Capítulo 24.
Esa misma mañana, Álvaro le habló a Joaquín y le preguntó si podía ir esa tarde-noche a entregarle su carta de renuncia.
—¿Por qué hasta esa hora? —Le preguntó.
—Porque quiero encontrarme con la menor cantidad de alumnos posible —respondió del otro lado de la línea.
—Entiendo, ya me enteré de lo que hiciste. Al final te saliste con la tuya —rio.
—Lo dices como si fuera una travesura —masculló—. Te hice caso y casi la pierdo pero al final me la jugué por la mujer que amo.
—Ya. —Recargó la barbilla en su mano—. Al menos uno de nosotros sí pudo tener éxito en el amor.
Hubo un silencio incómodo, hasta que Álvaro volvió a hablar.
—¿Entonces sí me esperas? Llego como a las siete.
—Tú ven, con tal de no llegar a mi casa temprano te esperaría hasta las nueve.
—Está bien. Por cierto, hazme un favor y búscame los papeles de Ciara, también te llevaré su carta de baja.
—¿Qué? ¿Ya no estudiará aquí?
—No contará con el apoyo de sus padres, además no quiere volver, piensa terminar en línea.
—Sería muy descarado de parte de ustedes si alguno regresara.
—Lo sabemos.
—Dale, aquí te espero.
Al cinco para las siete, Álvaro miró su reloj. El autobús lo dejó a dos cuadras cerca de la universidad, por lo que apresuró el paso. El portero le permitió la entrada sin problemas y caminó hasta la oficina del director. A esa hora se encontraban muy pocos estudiantes y profesores, y estaban tan metidos en sus propios asuntos que lo ignoraron.
Mientras avanzaba, vio a Olga, que había pasado información de sus prácticas a su jefe de carrera. Bajó el rostro, rogando para que no lo reconociera, pero fue en vano, la joven se acercó a él con paso firme.
—¡Doctor Álvaro! —Exclamó. El aludido se detuvo en su sitio y volteó hacia ella.
—Hola, Olga.
—Estoy muy enfadada con usted —se cruzó de brazos, negando con la cabeza—. Me pidió la dirección de la iglesia solo para llevarse a Ciara, ¡no tiene idea de lo afectado que está Sebastián!
Álvaro parpadeó con confusión, esa misma mañana decidió sincerarse con Ciara y decirle el verdadero motivo por el cual se alejó de ella la ocasión anterior; a su vez, ella le confesó la verdad, le contó que estaba tan desesperada que decidió comprometerse con Sebastián para proteger a su bebé y que en realidad él era homosexual y estaba en una relación con Raymundo; en ese momento recordó las palabras de Katia, cuando afirmó que el chico amaba a alguien más pero no se imaginó que esa persona fuera su mejor amigo.
—Pero él... —Se calló antes de decir alguna imprudencia—. Emm, quiero decir, yo... Lamento haber lastimado a Sebastián pero no me arrepiento de llevarme a Ciara, ella y yo nos amamos.
Olga entrecerró los ojos con molestia.
—Lo que sea, el karma se encargará de ustedes, por mi parte espero que sean muy felices —farfulló con tono irónico.
Álvaro frunció el entrecejo y siguió su camino. Una vez que estuvo frente a la oficina de Joaquín, tocó la puerta.
—Adelante.
—Hola —saludó a su amigo mientras se sentaba frente a él.
—Hey. —Alzó las comisuras de sus labios—. Te veo bien.
—Gracias, igualmente.
—Eso ni tú te lo crees —rio.
Joaquín le pidió a Álvaro detalles acerca de su fuga con Ciara y, aunque se sentía incómodo, le contó todo lo que quiso saber.
—Ya veo —murmuró cuando terminó de escuchar a su amigo—. Vaya, serás papá —le sonrió—. Te esperan días difíciles.
—Lo sé pero también muy alegres. Haré lo que sea para que Ciara y Eduardito tengan la vida que merecen.
—Ya hasta le pusieron nombre.
—Ya —sonrió—. Mi pequeñito...
Joaquín lo miró atento, en verdad lucía muy feliz, incluso sintió un poquito de envidia pero sacudió la cabeza para quitarse esos pensamientos.
—Bueno, ¿traes las cartas? Yo ya encontré los papeles de tu chica.
Intercambiaron la documentación y Joaquín le echó una ojeada a su escrito.
—Ah —suspiró—. Me estás metiendo en un lío muy gordo, me pondrás a buscar algún psicólogo de último momento.
—Tengo una amiga de la universidad que tal vez esté dispuesta, si quieres le pregunto.
—Si me haces favor —pidió—. Ah, en verdad te vamos a extrañar —cambió de tema—, sobretodo Maribel.
—Yo los extrañaré a ustedes —aceptó cabizbajo—. Pero es hora de seguir adelante.
—Claro. ¿Y qué harás? —Cuestionó con curiosidad—. Porque no solo te mantendrás tú, ahora tienes una mujer y un hijo que requerirán tu apoyo.
—Ya estuve metiendo solicitudes pero todavía no me llaman —suspiró—. ¡Tanta preparación que tengo y ni me sirve de nada! Si no encuentro algo rápido lo primero que haré será dejar de rentar el departamento e irme definitivamente con mi madre, aunque no me hace mucha gracia esa idea.
—Pues no —resopló—. Pero creo que puedo ayudarte, creo que la directora de la primaria Villa Carrillo necesita un psicólogo, le preguntaré y cualquier cosa te aviso.
—Me alivianarías bastante. Gracias.
Siguieron conversando hasta que Joaquín recibió una llamada de su mujer. Puso cara de fastidio al leer su nombre en el identificador y contestó.
—Hola... Estoy en la oficina con Álvaro... ¡No es mentira! Si quieres te lo comunico. —Estuvo a punto de extenderle el celular a su amigo pero su esposa al final se arrepintió e indicó que no era necesario—. Está bien, ya en un rato llego. —En cuanto colgó, soltó un suspiro lleno de frustración—. Ay, esa mujer me va a matar.
—No seas tan dramático.
—Lo dices porque tu mujer es una linda veinteañera, ya te quisiera ver con mi vieja, a ver si piensas lo mismo.
—Ya, Sabrina es buena persona y tú deberías valorarla.
—Sí, sí, lo que sea —farfulló—. Al menos me estoy desquitando con Katia por habladora.
—¿Y eso?
Joaquín le contó acerca del falso concurso y cómo sus profesores se entusiasmaron en prepararla mejor para él. Álvaro alzó una ceja.
—Eres muy cruel.
—Se lo merece.
—Pobre Katia.
—Nah, quiero que sufra y se sienta atrapada así como yo.
Álvaro rodó los ojos, a veces Joaquín era muy infantil.
***
No pasaron muchos hechos relevantes antes de que terminara el semestre, solo que todos los universitarios estuvieron muy ocupados estudiando, terminando proyectos, prácticas y tesis.
A Katia las vacaciones le vinieron como anillo al dedo, estaba feliz porque al fin tendría un descanso merecido pero a la vez estaba triste porque ya no estaría con sus amigos. No había hablado con Ciara desde su fuga pero imaginó que no volvería a la universidad y los demás estaban con sus trámites de titulación, solo irían a entregar sus reportes de prácticas profesionales y revisiones de tesis.
Un sábado por la mañana, bajó a la cocina para servirse un plato de cereal y se dirigió sala de estar para ver televisión. Ahí se encontró a sus padres, que encontraban viendo una serie. A pesar de que no le entendió nada al capítulo, pues ya habían avanzado varios episodios, miró con interés y de vez en cuando hacía preguntas a su madre para que le explicara por qué los personajes terminaron de esa manera.
En un momento en que Luis fue al baño, Mercedes vio la hora en su celular y aprovechó para saludar a sus amigas. A pesar de que ya no le respondía ningún mensaje, ella seguía mandándole imágenes de buenos días a Hilda.
—A ver qué día vamos a ver a Hilda y a Gina, probablemente la estén pasando muy mal con el asunto del divorcio —murmuró.
—No creo que seamos bien recibidas. —Se metió una cucharada de cereal a la boca y masticó.
—¿Por qué dices eso? —Alzó una ceja—. Sé que están pasando por momentos difíciles pero somos sus amigas.
Luis, que salió del baño y mientras se acercaba escuchó parte de la conversación, asintió con la cabeza.
—Es verdad, debemos apoyarlas.
Katia suspiró y, por primera vez, decidió sincerarse con sus padres.
—Tal vez Hilda sea amiga de ustedes pero a mí me odia, y lo mismo con Gina, ambas nos detestamos desde el jardín de niños.
Luis y Mercedes la vieron con impresión.
—¿Qué? —Preguntó la mujer finalmente.
—Eso mismo, Gina siempre me ha hecho la vida imposible, ¿no notan que nunca nos saludamos cuando estamos juntas? Es majadera e insoportable.
—¿Cómo así? —Luis colocó una mano en su cuello.
Katia procedió a contarles todo lo que Gina le hizo, sin omitir detalles. Cuando finalizó, Mercedes y Luis estaban muy enojados pero también anonadados.
—¿Por qué nunca nos contaste? —Reclamó su madre—. Habríamos hablado con Hilda y Rodrigo.
—No quería causarles problemas con ellos —murmuró.
—Ay, Katia. —Negó con la cabeza—. ¿Y por qué dijiste que Hilda te odia? ¿Acaso le comentaste lo que te hizo Gina y no te creyó?
—Nah. —Movió la mano, restándole importancia a ese asunto—. Lo que pasa es que yo fui la que esparció el rumor de que se acostaba con el director de mi universidad. Prácticamente se está divorciando por mi culpa. —Les mostró una gran sonrisa.
—¡Katia! —Exclamó Mercedes—. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por venganza?
—Claro que no, se me salió decirlo. —Se encogió de hombros—. Es que los encontré en la oficina del director Joaquín —se quiso justificar—. Ellos tienen la culpa por andar cogiendo en su lugar de trabajo.
—¡Katia! —Su padre puso una expresión de susto.
—¿Qué? Solo digo la verdad.
—Oh... —Musitó Mercedes—. Aunque es lamentable, creo que lo mejor es alejarnos de esa familia.
—Sí, sobre todo por cómo trató Gina a Katia.
—¡Ay, por fin! —Dijo la chica con tono feliz—. ¡Ya no tendremos que ir a sus aburridas reuniones!
—Katia, ya, no es para que lo celebres —murmuró Mercedes.
—Esto lo celebraré toda la vida. —Fingió limpiarse una lágrima de felicidad.
Volvieron a poner la serie y Katia estuvo tentada a decirles a sus padres acerca de lo trabajos y exámenes extras que Joaquín ordenó para ella pero al final prefirió omitir eso, total, sus amigos ya no irían a la universidad más que en diversas ocasiones, así que decidió que era mejor estudiar y esforzarse para conseguir algo bueno en el futuro.
Capítulo corto pero al menos la familia de Katia ya no tendrá contacto con la de Gina.
Aún quedan cositas por resolver, faltan cuatro capítulos y esto termina. Gracias por acompañarme hasta aquí.
¡Nos vemos pronto!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top