Capítulo 27.
Gracias a Joaquín, Álvaro pudo colocarse como psicólogo en una escuela primaria. Le era un poco más pesado trabajar con niños pero nada imposible, no por nada había acumulado tantos estudios.
El trabajo le cayó como anillo al dedo, pues tres meses después nació su hijo. El parto duró siete horas y fue muy doloroso para Ciara, pero él no se separó de su lado; también estuvieron su mamá y los padres de la joven. Después de todo el proceso correspondiente, Eduardito salió al mundo llorando con fuerza, siendo un bebé sano que pesó dos kilos con seiscientos gramos.
Ciara, que aún tenía lágrimas en los ojos, pidió cargar a su bebé y la enfermera se lo pasó después de limpiarlo.
—¡Es hermoso! —Exclamó feliz. Álvaro, que estaba más que emocionado, la besó con ímpetu y al separarse se quedó admirando a su pequeño.
—Lo sé —suspiró, sacando su celular para tomarle una foto a su hijo y a su novia; su cuñada le encargó esa tarea con toda la seriedad del mundo y él pensaba cumplirla. A la niña le habría gustado estar presente en el nacimiento de su sobrino pero todos decidieron por unanimidad que era mejor que se quedara con la abuela, suficiente tenían con el asunto del parto como para andar cuidando a aquella niña hiperactiva.
Las madres de ambos también hicieron gestos llenos de ternura pero Omar no pudo evitar decepcionarse un poco al darse cuenta que el niño tendría los rasgos de su yerno en vez de los de su hija.
—Se parecerá a Álvaro —comentó a Mirna.
—Ay, todavía es muy pronto para saberlo —murmuró la mujer.
—Sé lo que digo. —Se encogió de hombros—. Igual es un niño precioso pero me habría gustado más que se pareciera a Ciara.
—Da igual a quién se parezca, lo importante es que nació sanito.
—Eso sí.
Ciara y Álvaro se sentían tan dichosos que pensaban que no les hacía falta nada más en el mundo. Sin embargo, la rubia todavía tenía un pendiente, como una pequeña espina que no la dejaría tranquila hasta que lograra sacársela, por eso cuando terminó la cuarentena requerida por su embarazo, decidió pedirle a Katia el teléfono de Raymundo; sentía más confianza al hablar directamente con él.
—¿Diga? —Dijo Ray del otro lado de la línea.
—Hola, Ray —murmuró. No hubo respuesta durante algunos segundos.
—¿Quién habla? —Preguntó de repente.
—Soy Ciara Azúcar.
—¡Ciara Cianuro! —Exclamó con tono alegre—. ¡¿Cómo has estado?! Me da gusto saludarte.
—Bien, Ray, ¿y tú?
—Muy bien, extrañándote.
—Ay, Ray. —Rodó los ojos—. Oye, me dijo Katia que Sebastián y tú están viviendo juntos, ¿es verdad?
—Lo es —afirmó—. ¿Por? ¿Estás celosa?
—Qué va —rio—. Mi bebé ya nació y me gustaría que lo conocieran pero no sé si Sebastián quiera verme.
—Claro que sí, te paso la dirección de mi departamento, tú ven el sábado.
—¿Estás seguro que no habrá ningún problema con Sebastián?
—Segurísimo.
—Está bien.
***
El sábado Ciara, que llevaba a su bebé en brazos, y Álvaro se presentaron al lugar acordado con Raymundo. Usaron el elevador para subir al piso correspondiente y, cuando estuvieron frente al departamento, tocaron la puerta.
Raymundo, que esperaba a sus invitados vestido de manera casual, abrió y les mostró una gran sonrisa.
—¡Cianuro! ¡Profesor Villegas! —Exclamó—. Me da mucho gusto saludarlos.
Ambos hicieron una mueca de inconformidad al escuchar cómo se refería a ellos.
—Emm, Raymundo, te agradecería si dejaras de llamarme profesor, ya no lo soy, no tienes por qué referirte a mí de esa manera.
—Claro, profesor —respondió. Álvaro frunció el entrecejo, no supo si lo hizo para molestar o si le salió natural—. No se queden ahí, pasen.
—¿Seguro? —Preguntó Ciara con cautela.
—Claro... ¡Ahí está su bebé! —Por primera vez se fijó en el pequeñito envuelto en una cobijita—. ¡Qué bonito!
—Gracias —le sonrió la rubia.
Raymundo los pasó a la pequeña salita y les indicó que tomaran asiento. Después de las preguntas básicas acerca de su bienestar, pidió cargar al bebé. Ciara se lo pasó y le dijo que tuviera mucho cuidado.
—Aquí está... —Mostró una gran sonrisa al ver a su amigo cargando a su hijito—. Por cierto, ¿dónde está Sebastián? —Preguntó cuando Ray tuvo a Eduardito en brazos. El pelinegro, como si lo hubiesen invocado, apareció en ese momento.
—¡¿Qué hacen aquí?! —Exclamó con furia, viendo de Ciara hacia Álvaro. La chica abrió los ojos con impresión y él aplanó sus labios.
—Te dije que tendríamos visitas —musitó su novio, arrullando al bebé con ternura.
—Sí, pero no creí que fueran estos descarados. —Los señaló con molestia.
—Ray, creí que Sebastián estaba de acuerdo con que viniéramos. —Ciara sobó su cuello, enrojeciendo por la vergüenza.
—No hay problema. —El rubio le restó importancia a la situación y colocó su dedo índice en la naricita de Eduardo, logrando que esnifara un poco—. ¡Awww!
—Yo te apoyé, Ciara —siguió Sebastián, señalándola—. ¿Y cómo me pagaste? ¡Plantándome en el altar! Me hubieras dicho antes...
—Fue algo improvisado, no lo planeé, Álvaro llegó por mí y...
Al escuchar ese nombre, Sebastián hizo una mueca de desdén.
—¡Usted! —Interrumpió a Ciara, esta vez señalando a su antiguo profesor, que colocó una mano en su pecho con conmoción—. ¡Yo lo admiraba mucho! Pero eso que me hizo fue una bajeza.
—Lo lamento, Sebastián, no quería...
—¡Hubiera llegado antes! ¡O hubiera hablado conmigo, qué sé yo...!
—Ya, Sebas —Raymundo atrajo su atención y se colocó a su lado—, ellos no vinieron a darte explicaciones, vinieron para que conocieras a su bebé.
—¡No quiero ni verlo! —Se cruzó de brazos.
—Es idéntico a Álvaro.
—A ver. —Su curiosidad pudo más, así que recargó su barbilla en el hombro de Ray para observar al pequeño—. ¡Oye, sí! ¡Se parece un buen!
—Debió llamarse Alvarito —mencionó el rubio.
—¡Sí! —Fijar su atención en Eduardo hizo que su molestia se disipara. Ray se lo extendió para que lo cargara—. ¡No!
—Oh, vamos, cárgalo, el bebé no tiene la culpa de nada. Además casi te volviste su papá —le recordó. A Álvaro no le hizo nada de gracia ese comentario.
Raymundo le pasó al bebé con mucho cuidado. Cuando lo tuvo en sus brazos, Sebastián sonrió.
—Bebé, casi me volví tu papá. —Le hizo un cariñito. Álvaro, a pesar de estar sonriente, tuvo un tic nervioso en el ojo. Tanto Ciara como Raymundo lo notaron e hicieron un gran esfuerzo para no soltarse a reír y romper la atmósfera en la que se encontraban.
—De hecho, Sebastián, quería proponerte algo. —Ciara se levantó del asiento y se acercó a él.
—¿Algo como qué? ¿Un trío? —El rubio ladeó la cabeza.
—¡Raymundo! —Se quejaron Sebastián y Álvaro al mismo tiempo.
—¡No, nada de eso! —Ciara frunció el ceño—. Quería saber si... —Se quedó callada al no saber cómo formular su pregunta, se sentía un poco nerviosa por su atrevimiento. Sebastián la vio con fijeza; después de unos segundos, suspiró y continuó hablando—. Me encantaría que Katia y tú fueran los padrinos de bautizo de Eduardito, ¿te gustaría serlo?
Sebastián abrió los ojos con impresión, jamás se imaginó que le propondría algo así.
—¿Qué? ¿No se supone que los padrinos deben estar casados? —Alzó una ceja.
—Estuve investigando y es lo ideal aunque no obligatorio, hay excepciones —indicó con tono alegre—. Gracias a Katia, Álvaro y yo estamos juntos; y tú aceptaste hacerte cargo de mi hijo a pesar de que nada nos unía, así que me sentiría muy honrada si aceptas ser su padrino.
Sebastián vio al bebé con atención. Posteriormente su mirada se enfocó en Ciara y al final en Álvaro. A pesar de todo, lucían como una verdadera familia feliz. Abrió la boca para responder pero Raymundo se adelantó.
—¡Acepta, acepta, acepta! —Exclamó emocionado—. Que si no lo haces tú, lo haré yo.
—¡Ray, no interrumpas! —Exclamó divertido. En seguida fijó su atención en la joven frente a él—. Acepto. Sería un honor ser el padrino de Alvarito.
—Eduardito —lo corrigió.
—Eh, sí, de Eduardito...
—¡Por cierto! —La rubia tronó los dedos, recordando algo—. Te quería devolver esto. —Hurgó en su bolso y encontró el anillo de compromiso. Una vez que lo tuvo entre sus dedos, se lo extendió—. Pensé en dejártelo con la nota pero con las prisas se me olvidó, además siento que es mejor devolvértelo en persona.
—¡Qué bueno que no lo dejaste con la nota! —Exclamó Ray—. Que tal si lo veían los papás de Sebastián y se lo quedaban, ¡ahora podemos empeñarlo! —Se lo arrebató a Ciara—. Estamos algo cortos de dinero —explicó a su amiga sin dejar de mirar el diamante.
—Empeñarlo no, ¡venderlo! —Exclamó Sebastián.
—¡Eso es aún mejor!
En lo que ellos veían el anillo con fascinación, Álvaro se acercó a Ciara.
—¿Por qué se los diste? —Le susurró.
—Porque era lo correcto —explicó la chica con voz calmada.
—Mmm, bueno —suspiró—, tienes razón.
—¿Y cómo es eso de que gracias a Katia están juntos? —Preguntó Sebastián una vez que terminaron de admirar la joya.
—Larga historia.
—Tenemos tiempo. —Raymundo señaló de él hacia Sebastián.
—Ah, está bien, les contaré todo.
***
Un mes después fue el bautizo del pequeño Eduardito, y Álvaro y Ciara hicieron una pequeña reunión para invitar a sus familiares y amistades más cercanas. Al principio la rubia quiso decirle a Karen pero Álvaro le comentó, como una anécdota curiosa, que la chica se le insinuó un día antes de que se fugaran. Ciara se sintió tan molesta que al final decidió no comentarle nada.
—Mi amor, no te lo tomes personal, ella no sabía de nosotros —mencionó Álvaro.
—No me importa —replicó su mujer, cruzándose de brazos—. Además no era muy amiga mía.
—Está bien, como quieras.
La mañana del festejo, después de la celebración religiosa, se dirigieron a una pequeña palapa donde llevaron comida y antojitos para sus invitados. Madison estaba feliz porque había una gran alberca donde podía juguetear con sus primas.
En un momento en que descansaba de tanto nadar, se sentó en un camastro y sacó su celular para tomarle una foto a Sebastián y a Raymundo, que estaban frente a ella. Su indiscreción era tanta que ambos lo notaron. El rubio le hizo una seña para que se acercara y ella no lo dudó ni un segundo.
—Hey, ¿por qué nos estás tomando fotos? —Preguntó con curiosidad.
—Para enseñárselas a mis amigas. Ya les mostré una de mi cuñado actual, dicen que es apuesto pero muy viejo, creen que Sebastián es más guapo. —Mostró una gran sonrisa. El pelinegro se dio una palmadita en la frente, ¿por qué tuvo que conocer a esa mocosa?
—Oh, ya, pero a mi novio no le gusta que le tomen fotos.
—¡¿Tú eres su novio?! —Exclamó complacida—. ¡Ay, qué bonito! ¿Cómo no me di cuenta antes? Salieron putos como el abuelo...
Sebastián y Raymundo abrieron los ojos con impresión.
—¿Qué carajo...? —Sebastián se levantó de su silla y negó con la cabeza—. Ahora vuelvo, Ray. —Ignoró a la pequeña.
Una vez que estuvieron solos, Raymundo recargó sus codos en la mesa, entrelazó sus manos y colocó su barbilla encima.
—Niña, eso que dijiste fue muy ofensivo.
Madison parpadeó confundida; segundos después se ruborizó por la vergüenza.
—¡Lo siento! ¡No era mi intención ofender, yo...! —Quiso excusarse con rapidez pero la risa de Ray la interrumpió.
—¡Era broma, niña, hasta crees que me voy a ofender por eso! —Siguió riendo—. Eres muy divertida, ¿dónde estuviste toda mi vida?
Madison sonrió con timidez.
—Me alegra que te parezca divertida. Ciara dice que soy molesta.
—Nah —movió su mano—, ella es muy aburrida.
—¿Verdad?
—¡Claro!
—A ver, cuéntame, ¿por qué dijiste eso de tu abuelo?
—¡Ah! Es que el abuelo —señaló al progenitor de su madre, que estaba recostado en un camastro, echándose una siesta— es gay. La abuela al principio no sabía —apuntó hacia una adorable viejecita de rizos canosos—, cuando se enteró se puso furiosa y se la ha pasado reclamándole los últimos treinta años. Si Ciara se casaba con Sebastián, la historia se hubiera repetido —explicó.
—¡Curioso! —Exclamó el rubio.
A lo lejos, Sebastián y Ciara los veían con preocupación.
—Me aterra que se lleven tan bien —murmuró el muchacho.
—Por dos.
Álvaro, que traía al bebé en brazos, se acercó con rapidez.
—Mi amor, creo que tiene hambre. No para de llorar.
Ciara estiró los brazos para que le diera a Eduardito. Una vez que lo tuvo, se sentó en un camastro de plástico y comenzó a amamantar a su bebé. El pequeño se acurrucó sobre su madre para alimentarse en una posición más cómoda. Madison, que buscó con la mirada a su sobrinito, dejó a Raymundo con las palabras en la boca y corrió hacia su hermana para tomarle una foto.
—¡Madison, deja eso!
—Quiero capturar el bello momento en que le das de comer a tu hijo.
—¡Cuidadito y le enseñas esa foto a alguien!
—Solo a mis amigas.
—¡No quiero que tus amigas la vean! ¡Bórrala!
—Ay, ¿por qué eres así?
—La otra vez le tomaste una foto a Eduardito y la subiste al grupo de tu salón. De no ser por la madre de María, ni nos hubiéramos enterado.
—Eso fue un accidente, quería enviársela a Ángeles pero sin querer se mandó al grupo. No volverá a pasar.
—También mandaste el video de cuando Eduardito le vomitó encima a Álvaro.
—¡Es que eso fue gracioso! Aunque mis compañeros dijeron que fue asqueroso —recordó.
—¡Y les enviaste un video mío y de Álvaro besándonos en la sala! Las madres empezaron a decir que debíamos cuidarte más porque mandabas contenido muy inapropiado —se quejó.
—Las madres son unas exageradas, ya todos sabemos cómo vinimos al mundo, es normal, ¡y ustedes se veían muy tiernos!
—¡No tenías por qué subirlo! Es nuestra intimidad, Madison.
—Ay, exageras, solo fue un besito —rio pero el gesto duro de su hermana logró que tragara grueso—. Ya, la borro, la borro.
—Más te vale. — Entrecerró los ojos.
A pesar de que estaba peleando con su hermana menor, Álvaro veía a Ciara como un hermoso ángel bajado del cielo. Katia se colocó junto a él.
—¿Cómo le va con su nueva familia, doctor?
—Bien, Katia. Y todo es gracias a ti. —La vio con agradecimiento.
—Ay, no fue nada, pero me gustaría pedirle un pequeñísimo favor, nada del otro mundo. —Sonrió con amplitud.
—¿En qué te puedo ayudar? —La enfocó con atención.
—¿Podría decirle al director Joaquín que no sea tan estricto conmigo? —Lo señaló con discreción. Al ser el mejor amigo de Álvaro, él fue al bautizo junto con su esposa Sabrina y no pudo evitar hacer una mueca de inconformidad al ver a Katia en el festejo como madrina del bebé.
—Hablaré con él pero no prometo nada, es un poco especial.
—Lo sé —suspiró—. Es solo que me está asfixiando.
—Me imagino pero... Deberías aprovechar que tus profesores te están preparando mejor, el mundo ahí afuera es muy competitivo y los jefes pueden ser mucho peor que Joaquín.
—¿Me está diciendo que es una ventaja que él sea tan duro conmigo?
—Si lo quieres ver de esa manera, sí. —Se cruzó de brazos—. La vida después de la universidad es muy complicada. Entiendo que puedas sentirte frustrada, pero aprovecha todo lo que puedas. Entre más preparación tengas, podrás encontrar un mejor trabajo.
—Mmm, tiene razón, no lo había pensado de esa manera. —Colocó su dedo índice en su barbilla.
—Ahorita que está Sabrina con él puedo abogar por ti.
—¿Sabe qué? Mejor no, le demostraré a Joaquín que las dificultades que me está poniendo a la larga serán un beneficio —dijo decidida.
—Eso es todo. —Le dio una palmadita en el hombro—. Haznos sentir orgullosos.
—¡Por supuesto que lo haré!
¡Qué lindo el bebé!
No puedo con Madison, es un caso, es de mis favoritas aunque casi ni salga xD
Espero que les haya gustado el capítulo, saben que sus votos me ayudan bastante, y siempre amo leer sus comentarios.
¡Nos vemos la siguiente semana para el final!
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