciéndose el desentendido.

—¡Qué no me gusta Viktor, por todos los cielos! —Y es que Yuuri, estaba a punto de asfixiar a Phichit con una almohada si seguía así.

—Ya sabía que te gustaban jóvenes, no te avergüences, también me gustan así~ —Acto seguido, le guiñó un ojo a Seung, quien rodó los ojos y les dio la espalda, continuando con el inventario de medicamentos que tenían.

—Dios, Phichit, ayer fue hablarte todo el día de mi familia y ahora esto, dame un respiro, por favor.

—Yuu~ No te enojes, sabes que aún tenemos un días más de cautiverio y me aburro de lo lindo.

—Las marcas en tu cuello dicen lo contrario, que la pasaste muy bien~ —comentó finalmente, empleando el mismo tono cantarin y desinteresado que Phichit usó con él la mayoría del tiempo.

La expresión del aludido era todo un poema, no se esperó que Yuuri saliera con semejante respuesta. Una buena. Lo empujó con el hombro, fingiéndose molesto mientras lo regañaba por sacar eso a tema. Mientras que Yuuri solo reía ante esto.

Phichit miró el reloj de reojo, mientras esquivaba un almohadazo por parte de Yuuri, viendo que ya iba siendo momento de tomar la dosis diaria de supresores.

Había escuchado o leído, no recuerda bien dónde, que a veces da la casualidad de que los celos de omegas se sincronizan si pasan mucho tiempo conviviendo juntos. Si bien había gente que decía que era meramente por el azar, otros decían que debía haber algo biologica detrás.

Aunque el punto final, terminaba siendo el mismo. Y es que un día después de que el celo de Seung y Phichit empezara, el suyo también se dio.

Si bien podría parecer que la mejor palabra para describir aquello sería "desastroso", Yuuri prefiere emplear otra muy distinta: "revelador".

Cuando se levantó esa mañana, Phichit ya se notaba terriblemente ansioso al igual que Seung, así que pensó que lo mejor que podía hacer la pareja, era pasar la mayor cantidad fuera de su residencia para poder darles un poco de "privacidad".

Si bien fuera de sus dormitorios aparentaban ser tres amigos comunes y corrientes, era Yuuri quien se llevaba la parte pesada. Siento quién tocaba el violín cuando la pareja comenzaba con las complicidades de una relación.

Pero no podía culparlos, después de todo, una relación como la suya solo podía mantenerse segura "puertas adentro". Si bien era un secreto a voces que durante los últimos años las relaciones entre personas de la misma clase había ido en aumento, no dejaba de ser un tema tabú.

Si bien las relaciones entre omegas eran más "aceptadas" que las relaciones entre alfas, en los círculos sociales a los cuales Phichit y Seung pertenecian, seguía viendo igual de mal, incluso peor.

Yuuri a veces lo olvidaba, y es que sus amigos se veían tan alegres y dichosos estando juntos (bueno, Seung lo demostraba a su manera), que no podía imaginar que pudiera estar tan mal.

Sin embargo, para el mundo del cual venían sus amigos, lo estaba.

Ya hace un tiempo le habían contado cómo se habían conocido, en un barrio residencial de Tokio. El perro de Seung había escapado, corriendo varias cuadras al punto de perder a su dueño, quien acababa de mudarse.

Phichit exageraba, diciendo que si él no hubiera encontrado al coreano, de seguro ya andaría dando vueltas en el mercado negro. Mientras que Seung solo comenta, que hubiera tenido un par de años más de tranquilidad, aceptando de manera tácita que igual hubiera terminado encontrándose con su actual pareja. Después de todo, no habían muchos extranjeros viviendo por esa zona.

Aunque no lo admita, Yuuri adora escuchar las mil y un anécdotas que tiene la pareja, sobre todo lo que han pasado durante esos últimos dos años de noviazgo, (conociéndose desde hace cinco años en total). Le dan un sentimiento de confort, cosa que le hace suponer que sigue siendo un romántico empedernido.

No sabía si era porque ahora vivía con una pareja o por el hecho de que se hallaba a miles de kilómetros lejos de su hogar. Pero volvía tener esos pensamientos de que sería lindo tener a alguien a su lado.

Desde luego, no se trataba de un "Dios mío, ya me quiero casar y tener tres hijos". Simplemente era agradable pensar en tener a esa persona especial, alguien que lo viera de la forma en que se veían Phichit y Seung.

Obviamente, Yuuri también se sentía a gusto con la compañía propia. Le gustaba pasear por el campus a solas, solo pensando o buscando el lugar adecuado para leer un buen libro. Le encantaba hacerse pequeños regalos, como comprar esas golosinas que le gustaban o usar su ropa favorita los días domingos, aún si sabía que lo hacían verse un poco rellenito.

En momentos así, extrañaba demasiado a Yuri y no podía evitar preguntarse qué tal se la estaría pasando con su nuevo amigo. No, no eran celos. Estaba profundamente feliz y orgulloso de que Yura ampliara sus relaciones personales, en especial si lo comparaba con el chiquillo huraño y solitario que conoció. Pero las ganas de estar con él, de molestarlo para que se enojara (papel que ahora él actuaba a manos de Phichit), hablar durante horas sin aburrirse o ir a su casa a prepararle algo de comer, eran fuertes.

Quería enseñarle cómo había cambiado para mejor y queria ver el avance de Yuri también.

Pero no podía hablar mucho de ello, porque llegaba su encantador amigo tailandés a molestarlo con que estaba enamorado y otras cosas de esa índole.

Por lo cual, solo quedaba una persona a quién recurrir: Viktor, el primo de Yuri, quien estaba igualmente interesado en saber más. Y es precisamente con él que tuvo otra gran revelación.

Se dirigió a buscarlo a una de las zonas verdes del campus, sabiendo que él gustaba de pasear a Makkachin a esas horas. Sin embargo, ni bien puso un pie dentro del complejo residencial de los maestros, una mano lo sujetó con rudeza de la muñeca, arrastrándolo dentro del recinto.

—¿Estás loco, Yuuri? —lo increpó una voz madura, mientras comenzaba a caminar con rapidez dentro del recinto.

—Chris... —No alcanzó a decir nada más y tampoco sabe que tipo de tono empleó para llamarlo. Pero está seguro que es una mezcla de resignación y vergüenza.

Acababa de entrar en celo. Yuuri acababa de entrar en celo una semana antes de lo normal.

Y se dio cuenta de golpe, cuando la piel de su muñeca ardió, sensible, al tacto de Chris.

Tan enfocado había estado en el tema de Phichit y Seung, que ni siquiera pudo recaer en las pequeñas pistas de su propio estado, claro, si es que las hubo.

Se dejó arrastrar, sabiendo que era lo mejor que podía hacer. Regresar al cuarto era peligroso, si lo veían paseándose por el campus con Chris, podía dar pie a malas interpretaciones. Y si regresa solo, al entrar a su cuarto podría no solo poner en peligro su integridad, sino también la de sus amigos.

Ya antes Viktor lo había regañado, diciendole que debia cuidarse. Que a pesar de que fuera un ambiente "seguro y cerrado" nunca faltaban los malos alfas. En especial siendo Yuuri un omega soltero que, a pesar de todo, seguía siendo japonés. Ya que como era sabido, los alfas japoneses gustaban de omegas japoneses, líneas de sangre y ese tipo de cosas.

Cuando Chris lo llevó al cuarto de Viktor, supo que todo iría mal. Pero no tan mal.

Viktor lo regañó cerca de una hora, teniendo pequeños descansos para cubrirlo con mantas, enviar a Chris a comprar supresores o explicarle otras cosas.

"¿Y si Chris no te halla primero?"

"¿Y si se yo no estuviera?"

"¿Y si te siguieran cuando vas con tus amigos?"

"¿Qué crees que hubiera pasado?"

Yuuri tenía ganas de llorar, bajando la mirada y sosteniendo un vaso de agua entre las manos.

Él sí se cuidaba, durante todo el año estuvo muy al pendiente de su celo y ese tipo de cosas. Solo había tenido un pequeño desliz.

Como hace un año.

—¿Yuuri, me escuchas? —preguntó Viktor, quien ya parecía cansado de regañarlo.

Casi se parecía a Yuko cuando eran niños.

—Lo siento por molestarlos —dijo finalmente, encogiéndose entre las mantas. Acto que le pudo a Viktor, quien no resistió la necesidad de revolverle el cabello, en señal de que no se sintiera mal por ello.

Terrible error.

En menos de un segundo ya estaba asomándose por el balcón, respirando aire fresco. El aroma dulzón de los omegas en celo lo mareaba. Nunca le gustó ese aroma a caramelo derretido mezclado con quién sabe qué.

—Perdón —insistió Yuuri en un susurro. Ya comprendiendo la situación.

Ya que debe admitir que, a pesar de confiar en Viktor, no pudo evitar sentirse terriblemente ansioso al estar a solas en un cuarto con dos alfas. Como si una pequeña voz en la cabeza le gritara que eso podría salir terriblemente mal.

Ambos alfas alertados por las hormonas del chico, sobre lo que podría estar pensando, mantuvieron una larga mirada de complicidad antes de proseguir a revelarle el por qué debía estar tranquilo.

Sobre por qué, ellos realmente no le harían nada.

Después de todo, el trayecto a la tienda para comprar supresores era largo, sumado con el tiempo para que estos rindieran efecto y que debían abandonar el cuarto de noche, cuando no hubieran testigos. Nadie quería un Yuuri al punto de un ataque nervioso.

Teniendo en cuenta la relación de Yuuri con sus primos, Viktor pensó que era alguien digno de confianza. Además de que él y Chris juraran, a puertas cerradas, que Yuuri terminaría ingresando a la familia.

Sin embargo, apenas reveló su secreto, pidió que por favor no hiciera más preguntas. Que era un tema delicado. Cosa que Yuuri comprendió a la perfección, aunque no podía sino reflexionar ante la dualidad de su situación.

Sus dos amigos omegas estaban en celo, compartiendolo como pareja. Mientras él se refugiaba con una pareja de alfas.

El resto del día, se la pasó durmiendo en la cama de Viktor, logrando que el tiempo pasara rápido. No dándole ocasión para pensar en todas las cosas que debía. Aun si las dudas lo acosaron cuando regresó a su cuarto.

Ya con Phichit y Seung, se dio a la misión de procesar lo que había sucedido.

Y de la nada, fue como si las últimas piezas de un rompecabeza terminaran de encajar.

Siempre fue consciente de lo mala que era la relación de Yuri y Viktor. E intuia que se debía a lo que saltaba a los ojos, desde que conoció a Viktor; que este último debía ser el heredero.

Pero la relación con Mila parecía ser bastante cercana, incluso charlaban por telefono de vez en cuando según Viktor.

A partir de todo ello, la duda era qué pasó para que Viktor fuera desheredado y pusieran a Yura en su lugar.

Faltaba saber cuál fue el quiebre y ahora conocía esa información.

No pudo evitar sentir pena por Vitya, quien de seguro la pasaba tan mal (o peor) que Phichit. Pero también compadeció profundamente a Yuri, quien fue la víctima indirecta de todo eso.

Ahora más que nunca, tenía ganas de hablar frente a frente con él. Quizás darle un abrazo, si se lo permitía e ir a casa a preparar piroshkis.

¿Estaría Yuri comiendo cómo debería? Había escuchado que las dietas se alteran una vez alguien entra a la universidad.

—¿Pensando en tu chico ruso de nuevo?—preguntó Phichit en un tono pícaro, regresando de la cocina. Había ido buscar algunos bocadillos, que el celo hacía que le dieran ganas de comer cosas dulces.

Por inercia, Yuuri se llevó ambas manos al rostro, como temiendo que algo en sus expresiones hubiera delatado que estaba pensando en Yuri. Con la terrible sensación de tener algo escrito en la cara sin darse cuenta. Y sin percatarse, también, que el simple hecho de hacer eso era darle la completa razón a Phichit sobre sus deducciones.

Un risa cargada de ternura inundó sus oídos, poco antes de sentir la mano de su amigo dandole palmadas en la espalda. Y es que para Phichit, no podría ser más obvio que Yuuri tenía un "crush".

Y le resultaba realmente adorable la actitud de Yuuri, quien parecía ser el único en no darse cuenta de los "detalles".

Como el hecho de ofenderse si lo molestaba con Viktor, pero cohibiéndose, últimamente, a un nivel increíble si tocaba el tema de Yuri.

O la manera entusiasta y sinceramente feliz en la que relataba sus anécdotas con el chico ruso (que parecían nunca acabar).

O el hecho de que conforme pasaban los meses, Yuuri debía tomar dosis más grandes de supresores, ya que según él, cada vez eran más insoportables. Y vaya que Phichit conocía esa sensación a la perfección, ya que cuando el corazón elige a alguien, es el cuerpo el que demuestra los signos de deterioro al alejarse de esa persona.

Yuuri tenía a alguien, aún si no lo sabía. Y si bien en un inicio creyó que se trataba de Viktor, con quien lo vio hablar, al final terminó de convencerse que era ese tal Yuri el indicado.

Y no era que Phichit tuviera algún tipo de "complejo de cupido" (o tal vez sí), o que pensara que todas las personas deben tener parejas para estar al cien por ciento satisfecha, ni mucho menos creyera que era con quien Yuuri se casaría y pasaría toda la vida. Simplemente, pensaba que si era correspondido, sería una bonita experiencia para su amigo y él no dudaría en darle un empujoncito en la dirección correcta.

—Claro que no pensaba en Yura —alegó Yuuri finalmente, convencido.

—Nunca dije Yura~ pude haberme referido a Viktor —Y bastó eso para que Yuuri se quedara callado.

Iba a agregar algo cuando Seung lo jaló con suavidad de la ropa, negando con la cabeza. Se sentó al lado de los otros dos omegas con toda la naturalidad del mundo, la tensión entre ambos parecía no afectarle en lo más mínimo.

—¿Y si mejor usas la computadora un rato? —intervino, ahorrándose más regaños hacia Phichit.

Yuuri asintió y aceptó la proposición. No había mucho que hacer ahora que estaban en aparente "cuarentena". Ya habían ocupado su tiempo libre en los trabajos teóricos y ya verían como se lo arreglaban con la mayoría de clases prácticas.

Hace poco Phichit les había recomendado crearse cuentas en un programa llamada Messenger, en la cual se podían intercambiar mensajes de manera más amena y rápida que por correos electrónicos.

El chat podía modificarse un poco y según Phichit, era lo mejor que había visto en mucho tiempo. El problema era, que de los tres él era el único que tenía un número considerable de amigos y conocidos. Seung y Yuuri eran casi ermitaños antes sus ojos.

Sin embargo, cuando la semana anterior, Yuri le había preguntado si le interesaba hacerse una cuenta para hablar más, Yuuri no lo tuvo que pensar dos veces. Y aunque no tuvieron tiempo de hablar mucho, porque el tiempo de Yuuri en la computadora se había acabado ese día, podría decirse que fue una charla bastante agradable.

Luego ocurrió todo el asunto del celo, cosa que impulsó a Yuuri a no tocar la computadora. Era extraño, pero sentía que si ya en Rusia él se aislaba de Yuri durante sus celos, también debía hacerlo estando a miles de kilómetros de distancia.

Aceptó más que nada, porque sentía que su celo ya estaba llegando a su fin. Un poco más de temperatura que lo usual y ya estaba, hasta su aroma se había regularizado bastante. Inclusive ya no sentía la ansiedad que lo estaba agobiando los últimos meses.

Agradece profundamente a Seung, quien parecía ser la única vía posible para distraer a Phichit.

Apenas enciende la computadora, inicia sesión en messenger para ver si puede hablar con Yuri. Que de momento, tiene un montón de cosas que contarle. Sin embargo, la decepción se hizo presente en su rostro al ver que su amigo no estaba conectado.

Su reacción inmediata, fue ir a revisar su buzón de correo, esperando tener alguno. Se burló un poco de su propia desesperación, no encontrando una palabra más adecuada.

Y allí estaba, un mensaje de Yuri que no demoró ni cinco segundos en abrir.

Empezó a leer, sonriendo al darse cuenta de todas las cosas que había hecho su amigo durante su ausencia de más de una semana (contando su celo más los días en los que simplemente no hablaban debido a los horarios de computadora). Mal no se la había pasado por lo menos.

Leyó, por ejemplo, que Mila lo había invitado junto a su amigo Otabek a pasar el fin de semana en su casa. Y cómo ella, "horriblemente", los había obligado a ayudarle en los quehaceres del hogar. Que Otabek lo había traicionado siendo bueno en dichos quehaceres, mientras él creía ser alergico a esa pasta rara que usaban para limpiar muebles.

Le comentó que había preparado esos piroshkis especiales de katsudon, para que Otabek los llevara a su casa. Aunque él no pudo probar ninguno porque sus hermanas menores se le adelantaron a todos.

Yuuri no pudo sino pensar "Dios mío", cuando Yuri le contó de las cinco hermanas menores de Otabek y de su semi traumática experiencia cuando lo fue a visitar. Y río con suavidad al leer un párrafo entero dedicado a como las hermanitas de Otabek se pelearon por él para hacerlo su esposo.

Yuri escribió lo mucho que detestaba a los niños con personalidades así y posiblemente, si se lo hubiera dicho frente a frente, Yuuri ya estaría regañandolo diciendo que cuando lo conoció no era precisamente un adolescente encantador.

Tal vez se lo escriba en la respuesta.

Leyó sobre todos los planes que tenía para las vacaciones de invierno, lo que obligó a Yuuri a recordar que él se hallaba en los últimos meses de la academía.

¿Tan rápido transcurría un año?

Ya estaban en enero y Yuuri salía de clases a mediados de marzo. Había cumplido diecinueve años en el lapsus de su estadía en la academía y cuando estuviera de vuelta en casa, Yuri ya tendría diecisiete, que era la edad que él tenía cuando conoció al pequeño alfa de caracter difícil.

"¿Qué tan diferente puede ser todo?" se pregunta, al darse cuenta de que ahora Yuri se la pasará en la universidad, mientras él buscará ser ascendido en la cocina de la mansión.

Entonces su mente llega a recordarle que ya no serán niños y por algún motivo, eso lo llena de una preocupación que no había sentido antes.

Deja el computador de lado, sin terminar de leer el correo, sintiendo que es víctima de una epifania.

Y es que todo este tiempo, Yuuri estaba convencido de que cuando llegara las cosas serían igual que antes. Pero recién cae en cuenta, de que eso sería prácticamente imposible.

Crecer conllevaba muchas cosas, no eran simples cuestiones como el celo o madurar un poco. El crecer, se podía resumir con facilidad con la palabra "cambio".

Yuuri pasaría todo el día en la mansión, ayudando a sus padres, en cambio, Yuri estudiaría para hacerse cargo de los negocios de su familia.

Yuuri antes gastaba todo su tiempo haciéndole compañía a Yura, hablando de lo que sea, comiendo dulces y practicando juntos en la clase de musica. Ahora, en cambio, Yuri tenía una participación en la orquesta de la universidad después de clases.

Yuuri era el amigo más cercano que tenía Yura, en cambio, ahora ese amigo era Otabek.

Y esa realización, esa pequeña reflexión nacida de la nada al leer un correo de su amigo, le dolió como el infierno mismo.

Sin querer, ambos habían crecido más de lo que él esperaba.

Le daba miedo ser desplazado, aún si sabía que Yuri sería incapaz de hacer eso, una parte de él tenía miedo.

Yura ya se hallaba en edad de hacer todo tipo de cosas de las cuales él se privó cuando tenía su edad. Por ejemplo, en unos meses ya podría entrar a discotecas, bares, ir a fiestas y a otros lugares sin la compañía de Mila o la suya. Técnicamente, estaba en edad de trabajar, aún si no lo necesitaba.

Pero de la nada, Yuri se encontró pensando en un escenario, que hasta ese momento jamás se le habría cruzado por la cabeza. Y peor aún, le preocupaba más de lo que debía.

Y es que Yura ya estaba en edad de ser presentado en sociedad como todo un caballero. Dentro de poco, al igual que a Mila, su abuelo estaría batallando para casarlo. Aun si Yuri en miles de ocasiones le dijo que conseguir pareja simplemente no era una opción.

¿Pero cuánto duraría ese pensamiento?

Dialogaban cuando Yuri tenía dieciséis y era un chiquillo que lo abrazaba al escuchar relámpagos si una tormenta eléctrica los atrapaba paseando. Que seguía usando insultos de los más infantiles para discutirle a su hermana mayor. Y que le armaba una escenas de celos bestiales cuando acompañaba a Mila de compras y no lo llevaban.

No sabe por qué, pero de la nada una conversación con Yuri tenida hace casi un año, le vino a la cabeza.

En la que este le comentaba que a veces sentía una distancia entre ambos, que sin importar cuanto lo intentara, jamás podría acortar. Recuerda haberlo visto triste y haber acariciado su cabeza mientras decía que no debía preocuparse de nada.

Ahora era él quien necesitaba unas palmaditas en la espalda, por parte de Yura, diciendo que estaba exagerando.

Se muerde el labio inferior con fuerza y niega con la cabeza, como si tratara de apartar las ideas negativas.

Intenta atribuirle todo el revoltijo en su cabeza, a la ansiedad por la pronta partida a su hogar. Mezclado con los residuos hormonales del celo.

Decide terminar de leer el correo, hundirse en las palabras de Yuri e imaginar que todas esas ideas jamás existieron.

Pero las palabras se acaban, y en el párrafo final su amigo relata una salida propuesta por Sara, para que ella, Mila, Otabek y él, fueran a una feria. Aunque los comentarios de Yura dejan más que claro que solo eran una excusa para ir a una rueda de la fortuna y hacer "quien sabe qué" con su hermana.

La última frase es la despedida, similar en todas los correos. Yuri expresando su deseo de reencontrarse y pasar un rato juntos. Diciendo que le echa en falta y que si no regresa en la fecha estipulada, se olvide de volver a hablarle. Cosa que aparte de causar ternura en Yuuri, alivia su corazón, sabiendo que Yuri sigue viendolo de la misma manera.

¿Y cómo no hacerlo?

El Yuuri de los orreos electronicos nunca cambia, es casi la viva imagen del Yuuri que partió hace casi un año. Inclusive en las fotografías, lo único que ha crecido en Yuuri es el cabello y no porque quiera, simplemente cree que gastarse el dinero de sus padres en una salida al peluquero es innecesario.

Entonces la ve.

La imagen adjunta con el correo.

Y siente como si el Yuri que conoció se desvaneciera ante sus ojos.

Es una imagen al pie de la rueda de la fortuna, de Mila, Sara, el chico que vendría a ser Otabek y Yuri.

Las mejillas se encienden en un fuerte color rojo y el nerviosismo se apodera de él, mientras se lleva ambas manos al rostro para cubrirlo. Sin poder lidiar con lo que delante suyo.

Todo está tan terriblemente mal, el mundo se le está cayendo encima y él lucha para mantenerse en pie.

Siente la ansiedad carcomiendo su piel. Y de paso, comiendoselo vivo a él. Su cabeza, su corazón, sus pensamientos, sus emociones, todo está siendo arrastrado a un remolino.

Aun si quiere echarle la culpa a su celo, a las hormonas, a la nostalgia, a la distancia, a todo, sabe que estaría mintiendo una y otra vez. Y eso es lo peor, que lo tiene frente a los ojos y no puede negarlo.

Y es que antes de darse cuenta, tiene los ojos húmedos y abiertos de par en par. Tratando de comprender los cómos y los por qué. Batallando consigo mismo para ponerle una fecha al "cuándo".

"Pd: Adivina quién por fin ya es más alto que Mila"

Rezaba el texto bajo la imagen.

Y era cierto, Yuri por fin era más alto que Mila. Fijándose bien en las alturas, se aventuraban a decir que Yuri era incluso más alto que él. De hecho, Yura era el más alto de la fotografía.

Usaba la bufanda roja que le regaló, hace más de un año, para cubrirse de la nevada que se veía caer en la imagen.

Pero era su mirada. Yuuri simplemente no podía lidiar con la mirada de Yura. Aquellos ojos de un color que batallaba entre celeste y verdoso, sin ser nunca mucho ni de lo uno, ni de lo otro.

Un turquesa casual, profundo, intenso y simplemente precioso. Con una mirada más afilada de lo que quizá recordaba.

Yuri no era de sonreír mucho para las fotografías, la mayoría de las fotos en que lo había visto, lo mostraban a él con una expresión estoica. Pero en la que veía ahora, se notaba que se esforzó más de lo usual en sonreír, si bien era apenas perceptible una media sonrisa, para Yuuri era simplemente hermoso.

En eso radica todo el problema. En que de la nada, simplemente lo miró y todas las emociones y sensaciones que creía olvidadas, volvieron a aflorar como los cerezos en plena primavera.

Las risas se le escapan y comienza a tallar sus ojos con fuerza, mientras comienza a recordar todos los buenos momentos de sus días siendo su niñero. Como cuando la confianza comenzó a aflorar, la primera vez que salieron a pasear, cuando hicieron un dúo de violín y piano, cuando Yuuri lo invitó a su casa por primera vez, cuando fueron a la cena de la boda de Georgi o cuando Yuri lo cargó de vuelta a su hogar cuando había entrado en celo de manera sorpresiva.

El roce de las manos.

Las miradas encontrándose.

Las palabras de aliento.

La dulce complicidad.

Sentir que era plena primavera, a pesar de estar en medio del invierno.

Y es que Yuri le estaba haciendo sentir, lo mismo que lo hizo sentir Yuko hace varios años.

Pero con más vehemencia, con más profundidad. Sintiendolo hundirse fuerte en su pecho y haciéndolo latir de tal manera que lo escuchaba resonar en sus mejillas.

Recordó una charla que tuvo con Viktor hace unas semanas, cuando este caminaba a su lado mientras paseaban a Makkachin.

"Te gusta tanto hablar de todo lo que has hecho con Yuri, de las cosas que experimentaste a su lado y de las cosas que aprendieron juntos. Se nota que amas hablar de mi primo, al punto que resulta casi cómico que no lo ames a él".

Yuuri hizo oídos sordos y solo rio ante el comentario, diciendo que no era tan así y cambiando de tema inmediatamente.

Ahora se daba cuenta, de que Viktor tenía toda la razón.

También adoraba a Yuko, a Phichit y Seung, a Mila. Sin embargo, cuando pensaba en todas las cosas, solo podía pensar que eran amigos increíbles y en los mucho que los apreciaba.

Sin embargo, siempre que comparaba la relación que mantenía con ellos, con la relación que tenía con Yuri, terminaba repitiendo internamente que a Yuri lo quería de una manera diferente.

Cuanto estaba con Mila y Sara, no podía evitar pensar lo afortunadas que eran. Cuando estaba con Phichit y Seung, los pensamientos de que sería bonito tener pareja se hacian presentes, aunque solía ignorarlos.

Pero cuando se hallaba con Yuri, simplemente no pensaba en eso. O lo pensaba de una manera distante. Como si en ese momento, estando con él, eso fuera lo único que necesitara, todo lo relacionado a una pareja era superfluo.

Porque estando junto a él, un chico que bien podría ser descrito como una tormenta de invierno y con un carácter tan devastador como esta, para Yuuri se sentía como si estuviera flotando entre los brotes de la más dulce primavera.

  ❆  ❀

¡Ha sido mucho tiempo!~

Gracias por tanto, perdón por tan poco. (?)

Bueno, antes que nada, aviso que inicialmente este capítulo eran dos partes cortas de uno(?). Pero para la espera, mejor lo junté no más y lo dejé largo~. No cambia el efecto en lo más absoluto. xD

Sep, sé que me tardé sus buenos meses. Pero realmente necesitaba actualizar mi otro fic xD que ya estaba a punto de entrar en el año de hiatus. Y es con este capítulo con el que termino el segundo arco del fic "cambio de estación". Que es un punto clave en la historia, como podrán ver.(?)

Que manera de sufrir con una actualización, nunca antes me había pasado que debía escribir y borrar, y reescribir y volver a borrar, diferentes escenas TANTAS veces. Fue estresante, aunque al final me siento conforme con el resultado. Aunque tal vez, algún día haga una releída profunda al fic para editar algunos errores~.

Primero tuve un pedo mental por los años escolares de Japón y Rusia, luego con las edades de los chicos, luego que esto, luego que lo otro. Uuuf.

Hablando de Otabek, sep, en nene tiene cinco hermanitas. Dos ya más niñas y las otras tres, pss, son trillizas. Es el macho alfa peludo de su familia, metafóricamente, que el chico es beta(?).

Me sorprendí al saber que había una versión de MSN messenger en esa época, la neta. Pero según leí, corría lento para computadores no preparados. Obviamente, no era una época en la que todas las casa tuvieran computadores,  y eso, o Internet continuo. así que espero que se entienda porque en el instituto de Yuuri, tenían un horario para usar la computadora.

Recordatorio amistoso: Yuuri sí estuvo enamorado una vez, de Yuko cuando era niño. Pero recuerden que Yuri jamás sintió ese tipo de amor por alguien. ~

Phichit el amigo molestoso que shipea a su bestie está basado en hechos reales.(?)

No sé si habrán visto, pero me he inscrito a varios concursos con mi otro fic YuYu "Constelaciones" el cual les recomiendo mucho, por ser mi "bebé mimado" de los fanfics de YOI. Lo pueden encontrar en mi perfil. <3

Participa Yuri on Awards y Love&Life Awards, en las categorías de Historia Corta. Y en los Premios Katsudon en la categoría de Programa Quimérico~. Así como este fanfic participa en los YuYu Awards. (?)

Eso, paz y amor~ Gracias por leer este largo testamento. Apreciaría que dejaran un comentario con su opinión del fic para tener claro cómo seguir encaminándola.~

Plot Twist: En este tiempo "off", también, he estado planeando y desarrollando la trama de otro fic YuYuu omegaverse.~ Es un proyecto algo ambicioso mío xD tal vez lo vean cuando termine Brotes de Invierno~




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