Capítulo 3.
Álvaro Villegas tenía una vida tranquila. Siempre fue de esas personas que optaban por evitar los problemas, por eso jamás se casó. Él prefería ser libre, tener relaciones abiertas, sexo ocasional y amigas con derechos. Se dedicaba por completo a su trabajo y acumular logros académicos, diplomas, hacer postgrados y cursos que aumentaran su currículum vitae, incluso contaba con maestría y doctorado.
Le gustaba mucho su vida de soltero, no obstante, desde hacía algún tiempo había desarrollado un interés muy profundo en alguien. Todo comenzó una tarde en que se encontraba revisando el programa de estudios asignado, cuando tocaron la puerta de su oficina.
—Adelante —dijo sin despegar la vista del documento frente a él. Unos tacones repiquetearon contra el suelo, así que se obligó a alzar la vista—. ¿Puedo ayudarte en algo?
—Sí —respondió una voz tímida.
—Toma asiento. —Señaló la silla de cuero frente a él.
A pesar de no haber estudiado una ingeniería, sus amplios conocimientos y aptitudes lograron que no solo fuera el psicólogo de la universidad sino que también se colocara como profesor de algunas materias, así que su trabajo era el doble que la mayoría de sus compañeros, pues la cantidad de alumnos que atendía era casi el doble que los demás.
—Claro.
—Yo a ti te conozco. —Se le quedó viendo con atención, acto que la puso nerviosa. <<Es mi alumna>> pensó. Y es que él jamás podría olvidar una cara tan bonita—. Tú tomas la clase de Liderazgo, ¿cierto? —La chica asintió con timidez—. Y bien, ¿tienes alguna duda respecto a mi materia?
—N-no. —Negó con la cabeza.
—¿Entonces?
La chica soltó un suspiro y se atrevió a mirarlo a los ojos.
—Te-tengo entendido que es el psicólogo de esta institución.
Álvaro entrelazó sus manos y recargó su barbilla en ellas.
—Es correcto.
—Ne-necesito ayuda.
—Explícate.
La joven le explicó su tendencia a la depresión y sus continuos ataques de ansiedad, a lo que Álvaro la escuchó con suma atención. Después de eso, le dio algunos consejos y técnicas.
—Recomiendo mucho la terapia ocupacional. No debes dejar que tu ansiedad interrumpa tus actividades diarias, si sientes que es demasiado para ti puedes buscarme en cualquier momento.
—¿Necesitaré medicación? —Preguntó preocupada.
—Por el momento no, veamos qué tal te funcionan mis técnicas. Si sientes que no puedes con algo, me dices para que actuemos sobre eso, ¿sí?
Ella asintió con la cabeza.
—Claro, gracias.
—Pasa por aquí el viernes, si gustas podemos programarte otra sesión, ¿te parece?
—Sí. —Se levantó del asiento.
Después de despedirse, la chica se dio la media vuelta, dispuesta a irse, pero la voz de Álvaro la detuvo.
—Por cierto, recuérdame tu nombre. —No le dio pena decir eso, la cantidad de alumnos a los que le daba clases era considerable, era normal no saberse los nombres de todos.
—Soy Ciara Azúcar.
***
Después del primer encuentro, las sesiones con Ciara se hicieron más frecuentes. Al principio ninguno estaba consciente de que la parte más feliz de su día era cuando se encontraban para platicar de casi cualquier cosa. Una vez que Ciara terminó con sus episodios de estrés y ansiedad, las cosas pudieron volver a la normalidad sin problemas, sin embargo ninguno mencionó el tema, para ellos era impensable dejar de tener esos encuentros. En un inicio fueron inocentes, como los de una amistad que surgía poco a poco, pero después de algunas semanas, el ambiente cambió entre los dos.
Sucedió una tarde en que ambos se encontraban platicando acerca del final de una película, sentados en un pequeño sofá que Álvaro mandó a colocar.
—Insisto en que pudieron hacer un mejor final —dijo él—. Fue muy melodramático.
—Fue hermoso y doloroso —opinó ella—. Para mí estuvo perfecto.
—Eres muy cursi.
—Eso dicen —sonrió un poco—. Me gustan esas historias.
—¿Ah, sí?
—Ajá. —Volteó a verlo de reojo.
Ciara pensaba que era una suerte tener una amistad tan estrecha con el doctor Álvaro, pues él siempre se mostraba distante con las demás alumnas, no obstante, con ella se permitía bromear y platicar durante bastante tiempo, ¡además era tan atractivo! La joven enfocó los labios de su profesor y se relamió los suyos, acto que no pasó desapercibido por el hombre. Siguiendo sus instintos, dejándose llevar por el corazón y no por el cerebro, Álvaro conectó su boca con la de su alumna.
Al principio fue un beso tierno pero no pasó mucho para que ambos lo profundizaran, volviéndolo un acto carnal y pasional. Álvaro tomó a Ciara por la cintura y la acercó más a su cuerpo. Después de probarse todos los rincones de su boca, él fue el primero en reaccionar; con más fuerza de la debida, tomó a la chica por los hombros y la alejó.
El movimiento brusco la sacó de su aturdimiento, logrando que se levantara del sofá con rapidez.
—Yo...
—Esto está mal —la interrumpió—. Lo siento, en verdad discúlpame... —La miró con culpa—. No volverá a pasar.
Ciara no respondió nada, simplemente salió de la oficina con rapidez.
***
Durante una semana, la chica estuvo evitándolo. Álvaro no quería admitirlo pero extrañaba su compañía; cuando alguien tocaba la puerta de la oficina, él se esperanzaba, pensando que se trataba de Ciara, por lo cual se decepcionaba cuando veía a algún compañero u otro alumno requiriendo apoyo.
Empezaba a resignarse a la idea de no volver a cruzar palabra con Ciara más que cuando fuera estrictamente necesario, cuando un viernes en la tarde, alguien tocó su puerta.
—Adelante —dijo sin mucho ánimo. Estaba harto de ilusionarse sin motivo.
La persona entró y cerró la puerta tras de sí.
—¿Podemos hablar? —Escuchó esa voz dulce que tanto le encantaba.
Álvaro no despegó la vista del libro que tenía frente a él, se sentía nervioso y expectante.
—Claro.
Ciara se sentó frente a él.
—Doctor, yo...
—Álvaro —la interrumpió.
—¿Eh?
—Dime Álvaro —musitó.
—Emm, sí, doctor Álvaro, quería decirle que... —Su tono se fue haciendo cada vez más débil, así que se detuvo un momento. El hombre, por primera vez desde que llegó, la enfocó con atención—. ¿Podríamos olvidar lo que pasó? —Dijo con voz quedita—. Sé que fue un error pero las cosas no deberían cambiar entre nosotros, ¿no cree? Aún podemos ser amigos, claro, si usted quiere.
Álvaro alzó la comisura de sus labios.
—Me parece bien. ¿Quieres quedarte a una sesión? No tengo ninguna programada en este momento.
—Sí. —Jugueteó con sus dedos.
Esa tarde volvieron a charlar como siempre, pero antes de que Ciara se fuera, Álvaro la besó con entusiasmo.
—¡Doctor! —Ciara colocó las manos en su pecho—. ¡No deberíamos...!
—¡Lo sé! —La interrumpió—. Sé que está prohibido y que no debemos pero no puedo evitarlo y sé que tú tampoco.
—Doctor...
La chica se lanzó sobre él y volvieron a besarse con ímpetu. Desde esa vez, ambos comenzaron una relación clandestina. Con los alumnos no había problema, empezó a implementar la norma que indicaba que, para hablar con él, necesitaban programar una cita con su secretaria; con esta última y los demás directivos tampoco, ellos solían avisarle cuándo irían a verlo, además siempre solían cerrar la puerta con seguro... o casi siempre.
De inocentes besos pasaron a intensas caricias hasta que terminaron teniendo sexo en el sofá. Posteriormente, también usaron el escritorio y la alfombra para saciar sus deseos.
Al principio era una relación libre, no tenían etiquetas, no se exigían nada, pero últimamente las cosas habían cambiado. Sin que el otro lo pidiera, ambos se guardaban fidelidad. Él no salía con otras mujeres ni ella con otros jóvenes, eran exclusivos el uno del otro.
Después de un par de meses, seguían manteniendo su relación sin levantar sospechas. Ambos eran discretos y, de no haber sido porque Ciara olvidó cerrar la puerta con seguro, nadie los habría descubierto.
La tarde en que su secreto fue revelado, Ciara fue a verlo a la hora acordada.
—Buenas tardes, doctor —dijo con tono formal, cerrando la puerta tras de sí.
Álvaro soltó una risita.
—Buenas tardes, Ciara.
—¿Puedo sentarme?
—Por supuesto.
Ciara dejó su bolso en el suelo y se acomodó en el sofá de cuero. Álvaro veía unos documentos con atención.
—Doctor, venga ya, me está haciendo perder el tiempo. —Hizo un puchero.
—¡Qué berrinchuda eres! —Rio con fuerza.
—Necesito su atención.
Álvaro dejó los papeles sobre su escritorio y se colocó junto a la joven.
—Y bien, ¿qué has hecho estos días? —Jugueteó con su cabello.
—Extrañarlo. —Lo enfocó con sus grandes ojos verdes.
—¿Nada más?
—Sí, ayer en la noche sobre todo.
—¿Por qué no me llamaste?
—Porque no quiero parecer una acosadora urgida —respondió con simpleza.
—A mí no me pareces eso.
Ciara subió la pierna derecha al sofá para que Álvaro pudiera ver su ropa interior.
—Da igual porque ayer en la noche me sentía muy caliente, así que yo misma tuve que encargarme de eso.
—¿Ah, sí? —Sus ojos brillaron con lascivia—. ¿Y qué hiciste?
—Tuve que tocarme pensando en usted.
Álvaro se colocó encima de Ciara, recargándose en sus antebrazos.
—Has sido una niña muy mala.
—Demasiado —rio con nerviosismo. A pesar de llevar bastante tiempo con él, aún conseguía aturdirla un poco.
Álvaro comenzó a subir su falta mientras ella intentaba desabrocharle el pantalón.
—Me encantas. —Acarició su pierna con ternura.
Álvaro hizo a un lado sus cabellos y besó su cuello. Después de un rato, conectó sus labios con los de ella; le era tan agradable esa sensación, se sentía en paz, como en casa. No lo admitía en voz alta pero era consciente de que empezaba a enamorarse. Con ese pensamiento en mente, profundizó aún más el beso, entrelazando su lengua con la de ella.
<<Es tan bella>>. Comenzó a acariciar su cabello rubio. Se separó para tomar un poco de aire y, antes de que la chica hiciera algún movimiento, volvió a besarla. Habrían continuado de esa manera de no ser porque el sonido de unos papeles cayendo los interrumpió.
Álvaro se incorporó y se puso lívido al ver a una de sus mejores alumnas frente a él.
***
<<No. Puede. Ser>> Alcanzó a pensar Katia. El doctor Villegas estaban tan perturbado, que abrió la boca para decir algo pero no salió ningún sonido de él.
—Y-yo solo qui-quiero entregar esto. —Se agachó para recoger los papeles frente a ella—. No vi nada, solo termino de recoger esto para que puedan seguir en lo suyo.
Se levantó con el folder en mano pero este volvió a caer al suelo cuando vio quién era la acompañante del profesor.
—¡Ciara! —Exclamó perpleja.
La rubia hizo un mohín, empujando al doctor para que se separara de ella, y comenzó a bajarse la falda y a peinar su cabello con los dedos.
—Tsk —masculló.
—Ka-Katia —dijo Álvaro con voz quedita, jamás lo había visto tan nervioso—. Tienes que tocar antes de entrar, ¿no viste el letrero?
Enfocó la puerta y efectivamente, notó un letrerito que decía "Toque antes de entrar". Sonrió con vergüenza, a pesar de que ellos tenían que sentirse más apenados que ella.
—Lo siento. —Se inclinó para recoger los papeles—. Por cierto, Linda le manda estas copias, dijo que se las pidió. —Le extendió el folder. Él lo tomó con rapidez.
—Agh, le dije que yo pasaba a la biblioteca por ellas —masculló, tocándose el puente de la nariz.
—Sí, bueno, adiós.
Sin darles tiempo a que la amenazaran, salió corriendo. <<¡Ahora el doctor amenazará con reprobarme!>> pensó afligida. <<Oh, y Ciara me hará la vida imposible, presiento que es peor que Gina... Aunque...>>. Recordó que ellos tenían más que perder, así que lo más probable era que no la trataran mal.
***
Una vez que Katia salió de la oficina, Álvaro volteó hacia Ciara con molestia.
—¡¿Por qué no cerraste la puerta con seguro?!
—No me alces la voz.
—Agh... —El doctor Villegas se levantó para volver a cerrar la puerta, asegurándose de poner el pestillo—. ¿Tanto te costaba hacer eso?
—Creí haberlo puesto —se justificó.
—Tú lo has dicho, creíste —se quejó.
Ciara se cruzó de brazos.
—Lo siento.
—Ahora estamos en un problema muy grande. —Su enojo se convirtió en preocupación. Si algún directivo se enteraba de su relación, él sería despedido y ella expulsada, por políticas de la institución las relaciones entre alumnos y profesores estaban prohibidas.
—Fue mi culpa, así que yo me encargaré de ella.
¡Otro secreto al descubierto!
Ya sabemos quién es la alumna que tiene una relación con su profesor >:D
¿Qué creen que suceda ahora? ¿Qué creen que pase con Katia?
Gracias por tu apoyo Adriansteban
Gracias a todos por leer.
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