Capítulo Cinco: El Ojo del Huracán
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Esa aura alegre y amable que siempre lo rodeaba podría transferir muchas ideas, algunas de ellas, erradas. La más común, era que Viktor Nikiforov era idiota. Usualmente era porque confundían su falta de interés en las cosas que no le llamaban la atención, a que él simplemente no las entendía.
Enarcó las cejas y cerró los ojos con tristeza. No le gustaba ser el malo en lo absoluto, pero sí tenía que serlo en pos de un bien mayor, lo sería. Así que apenas vio a su primito con todas las intenciones de gritar, armando un alboroto absolutamente innecesario en la fiesta de boda de uno de sus amigos más queridos, sabía que debía intervenir.
El problema, odiaba con todo su corazón usar la voz alfa. Era algo tan retrograda a su parecer y que pasaba a llevar el respeto que uno tenía hacia otra persona.
Si no fuera porque conocía a Yuri a la perfección, eso nunca hubiera sido una opción.
Pero allí estaba el joven alfa, liberando hormonas territoriales en plena maduración y con esa expresión malhumorada que le conoció desde que era un bebito que no quería dejar el biberón.
"Silencio." Gruñó lo suficientemente alto para que Yuri lo escuchara -y algunos otros alfas y omegas a su alrededor notarán "algo distinto"- pero no tan alto como para que todo el mundo en el lugar le prestara atención, cosa última que habría pasado si el pequeño Plisetsky se hubiera puesto a maldecir.
Pero no lo hacía, se quedó quieto, cerrando la boca, estupefacto ante su propia obediencia. La respiración seguía acelerada y los ojos se abrieron de par en par, clavando una mirada asesina en el imperturbable rostro del alfa de cabello plateado.
"Si quieres decir algo, debes comportarte".
Ahora sonreía con seguridad, más para dirigirles esa expresión a las personas que se detenían a mirar la escena que por otra cosa.
—Dame a Yuuri. No lo conoces, yo lo cuidaré —exigió, con un tono de voz más cortes pero que se oía terriblemente forzado.
De todas las putas personas en la puta fiesta. ¿Tenía que ser Viktor?
—No. No puedes. Yuuri... —empezó con severidad, aprovechando que ya conocía el nombre del omega. Algo irónico que se llamara como su primito—. Estaba a punto de caer al piso y golpearse la cabeza. ¿Sabes lo peligroso que hubiera sido eso? Es una suerte que con Chris estuviéramos cerca -declaró finalmente, mientras miraba al chico en sus brazos con una mueca de preocupación, frunciendo los labios.
Un omega maduro, que no puede mantenerse en pie, en una fiesta llena de alfas que por sus estilos de vida ya han perdido el alma. Él conocía muy bien esas esferas de la sociedad, a sus veinticuatro años nada de eso era nuevo, aunque no dejaba de entristecerle.
—¡Estaba ocupado cuidando a Mila! —Yuri se defendió de inmediato, más que nada dolido al enfrentarse a que en realidad su primo tenía razón.
Había descuidado a Yuuri.
Viktor iba agregar algo más cuando la pelirroja, como invocada por su nombre, apareció, abrazándose a la espalda de su hermano menor y dejándose caer. Comenzó a canturrear su nombre y algunas canciones infantiles.
No es que creyera en los estereotipos, pero algo le decía que los omegas tenían menor resistencia al alcohol.
-Mejor ayúdame a llevar a estos dos a casa, anciano -Viktor río enternecido ante las actitudes del alfa. Si bien estuvo lo suficientemente molesto con él para querer gritarle en medio de una fiesta y armar escándalo, estaba dispuesto a olvidarlo todo con tal de llevar a su hermanita y a ese tal Yuuri a casa.
Llevaba años sin verlos y si bien era consciente de que los extrañaba, no fue sino hasta ese momento que logró cuantificar que tanto lo hacía.
—Yo llevaré a Yuuri y tú cargarás a Mila hasta la limusina —estiró los brazos dispuesto a cargar al omega que seguía durmiendo en los brazos de su primo. Entonces Viktor retrocedió, conteniendo una risa y negando con la cabeza —. Pero qué mier...
—Yo —le corrigió—. Llevaré a Yuuri y Chris será quién lleve a mi querida prima. Yuri, aun eres muy pequeño, sería un problema si los dejas caer. Pero puedes ayudar e ir a llamar a tu chofer para que nos espere en la puerta, hace demasiado frío y el cambio de temperatura podría ser perjudicial.
Una maldita broma de mal gusto. Eso era. El maldito anciano malnacido de Viktor le estaba dando órdenes con toda la calma del mundo y el único que parecía notar que eso estaba terriblemente mal era él.
Quiso alegar algo, pero Chris ya había cargado a su hermana mayor con cuidado y aprovechaba de cubrirla mejor con el saco que Yuri le había entregado hace rato.
Le guiñó el ojo a su adorado primito, más en un gesto amistoso y de camaradería -que Yuri simplemente no sentía- antes de volver a acercarse a Viktor.
—Tú también deberías abrigarte, ¿sabes? Siempre eres descuidado en esos aspectos y terminas con resfriados que te duran semanas —comentó, poco antes de empujarlo con el brazo de manera suave. Como queriendo recuperar algo de la atención robada.
—¿Qué puedo decir Chris? Simplemente amo la nieve —declaró con una sonrisa de ilusión. Mientras se dirigía a Georgi, sentado en una de las mesas hablando, para indicarle que él "y su familia" ya se retiraban por motivos de fuerza mayor.
Por otro lado, los dientes de Yuri sonaban de una manera aterradora debido a la fuerza con las que los hacía rechinar de la rabia, saliendo de mala gana del salón para buscar un maldito teléfono y decirle a Iván que fuera a recogerlos a la entrada del lugar.
Fueron los peores cinco minutos de su vida. En los que tuvo que aguantar las bromas y la charla agradable entre Viktor y Chris mientras él liberaba un aura de mal humor tan densa que casi se podía ver.
Estúpido Viktor que parecía una niña con el cabello largo.
Estúpido Chris que ya no tenía el maldito bigote para burlarse más.
Que se fueran todos al demonio.
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Si bien Mila fue todo el camino acurrucada en los brazos de su primo balbuceando lo mucho que lo quería y lo extrañaba, enojando a su hermanito, el alfa no podía sino sentirse confortado por el hecho de que Yuuri fuera con la cabeza recostada sobre sus piernas, aunque el molesto aroma del abrigo de Viktor sobre él le diera algo de repelús.
En realidad, todo en el alfa le molestaba. Desde su sonrisa hasta su cara despreocupada.
Desde su aparente felicidad hasta que siguiera actuando tan cariñosamente como desde la última vez que se encontraron.
Pero las cosas no siempre fueron así entre los alfas de la familia Plisetsky.
Hubo algunos años, principalmente luego de la pérdida de sus padres, en donde Yuri se volvió dependiente del cariño de su primo mayor. Mila actuó de igual manera.
Viktor era amable. Viktor los cuidaba. Viktor se comportaba como el padre que acababan de perder y, tal vez, mejor.
Tal vez demasiado mejor. Un alfa demasiado amable para su naturaleza, suave y cálido en su trato y personalidad. En retrospectiva, Yuri había encontrado algo raro en Viktor, algo que no terminaba de calzarle según sus cortos conocimientos de cómo se movía el mundo.
Recordaba ver a su abuelo molesto con el mayor y no dirigirle palabras durante días.
Yuri no sabía que estaba presenciando el inicio de la tormenta. Y tal vez, las cosas eran mejor así.
Si hubiera sabido que había encontrado un nuevo modelo paternal solo para perderlo, solo Dios sabe qué tan roto su corazón hubiera terminado.
Viktor era el hijo del hermano de su padre. Un hombre que pasaba más tiempo fuera del país haciendo negocios, que viendo a su esposa e hijo. Después de todo, era el trabajo del omega el educar a los niños mientras el alfa trabajaba.
¿Por qué recién en la adolescencia, Yuri notaba lo cuadrada que era su familia?
Los encuentros con Viktor fueron cada vez menos. Usualmente duraban un par de horas y solo cuando el abuelo no estaba en casa. Iba con su madre a verlos a Mila y a él, para luego hacerles prometer que no dirían nada.
Mila entendía lo que sucedía. Yuri lanzaba preguntas que no obtenían respuestas.
Le ocultaban cosas, lo hacían guardar secretos, no le daban explicaciones y la imagen de Viktor se hacía cada vez más distante. Todo el mundo se veía, repentinamente, tan adulto...
Poco a poco, como granitos de arena en la playa, el odio a su primo fue en aumento. Viktor pensaba que siempre podría excusarse con una sonrisa y una caricia en la cabeza diciendo que todo estaba bien. Sin importar que estuvieran en pleno temporal.
Se supone que cuando las tormentas acaban, todo es una calma sepulcral. El cielo se despeja, sale el sol y resta disfrutar el resto del día. Pero para el joven alfa, el terminar de la tormenta solo significó el inicio del invierno más largo de su vida.
—Tú ya no tienes primo, Yuri —declaró Nikolai con seriedad, cuando el pequeño le preguntó por qué Viktor se había ido sin despedirse —. Y yo ya no tengo más nietos que tú y Mila. Así que, Yuratchka, agradece a Viktor que eres el nuevo heredero de la familia Plisetsky.
¿Por qué Vitya, un alfa, lloraba al salir?
¿Por qué todo el mundo cuchicheaba y lo miraba con lástima?
¿Por qué el abuelo estaba tan molesto y sus feromonas le asustaban tanto?
¿Por qué se sentía atrapado en un huracán?
Fue su hermana mayor quien se compadeció de él, así que, escabulléndose a su cuarto esa misma noche y luego de limpiar algunas lágrimas -quién sabe si de tristeza, rabia o confusión-, le explicó lo que sucedía. Lo que había estado sucediendo durante varios meses.
Y fue allí, cuando el pequeño mundo se Yuri se extendió a la fuerza y descubrió cosas que desearía aprender de otra manera. No en carne propia.
Descubrió que si era un heredero se encargaría de la compañía familiar, así que ya no podría tocar el violín para siempre como le prometió a su madre.
Se enteró que es posible cambiar tu apellido paterno por el materno, así como descubrió que el amor de madre no tiene límites.
Aprendió que, a diferencia de sus padres, no porque te comprometan a alguien vas a terminar enamorándote con el tiempo.
Aprendió que diferente significaba malo, deshonroso, inmoral. Algo que debes erradicar y apartar de ti.
Y por último, aprendió que un alfa puede enamorarse de otro alfa y que puede ser capaz de dejar todo de lado por ese amor. Inclusive a su familia. Aunque prometiera nunca dejarlos solos.
Su conclusión final, lo que se volvió la única verdad en su vida, fue que solo podía confiar en su hermana mayor y en nadie más. Y que cualquier otro tipo de amor, terminaría lastimándolo.
Un par de meses después, Viktor les envió una carta dándole explicaciones. Mila comprendió todo e instó a Yuri a escaparse un día a visitar a su primo. Con ayuda de su madre logró mudarse con su actual pareja y ambos tenían unas ganas increíbles de verlos a los dos.
Yuri ni siquiera la abrió. No abriría las cartas, no abriría las puertas de SU casa y por último, no volvería a abrir su corazón. Cada vez que lo hacía, lo soltaban sin el menor aviso.
Ya había perdido a su padre una vez, le gustaba imaginar, que Viktor no contaba como uno.
Era mucho más fácil transformar todo ese sincero cariño traicionado en odio.
Porque odiar era fácil y querer tan doloroso.
Porque si crecer dolía tanto, desearía despertar ya siendo un adulto.
—Chris está en el otro auto. Así que yo llevaré a Mila a su cuarto, mientras tanto, puedes intentar llevar a Yuuri. ¿Te sientes capaz? Si no, puedo llamar a Chris—preguntó Viktor, mientras cargaba a la pelirroja con facilidad y la sacaba de la limusina. Años fuera de la mansión, pero sabía que de un vaso tibio de leche con miel, el viejo Nikolai no despertaba hasta el día siguiente.
Yuri quiso gritarle que no lo quería en casa, que no fuera amable, que podía pedirle ayuda a algún sirviente para que los ayudara.
Pero entonces veía a Mila tan a gusto en el pecho de Viktor, que simplemente no pudo hacerlo. Porque él no era solo rabia. Y Yuri, por sobretodo, amaba a su hermana.
Y le costó tanto, vaya que lo hizo, dejar entrar a Viktor a la mansión, como aguantar el peso de Yuuri entre sus brazos conforme se acercaba a las casas de la servidumbre. Pero claro, ni en sus pensamientos admitiría que Viktor tuvo la razón en ofrecerle su ayuda.
Porque ese sentimiento de realización al poder entrar a la casa de Yuuri y recibir los más sinceros agradecimientos de la señora Katsuki, mientras oía que era "todo un hombre", no tenía precio.
Él había cuidado y ayudado a Yuuri, así que el sentimiento de retribución que sentía con y por el omega, se sentía increíble.
Entonces lo recostaba en la cama y Yuuri lo abrazaba con fuerza ya que no lo quería dejar ir, musitando cosas sobre ser compañeros de baile nuevamente. Robándole sonrisas e ideas de bromas a la mañana siguiente. Porque aún borracho y entre sueños, el omega le dijo que quería ir a otra boda juntos.
La camelia cayó sobre el pecho de Yuuri y sin saber bien por qué, el alfa la acomodó sobre su oreja, como el divertido adorno que llevaba Mila para la boda.
Se retiró, notando el aroma a flores de cerezo sobre su camisa. Intercambió el saco de Viktor con el suyo, dejándoselo al omega más por un descuido que por otra cosa.
Al llegar a la mansión, no había señal ni de la limusina, ni del autor de Chris. Así que dio por entendido que ambos alfas ya se habían ido.
Se dejó caer en su cama, completamente agotado, apenas quitándose lo zapatos y cubriéndose con una mantas dispuesto a dormirse en el acto.
O casi.
Se dio algunos segundos, equivalentes a un suspiro, para sentir más profundamente la fragancia florar en sus manos y camisas.
Por un instante, antes de dormir, la idea de que Yuuri le recordaba a la primavera se paseó por su cabeza.
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Desperté con una jaqueca que no le deseo ni a mi peor enemigo. Fácilmente alguien podría darme con un hacha en la cabeza, por sangriento que suene, y el dolor seguiría siendo el mismo.
Si bien no recordaba nada, no tardé en comprender qué, posiblemente, había sucedido la noche anterior. Las mangas de mi camisa olían a alcohol, algo me decía que me había servido tragos muy llenos y me había movido más de lo necesario. A papá solía sucederle cuando bebía y algo me decía que la noche anterior, me había vuelto su vivo retrato.
No tuve tiempo para sentirme culpable o avergonzado. La puerta se abría lentamente y era mi madre trayendo una bandeja con sopa caliente, un vaso con agua y una muy necesitada pastilla.
¿Qué hice yo para merecer una madre tan buena?
Dejó la bandeja sobre mis piernas y se sentó al borde de mi cama mientras acariciaba mi cabeza con toda la gentileza del mundo. No estaba enojada, de hecho, casi podía creer que esa imagen tan desbaratada de mí mismo le daba ternura. Quizás algún recuerdo de mi padre en su juventud, ya que ella siempre me repetía lo mucho que me parecía a él.
Luego de tomar la pastilla, ella empezó a comentarme cómo había llegado a casa. Esperaba que el calor de mis mejillas solo se debiera a la sopa, porque o sino, era todo un tomate.
—El joven Yuri es tan amable, te trajo a casa cargando y tú no lo querías dejar ir —si bien lo comentó enternecidas y con un tono de broma, yo casi escupo la sopa.
¿Por qué no me tragó la tierra mejor?
—Es un buen chiquillo, yo lo vi crecer y debo admitir que a veces su mirada da un poco de miedo. Pero ahora compruebo mi hipótesis de que en el fondo, tiene un buen corazón como su difunta madre, que en paz descanse —bajó el tono de voz en la última frase, en clara señal de respeto.
Se mantuvo en silencio algunos minutos más, para luego levantarse y despedirse de mí con un beso en la frente. Era una sensación de protección tan cálida y agradable que no pude reprimir una sonrisa mientras cerraba los ojos. Entonces, las palabras de mi madre resonaron en mi cabeza y no pude evitar sentir un poco de lástima por Yuri.
Mi madre se detuvo en la puerta algunos segundos, antes de voltearse en mi dirección, permitiendo notar un velo de duda sobre su rostro. Como meditando que es lo que iba a decir.
—¿Qué tipo de relación tienen con el joven Plisetsky? Porque como madre, algo me dice que eres mucho más que su niñero —sonrió de costado al notar que yo no me sentía incómodo con la pregunta y pude notar que realmente estaba más interesada en el tema de lo que creí.
—Solo somos amigos —respondí con tranquilidad, recibiendo como respuesta un suspiro de alivio que no me esperaba. Y luego una risa—. ¡E-Espera! ¿Qué es tan chistoso? -pregunté con nerviosismo, mientras ella se retiraba del cuarto.
Me había picado el bichito de la duda.
—Nada, nada~ —me tranquilizó, antes de cerrar la puerta del cuarto.
Aunque claro, me sentía mucho menos tranquilo luego de eso.
Cosas de madres de seguro.
Luego de la sopa y de dormir un poco más -un par de horas en realidad- me sentí mucho mejor. Aunque aún tenía la terrible duda de qué iba a ser cuando volviera a encontrarme con Mila y Yuri. Suplicando en voz baja no haber hecho algo de lo que me arrepentiría luego.
Era domingo, así que técnicamente no era necesario que fuera a "cuidar" a Yuri, ya que de seguro su abuelo quería pasar tiempo con él. Pero por otro lado, aún tenía el enorme dilema de devolverle su saco. Siendo este último motivo el que pesó más, así que luego de doblarlo y guardarlo bajo mi brazo, me encaminé a la mansión. Aunque tenía la ligera sensación de que olvidaba algo.
Una parte de mí pensó en lavarlo, pero siendo tan caro, el miedo de no darle el cuidado adecuado y arruinarlo era mucho más fuerte.
Cuando lo estiraba, pude percatarme de que la talla de Yuri seguía siendo un poco más pequeña que la mía, cosa que no podía si no producirme ternura. Casi parecía la ropa que yo usaba hace un par de años, desde luego, con un aroma algo diferente que me recordaba que le pertenecía al alfa.
No era intencional y juro que no es como si yo me fijara en esas cosas. Pero desde que nos conocimos hace casi un año, pude percatarme de que el aroma de Yuri había cambiado. No era en lo absoluto como el de su abuelo o el de Georgi. Estaba madurando y eso realmente me llamaba la atención. El aroma de los alfas al madurar era tan diferente al que yo tuve.
Tal vez yo lo notaba más porque nunca antes había sido tan cercano a otro alfa.
Si bien en la mansión ya me conocían por el título de "niñero del señorito" aún no terminaban de aceptarme. Sin embargo, luego de tantos meses y con el cariño y aceptación de los hermanos Plisetsky, terminé por dejarlo pasar la mayoría del tiempo.
Las miradas malintencionadas seguían doliendo un poco, pero no era algo que pudiera arruinarme el pasar un rato con Yura.
Ya frente a su cuarto, traté de arreglarme un poco antes de golpear. Mi cabello seguía un poco húmedo debido a la ducha que me di antes de salir. Ya me había acostumbrado al aroma a alcohol y eso no era para nada bueno.
— Y yo que pensé que nunca volvería a verte en pie y sin tambalearte —bromeó una voz familiar a mi espalda. Era obvio que su intención era tomarme por sorpresa, pero yo ya me había aprendido varias de sus mañas.
—Si vamos a empezar a señalar cosas, dejame decirte que tienes dos pies izquierdos —respondí con un tono tranquilo, esperando la reacción de Yuri. Aunque obviamente ya sabía lo que se me venía. Lo escuché chasquear la lengua y apoyar su mano mi hombro mientras me arrebataba su saco. Era tan fácil de hacer enojar que me parecía adorable. Con razón Mila solía hacerlo, aunque personalmente, me gustaba estar en paz con él. Así ambos nos divertíamos más.
—Mierda, lo había olvidado por completo. Pensar que discutí con Mila en la mañana creyendo que la muy tonta lo había perdido —comentó, mientras sostenía la prenda entre sus manos y la observaba de arriba hacia abajo —. ¡Maldición! Ahora se la pasará de lo lindo restregándome que tenía razón al decir que ella no lo había extraviado —agregó finalmente, antes de soltar un suspiro claramente molesto.
"Genial, ahora me siento culpable por haberla tratado mal", podía leer fácilmente entre letras y expresiones.
Iba a agregar algo, cuando un pequeño gesto de su parte me llamó la atención poco antes de que entráramos a su cuarto. De seguro mi rostro fue todo un poema en ese momento.
Yura había olfateado un poco su saco antes de entrar.
No pude evitar sentir un cosquilleo en las mejillas y la sangre agolparse en estas. Si bien él pareció hacerlo por mera inercia, actuando como si nada después, ese pequeño detalle me dio vueltas por la cabeza durante el resto del día.
Lo que más me asustaba, era no comprender porque no podía quitarme esa imagen de la cabeza. O mejor dicho esa sensación, sobre él recordándome mi vergonzosa naturaleza.
Y por primera vez me pregunté si a Yuri le incomodaría que yo fuera un omega.
❀❄
—¡¿Cómo es posible que no se me ocurriera pedirle esto a mi abuelo antes?! —se regodeaba Yuri, mientras introducía otro pirozhki de Katsudon en su boca —. Creo que soy un genio.
—Este, uhm... Yuri. Estoy casi seguro de que fui yo quien te propuso la idea de preparar así los pirozhkis —comentó Yuuri, sosteniendo la bolsa de papel que aún contaba con una gran proporción de ese platillo.
—Lo que tú digas, viejito. Pero fue mi idea preguntarle a tu madre si podía cocinarlos hoy —declaró triunfal, como si ese solo argumento bastara para dejar en claro que él fue el de la idea. Así que, por esa vez, Yuuri decidió darle la razón. Y es que, ¿cómo podía negarse a la radiante sonrisa de Yura mientras comía?
Habían decidido salir al enorme patio trasero de la mansión, paseando mientras comían. El viento corría frío, debido al inicio del invierno. Sin embargo, llegaron a la conclusión de que así la comida caliente sabía mucho mejor.
El ambiente helado afectaba mucho más a los omegas, pero Yuuri sintió que no podía negarse a los caprichos del chiquillo a su lado. El verdadero motivo por el cual ahora ambos comían los pirozhki cocinados por la madre de Yuuri, fue que el señor Plisetsky debía viajar de improviso y la única manera que encontró de compensar a su nieto por su ausencia, fue prometerle hacer lo que él quisiera. O mejor dicho para este caso, comer.
Al menos eso se le había hecho hábito, era en esa época del año en la cual su abuelo desaparecía a base de negocios. A las personas les gustaba regalar instrumentos de calidad para navidad y las reservas empezaban por noviembre.
No pudo sino evitar arrugar la nariz molesto, dejando de masticar ante la idea de que en un par de años él sería quien sacrificara sus domingos por el bien de la empresa familiar. Cosa que lejos de hacerlo sentir honrado, le amargaba profundamente. Si fuera por él, se quedaría congelado en ese momento para siempre.
Comiendo comida caliente y deliciosa. Observando el enorme jardín de su casa.
Junto a...
Yuuri.
—Yuuri —lo llamó con una seriedad que llamó la atención del aludido—. ¿Seguirás trabajando aquí cuando cumplas dieciocho años?
Notó la tensión acumulada en la pregunta, el nerviosismo en el movimiento rítmico de los pies golpeándose en el suelo.
Las hormonas madurando del alfa, demostrando una emoción que Yuuri jamás le había notado y que le inquietaba al momento de interpretarlo.
¿Miedo?
—Desde luego, mis padres han trabajado aquí toda su vida y desde pequeño he tenido claro que este es mi lugar —la respuesta, para su suerte, le robó una pequeña sonrisa satisfecha a Yuri. Un suspiro de alivio brotó de sus labios al tiempo que sus feromonas se relajaban—. ¿Preocupado? —insistió de nuevo, inclinándose un poco para ver mejor su expresión.
—¡Ya quisieras! ¡No te vayas a sentir tan importante! —empujó su rostro con una mano para apartarlo, robándole la bolsa de papel y metiéndose otro pirozhki en la boca al punto de parecer una ardilla por lo abultado de sus mejillas. Era su manera de dejar en claro que no quería tocar más el tema.
Para Yuuri tampoco era necesario hacerlo. Si bien le gritó, en ningún momento desmintió lo que le dijo.
Buscó otro tema de conversación, sin saber que estaba a punto de elegir el peor.
—¿Y cómo terminó ayer la fiesta de la boda? No recuerdo muy bien... —rió nervioso, mientras rascaba su mejilla con el dedo índice-. Mamá me comentó que me llevaste a casa. Quería agradecerte por eso, no sé qué hubiera hecho sin ti.
—Que idiota —se burló, una vez terminó de comer—. Era obvio que no te dejaría a manos de ese maldito.
—¿Maldito? —preguntó de vuelta, con clara curiosidad—. ¿De quién hablas?
La expresión de Yuri se quebró en ese momento, como si acabaran de tocar un tema tabú -cosa que sí había pasado-, transformándose en una expresión de molestia que llegó a poner en alerta el lado omega de Yuuri.
Nunca se había sentido así junto a él.
Nunca había sentido el aroma de Yuri tan pleno. Tan alfa.
Tan dominante y molesto.
¿En qué momento el alfa había crecido tanto? Si hace apenas unos meses eran contadas las ocasiones en las que las feromonas del alfa se hacían presentes.
Ahora era como si explotaran cada cierto tiempo. O mejor dicho, cada cierta ocasión en particular.
Yuri tenía dieciséis años y él iba a cumplir dieciocho en un par de semanas. Las diferencias entre sus razas aumentaban con cada mes.
Cada mes que el celo de Yuuri se hacía más fuerte buscando un alfa. Cada mes que el aroma de Yuri se perfeccionaba, indicando que su celo se aproximaba.
No se podían cambiar la naturaleza, solo podían desear que ésta no cambiaría mucho el rumbo de su relación. Ambos lo deseaban, ya que Yuuri no era el único en notar las diferencias en aumento.
—Lo siento... —se disculpó Yuri, para sorpresa del otro, quien no dudó en preguntar el porqué de esa declaración. Luego de fruncir los labios un poco molesto y arrugar el entrecejo, abrió la boca —. Mis feromonas. No sé qué mierdas les pasa, es una basura que se disparen así de fuerte de la nada y que yo no pueda hacer nada para controlarlas. Mi abuelo y la bruja no hacen más que recalcar cada vez que discutimos, "Yuri tranquilízate, Yuri apestas, Yuri incómodas a los sirvientes" —cubrió su rostro con ambas manos, ahogando un gruñido de profunda frustración mientras negaba con la cabeza.
Crecer era difícil. Es difícil y nadie lo entiende.
Porque era la primera vez que él tenía ganas de hacer lo que le pedían, pero no era capaz de hacerlo.
Porque sabía que ese aroma incomodaba a los omegas.
Porque sabía que podía hacer sentir mal a Yuuri.
Y aun así, le era imposible hacer algo. No quería alejar a Yuuri como pasaba con los sirvientes betas en la mansión.
No quería darle miedo. Le aterraba la idea de alejar a Yuuri.
—Oye, Yura —lo llamó con gentileza, apoyando una mano sobre su espalda con total delicadeza. Empezó a acariciarla en círculos, hasta que logró su cometido y Yuri se relajó, apartando las manos de su rostro. Yuuri percibió la preocupación y se convenció de que lo que iba a decir a continuación no podía ser más correcto para la ocasión—. Cuando yo tenía tu edad, también todo era muy incómodo. El aroma dulce incomodaba a todo el mundo y las bromas vulgares eran pan de cada día —recordó con algo de pena, los niños podían ser muy crueles—. Yo no podía hacer nada por controlarlo, si bien los supresores de celo apenas cabían en el presupuesto de la familia, los de aroma eran algo impensable.
No sabe por qué lo hizo, pero no pensaba ahondar más en el tema. Tomó la mano que antes estaba sobre su espalda y la llevó sobre su cabeza, cerrando los ojos ante el tacto cálido.
Los omegas eran suaves y tibios. Mila lo era, su madre lo era. Yuuri lo era.
—¿Y cómo lo arreglaste? No entiendo cómo no te volviste loco —soltó, mientras la mano comenzaba a enredarse entre sus cabellos y él no podía sino sentirse totalmente a gusto a pesar de hablar de un tema que él odiaba.
—Con tiempo y paciencia —confesó, sonriendo un poco ante el actuar de Yuri. A veces le recordaba a Nieve por su actitud—. Sé que tú no tienes tanta paciencia, pero no puedo recomendarte nada más. Ya verás cómo en un par de años podrás controlar la mayoría de las cosas que hoy te acomplejan.
Incluso si sus clases eran distintas. O si sus especies eran opuestas. Inclusive si había años de diferencia. Nunca, ninguno de los dos, se pudo sentir tan comprendido por otra persona.
Entonces acomodó su cabeza sobre el hombro de Yuuri y éste no pudo sino pensar en que había crecido algunos centímetros. Pocos, pero los notaba. Así como Yuri pensaba en lo bonito que olían las flores de cerezo.
❄
Nadie de la servidumbre se atrevía a cruzar el pasillo que dirigía al cuarto de la señorita Mila. Los gritos que venían eran realmente aterradores y bien que eso liquidaba todas las ganas de cualquier persona de querer espiar de qué trataba la pelea.
Porque bien, era normal escuchar discusiones entre ellos, después de todo es algo en todos los hermanos.
Sin embargo, esa discusión se veía más agitada que lo usual y el motivo era más que claro si alguien se fijaba en el nombre que se repetía de ambas bocas.
"Viktor"
—¡No puedes invitarlo a la boda! ¿Tienes mierda en la cabeza o qué? —gritaba Yuri, furioso, mientras observaba desafiante a su hermana a unos metros de distancia, aproximadamente.
Las hormonas de Yuri eran fuertes, aún no eran maduras, pero el hecho de que no las controlara hacía que pusieran aún mayor presión.
El lado omega de Mila la hizo retroceder un paso, cuando el atisbo de la voz de alfa tradicional se hizo presente. Mas, el lado que le decía que a pesar de todo seguía siendo su hermana mayor, la hizo avanzar tres pasos más, quedando frente a frente con Yuri. Este la observaba desafiante, gruñendo y enseñando unos colmillos que no terminaban de crecer.
Su mirada echaba chispas, pero la de Mila aún más.
—Escúchame bien, mocoso malagradecido —le regañó molesta, mientras le sujetaba la oreja y lo tironeaba. Fue entonces cuando cualquier rastro de un posible macho alfa poderoso desapareció y Yuri pasó a ser algo así como un cachorrito regañado—. Es MI boda. Es MI primo. Y es MI elección. Ya tengo suficiente con que el abuelo lleve una semana sin hablarme luego de que le dijera para que tú vengas a recriminar cosas —. El labio inferior le temblaba y se podía percibir cómo sus ojos se cristalizaron mientras aflojaba el agarre de la oreja de Yuri—. Pero tú no entiendes, no importa lo que diga el abuelo, tú siempre serás su número uno. Eres el hombre, eres el alfa, eres el heredero. A ti si te da el derecho a convencerlo, para mí es solo un "no" rotundo —continuó, sintiendo como las lágrimas bajaban sin poder evitarlo.
La situación lo tenía al límite, entre la molestia de tener que encontrarse y compartir con Viktor y la culpabilidad -por más que lo negara- de hacer llorar a su hermana
—Sabes que odio a Viktor por toda la mierda que causó en la familia —Era obvio que él no planeaba dejar el tema en paz hasta que su hermana cediera.
Pero es que no podía verlo de nuevo. Simplemente le era imposible. No en la boda de Mila, al menos.
—¿Y tú qué harías, Yuri? Yo conozco el amor, lo he vivido y sufrido -prosiguió su hermana, limpiándose las mejillas con el dorso de la muñeca. Mila podía ser más fuerte de lo que todos esperaban por su naturaleza—. Por eso puedo ponerme en su lugar. Vamos, habla. ¿Qué harías tú si no te permitieran estar con la persona que amas? ¿Si el abuelo te dijera que está mal y te impusiera estar con alguien más?
La observó largamente, sin tener claro qué decir. Incluso si separaba los labios para decir algo, las palabras no salían.
Si él se enamorara de alguien con quien no pudiera estar y le dieran a elegir.
Él no podía ponerse en esa situación, nunca se había enamorado, así que la empatía quedaba desechada. Eso era lo que debía pasar, responder a Mila que no tenía idea de que hablaba.
Pero su pecho dolía. Su corazón se había encogido. Algo dentro de él lo hacía sufrir al verse en esa situación y él no terminaba de entender por qué.
¿Por qué esa idea le llegaba a causar tanto miedo al punto de sentir que era una amenaza real?
—Iré a hablar con el abuelo —le indicó a Mila, mientras se le adelantaba para salir del cuarto. La chica no dudó en correr hacía él, sujetándolo del brazo, pero Yuri se le adelantó antes de que ella pudiera discutirle algo—. Es estúpido que lleve una semana enojado con eso.
Fue lo último que dijo antes de soltarse del agarre de su hermana nuevamente, hundiendo las manos en los bolsillos y empleando la expresión más seria que tenía.
—Gracias...—susurró la chica, víctima aún de la sorpresa por la actitud que tomó su hermanito.
— Mejor límpiate la cara, que con el maquillaje corrido pareces un mapache, y uno horrible —dijo, poco antes de cerrarle la puerta en la cara.
Mila seguía pasmada, debido a que había dos cosas que le llamaban la atención.
La primera, era que entre todas las hormonas furiosas de su hermano, haya habido un instante de reflexión. Y la segunda, ligado a lo anterior, es que Yuri consiguiera ponerse en su lugar.
Una pequeña corazonada, al igual que la que tuvo la madre de Hiroko hace un par de días, comenzó a anidar en su pecho. Algo respecto a la verdadera naturaleza de la amistad entre su hermanito y Yuuri.
Tal vez, bajo un grueso manto de nieve y entre los fuertes vientos de un huracán, algo se preparaba para nacer.
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¡Holi! Muchísimas gracias a todo el mundo por las 10K vistas y los 1.3K votos ;v; Me alegra que disfruten leyendo lo que escribo <3 Los adoro <3 <3 <3
Hagamos como que la imagen de la cabecera es de día y Yuri tiene el cabello corto, algo así es mi escena. O al menos en eso me inspiré xD Revisen ese tumblr ploz asd
Cómo ven, me demoré menos de un mes en actualizar (?) Una parte porque últimamente me han llovido trabajos -debo entregar como tres esta semana y siento que voy a explotar gg- . Además, un regalito para quienes se alteraron con la salida de WTTM, o sea, weh ¡qué hermoso! lo amé tanto ;V; Nuestro Yuri es tan talentoso, oh </3
-Letsuko la que aún no sabe de dónde sale tanto descontrol(?)-
Volviendo al capítulo. La gente más cercana a mí es consciente de lo MUCHO que amo el AlfaxAlfa, mi placer culposo en el omegaverse. No sé, simplemente me encanta. No es tan doloroso como el omegaXomega y sigue siendo peor visto que el BetaxOmega/AlfaxBeta.
Sep, me gusta el ViktorxChris y posiblemente algún día haga un one shot explicando bien su relación y cómo se conocieron <3 Abandonen aquí cualquier esperanza de un triangulo amoroso o de que Viktor se interese en Yuuri ;)
Debido a la orientación de Viktor, fue que Yura quedó como heredero. En esa casa, Viktor está muerto prácticamente. Como si él no hubiera nacido </3 #PrayForViktor
También, se nota que nuestro Yuri está madurando. Ha crecido de una manera percibible desde la primera vez que se encontró con Yuuri y va a seguir cambiando, ya que mi idea es que su celo sea a los dieciséis (?) Las cosas se van a tensionar entre los nenes, oh~
Fin del comunicado <3 sientanse libre de comentar que partes les gustaron o su impaktoh ante el ChrisxViktor (?) HA, para todos los que pensaron que Vitya sería malo ;N; él es un amor <3 <3 <3 y lo verán más adelante y lo a-ma-rán xD
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