Capítulo Cuatro: Camelias Níveas


—¿No pensarás ir de blanco, o sí, Mila? Después de todo, ni siquiera estás invitada —un golpe en la cabeza acalló al rubio, mientras su hermana seguía probándose accesorios para el cabello frente al enorme espejo del tocador de su cuarto.

—Tú aún eres un niño y Yuuri no cumple los dieciocho años hasta dentro de un par de meses. El abuelo no está en condiciones de ir por sus reuniones y como yo soy una hermana tan dulce... —le dirigió una encantadora mirada mientras su hermanito hacía una cara de asco—. Seré yo quien los lleve. Además, Georgi y su familia me aman, los llamé el lunes y aceptaron sin más que yo fuera.

Y vaya que Yuri lo recordaba a la perfección. Georgi y Mila fueron realmente buenos amigos cuando eran niños, o al menos eso era lo que había escuchado de los labios de su hermana. Sin embargo, las diferencias entre ambos se marcaron y la sentencia de su amistad quedó clara a los diez años.

"Un alfa y un omega no pueden ser amigos".

Se sentó al borde de la cama de su hermana, observando el reflejo de esta en su espejo mientras adornaba sus hermosos mechones pelirrojos con detallitos blancos y dorados.

La vio fijarse en ella misma por largos segundos, antes de comenzar a quitarse los adornos.

El alfa pudo percibir un dejo de tristeza y echándose de espalda en la cama de su hermana, comenzó a hacer memoria.

Otro de los motivos por los cuales Mila dejó de acompañarle cuando Georgi iba a las cenas, era el compromiso de este último. Si bien la omega nunca lo habló a viva voz, no pudo evitar confesarlo a su hermano pequeño.

Su terrible secreto de que gustaría de casarse con Georgi.

Así que cuando a una corta, el alfa fue comprometido con una chica llamada Anya de quien aseguró inmediatamente estar enamorado, Mila supo que debía dar un paso atrás respecto a todo.

Yuri nunca lo odió. Él no le había roto el corazón a su hermana y ella se lo repitió muchas veces.

Ella no estaba enamorada, simplemente sentía que siendo el chico el único alfa a quien conocía -fuera de su hermano- y teniendo en cuenta la amistad previa, no había una mejor opción para ser pareja.

Muchos matrimonios en las altas esferas sociales eran sin amor, así que su añoranza de tener un matrimonio al menos con un amigo, era bastante comprensible.

A fin de cuentas, fue lo mejor. Su hermana logró enamorarse realmente, y a pesar de todo, le gustaba verla tan alegre y radiante todos los días.

"¿Qué tal me veo?"

Se reincorporó en la cama y notó a su hermana modelar con un hermoso vestido blanco -o como ella corrigió luego, "beige" y preguntándole cómo lucía.

—Bonita —dijo entre dientes, bajando la mirada y sintiendo las mejillas arder por el halago a su hermana.

Sintió unas manos apretarle las mejillas y él no dudó en apartarlas mientras huía del cuarto, maldiciéndola.

Mila rió como respuesta, sacudiendo un poco el vestido y paseándose un poco más ante el espejo.

Si alguien le hubiera dicho a los diez años, que ella no sería quien llevara el vestido blanco en la boda de Georgi, de seguro hubiera acallado a esa persona a golpes.

Daba igual. Mientras pudiera vestirse de blanco en la boda de Sara, todo bien.

Si en algún momento llegué a pensar que nada podría ponerme tan nervioso como la cena de compromiso de Georgi y Sasha, estaba realmente equivocado.

En primer lugar, tuve que conseguir ropa. Sin embargo, la más elegante que tenía era la que ya de por sí usábamos para los pequeños matrimonios que había entre la gente que trabajaba para la familia Plisetsky.

No es por alardear, aunque eso sonara, pero personalmente me parecía que la cena de la señorita Mila fue mucho más agradable que la de la familia Feltsman. Más que nada, porque esta cena no había sido hecha para ser vistosa, según me indicó la señorita Plisetsky.

Luego de recurrir a sus "contactos femeninos" nos dio a entender tanto a mí como a Yuratchka que esa cena era dirigida más que nada para la familia y los amigos, en su mayoría, de la señorita Munich -apellido de Sasha-.

Por el simple hecho de que a diferencia de la familia del alfa, la humilde familia de la joven beta prefería las ceremonias pequeñas y de bajo perfil.

De los invitados, solo un puñado éramos por parte de Georgi. La familia Plisetsky y algunos otros apellidos que si bien no puedo evocar, estoy seguro de haber escuchado en la boca de varias personas siempre que se referían a personas importantes.

Al parecer, ni Mila ni Yuri conocían a las otras familias, motivo por el cual nos mantuvimos charlando entre nosotros y con alguna que otra persona de nuestra edad por parte de la familia Munich.

Tampoco era como si a Mila o a mí nos fuera indiferente el hecho de que no buscaran nuestra compañía. Yo, por ser un omega sin marcar y de aroma pobre. Y Mila, por el simple hecho de que estaba mal visto que una omega comprometida asistiera a este tipo de eventos sin su pareja. El anillo en el dedo de la pelirroja y la manera en la que se distraía con facilidad entre sus pensamientos no mentía.

Me pregunto qué se sentirá extrañar de esa manera a una persona que no es parte de tu familia.

Ese alguien especial.

Por mi parte, siendo alguien que no solía asistir a esos eventos y disfrutaba ver a tanta gente "bonita" bailando y charlando, no pude sino sentirme algo decepcionado cuando Yuri comenzó a insistir en que se quería ir.

A veces sí era como un niño muy pequeño. Solo que a él no podía distraerlo de su queja con una paletita y llevándolo a pasear afuera.

Además, ya tenía suficiente con su hermana mayor recriminándole haber llevado sus zapatillas animal print durante todo el camino de regreso a la mansión.

Como alguien quien nunca tuvo hermanos, ni familiares de una edad cercana, realmente me enternece ver el tipo de relación que llevaban los hermanos Plisetsky.

Sin embargo, eso ya es un recuerdo.

Varios meses de la cena de compromiso y la boda se acerca.

Ha sido agradable relacionarme mejor con la señorita Mila, ella también pareciera haberme cogido cariño. Después de todo, hay cosas que solo los que compartimos clases entendemos. Y Mila, como omega, siempre logra mantenerme tranquilo en su presencia. Con su aroma a rosas y su voz suave, como si tuviera miedo de lastimarme con cualquier palabra.

El otoño estaba llegando a su fin y la boda había sido planeada a mediados de noviembre.

"Algo apresurado, ¿no crees?" solía comentarme Mila, con cada semana más cerca del evento.

Y es que desde ese momento, mi relación con Mila se había estrechado más de lo que tenía previsto.

Los omegas necesitan omegas. No por los motivos tradicionales, sino porque es agradable tener a alguien parecido a ti.

Solía robarme del lado de su hermano cuando este tenía las lecciones con alguno de sus maestros. Las clases de Yuri se habían puesto más intensas al finalizar el verano. Y según él me había comentado, se relacionaba estrechamente al hecho de que ya le hubieran escogido una carrera en una de esas universidades que la gente como yo no puede ni siquiera imaginar entre sus probabilidades.

"Gestión de empresas"

Yuri la odia con toda su alma y puedo notarlo en la manera en la que escupe las palabras cuando habla del tema.

O que puede llegar a ignorarme días si le comento que debe intentar "ver el lado bueno".

Es difícil ponerme en su lugar, después de todo, yo nunca he tenido algo en mente que no sea trabajar en la mansión Plisetsky así como mis padres. De la misma manera que ellos nunca me han pedido nada, asumiendo que yo seguiría su camino.

No era algo de lo que quejarme, tampoco aspiraba a grandes cosas.

Si me ponía nervioso con las miradas crueles durante una simple cena, sería ingenuo pensar que las cosas serían más fáciles si decidiera irme de la mansión.

"Pero ¿si pudieras elegir?"

Yuri me observa sentado desde su cama, mientras abraza a su gato como si de una almohada se tratara. Puede ser tan tierno cuando no le da por pelear con Nieve sobre quién llenó de pelos blancos su chaqueta favorita.

"Si pudiera elegir..."

Me volteo en su dirección, mientras sostengo su ropa planchada y doblada entre mis brazos. Pienso muy cuidadosamente, hurgando bien en mi cabeza y un poco más allá, para saber qué camino tomaría si tuviera la oportunidad de elegir.

¿Qué cosa me haría feliz si tuviera que realizarla todos los días de mi vida?

No me doy cuenta y ya la ropa está algo arrugada, con mis dedos enterrándose en ésta. Siento el corazón latirme con fuerza y Yuri nota mi nerviosismo en la forma en que observo mis zapatos. Paso saliva y me muerdo el labio inferior.

Y la voz me tiembla un poco, pero me gusta sentirme valiente al no retroceder en mis palabras.

"Me gustaría un curso de cocina"

Me avergoncé inmediatamente, sintiendo mis mejillas arder y cómo el mundo se desplomaba. ¿No podría haber dicho algo más interesante y llamativo?

Ya me imaginaba a Yuri riendo por haber elegido algo tan...

¿Mediocre?

Realmente me sentía estúpido, así que sin alzar la mirada mis pies se dirigieron hacia la puerta, con un paso rápido en pos de escapar.

"Yo realmente comería tu comida"

Me detengo en el acto, anclado a pocos centímetros de la puerta. Me volteo lentamente, casi con miedo de lo que encontraría.

Sin embargo, Yuri no me mira con burla, sino todo lo contrario.

No me dirige la mirada y puedo notar que él también se avergüenza al decirlo. Dejo escapar el aire que contuve en mis pulmones y siento como si pudiera llorar de alegría.

No sé por qué. Pero esas palabras aliviaron tanto mi corazón que lo conmovieron.

O tal vez las hormonas simplemente me están jugando en contra.

Pero el punto es que el apoyo de ese pequeño alfa realmente me hacía sentir vivo. Y es que a veces, realmente olvido lo hermoso que es contar con el apoyo de la gente que es importante para ti.

❄❀

—¡Esto es vergonzoso! —se quejó el omega, mientras le jalaban del antebrazo para hacerse un camino entre la multitud de gente que atravesaba la aglomerada calle de Moscú.

Pero ¿cómo habían llegado a esa situación?

Fue una de las tantas noches que Yuuri se quedaba hasta tarde con Yuri, hablando de lo ocurrido en el día y de sus planes venideros. Entre charla y charla, al mayor se le ocurrió confesar que le daba miedo traerle problemas a los hermanos Plisetsky. Debido a que usaría el mismo traje que usó en la cena de compromiso y eso serviría para aflojar lenguas.

Después de todo, muchas de las familias concurridas en esa boda, también serían las presentes en la ceremonia del compromiso oficial de Mila y Sara. Y el miedo de Yuuri radicaba en que estas recordara su deplorable actuación al momento de ser mesero en dicha fiesta.

Tenía mucho miedo a dejar en ridículo a las nuevas personas con quien había estrechado relaciones y el estrés de intentar ser perfecto le estaba llevando la cuenta.

Yuri supo que debía poner un alto en el momento en que Yuuri se notaba al borde del llanto al mencionar que su ropa no era "digna" de esa ceremonia.

Así que ni corto, ni perezoso, al día siguiente fue a pedir permiso a sus padres para poder sacarlo de la mansión y llevarlo a pedir un traje donde el mismo alfa lo había hecho.

—Cállate, estás ahogándote en un vaso de agua y casi parezco yo el que te cuida —le reclamó el rubio, cruzándose de brazos mientras se plantaba frente a él en un lugar ya vacío.

Yuuri frunció un poco los labios y tuvo que hacer acopio de madurez para no salir corriendo nuevamente.

—¿Y bien? —volvió a insistir el ruso.

—Me siento mal aceptando un regalo tan... enorme -soltó finalmente, ya sintiéndose menos tenso al exponer la verdad—. No me siento a gusto creyendo que no hay manera en que pueda compensarte...

Yuri chasqueó la lengua, notablemente molesto, para interrumpirlo.

—Tómalo como tu regalo adelantado de cumpleaños ¿de acuerdo? la boda es un mes antes y realmente quisiera darte algo que aprecies mucho —ahora era el menor quien se mordía el labio inferior al terminar de armar la frase.

La vereda en la que ambos se habían detenido se encontraba misteriosamente vacía.

No saben si el reloj alcanzó a contar un minuto. Pero en algún punto, Yuuri le tomó con firmeza la mano y el otro, comprendiendo el mensaje, lo guió hacia la tienda al final de la calle.

Llevaban varios meses juntos. La amistad se fortalecía y ambos se sentían absolutamente a gusto en presencia del otro.

El contacto corporal fue en aumento. A Yuri le gustaba que el mayor le acariciara el cabello y le permitiera dormir recostado en su regazo, así como el otro lo permitía con toda la alegría del mundo.

Yuri era similar a un gatito, aunque fuera un sentimiento que el alfa deseara dejarse sólo para él mismo. Le gustaba que lo mimaran mientras se tratara de la persona adecuada. En caso contrario, sacaba las garras y no dudaba en gruñir.

Mientras que para Yuri, la sensación era similar a recostarse en un campo de flores en verano. Sumergiéndose en un agradable sensación de tranquilidad y de que los problemas no lo podían alcanzar. Aunque desde luego, había que saber cómo encontrar el camino correcto para llegar a él.

La limusina de la familia nos llevaría al lugar de la boda.

Mila iba arreglada como me había indicado hace semanas y cabe mencionar que esa bruja también se encargó de mi ropa. Ya que aunque peleé con dientes y garras, el animal print estaba estrictamente prohibido.

A veces parecía tanto una madre que me llegaba a dar miedo que estuviera embarazada y yo ni enterado.

Mi cabello seguía siendo corto y ella se encargó de peinármelo, cosa a la que puse mala cara durante todo el proceso. Hay que indicar, que Mila no es precisamente la delicadeza en persona cuando se trata del cabello de alguien que no sea su prometida. O sea, es una maldita insensible que no tiene ningún miedo de estirarme tanto el cabello hacia atrás que termino sintiéndome un estirado como Lilia.

Intentó varios peinados los días anteriores, que solo conseguían hacerme enojar y pensar en cuánto tardaría el cabello en crecer si se lo cortase mientras duerme...

"Te peinaré hacia atrás" "No, mejor hacia un costado" "¡Ay, Yura! ¿Y si te pongo un broche? juro que no se va a notar y que serás el más guapo. Te lloverán chicas"
"Ti llivirin chiquis" repetía yo con todo el encanto del mundo, para luego escuchar la risa del omega tras de nosotros.

No duraba mucho, porque mi hermana tenía la mano pesada y no dudaba en jalarnos las orejas si nos burlábamos de ella. Aunque bien sabía que con Yuuri solo fingía, ya que yo era el único desgraciado que quedaba con la piel roja a morir.

De todas formas pude tener mi probadita de venganza, cuando el día anterior a la boda pude ver, durante una visita en su casa, cómo su madre también batallaba con su cabello.

Podía notar el sufrimiento de Yuuri en el aire entrelazado con flores de cerezo decayendo. Yo no era el único que sufría cuando le arreglaban el cabello, al menos.

"Te ves muy guapo así, Yuuri" mencionó Mila apenas lo vio llegar a la limusina, ganándose un gruñido por mi parte. ¿Cómo podía actuar tan dulce y amable con Yuuri cuando hace menos de cinco minutos me había enterrado uno de sus tacones en el zapato al mencionar que sentada el vestido la hacía verse un poco gorda?

Ya nadie aprecia la honestidad.

Pero si tuviera que ser honesto, Mila no estaba en lo absoluto equivocada. Digo, Yuuri se veía bien. El cabello hacía atrás le despejaba el rostro y casi parecía una persona diferente sin gafas.

Radiante.

Obviamente todo visto de un plano amistoso. Sería raro si yo le dijera que se veía algo bonito u otro halago de ese estilo. Después de todo, Mila tiene que esperar mucho para que yo le diga algo lindo.

¿Por qué?

No estoy seguro. Solo sé que no es algo que quisiera intentar, ya que la sola idea de pensar en comentarle eso hace que me suden las manos y sienta el rostro arder de una manera estúpidamente penosa.

Y desde luego, esa no es la imagen que quiero inspirar en Yuuri...

Pero últimamente, con todas estas salidas, veladas hasta tarde y pasar tanto tiempo juntos los tres por motivos de la boda, me han hecho notar que hay varias cosas de él que me...

incomodan. Aunque no sé si es la palabra correcta.

Es raro, todo se siente muy raro y me molesta como me hacen sentir.

Cuando es él quien se duerme sobre mi hombro, con el cabello suave y ligeramente aromatizado a cerezos. Noto su peso sobre mí y lo percibo tan vulnerable. Siento que el cuerpo se me pone como gelatina y se presentan unas ganas severas de que se quede así.

De sentir que soy yo quien lo cuida y no él a mí como debería hacer un niñero.

Entonces vuelve a abrir los ojos y yo soy el niño de la relación. Yo soy a quien cuida y el que necesita ser protegido. Yo soy quien aún no tiene voz gruesa, quien no alcanza ciertas repisas y el que debe hacer caso a los consejos porque aún no sabe suficiente de la vida.

Y se siente terriblemente frustrante.

Eso de sentirme tan débil y notar que hay más diferencias que solo ser alfa u omega.

Y es que en realidad, el mundo no se dividía solo en alfas, betas y omegas. Había gente joven y gente vieja, chicos y chicas. Gente alegre y gente seria.

Habían personas. Fuera de todo, Yuuri y yo éramos dos seres humanos completamente distintos y sé que lo seríamos aunque ambos fuéramos betas.

Yuuri seguiría siendo una persona increíble y tal vez se le quitaría esa estúpida desconfianza y terminaría por creerse todas las cosas buenas que Mila y yo le decíamos.

Como que era estúpidamente amable, pidiendo siempre todo por favor y siempre agradeciendo. Y detesto admitirlo, realmente odio hacerlo, pero creo que he aprendido algo de modales con él. Lo que más recuerdo de mi padre y luego de mi abuelo, es que los alfas no piden disculpas. No piden permisos.

Ellos exigen, imponen, cambian las reglas y arrebatan una y otra y otra vez.

Los omegas pierden todo, se someten, obedecen , se rompen y se reemplazan.

Me volteé hacia Yuuri, quien escuchaba sonriente a Mila y sus anécdotas de cuando Georgi era chico.

Fruncí el ceño y luego de un suspiro bajé la mirada.

Si así eran las cosas en el mundo.

Si así debía ser un alfa.

Si así debía ser yo con la gente que quería.

Entonces aparte de no querer ser el heredero de la familia Plisetsky, tampoco quería ser un alfa.

❄❀

—No le cuentes a Sara, que si le bajan los celos me va a matar —bromeó de manera cómplice a su hermanito, poco antes de revolverle el cabello y plantarle un sonoro beso en la mejilla. La expresión de asco de Yuri, junto con sus intentos de alejarla terminaron por asegurarle que su hermano aceptaba la proposición.

La omega no dudó en abrirse paso en la gente y aceptar la invitación de vals que le ofrecía Georgi desde la pista.

Y no contenta con esto, la chica empujó al otro omega para que bailara con la novia, aprovechando que estos ya habían bailado con sus familias. La idea inicial era que Sasha bailara con Yuri, pero la chiquilla sabía que este se podía vengar acusándola con su novia y deformando toda la información.

La luces eran tenues y se concentraban mayormente en el centro de la habitación, dándole una obvia preferencia a todo lo que concerniera a los novios.

Yuri se sentía algo cansado, o mejor dicho aburrido, hasta que llegó la cena después de la boda. La comida era deliciosa, aunque obviamente prefería la de su hogar, así que no dudó en comer hasta hartarse.

Desde luego, ni él ni Mila pudieron excusarse de los deberes sociales, que consistían básicamente en seguirle la conversación a cualquier adulto que estuviera enterado de que su apellido era Plisetsky. Entonces comenzaban a preguntar por su abuelo y preguntar por la boda de la omega, claro, sin olvidar preguntarle a su hermano mayor (si estaba pensando en comprometerse.

Desde luego, bastaba un silencio muy incómodo por parte del alfa para que quedara más que claro la nula atención que le brindaba la idea del matrimonio. Al menos así fue al tercer intento de preguntarle, ya que en las primeras ocasiones trató de ser amable.

Esa noche, la cantidad de preguntas respecto a su soltería habían aumentado de una manera considerable en comparación a todas las otras ocasiones.

Usualmente, iniciaban comentando que estaba un poco más alto, que el cabello corto le hacía verse más maduro, que se parecía a su padre y finalmente, si estaba en condiciones de comprometerse.

Manera sutil de preguntar si había tenido su primer celo.

El alfa tardó en entender la motivación de la gente por ahondar en ese tema, pero su hermana comprendió de inmediato. Ya cuando la sexta pareja en preguntarle se retiró, junto a su hija, Mila no dudó en darle un pequeño codazo mientras le señalaba a un muy nervioso Yuuri a su lado.

Él también había pagado las consecuencias. Solo se dirigían a él para preguntarle con amabilidad su relación con el heredero de la familia Plisetsky. La sonrisa de las personas se transformaba en una mueca de disimulado desprecio cuando éste respondía que solo eran amigos.

Aún si el omega llegaba a sentirse mal por esas miradas despectivas, no dudaba en dirigirle una sonrisa a los hermanos en cuanto éstos le preguntaban cómo se sentía. Porque realmente estaba orgulloso de poder decir que ellos eran sus amigos. No por los apellidos, sino por las maravillosas personas que habían fijado su atención en él.

Teniendo un favoritismo para y con el alfa, que con el tiempo le era más difícil de disimular.

Tenía un poco de vanidad, al igual que la mayoría de las personas, y esta resaltaba especialmente cuando su corazón se apretaba de gusto al notar que Yura ignoraba a las otras personas, escapando de charlas, solo para volver a su lado.

Porque si podía sentirse cómodo con el alfa...

¿Qué más daba que todo el mundo mirara mal su relación?

Luego de terminar de bailar con los novios, tanto Mila como él cambiaron de pareja con otras personas en las pistas de baile. A pesar de ser un omega, Yuuri no pasaba desapercibido entre las chicas que se lo topaban sin saber qué relación tenía con los recién casados.

Y es que Yuuri no era consciente de que era un chico bastante guapo cuando se arreglaba, así que sin estar acostumbrado a los coqueteos, no sabía cómo reaccionar correctamente a los acercamientos que las chicas tenían para y con él.

Sin embargo, el omega no tenía en cuenta que ambos hermanos Plisetsky no perdían detalle de su actuar. Una más enternecida que el otro.

—¡No es justo, eres demasiado solicitado y no pude bailar contigo en una sola vez! —se quejó infantilmente la omega, mientras se abrazaba al brazo de Yuuri.

—Lo siento, Mila —se disculpaba con una apenada sonrisa, mientras le acariciaba la cabeza como si fuera una niña pequeña. Al menos ya había soltado su maltratado brazo —. Ya habrá otra ocasión ... —intentó calmarla.

Y funcionó mejor de lo que esperaba.

—En mi boda vas a bailar conmigo y Sara, sí o sí. Y para entonces, si llegas a convencer a Yuri de unírsenos, juro que te entregaré el ramo directamente en las manos —declaró confianzuda la chica, antes de darle algunos codazos que solo lograron encender las mejillas de Yuuri en un fuerte color rojo —. Tranquilo, tranquilo. Sé que no planeas casarte, solo bromeaba... —lo calmó Mila, mientras le daba palmaditas en la espalda como si fueran amigos de toda la vida.

Y es que eran esos temas de los que hablaban cuando Yuri no estaba.

El omega le había confesado a la chica que a diferencia suya, el matrimonio no estaba en sus planes.

En primer lugar, si se casaba iba a tener que quedarse en casa y lo que él deseaba era seguir ayudando financieramente a sus padres hasta la vejez. En segundo, él tampoco tenía ningún interés romántico, ni de alfas ni de betas. Y en tercer lugar, desde que lo habló con Yura hace un tiempo, la idea de tomar algún taller corto de cocina le sonaba realmente tentador. Solo para ver. Y sabía que con un esposo o esposa alfa, estudiar se le sería prohibido. Al menos, las cosas en Rusia seguían siendo muy a la antigua.

Pero era claro que, viendo a sus padres, la idea de tener a una persona que lo amara incondicionalmente se le hacía realmente hermosa. Con todos sus defectos y virtudes, en salud y enfermedad, para siempre.

Volvió a la mesa que les habían asignado, sentándose junto a Yuri y bebiendo un poco de agua. Lo último que quería era probar alcohol, por más que Mila le insistiera. Sabía por experiencia que eso nunca resultaba bien. Y una mala espina le daba el ver a la chica terminar su vaso, quizás, demasiado rápido.

—¿Cansado tan rápido? Demonios, Yuuri, sí que estás viejo —fue lo primero que escuchó de los labios del menor.

—Es fácil hablar si has estado sentado toda la noche —respondió Yuuri, mientras enarcaba una ceja y sonreía divertido. Yuri arrugó la nariz, recordando a todas las chicas y chicos que había tenido que rechazar, junto con las madres que las traían e insistían aún más.

—Es que no sabe bailar~ —canturreó alegremente la omega, mientras se notaba que sus mejillas estaban ruborizadas más que con solo el baile. Después de todo, ese no era el primer vaso. Yuuri había descubierto que la señorita Mila gustaba demasiado de los tragos que llevaran vodka.

—¡Cállate maldita sea! —antes de que la chica prosiguiera, el alfa ya estaba cubriéndole la boca con ambas manos y empujándola hacia atrás. Forcejeando y discutiendo como si ambos tuvieran seis años, ante la divertida mirada del omega.

Se detuvieron al mismo tiempo que Yuuri les presentó una oferta que ninguno quería dejar pasar.

—Solo bailo contigo para alejarme de Mila, sabes que odio todo esto —se quejaba Yuri, maldiciendo en voz baja mientras el otro lo arrastraba de la muñeca hasta la pista de baile. Era irónico lo similar que se veía a cuando el alfa insistió en comprarle un traje a Yuuri. Solo que ahora era éste último mencionado quien llevaba la batuta.

—No me hagas sentir mal, sabes que a mí también me avergüenza un poco, pero me siento mucho más cómodo contigo que con esas otras chicas —confesó, mientras empezaba a sonar otra pieza. Volteándose al momento de integrarse a otras parejas y sin darse cuenta del pequeño rubor en las mejillas del avergonzado chiquillo.

No había nada de malo en que dos chicos bailaran, así como tampoco lo había en que dos chicas lo hicieran. Mientras fueran un alfa y un omega, todo estaba en orden.

La música sonaba y la imagen de los dos chicos causaba una mezcla de ternura, sorpresa y envidia a todos quienes los veían. Ternura, por la diferencia en estaturas y de edad entre ambos chicos. Sorpresa, porque las negativas del joven Plisetsky a todos los bailes en los que se presentó solo dejaban a entender que realmente él no sabía bailar. Y envidia porque...

¿Por qué estaba bailando con un omega de apellido cualquiera en vez de sus hijos e hijas?

Y más importante que eso, ¿por qué parecía estar haciéndolo de tan buena gana?

Era difícil ver al joven heredero cambiar su eterno ceño fruncido, pero allí en medio de la pista de baile, Yuri estaba con la más sincera de las sonrisas moviéndose al ritmo de la música junto a un omega más alto.

Al momento de regresar a la mesa, Yuuri sintió varias miradas malintencionadas clavándose en su nuca. Su única reacción fue tragar saliva y bajar la mirada, incluso si él mismo se había prometido no sentirse mal por querer divertirse.

Entonces la mano de Yuri se apoyó sobre su hombro, y es que el rubio intentaba transmitirle confianza. Con una mirada seria que dejaba en claro que nunca le perdonaría el sentirse de esa manera luego de haber tenido una sonrisa tan sincera en los labios.

Entonces una pequeña sonrisa volvió a los labios del omega, quien apoyó su mano en el hombro del contrario y caminaron de esa forma a la mesa.

Yuri era uno de los mejores amigos que podría haber pedido.

Mila estaba desinhibida, quizás debido a la situación o tal vez al alcohol corriendo en sus venas. El punto era que la omega se sobrepuso a cualquier persona que intentara agarrar el ramo, aplastando rostros y pisando pies con tal de conseguirlo.

Había perdido el prendedor de cabello, pero al menos el hermoso ramo de camelias blancas resplandecía inmaculado entre sus manos.

La omega intentó convencer a Yuuri de atrapar el ramo junto con ella, apenas este le mencionó que en Japón era una flor muy apreciada. El único resultado que obtuvo fue Yuuri tomando un largo trago de su vaso solo para ignorarla y desviar la pregunta.

¿El chico sabría que esa bebida sí traía alcohol?

El problema con Mila, es que luego se sintió mal. Así que su hermano queriendo ahorrarle el mal momento de vomitar en público, decidió llevarla a tomar aire en algunos de los enormes balcones que poseía el lugar.

La pelirroja no dudó en reclinarse al borde de uno de estos, respirando profundamente y luego exhalando. Hacía frío, se congelaba y el vaho que escapa de su boca lo confirmaba.

Puede que Yuri dijera que la odiara muchas veces, pero su verdaderos sentimientos se veían en cosas tan simples como quitarse su saco de rayas blancas y negras para ponerlo sobre los hombros de su hermana.

Ellos se querían mucho aunque no lo pareciera.

—¿Sabes lo estúpido que fue lanzarte por el ramo a pesar de ya estar comprometida, no? —preguntó el menor, malhumorado, mientras se acomodaba a su mano y también se inclinaba a mirar por sobre el barandal del balcón.

La chica solo rió en voz baja, antes de comenzar a deslizar sus dedos por los suaves pétalos de las flores.

—¿No son hermosas, Yuri? —preguntó con un tono tan dulce que el aludido comenzó a pensar que ya era momento de ir a casa porque su encantadora hermana estaba terriblemente borracha.

Sin embargo, el brillo en los ojos de su hermana y el hecho de que tal vez no recordara esa charla mañana, lo incitó a seguir la conversación.

-¿Las flores? Supongo, no sé mucho de flores -declaró, suspirando largo y sintiendo el aire helado abriéndose paso en sus pulmones.

¿Por qué Mila no temblaba?

-No solo las flores, Yuratchka. Son lo que representan -susurró nostálgica, mientras mantenía la vista en algún punto del jardín invernal de los Flestman.

—No soy experto en bodas, pero creeme que con ese frío de mierda haciendo que me congele la nariz, juro que el invierno no es una época muy inteligente para casarse.

Entonces el rubio recordó que la boda de su hermana sería por inicios de febrero.

Al parecer la chica seguía siendo receptiva, porque notó la confusión del menor al notarla hablar de eso.
Así que reclinándose de costado en el barandal y con el ramo colgando de la otra mano, lo observó de manera divertida.

—A veces siento que sigues siendo muy niño, o tal vez, que yo de verdad comienzo a pensar como una mujer vieja —acercó el ramo de flores a su hermano, quien lo miró con desconfianza antes de aceptarlo.

Mila daba un miedo raro. Como si no fuera ella quien hablara. Con razón no la dejaban beber en casa. Era una ebria... nostálgica. Y eso era jodidamente triste para el adolescente.

—Mamá siempre lo decía —aquella frase capturó por completo la atención del menor, quien no dudó en quitar la mala cara para clavar su mirada en ella, expectante a lo que diría -. No hay nada más bello que los brotes en invierno.

El alfa bajó la mirada al ramo y entonces lo comprendió. El por qué Mila quería hacer su boda en invierno.

—El invierno es frío, duro e inhóspito. El invierno es la muerte de todo lo vivo, pero sigue siendo hermoso —la joven sonrió entonces, de una manera tan radiante que Yuri creyó ver únicamente en la madre de ambos— ¿No son aún más hermosas entonces, las flores que consiguen abrirse paso en esa época? Tan solo piénsalo, Yuratchka. ¿Cómo sería conseguir que brotara algo en invierno?

Y es que Mila hablaba más allá de flores y nieve. Hablaba de otro concepto que anidaba en su corazón desde que conoció a Sara, luego de creer que nunca superaría lo sucedido con Georgi.

Tal vez se dio cuenta un poco tarde de que lo que sintió por el alfa que amistad. Como si la persona ya llevara kilómetros de distancia y ella recién se topara con las huellas en la nieve denotando un "estuve aquí".

Pero ahora tenía a Sara caminando junto a ello y lo demás no importaba.

"Una flor que germina en invierno".

Cortó y deslizó una camelia en el bolsillo de la camisa de su hermano, antes de desaparecer nuevamente en el salón, con el ramo en manos.

Yuri se tomó algunos minutos antes de entrar. Por algún motivo, le habían entrado muchas ganas de saber lo que estaba haciendo Yuuri.

Y es que no sabía, que su queridísimo amigo era tan débil, o peor, ante el alcohol como su hermana.

Apenas Mila lo dejó a solas y notándole un buen gusto a la bebida que tenía en la mano, Yuuri se sintió lo suficientemente resistente para beber otro. Entonces se notó absolutamente solo, con todas las miradas sobre él y juzgándolo, ya con toda la libertad de no tener a sus "protectores" cerca.

Un vaso y luego otro. Comenzaba a sentirse alegre, pero también algo mareado.

Tenía ganas de bailar.

Avanzó algo tambaleante hacia la pista de baile. No quería chocar con nadie, así que decidió ir por un lugar donde no se veía tanta gente. Las gafas estaban guardadas en su bolsillo para no dejarlas caer y tener un vergonzoso accidente. El problema era, precisamente, que gracias a eso no vio el charco de champaña en el piso de la zona aparentemente vacía a la que se dirigía.

Fueron tres segundos.

Al primer segundo, su punto de gravedad se sintió cambiar.

Al segundo, casi se sentía estrellar en el piso, así que cerró los ojos con fuerza.

Al tercero... unas amables manos lo sujetaban por los costados evitando caer.

—Creo que deberías tener más cuidado —susurró una madura voz amable a su espalda, intentando ponerlo de pie nuevamente.

Intentando, porque en ese punto Yuuri ya no reaccionaba. Bastó que cerrara los ojos para caer profundamente dormido.

El alfa que lo había ayudado no dudó en cargarlo con gentileza entre sus brazos, observándolo enternecido.

—¿Ese no es el omega que venía con tu primo, Viktor?—-preguntó el hombre rubio que le acompañaba, mientras apoyaba una mano en el hombro del Viktor.

—Oh... creo que tienes razón, Chris —soltó una pequeña risita. Lucía completamente como el chico que estaba bailando hace un par de horas. Se veía completamente vulnerable e indefenso.

Buscó con la mirada al pequeño alfa rubio con quien compartía sangre, pero no lo vio por ningún lado.

Negó con la cabeza, con una clara mueca de pena y una sonrisa de lástima. El omega se removió entre sus brazos y roncó un poco. Si no fuera por su naturaleza alfa, de seguro ya se habría cansado.

Sintió un pequeño codazo en el costado por parte del otro alfa, que le indicaba que mirara tras de él.

Lo primero que hizo al voltearse, fue notar la encantadora cara de odio puro de su pequeño primo al hacer contacto visual. Quien comenzaba a acercársele con un paso brusco y decidido.

—Chris... Creo que te dejaré un momento a solas —le guiñó un ojo al susodicho, antes de de voltearse por completo en la dirección en la que venía su primo, dejando al alfa mayor a sus espaldas—. Es momento de enseñarle a cierto gatito malhumorado como se cuida correctamente a un omega.

La tranquilidad que irradiaba del alfa contrastó de una manera que no pudo pasar desapercibida con las hormonas furiosas y alborotadas que liberaba Yuri al llegar.

Fue entonces cuando el alfa menor, ya frente a su primo, decidió escupir todo lo que tenía guardado en la cabeza.

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Still alive~ Still Aliveee!~

-Trash Hamilton reference-

Ha pasado mucho tiempo gg casi dos meses. Dios, la universidad sí que está pesada xD apenas si consigo acomodar el tiempo adecuado para entregar todos mis informes y arreglar exposiciones por allá ;v;

Además que también usé un poco de tiempo para escribir un OtaYuri para una amiga muy querida que también lo está pasando al en la U y quise animarla con algo de su OTP <3 así que no se extrañen si me ven publicar algo xD sería omegaverse anyway.

Pues bien, sí que me tardé mucho xc y creanme que todas estas semanas trataba de avanzar, oh. Apenas tenía tiempo relativamente libre. Aunque en un momento tuve que borrar y reescribir muchas páginas porque el resultado no me dejaba conforme y no quería reducir la calidad de lo que escribo ;n; y DESEO no haberlo hecho en esto, oh. Cosas que pasan cuando uno no practica gg

Respecto al capítulo

Admiren esa manera de correr que tiene el tiempo </3 faltan algunos meses para que se cumpla un año desde el momento en que Yuri y Yuuri se conocieron~ Empieza el invierno nuevamente <3 Y espero que se note el cambio en su relación desde la primera vez xD

Y llegó Viktor. -Cha cha chan-
Amo a ese hombre y amo el papel que toma en mi fic :^) no puedo adelantar más cosas que las que ven aquí, o sea, que es primo de Yuri y al parecer, también guarda relaciones con la familia.

Y creo que eso será todo hasta dentro de unos meses más (?)

Ah y lo siento mucho por la demora. Sé que hay autoras que pueden equilibrar bien su tiempo y todo, pero yo aun me estoy acostumbrando al ritmo de la universidad, así que no me odien plz </3 La educación chilena superior es cara, sepanlo (???)

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