Capítulo 25.


Ya habían pasado dos meses de que se fugó con Álvaro y en todo ese tiempo no se comunicó con sus padres, temía no ser bien recibida por ellos, sabía que se portaba como una malagradecida después de todo lo que hicieron por su bienestar y le asustaba la idea de que le recriminaran su ingratitud. También perdió contacto con sus amigas Katia y Karen, ya que al momento de irse con su exprofesor no llevaba su celular con ella y no podía comprar uno nuevo.

En ese momento se encontraba utilizando el teléfono que su suegra le prestó para llamar a casa de sus padres. Álvaro y Gema se encontraban en la cocina para darle privacidad. Mordió su labio inferior mientras esperaba a que contestaran.

¿Diga? —Escuchó la voz de su madre—. ¿Quién habla?

—Mamá... —dijo con voz trémula.

—¡¿Ciara?! ¡¿Dónde estás?! —Exclamó.

—Estoy en casa de mi novio —explicó en voz baja—. ¿Cómo han estado?

—¿Tú qué crees? —Se escuchó muy enojada—. ¡Muy preocupados! No habíamos tenido noticias de ti, esperamos que te comunicaras desde hace mucho y no te dignabas.

—Lo siento —musitó—. En verdad quería hablarles antes pero... Tenía miedo —aceptó. Hubo silencio del otro lado, hasta que Mirna carraspeó para aclararse la garganta.

—¿Te tratan bien? ¿Estás comiendo adecuadamente?

—Sí, mamá. —De nuevo se quedaron calladas, hasta que Ciara se atrevió a hacer la petición que deseaba—. ¿Crees que...? ¿Crees que pueda ir el fin de semana? Los extraño mucho. —Al no escuchar pronto una respuesta, unas lágrimas se formaron en las esquinas de sus ojos.

Sí, puedes venir —dijo finalmente.

—Gra-gracias. —Sorbió por la nariz—. ¿Cómo están papá y Madison?

Están bien —murmuró—. No tienes idea de lo mucho que te extrañan.

—¡Yo igual los extraño! —Exclamó soltándose a llorar. Segundos después respiró con profundidad para tranquilizarse—. Lo-lo siento, no quería decepcionarlos pero no podía casarme con Sebastián, mamá, yo...

Ya —la interrumpió—. Lo entiendo. Lo que me molesta es que no tuviste la decencia de decirnos la verdad. ¿Por qué aceptaste casarte con Sebastián si no lo amabas? ¿Y por qué le hiciste creer que el bebé era de él?

—Él sabía que no lo amaba, también sabía que el bebé no era suyo.

—¿Qué?

—Te explico el día que vaya, ¿sí?

Está bien. Llega temprano para que desayunes con nosotros.

—Sí, mamá.

Ah, y por favor traes a tu novio, estamos ansiosos por conocerlo. —Sin decir más, colgó la llamada, logrando que Ciara tragara grueso.


***


Cuando Álvaro le preguntó a su novia cómo le fue en la llamada que hizo a su casa estaba sereno, por lo poco que Ciara le contó sabía que sus padres la adoraban pero su tranquilidad se vino abajo cuando la joven le indicó la petición de su madre.

—¿Yo? —Se señaló a sí mismo—. ¿Pero por qué?

Gema, que estaba a su lado, rodó los ojos.

—Serás el padre de su nieto, es obvio que te quieran conocer.

—Pero...

—Les caerás bien. —Ciara tomó su mano y le sonrió.

—Hasta que se enteren de tu edad —dijo Gema. Ambos la miraron con un gesto preocupado—. ¿Qué? No me vean así.

—¡Mamá, no estás ayudando!

—Solo digo lo que pienso.

—Ay, madre. —Puso la mano en su frente—. Me van a odiar.

—No digas eso, te amarán, en serio.

—Hijo, no te pongas así. —Gema palmeó su espalda—. Con que te ame tu mujer ya es ganancia. —Salió de la cocina con paso ligero.

Álvaro miró a Ciara con un gesto intranquilo.

—¿En serio crees que les caiga bien?

—Sí. —Le mostró una gran sonrisa aunque no estaba segura de su afirmación.


***


El fin de semana esperado, Álvaro se puso un traje elegante para visitar a los padres de su amada, a pesar de que Ciara le indicó que no era necesario ir tan formal. Ella, por su parte, se colocó uno de los vestidos nuevos que su novio le compró con los ahorros que tenía; se sentía apenada de que gastara en ella el último capital que le quedaba pero al final aceptó porque sí le hacía falta ropa y algunos accesorios.

Tomaron un taxi para llegar al lugar correspondiente. Cuando bajaron del vehículo, Álvaro se recargó en el árbol que estaba en la entrada, desde ahí no se veía.

—Tú adelántate.

—Álvaro. —Lo miró con reproche.

—Necesito prepararme mentalmente.

—Ah, está bien. —Sin prolongar más su nerviosismo, pasó por un caminito de piedras, admirando el hermoso jardín de su madre. Siempre le gustó pero después de no verlo durante un par de meses, en ese momento le pareció maravilloso. Al llegar frente a la puerta suspiró y alzó la mano para tocar pero en ese momento le abrieron—. ¡Papá, mamá! —Exclamó al tenerlos frente a ella. Ambos la miraron con frialdad—. Ammm, ¿cómo están? ¿Qué han hecho? —Jugueteó con sus dedos.

En vez de responder su pregunta, Omar la tomó del brazo y la atrajo hacia él para darle un fuerte abrazo que Ciara correspondió en seguida.

—Aún te mereces un castigo pero eso se verá después... Me tenías muy preocupado —musitó—. Tonta.

—¡Te eché de menos, papá! —Lloriqueó—. A ti también, mami.

Después de unos segundos, Mirna pidió a Omar que soltara a su hija.

—¡Ya, es mi turno ahora! —La chica se alejó de su padre y ella la estrechó entre sus brazos.

Cuando terminó de saludar a sus progenitores, Madison, que veía la escena a lo lejos, se acercó con paso veloz.

—¡Ciara! —Exclamó con felicidad. Cuando estuvo a unos pasos de su hermana, la observó con detenimiento—. ¡Cielos, estás bien panzona! —Sus padres rieron por la observación y la mayor rodó los ojos—. La última vez que te vi no estaba tan grande.

—Sí, Madison, lo sé —masculló—. A mí también me da gusto verte.

La pequeña colocó su manita en el vientre de su hermana.

—Hola, Mustafá, te extrañé mucho.

—¡Que se llamará Eduardo!

—Ay, qué aburrida. —Puso los ojos en blanco.

—Oye, ¿no vino el fulanito ese? —Dijo de repente su padre con voz desdeñosa—. El padre de tu bebé.

—Sí es cierto, ¿dónde está? —Mirna la vio con curiosidad.

—Ahí está —sonrió—. ¡Álvaro, acércate! —Volteó el rostro—. No te van a comer.

Después de unos segundos, Álvaro salió de su escondite y se acercó a ellos con paso lento. En toda su vida jamás había pasado por una situación similar; tuvo algunas novias en la preparatoria y la universidad pero sus relaciones fueron tan efímeras que jamás fue presentado a sus familias. Cuando por fin entró a trabajar se volvió aún más reservado, desde esa época tomó la decisión de no involucrarse más de la cuenta con nadie para tener que evitar ese tipo de acontecimientos pero ahí estaba en ese momento, aproximándose a la familia de su futura esposa. <<¿Quién lo habría pensado?>>.

—Buenos días —musitó con timidez cuando estuvo frente a los padres de Ciara, que lo escrutaron con la mirada sin discreción—. Mi nombre es Álvaro Villegas, me alegra por fin conocerlos.

Hubo un incómodo silencio durante algunos segundos, hasta que Mirna reaccionó.

—Hola, Álvaro, mi nombre es Mirna y él es mi esposo Omar. —Lo señaló—. También nos da gusto conocerte —dijo con tono falso. El señor Azúcar puso su cara de pocos amigos—. Pasen, por favor. —Se hizo a un lado para que Ciara y su novio entraran.

Una vez dentro, Mirna los pasó a la sala de estar. Ciara contempló su antigua casa maravillada, ¡se veía tan limpia! Se entristeció un poco al darse cuenta que solo lucía así cuando iban visitas. <<Ah, cierto, ya no es mi casa, ahora soy una extraña>>; bajó la mirada, acongojada. Álvaro, por su parte, comenzó a juguetear con sus dedos.

—Bien —dijo Mirna después de observarlos con detenimiento, atrayendo la atención de ambos—. Álvaro, tendré que hacerte algunas preguntas.

—A-adelante. —Aflojó su corbata con nerviosismo.

Mirna abrió la boca para lanzar su primer cuestionamiento pero Omar se adelantó.

—¿De dónde conoces a mi hija?

Al notar la mirada enojada de su suegro sobre él, tragó grueso. <<Tengo que ser cien por ciento honesto con ellos si me quiero ganar su confianza>> pensó con firmeza.

—De la universidad.

—¡Ah! —Exclamó—. No creo que hayas sido compañero, ¿o sí? —Álvaro negó con la cabeza—. ¡¿Entonces?!

—Yo fui... Fui su profesor —aceptó cabizbajo. Mirna y Omar se miraron entre ellos, lo sospecharon cuando mencionó que conocía a su hija de la escuela pero necesitaban estar seguros—. También fui su psicólogo —añadió pero se arrepintió en seguida.

—¡Ah, qué sinvergüenza! ¡Te aprovechaste de mi niña, cabrón! —Omar se levantó para írsele a los golpes pero Mirna lo detuvo del brazo.

—¡Papá! —Expresó Ciara más que apenada—. ¡No soy una niña! Sabía perfectamente lo que hacía cuando me involucré con él.

—¡Eso dicen las niñas desconsideradas cuando meten la pata! —Omar apretó los puños. Respiró profundo para tranquilizarse—. Pero bueno... —De nuevo se sentó—. ¿Cuántos años tienes, Álvaro? ¿Treinta y tantos? —Lo miró con fijeza.

Álvaro estaba seguro de que al enterarse de su edad, sí se le lanzaría a los golpes.

—Sí —murmuró pero recibió un codazo por parte de Ciara. Volteó hacia la rubia, que negó con la cabeza, queriéndole decir "sé honesto"—. Digo, no. Tengo... —Hizo una pausa y los padres de Ciara no tuvieron un buen presentimiento—. Tengo cuarenta —aceptó.

De nuevo hubo un silencio arrollador hasta que Madison lo rompió.

—¡Ay, estás bien viejito! —Rio con diversión—. ¡No puede ser, Ciara! ¡Andas con un viejo!

Álvaro pasó las manos por su rostro mientras Ciara le pedía a su hermanita que se callara. Omar, por su parte, empezó a inhalar y exhalar, tratando de mantener la calma. Mirna alzó una ceja.

—¿Y en qué trabajas ahora? ¿Sigues en la universidad?

—Tuve que renunciar —explicó—. En estos momentos nos estamos manteniendo con mis ahorros, y no he dejado de buscar trabajo. Sé que pronto encontraré algo estable. —Aparentó seguridad, aunque ni él estaba convencido de sus palabras.

—Debo decir que me sorprenden las condiciones en las cuales se conocieron —mencionó Mirna—. Creí que te habías fugado con alguien de tu edad —se dirigió a su hija.

—Mamá, papá, Álvaro y yo nos amamos —dijo con firmeza, tomando la mano de su novio y entrelazando sus dedos con los de él—. Probablemente no acepten lo nuestro, y los entiendo, pero eso no cambiará lo que siento por él. Estoy muy feliz a su lado y de lo único que me arrepiento es de no haber sido honesta desde un principio, tenía mucho miedo, me sentí muy sola, creí que me echarían de casa.

—¿Pero qué clase de padres crees que somos? Nosotros siempre vamos a apoyarte —indicó Mirna. Omar asintió con la cabeza, de acuerdo con el comentario de su esposa.

—Ah —suspiró con alivio—. Me alegra saber eso. También lamento haberle causado un disgusto muy grande a Sebastián.

Al escuchar ese nombre, Mirna se enderezó en el asiento.

—Tú nos debes una explicación, jovencita. ¿Cómo es eso de que Sebastián sabía que él no era el padre de tu bebé?

—Pues verás, en el momento en que me enteré de mi embarazo no estaba con Álvaro, yo... —Ciara decidió sincerarse y contarles a sus padres toda la verdad. Cuando terminó de hablar, sus progenitores y su hermanita la miraron boquiabiertos.

—¿Entonces Sebastián es puto? —Madison juntó las cejas con una expresión consternada.

—¡Madison! —Exclamó Mirna—. ¡¿Qué clase de vocabulario es ese?! ¡¿Y por qué te refieres con esa palabra a las personas homosexuales?!

—Ay, pero lo escuché de la abuela —se justificó.

—¡Madison, ¿qué te dije?! ¡No debes repetir lo que tu abuela dice! —Le recordó.

—Pero ella es buena onda, no lo dice con intención de ofender.

—¡Es una viejita grosera! No debes repetir lo que diga.

—Ay. —Se cruzó de brazos.

Por su parte, Omar miró a Álvaro con los ojos entrecerrados.

—¿Qué? —Preguntó el psicólogo al sentir la mirada de su suegro sobre él.

—Hiciste sufrir a mi niña —masculló—. Pero te advierto que si vuelve a pasar, no me haré responsable de mis actos. —Álvaro tragó grueso al oír la amenaza.

—Quédese tranquilo, jamás volveré a lastimar a Ciara, señor —aseguró.

—¡Ay, le dice señor a mi papá como si él estuviera muy joven! —Rio Madison con burla.

—¡Madison! —Exclamaron Mirna y Ciara al mismo tiempo.

Después de las explicaciones, todos pasaron al comedor y empezaron a hablar de trivialidades; Omar era el más callado pero a pesar de todo, daba su opinión en algunos temas. Álvaro elogió la comida de Mirna y ella le agradeció con sinceridad.

Después de desayunar, Ciara preguntó a sus padres si podía llevarse su celular y algunas prendas de ropa.

—¡Por supuesto que sí, mi amor! —Exclamó Mirna.

Omar se ofreció a ayudarla para hacer su maleta, pues deseaba pasar más tiempo con ella. En lo que doblaba algunas blusas y pantalones, se dirigió a su hija.

—Ciara, estaba pensando... —Se detuvo un momento. La joven lo vio con fijeza y le hizo un gesto para que continuara—. Deberías volver a casa, aquí tienes tus cosas, tu habitación, ¡tu espacio! Regresa, no te faltará nada —le aseguró—, mamá y yo te ayudaremos con el bebé. Tu cuarto es amplio, podríamos meter allá la cuna. —Señaló una esquina vacía.

Ciara puso una expresión llena de ternura.

—Papi, ¿y qué pasará con Álvaro?

—Él podría venir de visita —musitó cabizbajo—. Los lunes, miércoles y viernes, de cinco a seis.

—Papá...

—Bueno, de cinco a seis y media.

—Papá —rio con ternura—. Álvaro y yo vivimos juntos. Planeamos casarnos el próximo año —le explicó—. No tienes idea de lo mucho que los extraño pero es hora de que haga mi vida junto al hombre que amo.

—Lo... lo sé. Y no me agrada mucho la idea de que estés con un hombre mayor pero se ve que se quieren mucho, eso hace que lo reconozca como parte de la familia.

Ciara sonrió con sinceridad al darse cuenta de que sus padres aceptaron a Álvaro sin mayores inconvenientes. Al final la reunión salió mejor de lo que esperó en un principio. <<Las cosas se están acomodando como deben ser>>.


***


Katia se encontraba limpiando su habitación, viendo qué cosas tiraría, donaría y cuáles conservaría, cuando le entró una llamada a su celular. Casi se ahoga al ver el nombre de Ciara en el identificador.

—¡Ciara! —Contestó con rapidez.

—¡Katia! —Exclamó del otro lado de la línea—. ¿Cómo estás? ¡Me alegra mucho saludarte!

—¡Estoy muy enojada contigo! ¿Por qué me hablas hasta ahorita? —Puso un gesto de tristeza—. Creí que era tu amiga.

—¡Claro que lo eres! Es que apenas pude recuperar mi celular. Después de dos meses, por fin fui a casa de mis papás.

—¡¿Qué?! ¡¿Después de tanto tiempo?! —Exclamó sorprendida.

—Sí, me arrepiento de haber tardado tanto pero temía que me rechazaran.

—Entiendo.

—¿Podemos vernos mañana en la cafetería que está por tu casa?

—Obvio microbio —dijo, logrando que su amiga soltara una risita.

Al siguiente día, a las cinco, ambas se reunieron en el lugar indicado. Katia se encontraba viendo la carta, cuando dos siluetas se pararon junto a ella. Alzó la mirada y vio a Álvaro y a Ciara.

—¡Hola! —Se levantó de su asiento y abrazó a la rubia—. ¡Te extrañé mucho! ¡Te ves hermosísima!

—Y yo a ti te extrañé. Tú igual te ves bien, amiguita.

Cuando se separaron, Katia enfocó a Álvaro.

—Hola —musitó.

—Buenas tardes, Katia —le sonrió. A pesar de todo, se sentía muy agradecido con ella, de no ser por su intervención en esos momentos él se encontraría sufriendo por desamor al igual que Ciara—. Bueno, no las interrumpo más, dejaré que se pongan al corriente. Llámame cuando termines para que pase por ti —se dirigió a Ciara.

—Claro, mi amor. —Compartieron un pequeño beso y él salió de la cafetería. Ambas lo miraron hasta que se alejó por completo—. Y bien, ¿qué me cuentas? —Se sentó al lado de su amiga.

—Solo he estado estudiando y haciendo trabajos como loca —masculló—. Eso sí, estoy aprovechando las vacaciones para descansar. Ahora tú cuéntame qué has hecho.

La rubia iba a hablar cuando en ese momento se acercó una mesera a tomar sus órdenes. En lo que traían lo que pidieron, Ciara le explicó que se estaban manteniendo con los ahorros de Álvaro y que él se dedicaba a buscar trabajo mientras que ella, gracias a su suegra, se metió a vender productos de catálogo. Cuando Álvaro encontrara algo estable y el bebé estuviera un poco más grandecito, regresaría a la universidad en línea para terminar su carrera.

—Me parece bien tu plan. Eso sí, te extrañaré bastante.

—Y yo a ti —sonrió con tristeza.

—Pero a ver, cuéntame, cómo está eso de que apenas fuiste con tus papás.

Ciara le contó que el fin de semana anterior fueron a desayunar a casa de sus padres y que, aunque al principio estaban un poco renuentes con su relación, al final aceptaron a Álvaro como parte de la familia.

—Papá era el más reacio, pero justo se dio el tema y resulta que él y Álvaro le van al mismo equipo de futbol. Para colmo, también apoyan al mismo partido político. Ahora son los grandes amigos.

—¡Uy, eso es muy bueno!

—Ya sé pero ahora temo que quieran pasar más tiempo entre ellos que conmigo —rio con burla, contagiando a Katia—. Cambiando de tema, ¿has...? ¿Has visto a Sebastián? —La morena asintió con la cabeza—. ¿Cómo está? Me odia, ¿cierto?

—Está bien. Al principio sí estuvo muy enojado, anduvo dos semanas iracundo, no quería hablar con nadie, ni siquiera con Ray...

—Ow, qué mal. —Puso una expresión llena de culpa.

—Poco después volvió a ser el mismo chico sonriente. Ahora está mejor, eso sí, procuramos no sacar el tema de la boda.

La mesera se acercó con sus pedidos, que consistían en un cruasán de jamón y una naranjada para Katia y un smoothie de manzana verde para Ciara.

—¿Desean algo más? —Preguntó la joven delante de ellas con una gran sonrisa.

—Eh... —Expresó dubitativa—. Sí, también tráigame una hamburguesa, por favor.

—Está bien. —Tomó las cartas—. En un momento se la traigo.

—Gracias —sonrió. Volteó hacia Katia, que la miraba con atención; entendía esa expresión, ella solía ser de poco comer—. Últimamente el embarazo me está abriendo mucho el apetito —explicó.

—Oh, sí, entiendo.

—Entonces... —murmuró después de unos segundos, captando la atención de su amiga—. Sebastián está bien.

—Sí, no te preocupes por él, además tiene a Ray para que lo consuele.

—Eso sí. —Le mostró una sonrisita—. Espero que en verdad pueda conseguir su empresa —suspiró. Katia comentó que era poco probable pero que no debían perder las esperanzas.


Ya faltan 3 capítulos:3

Muchas gracias por quedarse hasta acá, recuerden que sus votos y opiniones son muy importantes.

¡Nos vemos pronto!

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