Capítulo 7.
Al final, enterarse de los secretos de los demás le trajo puros beneficios. Al no tener que hacer servicio podía pasar el rato con sus nuevos amigos, iban a comer a algún restaurante cercano o a la plaza para recorrer las tiendas, comprar comida chatarra o ir a un centro de juegos arcade. Katia siempre iba en el auto de Ray, justo en el asiento del copiloto, y los demás no le reclamaban, pues creían que ellos estaban en un plan romántico. Cuando las reuniones terminaban, el rubio la llevaba a casa sana y salva.
Una tarde fueron a la pizzería para atascarse de comida y tomarse selfies. Katia invitó a Ciara y aceptó, la pasó bien aunque tuvo que aguantarse las tarugadas de Ray.
—¡Ciara Cianuro! —Exclamó Ray en cuanto la vio—. ¡Qué bueno que viniste!
—Agh, ya te dije que no me llames así. —Se sentó al lado de su amiga con pose de diva.
Siguieron platicando en grupo y comiendo. En el momento en que Katia iba por su cuarta rebanada, Gina y Sebastián aparecieron. Verlos tan juntos y sonrientes casi la hacía pensar que en verdad eran muy felices con su relación.
—¡Hola, chicos! —Exclamó Sebastián al verlos—. ¿Cómo están?
—Bien —respondió Olga.
Se movieron para hacerles espacio. En cuanto Gina enfocó a Katia, hizo una mueca de desagrado.
—¿Qué haces aquí? —Masculló.
—Te vale. —Se cruzó de brazos.
La castaña bufó y se dedicó a ignorarla el resto de la tarde pero antes de irse, la tomó del brazo y la alejó del resto.
—Hey, ¿qué te pasa? —Se quejó, zafándose de su agarre.
—Solo quiero decirte algo —farfulló Gina.
—¿Qué quieres? —Alzó una ceja, expectante.
—Mi madre piensa invitar a tu familia a cenar este fin de semana, y más te vale que tú no vayas.
<<¿Una invitación?>> Pensó asombrada. <<Probablemente quiera que solo vayan mis padres, no creo que desee verme a mí>>.
—Pues no tenía idea y no te preocupes, que no pienso pisar tu casa. —Se hizo la digna.
No obstante, cuando llegó a su hogar, su mamá la interceptó e indicó que el sábado a las ocho irían a cenar a la lujosa casa de los señores Leal. Se quejó y dijo que no iría pero la mujer insistió.
—Vamos, ¿por qué no quieres ir?
—Es que... Tengo mucha tarea —dijo la primera excusa que se le ocurrió.
—Bah, puedes hacerla antes o después, ¿no quieres pasar tiempo con Gina?
<<No, la odio>> pensó con rapidez.
—N-no es eso.
—¿Entonces? —La miró con atención, tratando de descifrar su comportamiento.
—Ya dije que tengo cosas que hacer.
—Pero tendrás más tiempo para eso. ¿Por qué no quieres ir?
Nunca les dijo a sus padres que Gina la trataba mal, pensaba que eso podía provocar roces entre ambas familias y que perderían su amistad de años gracias a ella, por eso prefería aguantar todo. Como no quería que siguiera indagando, no tuvo más opción que aceptar acudir a la horrible cena.
***
Al día siguiente, mientras Katia esperaba a que llegara el profesor de Cálculo, Gina entró al aula. Se extrañó, ya que la castaña no tomaba esa clase con ella, y se sorprendió aún más cuando se acercó y le extendió un envase.
—Ten —masculló. Se veía muy enojada, incluso parecía obligada.
—¿Qué es? —Tomó el envase y lo vio con curiosidad.
—Es pastel de manzana, te lo manda mi madre.
Esa explicación le resolvió muchas dudas. Hilda sabía que amaba los postres, al igual que los demás, quería quedar bien con Katia para que no revelara su secreto.
—Dile que gracias —murmuró con tono seco.
Gina no respondió, solo se dio la media vuelta y salió del salón. Los siguientes dos días se repitió la situación, Hilda le mandaba postrecitos con su hija, logrando que esta última se enfadara muchísimo. Con otra persona, Katia se hubiera sentido apenada pero con Gina no, le deleitaba causarle malestar, agregando el hecho de que comía cosas deliciosas.
—La mamá de Gina te debe querer mucho —comentó Ciara mientras la veía comer un pedazo de flan.
—¿Por qué lo dices?
—Ella cocina muy bien pero no lo hace a menudo. Gina seguido le pide que le haga postres pero su madre siempre le pone excusas para no hacerlos, sin embargo a ti te está mandando uno diario. —Se quedó pensativa—. Por eso creo que le agradas mucho.
—Oh... —No pudo evitar que una sonrisita se formara en sus labios, con razón Gina se veía tan enojada—. Es que nuestras madres son mejores amigas —explicó.
—Sí, Gina me lo comentó. —Recargó su barbilla en su mano.
—Por cierto, ¿hoy tienes sesión con el doctor Álvaro? —Desvió el tema hacia uno que le interesara más. Sus ojos brillaron con entusiasmo.
—Sí. —Comenzó a jugar con su cabello, enredando algunos tirabuzones en su dedo índice.
—Ah. —La miró con picardía—. Esta vez pongan seguro a la puerta —susurró, logrando ruborizarla con fuerza.
—Sí, créeme que ya no se me va a pasar. —Sobó su cuello, avergonzada.
***
La tarde del sábado, por órdenes de su madre, Katia tuvo que ponerse un bonito vestido rosa para ir a casa de los señores Leal. Se pusieron en marcha y cuando llegaron a su destino, la propia Hilda salió a recibirlos.
—¡Hola, Mercedes! ¡Hola, Luis! —Mencionó el nombre de sus amigos.
—¡Hola, Hilda! —Saludó la madre de Katia con emoción.
Ambas se saludaron de beso y a su papá le dio un apretón de manos. Posteriormente, se dirigió hacia la joven.
—Hola, Katia. —La rodeó con sus brazos. Correspondió el gesto por puso compromiso. Luego de unos segundos, se separaron—. Espero que te hayan gustado los postres que te mandé, los hice yo misma.
—Estaban deliciosos, señora —respondió esbozando una gran sonrisa.
Hilda los dirigió al comedor, donde Gina y su padre Rodrigo los esperaban. Katia saludó al señor Leal pero a Gina no. Sus padres, en cambio, intercambiaron palabras con ambos.
—Saluda a Gina. —Su madre me dio un ligero empujón. Refunfuñando, hizo lo que le ordenó.
—Hola.
—Hola —masculló—. Dijiste que no vendrías —le reclamó en voz baja.
—No quería pero mi mamá me obligó —contestó en el mismo tono.
El resto de la noche fue amena. Gina y Katia procuraron no intercambiar palabras, ni siquiera voltearse a ver, se limitaban a responder las preguntas que los mayores hacían, sonriendo con amplitud y deseando lo mismo: que la reunión acabara lo más pronto posible. No obstante, el ambiente se puso tenso entre ambas compañeras cuando Hilda propuso una invitación para la hija de sus amigos.
—Kati —mencionó con voz dulzona—, como sabrás, el próximo sábado es cumpleaños número veinte de Gina. —Ni siquiera lo recordaba, aun así asintió con la cabeza—. Le haremos una fiesta en la piscina y a todos nos gustaría que acudieras.
—¡Mamá! —Se quejó Gina pero todos la ignoraron. Los padres de Katia pensaron que el reclamo fue porque ella misma quería invitarla a su fiesta.
<<Los amo demasiado pero a veces son muy inocentes>> pensó la morena.
—¡Ay, qué genial! —Exclamó Mercedes—. Con gusto irá, ¿no es así, Katia?
Katia se quedó de piedra, ¿qué debía contestar?
—Estarán todos sus amigos —prosiguió Hilda. Eso significaba que Ciara, Sebastián y Ray irían—. ¡Será divertido! Irás, ¿verdad?
Volteó a ver a Gina, que tenía una expresión colérica en el rostro. Negó con la cabeza, pasando el dedo índice por su cuello y señalándola, dándole a entender que debía negarse o lo pagaría muy caro. Antes esa acción la habría intimado un poco pero ya tenía aliados, así que sonrió con cinismo antes de responder.
—¡Por supuesto que iré!
***
El día de la fiesta de Gina, antes de salir a la alberca, Katia se encontraba en los vestidores, viéndose en un espejo de cuerpo completo. Suspiró frustrada al ver a la festejada junto a Ciara y a Karen, ellas llevaban bikinis diminutos que dejaban admirar sus vientres planos, sus senos redondos y sus traseros y piernas de infarto. Las demás chicas no tenían cuerpo de modelo pero se veían muy bien con sus bañadores de dos piezas, en cambio ella llevaba un traje de cuerpo completo, rosado, con florecitas moradas, agregando el hecho de que era plana como una tabla. Se veía como una niña.
<<Esto me pasa por actuar con mala intención>>. Pensó que lo mejor sería cambiarse e irse pero si hacía eso, le habría dado más motivos a Gina para burlarse. Por su parte, la castaña parecía leer su mente, pues conocía muy bien sus inseguridades; y claro, tanto tiempo juntas surtió efecto. <<Gina sabe de mí tanto como yo de ella>>. Apretó los puños.
—Katia, tenías que traer algo para una fiesta en la piscina, no para clases de natación —se burló—. Además me sorprende que no hayas cambiado ese traje de baño tan feo, llevas años con el mismo.
Karen se rio disimuladamente pero Ciara la miró mal.
—Gina, basta.
La aludida la ignoró y salió de los vestidores. Karen la siguió pero Ciara se dirigió hacia Katia.
—No le hagas caso. —Le rodeó el hombro con su brazo. —Te ves linda y tu bañador me parece adorable.
—Gracias. —No quería verse adorable sino sexy, pero supo que su intención no fue mala, así que le sonrió con sinceridad.
Ambas salieron de los vestidores y vieron a los demás chicos jugando voleibol en la alberca. Katia dio un pequeño brinco cuando sintió la mano de alguien sobre su hombro; volteó y notó que era Ray, que las rodeó con sus brazos. Lo enfocó con atención, le era extraño verlo sin sus lentes.
—¡Katia! ¡Ciara Cianuro! ¿Cómo están?
—Ay, bye contigo. —Ciara se alejó de él y se dirigió hacia Karen y Gina.
Katia se quedó junto a Ray pero se arrepintió cuando él la escrutó con la mirada.
—Lindo traje —dijo finalmente. La chica se ruborizó por la vergüenza.
—Hey, no te burles. —Bajó la cabeza.
—No es burla —indicó con tono serio—. Me parece bonito.
La joven sintió las mejillas y las orejas calientes.
—Ya —se quejó.
—¿Por qué te pones así? Solo digo que te ves bien.
La tomó de la barbilla para observar mejor su rostro sonrojado. Se volvió a quejar y, cuando volteó su cabeza para zafarse de su agarre, sus ojos se conectaron con los de Sebastián, que veía la escena con seriedad. Él estaba al lado de Gina y sus amigas, era su deber como novio, pero no les quitaba los ojos de encima. Tragó grueso y se volteó, enfocando a Ray.
—Sebastián nos está mirando —murmuró.
—¿Y? —Se encogió de hombros.
—¿No te preocupa...? Parece enojado —añadió para ver si se inquietaba, mas su semblante se mantuvo impasible.
—No. Además no tiene por qué molestarse. —Se cruzó de brazos—. Él está con Gina, debe estar pendiente de ella.
Miró a Ray con perplejidad, comenzando a pensar que cada vez estaba más harto de su situación con Sebastián.
—Oh, bueno. ¿Quieres entrar a la piscina?
—¿Por qué no?
Lo miró con atención mientras se dirigía a la alberca. A pesar de que era muy delgado, se veía bien, o tal vez era solo su percepción. Lo siguió y se sentó en el borde, metiendo los pies al agua. Ray, que estaba sumergido, sacó la cabeza y escupió un chorro de agua. Katia hizo una mueca.
—Iugh, qué asco.
—No seas aguafiestas. —Se acercó y se colocó frente a ella—. ¿Vas a entrar? —Asintió con la cabeza—. ¿Cuándo?
—Ya voy, ya voy. Es que está fría. —Movió los pies dentro del agua.
Ray, sin darle tiempo a reaccionar, la tomó de la cintura y la sumergió. Luego de unos segundos, la soltó, así que sacó la cabeza para respirar y le echó agua en el rostro. Él la imitó, logrando que empezaran una guerra absurda que consistía en lanzarse agua a la cara.
—¡Basta! —Katia rio con fuerza sin dejar de juguetear.
—Dejaré de hacerlo hasta que tú lo hagas.
—¡No te creo!
Juguetearon como dos niños pequeños y hubieran seguido de esa manera de no ser porque Sebastián se acercó a ellos.
—Hey, chicos, ¿no quieren jugar volibol con los demás?
Katia volteó hacia él para tratar de notar alguna pizca de molestia en su expresión pero no encontró nada.
—Claro —respondió por los dos.
Pudo notar a varios compañeros de su generación y la de Sebastián y Ray, incluso Olga y Santiago fueron. Después de algunos partidos en los que intercambiaron compañeros de equipo, a Katia le tocó estar en el mismo de Sebastián y Ciara. Gina, por su parte, al no querer despegarse de su novio, también se incluyó en el grupo.
La rubia, aprovechando un pequeño descanso y su cercanía con Katia, empezó a hablar de Ray.
—¿Y? ¿Cómo vas con Ray?
Sebastián, que estaba delante de ellas, se quedó muy quieto, atento a lo que respondería. Gina, al lado de él, parloteaba acerca de algo pero él estaba más pendiente de la conversación de las chicas que de las palabras de su novia.
—Pues normal, somos amigos.
—Ay, no te hagas la tonta, bien que te gusta, ¿a qué sí? —La vio con picardía—. Y es obvio que tú le gustas a él. ¿Ya te pidió que fueras su novia? —Preguntó, logrando que Sebastián volteara de reojo hacia ellas.
—¡No! —Exclamó con rapidez, tragando grueso.
—Se está tardando —se quejó—. Es un tonto, le diré que se anime para que no pierdan el tiempo.
—¡Ciara! —La regañó pero ella la ignoró, creyendo que hacía un bien al meterse en su "vida amorosa".
—¡Bien, chicas, empecemos!
Sebastián volteó hacia ellas con una gran sonrisa, lanzándole el balón a Katia para que lo atrapara. Lo aventó tan fuerte que le dio directo a la cara, sus reflejos no reaccionaron y no pudo meter las manos para que no le pegara. Gina soltó una risotada pero Ciara y ella lo miraron con asombro.
—¡Lo siento! —Se excusó Sebastián mientras la morena sobaba su mejilla—. Creo que lo aventé muy fuerte. —Pasó la mano por su cuello, tratando de lucir apenado. En otra ocasión, Katia se habría creído su actuación pero empezaba a sospechar que no había sido ningún accidente.
***
A eso de las cuatro Gina partió el pastel y Katia decidió salir en la foto nada más para fastidiarla. Lo mejor fue que su madre la colocó al lado de la cumpleañera, así no podía recortar la imagen sin arruinarla, pues justo antes de que la tomaran pasó su brazo alrededor de sus hombros para abrazarla, además se aguantó el asco de poner su mejilla junto a la suya y sonreír exageradamente. Miró la imagen, pues Hilda se la enseñó con una gran sonrisa; Katia salió con una mueca tonta pero la expresión en la cara de Gina no tenía precio, era una combinación de rabia y estupefacción combinadas.
Después de las felicitaciones correspondientes, la castaña y su madre empezaron a cortar el pastel.
Hilda le pasó a Katia una rebanada con una cereza y un gran trozo de chocolate, logrando que su hija bufara. Para enojarla más, la saboreó con lentitud. Una vez que terminó de comer, vio a Sebastián saliendo del baño y, aprovechando que su novia estaba distraída, terminando de servir las rebanadas, corrió hacia él.
—Sebastián...
—¿Qué pasa, Katia? —La miró de reojo mientras se enjuagaba las manos en los lavabos que estaban afuera de los baños.
—¿Por qué me lanzaste el balón tan fuerte hace rato? —Empezó a lavarse las manos en el otro lavabo para que no se viera tan sospechoso—. ¡Fuiste muy brusco! ¡Me dolió!
—Ah, eso. Fue un accidente —dijo con tono desinteresado.
—¡Accidente mis huevos...! Que no tengo —agregó con rapidez—. Eso fue a propósito, ¡así que accidente mis ovarios!
—Claro que no, ya cállate. —Tomó una servilleta para secar sus manos y echó el papel en el bote de basura.
—Claro que sí, estás enojado por mi cercanía con Ray. —Bajó la voz. Él la vio con fijeza pero no le refutó nada.
—Agh —suspiró luego de unos segundos—. Lo notaste.
—Claro que sí, no soy tonta. Pero no tienes derecho a ponerte así —se quejó—. En primera, Ray tiene que soportar verte con Gina, me ha dado a entender que eso lo fastidia más de lo que crees.
Sebastián abrió los ojos con impresión.
—¿Te lo dijo?
—Me lo dio a entender —repitió, rodando los ojos—. Estás siendo injusto con él. —Se cruzó de brazos—. Y en segunda, tu paranoia es muy grande, Ray es gay —le recordó—, así que obviamente no va a fijarse en mí —dijo como punto final.
Sebastián pasó la mano por su cara, visiblemente avergonzado.
—Ya, fui un imbécil —aceptó—. Pero te equivocas con respecto a algo.
—¿Qué? —Alzó una ceja.
—Ray no es gay, es bisexual y no estoy seguro pero creo que le gustas.
***
La declaración de Sebastián dejó a Katia perpleja, ¿acaso escuchó bien? ¿A Ray también le gustaban las chicas? Eso explicaba por qué veía a Ciara con tanto interés, ¿pero que ella le gustaba? Ya estaba delirando.
—N-no tenía idea —dijo después de un momento—. Pero es mentira eso de que yo le guste.
—¿Por qué lo crees?
—¿Por qué se fijaría en mí cuando hay gente tan guapa como tú o Ciara a su alrededor?
Sebastián la miró perplejo.
—Katia, no te subestimes, eres muy guapa.
—Claro que no. —Bajó la mirada—. Es tonto pensar que yo le pueda gustar a Ray.
—Sí le gustas a Ray —enfatizó, subiendo su tono de voz. Alzó la vista y lo enfocó con extrañeza—. No te desanimes, Katia, Ray y tú son perfectos el uno para el otro, harán una excelente pareja.
—¿Qué...?
Le hizo una seña para que no hablara mientras enfocaba algo o alguien atrás de ella. Se dio la media vuelta y vio a Gina frente a ellos, con una ceja alzada.
—Mi amor... —Sebastián se acercó a la castaña y la rodeó con sus brazos.
—¿Por qué están hablando a solas?
—Oh, es que Katia me está pidiendo consejos con respecto a Ray, pero ya le dije que harían una excelente pareja. —Alzó su pulgar. La joven presintió que le estaba costando mucho decir esas palabras.
—Supongo —respondió Gina con tono aburrido—. Bueno, amor, acompáñame.
Sebastián se alejó junto con su novia, dejándola ahí sola, pensativa y muy confundida.
Sebastián está celoso xD ¿Qué opinan? ¿Creen que a Ray le guste Katia? Aunque hace mejor pareja con Sebas bebé.
Espero que les haya gustado el capítulo, empezamos con el drama pero aún falta más.
Saben que sus votos y comentarios ayudan a posicionar mejor la historia, ¡son muy bien recibidos!
¡Los quiero mucho! Nos vemos la siguiente semana.
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